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BOSQUEJO SUGERIDO DE GÉNESIS
I. Historia de
la humanidad en general (1–11)
A. Creación de
los cielos y la tierra (1–2)
B. Adán y su
familia (3–5)
D. La caída del
hombre (3)
C. Noé y su
familia (6–11)
E. El diluvio
(6–10)
F. La rebelión
de Babel (11)
II. Historia de
Israel en particular (12–50)
A. Abraham: El
padre que ofreció a su hijo (12.1–25.18)
B. Isaac: El
hijo que tomó una esposa (25.19–26.35)
C. Jacob: Carne
vs. Espíritu (27.1–36.43)
D. José: La
providencia de Dios (37.1–50.26)
NOTAS
PRELIMINARES A GÉNESIS
I. NOMBRE
El
primer libro de la Biblia. En la tradición judía el libro recibe su nombre de
la primera palabra, bereshith
(en el principio). El nombre Génesis, que significa principio, se deriva de la LXX
y también se halla en la traducción latina (Liber
Génesis). Mucho del libro trata de los orígenes.
«Génesis» procede de una palabra
griega que significa «principio» o «generación». Génesis es el libro de las
generaciones o principios. Hay diez generaciones anotadas en el libro: los
cielos y la tierra (2.4); Adán (5.1); Noé (6.9); Sem (11.10); Taré (11.27);
Ismael (25.12); Isaac (25.19); Esaú (36.1); y Jacob (37.2). Como el semillero
para la Biblia entera, Génesis narra para nosotros los trascendentales comienzos
del universo, la historia humana, la civilización, el pecado, la salvación, el
sacrificio, el matrimonio y la familia.
Es el libro de
comienzos. Los caps. 1—11 abarcan la creación, la *caída del hombre, el
*diluvio y la expansión de las naciones. En el cap. 12, Dios escogió a Abraham
para ser el padre de la raza judía. El resto de Génesis es la historia de
Abraham y sus descendientes *Isaac, *Jacob y *José (los *patriarcas) y el
inicio de los *judíos.
Génesis es un
nombre tomado del griego; significa “el libro de la generación o los orígenes”;
se llama así apropiadamente pues contiene el relato del origen de todas las
cosas. No hay otra historia tan antigua.
Nada hay dentro
del libro más antiguo que existe que lo
contradiga; por el contrario, muchas cosas narradas por los escritores
paganos más antiguos, o que se pueden descubrir en las costumbres de naciones
diferentes, confirman lo
relatado en el libro del Génesis.
II. AUTOR
Hay consenso general en reconocer
que Moisés es el autor de los cinco primeros libros de la Biblia, llamado «el
Pentateuco» (del griego penta,
«cinco» y teucos, «el estuche
donde se guardaban»). Por supuesto, Moisés no vivía cuando ocurrieron los
hechos de Génesis, pero el Espíritu le guió al escribirlos (2 P 1.20–21).
Cristo creyó que Moisés escribió los libros que se le asignan (Véanse Jn
5.45–47) y eso es suficiente autoridad para nosotros.
El
cuadro de la historia de José es totalmente auténtico. Todo el ambiente tiene
notable color egipcio: la corte del Faraón, las costumbres descritas, la
frivolidad de la mujer de Potifar, la interpretación de los sueños, el
recibimiento de la familia de Jacob en Egipto y el propio lenguaje.
Todo
coincide con tanta perfección con las condiciones reinantes en el Egipto
antiguo, que se comprende que la tradición judía haya atribuido el libro a
Moisés, un perfecto conocedor de su tiempo.
Lo
mismo se observa en el relato de la época patriarcal, de Abraham y sus
descendientes. Los descubrimientos arqueológicos han comprobado la exactitud
histórica de toda la descripción. En aquel tiempo había una muy activa relación
comercial y cultural entre Palestina y Egipto, como lo demuestran las cartas de
Tel El Amarna.
La
historia de Moisés presupone una prehistoria y solo así se comprende que no se
haya considerado a Moisés como fundador de la religión de Israel, sino a los
patriarcas; solo así se explica que Israel haya aceptado como divino el mensaje
que Moisés proclamó.
Moisés
quizás escribió el libro durante los años de la peregrinación.
EL
NOMBRE QUE LE DA A JESÚS: Gen: 3: 15; 49: 10: Simiente De La Mujer
III.
PROPÓSITO
Al leer Génesis no se puede dejar
de notar que los primeros once capítulos son generales y sin muchos detalles;
mientras que el resto del libro, empezando con el capítulo 12, pormenoriza la
vida de cuatro hombres: Abraham, Isaac, Jacob y José. Como notará en nuestro
bosquejo sugerido de Génesis, la primera sección (1–11) trata de la humanidad
en general y explica el origen del hombre y del pecado, mientras que la segunda
(12–50) se refiere a Israel en particular. Esto sugiere que el propósito del
libro es explicar los comienzos del hombre y su pecado, e Israel y el plan
divino de salvación. Es más, uno de los temas clave en Génesis es la elección
divina.
Empezamos con «los cielos y la
tierra», pero entonces Dios decide relacionarse con la tierra, no los cielos;
el tema desde allí en adelante es el programa de Dios en la tierra. Habiendo
escogido la tierra, Dios ahora pasa por alto a los ángeles (incluso a los
ángeles caídos) y opta por vincularse con el hombre. De entre los muchos hijos
de Adán, Dios selecciona a Set (4.25). De los muchos descendientes de Set (Gn
5), escoge a Noé (6.8), y de la familia de Noé, elige a Sem (11.10), Taré
(11.27) y por último a Abraham (12.1). Abraham tiene muchos hijos, pero Isaac
es la simiente escogida (21.12).
Isaac tiene dos hijos, Jacob y
Esaú, y Dios escoge a Jacob para que sea el que recibe su bendición.
Todo esto revela la elección de la
gracia de Dios. Ninguna de estas personas merecen escoger el honor; como es
cierto en los verdaderos creyentes, su elección resultó plenamente de la gracia
de Dios.
Junto con la gracia de Dios que
elige, Génesis ilustra el maravilloso poder y providencia de Dios. El hombre
desobedecería y dudaría de Dios, sin embargo Él regiría e impondría su
autoridad para cumplir sus propósitos. Si su programa hubiera fallado en
Génesis, no podría haber nacido el Mesías en Belén siglos más tarde.
IV. GÉNESIS Y APOCALIPSIS
Los principios que aparecen en Génesis
tienen su cumplimiento en Apocalipsis. Dios creó los cielos y la tierra (Gn
1.1) y un día creará un nuevo cielo y una nueva tierra (Ap 21.1). Satanás
primero atacó al hombre (Gn 3), sin embargo será derrotado en su ataque final
(Ap 20.7–10). Dios hizo las tinieblas y la luz (Gn 1.5), pero un día no habrá
más noche (Ap 21.23; 22.5). No habrá más mar (Gn 1.10; Ap 21.1) y se quitará la
maldición de la creación (Gn 3.14–27; Ap 22.3). Dios sacó al hombre del jardín (Gn
3.24), pero el pueblo de Dios será bienvenido al paraíso celestial (Ap 22.1), y
el árbol de la vida se le restaurará al hombre (Ap 22.14). Babilonia será
destruida (Gn 10.8–10; Ap 17–19) y el juicio prometido sobre Satanás se
cumplirá (Gn 3.15; Ap 20.10).
V. CRISTO EN
GÉNESIS
De acuerdo a Lucas 24.27, 44–45
Cristo se halla «en todas las Escrituras». A continuación constan unas pocas de
las referencias a Cristo en Génesis.
1. El Verbo
creador: Génesis 1.3; Juan 1.1–5; 2 Corintios 4.3–7
2. El postrer
Adán: Romanos 5; 1 Corintios 15.45
3. La simiente
de la mujer: Génesis 3.15; Gálatas 3.19; 4.4
4. Abel:
Génesis 4; Hebreos 11.4; 12.24
5. Noé y el
diluvio: Génesis 6–10; 1 Pedro 3.18–22
6. Melquisedec:
Génesis 14; Hebreos 7–10
7. Isaac, el
hijo de la promesa:
Génesis 17; Gálatas 4.21–31 (Isaac
pinta a Cristo en su nacimiento milagroso, su disposición para morir, su
«resurrección» [Heb 11.19], y al tomar una esposa. Por supuesto, Jesús en
realidad murió y resucitó de los muertos. En Isaac estos sucesos sólo fueron simbólicos.)
8. El Cordero:
Génesis 22.7–8; Juan 1.29
9. La escalera
de Jacob: Génesis 28.12; Juan 1.51
10. José: Génesis 37–50 (Rechazado
por sus hermanos; amado del Padre; sufriendo injustamente; exaltado a reinar.
Los hermanos de José no le
reconocieron la primera vez que le vieron de nuevo, pero sí la segunda vez. Así
será con Israel en el reconocimiento de su Mesías.)
1
Nos ajustaremos a algunas de las
verdades principales que se hallan en este importante pasaje.
I. EL CREADOR
Ningún científico o historiador
puede mejorar: «En el principio Dios». Esta simple afirmación refuta al ateo
que dice que no hay Dios; al agnóstico, que afirma que no puede conocer a Dios;
al politeísta que adora a muchos dioses; al panteísta, que dice que «toda la
naturaleza es Dios»; al materialista, que argumenta que la materia es eterna y
no se crea; y al fatalista, que enseña que no hay plan divino detrás de la
creación y la historia. La personalidad de Dios se ve en este capítulo, porque habla,
ve, nombra y bendice. El científico puede afirmar que la materia sólo «llegó a
existir», que la vida «ocurrió» y que todas las formas complejas de vida
«evolucionaron gradualmente» de formas inferiores, pero no puede dar pruebas de
sus declaraciones. Admitimos que hay cambios dentro de las especies (tales como
el desarrollo del caballo o del gato doméstico), pero que una clase de criatura
se transforme en otra, no lo aceptamos. ¿Por qué creó Dios el universo?
No cabe duda que no fue para añadirse
nada a sí mismo, puesto que no necesita nada. En realidad la creación limita a
Dios, puesto que el Eterno ahora debe confinarse a obra en el tiempo y la
historia humana. La Palabra deja en claro que Cristo es el autor, sustentador y
meta de la creación (Col 1.15–17; Ap 4.11).
Cristo, el Verbo viviente, revela
a Dios en la Palabra escrita y en el libro de la naturaleza (Jn 1.1–5; Véanse
también Sal 19).
¿Qué revela la creación acerca de
Dios?
La creación revela:
(1) su sabiduría
y poder (Job 28.23–27; Pr 3.19);
(2) su gloria
(Sal 19.1);
(3) su poder y
deidad (Ro 1.18–21);
(4) su amor por
el hombre insignificante (Sal 8.3–9);
(5) su cuidado
providencial (Is 40.12).
Cuando nuestro Señor estaba en la tierra,
vio la mano de la gracia del Padre incluso en las flores y las aves (Mt 6.25).
El nombre hebreo para Dios en
Génesis 1 es Elohim, el cual lo
liga con la creación. La raíz básica del nombre es El, que significa «poderoso, fuerte, prominente». En 2.4 tenemos
«Jehová Dios» que es Jehová Elohim.
Jehová es nombre del pacto de Dios y lo une a su pueblo. Este es el
nombre que dio cuando le habló a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY» (Éx 3.14–15).
Significa que es el Dios que existe en sí mismo, inmutable.
II. LA CREACIÓN
La existencia de los ángeles y la
caída de Satanás preceden en fecha a la creación, porque los ángeles («hijos de
Dios») cantaban en la creación (Job 38.7). Lucifer era el más superior de los
seres creados por Dios en esta creación original (Véanse Ez 28.11–19) y quiso
tomar el lugar de Dios (Is 14.12–17). Hallamos a Satanás ya en escena en
Génesis 3, de modo que su caída debe haber ocurrido anteriormente.
La tierra estaba deforme, así que
en los primeros tres días Dios formó lo que quería. La tierra estaba vacía, así
que Dios llenó lo que había formado. Hizo la expansión de los cielos
(«firmamento») y los llenó con estrellas y planetas. Hizo la tierra y la llenó
con plantas y animales. Dios originó la luz antes de colocarla en los cielos.
Nótese el principio de separación ilustrado en la creación; porque Dios dividió
la luz de las tinieblas y el mar de la tierra (Véanse 2 Co 6.14–18). Nótese
también que cada ser viviente debía reproducirse «según su especie»; no se
sugiere una evolución gradual. Quizás podamos criar diferentes clases de
ganado, ¡pero no podemos procrear una vaca a partir de un venado!
El hombre es la corona de la
creación. Hay una «conferencia divina» entre los miembros de la Deidad antes de
crearlo, algo que no se ve en ninguno de los demás pasos de la creación.
Algunos de los ángeles ya se habían rebelado contra Dios y sin duda Él sabía
que el hombre lo haría. Sin embargo, en su amor y gracia, modeló al primer
hombre «a su imagen», refiriéndose a la personalidad del hombre: mente,
voluntad, emociones, libertad, antes que a su apariencia física. (Véanse Ef
4.24; Col 3.10). Al hombre se le dio el lugar de dominio sobre la tierra, la
más alta posición en la creación. Esto explica el ataque de Satanás; ¡porque
Satanás (Lucifer) tuvo una vez esa posición y quería una todavía más elevada!
Si no logró obtener el lugar de Dios en el universo, trataría de tomar el lugar
de Dios en la vida del hombre. ¡Y lo consiguió! El hombre perdió su dominio
debido a su pecado (Sal 8 y Heb 2.5, 18), pero este dominio se ha recuperado
para nosotros por Cristo, el postrer Adán (Véanse Ro 5). Cuando estaba en la
tierra Jesús demostró que tenía dominio sobre los peces (Lc 5; Mt. 17.24), las
aves (Mt 26.74–75) y las bestias (Mt 21.1–7).
En un inicio, la dieta del hombre
era vegetariana, pero esto se cambió en Génesis 9.3–4. A los judíos se les dio
restricciones dietéticas (Lv. 11), pero no hay tales restricciones hoy (Mc
7.17–23; Hch 10.9–16; 1 Ti 4.1–5).
III. LA NUEVA CREACIÓN
Segunda de Corintios 4.3–6 y 5.17
deja en claro que en Cristo Dios tiene una nueva creación. Pablo usa las
imágenes del relato de la creación en Génesis para ilustrar esta nueva
creación. El hombre se creó perfecto, pero lo arruinó el pecado. Nace pecador,
«desordenado y vacío»; su vida no tiene propósito y está vacía y oscura.
El Espíritu Santo empieza su obra
de convicción «moviéndose» en los corazones de los hombres (Gn 1.2). En verdad,
la salvación siempre empieza con el Señor (Jon 2.9); a su gracia se debe la salvación
de cualquier pecador. El Espíritu usa la Palabra para producir luz (Sal
119.130), porque no puede haber salvación sin la Palabra de Dios (Jn 5.24). Y
Hebreos 4.12 dice que la Palabra tiene poder para «partir», o dividir, trayendo
a la mente el hecho de que Dios dividió la luz de las tinieblas, la tierra y
las aguas.
Como los seres creados en Génesis,
los creyentes tienen la responsabilidad de fructificar y multiplicarse «según
su género». En un paralelo a la posición de dominio de Adán, el creyente es
parte de la realeza bajo el gobierno de Dios y puede «reinar en vida» mediante
Cristo (Ro 5.17).
Así como Adán fue la cabeza de la
antigua creación, Cristo es la Cabeza de la nueva creación; es el postrer Adán
(1 Co 15.45–49). El AT es el «libro de las generaciones de Adán» (Gn 5.1) y
concluye pronunciando una maldición (Mal 4.6). El NT es el «libro de la generación
de Jesucristo» (Mt 1.1) y concluye con «no habrá más maldición» (Ap 22.3).
2
I. EL PRIMER SHABAT (2.1–3)
La palabra Shabat simplemente significa «cesar». Dios no «descansa» porque
esté cansado, puesto que Él no se cansa (Sal 121.4). Más bien cesó de sus obras
creadoras; la tarea estaba ahora terminada. Bendijo a las criaturas (1.22) y al
hombre (1.28). Ahora bendice el Shabat
al separarlo como un día especial. No hay mandamiento aquí para que la
gente observe el Shabat. Es
más, puesto que Adán fue creado en el sexto día, el Shabat era en realidad el primer día para él.
El Shabat no aparece de nuevo en el AT sino hasta Éxodo 20.8–11,
donde Dios lo da a Israel como su señal especial del pacto (Éx 31.12–17). Las
Escrituras no dan evidencia de que Dios alguna vez les dijo a los gentiles que
observaran el Shabat; es más,
el Salmo 147.19–20 deja en claro que la Ley Mosaica del AT se dio sólo a
Israel, quien fue al cautiverio porque profanó el Shabat (Neh 13.15–22).
Mientras Cristo estaba en la
tierra guardó el Shabat puesto
que vivía bajo la dispensación de la ley. Por supuesto, no siguió las reglas
humanas de los fariseos (Mc 2.23–28).
En los primeros días de la Iglesia
los cristianos se reunían en el Shabat
en las sinagogas, hasta que los creyentes judíos fueron perseguidos y
expulsados. No obstante, el primer día de la semana (domingo, el día del
Señor), fue su día especial de comunión y adoración (Hch 20.7; 1 Co 16.1–3; Ap 1.10).
El primer día conmemora la
resurrección de Cristo (Mt 28.1; Jn 20.1), la conclusión de su obra al producir
la nueva creación. Véanse 2 Corintios 5.17. Estos dos días especiales, el Shabat y el día del Señor, conmemoran
cosas diferentes y no deben confundirse. El Shabat se relaciona a la antigua creación y se dio expresamente
a Israel. El día del Señor se relaciona a la nueva creación y pertenece a la
Iglesia. El Shabat habla como
ley de seis días de labor a los cuales le siguen el descanso, pero el día del
Señor habla de gracia, porque empezamos la semana con descanso al cual le
siguen las obras.
Hebreos 4 indica que el Shabat del AT es un tipo del futuro
reino de reposo, tanto como del reposo espiritual que tenemos mediante la fe en
Cristo.
Colosenses 2.13–17 deja en claro
que el Shabat pertenece a las
«sombras» de la ley y no a la plena luz de la gracia. Si la gente quiere adorar
en el Shabat, pueden hacerlo,
pero no deben juzgar ni condenar a los creyentes que no se les unen (Col 2.16– 17).
Gálatas 4.9–11 indica que la
observancia legalista del Shabat es
un regreso a la esclavitud. Romanos 14.4–13 sugiere que guardarlo puede ser una
característica de un cristiano inmaduro que tiene una conciencia débil. Es
cierto que varios grupos de cristianos profesantes pueden adorar en el sábado,
si lo prefieren, pero no deben condenar a quienes dan énfasis especial a adorar
en el domingo, el día de la resurrección.
II. EL PRIMER JARDÍN (2.4–14)
La historia bíblica puede
resumirse en cuatro jardines:
(1) Edén, donde
entró el pecado;
(2) Getsemaní,
donde Cristo se entregó a la muerte;
(3) Calvario,
donde murió y fue sepultado (Véanse Jn. 19.41–42); y:
(4) el «jardín
del paraíso» celestial (Ap 21.1).
Moisés describe el primer hogar
que Dios le dio a la primera pareja. Aquí no se incluyen detalles adicionales
del relato de la creación del capítulo 1; estos son complementarios, no
contradictorios. El versículo 5 indica que Dios necesitaba al hombre para
ayudarle a labrar la tierra. El hombre fue «formado» así como el alfarero da
forma al barro (la misma palabra en Jer 18.1). El hombre era responsable por
cultivar el jardín (cuidarlo) y guardarlo (lo que sugiere la presencia de un
enemigo). Dios le dio a Adán y Eva todo lo que necesitaban para la vida y la
felicidad, todo lo que fue bueno y placentero, y les permitió que lo
disfrutaran en abundancia.
Los dos árboles son importantes.
El texto de 3.22 sugiere que el árbol de la vida sustentaba la vida para la
humanidad (Véanse también Ap 22.2). Si Adán hubiera comido del árbol de la vida
después de pecar, no hubiera muerto y entonces la muerte no hubiera pasado a
todos los hombres (Ro 5.12) y Cristo no hubiera muerto para redimir a los
hombres. El árbol de la ciencia del bien y del mal simbolizaba la autoridad de
Dios; comer de ese árbol significaba desobedecer a Dios e incurrir en la pena
de muerte. No sabemos qué clase de árboles eran, sin embargo es cierto que Adán
y Eva comprendieron su importancia.
III. LA PRIMERA LEY (2.15–17)
Adán fue una criatura perfecta,
que nunca había pecado, pero que tenía la capacidad de pecar. Dios hizo a Adán
un rey con dominio (1.26). Pero un gobernante puede regir a otros sólo si se
gobierna a sí mismo, de modo que fue necesario que Adán fuera tentado. Dios
siempre ha querido que sus criaturas le amen y le obedezcan por su libre
voluntad y no debido a coacción ni a la recompensa.
Esta prueba era perfectamente
justa y equitativa. Adán y Eva disfrutaban de la libertad y de abundante
provisión en el jardín y ni siquiera necesitaban del fruto del árbol de la
ciencia del bien y del mal.
IV. EL PRIMER MATRIMONIO (2.18–25)
Todo en la creación era «bueno en
gran manera» (1.31) excepto la soledad de Adán. «No es bueno que el hombre esté
solo» apunta a la base del matrimonio:
(1) para proveer
compañía;
(2) para continuar
la raza;
(3) para
ayudarse mutuamente y producir lo mejor.
La palabra «ayuda idónea» (v. 18) se
refiere a un ayudante: uno que satisface sus necesidades.
Esta compañía no se halló en
ningún animal de la creación, mostrando así el gran abismo estable que hay
entre las criaturas y los seres humanos hechos a imagen de Dios. Dios hizo a la
primera mujer de la carne y hueso del primer hombre, y «cerró la carne en su
lugar» (v. 21). El verbo «hizo» en el versículo 22 en realidad es la palabra
«construir», como uno construiría un templo. El hecho de que Eva fue hecha de
Adán muestra la unidad de la raza humana y la dignidad de la mujer. Se ha hecho
notar que Eva fue hecha, no de los pies del hombre para que este la pisoteara,
ni de la cabeza como para regir sobre él, sino de su costado, para estar cerca
de su corazón y que la amara.
Adán le puso nombre a todos los
animales que Dios le trajo (v. 19), mostrando así que el primer hombre tenía
inteligencia, lenguaje y facultad de hablar. Ahora llama a su novia «mujer» (en
el hebreo ishá que se relaciona
a ish, que significa «hombre»).
De modo que, en nombre y naturaleza, el hombre y la mujer se pertenecen
mutuamente. Qué maravilloso sería si Dios celebrara cada boda. Entonces cada
hogar sería un paraíso en la tierra.
Por supuesto, esto es un hermoso
cuadro de Cristo y la Iglesia (Ef 5.21–33). Cristo, el postrer Adán, dio origen
a la Iglesia cuando dormía su muerte en la cruz y los hombres abrieron su
costado (Jn 19.31–37). Participó de nuestra naturaleza humana para que nosotros
pudiéramos participar de su naturaleza divina. Eva fue el objeto del amor y
preocupación de Adán, así como la Iglesia recibe el amor y el ministerio de
Cristo. Primera de Timoteo 2.11–15 destaca que Adán voluntariamente comió del
fruto prohibido y no lo engañaron como a Eva. Estaba dispuesto a convertirse en
pecado con tal de quedarse con su esposa. Así Cristo estuvo dispuesto a ser
hecho pecado por nosotros para que nosotros pudiéramos estar con Él para
siempre. ¡Qué amor y gracia! Nótese también que Eva fue formada antes de que el
pecado entrara en escena, así como hemos sido escogidos en Cristo «antes de la
fundación del mundo» (Ef 1.4).
Si miramos con detenimiento, nos
daremos cuenta de tres cuadros de la Iglesia en estos versículos, así como se
pinta a la Iglesia en Efesios. Eva era la esposa (Ef 5.21–33); también era
parte del cuerpo de Adán (Gn 2.23; Ef 5.29–30); y fue hecha o «edificada», lo
cual sugiere a la Iglesia como templo de Dios (Ef 2.19–22).
3
I. TENTACIÓN (3.1–6)
A. EL TENTADOR.
Dios no es el autor del pecado, ni
Él tienta a las personas a pecar; esto es la obra del diablo (Stg 1.13). Ya
hemos visto que Satanás cayó en pecado antes de la obra de Génesis 1.3. Al
principio era un bello ángel, regocijándose en la creación divina (Job 38.4–7),
pero pecó y Dios lo juzgó (Is 14.12– 17; Ez 28.11–19). Nótese que Satanás vino
a Eva disfrazado de serpiente, porque se disfraza y le aparece a la gente en su
verdadero carácter. En Génesis 3 Satanás es la serpiente que engaña (2 Co 11.3);
en Génesis 4 es el mentiroso que mata (Jn 8.44). Debemos cuidarnos para evitar
sus sendas engañosas.
B. EL BLANCO.
Satanás apuntó a la mente de Eva
(2 Co 11.1–3; 1 Ti 2.9–15) y tuvo éxito en engañarla. La mente del hombre es
una parte de su ser creado a imagen de Dios (Col 3.9–10), de modo que Satanás
ataca a Dios cuando ataca la mente humana. Satanás usa mentiras. Es mentiroso y
padre de mentiras (Jn 8.44).
C. LA TÁCTICA.
Mientras que la mente se aferre a
la verdad de Dios, Satanás no puede ganar; pero una vez que la mente duda de la
Palabra de Dios, hay campo para que se introduzcan las mentiras del diablo.
Satanás cuestiona la Palabra de Dios (v. 1), la niega (v. 4) y luego la
sustituye con sus propias mentiras (v. 5).
Nótese que Satanás procura socavar
nuestra fe en la bondad de Dios; le sugirió a Eva que Dios estaba «privándoles
de algo» al decirles que se abstuvieran del árbol de la ciencia del bien y del
mal. Cuando cuestionamos la bondad de Dios y dudamos de su amor, jugamos
precisamente en las manos de Satanás, quien hace que la tentación parezca
maravillosa al hacerles una oferta: «¡Seréis como Dios!»
Satanás mismo quiso ser «semejante
al Altísimo» (Is 14.14) y siglos más tarde le ofreció a Cristo «todos los
reinos del mundo» si le adoraba (Mt 4.8).
D. LA TRAGEDIA.
Eva no debió haberle dado «lugar
al diablo» (Ef 4.27); debió haberse aferrado a la Palabra de Dios y resistido
al diablo. Nos preguntamos dónde estaba Adán durante esta conversación. En
cualquier caso, Eva quitó de la Palabra al omitir «libremente» (v. 2); añadió a
la Palabra al ampliar «ni le tocaréis» (v. 3); y cambió la Palabra al hacer el
«ciertamente moriréis» de Dios como «para que no muráis» (v. 3). En el
versículo 6 vemos la trágica operación de los deseos de la carne («bueno para comer»),
el deseo de los ojos («agradable a los ojos») y el orgullo de la vida
(«codiciable para alcanzar la sabiduría»), Véanse 1 Juan 2.15–17. Es difícil
pecar solo. Algo en nosotros nos hace querer pecar con otros. Adán
deliberadamente pecó y sumergió al mundo en juicio (1 Ti 2.14).
II. CONDENACIÓN (3.7–19)
A. INTERNA (VV. 7–13).
De inmediato vino la pérdida de la
inocencia y la gloria y un sentido de culpa. Trataron de cubrir su desnudez con
sus obras, ropajes que Dios no aceptó (v. 21). Aún más, vemos una pérdida del
deseo de comunión con Dios. Cuando oyeron que Dios se acercaba, ¡se
escondieron! La culpa, el temor y la vergüenza rompió la comunión con Dios que
disfrutaban antes de su desobediencia. Nótese también que hubo una actitud
creciente de autodefensa: el hombre le echó la culpa a la mujer y la mujer
culpó a la serpiente. Vemos aquí el trágico efecto interno del pecado.
B. EXTERNA (VV. 14–19).
Es probable que la serpiente que
Satanás usó no era la criatura rastrera que conocemos hoy. El nombre sugiere brillo
y gloria, pero debido a que la criatura se sometió a Satanás y participó en la tentación,
fue juzgada y condenada a arrastrarse en el polvo. El juicio de la mujer
incluyó concepción y dolor en el alumbramiento. Fue puesta en sujeción a su
marido. Nótese que Pablo sugiere que las mujeres cristianas que se casan con
inconversos pueden tener peligros especiales al criar a los hijos (1 Ti
2.8–15).
El juicio sobre el hombre
involucra su trabajo: el paraíso se reemplazaría con el desierto y el gozo del
ministerio en el jardín con el sudor y el esfuerzo en el campo. El trabajo no
es la pena de Dios, porque el trabajo no es pecaminoso (2.15). Es el sudor y el
esfuerzo del trabajo y los obstáculos de la naturaleza que nos recuerdan de la
caída del hombre. Toda la creación está bajo maldición y en esclavitud debido
al pecado (Ro 8.15–25).
C. ETERNA (V. 15).
Este es el primer evangelio
declarado en la Biblia: las buenas nuevas de que la simiente de la mujer (Cristo)
a la larga derrotaría a Satanás y a su simiente (Gl 4.4–5). A partir de aquí y
en adelante el torrente se divide: Satanás y su familia (simiente) se opone a
Dios y a su familia. Dios mismo puso la enemistad (hostilidad) entre ellas y Él
llevará al clímax la guerra cuando arroje a Satanás al infierno (Ap 20.10).
Repase la parábola de la cizaña en Mateo 13 y note que Satanás tiene hijos así
como Dios los tiene.
En Génesis 4 Caín mata a Abel y 1
Juan 3.12 nos informa que Caín «era del maligno»; hijo del diablo. El AT es la
historia de dos simientes en conflicto; el NT nos narra el nacimiento de Cristo
y su victoria sobre Satanás mediante la cruz.
III. SALVACIÓN (3.20–24)
El único evangelio que Adán oyó
fue lo que Dios dijo en 3.15, sin embargo, lo creyó y fue salvo.
¿Cómo lo sabemos? Debido a que
llamó a su mujer «Eva» que significa «vida» o «dadora de vida».
Dios dijo que Adán y Eva morirían
y Adán murió físicamente a los 930 años. Pero también murió espiritualmente,
cuando se separó de Dios debido al pecado. Dios prometió el nacimiento de un Salvador
por medio de la mujer, y Adán creyó esta promesa y fue salvo. Dios no cambió
los resultados físicos del pecado, pero sí remitió las consecuencias eternas:
el infierno.
Las túnicas de pieles en el
versículo 21 son cuadros de la salvación que tenemos en Cristo. Debe haber
habido derramamiento de sangre, el ofrecimiento de vida inocente por el
culpable. Adán y Eva trataron de cubrir su pecado y vergüenza con hojas (3.7),
pero Dios no aceptó estas buenas obras. ¡Él tampoco acepta tales obras hoy!
Los vestidos en la Biblia a menudo
son un cuadro de la salvación. Véanse Isaías 61.10 y Zacarías 3.
El hijo pródigo fue vestido de
nuevo cuando regresó a casa (Lc 15.22). Los vestidos de justicia propia y buenas
obras son trapos de inmundicia a los ojos de Dios (Is 64.6). Nótese que Dios
quiere que Adán y Eva se cubran; Él aprobó su sentido de vergüenza. Es siempre
una señal de degeneración cuando la gente revierte eso y se vuelve a la
desnudez. «Ropa decorosa» es siempre la norma de Dios (1 Ti 2.9).
Los versículos 22–24 muestran una
extraña acción de la gracia de Dios: ¡sacó al hombre y a la mujer del huerto!
Habían abandonado su derecho al árbol de la vida al desobedecer a Dios. Si
hubieran comido de ese árbol, hubieran vivido para siempre en su estado
pecaminoso. Lo cual significa que el Salvador, el segundo Adán, no podría haber
venido para morir para librar a los seres humanos del pecado. Así, al echar a
Adán y Eva del paraíso, Dios mostraba su gracia y misericordia a la raza humana
entera. La espada que colocó en el jardín guardaba el camino. Es posible
traducir esto como «una llama parecida a una espada»: el fuego de Dios que
habla de su santidad (Heb 12.29).
Romanos 5 y 1 Corintios 15.42–49
explican los contrastes entre el primer Adán y el postrer Adán, Cristo. Adán fue
hecho de la tierra, pero Cristo descendió del cielo. Adán fue tentado en un
jardín perfecto, mientras que Cristo fue tentado en un terrible desierto. Adán
deliberadamente desobedeció y sumergió a la raza humana en pecado y muerte,
pero Cristo obedeció a Dios y trajo justicia. Como ladrón Adán fue expulsado
del paraíso. Hablándole al ladrón, Jesús le dijo: «Hoy estarás conmigo en el paraíso»
(Lc 23.43).
Nótese que en Romanos 5 tenemos
varias afirmaciones «mucho más» (9, 15, 17, 20), indicando que la muerte de
Cristo no sólo nos puso de regreso donde Adán estaba. Nos dio mucho más de lo
que Adán jamás tuvo. ¡Somos reyes y sacerdotes para Dios y reinaremos con
Cristo para siempre!
4
Caín es el principal actor en este
capítulo, y su carácter y conducta se revelan en cuatro aspectos diferentes.
I. EL ADORADOR (4.1–5)
Tanto la promesa de Dios en 3.15
como la fe de Adán en 3.20 se ven en 4.1. Eva trajo al mundo una nueva vida y
pensó que su hijo era la simiente prometida. Una posible traducción sería: «He
adquirido varón: ¡el Señor!». «Caín» significa «adquirido», se miraba al niño
como un don de Dios. Abel significa «vanidad, vapor»: Sugiere la futilidad de
la vida separados de Dios, o quizás la desilusión de Eva porque Caín no era la
simiente prometida. Desde el mismo principio vemos una división del trabajo:
puesto que a Caín se identifica con la tierra, a Abel con el ganado. Como Dios
ya había maldecido la tierra (3.17), por eso a Caín se le identifica con esa
maldición.
Esta primera familia debe haber
conocido un lugar definido de adoración, por cuando ambos hijos trajeron
ofrendas al Señor. Quizás se deba a que la gloria de Dios habitaba en el árbol
de la vida, con el camino guardado por el querubín (3.24). Hebreos 11.4 indica
que Abel trajo su ofrenda por fe; y Romanos 10.17 enseña que «la fe viene por
el oír». Esto significa que Dios debe haber enseñado a Adán y a su familia a
cómo acercarse a Él, y 3.21 indica que se incluía el sacrificio de sangre.
Hebreos 9.22 afirma que debe haber
derramamiento de sangre antes de que exista remisión de pecado, pero Caín trajo
de la tierra maldita una ofrenda sin sangre. Su ofrenda tal vez fue sincera,
pero no se aceptó. No tenía fe en la Palabra de Dios, ni dependencia en el
sacrificio de un sustituto. A lo mejor Dios «respondió por fuego» (Lv 9.24) y
consumió la ofrenda de Abel, pero la de Caín se quedó en el altar.
Caín tenía cierta forma de piedad
y religión, pero negó el poder (2 Ti 3.5). Primera de Juan 3.12 indica que Caín
era hijo del diablo y esto significa que practicaba una falsa justicia de la
carne, no la justicia de Dios por fe. Jesús llamó «hijos del diablo» a los
fariseos que se auto-justificaban y culpó a los de su calaña por la muerte de
Abel (Lc 11.37–51). Judas 11 habla acerca del «camino de Caín», que es la senda
de la religión sin sangre, religión basada en buenas obras religiosas y
justicia propia. Sólo hay dos religiones en el mundo actual:
(1) la de Abel,
que depende de la sangre de Cristo y su obra consumada en la cruz y;
(2) la de Caín,
que depende de las buenas obras y religión que agrada al hombre.
¡La una conduce al cielo, la otra
al infierno!
II. EL HOMICIDA (4.6–8)
Santiago 1.15 nos advierte que el
pecado empieza de una manera pequeña, pero crece y lleva a la muerte. Así
ocurrió con Caín. Vemos desilusión, ira, celos y por último homicidio. El odio
en su corazón le llevó al asesinato con sus manos (Mt 5.21–26). Dios vio el
corazón sin fe de Caín y el semblante decaído y le advirtió que el pecado
estaba agazapado como una bestia salvaje, esperando para destruirlo. Dios le
dijo: «Él te desea, pero tú debes regir sobre él».
Lastimosamente Caín alimentó a la
bestia salvaje de la tentación, ¡luego abrió la puerta y la invitó a entrar!
Caín invitó a su hermano para hablar con él y después lo mató a sangre fría.
Hijo del diablo (1 Jn 3.12), Caín, como su padre, era mentiroso y homicida (Jn
8.44). En el capítulo 3 tenemos a un hombre pecando contra Dios al desobedecer
su Palabra; en el capítulo 4 vemos al hombre pecando contra el hombre.
III. EL VAGABUNDO (4.9–16)
Adán, «¿dónde estás tú?» «¿Dónde
está Abel tu hermano?» ¡Cuán significativas son estas dos primeras preguntas en
la Biblia! El pecado siempre nos alcanza, aun cuando tratemos (como Caín) de mentir
respecto a nuestro pecado. La sangre de Abel clamaba venganza; la sangre de
Cristo clama paz y perdón (Heb 12.24). Dios maldijo a la serpiente; ahora
maldice a Caín. «Maldito seas tú de la tierra!» (v. 11).
En otras palabras, la tierra no
rendiría frutos a Caín y tendría que deambular de lugar en lugar para vivir.
Sería un fugitivo, un peregrino. Caín no se arrepintió de su pecado; en lugar
de eso, mostró remordimiento y desesperación. Como sus padres, le echó la culpa
a Dios: «¡Me echas hoy de la tierra!» (v. 14). Fue rechazado por el cielo y por
la tierra. Fue condenado a una intranquilidad que sólo se podía curar con fe.
Nótese también el temor y
desesperación de Caín: «Cualquiera que me hallare, me matará» (v. 14).
En gracia Dios prometió proteger a
Caín y le puso una señal para verificar su promesa. (No es probable que haya
sido una marca literal en Caín; más bien Dios le dio a Caín una señal para
darle seguridad.
¡Qué gracia!) ¿Por qué Dios dejó
en libertad a Caín? Por un lado, Caín llegó a ser un «sermón andante» de la
gracia de Dios y de las trágicas consecuencias del pecado. ¡Qué cuadro de la
humanidad de hoy: inquieta, sin esperanza, errabunda, derrotada!
¿Pasó Caín el resto de su vida
peregrinando? ¡No! ¡Se estableció y edificó una ciudad! Aquí tenemos el origen
de la «civilización»: el sustituto humano en lugar de los dones de Dios.
IV. EL CONSTRUCTOR (4.17–26)
«Nod» significa «descarriarse,
andar errante», de modo que la misma tierra que escogió Caín habla de su
peregrinaje alejándose de Dios. Se alejó de la presencia de Dios (4.16); no
necesitaba una religión de sangre. Sin dudas Caín se casó con una de sus
hermanas, porque para ese entonces había muchos descendientes de Adán (5.3
indica que han pasado 130 años). Más tarde Abraham se casa con su media hermana;
¿por qué no podía Caín hacerlo con su hermana de sangre, especialmente cuando
el pecado aún no había hecho sus estragos en el cuerpo humano? El nombre de su
hijo, Enoc, significa «iniciación» y sugiere un nuevo comienzo, pero era un
comienzo sin Dios.
Evaluados desde el punto de vista
humano los descendientes de Caín son un grupo admirable. Jabal («errante»)
fundó la ciencia de la agricultura (v. 20). Jubal fundó la «cultura»: música; y
Tubal-Caín la industria metalúrgica. Al parecer la «ciudad» de Caín fue un gran
éxito, pero Dios dejó en claro que rechazaba todo eso. En el versículo 25 Dios
le dio a Adán y Eva otra simiente: Set, que significa «el designado, el
sustituto» (ocupando el lugar de Abel). Dios no trató de reformar a los
cainitas. Los rechazó y al fin y al cabo los condenó en el diluvio. Así como
los cainitas poco a poco se fueron alejando de la verdadera adoración a Dios,
los setitas fueron regresando a Él (v. 26) y estableciendo de nuevo su
adoración al Señor.
La civilización actual tiene su
origen en Caín. Tiene elementos tales como la agricultura, la industria, artes,
grandes ciudades y religión sin fe en la sangre de Cristo. También, como la
civilización antigua de Caín, será destruida. Todavía exhibimos con jactancia
asesinos como Lamec y todavía tenemos personas (como Lamec) que violan los
sagrados votos del matrimonio. «Mas como en los días de Noé, así será la venida
del Hijo del Hombre» (Mt 24.37). Los hombres aún rechazan la divina revelación
y dependen de sus recursos humanos. El verdadero cristiano no pertenece a este
«sistema mundial» que es pasajero (1 Jn. 2.15–17) y no debe enredarse con él
(Ro 12.2; 2 Co 6.14–7.1).
Debemos notar especialmente el
«mensaje de Lamec» (vv. 23–24). Este pasaje no es claro y no todos los
estudiosos bíblicos lo interpretan de la misma manera. Lamec fue el séptimo
desde Adán, por el lado de Caín, y fue uno que desagradó a Dios, en tanto que
Enoc fue el séptimo desde Adán por el lado de Set (5.3–27) y caminó con Dios y
agradó a Dios (Heb 11.5). Nótese que la línea cainita hasta copió los nombres
de los verdaderos creyentes en la línea de Set (Enoc-Enós; Irad-Jared; Mehujael,
Mahalaleel; Lamec-Lamec).
Algunos sugieren que un joven
hirió a Lamec, de modo que en defensa propia este mató a su atacante. Si Dios
vengó a Caín, quien era culpable de crudo homicidio, de seguro defendería a
Lamec que mató en defensa propia. Otra sugerencia es que Tubal-Caín fue el que
diseñó las primeras armas de bronce y hierro y que Lamec las exhibía con
orgullo a sus esposas. Los verbos hebreos pueden traducirse en tiempo futuro:
«Mataré a cualquiera que me hiera, y no necesitaré la protección de Dios,
porque con estas armas puedo vengarme setenta veces siete». Bajo esta perspectiva,
es la primera expresión en la Biblia de desafío arrogante y guerra.
5–8
Estos capítulos analizan el
diluvio y la fe de Noé. Como es imposible explotar todos los tesoros espirituales
aquí, nos limitaremos a cuatro aspectos de este importante suceso en la
historia bíblica.
I. EL DILUVIO CONSIDERADO
HISTÓRICAMENTE
A. EL HECHO DEL DILUVIO.
Que hubo en realidad un diluvio lo
demuestra tanto Génesis, como Cristo (Mt 24.37–39; Lc 17.26–27), los profetas
(Is 54.9) y los apóstoles (1 P 3.20; 2 P 2.5; 3.6). Los arqueólogos nos dicen
que muchas civilizaciones antiguas tienen una tradición del diluvio con
detalles paralelos al relato de Génesis. Tal vez estos relatos (que involucran
sus fantásticos dioses) fueron corrupciones de la historia original del diluvio
que se trasmitieron de generación en generación.
B. EL PROPÓSITO DEL DILUVIO.
Se indica en 6.5–13, debido a que
la gente se había corrompido y la tierra estaba llena de violencia, Dios envió
el diluvio para destruir a la humanidad. Siempre debe haber juicio y muerte
antes de un nuevo comienzo. Estudiaremos los detalles más adelante.
C. CRONOLOGÍA DEL DILUVIO.
Si contamos el año de la creación
de Adán como 1, Noé nació en el año 1056. Génesis 6.3 indica que Dios le dio a
Noé 120 años para construir el arca y predicar (1 P 3.20), que quiere decir que
tenía 480 años cuando empezó (7.11). Esto sería el año 1536. El diluvio vino en
el año 600 de Noé, que sería 1656, y en 1657, cuando tenía 601 años, Noé y su
familia volvieron a tierra seca (8.13). Los acontecimientos del arca empezaron
en el décimo día del segundo mes (digamos, el 10/2) de 1656, cuando Noé y su
familia entraron en el arca (7.1–9).
El diluvio comenzó el 17/2
(7.10–11); las lluvias cesaron el 26/3 (7.12); y el arca encalló en el monte
Ararat el 17/7 (8.1–4). El 1/10 la familia podía ver las cimas de los montes
(8.5). El 11/11 Noé envió un cuervo (8.6–9). El 18/11 envió una paloma, la cual
trajo de regreso una rama de olivo (8.10–11). Una semana más tarde, el 25/8 Noé
envió de nuevo una paloma que no regresó (8.12). El primer día del primer mes
del año siguiente (1657), Noé quitó la cubierta del arca y examinó la tierra
(8.13). El 27/2 todos salieron del arca (8.14).
D. EL ARCA.
No era un barco, sino más bien una
«caja flotante» hecha de madera de ciprés y calafateada con brea. Si usamos un
codo de 60 cm, el tamaño del arca sería de 180 m de largo, 30 m de ancho y 18 m
de alto. Si usamos un codo de 45 cm, el tamaño sería entonces de 150 x 25 x 15.
En cualquier caso, el arca era lo bastante grande como para albergar toda la
colección de animales, el alimento necesario y los miembros de la familia de
Noé. No sabemos cuántas especies de animales había en esos días.
Nótese que 6.20 indica que Dios
trajo los animales a Noé. Había tres niveles en el arca, con una ventana en el
techo del nivel más alto, o en la parte de arriba del nivel más alto (6.16); y
había una puerta.
E. EL DILUVIO EN SÍ MISMO.
El diluvio lo causó la lluvia que
caía y el agua que brotó de la tierra (7.11). Uno puede imaginarse los
tremendos efectos que esto tendría en la superficie de la tierra, tanto como en
el clima. Gigantescas marejadas siguieron a estas erupciones. Génesis 2.5–6
sugiere que la lluvia era algo nuevo en la tierra en el tiempo de Noé, lo cual
hace de la fe de Noé incluso más maravillosa.
II. EL DILUVIO CONSIDERADO COMO
TIPO
El arca es un cuadro revelador de
nuestra salvación en Cristo (Véanse 1 P 3.18–22). Dios planeó la salvación y el
arca, no las inventó ningún ser humano. Hay sólo un camino de salvación y había
una sola puerta en el arca. Esta se hizo de madera, que habla de la humanidad
de Cristo: tenía que nacer como hombre para salvarnos. La palabra que se usa
para «calafatear» en 6.14 es la misma que posteriormente en el AT se usa para
«expiación».
Dios invitó a Noé y a su familia a
entrar en el arca (7.1); luego, una vez dentro, los encerró para que estuvieran
seguros (7.16). El arca no sólo salvó a la humanidad, sino también a las
criaturas que estaban dentro, así como la muerte de Cristo un día libertará a
la creación de la esclavitud del pecado (Ro 8.18–23). El arca salvó a Noé y a
su familia del juicio debido a que creyeron en la promesa de Dios (Heb 11.7);
Cristo nos salva de la ira venidera al creer en Él.
Primera de Pedro 3.18–22 conecta
el arca con la resurrección de Cristo; las aguas sepultaron el viejo mundo pero
elevaron a Noé a una nueva vida. Noé fue fiel al obedecer todo lo que Dios le
ordenó; Jesús dijo: «Yo hago siempre lo que le agrada» (Jn 8.29). Noé fue
llevado con seguridad a través de la inundación; Cristo atravesó el aluvión del
sufrimiento (Sal 42.7) y salió victorioso. Noé salió del arca, cabeza de una
nueva creación con su familia; y Cristo salió de la tumba, Cabeza de la nueva
creación y Padre de una nueva familia.
Noé atravesó el juicio y estuvo
seguro, así como el remanente judío atravesará la tribulación para establecer
el reino en la tierra. Enoc fue arrebatado antes de que llegara el juicio
(5.21–24; Heb 11.5), así como la Iglesia será arrebatada antes de que la ira de
Dios se derrame sobre el mundo. Véanse 1 Tesalonicenses 1.10 y 5.9–10.
III. EL
DILUVIO CONSIDERADO PROFÉTICAMENTE
Cristo enseña que los días antes
del Rapto y la tribulación será como en los días de Noé (Lc 17.26; Mt
24.37–39). Vivimos en «los días de Noé». Vemos paralelos tales como la
multiplicación de las personas en la «explosión demográfica» (6.1); corrupción
moral de todo tipo (6.5); violencia (6.11, 13); incremento de las artes y la
industria (4.16–22); falta de conciencia, incluso por homicidio (4.23–24); y los
verdaderos creyentes son minoría (6.8–10). Pero tenga presente que «los días de
Noé» también son de testimonio. Es más, Dios le dijo a Noé que el juicio se
avecinaba y este advirtió a las personas (Jud 14–15). Matusalén, el hijo de
Enoc, nació en el año 687 y vivió 969 años. Murió en el año 1656, el mismo año
del diluvio. En otras palabras, Dios le dio al mundo impío 969 años de gracia.
Y por los últimos 120 años de ese período Noé predicaba y preparaba el arca (Gn
6.3; 1 P 3.20). Hoy Dios advierte que el juicio se avecina (2 P 3: fuego, no
agua), pero pocos escuchan e incluso menos creen.
IV. EL DILUVIO CONSIDERADO EN
FORMA PRÁCTICA
Vemos en el relato del diluvio al
menos seis consideraciones prácticas:
(1) Dios debe
castigar el pecado. Debe morir lo viejo antes de establecer lo nuevo.
(2) Dios
advierte, pero al final su paciencia se acaba y el juicio viene.
(3) Dios siempre
ha salvado a las personas de la misma manera: por gracia (6.8), por fe (Heb
11.7).
(4) La verdadera
fe conduce a la obediencia (6.22; 7.5).
(5) El verdadero testimonio
exige separación del pecado, y Noé y su familia se conservaron sin mancha en el
mundo.
(6) Si «los hijos
de Dios» en 6.1–4 fueron ángeles o la familia de Set, la lección se ve: Dios
condena el compromiso y la rebelión, pero recompensa al santo separado.
9–11
I. EL PACTO DE DIOS CON NOÉ
(9.1–17)
La palabra pacto significa
«cortar», refiriéndose al corte de los sacrificios que eran parte decisiva de llegar
a un acuerdo (Véanse Gn 15.9). Mediante Noé Dios hizo un acuerdo con toda la
humanidad y sus términos todavía siguen vigentes. La base del pacto fue la
sangre derramada del sacrificio (8.20–22), así como la base del nuevo pacto es
la sangre derramada de Cristo.
Los términos del pacto son estos:
(1) Dios no
destruirá la humanidad con agua;
(2) el hombre
puede comer carne de animal, pero no sangre (Véanse Lv 17.10);
(3) hay temor y
terror entre el hombre y la bestia;
(4) los seres
humanos son responsables del gobierno humano, visto en el principio de la pena capital
(Véanse Ro 13.1–5).
Dios aparta el arco iris como
señal y promesa del pacto.
Esto no significa que el arco iris
apareció por primera vez en ese momento, sino sólo que Dios le dio un
significado especial cuando hizo este pacto. El arco iris se debe a la luz del
sol y la tormenta, y sus colores nos recuerdan de la «multiforme (muchos
colores) gracia de Dios» (1 P 4.10). El arco iris aparece como un puente entre
el cielo y la tierra, recordándonos que en Cristo, Dios puso un puente sobre el
abismo que separa al hombre de Dios. Encontramos el arco iris de nuevo en
Ezequiel 1.28 y Apocalipsis 4.3.
Debemos tener presente que el
pacto fue con la «simiente» de Noé y esto nos incluye a nosotros hoy. Por eso
la mayoría del pueblo cristiano ha apoyado la pena capital (9.5–6). Dios
prometió vengar a Caín (4.15), pero en este pacto con Noé Dios les dio a los
hombres la responsabilidad de castigar al asesino.
II. LA MALDICIÓN DE NOÉ SOBRE
CANAÁN (9.18–29)
A. EL PECADO.
Era un santo maduro, de más de 600
años de edad, y no un joven pródigo, el que cayó en pecado y vergüenza. El
texto hebreo sugiere que Noé deliberadamente se desnudó de una manera
vergonzosa; la intemperancia y la impureza con frecuencia van juntas. Algunos
excusan a Noé sugiriendo que las nuevas condiciones atmosféricas de la tierra
después del diluvio propiciaron la fermentación del vino y que Noé no sabía con
certeza lo que hacía. Pero la Biblia no excusa el pecado de los santos.
Este es el tercer fracaso del
hombre. Desobedeció en Edén, lo que provocó su expulsión; corrompió la tierra,
lo que provocó el diluvio; ¡y ahora se convertía en un vergonzoso ebrio! Para
empeorar las cosas Cam no respetó a su padre; en lugar de eso, «contó
divertido» lo que hizo Noé.
B. LA MALDICIÓN.
Noé se enteró de lo que Cam había
hecho y pronunció su famosa maldición. (Esta es la tercera maldición en
Génesis. Véanse 3.14–19 y 4.11.) El hecho de que maldice a Canaán, el hijo
menor de Cam (10.6), sugiere que el hijo participó en el pecado junto con su
padre y que Dios castigaría los pecados tanto del padre como del hijo. Canaán y
sus descendientes (naciones nombradas en 10.15–20) serían los más serviles para
sus hermanos.
Es fácil notar que a la larga,
judíos y gentiles los esclavizaron. Por supuesto, los semitas fueron judíos.
Sus tribus se mencionan en 10.21–32 y 11.10–26 traza la línea hasta Abraham.
Los descendientes de Jafet son
gentiles (10.1–5). La esclavitud de los descendientes de Canaán se menciona en
Génesis 15.13–21 con 10.15–20. No se nos dice cómo aparecieron las distinciones
raciales, pero Hechos 17.26 enseña que Dios hizo a todos los hombres «de una
sangre».
C. LA BENDICIÓN.
Noé bendijo a los judíos (Sem) y
les dio a los cananitas como siervos. Prometió que los gentiles (Jafet) se
esparcirían por todas partes, pero que (hablando espiritualmente) morarían en
tiendas judías. Pablo lo explica en Romanos 9–11.
III. LA CONFEDERACIÓN DE NIMROD
CONTRA DIOS (11.1–9)
A. EL DICTADOR (10.6–14).
Nimrod fue el nieto de Cam por
medio de Cus y su nombre significa «rebelde». Fue un tirano poderoso a los ojos
de Dios, el primer dictador. La palabra «cazador» no se refiere a la cacería de
animales, sino más bien a la de hombres. Fundó el imperio babilónico y organizó
la empresa que condujo a la construcción de la torre de Babel.
La historia nos informa que Nimrod
y su esposa crearon una nueva religión alrededor de «la madre y el hijo».
Léanse los detalles en el libro The
Two Babylons [Las dos Babilonias] de Alexander Hislop (S.W. Patridge,
Londres, 1956). «Babilonia» en la Biblia simboliza la rebelión contra Dios y
confusión religiosa. A través de toda la Biblia vemos a Babilonia oponiéndose
al pueblo de Dios, culminando en la «Babilonia la grande» de Apocalipsis 17–18.
B. LA REBELIÓN.
Dios había ordenado que el hombre
llenara la tierra (9.1, 7, 9), pero decidieron establecerse en la llanura de
Sinar donde estaba ubicada Babilonia (10.8–10). Esto fue una rebelión
deliberada contra la Palabra de Dios. Viajaron «de oriente», lo que sugiere que
le daban la espalda a la luz. Decidieron unirse y edificar una ciudad y una
torre. Sus propósitos fueron:
(1) mantener
unidad en oposición a Dios, y:
(2) hacerse un
nombre.
Esta operación entera es un
vislumbre de la oposición final del hombre (y Satanás) contra Cristo, centrada
en la Babilonia de Apocalipsis 17–18. Los hombres se unirán en una iglesia y
una organización política mundiales; el último dictador mundial, el anticristo,
los dirigirá; y sus planes se frustrarán. Es interesante notar que hoy el mundo
avanza con rapidez al concepto de «un mundo», gracias a las Naciones Unidas y
otras alianzas internacionales.
C. EL JUICIO.
Dios conoce los designios de los
rebeldes y los juzga. La Deidad celebró otra conferencia (véanse 1.26 y 3.22) y
decidió confundir la lengua de los trabajadores, haciendo así imposible que
trabajaran juntos. Esto en realidad fue tanto un acto de misericordia como de
juicio, porque si hubieran persistido en sus planes, hubiera venido un juicio
más terrible.
El nombre «Babel» procede de una
palabra hebrea que significa «puerta de Dios». Suena como la palabra balal que significa «confusión». La
descripción de la acción de Dios aquí explica el origen de los idiomas de la
humanidad. A menudo se ha señalado que Pentecostés fue lo inverso de Babel;
había verdadera unidad espiritual en el pueblo de Dios; hablaron en otros
idiomas que se entendieron; y su trabajo glorificó a Dios, no a los hombres.
IV. EL LLAMAMIENTO DE DIOS A
ABRAHAM (11.10–32)
En 10.21–32 tenemos el árbol de la
familia de Sem, pero aquí el escritor repite la línea para mostrar cómo Abraham
encaja en el plan. Toma la línea de Taré, el padre de Abraham (11.26). Vemos
aquí otra evidencia de la elección divina: ¡Dios escoge a Abraham en su gracia!
Pasó por alto a Cam y a Jafet, y escogió a Sem. De los cinco hijos de Sem
(10.22), escogió a Arfaxad (11.10). De los tres hijos de Taré (11.26), escogió
a Abraham. Este es el principio de la nación hebrea.
Génesis 12.1 indica que el Señor
le había dicho (tiempo pasado) a Abraham: «Sal». Pero 11.31–32 indica que
Abraham no obedeció por completo. En lugar de dejar a su padre, se lo llevó consigo;
y el peregrinaje lo retrasó en Harán, donde Taré murió. A menudo la obediencia
a medias llega a ser costosa, tanto en tiempo como en tesoro. Abraham perdió el
tiempo que pudiera haber estado caminando con Dios y perdió también a su padre.
Abraham llevó con él a Lot en su siguiente etapa del viaje, pero Lot también
tenía que separarse de Abraham (13.5–14).
Hebreos 11.8–19 es un resumen de
la fe de Abraham. Alguien ha dicho que Abraham creyó a Dios cuando no sabía
dónde (Heb 11.8), cuando no sabía cómo (11.11) y cuando no sabía por qué
(11.17–19).
Debemos recalcar de nuevo que Dios
no llamó a Abraham debido a los méritos de este. No tenía ninguno. Era
ciudadano de una ciudad idólatra, Ur de los Caldeos. Si Dios no se le hubiera
revelado, hubiera muerto como incrédulo. Desde el punto de vista humano la
selección que hizo Dios de Abraham y Sara, que no tenían hijos, era una
insensatez. Pero al final trajo gran gloria a Dios y gran bendición al mundo.
12–13.4
Este capítulo empieza a relatar
cómo Abraham anduvo por fe. (Su nombre de pila, por supuesto, era Abram, «padre
enaltecido», que fue cambiado a Abraham, «padre de una multitud». Usaremos el nombre
más familiar por conveniencia.) El diluvio había destruido a una civilización
corrupta, pero otra sociedad pecadora pronto ocupó su lugar. Dios llamó a un
hombre para empezar el cumplimiento de su promesa de Génesis 3.15, de enviar un
Salvador al mundo. Este hombre era descendiente de Sem (11.10) y el padre de la
nación judía. ¡Con este solo hombre Dios iba a bendecir al mundo entero!
I. LA RESPUESTA DE FE DE ABRAHAM
(12.1–9)
A. EL PACTO (VV. 1–3).
Dios llamó a Abraham en Ur de los
Caldeos (Hch 7.2–4), pero este se quedó en Harán hasta la muerte de su padre
(11.27–32). Dios exige total separación para Él, incluso si es necesaria la
muerte para lograrlo. Este llamamiento era completamente por gracia y las
bendiciones de todo el pacto se debían a la bondad de Dios. Dios le prometió a
Abraham:
(1) una tierra;
(2) un gran
nombre;
(3) una gran nación; y:
(4) una bendición que se esparciría por todo el mundo.
Responder a estas promesas exigió
una gran porción de fe de parte de Abraham, por cuanto no tenía hijos, y él y
su esposa estaban envejeciendo (11.30). Nótese la repetición de «Haré» en los
labios de Dios. Él lo haría si tan solo Abraham creía. No cabe duda que Dios ha
cumplido sus promesas, porque Israel tiene su tierra (y tendrá más); los judíos
han bendecido a todas las naciones al darnos la Biblia y a Cristo; y el nombre
de Abraham lo reverencian judíos, musulmanes, cristianos y hasta incrédulos.
Los hombres de Babel querían hacerse un nombre para sí mismos y fracasaron
(11.4); ¡pero Abraham confió en Dios y Dios le dio un gran nombre!
B. EL COMPROMISO (VV. 4–6).
«Lot fue con él»; este fue el
error número dos. El padre de Lot, Harán, había muerto (11.28), de modo que
Abraham tomó al joven bajo su protección, sólo para crearse serios problemas.
Más adelante, Dios tuvo que separar a Lot de Abraham antes de poder avanzar su
plan para la vida del patriarca. No se cuenta su largo viaje desde Harán a
Canaán, pero es cierto que exigió fe y paciencia finalizarlo. Es fácil ver que
Abraham era un hombre rico, pero que su riqueza no fue una barrera para andar
con Dios.
Los viajeros llegaron a Siquem,
«el lugar del hombro». ¡Qué maravilloso es que el creyente viva en «el lugar
del hombro», en donde «acá abajo [están] los brazos eternos» (Dt 33.27).
C. LA CONFESIÓN (VV. 7–9).
La obediencia siempre conduce a la
bendición. Después de que Abraham llegó a Canaán el Señor se le apareció para
darle seguridad adicional. Abraham no vaciló en confesar su fe ante los paganos
de la tierra. A dondequiera que iba levantaba su tienda y edificaba un altar. (Véanse
13.3–4, 18.)
La tienda habla del peregrino, una
persona que confía en Dios de día en día y siempre está listo para mudarse. El altar
habla del adorador que trae sacrificio y lo ofrece a Dios. Es interesante que
el lugar de Abraham, Bet-el («casa de Dios») estaba al oeste, Hai («montón de
ruinas») estaba al oriente y Abraham avanzaba hacia «la casa de Dios».
En 13.11 Lot le dio la espalda a
la casa de Dios y avanzó hacia el este, de regreso al mundo, con resultados
desastrosos. También, siempre que Abraham se apartaba de la voluntad de Dios,
perdía su tienda y su altar.
II. EL DESLIZ DE ABRAHAM EN LA FE
(12.10–20)
A. LA DESILUSIÓN (V. 10).
¡Hambruna en el lugar donde Dios
lo condujo! ¡Qué gran desilusión debe haber sido esto para los peregrinos. Dios
estaba probando su fe, para ver si confiaban en la tierra o en el Señor. En
lugar de quedarse en Canaán y confiar en Dios, se fueron a Egipto, quizás por
sugerencia de Lot (Véanse 13.10).
Egipto simboliza al mundo, la vida
de autoconfianza; Canaán ilustra la vida de fe y victoria. A Egipto lo regaba
el lodoso río Nilo; Canaán recibía las frescas lluvias de Dios (Véanse Dt
11.10–12). ¡Abraham abandonó su tienda y altar y confió en el mundo! Véanse
Isaías 31.1.
B. EL ENGAÑO (VV. 11–13).
Un pecado conduce a otro: primero
Abraham confió en Egipto; ahora confía en otra mentira para protegerse. Génesis
20.13 aclara que Sara era tan culpable como Abraham, y 20.12 indica que la «mentira»
era en realidad una verdad a medias, porque ella era su medio hermana. Parece
que Abraham estaba más preocupado por su seguridad que por la de su esposa; o
la seguridad de la simiente prometida. Si Sara hubiera seguido dentro del
harén, ¡Dios no hubiera podido cumplir su promesa! Sin su tienda ni su altar
Abraham actuaba como los del mundo (Sal 1.1–3).
C. LA DISCIPLINA (VV. 14–20).
Qué vergüenza que un rey incrédulo
tenga que reprender al creyente Abraham. Mientras no se supo la verdad respecto
a Sara, Faraón «hizo bien» a Abraham, pero cuando Dios intervino para mostrar
la mentira a Faraón, tuvo que pedirles que se fueran. Qué pobre testimonio da
el cristiano cuando se mezcla con el mundo y entra en componendas. Alguien ha
dicho: «La fe es vivir sin trampas».
Abraham y sus descendientes han
tenido que aprender esta lección. Lot vivió con el mundo y perdió su testimonio
(19.12–14); y Pedro se sentó junto al fuego enemigo y negó a su Señor.
III. ABRAHAM VUELVE A LA FE
(13.1–4)
Los cristianos mezclados con el
mundo no pueden ser felices. Deben regresar al mismo lugar donde abandonaron al
Señor. Esto es arrepentimiento y confesión, lamentar por el pecado y
enmendarse.
¡Abraham no podía confesar su
pecado y permanecer en Egipto! No; tenía que regresar al lugar de la tienda y
del altar, regresar a donde podía clamar al Señor y recibir bendición. Este es
un buen principio para que lo sigan los cristianos: no vaya a ninguna parte del
mundo donde debe dejar su testimonio atrás. Cualquier lugar donde no pueda
edificar el altar y establecer su tienda está fuera de sus límites.
Parece que la restauración de
Abraham debería haber dejado atrás toda su desobediencia, pero no fue así. No
cabe duda que Dios le perdonó y le restauró a la comunión, pero Dios no puede
anular las tristes consecuencias del viaje a Egipto:
A. TIEMPO PERDIDO.
Las semanas que Abraham y su casa
estuvieron lejos del Señor se perdieron y no podían recuperarse. Todos los
creyentes deben orar para evitar tales pérdidas. «Enséñanos de tal modo a
contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Sal 90.12).
B. TESTIMONIO PERDIDO.
¿Podría Abraham testificar de
alguna manera a Faraón en cuanto al Dios viviente, después de haberlo engañado?
Tal vez no. Qué triste será cuando estemos frente a Dios en el tribunal de
Cristo y descubramos cuántas almas han ido al infierno debido al pobre
testimonio de cristianos carnales.
C. EL LUGAR DE AGAR EN LA FAMILIA.
La criada de Sara, Agar, procedía
de Egipto (16.1), y trajo indecibles problemas a la familia. Por supuesto, la
sugerencia de que ella tuviera un hijo vino de Sara, pero la presencia de Agar
ayudó a que se pensara en la trama carnal. Cualquier cosa que traigamos de
Egipto (el mundo sin Dios), al final nos causará problemas. Debemos estar
crucificados al mundo y asegurarnos de que el mundo está crucificado a nosotros
(Gl 6.14).
D. MÁS RIQUEZA.
El aumento de las posesiones ayudó
a la posterior disputa entre los pastores de Abraham y los de
Lot. Más tarde Abraham rehusaría
la riqueza del mundo (14.17–24).
E. LOT DISFRUTA EN EGIPTO.
A este joven le gustó mucho Egipto
(13.10), y aunque Abraham sacó a Lot de Egipto, no pudo sacar a Egipto de Lot.
Es siempre trágico cuando un creyente maduro hace descarriar a un joven cristiano.
En 12.8 Lot usa la tienda y el altar de Abraham, pero cuando sale de Egipto,
sólo tiene tiendas, no altar (13.5). No sorprende que Lot se dejara atraer por
Sodoma y acabó siendo un desastre moral y espiritual.
13.5–14.24
Empezamos aquí el trágico relato
de la reincidencia y fracaso de Lot. Si no fuera por 2 Pedro 2.7–8 nos preguntaríamos
si Lot fue salvo alguna vez. Es una ilustración del creyente mundano que pierde
todo en el fuego del juicio (1 Co 3.11–15). Salvo, ¡pero sólo como por fuego!
I. EL CONFLICTO (13.5–7)
Lot andaba en la carne y Abraham
en el Espíritu. Esto siempre lleva al conflicto. La causa externa fue el
incremento de la riqueza; la causa real fue la incredulidad y carnalidad de
Lot. Cristo divide (Jn 7.43; 9.16; 10.19). Su presencia trae conflicto entre
las personas de la misma familia (Lc 12.49–53). El conflicto con Lot debe haber
sido un peso para Abraham y Sara, al mismo tiempo que un pobre testimonio para
los paganos que vivían en la tierra.
II. LA ELECCIÓN (13.8–18)
La gente revela su verdadero ser
por las elecciones que hace. Nótese lo que Lot muestra aquí:
A. SU ORGULLO (VV. 8–9).
El más joven debe someterse al
mayor (1 P 5.5), sin embargo Lot tomó la delantera. Qué hombre lleno de gracia
fue Abraham. Ansiaba hacer las paces (Sal 133). Mientras que Abraham se
preocupaba por mantener un buen testimonio, Lot se preocupaba sólo por sí
mismo. Pero: «Antes del quebrantamiento es la soberbia» (Pr 16.18), ¡y Lot lo
perdería todo!
B. SU INCREDULIDAD (V. 10A).
«Levantó sus ojos», vivía por
vista, no por fe. Si Lot hubiera consultado a Dios, hubiera descubierto que
Sodoma estaba en la agenda para ser destruida, pero en vez de eso confió en su
vista y escogió la ciudad rica, pero impía.
C. SU MUNDANALIDAD (V. 10B).
La tierra que Lot vio era «como la
tierra de Egipto»; ¡eso era todo lo que importaba! Andaba conforme a la carne,
vivía para las cosas del mundo. A Lot le pareció que los alrededores de Sodoma era
tierra de riego y fructífera, pero para Dios era perversa (v. 13). Los
incrédulos de hoy, como Lot, anclan sus esperanzas en este mundo y se mofan de
la idea de que un día Dios destruirá el mundo con fuego (2 P 3).
D. SU EGOÍSMO (V. 11).
El éxito de Lot se debía
mayormente a la bondad de Abraham, sin embargo, el joven dejó a su generoso tío
y trató de conseguir «lo mejor» para sí mismo. Por supuesto, Dios quería
separar a Lot de Abraham (12.1), pero desde el punto de vista humano, fue una
separación dolorosa.
E. SU DESCUIDO (V. 12).
Primero Lot miró a Sodoma. Luego
se mudó hacia Sodoma. Antes de que pasara mucho tiempo (14.12 y 19.1) se
hallaba viviendo allí. El versículo 11 nos dice que Lot se fue hacia el
oriente; en vez de marchar con la luz, avanzó hacia las tinieblas (Pr 4.18).
Mientras que Lot se alejaba cada
vez más del Señor, ¡Abraham se acercaba más! Lot se convertía en amigo del
mundo (Stg 4.4); Abraham se convertía en amigo de Dios (Stg 2.23). Dios le dijo
a Abraham que alzara sus ojos (Véanse vv. 14–15) y contemplara toda la tierra.
La gente del mundo pide lo que sus ojos ven, ¡mientras que el pueblo de fe pide
lo que los ojos de Dios ven! Lot tomó parte de la tierra, pero a Abraham se le
dio toda la tierra.
Dios siempre da lo mejor a los que
le dejan a Él escoger (Mt 6.33). Dios prometió bendecir a la simiente de
Abraham, pero la familia de Lot fue o destruida en Sodoma o mancillada en la
cueva (19.12–18). El versículo 17 aclara que el creyente debe marchar según las
promesas de Dios y pedirlas con fe (Jos 1.3). Lot había perdido su altar y
pronto perdería su tienda (19.30), pero Abraham todavía tenía su tienda y su
altar. ¡Vale la pena andar por fe y confiar en la Palabra de Dios!
III. EL CAUTIVO (14.1–12)
Los arqueólogos han confirmado la
exactitud histórica de este relato de la primera guerra en la Biblia. Cuando
Lot se mudó a Sodoma (v. 12), perdió la protección del «Juez de toda la tierra»
(18.25) y tuvo que sufrir las consecuencias. Lot siguió la senda de la amistad
con el mundo (Stg 4.4), luego amó el mundo (1 Jn 2.15–17), más tarde se
conformó al mundo (Ro 12.2) y por último lo juzgaron con el mundo (1 Co 11.32).
Lot pensó que Sodoma era un lugar de paz y protección; sin embargo, ¡resultó ser
uno de guerra y peligro!
Rara vez «el mundo captura» a los
santos súbitamente. Entran poco a poco en el lugar de peligro. Con Lot el
proceso empezó cuando adoptó a Egipto como su estándar y empezó a andar por
vista en vez de por fe. Prefirió a la gente del mundo antes que a su piadoso
tío, y las casas de Sodoma antes que a las tiendas de Dios. El resultado: ¡lo
capturaron!
Después de su gran obra de fe en
el monte Carmelo (1 R 19). El rey de Sodoma quería regatear con Abraham y
lograr que hiciera una componenda al aceptar la riqueza de Sodoma, pero Abraham
rehusó. La riqueza de Egipto había demostrado ser una trampa. La de Sodoma
sería peor. Si Abraham no hubiera estado atento, hubiera caído por esta sutil
tentación y le hubiera quitado la gloria a Dios. La gente hubiera dicho:
«Abraham rescató a Lot por lo que podía sacar, no debido a su fe y amor.
Abraham rehúsa vivir en Sodoma con
Lot, pero disfruta de los bienes de Sodoma por igual». Abraham hubiera
destruido su testimonio.
Abraham ignoró al rey de Sodoma,
pero honró al rey de Salem. Hebreos 5–7 aclara que Melquisedec («rey de
justicia») es un tipo de Cristo, nuestro sumo Sacerdote celestial. Como Rey de Salem
(«paz») Cristo nos da la paz mediante su justicia, hecha posible por su muerte
en la cruz. ¡Qué alentador es ver a Melquisedec saliendo al encuentro de
Abraham cuando el rey de Sodoma lo tentaba!
Como Rey y Sacerdote, Cristo puede
darnos «gracia para el oportuno socorro» (Heb 4.16). El pan y el vino (v. 18)
tipifican el cuerpo de Cristo y la sangre derramada, porque la cruz hace
posible el sacerdocio celestial de Cristo. Melquisedec salió al encuentro de
Abraham, le alimentó y le bendijo.
¡Qué maravilloso Salvador! Abraham
honró a Melquisedec al darle los diezmos de todo. Este es el primer caso del
diezmo en la Biblia y ocurre muchos años antes de que se diera la Ley Mosaica.
Hebreos 7.4–10 indica que estos diezmos se pagaron (en tipo) a Cristo,
sugiriendo que los creyentes de hoy siguen el ejemplo de Abraham al traer los
diezmos al Señor. Abraham rehusó las riquezas del mundo, pero dio su riqueza al
Señor y Él le bendijo ricamente.
¿Hizo esta batalla y noche de
peligro recapacitar a Lot? ¡Ay, no lo hizo! En 19.1 le vemos de nuevo en
Sodoma. El corazón de Lot estaba allí, de modo que allá era donde su cuerpo
tenía que ir.
15–17
En estos capítulos tenemos un rico
caudal de verdad espiritual que se extiende hasta el NT, en particular a
Romanos y Gálatas. Dios formuló sus promesas en 12.1–3 y las amplía en
13.14–18, pero en este punto revela más plenamente las promesas del pacto. Este
pacto se relacionaba con el hijo de Abraham y la venida de la Simiente
prometida, Cristo. También se refiere a la tierra de Canaán y el maravilloso
programa de Dios para su pueblo, Israel.
I. LOS TÉRMINOS DEL PACTO (15)
A. EL ESCENARIO.
Abraham acababa de derrotar a los
reyes (cap. 14) y vencer una gran tentación del rey de Sodoma.
Ahora Dios interviene para
animarlo. ¡Qué maravilloso que Cristo venga a nosotros cuando lo necesitamos!
(14.18). Dios es nuestra protección (escudo) y provisión (recompensa); nunca necesitamos
temer. Abraham no necesitaba la protección del rey de Sodoma ni las riquezas
que le ofreció. Abraham tenía en Dios todo lo que necesitaba.
B. LA SÚPLICA.
Abraham no quería recompensa;
quería un heredero. Ahora tenía 85 años de los cuales había esperado diez a que
naciera el hijo prometido. Si no tenía hijo, toda su herencia iría a Eliezer,
su mayordomo. ¿No había prometido Dios en 12.2: «Haré de ti una nación grande»?
Entonces, ¿por qué no cumplía su promesa? Dios contestó a la súplica de Abraham
al hacer que quitara sus ojos de sí mismo y de su mayordomo y los levantara al
cielo (v. 5).
El versículo 6 es clave en la
Biblia y puede traducirse: «Y él dijo AMÉN al Señor, y Él puso eso en su cuenta
por justicia» (véanse Gl 3.6; Ro 4.3; Stg 2.23). ¿Cómo fue salvo Abraham? No
por guardar la ley, porque la ley todavía no había sido dada, no por la
circuncisión, porque eso no se estableció sino hasta cuando tenía noventa y
nueve años. Fue salvo por fe en la Palabra de Dios.
C. EL SACRIFICIO.
La salvación se basa en el
sacrificio, porque el pacto requiere derramamiento de sangre. En esa época
había la costumbre de que las partes en un acuerdo caminaran por entre los
pedazos de animales sacrificados; esto sellaba el acuerdo. Todos los
sacrificios del versículo 9 hablan de Cristo y la cruz.
Abraham ofreció los sacrificios y
se esforzó por mantener alejado a Satanás (las aves en el versículo 11; Mt
13.4, 19). Pero nada ocurrió en realidad sino hasta que Abraham se quedó
dormido. Abraham nunca anduvo entre los pedazos. Dios (v. 17) fue el único que
anduvo entre ellos; el pacto era todo de gracia y dependía sólo del Señor. Como
Adán (2.21), Abraham estaba profundamente dormido y no podía hacer nada para
ayudar a Dios. Cuando estamos desvalidos, Dios puede hacer grandes cosas por nosotros.
D. LA GARANTÍA.
Abraham quería saber con seguridad
lo que Dios haría (v. 8) y Dios satisfizo su necesidad. La salvación se basa en
el sacrificio de Cristo y la gracia de Dios; la seguridad viene de la Palabra
de Dios.
Dios le dio a Abraham un bocado de
prueba prediciendo los acontecimientos: el viaje de Israel a Egipto, su
sufrimiento en Egipto, su liberación en la cuarta generación (Véanse Éx
6.16–26) y su posesión de la tierra prometida. Nótese que Dios dice: «les he
dado esta tierra» (v. 18), y no «les daré» como en 12.7. ¡Las promesas de Dios
son tan buenas como sus obras!
Nótese que por lo menos siete
palabras o frases aparecen en este capítulo por primera vez: «La Palabra de
Jehová» (v. 1); «No temas» (v. 1); «galardón» (v. 1); «heredero y heredar» (vv.
3, 7); creer, contar, justicia (todos en el versículo 6). Este capítulo nos
muestra que no puede haber heredad sin condición de hijo (Ro 8.16–17), ni
justicia sin fe (Ro 4.3), tampoco seguridad sin promesas, ni bendición sin
sufrimiento. ¡Tuvo que ponerse oscuro antes de que Abraham pudiera ver las
estrellas de Dios!
II. LA PRUEBA DEL PACTO (16)
Dios hizo el pacto y Él lo
cumpliría. Todo lo que Abraham y Sara tenían que hacer era esperar por fe (Heb 6.12).
Sin embargo, ¡el espíritu está dispuesto pero la carne es débil! En el capítulo
anterior Abraham escuchó a Dios y ejerció fe, pero aquí escuchó a su esposa y
reveló su incredulidad. Cesó de andar en el Espíritu y empezó a andar en la
carne. Hemos visto que la «fe es vivir sin intrigas», pero en este punto ambos
trataron de ayudarle a Dios a cumplir su plan. Esto explica por qué Dios tuvo
que esperar hasta que fueran viejos antes de darles el hijo. Tenían que estar
muertos en sí mismos antes de que Él pudiera obrar (Heb 11.11–12).
En el versículo 2 Sara culpa a
Dios por su condición estéril e insinúa que Él no es bueno con ellos (Véanse
3.1–6). Luego acude al mundo en busca de ayuda, a Agar, la egipcia, pero la
estratagema falla. Las obras de la carne aparecen (Gl 5.16–26).
Dios no reconoció la unión. Llamó
a Agar «sierva de Sarai» (v. 8). Esta es la primera mención del Ángel de Jehová
en el AT y no es otro que Cristo. Dios cuidó de Agar, le instruyó que se
sometiera a Sara y le prometió que su hijo, Ismael, sería grande, pero feroz.
«Ismael» significa «Dios oirá» (Véanse v. 11).
Cuando Isaac, el hijo de Sara,
entró en la familia, no había sitio para Ismael y fue expulsado (21.9). Con el
tiempo Ismael tuvo doce hijos (25.13–15) y sus descendientes han sido enemigos
de los judíos durante siglos. Gálatas 4.21–31 enseña que Sara es un cuadro del
nuevo pacto y Agar del viejo pacto. Agar era una esclava y el antiguo pacto
esclavizaba a la gente (Hch 15.10); Sara era una mujer libre y Cristo nos hace
libres (Gl 5.1). Ismael nació de la carne y no se pudo controlar.
Asimismo, la ley apela a la carne
pero no puede cambiarla ni controlarla. Isaac nació del Espíritu, un hijo de la
promesa (Gl 4.23) que disfrutaba libertad.
No se pierda las lecciones
prácticas aquí: siempre que corremos adelantándonos a Dios, hay problemas. A la
carne le encanta ayudar a Dios, pero la verdadera fe se muestra en paciencia
(Is 28.16).
No podemos mezclar la fe y la
carne, la ley y la gracia, la promesa y el esfuerzo propio.
III. LA SEÑAL DEL PACTO (17)
Hay treinta años de silencio entre
el nacimiento de Ismael y los sucesos de este capítulo. Dios tenía que esperar
que Abraham y Sara murieran para sí mismos de modo que su poder de resurrección
pudiera mostrarse en sus vidas. Dios se reveló como el «Dios Todopoderoso», el Shaddai, «el Todo suficiente».
Nótese cómo se repite «mi pacto» en este capítulo. Su cumplimiento descansa en Dios,
no en el hombre. Nótese también las repetidas afirmaciones «haré».
A. LOS NUEVOS NOMBRES.
«Abram» significa «padre
enaltecido»; «Abraham» significa «padre de una multitud». «Sarai» se dice que
significa «contenciosa»; pero «Sara» quiere decir «una princesa». Sus nuevos
nombres prepararon la nueva bendición al entrar en su nuevo hogar. Sólo la
gracia de Dios puede tomar dos idólatras paganos y hacer de ellos rey y reina
piadosos.
B. LA NUEVA SEÑAL.
Esta es la primera mención de la
circuncisión en la Biblia. En ninguna parte el AT enseña que la circuncisión
salve al hombre. Sólo es un símbolo externo del pacto entre Dios y los hombres.
Fue para recordarles de la circuncisión interna, la del corazón, que acompaña
la verdadera salvación (Dt 10.16; 30.6; Jer 4.4; y véanse Ro 4.11; Gl 5.6). El
rito debía celebrarse en el octavo día (v. 12), y es significativo, ocho es el
número de la resurrección. Triste es decirlo, pero los judíos dependieron del rito
carnal y no en la realidad interna (Hch 15.5).
Los creyentes de hoy están en el
nuevo pacto y son la verdadera circuncisión (Flp 3.1–3), que se experimenta
espiritualmente mediante la muerte de Cristo (Col 2.9–15). El cuerpo entero de
pecado (la vieja naturaleza) ha sido quitada, y podemos vivir en el Espíritu,
no en la carne.
La risa de Abraham en el versículo
17 fue de una fe gozosa; la de Sara (18.12), de incredulidad.
«Isaac» significa «risa». Dios
rechaza a Ismael y establece su pacto con Isaac y sus descendientes; sin embargo,
en su gracia designa una bendición especial para Ismael.
18–20
En estos capítulos aparecen tres
visitas y cada una lleva una lección espiritual.
I. CRISTO VISITA A ABRAHAM (18)
Los versículos 17–22 aclaran que
el Señor Jesucristo era uno de los tres visitantes celestiales; nótese también
las palabras de Abraham en el versículo 3. El gran tema de este capítulo es la
comunión del creyente con Cristo, porque Abraham era «amigo de Dios» (Stg
2.23). En el capítulo 19 vemos a Lot, el amigo del mundo.
A. LA COMUNIÓN DE ABRAHAM CON CRISTO (VV. 1–8).
Estos versículos describen al
creyente en comunión amante con Cristo. Abraham está en Mamre, que significa
«gordura»; disfruta de la plenitud de la bendición de Dios. La tienda habla de
su vida peregrina; «el calor del día» señala que anda en la luz (1 Jn 1). Su
prisa demuestra su anhelo amoroso de complacer al Señor. Y no escatima esfuerzo
para hacer que Cristo se sienta en casa. Pablo ora en Efesios 3.17 «que habite
Cristo por la fe en vuestros corazones», lo cual significa literalmente «que Cristo
pueda establecerse y sentirse en casa en nuestros corazones». Cuán importante
es que el cristiano haga que Cristo se sienta en casa. Él anhela tener comunión
con nosotros.
B. LA CONFESIÓN DE INCREDULIDAD DE SARA (VV. 9–15).
El nacimiento de Isaac está
conectado con la risa. Es más, el nombre «Isaac» significa «risa».
Abraham se rió con fe gozosa
cuando oyó las nuevas de que Dios le daría un hijo (17.15–18), pero Sara aquí
parece reírse en incredulidad carnal. ¿Por qué tenemos que dudar de las
promesas de Dios? «¿Hay para Dios alguna cosa difícil?» Nótese la fe de María
en Lucas 1.34, cuando preguntó: «¿Cómo será esto?» Por otra parte, María decía:
«¿Cómo puede ser esto?» Cuando Isaac nació, sin embargo, Sara en efecto se rió
con gozo espiritual (21.6–7).
C. LA CONFIANZA DE CRISTO EN ABRAHAM (VV. 16–22).
Los ángeles se fueron y se
dirigieron a Sodoma, pero Cristo se quedó para visitar a Abraham. ¡Qué escena!
Cristo no le ocultaría nada a su amigo. Véanse Juan 15.14–15, donde Él promete
revelar su voluntad a sus amigos. Léase también Salmo 25.9–14, y Véanse cómo
Abraham llenó todas las condiciones que se indican aquí. Abraham sabía más de
Sodoma que Lot, ¡y Lot vivía en Sodoma! ¡El cristiano obediente y separado sabe
más acerca de este mundo que lo que saben los filósofos ateos!
D. LA PREOCUPACIÓN DE ABRAHAM POR LOT (VV. 23–33).
Abraham quería mucho a Lot, a pesar
de la mundanalidad e incredulidad del hombre. Nótese que Abraham no suplica la
gracia de Dios, sino su justicia: ¿Cómo puede Dios destruir al justo con el impío?
(En el Calvario Dios castigó al Justo en lugar de al impío.) Con persistencia y
ternura Abraham intercede a favor de Sodoma. Si sólo se pudiera encontrar diez
creyentes, Dios dice que libraría a la ciudad entera. El capítulo 19 indica que
Lot tenía por lo menos dos hijas casadas (v. 14) y dos solteras (v. 30), de
modo que, con su esposa y yernos, eran ocho en total. Si Lot hubiera ganado a
su familia más dos vecinos, ¡Dios hubiera librado a la ciudad entera! Pero no
logró llenar ni siquiera esas condiciones.
II. LOS ÁNGELES VISITAN A LOT
(19)
Cristo no acompañó a los ángeles;
no se hubiera sentido «en casa» en el hogar de un descarriado mundano. Segunda
de Pedro 2.7–8 indica que Lot era salvo. Tenía unión con el Señor, pero no comunión;
calidad de hijo, pero no compañerismo. Fue «salvo así como por fuego» (1 Co
3.14–15).
Nótese que Lot había perdido su
tienda, porque en este tiempo vivía en una casa (v. 3), y no se menciona el
altar. Era de noche cuando llegaron los ángeles y la mayoría de los hechos del
capítulo ocurren de noche. Lot no andaba en la luz. No sólo que el mundano Lot
había perdido su tienda y altar y su comunión con Dios, sino que también había
perdido sus normas espirituales: ¡se atrevió a sugerir que sus hijas solteras
salieran a la calle para satisfacer la lujuria de la chusma! Lot también había perdido
su testimonio ante su familia (vv. 12–14). ¿Dónde empezó? Cuando «alzó sus
ojos» (13.10) y escogió su tierra. Empezó a andar por vista, no por fe,
viviendo para las cosas del mundo. Debe haberse casado con una mujer mundana,
porque su corazón estaba en Sodoma y ella no soportó dejar atrás la ciudad.
Esa mañana amaneció brillante y
hermosa. La gente empezó a desempeñar sus tareas cotidianas, ¡y entonces llegó
el juicio! Las ciudades perversas fueron destruidas por completo. Sólo Lot y
sus dos hijas solteras escaparon con vida. La suerte de Sodoma es un cuadro de
la ira venidera. Cuando los hombres piensen que hay paz y seguridad, caerá la
destrucción (1 Ts 5). El rescate de Lot, mientras tanto, es una ilustración del
Arrebatamiento de la Iglesia antes del derramamiento de la ira de Dios. El Señor
rescató a Lot por amor a Abraham (19.29), y librará a su Iglesia de la ira
venidera por amor a Jesús (1 Ts 1.10; 5.9).
Los días finales de Lot se
llenaron de oscuridad y pecado, puesto que cometió incesto en una cueva.
Descartó su tienda por una casa en
la ciudad y acabó en una cueva, ¡emborrachado por sus propias hijas! Los hijos
de esta horrible escena, los moabitas y amonitas, han sido enemigos de los
judíos durante siglos, ilustrando que la carne está contra el Espíritu. Debemos
asegurarnos de estar en la voluntad de Dios cuando nos establecemos con nuestra
familia. Lot escogió el lugar errado y se arruinó a sí mismo y a sus seres
queridos.
Es interesante contrastar las dos
visitas de los capítulos 18 y 19. Cristo mismo visitó a Abraham, pero sólo los
ángeles fueron a Sodoma a visitar a Lot. Cristo tenía un mensaje de gozo para
Abraham y Sara, pero los ángeles dieron a Lot un mensaje de juicio. Abraham
recibió la visita durante el día, pero Lot en la noche. Abraham estaba a la
puerta de su tienda; Lot a la puerta de la ciudad. Abraham tenía poder con
Dios, pero Lot no tenía influencia ni siquiera con su familia. Abraham vio a
Sodoma destruida y no perdió nada, pero Lot lo perdió todo. Sólo salvó su vida.
Abraham trajo la bendición del mundo, pero Lot trajo problemas al mundo (los
amonitas y moabitas).
III. ABRAHAM VISITA A GERAR (20)
Lot queda en el olvido, pero la
historia de Abraham continúa. «El que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre» (1 Jn 2.17). Desafortunadamente, este capítulo muestra la repetición
de un viejo pecado: Abraham miente respecto a su esposa (Véanse 12.10–20).
Incluso el santo más consagrado debe estar siempre en guardia para que Satanás
no lo haga tropezar. ¿Por qué se repitió este pecado? Debido a que Abraham no
lo había juzgado en su vida. Es cierto que lo confesó al Señor y recibió el
perdón, pero confesar el pecado no es lo mismo que juzgarlo.
Juzgar nuestros pecados quiere
decir verlos en su verdadera luz (como Dios los ve), detestarlos y sacarlos de
nuestras vidas. En el versículo 13 Abraham admitió que este pecado vino con él
desde Ur de los Caldeos.
Hay una diferencia entre el
creyente y el incrédulo, aunque el creyente puede cometer pecado. Dios fustigó
la corte pagana, pero protegió a Abraham. Dios le dijo al gobernante: «muerto
eres» (v. 3), pero llamó a Abraham un «profeta» (v. 7). Esto no significa que
los creyentes tienen licencia para pecar, sino que muestra que Dios es fiel,
incluso cuando seamos infieles (2 Ti 2.12–13). Sin duda Abraham sufrió
vergüenza y reproche debido a su pecado, pero Dios protege a los suyos.
En realidad, si Abimelec hubiera
tomado a Sara, hubiera alterado el plan de Dios para el nacimiento de Isaac al
año siguiente. El egoísmo y la incredulidad de Abraham casi destruyen su vida y
el futuro de la nación judía. Tristemente, su hijo Isaac usaría la misma
estratagema años más tarde (26.6) y con los mismos amargos resultados.
21–22
Estos dos capítulos señalan tres
pruebas que vinieron a la vida de Abraham. La verdadera fe siempre se prueba,
porque sólo mediante la prueba descubrimos la clase de fe que tenemos. Las
pruebas de la fe son oportunidades para crecimiento y victoria.
I. UNA PRUEBA DE PARTE DE LA
FAMILIA (21.1–21)
A veces es más difícil vivir por
Cristo en casa. Abraham ya había sufrido la prueba en su familia por su padre
(11.27–32), su sobrino Lot (caps. 12–13) y su esposa (cap. 16). Aquí vemos
conflicto entre los dos hijos, Ismael (quien según 16.16 debía estar al final
de la adolescencia) e Isaac (quien fue destetado cuando tenía alrededor de tres
años). Al principio, el nacimiento de Isaac trajo gozo y risa (compárese 21.6
con 17.17 y 18.12), porque el mismo nombre significa «risa». Pero pronto hubo conflicto
porque Ismael perseguía siempre a su hermano menor. Hay algunas lecciones
valiosas aquí:
A. LA CARNE VERSUS EL ESPÍRITU.
Ismael era el hijo de la carne
(cap. 16), mientras que Isaac era el hijo de la promesa, nacido milagrosamente.
La presencia de Isaac en el hogar no se debía a la fuerza de Abraham (pues estaba
ya casi muerto, Ro 4.19–20), sino de la promesa y poder de Dios. Siempre hay
conflicto entre la carne y el Espíritu, la vieja naturaleza y la nueva (Gl
5.16–24). La salvación no cambia la vieja naturaleza, ni puede mejorarla ni
disciplinarla (Véanse Ro 6–7). La única manera de sobreponerse a la vieja
naturaleza es aceptar la manera en que Dios la evalúa y obedecer la Palabra de
Dios.
Abraham amaba a Ismael y anhelaba
retenerlo (21.10–11; Véanse 17.18); pero Dios dijo: «¡Échale fuera!» Romanos 6
nos informa que nuestra única victoria sobre la carne es la crucifixión;
considerarnos muertos. Los cristianos que alimentan la vieja naturaleza (Ro
13.14) siempre tendrán conflictos y problemas.
B. ANTIGUO PACTO VERSUS NUEVO PACTO.
Gálatas 4.21–31 explica que estos
sucesos con Ismael e Isaac son una alegoría que simboliza el antiguo pacto de
Dios con Israel y su nuevo pacto con la Iglesia. Podemos resumir brevemente las
principales ideas de esta forma: Agar simboliza el antiguo pacto de la ley,
identificado con la Jerusalén terrenal en los días de Pablo. Sara simboliza el
nuevo pacto de gracia, identificado con la Jerusalén celestial. Ismael nació de
la carne y era hijo de la esclava. Isaac «nació del Espíritu» y era el hijo de
la mujer libre. Los dos hijos, entonces, ilustran a los judíos bajo la
esclavitud de la ley y a los verdaderos cristianos bajo la libertad de la
gracia.
El argumento de Pablo es que Dios
le ordenó a Abraham que echara fuera a Agar (el antiguo pacto) debido a que su
bendición estaba en Isaac. Todo esto encaja en el argumento de Pablo en Gálatas
3–4 de que los cristianos de hoy no están bajo la ley.
C. LA MANERA DEL HOMBRE VERSUS LA MANERA DE DIOS.
La mejor forma de resolver
cualquier problema es hacerlo a la manera de Dios. Agar se olvidó de la promesa
que Dios le dio en 16.10; de otra manera no se hubiera descorazonado. Dios la
sostuvo y cumplió su palabra. Si le obedecemos, Él siempre abrirá la puerta y
resolverá el problema.
II. UNA PRUEBA DE PARTE DE LOS
VECINOS (21.22–34)
Los creyentes deben tener cuidado
en las relaciones con «los de afuera» (Col 4.5; 1 Ts 4.12; 1 Ti 3.7). Abraham
tenía un buen testimonio ante sus vecinos no salvos, y el conflicto sobre el
pozo podía haberlo arruinado para siempre. Nótese que Abraham acordó resolver
el problema como si fuera un negocio: «Hágase todo decentemente y con orden» (1
Co 14.40). Abraham y sus vecinos intercambiaron los regalos apropiados e
hicieron los sacrificios debidos para sellar un pacto. El lugar donde se hizo
el pacto se llamaba Beerseba, «el pozo del juramento», y llegó a ser un lugar
de oración y comunión para Abraham. Es importante que resolvamos de una manera
cristiana las pruebas que enfrentamos en el vecindario o en los negocios. Para
más aclaración, Véanse Romanos 12.18.
III. LA PRUEBA DE PARTE DE DIOS
(22.1–24)
Satanás nos tienta para sacar lo
peor de nosotros, pero Dios nos prueba para extraer lo mejor en nosotros. Véanse
Santiago 1.12–15. Las pruebas más severas no proceden de las personas, sino del
Señor, y sin embargo las bendiciones más grandes siempre las acompañan. Dios
jamás probó a Lot de esta manera. Lot vivía en un nivel tan bajo que Sodoma y
el mundo lo probaron. Es el santo que anda más cerca del Señor a quien Dios
prueba al máximo para su gloria.
A. LA LECCIÓN TÍPICA.
Este suceso es un maravilloso tipo
de Cristo, el Unigénito Hijo que estuvo dispuesto a dar su vida por complacer a
su Padre. Tanto Isaac como Cristo fueron hijos prometidos; ambos nacieron milagrosamente
(por supuesto, Cristo nació de la virgen María y fue sin pecado); ambos
trajeron gozo al corazón de su padre; ambos nacieron en el tiempo establecido.
Ambos fueron perseguidos por sus hermanos y ambos fueron obedientes hasta la
muerte. Cristo fue crucificado entre dos ladrones y dos jóvenes fueron con Isaac
(v. 3). Isaac le preguntó a su padre y Jesús preguntó: «Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?» (Mt 27.46). Por supuesto, Jesús en realidad murió, mientras que
Isaac fue librado.
Sin embargo, a ojos de Dios Isaac
había «muerto». Hebreos 11.19 dice que «en sentido figurado» (o sea,
simbólicamente) Isaac fue levantado de los muertos. El versículo 19 indica que
Abraham regresó a los criados que esperaban, pero no se dice nada acerca de
Isaac. Esto también es un tipo; ¡porque la próxima vez que vemos a Isaac está
recibiendo a su esposa! (24.62). Asimismo, Cristo se entregó en la cruz y
regresó al cielo, y un día volverá para recibir a su Esposa, la Iglesia.
B. LA LECCIÓN PRÁCTICA.
La verdadera fe siempre se prueba.
Por supuesto, Dios no quería la vida de Isaac; quería el corazón de Abraham.
Isaac era muy querido para Abraham y Dios quería estar seguro de que Isaac no
era un ídolo entre Él y Abraham. Era posible que Abraham confiara en Isaac para
el cumplimiento de las promesas y no en Dios. ¿Cómo salió Abraham de esta
prueba? Por un lado, descansó en las promesas de Dios (Heb 11.17–19). Él le
había prometido muchos descendientes y esta promesa no podía cumplirse a menos
que Isaac viviera o Dios le levantara de los muertos. Abraham sabía que Dios no
podía mentir, de modo que descansó en su palabra inmutable. «Nunca dude en la
oscuridad lo que Dios le ha dicho en la luz».
Abraham obedeció sin dilación. Si
hacemos lo que Dios nos ha dicho, Él revelará el siguiente paso cuando llegue
el tiempo apropiado. ¡Las respuestas de Dios jamás llegan un minuto tarde! Dios
suplió un carnero cuando se necesitó. Por eso Abraham llamó el nombre del lugar
«Jehová-Jireh: Jehová proveerá».
C. LA LECCIÓN PROFÉTICA.
Este acontecimiento ocurrió en el
monte Moriah (22.2), el lugar donde con el tiempo se construyó el templo (2 Cr
3.1). Isaac preguntó: «¿Dónde está el cordero?», pero Dios suplió un carnero.
La respuesta a esta pregunta llegó en la persona de Cristo: «¡He aquí el
Cordero de Dios!» (Jn 1.29) Abraham dijo: «En el monte de Jehová será provisto»
(v. 14). A Cristo se vio en el templo y luego sacrificado en el monte Calvario.
Véanse también Juan 8.56.
D. LA LECCIÓN DOCTRINAL.
Santiago 2.14–26 analiza la
relación entre la fe y las obras, y Santiago usa este suceso para ilustrar su punto
principal: la verdadera fe siempre se demuestra por la obediencia. Nótese la
exactitud de la traducción de Santiago 2.21: «¿No fue justificado por las obras
Abraham nuestro Padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?» Abraham
no fue salvo cuando ofreció a Isaac, porque había sido salvo años antes cuando
confió en la promesa de Dios (Gn 15.6). Santiago no nos dice que somos salvos
por obras o por sacrificios, sino que la prueba de una fe salvadora es una vida
obediente (véanse Ro 4.1–5 y Gl 3.6).
23–24
Estos dos capítulos contrastan
entre sí, porque en uno tenemos un funeral y en el otro una boda. La tierra de
Canaán es «tierra de monte y de vegas» (Dt 11.11); la vida cristiana tiene
tanto tristezas como alegrías. Sin embargo, en ambas, Abraham caminó por fe
(Heb 11.13–17). El capítulo 23 muestra a Abraham como un doliente, que sufre
mas no «como los otros que no tienen esperanza» (1 Ts 4.13).
¡Qué testimonio fue para sus
vecinos perdidos! Qué diferente el sepelio de Sara de los sepelios paganos de
esa época. ¡Qué extraño que el primer lote de tierra que Abraham poseyó en
Canaán fue una tumba!
Génesis 49.31–33 señala que seis
personas fueron a la larga sepultadas allí. Nótese la manera tan cuidadosa en
que Abraham manejó sus asuntos de negocios, asegurándose de que todo se haga «decentemente
y con orden». Es una vergüenza cuando los creyentes realizan negocios dudosos,
en especial con los perdidos.
Nos concentraremos en el capítulo
24 que es rico en lecciones espirituales. Vemos en Abraham, su criado y Rebeca
tres maravillosos ejemplos.
I. EL EJEMPLO DE LA DEDICACIÓN DE
ABRAHAM (24.1–9)
En este momento Abraham tiene 140
años (véanse 25.20 y 21.5). Dios le ha bendecido espiritual y materialmente,
pero quiere asegurarse de que se escoja la novia correcta para Isaac. Por
supuesto, vemos aquí un cuadro del Padre celestial escogiendo una Esposa (la
Iglesia) para su Hijo (Cristo).
¿Cómo supo Abraham que Dios
proveería la mujer idónea para su hijo? ¡Confió en las promesas de Dios! Isaac
era posesión de Dios. Abraham lo había colocado en el altar años antes y sabía
que Dios supliría la necesidad. De otra manera, la simiente prometida nunca
nacería.
La mujer debía venir de la familia
de Dios; no debía ser de las mujeres paganas. Sin duda había muchas cananitas
hermosas y de talento que hubieran estado muy contentas en casarse con Isaac y tener
parte de su riqueza, pero esto iba en contra de la voluntad de Dios. En los
versículos 6 y 8 Abraham enfatiza este hecho; y necesitamos enfatizarlo hoy.
«Con tal que sea en el Señor» es la admonición de 1 Corintios 7.39–40 (Véanse
también 2 Co 6.14–18). ¡Es trágico cuando los padres empujan a sus hijos a
casarse «en sociedad» y fuera de la bendición del Señor! Abraham prefería que su
hijo se quedara soltero antes que regresara a Ur buscando esposa, o que tomara
esposa de entre las naciones cananeas.
II. EL EJEMPLO DE LA DEVOCIÓN DEL
CRIADO (24.10–49)
En un sentido espiritual el criado
es un cuadro del Espíritu Santo cuya obra es traer al perdido a Cristo y así
formar su Esposa. No se da el nombre del criado, porque el ministerio del
Espíritu Santo es apuntar a Cristo y glorificarle. Nótese cuán a menudo el
criado menciona a su amo y al hijo de su amo.
Vivía para complacer a su amo,
porque la palabra «amo» se halla veintidós veces en este capítulo. El Espíritu
ha sido enviado para representar a Cristo y hacer la voluntad del Salvador en
la tierra. El criado llevó consigo una porción de la riqueza de su amo (vv. 10,
22, 30, 53), así como el Espíritu Santo es «las arras de nuestra herencia» (Ef
1.14), dándonos apenas una pequeña porción de la gran riqueza que un día
disfrutaremos en gloria.
Además, el criado es un ejemplo al
procurar nosotros servir al Señor. Como ya se mencionó, el criado pensaba sólo
en su señor y en la voluntad de este. Es más, anhelaba tanto concluir su tarea
que no se preocupaba por la comida (v. 33; Jn 4.31–34). Demasiado a menudo
ponemos las cosas físicas antes que las espirituales. El criado recibió órdenes
de su amo y no las cambió ni un ápice. Creía en la oración (Véanse Is 65.24) y
sabía cómo esperar en el Señor. No hay lugar para la impaciencia precipitada en
el servicio de Cristo.
El criado sabía cómo confiar en la
dirección del Señor: «Guiándome Jehová en el camino» (v. 27).
Véanse lo que afirma Juan 7.17.
Una vez que supo cuál era la voluntad de Dios, no demoró, sino que se apresuró
a cumplir su tarea (v. 17). La hospitalidad de la casa era deliciosa, pero
tenía una tarea que cumplir para su señor y todo lo demás podía esperar. Nótese
también que el criado le informó a su amo cuando regresó (v. 66), así como
nosotros tendremos que rendir cuentas cuando veamos a Cristo. Es interesante
suponer si el criado le enseñó a la novia mientras viajaban y le reveló cuál
sería su novio. «Él me glorificará», dijo Cristo respecto al Espíritu Santo (Jn
16.14).
III. EL EJEMPLO DE LA DECISIÓN DE
REBECA (24.50–67)
De nuevo vemos un cuadro de Cristo
y su Iglesia. Rebeca era una virgen pura, así como lo será la Iglesia cuando se
realicen las bodas en el cielo (Ap 19.7–8). Nótese que Rebeca se identifica con
el rebaño, así como la Iglesia es tanto esposa como rebaño de Cristo (Jn
10.7–18).
Rebeca tenía que tomar una
decisión importante: ¿se quedaría en casa con su familia y continuaría siendo
una criada, o creería por fe las palabras del criado e iría para estar con
Isaac, un hombre a quien jamás había visto? Sin duda había obstáculos en el
camino: Su hermano quería que se quedara por un tiempo (v. 55); el viaje sería
largo y difícil; Isaac era un peregrino sin hogar fijo; y tendría que dejar a sus
seres queridos.
El mundo a menudo aconseja al
pecador que espere, así como Labán aconsejó a su hermana.
(Nótese, sin embargo, que cuando
se trataba de conseguir cosas materiales, Labán podía moverse aprisa, vv.
28–31. ¡Nos preguntamos si invitó al criado a su casa por cortesía o por
codicia!) Los pecadores por lo general no se apuran en cuanto a la salvación de
sus almas. Hasta este momento Rebeca se había movido de prisa (vv. 18–20, 28),
pero ahora ellos querían que anduviera más lento.
«Buscad a Jehová mientras puede
ser hallado» (Is 55.6).
No podemos sino admirar su
decisión: «Sí, iré». Este acto de fe («a quien amáis sin haberle visto», 1 P
1.8) cambió su vida. De una criada se transformó en una novia, de la soledad
del mundo al gozo del amor y compañerismo, de la pobreza a la riqueza de Isaac.
¿Veía toda la riqueza de Isaac? ¡Por supuesto que no! ¡Eso hubiera sido
imposible! ¿Sabía todo respecto a él? No. Pero lo que vio y oyó la convenció de
que debía ir. Asimismo, con los pecadores perdidos de hoy, el Espíritu les
habla y les muestra las cosas de Cristo lo suficiente como para que tomen la
decisión correcta.
Habíamos dejado a Isaac (en cuanto
a la narración se refiere) en el monte Moriah, porque en 22.19 se menciona sólo
a Abraham. Isaac es un cuadro de nuestro Señor que fue al Calvario para morir
por nosotros, luego regresó al cielo para esperar a su Esposa. En el capítulo
24 el criado (el Espíritu Santo) fue a buscar a la novia. Luego, cuando la
novia se acercaba, Isaac aparece para recibirla. ¡Qué escena, puede ocurrir
hoy! En «la hora de la tarde» fue cuando se encontraron, así se oscurecerá este
mundo cuando Cristo vuelva por su Esposa.
La fe de Rebeca fue recompensada.
Su nombre aparece en la Palabra de Dios; disfrutó del amor y la riqueza de
Isaac, y llegó a ser una parte importante en el plan de Dios. Si hubiera
rehusado ir, hubiera muerto como una mujer desconocida. «El que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2.17).
25–27
Isaac era el hijo de un padre
famoso (Abraham) y el padre de un hijo famoso (Jacob), y algunos lo «pierden»
al estudiar Génesis. Aunque vivió más que cualquiera de los otros patriarcas,
su vida fue menos emocionante. Desafortunadamente, no parece ser tan fuerte en
la fe al final de su vida como al principio.
I. ISAAC EL PADRE (25)
A. UN HOGAR DISTINGUIDO (VV. 1–11).
El matrimonio de Abraham después
de la muerte de Sara le dio otros seis hijos, y por lo menos siete nietos y
tres bisnietos. Sin embargo, nótese que estos hijos adicionales de Abraham no
tienen el status dado a Isaac, porque (como Cristo) él es el heredero de todo
(Heb 1.2). La muerte de Abraham muestra lo que la fe puede hacer por un hombre.
Murió en paz (Véanse 15.15); murió «lleno» (satisfecho) y en fe (Heb 11.13).
Esta es la herencia que Abraham le legó a su hijo: Su ejemplo piadoso (18.19),
la tienda, el altar (Véanse 26.25) y las maravillosas promesas de Dios
(26.2–5). Estas bendiciones espirituales significan mucho más para un hijo que
cualquier riqueza material.
B. UN HOGAR DESILUSIONADO (VV. 12–23).
El cumplimiento de la promesa del
pacto de Dios exigía que Isaac y Rebeca tuvieran un hijo, sin embargo, en los
primeros veinte años de su matrimonio ella fue estéril (vv. 20, 26). Qué
delicia es ver cómo estos esposos con mentalidad espiritual llevaron su carga
al Señor. De seguro que le recordaron sus promesas y de seguro que Él se
complació con sus oraciones. La lucha de los niños antes de nacer dejó perpleja
a Rebeca, de modo que le pidió a Dios sabiduría (Stg 1.5). Dios le dijo que dos
naciones iban a nacer y que, contrario a la costumbre, el menor serviría al
mayor.
Esta es una clara evidencia de la
elección soberana de Dios (Ro 9.10–16). Su elección no se basa en las obras de
los muchachos, porque todavía no habían nacido y ninguno había hecho ni bien ni
mal. En lo que al carácter respecta, Esaú era el más aceptable de los dos; sin
embargo, Jacob fue el escogido (Ef 2.8–10).
C. UN HOGAR DIVIDIDO (VV. 24–34).
Los gemelos eran lo opuesto en
apariencia y en temperamento. El primer hijo era velludo y se le puso por
nombre «Esaú» (velludo); más tarde su conexión con el potaje rojo le dio el
apodo de «Edom» que significa «rojo» (v. 30). El hecho de que Jacob empuñaba en
su mano el talón de Esaú (como si lo hubiera agarrado para hacerle tropezar) le
dio el nombre de «Jacob», el «que toma por el calcañar» (suplantador,
engañador, tramposo). Jacob era hombre quieto que gustaba de estar en casa;
Esaú era hombre de mundo, lleno de vigor y aventura. Es de lamentar, pero Esaú
no tenía aprecio espiritual.
Prefería alimentar su cuerpo antes
que disfrutar de las promesas de Dios. Por supuesto, la estratagema de Jacob
para apoderarse de la primogenitura mostró que dudaba de que Dios cumpliría su
promesa de 25.23. «¡Fe es vivir sin intrigas!» Esaú menospreció sus privilegios
espirituales como el primogénito (véanse Dt 21.17 y 1 Cr 5.1–2); prefirió la
carne, no el Espíritu. Jamás leemos que Esaú haya tenido una tienda o un altar,
y 26.34–35 indica que amó mujeres mundanas. Hebreos 12.16 describe a Esaú como
«profano» que significa «del mundo, común» (del latín profanus, «fuera del templo»). Como mucha gente de hoy, Esaú
tuvo éxito en el mundo y fracasó con Dios.
II. ISAAC EL PEREGRINO (26)
A. ENFRENTÓ LAS TENTACIONES DE SU PADRE (VV. 1–5).
Repase 12.10. Isaac empezó a
dirigirse a Egipto, pero Dios en su gracia le interrumpió el viaje y le detuvo.
La naturaleza humana no se mejora de generación en generación. Isaac habitó en
Gerar, que estaba en la frontera (10.19). Asimismo, tenemos muchos «cristianos
de fronteras» hoy. Isaac tuvo bendiciones materiales allí, pero no las
espirituales que Dios le daría más tarde cuando salió de aquel lugar.
B. REPITIÓ LOS PECADOS DE SU PADRE (VV. 6–11).
Véanse 12.10–20 y 20.1–5. Esta
«mentira a medias» de que eran hermanos, la adoptaron Isaac y Rebeca, con los
mismos tristes resultados, la pérdida de la bendición, del testimonio y un
regaño público de un rey pagano.
C. CAVÓ DE NUEVO LOS POZOS DE SU PADRE (VV. 12–22).
Los pozos de agua hablan de los
recursos divinos de Dios para la vida espiritual (Jn 4.1–14). Abraham los había
cavado, pero el enemigo o bien se había apoderado de ellos, o los había cegado.
Cuán cierto es esto hoy. El mundo
nos ha arrebatado los pozos espirituales de los cuales bebieron nuestros
padres. Cuánto necesitamos volver a los viejos pozos (tales como la oración, la
Biblia, el altar familiar, la iglesia). Isaac no sólo los abrió de nuevo, sino
que les puso los mismos nombres que Abraham usó (v. 18). Entonces fue y cavó
nuevos pozos para satisfacer las necesidades del día.
D. CONFIÓ EN EL DIOS DE SU PADRE (VV. 23–35).
Mientras estaba en Canaán Isaac
tuvo conflicto, pero cuando regresó a Beerseba («el pozo del juramento»), Dios
le encontró y le dio paz con el enemigo (Pr 16.7).
III. ISAAC EL QUE BENDICE (27)
Triste como suena, este capítulo
muestra a la familia entera en una senda espiritualmente mala. En 25.28 vemos
la división del hogar y ahora los pecaminosos resultados de esta división
carnal.
A. UN PADRE EN DECADENCIA.
Isaac tenía alrededor de 137 años
a estas alturas, sin embargo, actuó como si fuera a morir pronto.
En realidad vivió hasta los 180
años (35.28). Su impaciencia de darle a Esaú la bendición sugiere que seguía
sus planes carnales, no la voluntad de Dios. ¿Se olvidó de la Palabra en 25.23,
o trataba de cambiar el plan de Dios? Nótese cómo dependía de sus sentidos
(palpar, comer, oler). Nótese también que alimentar al cuerpo era más
importante que hacer la voluntad de Dios. Isaac una vez se colocó sobre el
altar y estaba dispuesto a morir por el Señor. ¡Qué cambio!
B. UNA MADRE DUDOSA.
Dios le había dicho a Rebeca que
Jacob recibiría la bendición de Dios, sin embargo, ella tramó e hizo el complot
de asegurarse de que Esaú fuera dejado fuera. En lugar de acudir a Dios en
oración como lo había hecho años antes, dependió de sus propios planes,
práctica que sería característica de Jacob años más tarde. Rebeca pagó
enormemente por su pecado: nunca volvió a ver a su hijo (Véanse vv. 43–45).
Esaú actuó con toda intención para herirla; y su mal ejemplo ante Jacob le
costó a este veinte años de prueba.
C. UN HIJO ENGAÑADOR.
Sin duda Jacob sabía de la promesa
de Dios para su vida, sin embargo prestó oídos a su madre en lugar de a Dios.
¡Cómo se apresuraron los dos a llevar a cabo el complot! «El que creyere, no se
apresure» (Is 28.16). Rebeca debe hacer sido una buena cocinera para hacer que
un cabrito tenga el sabor de venado. Jacob es el cuadro perfecto del hipócrita:
Su voz y sus manos no están de acuerdo (lo que dice y hace), y engaña a otros.
Sólo en el versículo 19 Jacob le dice a su padre tres mentiras: «Yo soy Esaú»
(era Jacob); «he hecho» (su madre lo hizo todo); «come de mi caza» (era carne
de cabra). Y su beso en el versículo 27 era también engañoso. ¿Pagó Jacob su pecado?
Sí, muchas veces.
Labán lo engañó con sus esposas y
muchas veces le cambió el salario. Además, los mismos hijos de Jacob un día matarían
un cordero (37.31) y pondrían su sangre en la túnica de José para engañar a su
padre. «Sabed que vuestro pecado os alcanzará» (Nm 32.23).
D. UN HERMANO DESESPERADO.
Hebreos 12.17 indica que Esaú
buscó con lágrimas la bendición, sin embargo no halló lugar para el arrepentimiento
real por sus pecados. Remordimiento, sí, pero no arrepentimiento sincero. Se lamentaba
por lo que había perdido, no por lo que había hecho. En el versículo 33 Isaac
se estremeció cuando se percató de que Dios había trastornado sus planes. Las
lágrimas de Esaú no pudieron cambiar la determinación de Isaac ni alterar la
bendición. Esaú se vengó al tramar la muerte de su hermano, pero
deliberadamente lastimó a sus padres creando problemas al casarse con mujeres
paganas. La gracia de Dios no falla, pero Esaú le falló a la gracia de Dios.
El pecado en el hogar siempre trae
dolor de corazón y malos entendidos. Si Isaac y Rebeca no hubieran «tomado
partido» respecto a los dos muchachos; si hubieran continuado orando respecto a
los asuntos como lo hicieron al principio de su matrimonio, si le hubieran
permitido a Dios que hiciera lo que quisiera; los asuntos hubieran sido
diferentes. Pero como fue, todos sufrieron debido a su incredulidad y
desobediencia. Nunca envejecemos demasiado como para ser tentados, ¡o para
fracasar!
28
I. LA AVENTURA (28.1–9)
Podemos decir con precisión que el
resto de Génesis presenta la vida de Jacob, incluyendo sus pruebas con Labán
(28–31), con Esaú (32–33) y con sus hijos (34). La historia de José es, en realidad,
una parte de la de Jacob.
La verdadera razón por la que
Rebeca tramó la partida de Jacob de su hogar fue para evitar el peligro de la
ira de Esaú (27.41–46), pero su excusa era que quería que Jacob hallara una
esposa piadosa (Véanse 24.1–9). Las mujeres mundanas de Esaú estaban causando
problemas en el hogar, como siempre sucede cuando el pueblo de Dios se casa
fuera de la voluntad de Dios. Rebeca en realidad planeaba enviar a Jacob cuando
el tiempo fuera apropiado (27.45), pero este plan falló. Jacob nunca volvió a
ver a su madre. De nuevo «fe es vivir sin intrigas». Todos necesitamos prestar
atención a la advertencia de Santiago 4.13–17.
¡Es maravilloso cuando un hijo
puede dejar el hogar con la bendición de su padre! Pero Jacob no podía depender
de la fe de su padre. Tenía que encontrarse con Dios y tomar decisiones por sí
mismo.
Desafortunadamente, Jacob necesitó
más de veinte años para llegar al lugar de rendición real, ¡y cuán caro pagó
por su incredulidad y rebelión! Los versículos 6–9 ilustran el conflicto entre
la carne y el Espíritu: Esaú (la carne) de manera intencional desobedeció al
Señor y trajo una tristeza aún mayor al hogar. Nótese que Jacob no era ningún
joven cuando salió en esta aventura. Tenía por lo menos setenta y siete años.
Génesis 47.9 afirma que Jacob tenía 130 años cuando fue a Egipto. José tenía
diecisiete años cuando lo vendieron a Egipto y tenía treinta cuando lo
presentaron a Faraón (41.46). Añádase, entonces, los trece de José como siervo
a los siete años de abundancia y dos años de hambruna, y usted tiene a José
como de treinta y nueve años cuando Jacob vino a Egipto. Esto significa que
José nació cuando Jacob tenía noventa y un años, y Génesis 30.25 indica que
cuando José nació Jacob ya había cumplido sus catorce años de servicio por sus
esposas. Esto indica que Jacob tenía alrededor de setenta y siete años cuando
empezó a andar «por sí mismo».
II. LA VISIÓN (28.10–12)
Jacob viajó alrededor de cien
kilómetros de Beerseba hasta Bet-el, tres días de camino. Esa noche «tomó de
las piedras» para ponerla como almohada mientras dormía, y Dios le dio una
visión de una escalera (o gradas como algunos lo traducen) que iba del cielo a
la tierra. Juan 1.43–51 es la explicación del NT de este versículo. La escalera
simboliza a Jesucristo. Jacob es el cuadro perfecto del alma perdida, en
tinieblas, huyendo por su vida, lejos de la casa de su padre, con el peso del
pecado e ignorando que Dios está cerca y quiere salvarle. La escalera es un
cuadro de Cristo como el único camino de la tierra al cielo.
Él nos abre el cielo y trae a
nuestra vida las bendiciones del cielo. Y sólo Él puede llevarnos al cielo.
Jacob pensó que era un desierto solitario, ¡y se despertó para descubrir que había
estado en la misma puerta del cielo! Relacionando esto junto a Juan 1.43–51
notamos que Jacob era un israelita lleno de engaño, mientras que el versículo
47 describe a Natanael como un israelita sin engaño.
Esta es la primera de por lo menos
siete revelaciones de Dios a Jacob (véanse 31.3, 11–13; 32.1–2, 24–30; 35.1;
35.9–13; 46.1–4). Los ángeles en la escalera eran una señal del cuidado de
Dios.
Aparecieron para proteger a Jacob
cuando estaba a punto de encontrarse con Esaú (32.1–2).
III. LA VOZ (28.13–15)
Las visiones sin la Palabra de
Dios pueden ser engañosas, de modo que Dios le habló a Jacob para asegurarle.
Una persona no se salva por ángeles ni visiones; se salva por fe en la Palabra
de Dios. Nótese las promesas que Dios le dio a Jacob:
A. LA TIERRA (V. 13).
Esta promesa se le dio primero a
Abraham (13.14) y se le confirmó a Isaac (26.1–5). La Tierra Santa les
pertenece a los judíos, aunque no la posean toda. Un día Israel «recuperará sus
posesiones» (Abd 17).
B. LA DESCENDENCIA MULTIPLICADA (V. 14).
Esto aseguró a Jacob que Dios le
daría una esposa; de otra manera no hubiera tenido descendientes (véanse
también 13.16 y 22.17). En la actualidad, hay judíos en todo punto geográfico.
C. LA PRESENCIA PERSONAL DE DIOS (V. 15).
Este versículo sugiere que Jacob
andaría errante, pero Dios le promete estar con él. ¿Por qué? Porque Dios tenía
un plan para la vida de Jacob y haría que su plan se cumpla (Flp 1.6; Ro 8.28–29).
Aun cuando en los arduos años que
le esperaban a Jacob tendría que cosechar las consecuencias de sus pecados,
Dios aún estaba con él para protegerle y bendecirle.
IV. EL VOTO (28.16–22)
«No es otra cosa que casa de
Dios», exclamó Jacob, porque el nombre Bet-el significa «casa de Dios». Su
experiencia esa noche no sólo lo cambiaría a él, sino que cambió el nombre del
lugar donde durmió. Para conmemorar el hecho Jacob erigió una señal y la hizo
un altar, derramando sobre él una ofrenda al Señor. Años más tarde, cuando
regresó a Bet-el, Jacob repitió este acto de consagración (35.9–15). Este acto
de fe (aunque motivado por el temor) fue la manera de Jacob de consagrarse a Dios.
(Véanse Flp 2.17, donde «ofrecido» es literalmente «derramado».) ¡Es
maravilloso que por fe un creyente puede convertir una «almohada» en una
«señal»!
Se han sugerido dos
interpretaciones respecto al voto de Jacob:
(1) que regateaba
con Dios al decir: «Si, si»;
(2) que mostraba
fe en Dios, puesto que la palabra hebrea puede traducirse: «puesto que puesto
que» Este es en realidad el primer voto que aparece en la Biblia.
Es probable que ambas interpretaciones
sean ciertas: Jacob creyó en la Palabra de Dios, pero todavía tenía bastante
del «viejo hombre» como para tratar de regatear con Dios como lo hizo con Esaú
e Isaac. Estaba tan acostumbrado a las «tretas» que trató de urdir su camino
para la bendición de Dios.
Al final, esto se mostró y
resolvió en Jaboc (Gn 32). Jacob regresó a su casa en paz (Gn 35.27–29) y
practicó el diezmo (v. 22). Se dio cuenta de que su dedicación a Dios no
significaba nada a menos que sus bienes materiales estuvieran también bajo su
control. Abraham practicó el diezmo (14.20) y en ambos casos la ley todavía no
se había dado. Los que dicen que el diezmo no es para esta edad de gracia
yerran el hecho de que los primeros santos practicaron el diezmo. Fue su
expresión de fe y obediencia al Señor lo que les guiaba, guardaba y sustentaba.
Jacob no siempre vivió de acuerdo a este voto en los años subsiguientes.
«Encontró su igual» en Labán, que también era un tramposo.
Durante veinte años los dos
trataron entre sí de ganarle al otro la partida, pero al final, se disciplinó a
Jacob y Dios cumplió sus promesas. Es bueno que nosotros los creyentes tengamos
un «Bet-el» en nuestras vidas, un lugar donde nos encontremos con Dios de una manera
seria y hagamos algunos compromisos definitivos con Él. Si nos alejamos del
Señor, siempre podemos «regresar a Bet-el» (Gn 35.9–15) y renovar nuestros
votos. Jacob es una ilustración del conflicto entre las dos naturalezas, porque
siempre batallaba con la carne y trataba de depender de sus capacidades y
planes. ¡Qué bueno es saber que Dios vigila a sus hijos descarriados!
29–31
Desde la cima espiritual de Bet-el
(cap. 28) Jacob descendió a la vida cotidiana de Harán y aquí «encontró la
horma de su zapato» en el tramposo Labán, su tío. Jacob pasó alrededor de
veinte años con Labán. Durante este tiempo cosechó las tristes consecuencias de
sus pecados, pero al mismo tiempo, Dios le disciplinó y le preparó para el
servicio futuro.
I. JACOB SIRVE POR LAS HIJAS DE
LABÁN (29.1–30.24)
A. DECISIÓN (29.1–20).
Dios providencialmente dirigió a
Jacob a la casa de Labán, pero nótese que este no se detuvo a orar, como lo
hizo el criado de Abraham cuando fue a cumplir su importante encargo (24.12).
Jacob animó a los otros pastores a regresar a los potreros (v. 7) porque quería
saludar a Raquel en privado. Todavía es el engañador. Nótese cómo Raquel y
Labán corrieron cuando descubrieron quién era Jacob (vv. 12– 13). Jacob tomó su
decisión: quería a la hermosa Raquel por esposa. Raquel significa «oveja» en
tanto que Lea significa «vaca traviesa». Los ojos de Lea carecían de aquel
profundo brillo que, en las culturas del Medio Oriente, es una marca de
belleza.
Jacob acordó servir a Labán siete
años y, como siempre, cuando hay amor el tiempo y el trabajo pasaron
rápidamente. Nótese que en el versículo 15 tenemos la primera «cuota» de la
disciplina de Jacob: se convirtió en sirviente. En 25.23 se prometió que «el
mayor servirá al menor»; pero ahora el menor era siervo él mismo.
B. ENGAÑO (29.21–30).
Aquí está la «cuota» de disciplina
número dos: el engañador es a su vez engañado. Labán no tenía ningún deseo de
pasar por alto la oportunidad de casar a su hija mayor, de modo que obligó a
Jacob que se casara con ella. Jacob mintió respeto al primogénito (27.19);
ahora le mienten respecto a la mayor (29.26). «El camino de los transgresores
es duro» (Pr 13.15). Cumplió la semana de celebración matrimonial con Lea, y
luego se casó con Raquel y empezó su segundo período de servicio de otros siete
años. Labán tuvo la precaución de que todos los hombres del área presenciaran
el matrimonio de Lea (v. 22). Después de consumado el matrimonio Jacob no podía
echarse para atrás. Sin duda se dio cuenta de que Dios lo disciplinaba por sus
ardides.
C. DIVISIÓN (29.31–30.24).
Por lo general, cuando el
matrimonio empieza con el pecado, hay división y desdicha en el hogar.
Al principio ninguna de las dos
esposas le daba hijos, pero era obvio que Jacob quería más a Raquel y que
«menospreciaba» (detestaba, v. 31) a Lea. De modo que Dios honró a Lea dándole
cuatro hijos: Rubén («¡vean, un hijo!»), Simeón («oír»), Leví («unido») y Judá
(«alabanza»). Esto fue en respuesta a las oraciones de Lea (véanse 29.33; 30.6,
17, 22). Raquel no pudo evitar sentir envidia por su hermana y su envidia creó
ira y discordia entre ella y Jacob. En lugar de perder los estribos, Jacob
debía haber orado respecto al problema, como lo hicieron sus padres años antes
(25.19–23). La solución humana fue que Jacob se uniera a Bilha, la cual procreó
a Dan («juicio») y a Neftalí («luchar»).
Lea siguió al darle a Zilpa, quien
procreó a Gad («tropa») y Aser («buena fortuna»). Es obvio que Jacob no tenía
un hogar espiritual: Sus esposas andaban en discordia y lo usaban como
instrumento de sus planes (30.14– 16). Raquel hasta le interesaban los ídolos
(31.19). No leemos que haya habido un altar en su casa y los tristes resultados
no son difíciles de verse. Lea tuvo dos hijos más: Isacar («recompensa, paga»)
y Zabulón («morar»); y Raquel le dio a Jacob su querido José («que Él añada»).
Más adelante daría a luz a Benjamín («hijo de mi mano derecha») y entonces
moriría (35.16–20). Jacob también tuvo varias hijas (30.21; 37.35; 46.7, 15).
Este recuento abarca catorce años
de la vida de Jacob; años de sudor, prueba y aflicción. Dios usó a Labán y las
circunstancias difíciles de la vida para disciplinar a Jacob y prepararlo para
las tareas que se avecinaban.
II. LAS TRETAS DE JACOB RESPECTO
AL GANADO DE LABÁN (30.25–43)
Jacob había servido catorce años y
se dio cuenta de que debía emprenderlas por sí mismo y proveer para su numerosa
familia. Le pidió a Labán que le permitiera irse; sin embargo, el astuto arameo
no estaba dispuesto a perder a su valioso yerno. Jacob había trabajado catorce
años por sus dos esposas; ahora podía trabajar por el ganado que necesitaría
para establecerse por su cuenta. Por supuesto, Labán escondió el perverso
motivo de su plan usando el nombre del Señor (v. 27) y al pedirle a Jacob que escogiera
los términos. «Señálame tu salario, y yo te lo daré». Labán preguntó, pero
Jacob rehusó recibir regalo, porque la última vez que aceptó un «regalo» de
Labán fue engañado (29.19). Jacob le ofreció a Labán trabajar como pastor, si
este le daba los «rechazos» de los rebaños y del ganado.
Las ovejas orientales son blancas
y las cabras castañas o negras. Al aceptar las rayadas, las salpicadas de color
y con manchas, Jacob al parecer le daba a Labán el mejor negocio. Sin duda era
un acto de fe de Jacob.
Pero el tramposo se puso a
trabajar. En lugar de confiar en que Dios supliera su necesidad (véanse 31.9 y
28.15, 20), Jacob usó su propio plan. Es probable que las varas en los
abrevaderos no influyeron en las ovejas; fue Dios el que determinó qué clase de
animal haría concebir a las ovejas y las cabras.
No obstante, Jacob usó «la crianza
selectiva» (vv. 40–43), de modo que sólo el ganado más fuerte concibiera. Por
31.7–8 nos enteramos de que Labán cambió los términos del contrato varias veces
al ver que los ganados de Jacob aumentaban, pero Dios pudo más que Labán y
enriqueció a Jacob.
III. JACOB HUYE DE LA CASA DE
LABÁN (31)
A. LA CONFERENCIA (VV. 1–16).
Tres factores entraron en la
decisión de Jacob para irse: la actitud diferente de Labán; la necesidad de
establecer su hogar; y, sobre todo, la dirección directa del Señor. Dios le
recordó a Jacob su voto hecho en Bet-el. El descarriado ahora tenía que
regresar y cumplir sus promesas al Señor que le había bendecido. Raquel y Lea
estuvieron de acuerdo con irse, pero su decisión se basaba en consideraciones materiales,
no en la voluntad del Señor. Nos preguntamos si las esposas sabían algo
respecto a la experiencia de Jacob en Bet-el hasta ahora.
B. LA PERSECUCIÓN (VV. 17–35).
En lugar de confiar en Dios para
protegerle, Jacob salió huyendo de prisa mientras Labán trasquilaba sus ovejas.
Qué pobre testimonio cuando los creyentes deciden actuar en secreto. Labán ya estaba
a tres días de camino de Jacob (30.36), de modo que lo alcanzó a los siete
días. Dios le advirtió a Labán antes de que siquiera se enfrentara a Jacob, de
modo que no había razón para que Jacob temiera (v. 31; Véanse también Pr 16.7).
Labán «fingió» para parecer
ofendido, cuando quizás se alegraba de librarse del que demostraba ser más
sagaz que él enriqueciéndose. Su verdadera preocupación aparece en el versículo
30: ¡alguien se había robado sus ídolos! El pecado oculto llevó a más pecado,
puesto que Raquel, la ladrona, le mintió a su padre y a su esposo, mientras que
el furibundo Labán registraba todo en la caravana.
C. EL CONFLICTO (VV. 36–42).
Ahora se revela la ira reprimida
durante veinte años y Jacob «le canta las cuarenta» a su suegro.
Labán era un idólatra y Jacob un
descarriado, ¿cómo podía haber algún acuerdo entre ellos? Lo único que redime
el colérico discurso de Jacob es que le dio a Dios la gloria por su éxito (v.
42).
D. EL PACTO (VV. 43–55).
La llamada «bendición de Mizpa»
que se halla en muchos himnarios [en inglés] no es totalmente bíblica. Estos
dos hombres no confiaban el uno del otro, de modo que levantaron un monumento
para recordarles que Dios estaba vigilando. En lugar de atestiguar de su
amistad (como afirma la «bendición de Mizpa»), estas piedras testificaban de su
mutua desconfianza. ¡Nótese en el versículo 47 que los dos hombres ni siquiera
hablaban el mismo idioma! (Ambos nombres significan «majano del testimonio» o «majano
de testigo».) Es muy triste cuando los miembros de una familia no pueden
confiar los unos en los otros. Cuánto mejor hubiera sido que se perdonaran
entre sí y entregaran todo el asunto a Dios. El versículo 52 indica que el
majano que Labán erigió marcaba también la frontera que Jacob no debía atreverse
a pasar.
Los veinte años de servidumbre de
Jacob habían concluido, pero todavía necesitaba volver a Bet-el y arreglar
cuentas con Dios.
32–36
Estos capítulos anotan varias
experiencias cruciales en la vida de Jacob mientras se dirigía de la casa de Labán
a Bet-el. Nos dan tres cuadros vívidos de este hombre que nos ilustra el
conflicto entre la carne y el Espíritu, la vida vieja y la nueva.
I. JACOB EL LUCHADOR (32)
Esaú venía y Jacob estaba a punto
de enfrentarse a su pasado olvidado. ¿Le perdonaría Esaú o lucharía contra él?
¿Perdería Jacob todo lo que se las había arreglado para adquirir? Qué trágico
es cuando el pasado alcanza a los pecadores. La geografía no podía borrar el
pasado de Jacob, ni veinte años de historia podían cambiarlo. Pero antes de que
Jacob se encontrara con Esaú, tuvo otros tres encuentros:
A. SE ENCONTRÓ CON ÁNGELES DE DIOS (VV. 1–20).
Vio primero estos ángeles en
Bet-el (cap. 28) y deben haberle recordado a Jacob que Dios estaba en control.
Le llamó al lugar «los dos campamentos» (el suyo y el campamento o ejército de
ángeles), pero falló en cuanto a poner su fe en el Dios que años antes prometió
protegerle. Los creyentes de hoy tal vez claman Hebreos 1.14 y Salmo 91.11–13
al andar en la voluntad de Dios. Es triste, ¡pero Jacob empezó a confiar en sí
mismo y en sus estratagemas de nuevo! Trató de aplacar a Esaú con regalos. Dividió
su gente en dos grupos (v. 7) e ignoró el ejército protector de ángeles.
Entonces, después de dar estos pasos de confianza carnal, ¡le pidió ayuda a
Dios! ¿Se olvidó de cómo Dios le protegió de Labán? (31.24)
B. SE ENCONTRÓ CON EL SEÑOR (VV. 21–26).
Al encontrarnos a solas con Dios
es cuando las buenas cosas empiezan a ocurrir. Cristo vino para luchar con
Jacob y la lucha duró toda la noche. Téngase presente que Jacob no luchaba para
conseguir una bendición de Dios; más bien se defendía y rehusaba rendirse. El
Señor quería quebrantar a Jacob y traerle al lugar donde sinceramente podría
decir: «No yo, más Cristo» (Gl 2.20). Toda la noche Jacob se defendió y rehusó
rendirse ni aun admitió que había pecado. ¡Entonces Dios debilitó a Jacob y el luchador
sólo pudo aferrarse! Ahora, en lugar de un ardid para conseguir una bendición o
regatear una bendición, le pidió a Dios la bendición… y la recibió.
C. SE ENCONTRÓ A SÍ MISMO (VV. 27–32).
No nos vemos verdaderamente hasta
que primero veamos al Señor. «¿Cuál es tu nombre?» (v. 27), fue la pregunta que
obligó a Jacob a confesar su propio yo: «Jacob, el engañador». Una vez que se enfrentó
a sí mismo y confesó su pecado, Jacob pudo ser cambiado. Dios le dio un nuevo
nombre: «Israel, príncipe con Dios» o «hombre gobernado por Dios». La manera de
tener poder con Dios es que Él nos quebrante. Dios también le dio un nuevo
comienzo y un nuevo poder al empezar a «andar en el Espíritu» y no en la carne.
Esto se ilustró con un nuevo andar, porque Jacob cojeaba. Dios lo quebrantó, pero
su cojera era una señal de poder y no de debilidad. El versículo 31 indica la
aurora de un nuevo día, puesto que el sol salió y Jacob cojeó al ir al
encuentro con Esaú, ¡con la ayuda de Dios!
II. JACOB EL REINCIDENTE (33–34)
Hubiera sido maravilloso que Jacob
viviera a la altura de su nuevo nombre y su nueva posición con Dios, pero no
fue así. El capítulo empieza con «Jacob» el viejo nombre, no «Israel» el nuevo,
y le vemos «alzando sus ojos», andando por vista, no por fe. Veamos lo que
Jacob perdió porque no reclamó sus privilegios espirituales:
A. SU COJERA (33.3).
Se postró ante Esaú en lugar de
caminar (cojeando) y enfrentarle hombre a hombre. ¡Es siempre trágico cuando un
«príncipe con Dios» se amilana ante un hombre del mundo! Mejor cojear por fe
que postrarse en autoconfianza.
B. SU PODER (33.1–2,8–11).
Vemos a Jacob urdiendo
estratagemas de nuevo, regateando con el enemigo. ¿No le garantizó Dios su
poder? ¿No le prometió hacerle salir adelante?
C. SU TESTIMONIO (33.12–17).
Jacob mintió a Esaú acerca de sus
rebaños y viajó en dirección opuesta. Los dos nunca más volvieron a encontrarse
hasta que sepultaron a su padre (35.29). Sin duda en esa reunión Esaú le preguntó
a Jacob lo que le ocurrió después que se separaron.
D. SU TIENDA (33.17).
Jacob construyó una casa y se
estableció en sucot.
E. SU VISIÓN (33.19).
Se mudó de nuevo y levantó su
tienda hacia la ciudad de Siquem, no muy diferente de Lot (13.12). Perdió la
visión de la ciudad de Dios (Heb 11.13–16).
F. SU HIJA (34).
Como Lot, Jacob puso a su familia
en el lugar de la tentación y, cuando su hija inspeccionó la ciudad, la
violaron. Triste como suena, los hijos de Jacob eran mentirosos como su padre.
Es más, usaron el sagrado rito de la circuncisión para lograr su treta malvada.
Los versículos 30–31 sugieren que Jacob estaba egoístamente más preocupado por
su seguridad y bienestar que por los pecados de su familia.
¿Cuándo empezó todo esto? Cuando
Jacob no vivió de acuerdo a su nueva posición con Dios. ¿Por qué hoy los
cristianos del NT hacen tretas, pecan y fallan? Porque no viven de acuerdo a su
posición celestial en Cristo (Ef 4.1).
III. JACOB EL
VIAJERO (35–36)
Nótese cuán a menudo Jacob «salió»
en estos capítulos (35.5, 16, 21). Dios le había llamado a que volviera «a
Bet-el» (v. 1), de nuevo al lugar de la visión y del voto. Cuando una persona
reincide (como Jacob), no hay nada que hacer sino regresar al lugar de la
dedicación y renovación de sus votos. Antes de poder llevar a su gente de nuevo
al altar, sin embargo, Jacob tenía que «limpiar su casa», los dioses ajenos y
enterrar las joyas asociadas con la adoración pagana.
El único lugar para el pecado es
la tumba. Es más, hay cuatro tumbas en este capítulo: la tumba de los ídolos
(v. 4), la tumba de Débora (v. 8), el sepulcro de Raquel (v. 19) y la tumba de
Isaac (v. 29). Jacob regresó a Bet-el y edificó un altar. Dios le encontró en
una nueva manera y le recordó su nuevo nombre, Israel. Dios reafirmó las
promesas que le dio a Abraham y a Isaac, y Jacob respondió levantando un nuevo
monumento y ungiéndolo como lo había hecho años antes. Un creyente que reincide
no necesita una nueva experiencia para arreglar cuentas con Dios. Sólo necesita
reafirmar la vieja experiencia de una nueva manera.
Qué extraño que Raquel muriera
poco después que Jacob fue restaurado a la comunión con Dios.
Las grandes experiencias
espirituales no son un seguro contra las aflicciones y pruebas de la vida. Y
sin duda Jacob estaba más capacitado para soportar su aflicción ahora que antes
de construir ese altar.
Todo lo que Jacob perdió lo
recuperó debido a que encontró a Dios en el altar.
No sólo hay tristezas en la
familia del creyente consagrado, sino también pecados (v. 22). Rubén nació en
medio de grandes expectaciones (29.32) y Jacob dijo años más tarde que Rubén
podría haber logrado mucho (49.3). Pero Rubén era inconstante; le faltaba
carácter piadoso (49.4); y, por consiguiente, perdió la primogenitura que le
pertenecía (1 Cr 5.1–2) y tuvo que dársela a Judá y a José.
El pecado jamás trae bendición;
siempre es costoso.
El acto final de este viaje fue
que Jacob y Esaú sepultaron a su padre. Jacob había planeado ver de nuevo a su
madre, pero ella murió antes de que él regresara a su hogar. El capítulo 36 nos
cuenta la historia de Esaú, porque Dios en efecto le hizo una nación poderosa.
Desafortunadamente los edomitas fueron enemigos del pueblo de Dios durante
siglos.
37–40
Empezamos ahora el estudio de una
de las más emocionantes biografías de la Biblia, la de José y sus hermanos. La
historia entera ilustra la soberanía de Dios y su cuidado providencial sobre
los suyos. Aun cuando José tuvo sus faltas, aún se yergue como un gigante espiritual
en su familia.
I. JOSÉ EL HIJO FAVORITO (37)
A. EL AMOR DE JACOB (VV. 1–4).
Puesto que Raquel era la esposa
favorita de Jacob y José su primogénito (30.22–24), es fácil ver por qué Jacob
le favoreció en su ancianidad. Esta clase de parcialidad en un hogar está
destinada a causar problemas. José tenía diecisiete años cuando ayudaba con las
ovejas, pero pronto Jacob le quitó ese deber y le hizo «supervisor» al darle
«una túnica multicolor». ¡Jacob quería hacer a José jefe antes de que hubiera
realmente aprendido a ser siervo! El resultado: los hermanos de José le
aborrecían (v. 4) y le envidiaban (v. 11).
B. LOS SUEÑOS DE JOSÉ (VV. 5–11).
No hay duda que estos sueños
vinieron de Dios; y es cierto que la seguridad de que un día regiría ayudó a
José a mantenerse fiel durante esos muchos años de prueba en Egipto. Nótese que
el primer sueño tiene un escenario terrenal, mientras que el segundo se
desarrolla en el cielo. Esto sugiere los hijos terrenales de Abraham (los
judíos) y su descendencia celestial (la Iglesia). Llegó el día en que los hermanos
de José se inclinaron ante él. Véanse también 42.6; 43.26; y 44.14.
C. EL ARDID DE JUDÁ (VV. 12–28).
No se nos dice cuál de los
hermanos fue el primero en sugerir que se deshicieran de José. Quizás fue
Simeón, quien estaba resentido por la intrusión de José en los derechos del
primogénito (los cuales al final se le quitarían a Rubén, 49.3–4). Sabemos por
el capítulo 34 que Simeón era astuto y cruel, y en 42.24 José fue más bien
riguroso con Simeón. En cualquier caso, los hermanos estaban de nuevo en la región
de Siquem (donde antes se metieron en problemas, cap. 34) y tramaron matar a
José. Es un mérito para Rubén que trató de librar la vida de José, aun cuando
usó el método errado para lograr una obra noble. Dios anuló el odio de los
hombres y José fue vendido como esclavo en vez de ser asesinado a sangre fría.
D. LA AFLICCIÓN DE JACOB (VV. 29–36).
Años antes Jacob había matado un
cabrito para engañar a su padre (27.9) y ahora sus hijos lo engañan de la misma
manera. Cosechamos lo que sembramos. Jacob pasó los siguientes veinte años en tristeza,
creyendo que José estaba muerto. Pensó que todo estaba en su contra (Gn 42.36),
cuando en realidad todo obraba para su bien (Ro 8.28). Dios envió a José de
antemano para preparar el camino para la preservación de Israel como nación.
II. JOSÉ EL MAYORDOMO FIEL
(38–39)
El capítulo 38 presenta un cuadro
sórdido, mostrando a Judá sucumbiendo a los deseos de la carne.
Es un contraste completo con la
pureza de José (39.7–13). Judá estaba dispuesto a vender a su hermano como
esclavo y, sin embargo, él mismo era un «esclavo del pecado» (Jn 8.34). Incluso
allí, «cuando el pecado abunda, la gracia sobreabunda» (Ro 5.20), porque vemos
que Tamar se incluye en el linaje humano de Cristo (Mt 1.3). Nótese que Judá
fue más riguroso con los demás que consigo mismo (v. 24). Como David, ¡quería
juzgar al «pecador» hasta que descubrió que él era el pecador!
Jacob trató de escudar a José de
las responsabilidades del trabajo, pero Dios sabía que José nunca podría ser un
gobernante si antes no era un siervo (Mt 25.21). Dios usó tres disciplinas en
la vida de José para prepararlo para ser el segundo al mando en Egipto:
A. LA
DISCIPLINA DEL SERVICIO (39.1–6).
José cambió su «túnica multicolor»
por el delantal del criado, y Dios le obligó a aprender a trabajar.
De esta manera, aprendió la
humildad (1 P 5.5–6) y la importancia de obedecer órdenes. Debido a que José
fue fiel en lo poco, Dios le promovió a cosas mayores. Véanse Proverbios 22.29 y
12.24.
B. LA DISCIPLINA DEL DOMINIO PROPIO (39.7–18).
La madre de José era una mujer
hermosa y sin duda el hijo heredó sus rasgos (29.17). Las mujeres egipcias eran
conocidas por su infidelidad, pero José no cedió. Dios estaba probándolo,
porque si José no podía auto-controlarse como siervo, nunca podría controlar a
otros como gobernante. Pudiera haber aducido: «¡Nadie lo va a saber!» o «¡Todo
el mundo lo hace!» Pero, en lugar de eso, vivía para agradar a Dios y se cuidó
de no proveer para la carne (Ro 13.14). «¡Huye de las pasiones juveniles!»,
amonestó Pablo (2 Ti 2.22), y esto fue exactamente lo que José hizo. Como
dijera el predicador puritano: José perdió su túnica pero conservó su carácter.
Demasiadas personas han fallado en esta disciplina y Dios ha tenido que
echarlas a un lado (1 Co 9.24–27; Pr 16.32; 25.28).
C. LA DISCIPLINA DEL SUFRIMIENTO (39.19–23).
No sólo José controló sus
apetitos, sino también logró controlar su lengua; porque no discutió con los
oficiales ni expuso la mentira que la esposa de Potifar esparcía acerca de él.
El control de la lengua es una señal de madurez espiritual (Stg 3). Es probable
que Potifar era el capitán de la guardia a cargo de los prisioneros; incluso
tal vez era el principal verdugo. En cualquier caso, cuidó que a José lo pusieran
en la prisión del rey (v. 20), y la fidelidad y devoción de José le ganó el
favor de los oficiales.
La clave de su éxito fue que
«Jehová estaba con José» (39.2, 5, 21). Al menos dos años tuvo que sufrir José
como prisionero o quizás más tiempo. El Salmo 105.17–20 explica que este
sufrimiento puso «hierro» en su alma. Contribuyó a hacerle hombre. La gente que
evade el sufrimiento tiene dificultades para desarrollar el carácter. Sin duda
José aprendió la paciencia de sus sufrimientos (Stg 1.1–5) tanto como una fe
más profunda en la Palabra de Dios (Heb 6.12). Este sufrimiento no era nada
agradable, pero necesario y un día se convirtió en gloria.
III. JOSÉ EL SIERVO OLVIDADO (40)
José era ahora un criado en la
prisión real (41.12), fielmente cumpliendo con su trabajo y esperando el día
cuando sus sueños proféticos se hicieran realidad. Un día se añadieron dos
nuevos presos: el copero de Faraón y el jefe de sus panaderos. No se indica
cuáles fueron sus crímenes; a lo mejor fue alguna minucia que enfadó a Faraón.
Por amor a José, sin embargo, sabemos que Dios arregló dicho arresto. José fue
tratado injustamente, pero sabía que un día Dios cumpliría su Palabra.
Nótese la humildad de José al
interpretar los dos sueños (v. 8). Le dio toda la gloria al Señor. «Humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte cuando fuere tiempo»
(1 P 5.6).
Los dos presos estaban encadenados
debido a algo que hicieron, en tanto que José era inocente. Su interpretación
de los sueños se hizo realidad: el copero fue restaurado y el panadero
ahorcado. ¡Y José seguía en la prisión! Nos preguntamos por qué otros
experimentan las bendiciones que nosotros necesitamos con desesperación; y sin
embargo Dios tiene su plan y su tiempo.
Hay un indicio de desilusión e
incredulidad en la petición de José en el versículo 14. ¿Estaba José apoyándose
en el brazo de la carne? Si es así, el brazo de la carne le falló, porque el
copero de olvidó por completo de José por los dos años siguientes. Esta fue una
buena lección para José de manera que nunca confiara en los hombres. Dios al
final iba a usar la mala memoria del mayordomo para librar a José, pero el
tiempo oportuno aún no había llegado. El copero se olvidó de José, ¡pero Dios
no se olvidó de él! José tenía diecisiete años cuando llegó a Egipto y treinta
cuando salió de la prisión (41.46). Esto quiere decir que pasó trece años como
criado y prisionero, años de disciplina y preparación para su ministerio de
toda una vida como el segundo al mando en Egipto. Dios nos prepara para lo que
Él prepara para nosotros, si tan solo nos rendimos a Él.
De muchas maneras José es un
cuadro de nuestro Señor Jesucristo, incluso cuando en ninguna parte del NT se
le llama de manera específica un tipo de Cristo. José era un hijo amado que fue
odiado y rechazado por sus hermanos. Le vendieron como esclavo y entonces un
día lo encontraron como rey sobre ellos. José tuvo que sufrir antes de entrar
en su gloria. Venció la tentación y sin embargo lo arrestaron y trataron
injustamente. José fue un siervo fiel que ministró a otros. Con el tiempo fue exaltado
al trono y responsable de salvar a las naciones. Sus hermanos no lo
reconocieron la primera vez, pero él se les reveló la segunda vez que vinieron
a Egipto. Así será con Israel: no conocieron a Cristo cuando vino la primera
vez, pero le verán cuando venga otra vez y se postrarán ante Él.
41–45
Esta sección muestra cómo José de
prisionero pasa al puesto de segundo al mando en la tierra. Se le dio un nuevo
nombre: «El revelador de secretos» (41.45). Nótese los tres secretos que José
reveló.
I. EL SECRETO DE LOS SUEÑOS DE
FARAÓN (41)
José esperaba que el copero se
acordara de él e intercediera por él (40.13–15), pero el hombre no se acordó de
José sino el día cuando Faraón quedó perturbado porque no podía hallar el
significado a sus extraños sueños. Los caminos de Dios son incomprensibles,
pero el tiempo de Dios para actuar nunca es demasiado temprano ni demasiado
tarde. Nótese la humildad de José al estar ante el monarca más poderoso de la
tierra: «Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón» (v. 16). Explicó el
sueño: habría siete años de abundancia seguidos de siete años de hambruna.
Luego dio un consejo sabio: nombrar un hombre sabio para administrar la
provisión de alimentos. Dios dirigió a Faraón para que nombrara a José, ¡y así
ahora fue exaltado al trono! Véanse también 1 Pedro 5.6.
El matrimonio de José con una
esposa gentil es un tipo del matrimonio de Cristo a la Iglesia durante esta
edad cuando sus hermanos según la carne le han rechazado. «Manasés» significa
«olvidar» y sugiere que la nueva posición de José en la voluntad de Dios había
hecho que olvidara las pruebas del pasado; y «Efraín» significa «doblemente
fructífero», sugiriendo que todas sus pruebas habían, al final, conducido al
fruto y a la bendición. Como el grano de trigo, José «murió» para no quedar
solo (Jn 12.23–26). Dios cumplió su Palabra a José y las predicciones de José
fueron realidad. La Palabra del Señor permanece cuando la sabiduría del hombre
falla (41.8).
Sin embargo, todo esto no era sino
parte de un plan mayor, un plan para preservar a Israel y preparar el camino
para el nacimiento de Cristo.
II. EL SECRETO DE LOS CORAZONES
DE SUS HERMANOS (42–44)
El plan ahora estaba en marcha,
porque Jacob oyó que había grano en Egipto y envió a sus hijos a conseguir
alimento. Considérense sus dos visitas a Egipto.
A. LA PRIMERA VISITA (V. 42).
Diez de los hijos fueron a Egipto
y José los reconoció a pesar de que ellos no lo notaron. Sin duda su apariencia
había cambiado en veinte años y su idioma y vestido egipcio los habría llevado
a pensar que era nativo. Nótese que los diez hombres se postraron (42.6), pero
que los sueños de José predijeron que once se inclinarían (37.9–10). Esto
explica cómo José sabía que los hombres regresarían con su hermano, Benjamín.
¿Por qué José fue tan riguroso con
sus hermanos? ¿Y por qué esperó tanto para darse a conocer? Debido a que quería
asegurarse de que se habían arrepentido de sus pecados. Excusar a quienes no están
sinceramente arrepentidos es hacerles más pecadores (Véanse Lc 17.3–4). ¿Cómo
trató José a sus hermanos? Les habló con dureza y les acusó de espías (vv.
7–14); los encerró durante tres días (v. 17); y luego retuvo a Simeón como
rehén y le encadenó ante sus ojos (vv. 18–24). Para coronarlo todo les devolvió
su dinero (vv. 25–28).
Este riguroso tratamiento tuvo el
resultado esperado, porque los hombres confesaron: «¡Somos culpables!» Véanse
los versículos 21–23. Esta declaración le indicó a José que sus corazones se
estaban ablandando. Su informe a Jacob de regreso a casa y el descubrimiento
del dinero en sus sacos sólo complicó su problema. ¿Qué hacer? Si se quedaban
en casa, serían ladrones, pero si regresaban a Egipto tenían que correr el
riesgo de llevar con ellos a Benjamín. Nos preguntamos si el versículo 36
indica que Jacob sabía lo que le habían hecho a José años antes.
B. LA SEGUNDA VISITA (CAPS. 43–44).
Dios hizo que la familia de Jacob
sintiera de nuevo el hambre y, como el hijo pródigo de Lucas 15, estos hombres
tenían que regresar o morirse de hambre. Vemos aquí otras indicaciones de su
cambio de corazón: La disposición de Judá de ser el garante, de cargar con la
culpa del joven Benjamín; su disposición de devolver el dinero; y su confesión
de la verdad al mayordomo de José (43.19–22). Sin embargo, cometieron algunos
errores también: llevar un regalo para José y confesar sus pecados al sirviente
en lugar de a José directamente. No podemos dejar de ver en todo este episodio
la manera en que Dios trata con el pecador perdido.
Dios controla las circunstancias
para volver en sí al pecador y al final de sí mismo. Pero, triste como suena,
demasiados pecadores convictos tratan de ganarse la salvación ofreciendo un
presente, o confesando a un siervo humano, o haciendo algún gran sacrificio (como
Judá lo hizo cuando ofreció su vida en garantía por Benjamín). La única manera
en que José podía excusar sus pecados era recibiendo una sincera confesión y
arrepentimiento.
José usó dos estratagemas para
llevarlos al lugar de la confesión: la fiesta de alegría (43.26–34; nótese en
los versículos 26 y 28 que los once hombres se inclinaron ante él) y el
descubrimiento de la copa en el saco de Benjamín. De nuevo en 44.14 los once
hombres se postraron ante José en verdadera contrición. «Dios ha hallado la
maldad de tus siervos», confesaron (44.16). No podemos sino admirar el discurso
de Judá en 44.18–34, no sólo por su humildad y confesión, sino también por el
amor que muestra hacia su padre y su hermano menor. Estaba listo para ser el
garante, para cargar con la culpa, incluso si le costaba la vida.
Qué hermosa lección espiritual
tenemos aquí. Judá pensó que José en realidad estaba muerto (44.20) y, por
consiguiente, que él mismo era culpable de homicidio. ¡Lo que no se percataba
era que José estaba vivo y era su salvador! El pecador perdido está ante el
tribunal de Dios y confiesa su culpa, pensando que su confesión es ira segura.
Pero Jesucristo vive y por eso puede salvar al máximo. Cristo no espera que
seamos garantes por nuestros pecados, ni por los pecados de otro, porque Él
mismo es nuestro fiador ante Dios (Heb 7.22). Mientras Cristo viva, Dios jamás
nos condenará. ¡Y Cristo vivirá para siempre!
No fue su confesión de culpa, sus
sacrificios y sus regalos lo que les dio salvación a los hermanos.
Fue el perdón de gracia de José,
perdón comprado por sus sufrimientos por amor a ellos. ¡Qué cuadro de
Jesucristo!
46–50
Estos capítulos abarcan los
últimos días de Jacob. Le vemos realizando varios actos por última vez. Es un
sobrio recordatorio de que un día cada uno de nosotros enfrentará el fin.
I. EL ÚLTIMO VIAJE DE JACOB
(46–47)
Por fe Jacob salió de Hebrón y se
dirigió a Egipto, y Dios honró su fe al revelársele de nuevo y renovar sus
promesas (46.2–4). Jacob sin duda recordó que Abraham había pecado al irse a
Egipto (12.10) y que a Isaac se le había prohibido que fuera allá (26.2), de
modo que la Palabra de Dios le da de nuevo la seguridad. En lugar de ser un
lugar de derrota, Egipto sería un lugar de bendición, porque la nación crecería
a pesar del sufrimiento. La familia entera fue con Jacob: los treinta y tres descendientes
de Lea (vv. 8–15); los dieciséis de Zilpa (vv. 16–18); los catorce de Raquel
(vv. 19–22); y los siete de Bilha (vv. 23–25). En realidad sesenta y seis
viajaron con Jacob, y cuando añadimos a Jacob y a José y a los dos hijos de
este (v. 27), tenemos un total de setenta. Véanse Éxodo 1.5.
En Hechos 7.14 se dice que fueron
setenta y cinco en la familia, pero esto quizás incluyó a los cinco hijos de
Efraín y Manasés mencionados en 1 Crónicas 7.14. Nótese que Judá era ahora el
de confianza, porque Jacob lo envió delante como líder. Mientras tanto José
estaba preparando el camino ante Faraón, hallando lugares para que vivieran y
ocupaciones para que trabajaran mientras estaban en la tierra. Puesto que
Egipto es un cuadro del sistema mundial, no es de extrañarse que los pastores
eran abominación para los no salvos. Nuestro Señor es el Buen Pastor, ¡y el
mundo no quiere tener nada que ver con Él!
Jacob se presentó al Faraón, testificó
de la bondad de Dios durante su larga vida y después lo bendijo. La única
bendición que este mundo tiene viene de Dios mediante su pueblo, Israel (Jn
4.22).
En Génesis 47.13 se describe la
manera en que José manejaba los asuntos de Egipto, dándonos una ilustración de
dedicación: las personas le entregaron su dinero, sus tierras, sus posesiones y
sus cuerpos (Ro 12.1–2). Debemos dar todo lo nuestro a Cristo que nos ha
salvado y nos cuida diariamente.
II. LA ÚLTIMA BENDICIÓN DE JACOB
(48)
Jacob pasó los últimos 17 de sus
147 años con José en Egipto, de modo que tuvo a su hijo favorito durante los
primeros 17 años de la vida de José y luego los últimos 17 años de su vida.
Sabiendo que estaba a punto de morir, el anciano patriarca llamó a José junto a
su cama (47.31) para bendecir a sus dos hijos. Véanse Hebreos 11.21.
Los dos muchachos debían tener
poco más de 20 años (véanse 41.50 y 47.28). Jacob reclamó a los muchachos como
suyos, comparándolos en status con sus primeros hijos, Rubén y Simeón. (Veremos
en 49.5–7 que Simeón y Leví desaparecerían como tribus separadas, de modo que
Efraín y Manasés ocuparan sus lugares.) Sabiendo que Manasés era el
primogénito, José puso al muchacho a la derecha de Jacob y a Efraín a la
izquierda, pero Jacob cruzó sus brazos y le dio la bendición de la
primogenitura a Efraín. Esto desagradó a José, pero Dios guiaba a Jacob, porque
iba a darle una mayor bendición a Efraín. Este es otro ejemplo del divino
principio de echar a un lado el primero para establecer al segundo (Heb 10.9).
Vemos esto antes en Set y Caín,
Isaac e Ismael, y Jacob y Esaú. El hecho de que Jacob cruzara sus manos trae la
cruz al cuadro. Es mediante la cruz que Dios crucificó la vieja naturaleza y
ahora echa a un lado lo natural para establecer lo espiritual. Cuando usted nace
de nuevo, Dios reordena su «orden de nacimiento» espiritual.
Jacob también bendijo a José en el
nombre del Dios que le había «pastoreado» todos sus años y le dio a una parte
especial de tierra (v. 22, Véanse Jn 4.5). Esto fue un anticipo de toda la
heredad que iba a recibir.
III. EL ÚLTIMO MENSAJE DE JACOB
(49)
Este es un capítulo difícil y no
podemos entrar en detalles. En este mensaje final Jacob le revela a sus hijos
su carácter y predijo su historia. Rubén era el primogénito y debía haber
heredado poder y gloria, pero debido a su pecado perdió la bendición de su
nacimiento (Gn 35.22; 1 Cr 5.1–2). Simeón y Leví eran hijos de Lea, y ambos
eran crueles y egoístas como se ve en el crimen de asesinar a los hombres de
Siquem (Gn 34). Más tarde la tribu de Judá absorbe a los descendientes de
Simeón (Jos 19.1) y Leví viene a ser la tribu sacerdotal (¡qué gracia!) no
teniendo heredad en sí misma. La declinación numérica de Simeón se ve al
comparar Números 1.23 (59.300) con Números 26.14 (22.200).
A Judá se le identifica con el
león, la bestia real; porque de Judá vendría el legislador (Cristo), como
también los reyes piadosos de Israel. Jesús es el León de la tribu de Judá (Ap
5.5). El versículo 10 predice que Silo («el que da descanso», Cristo) no
vendría sino hasta que Judá haya perdido su reino y sin duda esto se cumplió
cuando Jesús nació. Los versículos 11–12 prometen grandes bendiciones materiales
a Judá. Zabulón se extendería desde el mar de Galilea hasta el Mediterráneo, de
aquí su conexión con las naves. A Isacar se le pinta como un siervo humilde
para otros, dispuesto a llevar sus cargas para que pudieran disfrutar de
descanso, antes que resistir y tener libertad. A Dan se le relaciona con la
serpiente y el engaño. No sorprende que la idolatría en Israel empezara con
Dan. Gad significa «una tropa» (30.11) y se le enlaza con la guerra; a Aser con
riquezas, en especial la clase que agradaría a un rey. A Neftalí se le compara
con un venado dejado libre y se le promete que sabrá cómo usar lenguaje
poderoso; Véanse la victoria y el canto de Barac y Débora en Jueces 4–5 (nótese
4.6).
La bendición a José es la más
larga. Es rama fructífera, atacado por sus hermanos, pero al final victorioso.
Jacob da a José una variedad de bendiciones, materiales y espirituales, y le
asegura la victoria final a través del Dios de Israel. José es príncipe «entre
sus hermanos» (final del versículo 26).
A Benjamín se le compara con un
lobo que captura la presa que persigue y luego disfruta de ella por la noche.
El rey Saúl vino de esta tribu y fue un conquistador; Saulo de Tarso, que llegó
a ser el apóstol Pablo, también vino de Benjamín.
Es difícil recalcar todos los
detalles de esta sorprendente profecía. La historia ha demostrado que las
palabras de Jacob se hicieron realidad. Por cierto que hay una lección aquí en
cuanto a la responsabilidad personal, porque algunas de las tribus perdieron su
bendición debido a los pecados de sus fundadores. José sufrió más durante su
vida temprana y, sin embargo, recibió la mayor de las bendiciones.
IV. LA ÚLTIMA PETICIÓN DE JACOB
(50)
En 49.29–33 el anciano pidió que
lo sepultaran con su familia en la cueva de Macpela. Abraham, Sara, Isaac,
Rebeca y Lea ya estaban sepultados allí, y el cuerpo de Jacob sería el
siguiente. Cuando Jacob murió, sus hijos lo lloraron y le dieron una sepultura
honorable. Al parecer, toda la tierra lamentó setenta días su muerte y durante
cuarenta de esos días, los embalsamadores prepararon su cuerpo. Este es el
primer caso de un cuerpo embalsamado y de un funeral complejo en la Biblia.
¿Por qué Jacob (y luego José, 50.24–26) querían ser sepultados en Canaán? Esta
era la tierra que Dios le dio; no pertenecía a este mundo (Egipto). Tal vez
tenemos aquí también una lección espiritual; no sólo el espíritu del creyente
va al cielo cuando muere, sino que el cuerpo también será llevado fuera de este
mundo en la resurrección.
Es desafortunado que los hermanos
de José no le creyeran cuando les dijo años antes que les había perdonado. Es
más, su incredulidad y temor le hicieron llorar. Ellos ilustran a los
cristianos débiles de hoy que no pueden aceptar la Palabra de Dios y, por
consiguiente, viven en temor y duda. «¡No temáis!» es lo que nos dice Cristo
así como José lo dijo a sus hermanos. En su ceguera quería obrar por su perdón
(«Henos aquí por siervos tuyos», v. 18), pero él les dio perdón completo
mediante la gracia.
Génesis empieza con un jardín y
termina con un ataúd. ¡Qué comentario de los resultados del pecado en el mundo!
Pero la Biblia termina con la descripción de una hermosa «ciudad jardín» (Ap
21– 22), el hogar de todos los que depositan su confianza en Jesucristo.