NEHEMÍAS (heb., nehemyah, Jehovah ha consolado).
El libro de Nehemías cierra la historia del período bíblico.
Estrechamente relacionado con el libro de Esdras, según el concepto judío
antiguo, formaban una unidad. Presenta la historia y las reformas de Nehemías
el gobernador desde el año 444 hasta aprox. el año 420 a. de J.C.
La gran tarea que pesaba sobre Nehemías, de
reconstruir el muro de Jerusalén, dependía de la obtención del permiso del rey.
Con anterioridad, Esdras había regresado a Jerusalén, pero había sido estorbado
en su trabajo por decretos reales adversos obtenidos por sus enemigos. En la
providencia de Dios, Nehemías obtuvo el restablecimiento del favor real. La
tarea en sí de la construcción del muro fue entregada por sectores a los
diferentes líderes. Aunque Nehemías encontró oposición por parte de Sanbalat,
el muro fue completado con éxito.
La reforma de Nehemías comprendió la enseñanza de la
ley de Moisés por parte de Esdras y otros en la fiesta de los tabernáculos
(ordenada en Deuteronomio 31:10). Esto llevó a la gran oración de confesión que
encontramos en el cap. 9. Se selló solemnemente un pacto de caminar en la ley del
Señor tal como les fuera dada por Moisés (Deuteronomio 10:29).
Regresó
con el tercer grupo de exiliados y ayudó a reconstruir los muros de Jerusalén.
Después de que Esdras leyera públicamente la ley (el Pentateuco), el pueblo
confesó su desobediencia a Dios y prometió obedecerle en el futuro. Estos son
los últimos sucesos históricos que registra el AT.
La historia del
Antiguo Testamento se cierra con el libro de Nehemías en el cual se registran
las obras de su corazón en la administración de los asuntos públicos, con
muchas reflexiones devotas.
Regresó
con el tercer grupo de exiliados y ayudó a reconstruir los muros de Jerusalén.
Después de que Esdras leyera públicamente la ley (el Pentateuco), el pueblo
confesó su desobediencia a Dios y prometió obedecerle en el futuro. Estos son
los últimos sucesos históricos que registra el AT.
La historia del
Antiguo Testamento se cierra con el libro de Nehemías en el cual se registran
las obras de su corazón en la administración de los asuntos públicos, con
muchas reflexiones devotas.
AUTOR Y FECHA
Al aparecer originalmente en hebreo,
Nehemías estaba conectado con los dos libros de Crónicas y Esdras. Todo era un
solo libro (Libro De Crónicas, Libros De Esdras-Nehemías,). Su propósito era
mostrar cómo la bendición de Dios sostuvo al su pueblo al regresar de la
cautividad. La mayoría de los eruditos conservadores, sin embargo, creen que
Nehemías escribió algo del material que aparece en el libro que lleva su
nombre. Es la única explicación lógica a los capítulos 1–7 y 11–13, que están
escritos en primera persona como un informe de Nehemías.
Pero Esdras pudo bien haber tomado esto
del diario personal de Nehemías.
Nehemías debe figurar en la lista de
los grandes reformadores sociales. Al darse cuenta de las injusticias cometidas
por los explotadores de los pobres, se enojó en gran manera (Neh 5.6) y
reprendió severamente a los ricos. Convocó una asamblea (5.7) e hizo devolver a
sus legítimos dueños las posesiones mal adquiridas (5.11, 12).
En todo esto, Nehemías actuó sin
violencia y procuró convencer a unos y a otros por medio de explicaciones
claras y súplicas sinceras (5.11). Además, fue un hombre sumamente
desinteresado; renunció al salario que le correspondía como gobernante y jefe
(5.14). Con frecuencia suspendía sus labores para dedicarse a la oración (1.5–11;
2.4; 4.4, 9, etc.).
En cuanto a la fecha en que se
escribió, lo más probable es que fuera alrededor del año 445 a.C.
NOMBRE
QUE LE DA A JESÚS: Neh. 1: 5: Dios Que Guarda El Pacto.
BOSQUEJO SUGERIDO DE
NEHEMÍAS
I. Reparación
de las murallas (1–6)
A. Preparación
(1–2)
1. Un líder
interesado (1)
2. Un rey
cooperador (2.1–8)
3. Un pueblo
desafiado (2.9–20)
B. Cooperación:
el pueblo trabaja (3)
C. Oposición
(4.1–6.19)
1. Ridículo
(4.1–6)
2. Fuerza
(4.7–9)
3. Desaliento
(4.10)
4. Temor
(4.11–23)
5. Egoísmo (5)
6. Engaño
(6.1–4)
7. Calumnia
(6.5–9)
8. Amenazas
(6.10–19)
II. Avivamiento
del pueblo (7–13)
A. Se registra
a los ciudadanos (7)
B. Se proclama
la Palabra de Dios (8)
C. Se confiesa
los pecados de la nación (9)
D. Se ratifica
el santo pacto (10–12)
E. Se limpian
los pecados de la nación (13)
1–3
En dondequiera que Dios quiere que
se haga alguna obra, Él toma a personas dispuestas. Las murallas de Jerusalén
estaban en ruinas; un pequeño remanente había regresado; y había mucho trabajo
por hacer. En el 536 Zorobabel y Josué llevaron alrededor de 50.000 judíos de
regreso y reconstruyeron (en el 516) el templo. En el 457 hubo un ligero
avivamiento bajo Esdras, pero ahora era el 445 y Dios buscaba a alguien que
fuera a la arruinada ciudad y restaurara la seguridad y el orden. Nehemías era
esa persona. Nótense las actividades de Nehemías en estos tres capítulos.
I. NEHEMÍAS ORA POR LA OBRA (1)
A. EL INFORME (VV. 1–3).
Como copero del rey, Nehemías (un
judío) ostentaba una posición muy elevada en la corte. Estaba muy cerca del rey
y podía gozar de su confianza. Pero Nehemías no se había olvidado de su pueblo,
porque anhelantemente le pidió a su hermano noticias de Jerusalén. Léanse
Salmos 122 y 137.5–6.
¡Ojalá los santos de hoy tuvieran
tanto interés en su Jerusalén celestial! Las noticias eran tristes: el remanente
sufría vergüenza, las murallas estaban destrozadas y las puertas quemadas. Véanse
Salmo 79.1–4. En lugar de ser una ciudad de alabanza y gloria, era una de
vergüenza y reproche.
B. LA RESPUESTA (V. 4).
Nehemías de inmediato se preocupó
por su ciudad. El hecho de que estuviera a más de 1.120 km de distancia no
hacía diferencia; tampoco importó que disfrutara de lujo y prestigio en el
palacio del rey.
No dijo: «¡La suerte de la ciudad
no es culpa mía!» De inmediato su corazón fue tocado y quería hacer algo para
salvar a su ciudad. Durante cuatro meses (de diciembre a abril; véanse 1.1 y
2.1) lloró y oró. Véanse Daniel 9 y Esdras 9.
C. LA PETICIÓN (VV. 5–11).
Este libro muestra que Nehemías
era un hombre de oración (1.4–11; 2.4; 4.4, 9; 5.19; 6.9, 14; 13.14, 22, 29,
31). El libro empieza y concluye con una oración. El versículo 6 nos dice que
oraba día y noche, debido al peso que sentía por la ciudad. Nótese que Nehemías
confesó sus pecados y los de su pueblo. También le recordó al Señor las
promesas de su gracia (vv. 8–9) y luego se ofreció a ser el siervo de Dios para
hacer algo respecto a la afligida Jerusalén. «Aquí estoy, Señor, envíame a mí».
En el versículo 11 vemos que tiene fe para pedirle a Dios siervos, otros judíos
que le ayuden en la tarea.
II. NEHEMÍAS HACE PREPARATIVOS PARA LA OBRA (2)
Cuatro meses pasaron durante los
cuales Nehemías esperó el tiempo de Dios para hablarle al rey.
«El que creyere, no se apresure»,
dice Isaías 28.16. En verdad, la fe y la paciencia van juntas (Heb 6.12). Pero
Nehemías tenía un plan en mente, que Dios le dio, y sabía exactamente qué hacer
cuando llegara la hora precisa. Cuán similar al Señor Jesucristo (Jn 6.5–6).
A. NEHEMÍAS Y EL REY (VV. 1–8).
Nadie debía aparecer ante el rey
triste ni con malas noticias (Est 4.1–2), pero el peso en el corazón de
Nehemías se revelaba en su semblante. Era hombre con tristeza y el rey lo notó.
Si no hubiera sido por la providencia de Dios, esta tristeza hubiera sido causa
de muerte. Antes de presentarle a Artajerjes su carga, Nehemías rápidamente
acude al trono de la gracia en oración; luego le dijo al rey lo que tenía en el
corazón. Sabía que Dios abriría el camino (Pr 21.1). Con tanta perfección
elaboró Nehemías su plan, que pudo darle al rey un itinerario, horario (v. 6) y
una lista de los materiales que necesitaría para la tarea (vv. 7–8). ¡La
poderosa mano de Dios (1.10) y la mano benéfica (2.8) hicieron lo imposible!
B. NEHEMÍAS Y LAS RUINAS (VV. 9–16).
Nehemías demoró tres meses para
arribar a la ciudad y lo hizo como gobernador, no como siervo.
Hombre de paciencia, Nehemías
esperó tres días antes de dar cualquier paso. Los enemigos vigilaban y Nehemías
tenía que ser sabio y cauto. Más adelante descubrió que algunos de los nobles
de Judá eran aliados de Tobías, el enemigo de los judíos (6.17–19). Por la
noche investigó la situación, guardando para sí su opinión. Estaba despierto
cuando los demás dormían y preocupado cuando los demás estaban despreocupados.
Vio más de la situación por la noche de lo que otros podían ver a la luz.
C. NEHEMÍAS Y LOS JUDÍOS (VV. 17–20).
Nehemías no creía en el ministerio
de un solo hombre; desafió a los líderes del remanente a que trabajaran junto
con él (no para él) en la
reparación de las murallas. ¿El motivo? «No estemos más en oprobio». Le
preocupaba la gloria de Dios y el bien de la nación. Nehemías les mostró la
necesidad, delineó la tarea y les aseguró la bendición de Dios. De inmediato
surgió la oposición (como siempre ocurre), pero Nehemías sabía que la mano de
Dios estaba sobre él y su trabajo.
III. NEHEMÍAS PROSPERA EN LA OBRA (3)
A. EL MODELO.
La obra se organizó y dirigió con
los líderes espirituales a la cabeza (v. 1) y el pueblo cooperando.
Dios vio a cada trabajador y anotó
su nombre en el libro. Cada uno tenía un área específica de responsabilidad.
Nadie podía hacerlo todo, pero cada uno podía hacer algo. Por supuesto, nunca
se puede tener ciento por ciento de cooperación; en el versículo 5 hallamos a
algunos de los nobles rehusando participar. Hubo cuarenta y dos grupos de
trabajadores.
B. EL PUEBLO.
Qué variedad de trabajadores:
sacerdotes (v. 1), gobernantes (vv. 12–19), mujeres (v. 12), artesanos (vv. 8,
32) e incluso judíos de otras ciudades (vv. 2, 5, 7). Nótese que algunos
estaban dispuestos a hacer trabajo extra (vv. 11, 19, 21, 24, 27, 30). Otros
hicieron su trabajo en casa (vv. 10, 23, 28–30) y es allí donde debe empezar el
servicio cristiano. Hubo trabajadores que fueron los únicos en su familia (v.
30) y algunos tuvieron más celo que otros (v. 20). Compare el versículo 11 con
Esdras 10.31 y verá que incluso algunos de los descarriados se unieron en la
obra.
C. LOS LUGARES.
Hay una lección espiritual
definida en cada una de las puertas. La puerta
de las Ovejas (v. 1) nos recuerda el sacrificio de Cristo en la cruz (Jn
10). Esta fue la primera puerta que se reparó, porque sin sacrificio no hay
salvación. Nótese que la puerta de las Ovejas no tenía cerraduras ni barras,
porque la puerta de la salvación siempre está abierta para el pecador. Esta es
la única puerta santificada, separada como una puerta especial. La puerta del Pescado (v. 3) nos
recuerda ganar almas, de ser «pescadores de hombres» (Mc 1.17). La puerta Vieja (v. 6) nos habla de las
sendas antiguas y de las antiguas verdades de la Palabra de Dios (Jer 6.16 y
18.15).
La gente del mundo está siempre
buscando «algo nuevo» (Hch 17.21) y rehúsan volver a las verdades básicas que
son las que en realidad dan resultados. La puerta del Valle (v. 13) nos recuerda la humildad delante del
Señor. En Filipenses 2 vemos a Cristo descendiendo de la gloria del cielo al
valle de la limitación humana e incluso hasta la muerte. No disfrutamos del
valle, pero a menudo Dios tiene que llevarnos allí para dar bendición a nuestras
vidas.
El versículo 14 señala la puerta del Muladar. Es evidente que
esta es la puerta por la cual se sacaban los desperdicios y desechos de la
ciudad. ¡Imagínese qué difícil debe haber sido reparar la
puerta en tal lugar! Sin duda esto
nos habla de la limpieza de nuestras vidas (2 Co 7.1; Is 1.16–17). Más tarde
algunos judíos se quejaron respecto a la basura; Véanse 4.10. La puerta de la Fuente (v. 15) ilustra el
ministerio del Espíritu Santo; Véanse Juan 7.37–39. Es interesante notar el
orden de estas puertas: primero hay humildad (puerta del Valle), luego limpieza
(puerta del Muladar) y luego plenitud del Espíritu Santo (puerta de la Fuente).
La puerta de las Aguas (v. 26)
habla de la Palabra de Dios, que limpia al creyente (Ef 5.26; Sal 119.9). Nótese
que esta es la séptima puerta mencionada y siete en la Biblia es el número de
perfección: la perfecta Palabra de Dios. ¡Nótese también que esta puerta no necesitaba
reparaciones! «Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos»
(Sal 119.89).
La puerta de los Caballos (v. 28) da la idea de guerra. Sin duda
hay batallas en la vida cristiana y debemos estar listos para luchar. Véanse 2
Timoteo 2.1–4. La puerta Oriental (v.
29) nos hace pensar en la Segunda Venida de Cristo (Mt 24.27). En Ezequiel
10.16–22 el profeta vio que la gloria de Dios salía del templo por esta puerta;
Véanse también 11.22–25. Pero más tarde (43.1–5) vio que la gloria de Dios
regresaba «del oriente».
La puerta del Juicio (v. 31) habla del juicio de Dios. La palabra hebrea
mifkad significa «designación,
cuentas, censo, revista». Da la idea de las tropas listas para inspección. Sin
duda Dios va a llamar a todas las almas a juicio un día.
Al examinar estas puertas y su
orden se puede ver la sugerencia del cuadro completo de la vida cristiana,
desde la puerta de las Ovejas (salvación) hasta el juicio final. ¡Alabado sea
Dios porque el cristiano nunca enfrentará el juicio por sus pecados! Véanse
Juan 5.24, Romanos 8.1–2.
4–7
Cada vez que el pueblo de Dios
empiece a hacer la obra de Dios habrá oposición. Un obrero de fe y propósito
débil capitulará, pero una persona resuelta y confiada vencerá la oposición y
terminará el trabajo. Nehemías era tal persona. Nótese en estos capítulos la
oposición que enfrentó (dentro y fuera de la ciudad) y las victorias que ganó.
I. RIDÍCULO (4.1–6)
El pueblo de Dios siempre tiene
enemigos. En este caso fueron Sambalat, un oficial del gobierno en Samaria,
Tobías amonita y Gesem el árabe, también llamado Gasmu (6.1, 6). Estos tres
perversos hombres no eran israelitas; es más, los amonitas eran definitivamente
enemigos de los judíos (Dt 23.3–4).
La primer arma que usaron fue
ridiculizarlos; se mofaron de los «débiles judíos» ante los líderes de Samaria.
Satanás es el burlador (Lc 22.63; 23.35–37). El ridículo es una artimaña usada
por gente ignorante llena de celos. Se burlaron del pueblo («débiles judíos»),
del plan («¿Acabarán en un día?») y de los materiales («piedras que fueron
quemadas»). ¿Cómo les respondió Nehemías? ¡Oró a Dios! Su preocupación sólo era
la gloria de Dios y el testimonio de la nación, de modo que no lea venganza personal
en su oración (Véanse Sal 129.19–24). Nótese que el pueblo seguía trabajando
mientras oraba, porque la oración no sustituye el trabajo. A Satanás le hubiera
encantado ver a Nehemías dejar la muralla y enredarse en una disputa con
Sambalat, pero Nehemías no cayó en la trampa de Satanás.
Nunca permita que el ridículo le
haga dejar su ministerio; «lléveselo al Señor en oración» y continúe trabajando.
II. FUERZA (4.7–9)
Lo que Satanás no puede conseguir
mediante el engaño lo hace por la fuerza. ¡Qué confederación de pueblos tenemos
en el versículo 7! Y todos conspiraron contra los judíos. Es asombroso cómo el diablo
parece nunca carecer de mano de obra. En 2.10 tenemos dos enemigos; tres en
2.19 y una multitud entera en 4.7. Pero «si Dios es por nosotros, ¿quién contra
nosotros?» ¿Cómo enfrentó Nehemías este nuevo ataque? Oró y estableció
vigilantes. «¡Velad y orad!» es una admonición repetida en el NT; véanse Marcos
13.33 (el mundo), Marcos 14.38 (la carne) y Efesios 6.18 (el diablo). Nótese que
Nehemías no dependía sólo de la oración; también puso una guardia.
III. DESALIENTO (4.10)
La batalla pasa ahora de fuera
hacia dentro de la ciudad. Satanás siguió la misma táctica en Hechos 5–6 cuando
usó a Ananías y a Safira y a las viudas quejosas dentro de la comunidad de la
iglesia.
También usó a Judas dentro de las
filas de los apóstoles. Cuán desanimados estaban los trabajadores, con todos
los escombros en la ciudad y el peligro acechando afuera. ¿Por qué se quejó la
tribu de Judá? Tal vez porque secretamente estaban aliados a Sambalat (6.17).
Nótese en 13.15 la desobediencia de Judá a la ley de Dios. Cuando dijeron: «¡No
podemos!» (v. 10), en realidad estaban de acuerdo con el enemigo (4.2). El
desaliento y la queja se esparcen rápidamente y estorban la obra de Dios. No
leemos que Nehemías le haya puesto mucha atención a su queja; continuó
trabajando, vigilando y orando.
IV. TEMOR (4.11–23)
El temor y la fe nunca pueden
permanecer en el mismo corazón. En el versículo 11 tenemos un rumor que el
enemigo empezó de que sus ejércitos invadirían de súbito a Jerusalén. Los
judíos que vivían fuera de la ciudad oyeron este informe y lo llevaron diez
veces a Nehemías. Cuán persistente puede ser Satanás y sus trabajadores. Al
final, Nehemías estableció la guardia en las murallas y animó al pueblo a que
no temiera.
Note que el trabajo se detuvo
desde el versículo 13 hasta el versículo 15; exactamente lo que quería el
enemigo. Nehemías vio la necedad de este plan, de modo que puso a los obreros
de nuevo a trabajar, con un arma en una mano y una herramienta en la otra.
También puso una guardia especial con trompetas (vv. 19–20), pero no permitió
que se detuviera la obra. Estos judíos son maravillosos ejemplos de lo que el
obrero cristiano debe hacer: tenían su mente en la obra (4.6), un corazón para
orar (4.9), un ojo para vigilar (4.9) y un oído para oír (4.20).
V. EGOÍSMO (5)
Este es un capítulo triste, porque
en él vemos a los judíos egoístamente oprimiéndose los unos a los otros. En
este capítulo no aparece ninguna construcción. Había grandes cargas económicas
que pesaban sobre los judíos, no sólo por la hambruna (Hag 1.7–11), sino
también por los impuestos y tributos. Los judíos eran víctimas de sus
conciudadanos mediante hipotecas y servidumbre. ¿Cómo actuó Nehemías en esta
crisis? Primero, se enojó (v. 6) debido a que su pueblo era tan reincidente en
lo espiritual al punto de robarse los unos a los otros. Vio esto, no como un problema
económico, sino espiritual.
Consultó con su corazón (v. 7) y
sin duda oró al Señor por sabiduría. Luego reprendió al pueblo (vv. 7–11),
recordándoles la bondad de Dios para su nación. «Dios nos ha libertado»,
argumentó; «¿volveréis a esclavizaros unos a otros de nuevo?» Apeló a la ley
del AT al ordenarles que devolvieran sus ganancias ilícitas (Éx 22.25). ¡Cómo
debe haberse gozado el enemigo al ver a los judíos robándose los unos a los
otros (v. 9)! Note que Nehemías apeló también a su buen ejemplo como líder (v.
10). El pueblo prometió obedecer la Palabra… ¡y lo hicieron!
VI. ENGAÑO (6.1–4)
El pueblo volvió a la obra y
también el enemigo. Esta vez Sambalat y sus hombres dirigieron sus ataques
contra Nehemías, el líder. Muchos en el pueblo de Dios nunca se percatan aquí
en la tierra de las tentaciones y pruebas especiales que enfrentan los siervos
de Dios día tras día. El liderazgo espiritual es costoso. Sambalat invitó a
Nehemías a una reunión amistosa en el campo de Ono y Nehemías rehusó. Los
siervos que Dios ha separado no se atreven a «andar en el camino de pecadores» (Sal
1.1). Tenga cuidado con las sonrisas del enemigo, porque Satanás es más
peligroso cuando aparece como su amigo que en cualquier otro momento. Cuatro
invitaciones vinieron (v. 4) y Nehemías las rehusó todas. «Yo hago una gran
obra, y no puedo ir». Siga en la obra cuando Satanás le invita a dejarla y Dios
lo bendecirá.
VII. CALUMNIA (6.5–9)
La quinta vez que vino el
mensajero trajo una «carta abierta» llena de acusaciones difamatorias contra
Nehemías y su pueblo. «Se dice» es una de las principales armas del diablo.
«Dicen» o «he oído» son frases que por lo general preceden chismes y mentiras.
¿Quiénes «dicen»? Nehemías detectó la artimaña y de inmediato puso al
descubierto las mentiras de la llamada «carta abierta». Su vida y carácter
refutaban cada mentira de la carta.
En los versículos 1–4 el enemigo
ofreció trabajar con los judíos; aquí, en los versículos 5–9, el enemigo quería
difamar el nombre de Nehemías. Nótese cómo Nehemías de nuevo le pidió a Dios
que anulara el asunto (v. 9). Los siervos de Dios no pueden impedir que la
gente hable de ellos, pero sí pueden cuidar la clase de carácter y testimonio
que tienen. Si Nehemías hubiera detenido la obra para defender su reputación, las
murallas nunca se hubieran construido.
VIII. AMENAZAS (6.10–14)
Semaías se encerró en su casa, al
parecer temeroso del enemigo, pero en realidad trabajaba para este. ¿Por qué no
ayudaba a los judíos a construir la muralla? Vale la pena ser cautelosos con
los llamados cristianos que siempre aconsejan, pero que nunca hacen ningún
trabajo para Cristo. Pablo advirtió respecto a los falsos hermanos (2 Co
11.26). Semaías le mintió a Nehemías y trató de asustarlo para que acudiera al
enemigo en busca de seguridad. Pero Nehemías vio la artimaña y abiertamente refutó
las mentiras de Semaías. Otra vez oró pidiendo la ayuda de Dios y enseguida
volvió a la obra.
Las murallas quedaron terminadas
en cincuenta y dos días. Y el pueblo trabajó durante la temporada de más calor
del año. Dios fue glorificado, el enemigo quedó avergonzado (v. 16), pero los judíos
comprometidos aún trataban de lograr que Nehemías aceptara a Tobías. Qué carga
deben haber sido estos nobles de Judá para el consagrado y valeroso Nehemías. La
obra finalizó. ¡La gloria sea para Dios!
8–13
Las murallas se terminaron el día
veinticinco del sexto mes (6.15). Esta segunda mitad del libro empieza en el
primer día del séptimo mes (8.2) y el énfasis recae en el pueblo de la ciudad y
su dedicación a Dios. La construcción material finalizó. Era tiempo de empezar
a edificar espiritualmente al pueblo.
I. PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA (8–10)
Esdras regresó a Jerusalén para
ayudar a Nehemías en la dedicación de las murallas y para santificar al pueblo.
No confunda esta escena con la de Esdras 3. Es significativo que se reunieron
en la puerta de las Aguas, puesto que esta simboliza la Palabra de Dios (3.26).
El pueblo tenía apetito por la Palabra, porque le pidieron a Esdras que trajera
el libro y predicara. El primer día del séptimo mes marcaba la Fiesta de las
Trompetas; el décimo sería el Día de la Expiación; y del quince al veintidós,
la Fiesta de los Tabernáculos (Véanse Lv 23.23–44).
Esdras leyó la Palabra y la
explicó durante varias horas, ayudado por los levitas. El versículo 8 describe
una perfecta reunión de la iglesia: todo el pueblo se reunió para escuchar, se
exaltó la Palabra, el predicador leyó y explicó la Palabra para que la gente pudiera
entenderla. El pueblo lloraba al oír la Palabra, aplastados, sin duda dolidos
por sus pecados.
Pero este debía ser de regocijo.
¡Debían llorar en el Día de la Expiación! Esdras les ordenó que festejaran y se
alegraran; Véanse Eclesiastés 3.4.
Al siguiente día los líderes se
reunieron con Esdras y descubrieron la ley respecto a la Fiesta de los Tabernáculos.
Proclamaron esta ley por toda la tierra y conforme el pueblo obedeció «hubo
alegría muy grande» (v. 17). Hay gozo al oír la Palabra, pero más gozo al
obedecerla.
El resultado de esta «conferencia
bíblica» (celebrada diariamente durante una semana, v. 18) fue una gran
convocación de personas convictas en el día veinticuatro del mes. Esdras y los
levitas enseñaban tres horas la Palabra y luego guiaban al pueblo en confesión
y oración otras tres horas y así todo el día. La oración en el capítulo 9 es un
resumen espiritual de la historia de los judíos del AT: la creación (v. 6), el
llamado de Abraham (vv. 7–8), el éxodo (vv. 9–14), las experiencias de la
nación en el desierto (vv. 15–23), la conquista de la tierra (vv. 24–25), el
período de los jueces (vv. 26–29), el período de los profetas hasta el
cautiverio (vv. 30–31). «Ahora pues» (v. 32) nos trae al día de Esdras y a la
necesidad de la nación de arrepentirse y confesar sus pecados. Note en el
versículo 36 que los judíos admiten que las «profecías de liberación» de Isaías
y Jeremías no se aplicaban a su regreso del cautiverio. Se aplicarán en una
fecha futura cuando Dios reúna a Israel de nuevo en Palestina. Decir que las
promesas del AT se cumplieron cuando Israel regresó del exilio y que ahora se
cumplen «en la Iglesia» es tergiversar las Escrituras.
El capítulo 10 nos da los nombres
de los valientes y consagrados que entraron en pacto con Dios aquel día. Es
difícil que se dieran cuenta de que sus nombres quedarían anotados eternamente
en la Palabra. En los versículos 28–39 vemos al pueblo aplicando la Palabra a
sus vidas diarias. Una cosa es orar y firmar un pacto, y otra muy diferente
separarse del mal, enderezar nuestros hogares (vv. 28–30), honrar los mandamientos
(v. 31), contribuir para la casa de Dios (vv. 32–33) y servir a Dios con los diezmos
y ofrendas (vv. 34–39). Demasiadas «conferencias bíblicas» terminan con la
gente emocionada y bendecida, pero sin que obedezcan lo que han oído.
II. DEDICACIÓN DE LAS MURALLAS (11–12)
Nehemías regresa ahora al relato
de las murallas que interrumpió para referirse a la obra espiritual bajo
Esdras. Todo el pasaje de 7.5 a 10.39 ha sido como un paréntesis. Los sucesos
en Nehemías no se mencionan en el orden exacto. Era necesario llevar a los
judíos a vivir en la ciudad para el bien de esta y para la gloria de Dios.
Esto, por supuesto, exigía fe. Los líderes vivían en la ciudad, pero ahora querían
que los ciudadanos se les unieran, de modo que echaron suertes y mudaron a uno
de cada diez adentro de la ciudad.
El versículo 2 indica que también
hubo voluntarios. Los mencionados en los versículos 3–19 suman un total de
3.044. Si esto representa un diez por ciento de la población de varones,
podemos ver cuán pequeño era el remanente que estaba en la tierra. Nótese la
mención de los cantores (vv. 22–23). Los judíos no tuvieron canto durante los
años de exilio (Sal 137), pero ahora tenían el gozo del Señor como su
fortaleza.
La dedicación real de las murallas
se describe en 12.27–47. Esdras y Nehemías dividieron al pueblo en dos grandes
grupos, uno dirigido por Esdras y el otro siguiendo a Nehemías (véanse vv. 31,
36, 38).
Quizás empezaron en la puerta del
Valle. Esdras guió a su grupo hacia el lado oriental de la ciudad, luego al
norte al área del templo. Nehemías y su grupo fueron derecho hacia el norte y
luego hacia el este, reuniéndose con el otro grupo en el área del templo. Fue
un recordatorio, tal vez, de cuando Israel marchó alrededor de Jericó y ganó
una gran victoria. También fue una oportunidad de agradecer públicamente al
Señor testificando por el trabajo terminado. El versículo 43 indica que el gozo
de la ciudad se oyó a kilómetros a la redonda. ¡Qué día de dedicación! Cuando
el pueblo consagrado se une con gozo para dedicar la obra de Dios, siempre
experimentará la bendición de Él.
III. CONDENACIÓN DE LOS MALOS (13)
Por 13.6 y 7.2 nos enteramos de
que Nehemías regresó a Babilonia por un tiempo, dejando la gobernación de la
ciudad en manos de su hermano. Al regresar descubrió que el pueblo había vuelto
a caer en sus viejas andadas. Los versículos 1–3 hablan de un limpiamiento que
ocurrió el mismo día de la dedicación, cuando separaron de las familias las
esposas paganas; Véanse Deuteronomio 23.1–5. Años antes Esdras enfrentó el
mismo problema (Esd 10). El pecado siempre halla la manera de repetirse.
Cuando Nehemías regresó a
Jerusalén, halló que los hombres judíos habían repetido este pecado (vv. 23–31).
Es más, incluso los sacerdotes pecaron de esta manera. Fue necesario que este
valeroso líder enfrentara sinceramente el pecado y lo juzgara.
Empezó por la casa de Dios, en
donde descubrió (v. 4) que el sumo sacerdote estaba emparentado con Tobías, el
enemigo de los judíos (véanse 6.18 y 13.28). Es triste cuando los siervos de
Dios hacen componendas con los enemigos de Dios. El sacerdote incluso le dio a
Tobías un aposento en el templo y provisiones del tesoro del templo,
provisiones que en realidad pertenecían a los sacerdotes y levitas.
Nehemías no perdió tiempo para arrojar
fuera a Tobías y sus pertenencias, y santificar la cámara del templo para su
uso apropiado.
Otro pecado fue que el pueblo no
sostenía a sus líderes espirituales, los sacerdotes y levitas.
Malaquías tuvo algo que decir al
respecto; léase Malaquías 3. Nehemías reprendió al pueblo y estableció un
sistema confiable para que lo siguieran los sacerdotes. Nótese cómo pide la
ayuda de Dios en todo su ministerio (v. 14).
La desobediencia del Shabat era otro problema. Los
trabajadores se contrataban en el Shabat
(v. 15) y los comerciantes vendían en el Shabat (v. 16). Aun cuando no creemos que el Día del Señor de
hoy es lo mismo que el Shabat judío,
sí opinamos que el pueblo de Dios debe separar el día del Señor y usarlo para
glorificarlo. Nuestro sistema económico exige que algunas personas trabajen el
domingo, pero es mucho mejor para los trabajadores y para la nación si se les
permite honrar el día del Señor. Sin duda, ningún cristiano debe usar el
domingo como día de hacer compras ni de hacer algún trabajo que puede esperar.
Nehemías reprochó a los judíos que deshonraban el Shabat y cerró las puertas de la ciudad a los vendedores ese
día. Véanse Jeremías 17.21–27 con referencia al versículo 18.
Pero nótese que incluso los
levitas eran culpables de profanar el Shabat
(v. 22). Léase Malaquías 1–2 y se verá que el sacerdocio había caído en
pecados vergonzosos. A menos que los líderes del pueblo de Dios den el ejemplo,
el pueblo no obedecerá prestamente a Dios. Por supuesto, tal vez el fracaso del
pueblo para sostener el templo (vv. 10–13) obligó a los levitas a trabajar en
el Shabat para poder sobrevivir.
El libro cierra con tres oraciones
(vv. 22, 29, 31). Nehemías había hecho su trabajo, pero sólo Dios puede
bendecirlo y mantenerlo en marcha. Nehemías un día moriría y el pueblo se
olvidaría de él. ¡Pero Dios jamás lo olvidaría!