1ª Y 2ª DE TESALONICENSES

Es una de las primeras cartas de Pablo y fue escrita a una iglesia que se había organizado durante su segundo viaje misionero. En esta epístola Pablo alentó a los nuevos creyentes perseguidos a vivir vidas piadosas, y corrigió algunos conceptos equivocados que tenían, especialmente en relación con la segunda venida de Cristo.
En general se considera que esta epístola fue la primera que escribió San Pablo. Parece que el motivo fue el buen informe de la constancia de la iglesia de Tesalónica en la fe del evangelio. Está llena de afecto y confianza, y es más consoladora que práctica y menos doctrinal que algunas de las otras epístolas.
BOSQUEJO SUGERIDO DE 1 TESALONICENSES
I. Personal: «Damos gracias, haciendo memoria» (1–3)
A. Cómo nació la iglesia (1)
1. Un grupo elegido (1.1–5)
2. Un grupo ejemplar (1.6–7)
3. Un grupo entusiasta (1.8)
4. Un grupo expectante (1.9, 10)
B. Cómo se nutrió la iglesia (2)
1. Un mayordomo fiel (2.1–6)
2. Una madre gentil (2.7, 8)
3. Un padre preocupado (2.9–16)
4. Un hermano cariñoso (2.14–20)
C. Cómo se estableció la iglesia (3)
1. Mediante la Palabra (3.1–5)
2. Mediante la oración (3.6–13)
II. Práctica: «Os rogamos» (4–5)
A. Andar en santidad (4.1–8)
B. Andar en amor (4.9, 10)
C. Andar en honradez (4.11, 12)
D. Andar en esperanza (4.13–18)
E. Andar en luz (5.1–11)
F. Andar en gratitud (5.12, 13)
G. Andar en obediencia (5.14–28)
Cada capítulo de esta epístola termina con una referencia a la Segunda Venida de Cristo. Pablo la relaciona a: la salvación (1.9, 10); al servicio (2.19, 20); a la estabilidad (3.13); a la tristeza (4.18); y a la santificación (5.23).
NOTAS PRELIMINARES A LAS EPÍSTOLAS A LOS TESALONICENSES
I. LA CIUDAD
Usted puede ubicar en su mapa la moderna ciudad de Salónica y, al hacerlo, habrá hallado el sitio de la antigua ciudad de Tesalónica. Originalmente se la llamaba Terma, debido a las fuentes termales del área, pero alrededor de trescientos años antes de Cristo, Casandro, rey de Macedonia, le cambió el nombre en honor a la hermana de Alejandro del Grande. Era una ciudad libre, con su propio gobierno y también la capital de Macedonia. Tesalónica se erguía en la importante Vía Ignacia, la más importante carretera romana.
II. LA IGLESIA
El registro se halla en Hechos 17.1–15. Pablo, Silas y Timoteo salieron de Filipos y viajaron cincuenta kilómetros hacia Anfípolis, luego cuarenta kilómetros más hasta Apolonia. Es interesante notar que no se realizó ningún ministerio en ninguna de esas ciudades. Su siguiente etapa les llevó alrededor de sesenta y cinco kilómetros más allá, hasta Tesalónica, donde Pablo ministró en la sinagoga alrededor de tres semanas y vio muchas personas convertidas.
En la ciudad había un grupo grande de prosélitos gentiles («griegos piadosos», Hch 17.4) en la sinagoga y respondieron entusiastamente junto con algunos de los judíos. Esta clase de éxito enardeció a los judíos ortodoxos y fraguaron un motín para abochornar a los cristianos y obstaculizar el ministerio de Pablo. Los creyentes estimaron que era mejor que Pablo y su grupo se fueran, lo cual hicieron, yendo primero a Berea. Pablo dejó a sus compañeros en Berea y siguió solo hasta Atenas. Cuando Timoteo se le unió allí, el apóstol le envió de regreso a Tesalónica para animar a la nueva iglesia (1 Ts 3.1–3). Finalmente, todos se reunieron en Corinto (Hch 18.5). Timoteo informó respecto al estado de la pequeña iglesia de Tesalónica. Fue desde Corinto, alrededor del año 50 d.C., que Pablo escribió 1 Tesalonicenses. Segunda de Tesalonicenses la escribió pocos meses más tarde.
III. LA CORRESPONDENCIA
La primera carta tenía varios propósitos:
(1) animar y confirmar en las cosas de Cristo a los nuevos creyentes;
(2) responder a las falsas acusaciones hechas contra Pablo y su ministerio, 2.1–12;
(3) explicar que el cristiano muerto participará de la Segunda Venida de Cristo;
(4) advertir a los cristianos en contra de la inmoralidad pagana, 4.4;
(5) recordar a los miembros de la iglesia que honren y sigan a sus líderes espirituales, 5.12, 13; y:
(6) advertir a los creyentes que habían dejado sus trabajos y estaban ociosos debido a que pensaban que Cristo volvería pronto, 2.9.
Segunda de Tesalonicenses se escribió pocos meses más tarde. Las persecuciones en contra de la iglesia empeoraban (2 Ts 1.4–5) y la gente necesitaba estímulo. Los «ociosos» en la iglesia no habían vuelto al trabajo (2 Ts 3.6–12). Para empeorar más las cosas, la gente estaba confundida respecto al Día del Señor (la tribulación), ¡pensando que ya estaban atravesándola! Es posible que la iglesia hubiera recibido una epístola falsa, que decía ser de Pablo (2.1–3) y que enseñaba que el Día del Señor ya había empezado. (Note la frase «el día del Señor» en 2 Ts 2.2 se refiere al período de la tribulación sobre la tierra que sigue al Rapto de la Iglesia.)
Pablo escribió 2 Tesalonicenses para:
(1) animar a la iglesia a perseverar a pesar de las pruebas;
(2) explicar los sucesos que conducirían al Día del Señor;
(3) advertir a los entremetidos que volvieran a sus trabajos.
Nótese que en 2 Tesalonicenses 3.17, 18 Pablo da su «marca característica» de modo que la gente pudiera detectar fácilmente en el futuro cualquier carta falsificada.
Tenga presente que 1 Tesalonicenses analiza el Rapto, o sea, la venida de Cristo en el aire por la Iglesia, en tanto que 2 Tesalonicenses se refiere a la revelación, o sea, a la venida de Cristo con la Iglesia a la tierra, para derrotar a sus enemigos y establecer su reino. «El día del Señor» mencionado en 2 Tesalonicenses es el período de tribulación que viene a la tierra después del Arrebatamiento de la Iglesia. Primera de Tesalonicenses 1.10 y 5.9 enseñan claramente que la Iglesia no atravesará la tribulación.
AUTOR Y FECHA
En general se considera que esta epístola fue la primera que escribió San Pablo. Parece que el motivo fue el buen informe de la constancia de la iglesia de Tesalónica en la fe del evangelio. Está llena de afecto y confianza, y es más consoladora que práctica y menos doctrinal que algunas de las otras epístolas.
Estas Dos cartas que Pablo escribió y que están entre las primeras de Pablo y del Nuevo Testamento. El mayor tema teológico de estas cartas es el regreso de Cristo, aunque ambas dejan al lector pensando en las responsabilidades del presente.
No hay duda seria en cuanto a la paternidad paulina entre los eruditos modernos. La carta cuadra bien con el relato de la fundación de la iglesia en Hechos y con el resto de la literatura paulina.
En cuanto a 2 Ts sí ha habido dudas, a pesar de que el apoyo extra bíblico es más fuerte para 2 Ts que para 1 Ts. Algunos críticos hallan dificultades en que, según su parecer,
(1) la doctrina de la parusı́a es diferente en las dos cartas, y que.
(2) el vocabulario y el estilo de 2 Ts son demasiado parecidos a 1 Ts.
Argumentan que un seudo Pablo con mucha artimaña usó expresiones paulinas para dar la impresión de genuinidad.
Los muchos que afirman que Pablo escribió las dos cartas muestran que aunque hay diferencia de énfasis en la escatología de las dos cartas, no hay contradicción. En cuanto al estilo, las dificultades desaparecen cuando se entienden las circunstancias que unen estrechamente las dos cartas, la presencia de diferentes grupos étnicos en Tesalónica y los diferentes secretarios que Pablo utilizó.
Es casi seguro que 1 y 2 Ts se escribieran a finales del año 50 y en los primeros meses del 51 porque se sabe que GALIÓN fue procónsul de Acaya a partir de junio del 51. En cuanto Galión asumió su puesto, los judíos se quejaron de Pablo. El fallo del procónsul favoreció la predicación del evangelio, y Pablo continuó «aún muchos días» en Corinto antes de viajar a Jerusalén. Ya había trabajado en Corinto dieciocho meses antes de su cita con Galión y se sabe que sus cartas a los tesalonicenses se redactaron en los primeros meses de su visita.
NOMBRE COMO PRESENTA A JESÚS: 1ª Tes. 4: 13-18; 5: 2, 23. El Cristo Que Ha De Venir.

1

Es maravilloso cuando un pastor puede pensar de su iglesia y decir: «¡Damos gracias siempre por todos ustedes!» Pablo amaba a la iglesia de Tesalónica; estas personas estaban en su corazón y él se preocupaba por su bienestar espiritual. En este capítulo Pablo nos dice qué clase de iglesia dejó en esa perversa ciudad. Cuando vemos las características de esta iglesia, debemos examinar nuestras vidas y preguntarnos: «¿Estoy contribuyendo para que mi iglesia sea modelo en el Señor?»

I. ERA UN PUEBLO ELEGIDO (1.1–5)

La palabra «iglesia» en el griego es ekklesía, que significa «un grupo llamado fuera». La iglesia no es un club social; es un organismo espiritual, una organización compuesta de gente a quien Dios ha llamado «de las tinieblas a su luz admirable» (1 P 2.9). Este llamamiento es por pura gracia (Ef 1.3).
Aunque estamos en el mundo, espiritualmente no somos del mundo (Jn 15.19). Estos santos vivían en Tesalónica, pero moraban en Cristo. En 2 Tesalonicenses 2.13, 14 Pablo explica el milagro de este llamamiento. Dios envió a Pablo y a Silas a Tesalónica con la Palabra de Dios. La gente oyó la Palabra, creyó y fueron salvos. Después de recibir a Cristo descubrieron que Dios los había escogido en Él mediante la gracia. Lea también 1 Pedro 1.1–4.
El misterio de la elección de Dios y de la decisión del hombre nunca será completamente explicado de este lado del cielo. Simplemente tenga en cuenta que la Biblia enseña ambas cosas. «¿Cómo se reconcilian estas dos verdades?», le preguntó una vez un hombre a Spurgeon. El predicador replicó: «Nunca trato de reconciliar amigos». Estas dos verdades gemelas de la elección y la decisión no son contradictorias; son complementarias. En lo que respecta a Dios el Padre, fuimos salvos cuando Él nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo (Ef 1.4); en lo que respecta al Espíritu fuimos salvos cuando respondimos a su llamado y recibimos a Cristo; y en lo que respecta al Hijo fuimos salvos cuando Él murió por nosotros en la cruz.
¿Cómo sabía Pablo que estas personas eran salvas? Debido a la evidencia en sus vidas:
A. OBRA DE FE.
Cuando la persona genuinamente confía en Cristo, esa fe se mostrará por las obras. Las obras no salvan, pero la fe sin obras no es una fe que salva. La verdadera fe cristiana trae como resultado una vida cambiada. Véanse Santiago 2.14–26.
B. TRABAJO DE AMOR.
Las personas no salvas viven para sí mismas (Ef 2.1, 2), pero el verdadero creyente está dispuesto a trabajar por amor. Tiene un nuevo motivo para vivir; ama a Cristo y ama a otros. Véanse Hebreos 10.24, 25; también Romanos 8.35–39.
C. PACIENCIA DE ESPERANZA.
Los perdidos están sin esperanza. Los creyentes están firmes en medio de las tribulaciones de la vida porque saben que Cristo viene otra vez. Los creyentes no tienen por qué darse por vencido en tiempos de tribulación, porque saben que el Salvador viene para librarlos (1 P 1.1–9; 4.12–16).
Se ha hecho notar que los versículos 9–10 hacen un paralelo con estas tres evidencias de la salvación: la obra de la fe (se convirtieron de los ídolos a Dios); el trabajo de amor (servían al Dios vivo); la paciencia de la esperanza (esperaban el regreso de Cristo). La fe, la esperanza y el amor son las evidencias de la verdadera salvación (Col 1.4, 5; Ro 5.1–4).

II. ERA UN PUEBLO EJEMPLAR (1.6, 7)

¡Es maravilloso cuando los «oidores» se convierten en «seguidores»! Estas personas oyeron la Palabra, la recibieron con entusiasmo, la creyeron y sufrieron por recibirla. La Palabra imparte fe (Ro 10.17) y trae gozo (Hch 8.8, 39; Jer 15.16). Después que creyeron, estos nuevos cristianos siguieron a Pablo, se unieron al compañerismo local y se convirtieron en ejemplo para todos los que les rodeaban.
No fueron sólo seguidores de Pablo, sino también de las iglesias (2.14); porque en el NT se espera que los cristianos sean parte vital de una congregación local. Su testimonio se extendió por toda el área y ayudó a llevar a otros a Cristo.

III. ERA UN PUEBLO ENTUSIASTA (1.8)

Hacía unos pocos meses que estas personas se habían salvado. No tenían la instrucción que la mayoría de los santos tienen hoy y sin embargo, eran entusiastas al testificar de Cristo. Testificaban mediante su andar («ejemplo», en el v. 7) y su hablar (v. 8). El verbo «divulgar» da la idea de tocar la trompeta. Mientras estos santos esperaban que sonara la trompeta para llamarlos al hogar (4.16), «tocaban la trompeta del evangelio» fuerte y claramente ante todos sus amigos perdidos. Demasiado a menudo somos como los fariseos, tocando la trompeta por nosotros mismos en lugar de hacerlo por Cristo y el evangelio (Mt 6.1–4).

IV. ERA UN PUEBLO EXPECTANTE (1.9,10)

La Segunda Venida de Cristo es el tema básico de este libro. Cada capítulo relaciona su regreso con una verdad básica (Véanse el bosquejo sugerido). En este capítulo vemos que la venida de Cristo es la bendita esperanza del salvo. En tanto que los perdidos adoran y sirven ciegamente a sus ídolos, los salvos sirven al Dios vivo y se regocijan en la esperanza viva de que Cristo vendrá otra vez.
¿Cómo se supone que los cristianos deben esperar el regreso de Cristo? Trabajando mientras que Él viene (Véanse Mt 24.44–51). En 5.1–11 Pablo advierte a los santos a estar vigilantes y alertas, y a que no duerman ni se embriaguen como la gente del mundo. La bendita esperanza de la venida de Cristo debe ser más que una doctrina en nuestro credo: debe ser una dinámica de nuestras vidas.
¿Cómo sabemos que Cristo viene otra vez? Dios demostró que Cristo es su Hijo al levantarlo de entre los muertos. Léase cuidadosamente en Hechos 17.22–34 el argumento que Pablo presenta. Cristo no podría venir otra vez si estuviera muerto y si su cuerpo se hubiera descompuesto en una tumba judía. No podemos separar la esperanza viva del Cristo vivo (1 P 1.1–5).
Pablo les había instruido respecto a la venida de Cristo y el tiempo de tribulación que Dios había prometido que vendría sobre un mundo que rechaza a Cristo. Pero se cuida de destacar que la Iglesia no participará en esa tribulación. El verbo «librar» en el versículo 10 está en tiempo presente: «quien nos libra»; o podría reformularse como un título: «Jesús, el Libertador». La Iglesia no atravesará la tribulación. Léase 1.10 y 5.1–9, así como 2 Tesalonicenses 1 y 2. El próximo acontecimiento en el calendario de Dios es la venida de Cristo en el aire, en cuyo tiempo será el Arrebatamiento de la Iglesia para recibirle. Luego vendrán siete años de tribulación sobre la tierra. Cuando la copa de la iniquidad empiece a desbordarse en la tierra, Cristo y la Iglesia regresarán para derrotar a Satanás y sus huestes, e implantar el reinado de Cristo por mil años (Véanse Ap 19.11–20.5).

2

El capítulo 1 describe a la iglesia ideal; el capítulo 2 muestra un cuadro del pastor o siervo cristiano ideal. Pablo nos ha dicho cómo el evangelio llegó a Tesalónica; ahora nos dice cómo ministró a los jóvenes creyentes. Esto es un bosquejo del «programa de seguimiento» que usaba Pablo y explica por qué la mayoría de sus convertidos permanecieron fieles al Señor y por qué sus iglesias crecieron. Nos da cuatro cuadros del obrero cristiano ideal.

I. EL SIERVO FIEL (2.1–6)

¡Qué tremendo privilegio «que se nos confiase el evangelio»! (2.4). Con frecuencia hablamos de la mayordomía de las cosas materiales, pero necesitamos también recordar que cada creyente es un mayordomo del evangelio y de la Palabra. Dios dio el mensaje a Pablo (1 Ti 1.11); Pablo a su vez lo encargó a Timoteo (1 Ti 6.20) y se esperaba que este lo confiara a personas fieles de las iglesias, quienes a su vez lo encargarían a otros (2 Ti 2.2). La principal responsabilidad de un administrador es ser fiel (1 Co 4.1, 2); y es en base a esta fidelidad que seremos probados y recompensados cuando Cristo venga.
Para ser fiel a su mayordomía el creyente debe estar dispuesto a sufrir. A Pablo y a Silas les habían tratado vergonzosamente en Filipos (Hch 16.19–24) y podían haber dado toda clase de excusas para unas vacaciones. Pero sabían que Dios les había confiado el evangelio y que tenían que llevar el mensaje a otras ciudades. En lugar de atemorizarse, eran intrépidos para proclamar las buenas nuevas.
El mayordomo fiel debe vivir para agradar a Dios, no a los hombres (v. 4). Es tentador comprometer el mensaje para ganar amigos, pero Dios no puede bendecir al mayordomo cuyo mensaje y ministerio no están acordes al patrón divino. En el versículo 3 Pablo afirma que su mensaje no es de engaño ni de error; o sea, era la verdadera Palabra de Dios. Su motivo era puro y no de impiedad; y sus métodos eran limpios, no engañosos (o «cebando el anzuelo» como para pescar). El versículo 5 afirma que Pablo no recurría a lisonjear a las personas para obtener ganancia personal. Pablo siempre honró a los obreros fieles y alababa donde se debía; mas no usaba lisonjas para ganar convertidos ni para influir en los seguidores. (Véanse Gl 6.10; Jn 8.29; Hch 4.18–21.)

II. LA MADRE GENTIL (2.7,8)

Parece extraño que Pablo se auto-compare en el versículo 7 con una «nodriza que cuida con ternura». (Considérese también 1 Co 4.14, 15 donde afirma que como padre espiritual había «engendrado» a los santos en Corinto mediante el evangelio.) En 2.9–13 Pablo usa la imagen de un padre, pero el pensamiento principal aquí es el del cuidado amoroso. Los nuevos cristianos necesitan amor, alimento y cuidado cariñoso, así como la madre lo daría a sus hijos. Los niños recién nacidos necesitan la leche de la Palabra (1 P 2.2) y deben «graduarse» al alimento sólido (1 Co 3.1–4; Heb 5.11–14), al pan (Mt 4.4; y Véanse Éx 16, el maná) y la miel (Sal 119.103).
La manera en que la madre alimenta al hijo es casi tan importante como el alimento que le da. Qué importante es que nosotros, que somos cristianos más viejos, alimentemos a los jóvenes creyentes con amor y paciencia.

III. EL PADRE PREOCUPADO (2.9–16)

Nótese el ministerio «paternal» de Pablo: trabajó (v. 9a), predicó (v. 9b), se comportó (v. 10), exhortó (v. 11) y sufrió (v. 14). Un padre debe velar por su familia y sacrificarse por su bienestar. Los hijos son grandes imitadores y es importante que las vidas de los «padres espirituales» sean ejemplares. Pablo podía haber reclamado sus derechos como apóstol y exigido que la iglesia lo sostuviera (2.6); pero en lugar de eso, sacrificadamente trabajaba con sus manos para ministrar en la iglesia. Los padres no imponen a sus niños pequeños el pago por el cuidado que reciben. Pablo también se cuidaba de vivir una vida santa (a Dios), justa (ante el hombre) y sin tacha (ante sí mismo).
Uno de los deberes de los padres es exhortar y educar a sus hijos, y Pablo hizo esto en Tesalónica.
Proveyó enseñanza individual y personal («a cada uno de vosotros»), así como en el ministerio público de la iglesia. Los líderes espirituales no dependen únicamente de su ministerio público; sus hijos espirituales necesitan además estímulo y consejo personal.
El ministerio triple de Pablo como padre era:
(1) «exhortar» o persuadir;
(2) «consolar» o estimular; y:
(3) «encargar» o testificar.
Pablo no sólo les enseñó la Palabra, sino que les animaba a partir de sus propias experiencias en el Señor.
El apóstol se regocijaba de cómo sus hijos espirituales recibieron la Palabra de Dios. Sabía que el Espíritu de Dios obraría en sus vidas si ellos recibían la Palabra y creían en ella. Si unimos Filipenses 2.12–13, Efesios 3.20–21 y 1 Tesalonicenses 2.13, veremos que Dios obra en nosotros mediante su Palabra, su Espíritu y la oración.
Por último, Pablo advirtió a su familia espiritual respecto a los enemigos que los perseguirían. Si los cristianos se convierten en seguidores del Señor (1.6) y de las iglesias (2.14), pueden esperar que Satanás y sus seguidores los persigan.

IV. EL HERMANO CARIÑOSO (2.17–20)

¡Cómo le encantaba a Pablo llamar «hermanos» a estos santos! Usa la palabra veintiún veces en las dos epístolas a los Tesalonicenses. (Por supuesto, esto incluía también a las hermanas.) Se veía a sí mismo como uno de ellos, una parte de la familia. En el versículo 17 dice que se había «separado» de ellos por un corto tiempo, como un hijo lejos del hogar. Los quería, oraba por ellos y deseaba grandemente verlos de nuevo. Después de todo, la prueba de nuestra vida espiritual no es lo que hacemos cuando estamos en la iglesia con «la familia», sino cómo nos conducimos cuando estamos lejos de la iglesia. Pablo no era la clase de miembro de la iglesia que «se tomaba unas vacaciones» de la casa de Dios.
Como se mencionó antes, cada capítulo de esta epístola termina con una referencia al regreso de Cristo. En el capítulo 1 esto se relaciona con la salvación; aquí en el capítulo 2 se relaciona con el servicio. ¿Por qué pudo Pablo ministrar fielmente y con amor a estos santos? Porque los veía a la luz de la venida de Cristo. ¡Esperaba el día glorioso cuando se regocijaría por ellos en la presencia de Cristo! Jesús sufrió la cruz «por el gozo puesto delante de Él» (Heb 12.2); este «gozo» es sin lugar a dudas el de presentar la Iglesia a su Padre (Jud 24). Por el mismo gozo Pablo sufrió toda clase de sufrimientos. ¿Nos regocijamos en que contemplaremos a Jesús un día?

3

La palabra clave en este capítulo es «afirmar» (vv. 2, 3, 8, 13). Los nuevos cristianos atraviesan tiempos de prueba y aflicción (vv. 3, 5); y a menos que estén afirmados en el Señor, el diablo los perturbará. Pablo no estaba satisfecho simplemente con que estas personas hayan sido salvadas (cap. 1) y nutridas (cap. 2); querían verlas afirmadas en la fe (cap. 3), capaces de andar (cap. 4). Después de todo, los niños deben aprender a ponerse de pie antes de aprender a caminar. ¿Qué medios usó Pablo para confirmar a estos creyentes en la fe?

I. LES ENVIÓ UN HOMBRE (3.1, 2)

¡Qué ayuda fue el joven Timoteo para Pablo! Todo Pablo debe tener su Timoteo: el joven que trabaja con el mayor. Pablo sabía cómo seleccionar y preparar líderes cristianos, y Timoteo fue uno de sus mejores. Este joven había demostrado su valía por varios años en su iglesia local (Hch 16.1–3) antes que Pablo lo reclutara para que fuera su ayudante. El joven Timoteo (quizás adolescente) no empezó su ministerio enseñando o predicando; fue el «ministro» de Pablo para ayudarle en las tareas de los viajes y vida diaria. En realidad Timoteo reemplazó a Juan Marcos, quien se fue cuando la jornada se puso difícil. La estimación de Pablo por Timoteo la vemos en Filipenses 2.19–24 y en sus dos epístolas a Timoteo.
Dios usa creyentes dotados para fortalecer a la Iglesia (Ef 4 y véanse Hch 14.21–23; 15.32, 41).
Pablo estaba dispuesto a quedarse en Atenas solo con tal de que Timoteo pudiera volver a Tesalónica para animar a los creyentes y confirmarlos en la fe. Si los miembros de la iglesia «adoptaran» a los nuevos cristianos, los animaran, les enseñaran y tuvieran compañerismo con ellos, habría menos bajas espirituales. Los santos maduros en la iglesia deben ayudar a los cristianos más jóvenes a crecer en Cristo.

II. LES ESCRIBIÓ UNA CARTA (3.3, 4)

El creyente se edifica por la Palabra de Dios (2 Ts 2.15–17; Ro 16.25–27; 2 P 1.12). Nótese cómo Pablo les recuerda la Palabra que ya les había enseñado. Les había advertido respecto a las aflicciones que vendrían, pero al parecer se habían olvidado de lo que les había enseñado. No hay sustituto para la Palabra de Dios. El cristiano que ignora la Biblia es presa de todo viento de doctrina y nunca se edifica en el Señor (Ef 4.11–16). Timoteo les recordaba la Palabra que Pablo les había enseñado, y esto les animó y les confirmó.
Léase en Hechos 17.1–4 una descripción de cómo Pablo ministró la Palabra en Tesalónica.
Discutía, lo cual sugiere debate o controversia; declaraba la Palabra, lo cual implica explicar su significado (Lc 24.32, 45); y exponía ciertas verdades, lo cual significa que presentaba la evidencia para ellas y las presentaba de manera ordenada para que todos las vieran; y anunciaba, lo que quiere decir que proclamaba el evangelio. El pastor y obrero cristianos deben asegurarse de tener un ministerio equilibrado con la Palabra. No es suficiente predicar y declarar la Palabra; también debe haber enseñanza, demostración, explicación. La palabra «declarar» (Hch 17.3) puede significar «poner la mesa»; por consiguiente el obrero espiritual deben «poner el alimento en la mesa» para que todo santo, joven o anciano, pueda alcanzarlo y participar de él.

III. ORABA POR ELLOS (3.5–10)

El ministerio doble de la Palabra de Dios y de la oración es lo que afirma una iglesia. Si todo lo que hay es enseñanza y predicación y no oración, las personas tendrán luz, pero sin poder. Si todo lo que hay es oración, pero no enseñanza de la Palabra, ¡tal vez tenga un grupo de entusiastas que tienen más calor que luz! El pastor, maestro de la Escuela Dominical, misionero u obrero cristiano que habla con Dios respecto a su pueblo y luego le habla al pueblo acerca de Dios, tendrá un ministerio equilibrado y firme. El ministerio de Cristo consistía tanto en la Palabra como en la oración (Lc 22.31, 32). Samuel ministraba así (1 S 12.23 y no se olvide de la última frase); igualmente el Padre, los apóstoles (Hch 6.4) y el mismo Pablo (Hch 20.32).
La preocupación de Pablo no era tanto la seguridad o felicidad de ellos, sino su fe. En este capítulo se usa cinco veces la palabra «fe». Satanás es el enemigo de nuestra fe, porque si puede lograr hacernos dudar de Dios y de su Palabra, nos privará del gozo de toda la bendición que tenemos en Cristo. Pablo quería que tuvieran fe (v. 10) madura (perfecta). La fe no es un depósito que se ubica en el corazón y nunca cambia; es como el grano de mostaza que parece muy pequeño, pero contiene vida y puede crecer. Pablo quería ver que estas personas abundaran en amor, fueran afirmadas en la esperanza y que crecieran en la fe; fe, esperanza y amor.
No hay sustituto para una vida sólida de oración. A los cristianos se les ordena orar los unos por los otros y por los perdidos. Cuando hay un ministerio en el cual se combina la oración y la Palabra, Satanás es derrotado y la Iglesia confirmada.

IV. LES RECORDÓ LA VENIDA DE CRISTO (3.11–13)

Como ya lo hemos notado antes, el tema de las epístolas a los Tesalonicenses es la Segunda Venida de Cristo. Ninguna verdad confirma al creyente con más rapidez o mejor que esta. En medio de la prueba y la tribulación, estos creyentes podían tener seguridad y animarse con la promesa de su venida.
Cuando las tentaciones se presentaran en el camino, como ocurría a diario en esas ciudades paganas, ellos podían mantenerse limpios al recordar que Cristo podía venir ese mismo día. Si se fatigaban de trabajar y testificar, podían cobrar nueva fuerza y valor al contemplar la esperanza del regreso del Señor. Ninguna verdad en la Biblia tiene un efecto mayor en el corazón, la mente y la voluntad del creyente que la de la Segunda Venida de Cristo.
Léase Lucas 12.42–48 para ver lo que le ocurre al siervo que se olvida de la venida de Cristo. Este hombre no dijo nada abiertamente; sólo dijo en su corazón: «Mi Señor tarda en venir». No le gustaba que Cristo viniera. ¿Es de sorprenderse acaso que este siervo se descarrió y no podía llevarse bien con los demás siervos?
Pablo ansiaba afirmar sus corazones para que fueran irreprensibles; nótese también 5.23. Se espera que los cristianos sean sin mancha y sin tacha (Flp 2.15). Esto no quiere decir que sean absolutamente sin pecado, porque la perfección no es posible sino cuando Cristo vuelva. El niño pequeño, copiando su nombre en el pizarrón, no lo hace sin equivocarse, porque es sólo un niño; pero si hace lo mejor que puede, es sin tacha. Si vivimos según la luz que Dios nos ha dado y procuramos crecer en Él, podemos tener vidas sin tacha a la vista de Dios. La expectación diaria de la venida de Cristo ayudará al creyente a mantener limpia su vida (1 Jn 2.28–3.3).

4

Pasamos ahora a la segunda mitad de la carta, la cual da instrucciones prácticas a estos nuevos creyentes en Cristo. La palabra clave es «conducirse» (4.1, 12) y Pablo les ruega que obedezcan la Palabra (4.1, 10, 12, 14).
A la conducta cristiana se la compara con la manera de conducirse por varias razones:
(1) exige vida, porque el pecador muerto no puede conducirse;
(2) requiere crecimiento, porque un bebé no puede conducirse;
(3) demanda libertad, porque alguien atado no puede conducirse;
(4) exige luz, porque nadie puede conducir en la oscuridad;
(5) no puede ser algo escondido, sino que todos los presencian; y:
(6) sugiere progresar hacia una meta.
Pablo describe la clase de conducta que el creyente debe tener.

I. CONDUCIRSE EN SANTIDAD (4.1–8)

Aquí Pablo se refiere al matrimonio y al hogar. Los votos matrimoniales en las ciudades paganas no decían nada en cuanto a la pureza, de modo que había gran peligro de inmoralidad en estos nuevos cristianos. A pesar de que el amor y la pureza ciertamente prevalecían en muchos hogares paganos, la atmósfera general de estas ciudades (antes de que llegara el evangelio) era de lujuria y vida licenciosa.
El cristiano tiene la responsabilidad de edificar un hogar cristiano que glorifique a Dios, de modo que Pablo empieza aquí.
La inmoralidad es básicamente egoísmo y robo. Así que Pablo les exhorta a que vivan para agradar a Dios y no a sí mismos. Había puesto el ejemplo (2.4) y ahora espera que ellos lo sigan. Les había ordenado, de parte del Señor, que vivieran en santidad y pureza por el poder de Dios. La voluntad de Dios para sus vidas era la santificación. La palabra santificar simplemente significa «apartar para un propósito». Usted puede alquilar el Hotel Jefferson en la ciudad de Washington, D.C., pero no la Casa Blanca. Esta última ha sido santificada, apartada para un propósito especial. El creyente ha sido apartado para Dios; es un santo, alguien apartado. Tenemos la responsabilidad cada día de dedicarnos más y más a Dios de modo que en cuerpo, alma y espíritu (5.23) le pertenezcamos por completo. Nada mancha más a la persona que el pecado sexual (2 Co 7.1; 1 Co 6.13–20). Los que violan sus votos matrimoniales pecan contra Dios, contra sí mismos y contra los demás cristianos; en verdad Dios los castigará.
En el versículo 4 se hace referencia a tener a la esposa en santidad y honor, o sea, como «vaso» más frágil (1 P 3.7), el cual ha sido comprado por la sangre de Cristo y santificado por el Espíritu (1 Co 6.9–11), y que se debe usar para la gloria de Dios. Menospreciar las advertencias de Dios respecto al pecado sexual es contristar al Espíritu Santo e incitar el castigo. Recuérdese a David, Sansón, Judá y otros personajes de la Biblia que cayeron en este pecado y pagaron un alto costo.

II. CONDUCIRSE EN AMOR (4.9–10)

No era necesario que les escribiera del amor; les había enseñado al respecto y Dios mismo les enseñó a través del Espíritu (Ro 5.5). El amor es una de las características del nacimiento del creyente (1 Jn 3.14; 1 P 1.22; 1 Jn 4.9–12). «¡Mirad, cómo se aman unos a otros!», exclamaron los perdidos al observar la comunión y el compañerismo en la iglesia primitiva. Pero no es suficiente que amemos sólo a los que pertenecen a nuestro compañerismo; como estas personas de Tesalónica debemos amar cada vez más a todo el pueblo de Dios y también a los perdidos (3.12).

III. CONDUCIRSE EN HONRADEZ (4.11, 12)

Ahora Pablo habla respecto a la vocación del creyente y sus relaciones con los inconversos en el mundo. Uno de los problemas de la iglesia en Tesalónica era que algunas personas malentendieron la promesa de la venida de Cristo, dejaron sus trabajos y se convirtieron en «parásitos» viviendo a costa de otros cristianos. Véanse en 2 Tesalonicenses 3.5–15 la amonestación de Pablo. «Que procuréis tener tranquilidad» (v. 11) literalmente significa «esforzarse por estar tranquilos»; o sea, no impacientarse ni preocuparse e involucrarse en las actividades del mundo. «Ocuparos en vuestros negocios» y por consiguiente no se metan en negocios ajenos.
Es triste cuando los cristianos no tienen nada que hacer y se entremeten en la vida de otros. El cristiano que trabaja honestamente un día de trabajo y que se cuida de mantener un buen testimonio, influirá en el inconverso (véanse Col 3.22–25; 4.5). Los que no trabajan no deben comer (2 Ts 3.10). No practiquemos una «caridad» contraria a las Escrituras tomando el dinero del Señor para sostener a los «holgazanes cristianos» estimulándoles en su manera haragana de vivir.

IV. CONDUCIRSE EN ESPERANZA (4.13–18)

Este es el pasaje clásico sobre el Rapto de la Iglesia. La tristeza había venido sobre la vida de estos santos y se preguntaban si dejarían atrás a sus muertos cuando Cristo volviera. Pablo les asegura que sus muertos se levantarían primero y que todos los santos se reunirían para recibir al Señor en el aire.
No debe confundirse el Rapto de la Iglesia (encontrándose con Cristo en el aire) con la revelación del Señor, el momento cuando Él vendrá con sus santos a la tierra para juzgar a los pecadores y establecer su reino (2 Ts 1.7–12). El Rapto (encontrándose con Cristo en el aire) puede ocurrir en cualquier momento; pero la revelación (regresando con Cristo) será alrededor de siete años después del Rapto.
Es natural que los cristianos se lamenten cuanto sus seres queridos mueren; pero no deben desesperarse como lo hace la gente del mundo que no tiene esperanza. Ciertamente Cristo espera que lloremos y sintamos la soledad (Véanse Jn 11.33–36) como si atravesáramos el valle; pero en medio de nuestra tristeza debe haber el testimonio de la esperanza viva que tenemos en Cristo (1 P 1.3). Nótese los consuelos que tiene el creyente en tiempos de aflicción:
A. EL CONSUELO DEL CREYENTE DE QUE LA MUERTE ES SÓLO DORMIR.
«Durmieron en Cristo» en el versículo 14 literalmente es «puesto a dormir mediante Jesús».
Independientemente de cómo muera un creyente, Jesucristo está allí para llevarlo a dormir. Por supuesto, el alma va a estar con Cristo (Flp 1.20–24; 2 Co 5.6–8); es el cuerpo el que duerme, no el alma. La palabra «cementerio» significa «un lugar para dormir»; es el lugar donde los cuerpos duermen, esperando la resurrección.
B. EL CONSUELO DE LA REUNIÓN CELESTIAL.
Lo más duro respecto a la muerte es la separación de nuestros seres queridos; pero cuando Cristo venga «estaremos siempre con el Señor». Los santos que estén vivos no precederán a esos que murieron; todos seremos arrebatados para recibir juntos a Cristo.
C. EL CONSUELO DE LA BENDICIÓN ETERNA.
«Estaremos siempre con el Señor». Obtendremos nuevos cuerpos (1 Jn 3.1–3; Flp 3.20, 21). Pablo dice que el cuerpo que sepultamos en el cementerio es como la semilla que espera la cosecha (1 Co 15.35–38). Por supuesto, el cuerpo vuelve al polvo y el polvo se vuelve una parte de la tierra (Gn 3.19).
La Biblia no enseña en ninguna parte que Dios levanta y une cada partícula del cuerpo del creyente. Lo que sí enseña es que el cuerpo de resurrección tiene identidad con el cuerpo que fue sepultado. Así como la semilla que se planta (y que muere) en la tierra tiene identidad y continuidad con la semilla que produce, el cuerpo de resurrección tendrá identidad y continuidad con el cuerpo que fue sepultado.
La resurrección no es reconstrucción.
La palabra «arrebatados» (v. 17) está repleta de connotación. Significa:
(1) arrebatar velozmente, porque no habrá advertencia (5.1–10);
(2) arrebatar por la fuerza, porque Satanás tratará de impedir nuestro rapto al cielo;
(3) pedir a alguien para uno mismo, así como el Novio pide a la novia;
(4) mudarse a un nuevo lugar; y:
(5) librarse del peligro, porque la Iglesia no atravesará la tribulación (1.10; 5.9).

5

El capítulo final da una serie de amonestaciones para instruir a los cristianos a vivir a la luz de la venida de Cristo. Al leer esas muchas exhortaciones vemos que había algunos problemas definidos en la joven iglesia. Había cristianos viviendo descuidadamente; algunos no respetaban a los líderes de su iglesia; otros abusaban de los servicios públicos; y había una necesidad general de unión y amor entre los santos. Estas amonestaciones recalcan cómo la iglesia local puede vivir en armonía y pureza.

I. SEAN VIGILANTES (5.1–11)

Aquí Pablo presenta una serie de contrastes entre los cristianos y los perdidos:
A. LUZ/TINIEBLAS.
La venida de Cristo, en lo que respecta al mundo, será súbita e inesperada, como un ladrón en la noche; pero no así para el creyente. Nosotros esperamos que Él venga. Los incrédulos están en tinieblas; su entendimiento está entenebrecido (Ef 4.18; 5.8); aman la oscuridad (Jn 3.19–21; Ef 5.11); están bajo el control del poder de las tinieblas (Ef 6.12); y se encaminan hacia las tinieblas eternas (Mt 8.12). Pero el cristiano se asocia con la luz, porque Dios es luz y Cristo es la luz del mundo (Jn 8.12).
El cristiano es un hijo de la luz (Ef 5.8–14), aunque en un tiempo fue también tinieblas. El cambio que se produjo está descrito en 2 Corintios 4.1–6; Colosenses 1.13 y 1 Pedro 2.9. Puesto que los cristianos pertenecen al día, deben vivir en la luz y estar preparados para la venida de Cristo.
B. CONOCIMIENTO/IGNORANCIA.
A Satanás le agrada tener a las personas en oscuridad (Hch 26.18). Judas estaba en tinieblas (Jn 13.27–30) y también Ananías y Safira (Hch 5). El mundo ignora los planes de Dios porque ha rechazado a Cristo y a la Biblia. Léase en Isaías 8.20 por qué incluso los líderes inteligentes del mundo andan en tinieblas cuando se trata de comprender lo que están pasando en el mundo. Se dejan llevar por las apariencias y dicen: «¿Dónde está la promesa de su venida?» (Véanse 2 P 3). Pero el cristiano que lee la Biblia y mantiene sus ojos abiertos sabe la manera en que Dios obra en este mundo y no anda en ignorancia.
C. EXPECTACIÓN/SORPRESA.
El mundo no salvo vive en falsa seguridad, como la gente antes del diluvio (Gn 6) o como los habitantes de Sodoma y Gomorra (Gn 18–19).
Pablo hace dos comparaciones respecto a la venida de Cristo:
(1) el ladrón, que habla de la sorpresa y de cómo están desapercibidos los afectados;
(2) la mujer dando a luz, que habla de lo repentino y el sufrimiento que está involucrado.
Cuando Cristo saque a la Iglesia del mundo, empezará el Día del Señor, un período de siete años de tribulación y sufrimiento para el mundo. Así, el Día del Señor vendrá al mundo como ladrón en la noche, pero no así para el creyente.
D. SOBRIEDAD/EMBRIAGUEZ.
Los cristianos que esperan la venida de Cristo están despiertos y alertas; no se embriagan como los del mundo. «Velemos» y «durmamos» aquí no significa «estar vivos» o «estar muertos» como en 4.13–18; sino que significan respectivamente «estar alerta» y «estar descuidados». Cuando Cristo venga los cristianos deben estar viviendo en limpieza y consagración.

II. RESPETEN A SUS LÍDERES (5.12,13)

La familia de la iglesia debe tener liderazgo espiritual, y este liderazgo recae en el pastor o pastores y en los diáconos. La iglesia puede establecer cuantas organizaciones le plazca (siempre que estos grupos se organicen de acuerdo a las pautas bíblicas). El pastor, sin embargo, debe guiar y dirigir al rebaño conforme Dios dirige. Es cierto que necesita y quiere las oraciones y el consejo del pueblo, en especial de los líderes elegidos; pero todos en la iglesia deben respetar el liderazgo que Dios provee.
Los cristianos deben:
(1) aceptar a sus líderes (Ef 4.7–11; 1 P 5.1–5);
(2) honrarlos, reconociendo el trabajo que hacen;
(3) amándolos; y:
(4) siguiéndolos (Heb 13.7–9, 17, 24).
Dondequiera que hay una iglesia desunida con frecuencia es porque el pastor no asume la responsabilidad de liderazgo, o porque los miembros le impiden que dirija. Téngase presente que el liderazgo no es dictadura. El líder da ejemplo, paga el precio y procura ayudar a otros en amor cristiano. El dictador usa la ley, no el amor; no guía, arrea; y sus motivos son egoístas, incluso aunque piensen que lo hace por el bien de la iglesia.

III. SEAN CONSIDERADOS LOS UNOS CON LOS OTROS (5.14, 15)

No es suficiente tener liderazgo en la iglesia; también debe haber compañerismo, donde cada miembro haga su parte del trabajo. Primera de Pedro 4.7–11 nos recuerda que cada cristiano es un administrador de un don espiritual y que debemos usarlo para el bien de otros y la gloria del Señor.
Pablo especifica ciertas clases de cristianos que necesitan ayuda especial:
(1) A los ociosos: a los descuidados que no se dejan gobernar, los que se salen de los límites, se les debe amonestar.
(2) A los de poco ánimo: a los desalentados se les debe animar.
(3) A los débiles: los que no han madurado en el Señor (Ro 14.1–5), se les debe apoyar hasta que puedan caminar en el Señor.
Nuestra actitud hacia todas las personas debe ser de paciencia y amor, nunca devolviendo mal por mal (Ro 12.17–21).

IV. SEAN AGRADECIDOS (5.16–18)

«Alégrense, oren, den gracias» suenan como amonestaciones ordinarias; pero cuando se les añade los adverbios se tiene un desafío real: «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo». El cristiano que anda con el Señor y mantiene comunión constante con Él verá muchas razones para regocijarse y dar gracias todo el día.
«Orad sin cesar» no quiere decir un constante repetir de oraciones (Véanse Mt 6.7). La verdadera oración es la actitud del corazón, el deseo del corazón (Sal 10.17; 21.2; 37.4; 145.19). Cuando nuestros corazones desean lo que Dios desea, estamos orando siempre conforme el Espíritu intercede por nosotros y en nosotros (Ro 8.26, 27).

V. TENGAN CUIDADO EN LA ADORACIÓN (5.19–21)

En la iglesia primitiva «profetizar» era la obra inmediata del Espíritu; el profeta daba el mensaje de Dios. Pero Satanás es el falsificador, de modo que es necesario probar los mensajes (véanse 1 Co 12.10; 14.29–33). El peligro era que los creyentes «podían excederse» en abusos emocionales o ir al otro extremo, apagar el Espíritu al rechazar sus revelaciones. «Examinadlo todo, retened lo bueno» (v. 21) es la admonición que debemos seguir siempre que oigamos o leamos un mensaje de la Palabra.

VI. SEAN FIELES EN SU CONDUCTA DIARIA (5.22–28)

«Especie de mal» quiere decir «toda forma de mal». Por supuesto, ningún santo debería permitir en su vida ninguna cosa que otros podrían entender mal o criticar. Si nos rendimos a Dios, Él es fiel para edificarnos en santidad. La oración, el amor fraternal y la atención a la Palabra de Dios nos santificará y nos mantendrá preparados para el regreso de Cristo.

2ª DE TESALONICENSES

Fue escrita poco después de Primera a los Tesalonicenses y trata los mismos temas. Pablo animó a los tesalonicenses a seguir fieles a Cristo aun cuando eran perseguidos. También incluyó enseñanza adicional sobre la *escatología (la doctrina de las últimas cosas). Describió la *apostasía que precederá a la venida de Cristo en juicio, e instó a los tesalonicenses a permanecer firmes en la fe.
La segunda epístola a los tesalonicenses fue escrita poco después de la primera. Se le dijo al apóstol que por algunas expresiones de su primera carta, muchos tenían la esperanza de que la segunda venida de Cristo estaba muy cerca, y que el día del juicio llegaría en su tiempo.
Algunos de ellos descuidaron sus deberes mundanos. San Pablo volvió a escribir para corregir el error de ellos, que obstaculizaba la difusión del evangelio. Había escrito conforme a las palabras de los profetas del Antiguo Testamento, y les dice que había muchos consejos del Altísimo que aún debían cumplirse antes que llegara el día del Señor, aunque había hablado de aquel momento como muy cercano porque era inminente.
El tema conduce a una notable predicción de algunos de los sucesos futuros que iban a tener lugar en las épocas posteriores de la Iglesia cristiana, y que muestran el espíritu profético que poseía el apóstol.
NOMBRE COMO PRESENTA A JESÚS: 2ª Tes. 2: ,8. El Cristo Consumidor.
BOSQUEJO SUGERIDO DE 2 TESALONICENSES
Saludo (1.1, 2)
I. Estímulo en el sufrimiento (1)
A. El sufrimiento nos ayuda a crecer (1.3–5)
B. El sufrimiento nos prepara para la gloria (1.6–10)
C. El sufrimiento glorifica a Cristo hoy (1.11, 12)
II. Aclaración respecto al Día del Señor (2)
A. La apostasía debe venir (2.1–3)
B. El templo se debe reconstruir (2.4–5)
C. Debe quitarse lo que lo detiene (2.6–12)
D. La Iglesia debe completarse (2.13–17)
III. Establecimiento en la vida cristiana (3)
A. Oración y paciencia (3.1–5)
B. Trabajar y comer (3.6–13)
C. Oír y hacer (3.14–15)
Despedida (3.16–18)
Comparación de los temas de 1 y 2 Tesalonicenses
1 Tesalonicenses 2 Tesalonicenses
1. La venida de Cristo en el aire por la Iglesia, 4.13–18
1. La venida de Cristo a la tierra con su Iglesia.
2. La presente edad de gracia 2. El futuro Día del Señor
3. La obra del Espíritu en la Iglesia
3. La obra de Satanás en el mundo («el misterio de iniquidad»), 2.7
4. Recordarles lo que les había enseñado
4. Corregir las enseñanzas falsas que habían oído

1

La iglesia atravesaba persecución (1.4–7) y algunos de los creyentes pensaban que ya estaban en el Día del Señor, aquel tiempo de tribulación en el cual el mundo entero será juzgado. Es posible que una carta, al parecer de Pablo, había llegado a la iglesia (2.1, 2) o que algunos de los profetas de la iglesia habían dado este mensaje falso en alguna reunión pública. En cualquier caso, Pablo escribe para explicar el programa de Dios para la edad y animar a estos cristianos que sufrían a que permanecieran fieles al Señor. Destaca tres propósitos detrás del sufrimiento.

I. EL SUFRIMIENTO NOS AYUDA A CRECER (1.3–5)

«La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia» escribió Tertuliano el padre de la Iglesia; y la historia demuestra que es verdad. Un cristiano chino devoto dijo: «El sufrimiento en China ha multiplicado las bendiciones porque ha purificado a la iglesia». Los cristianos tesalonicenses tenían una reputación de una fe creciente, esperanza constante y amor abundante (1 Ts 1.3); y sus experiencias difíciles hacían que creciera su fe, esperanza y amor.
Todavía más, su testimonio seguía creciendo también, porque todas las iglesias habían oído de ellos y su postura por el Señor. Pablo podía gloriarse de ellos en todas las iglesias. Su firmeza y perseverancia era un estímulo para otros creyentes.
Nótese también que crecían en paciencia (v. 4). «La tribulación produce paciencia» (Ro 5.3). Por supuesto, en el NT «perseverancia» no es simplemente «esperar a que pase»; es firmeza en perseverar en el Señor, seguir avanzando cuando es difícil. El cristiano que ora por más paciencia debe esperar más tribulación, porque la tribulación es la herramienta espiritual que Dios usa para hacernos pacientes.
Cuando viene el sufrimiento, o bien nos desarrollará o nos destrozará. Si aceptamos el sufrimiento, nos rendimos a la voluntad de Dios y por fe continuamos fieles, entonces el sufrimiento nos hará crecer. Si resistimos el sufrimiento, nos quejamos a Dios y nos damos por vencidos en incredulidad, entonces el sufrimiento destrozará y debilitará nuestro testimonio. Véanse 1 Pedro 4.12–19.

II. EL SUFRIMIENTO NOS PREPARA PARA LA GLORIA (1.6–10)

Pablo no mira el sufrimiento como una carga, sino como una bendición, un privilegio. Sufrir por Cristo es un don (Flp 1.29). Cuando Pablo dijo que deberían ser «tenidos por dignos del reino de Dios» (v. 5) no sugería que podían ganarse un lugar en el cielo por sus méritos. «Dignos» describe aptitud, idoneidad, no mérito. Dios nos hace aptos mediante el sufrimiento para la gloria que está por delante.
El sufrimiento y la gloria no pueden separarse (Mt 5.10–12; 1 P 4.12–14; 5.1). Nuestro sufrimiento aquí ahora es nada más que la preparación para la gloria que se ha de revelar (Ro 8.18; 2 Co 4.16–18).
Pero la perseverancia en el sufrimiento es también un testimonio para el mundo perdido. Puede parecer que Dios no juzga los pecados del mundo, pero esto no es verdad. Si andamos en incredulidad nos desanimaremos pensando que Dios no vindica a los suyos (véanse Sal 73 y Habacuc), pero Dios prepara juicio para el malo. Sabiendo esto, podemos descansar con confianza. Dios «recompensará» el juicio; o sea, retribuirá al malo en la misma medida y en la misma clase que han retribuido a los cristianos. Faraón ahogó a los niños de Israel y Dios ahogó al ejército egipcio en el Mar Rojo. Judas traicionó a Jesús para que lo colgaran en un madero y Judas mismo fue y se ahorcó en un árbol. Saúl intentó matar a David con la espada y él mismo murió por la espada. Los pecadores cosechan lo que siembran.
Cuando Cristo venga a la tierra con su Iglesia, juzgará a los malos que estén vivos en la tierra.
Sufrirán el infierno eterno por dos razones: no conocieron a Dios (ignorancia voluntaria, Ro 1.18–32), y no obedecieron a Dios (desobediencia voluntaria). Dios ordena a los pecadores que se arrepientan (Hch 17.30); rechazar a Cristo es desobediencia. Por supuesto, el mundo no estará listo para la súbita venida de Cristo en juicio (Ap 19.11–21) y lo tomará desprevenido.
El orden de los acontecimientos es:
(1) el regreso secreto de Cristo en el aire por la Iglesia, lo cual puede ocurrir en cualquier momento;
(2) el Día del Señor (1 Ts 5.1);
(3) el surgimiento y crecimiento en poder del hombre de pecado;
(4) la venida súbita de Cristo a la tierra con la Iglesia;
(5) el juicio de los pecadores y Satanás apresado y atado por mil años (Ap 19.11–20.3).

III. EL SUFRIMIENTO GLORIFICA A CRISTO HOY (1. 11, 12)

Jesucristo será glorificado en sus santos en ese día (v. 10); pero los creyentes deben glorificarle cada día que viven. Esta es la petición de la oración de Pablo por los creyentes: que Dios pueda cumplir su propósito en sus vidas y que el nombre de Cristo sea glorificado a través de ellos. El ministerio de Pablo era la Palabra de Dios y la oración (Véanse Hch 6.4). Enseñaba al pueblo las verdades de Dios, luego oraba por ellos para que pusieran en práctica lo que les había enseñado.
Los creyentes podemos tener confianza en el sufrimiento debido a que Dios nos ha escogido y nunca nos olvidará. La buena obra que Dios empieza, la completará (Flp 1.6). Si tal parece que el mundo pecador está ganando hoy la batalla, podemos descansar en fe, sabiendo que mañana ese mundo perderá la batalla. Nuestra responsabilidad es vivir de manera digna este supremo llamamiento (v. 11) y permitir que Dios obre su perfecta voluntad en fe y poder. Nótese las «verdades gemelas» en este capítulo: fe y amor (v. 3); fe y paciencia (v. 4); fe y poder (v. 11).
¿Qué deben hacer los cristianos que están en la voluntad de Dios cuando atraviesan pruebas y tribulaciones dolorosas? Deben:
(1) agradecer a Dios por su salvación y porque Él está con ellos;
(2) someterse a la voluntad de Dios sin quejarse;
(3) pedir a Dios que les dé sabiduría para comprender su voluntad;
(4) observar en busca de oportunidades para testificar y glorificar a Dios en la situación;
(5) esperar con paciencia hasta que se cumplan los propósitos de Dios.
Por supuesto, si estamos fuera de la voluntad de Dios y vienen los problemas (¡y vendrán!), debemos aceptar el castigo de su mano.
Este primer capítulo es un gran estímulo para el creyente en estos días de prueba. El mundo se precipita cuesta abajo hacia el infierno a velocidad vertiginosa. No quiere oír o no quiere prestar atención a la Palabra de Dios. Los cristianos fieles sufren mientras que los incrédulos impíos prosperan.
Parece como si Dios se hubiera olvidado de los suyos. Pero no es así, dice Pablo. El creyente puede «descansar» (v. 7) -y esta palabra quiere decir «aflojar la tensión»-, sabiendo que Dios está obrando en el mundo. Un día Él vindicará a los suyos y ejecutará su venganza contra los perdidos.

2

En este capítulo Pablo llega al meollo de su carta, su explicación respecto al Día del Señor y al hombre de pecado. Los cristianos estaban «temblando» en lugar de estar confirmados (1 Ts 3.2, 13) debido a que se les había dicho (falsamente) que el Día del Señor ya había venido. «Está cerca» en el versículo 2 debe leerse como «ya está presente». Pablo explica que ciertos acontecimientos deben ocurrir antes de que este día de ira y juicio venga sobre el mundo.

I. LA APOSTASÍA DEBE TENER LUGAR (2.1–3)

La palabra «apostasía» quiere decir «abandonar la fe». Aquí se refiere a alejarse de la verdad de la Palabra de Dios. A pesar de que había sin duda falsos maestros en los días de Pablo, la iglesia en su mayor parte estaba unida en las verdades de la Palabra de Dios. Si usted encontraba a otro cristiano, sabía que esa persona creía en la Palabra de Dios, la deidad de Cristo y la salvación por la fe en Cristo.
¡Esto, ciertamente, no es verdad hoy en día! Vivimos en tiempos de «incredulidad cristiana»; gente que dice ser cristiana y sin embargo niega la deidad de Cristo, la inspiración de la Biblia y cosas por el estilo.
Esta apostasía, o abandono de la verdad, está prometida en 1 Timoteo 4 y 2 Timoteo 3. Hoy en día vivimos en tiempos de apostasía, lo cual indica que la venida del Señor está cerca. La iglesia profesante (la cristiandad) se ha alejado de la verdad.

II. EL TEMPLO DEBE RECONSTRUIRSE (2.4,5)

Pablo asegura el surgimiento de un dictador mundial, el «hombre de pecado, el hijo de perdición» (v. 3). No habla de un sistema mundial, sino de alguien que encabezará un sistema mundial. Este «hombre de pecado» contrasta con Cristo, el Salvador del pecado. Aquel es el hijo de perdición; Cristo es el Hijo de Dios. Aquel es un mentiroso; Cristo es la Verdad. Comúnmente llamamos a este hombre «el anticristo», lo cual significa tanto «contra Cristo» como «en lugar de Cristo». Este gobernante mundial recibirá el poder del diablo y unirá a las naciones de Europa en una gran federación (los diez cuernos de la estatua de Daniel 7). De acuerdo a Apocalipsis 17 el anticristo cooperará con el mundo apóstata para que aumente su poder y luego destruirá ese sistema religioso cuando ya no lo necesite más.
El programa es como sigue:
(1) el Rapto de la Iglesia;
(2) el anticristo empezará a subir al poder de una manera pacífica;
(3) unirá a Europa y hará un pacto de siete años con Israel para proteger a esta nación (Véanse Dn 9);
(4) después de tres años y medio romperá el pacto e invadirá Israel;
(5) abolirá toda religión y se colocará a sí mismo para que se le adore (Ap 13);
(6) al final del período de siete años de tribulación (Día del Señor), Cristo volverá a la tierra y destruirá al anticristo y su sistema.
Tanto el AT como el NT predicen el regreso de los judíos a Palestina y la reconstrucción del templo judío. La «abominación desoladora» de Daniel 11.31 y Mateo 24.15 se manifestará cuando el anticristo se siente en el templo.

III. EL QUE LO DETIENE DEBE SER QUITADO (2.6–12)

El misterio de iniquidad de Satanás ya está trabajando en el mundo y podemos ver sus actividades impías creciendo rápidamente. ¿Qué, entonces, detiene el programa maligno de Satanás y el surgimiento del anticristo? Dios tiene «el que lo detiene» en el mundo, el cual creemos que es el Espíritu Santo obrando en la Iglesia y a través de ella. Dios tiene sus «tiempos y sazones» determinados (1 Ts 5.1), e incluso Satanás no lo puede desviar de lo que ha decidido. Según el versículo 7 el que lo detiene es el Espíritu y Él seguirá deteniendo las actividades de Satanás hasta que «sea quitado de en medio» cuando venga el Arrebatamiento de la Iglesia. Por supuesto, el Espíritu todavía continuará obrando en la tierra, puesto que la gente creerá y se salvará después del Rapto; pero su ministerio de estorbar mediante el cuerpo de Cristo llegará a su fin. Esto le dará a Satanás curso libre para llenar la copa de la iniquidad hasta el borde.
Satanás trabajará mediante el anticristo con poderes milagrosos (vv. 9–10), así como los magos de Egipto imitaron los milagros de Moisés. Imitará los poderes de Cristo (Véanse Hch 2.22) y logrará que el mundo lo acepte y le adore. ¡Los hombres prefieren creer una mentira antes que la verdad! Por supuesto que a los verdaderos creyentes salvos después del Rapto no los engañarán, sino a los perdidos que al fin y al cabo acabarán en el infierno. Habrán creído la mentira, que es adorar y servir a la criatura antes que al Creador (Ro 1.25).

IV. LA IGLESIA DEBE COMPLETARSE (2.13–17)

El Día del Señor se aplica a las naciones gentiles y a los judíos, pero no a la Iglesia. Es un día de ira y la Iglesia no está destinada para la ira (1 Ts 1.10; 5.9). El propósito de la tribulación es el castigo de los gentiles y la purificación de la nación judía, que para este tiempo habrá regresado a su propia tierra en incredulidad. Pero el anticristo no empieza a ascender al poder sino hasta que Cristo haya sacado a la Iglesia de la tierra. ¡Qué contraste entre la Iglesia y los seguidores del anticristo! Nosotros hemos sido salvos por creer en la Verdad; ellos están condenados porque creyeron una mentira. Nosotros hemos creído en las buenas nuevas del evangelio; ellos creen las falsas promesas del diablo. Nosotros hemos sido escogido para gloria; ellos están destinados al infierno.
Pablo hace una maravillosa aplicación: ¡estén firmes! No se dejen llevar por las convulsiones del mundo, trastornos políticos, ni la apostasía religiosa. Todas estas cosas deben suceder, pero Dios sigue todavía en el trono. A medida que el fin de la edad se acerca será cada vez más difícil vivir por Cristo y servirle. ¿Qué debe hacer el cristiano? ¡Aferrarse a la Palabra de Dios! No escuche las mentiras del diablo: las enseñanzas de las sectas, las promesas dulzonas de los falsos maestros. ¡Aférrense a la
 Palabra de Dios! Tenemos en Cristo y en su Palabra estímulo eterno y buena esperanza.
Debemos seguir trabajando. «Toda buena palabra y obra» (v. 17) es un buen lema para practicar en estos días de tinieblas. Persevere en esparcir la Palabra; en trabajar por Cristo. Al ganar a otros estamos edificando el cuerpo. Cuando el cuerpo quede completo, será arrebatado a la gloria. Esto es lo que Pedro quiere decir al afirmar «apresurándonos para la venida del día de Dios» (2 P 3.11, 12). Mientras la Iglesia esté en el mundo, estorba el programa de Satanás; pero una vez que la Iglesia haya sido quitada Satanás tendrá mayor libertad. Procurará destruir a Israel y arruinar a la humanidad.
Estos son días grandes y de desafíos. ¡Ojalá seamos hallados fieles cuando Él venga!

3

La Segunda Venida de Cristo es más que una doctrina para examinar y estudiar; es una verdad en la cual afirmar nuestras vidas y para hacernos mejores cristianos. No es suficiente saber respecto a su venida, o creerla; debemos practicarla en la vida diaria. Desafortunadamente algunos de los creyentes de Tesalónica abusaban de la doctrina de la venida de Cristo. En este capítulo final Pablo les exhorta a que cambien sus caminos. Hay tres admoniciones prácticas aquí.

I. ORAR Y SER PACIENTES (3.1–5)

¡Qué tremendo poder tiene el creyente en la oración! Aunque Satanás está trabajando en el mundo, todavía podemos orar a Dios y ver que Él responde. La petición de Pablo es para que oren por su ministerio de la Palabra. La única manera de contrarrestar las mentiras de Satanás es mediante la proclamación de la Palabra de Dios. La Palabra es viva (Heb 4.12) y Pablo desea verla que «corra» (v. 1) por todo el mundo. Donde la Palabra de Dios se ignore, Pablo anhela fervientemente verla glorificada. La Palabra en efecto tenía curso libre entre los creyentes de Tesalónica y estaba siendo glorificada porque la recibieron y la creyeron (1 Ts 2.13; 2 Ts 2.13).
También ora que los siervos de Dios puedan ser librados de los hombres perversos. Siempre que llevemos el evangelio Satanás levantará hombres irracionales (perversos) y malvados que se nos opondrán (Véanse Hch 18.1–12). Estos incrédulos se oponen a la Palabra misma e incluso a los que la esparcen. No podemos confiar en los hombres, pero podemos confiar en nuestro fiel Dios. «Él es fiel» (Véanse v. 3) es la frase favorita del cristiano perseverante.
Los creyentes tienen que ser pacientes al orar y esparcir la Palabra. Dios puede darnos esta paciencia conforme crecemos en nuestro amor por Cristo. El mayordomo que se impacienta mientras espera por su Señor tiene problemas con su corazón y obediencia (Mt 24.42–51). Pablo nos dice que amemos su aparición (2 Ti 4.8). Donde hay amor, habrá paciencia y esperanza.

II. TRABAJEN SI QUIEREN COMER (3.6–13)

Algunos de los creyentes habían aplicado erróneamente la enseñanza concerniente al regreso de Cristo. «Si el Señor va a regresar pronto», razonaban, «¡debemos dejar nuestros trabajos y esperar su regreso!» A través de los siglos grupos marginales han cometido la misma equivocación. Han dejado el mundo, se han ido a una montaña y esperado que el Señor regrese, tan solo para volver avergonzados a sus hogares. ¡Qué necia puede ser la gente cuando resisten la clara enseñanza de la Palabra de Dios!
Pablo amonesta a los verdaderos creyentes a que se alejen de estos cristianos holgazanes que desobedecían la Palabra, para que los ofensores se avergonzaran y corrigieran sus caminos equivocados (vv. 6, 14). Los fieles debían tratar a los ofensores como hermanos, no como enemigos; pero no tenían por qué soportar su pecado.
Pablo señaló su enseñanza y ejemplo. Mientras estuvo con ellos, trabajó con sus manos para sostenerse él y sus colaboradores (véanse 1 Ts 2.9–12; Hch 20.33–35). Muchas veces les había enseñado que trabajaran fielmente como cristianos y suplieran para sus propias necesidades. «Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma» era el principio que seguía Pablo. Por supuesto, la iglesia cuidaba de quienes tenían realmente necesidades y no podían trabajar (véanse Hch 6; 1 Ti 5); pero la iglesia no está obligada a ayudar a los que pueden trabajar pero no quieren hacerlo. Los que rehúsan trabajar se vuelven entremetidos; les sobra el tiempo e interfieren en los asuntos de otro. Esto crea un mal testimonio ante el inconverso (Véanse Col 4.5). La verdad de la Segunda Venida de Cristo debe impulsarnos a trabajar más duro y a ser fieles para obedecer su Palabra.
Cuando los cristianos fieles ven a los cristianos infieles vivir como lo hacen, con frecuencia se desaniman. «¿De qué sirve?», dicen. Pablo les anima: «No os canséis de hacer el bien» (v. 13). Ojalá seamos hallados fieles cuando Jesús venga y estemos delante de Él.

III. OÍR LA PALABRA Y HACERLA (3.14–18)

La Palabra de Dios es para oír y obedecer. Los que se negaban a obedecer lo que Pablo decía, debían señalarlos y aplicárseles las medidas del caso. Esta acción no es disciplina oficial de la iglesia, según se analiza en 1 Corintios 5, sino acción correctiva personal aplicada por miembros de la misma de manera individual. No debemos alentar la holgazanería. Si cada cristiano obedeciera la Palabra de Dios, la iglesia sería más santa, más feliz y más eficaz en el testimonio y en el servicio.
Uno de los puntos fuertes de la iglesia de Tesalónica era su actitud hacia la Palabra de Dios. Oyeron y recibieron la Palabra, la creyeron (1 Ts 1.5, 6; 2.13) y la enseñaron a otros. Pero evidentemente algunos de los creyentes se estaban endureciendo a la Palabra: la oían pero no la obedecían. La evidencia de su incredulidad y desobediencia se veía en cómo vivían y sus vidas eran una desgracia para la iglesia. Debemos ser oidores y hacedores de la Palabra (Stg 1.22–27).
La bendición de Pablo se refiere a la paz y la gracia. ¡Cuánto necesitan paz estos creyentes!
Atravesaban gran tribulación; algunos habían muerto; algunos vivían desordenadamente. Podemos tener paz en nuestros corazones si nos sometemos a Cristo, creemos en sus promesas y esperamos su regreso. ¡Nada estimulará más al creyente que está atravesando pruebas como la esperanza del regreso de Cristo!
Esta paz viene de su presencia: «El Señor sea con todos vosotros». Este es el Dios de paz dándonos la paz de Dios (Flp 4.4–9).

Pablo añadió su rúbrica personal y bendición de gracia, lo cual era la manera en que concluía sus cartas, garantizando así su genuinidad. Satanás tiene sus falsificaciones y embustes, de modo que Pablo tiene el cuidado de asegurarles que su carta era auténtica y autorizada. Véanse 1 Corintios 16.21; Gálatas 6.11 y Colosenses 4.18.