BOSQUEJO SUGERIDO DE PROVERBIOS
Introducción (1.1–19)
I. Los llamados
de la sabiduría y los llamados de la insensatez (1.20–9.18)
A. Primer
llamado de la sabiduría: a salvación (1.20–33)
B. El camino de
la sabiduría: justicia y seguridad (2–4)
C. Primer
llamado de la insensatez: condenación (5)
D. Segundo
llamado de la insensatez: pobreza (6)
E. Tercer
llamado de la insensatez: muerte (7)
F. Segundo
llamado de la sabiduría: a riqueza (8)
G. Tercer
llamado de la sabiduría: a vida (9)
II. Contrastes
de la sabiduría (10–15)
Una serie de proverbios
contrastando la sabiduría y la insensatez
III. Consejos de
la sabiduría (16–31)
Una serie de proverbios acerca de
asuntos prácticos
NOTAS
PRELIMINARES A PROVERBIOS
I. TÍTULOS
El libro de los proverbios es El mejor representante
de la así llamada “literatura sapiencial” del Israel antiguo, el libro de
Proverbios, comprende 31 caps. De profundas declaraciones sobre temas morales.
Su texto clave es: El temor de Jehovah es el principio del conocimiento (Proverbios 1:7).
Los encabezamientos de Proverbios 1:1 y 10:1 afirman
la autoría de Salomón para la totalidad del libro; y no hay pruebas objetivas
que apoyen alguna teoría contraria. El libro es un resumen de instrucción
moral, abordando los temas del pecado y la santidad. Y el vehículo de
instrucción es uno de los recursos semíticos preferidos: la enseñanza por
contraste.
La primera sección del libro comienza (Proverbios
1:7) y termina (Proverbios 9:10) declarando que el temor de Jehovah es el
principio del conocimiento y la sabiduría. Por lo tanto, la sabiduría que se
exalta en Proverbios no es sólo un alto grado de inteligencia, sino una virtud
moral. Esto se expresa claramente en la primera sección, por los contrastes
incluidos en ella. La sabiduría es personificada en una mujer sabia (Proverbios
8:1).
Esto es natural, ya que sabiduría es un sustantivo
femenino en heb. La mujer necia, según se la describe aquí, utiliza palabras
similares a las de sabiduría, para invitar a los hombres a entrar a su casa
(Proverbios 9:4, 16), pero ella los invita a pecar. La prostituta, a quien se
le dedica mucho espacio en esta sección, representa todo lo que sea pecado. El
asesinato y el robo son lo opuesto de la sabiduría presentada en el cap. 1,
pero generalmente la prostituta (también llamada la mujer extraña, la insensata
o la mujer necia) se muestra como lo opuesto de la justicia personificada.
Algunos encuentran a Cristo personificado en la justicia que se cita en
Proverbios 8:22.
En la sección principal (Proverbios 10:1—22:16) se
presenta el mismo contraste en aforismos de un solo v. cada uno. Aquí no
aparece la personificación de la justicia y el pecado, pero se utilizan
repetidamente los mismos sinónimos para la virtud y el vicio y como tales deben
ser entendidos.
Necio no significa tonto, del mismo modo que la
mujer necia (Proverbios 9:13) no se refiere a una ignorante. Ambos términos se
refieren al pecado. En toda esta sección, las palabras, sabio, entendido, íntegro y que atesora el conocimiento son términos sinónimos referidos a la santidad. Sus
opuestos: necio, insensato,
alborotadora, burlador, Etc, se
refieren a la maldad. En resumen: un hijo necio no es un estúpido, sino un
malvado. Un burlador no sólo es un orgulloso, sino alguien que se rebela contra
la sabiduría. En algunas ocasiones, un v. se repite parcialmente en otro lugar,
donde la forma de la variante aclara el significado (Proverbios 27:15 con
21:19).
La cuarta sección (Proverbios 22:19—29:27) es más
general, pero utiliza el mismo vocabulario moral.
La última sección (Proverbios 30:1—31:31) incluye
varios proverbios culminantes que aparentemente refuerzan el cuarto punto
(Proverbios 6:16-19, donde entre siete cosas, la séptima es el clímax). Aquí
también se encuentra el famoso poema final (un poema alfabético) que exalta a
la esposa de noble carácter.
La palabra castellana «proverbio»
proviene de dos palabras latinas: pro (en
lugar de) y verba (palabras).
De modo que un proverbio es una frase que se da «en lugar de muchas palabras»;
es una declaración corta que
resume un principio sabio. La palabra hebrea que se traduce «proverbio» significa «una comparación». Como
veremos, muchos de los proverbios de Salomón son comparaciones y contrastes. Como muchos pueblos orientales, los
judíos enseñaban mucho mediante proverbios.
Estas frases cortas, «pegajosas», eran fáciles de recordar y condensaban mucha
sabiduría en poco espacio.
Es
el mejor ejemplo de literatura sapiencial en la Biblia. El tema de este libro
se encuentra en Proverbios 1:7: El
temor de Jehovah es el principio del conocimiento. Este libro práctico
enseña cómo obedecer a Dios en nuestros tratos unos con otros.
El tema de este
libro puede expresarse ampliando los versículos iníciales.
1. Los Proverbios de
Salomón, el hijo de David, rey de Israel.
2. Que tratan del
conocimiento de la sabiduría, de la piedad con Dios, de instrucción y
disciplina moral, de entender los consejos prudentes y sabios.
3. Que tratan del
logro de la instrucción en sabiduría, la cual sabiduría, debe demostrarse en la
conducta de la vida, y consiste en justicia acerca de nosotros mismos, juicio
para obedecer los estatutos y ordenanzas de Dios y en equidad hacia nuestro
prójimo.
4. Que tratan de dar
al simple sagacidad para descubrir lo bueno, supliendo los principios justos y
criterios correctos de virtud y vicio; y al joven dan conocimiento para que no
cometa yerros por ignorancia; y discreción para que al sopesar bien estos
preceptos, no cometa yerros por obstinación.
5. Tómese los
proverbios de otra nación y hallaremos grandes cantidades fundamentadas en el
egoísmo, la astucia, el orgullo, la injusticia, el desdén nacional y las
animosidades.
Los principios de
los Proverbios de Salomón son la piedad, la caridad, la justicia, la
benevolencia y la prudencia verdadera. Su pureza universal demuestra que son la
palabra de Dios.
II. AUTOR Y
FECHA
En Proverbios 1.1, 10.1 y 25.1 se
nos dice que Salomón escribió la mayoría de los proverbios de este libro. En 1
Reyes 4.32 se nos informa que Salomón dijo 3.000 proverbios, y estos sin duda
se anotaron en los registros oficiales. Los hombres de Ezequías (grupo de
escritores que el rey Ezequías empleó para ayudarle a copiar las Escrituras)
copiaron el material de Proverbios 25–29 (Véanse 25.1), mientras que el mismo
rey Salomón escribió o dictó Proverbios 1–24. En Proverbios 30–31 tenemos material
procedente de otros escritores, aunque muchos creen que Salomón era el «rey
Lemuel» de 31.1. Salomón se conoció por su sabiduría, a pesar de que al final
de su vida se dio a la idolatría y a la insensatez.
El nombre de Salomón como
autor aparece en el primer versículo del libro. Sabemos, sin embargo, que hay
porciones de Proverbios que se atribuyen claramente a otros escritores como
«los sabios» (22.17), Agur (30.1) y el rey Lemuel (31.1).
Indudablemente, la
tradición sapiencial se cultivó en Israel durante el reinado de Salomón (1 R
5.12; 10.1–13, 23s) y floreció durante la monarquía. Los estudios comparativos
de la literatura hebrea con la literatura del Medio Oriente han permitido
establecer que buena parte de los proverbios corresponden a la época de
Salomón.
Muchos opinan que Salomón
escribió lo principal de Proverbios, y que después se añadieron otros escritos
de otras fuentes.
Es interesante que la
segunda colección de Proverbios que se atribuye a Salomón (capítulos 25–29) no
se añadió sino hasta doscientos años después de la muerte del rey, cuando los
hombres de Ezequías aparentemente la encontraron (25.1).
El libro de Proverbios es
un ejemplo clásico del tipo de literatura conocida como sapiencial o de
sabiduría. Otros libros del Antiguo Testamento que así se categorizan son Job,
Eclesiastés y Cantares. Se les llama así porque expresan conceptos relativos a
las cuestiones eternas de la vida. Este tipo de literatura floreció durante el
gobierno de Salomón, a quien se considera el más sabio de todos los sabios del
mundo antiguo (1 R 4.30, 31).
NOMBRE
QUE LE DA A JESÚS: Prv: 8: La Sabiduría De Dios.
III. TEMA
La palabra clave es sabiduría.
Casi siempre pensamos que la sabiduría es la capacidad para usar el conocimiento
como es debido y esta es una definición práctica. Pero, en la Biblia, sabiduría
significa mucho más. La verdadera sabiduría es asunto del corazón y no sólo de
la mente. Es un asunto espiritual. Hay una «sabiduría del mundo» (1 Co 2.1–8;
Stg 3.13–18) y hay una que es divina, del cielo.
En Proverbios se describe la
sabiduría como una mujer atractiva que llama a la gente a seguirle a una vida
de bendición y éxito. La insensatez se describe como una mujer perversa que
tienta a los necios y los conduce al infierno. Por supuesto, Jesucristo es la
Sabiduría de Dios al creyente (1 Co 1.24, 30; Col 2.3). Cuando se lee las
descripciones de Salomón acerca de la sabiduría en Proverbios 8.22–31, no se puede
dejar de ver sino a Jesucristo. La sabiduría se describe como eterna (vv.
22–26), creadora de todo (vv. 27–29) y amada de Dios (vv. 30–31). De inmediato
se piensa en Juan 1.12 y Colosenses 1.15–19. Rendirle la vida a Cristo y
obedecerle es verdadera sabiduría.
IV. EL NECIO
Proverbios menciona con frecuencia
tres clases de personas que desesperadamente necesitan sabiduría: el necio, el
simple y el burlador (Véanse 1.22). El necio es alguien obcecado, perezoso, descuidado
y tonto. Nabal, en 1 Samuel 25, es un buen ejemplo; el nombre «Nabal» significa
«necio».
El necio detesta la instrucción
(1.7, 22) y confía en sí mismo (12.15). Habla sin pensar (29.11) y se burla del
pecado (14.9). Los simples son las personas que lo creen todo y a todo el mundo
(14.15) y les falta discernimiento. Con facilidad otros los desvían porque les
falta entendimiento (7.7). No pueden ver hacia adelante (22.3) y, como
resultado, se meten de continuo en problemas. Los burladores se mofan de la
sabiduría de Dios porque es demasiado elevada para ellos (14.6), pero no lo
admiten porque dicen saberlo todo (21.24). La palabra hebrea que se traduce
«burlador», literalmente significa «hacer muecas»; y podemos imaginarlos
sonriendo con sarcasmo. Nunca les aprovecha la reprensión (9.7–8; 13.1) y, como
resultado, un día serán juzgados (19.29).
V. EL SABIO
Proverbios nos bosqueja el
carácter de los sabios: escuchan la instrucción (1.5); obedecen lo que oyen
(10.8); guardan lo que aprenden (10.14); ganan a otros para el Señor (11.30);
huyen del pecado (14.16); cuidan su lengua (16.23); y son diligentes en su
trabajo diario (10.5).
VI. VALOR
Proverbios es valioso para
nosotros como una guía para la sabiduría práctica en la vida cotidiana. Nos
enseña cosas tales como la lengua, cuestiones de dinero, la amistad, el hogar y
contratos de negocios. Sería bueno para los creyentes (en especial los jóvenes)
leer un capítulo de Proverbios cada día y así leer todo el libro cada mes. El
NT cita a Proverbios en: Romanos 3.15 (Pr 1.16); Hebreos 12.5–6 y Apocalipsis
3.19 (Pr 3.11–12); Santiago 4.6 y 1 Pedro 5.5 (Pr 3.34); Romanos 12.20 (Pr 25.21–22);
y 2 Pedro 2.22 (Pr 26.11).
VII.
INTERPRETACIÓN
Los proverbios son
generalizaciones acerca de la vida y no promesas para reclamar, aun cuando contienen
algunas grandes promesas. El requisito básico para entender y aplicar los
proverbios es el temor de Jehová (1.7) y una disposición para obedecer (3.5–6; Véanse
Jn 7.17). El objetivo del libro es capacitar a la persona piadosa en las
relaciones y empresas humanas. Esto empieza con la sumisión al Señor. Es
peligroso tomar una o dos afirmaciones de Proverbios e ignorar el mensaje total
del libro.
También, aun cuando hallemos
ejemplos de excepciones a algunos de los proverbios, esto no menoscaba la
lección que contienen. No todos los santos tienen larga vida (3.1–2) ni se
enriquecen (3.10). En algunas partes del mundo los creyentes mueren de hambre y
pobreza. Pero, por lo general, los que obedecen a Dios no arruinan sus cuerpos
ni desperdician su sustancia. El libro de Proverbios nos llama a comprender y
aplicar toda la sabiduría de Dios revelada para la vida.
1–9
En esta lección queremos
considerar a la Sabiduría y a la Insensatez, las dos «mujeres» que procuran atraer
y ganar el corazón de las personas. Usted notará en el bosquejo sugerido de
Proverbios que hay tres llamados de la Sabiduría y tres de la Insensatez. La
Sabiduría nos llama a Dios y a la vida; la Insensatez nos llama a pecar y al
juicio. Queremos estudiar estas seis importantes invitaciones y contrastarlas.
I. PRIMER LLAMADO DE LA SABIDURÍA: SALVACIÓN (1.20–33)
Este es un llamado abierto en las
calles, donde la gente puede ver y oír. El llamado de Dios a los corazones no
es asunto secreto; su Espíritu invita a las personas abiertamente a venir a
Cristo. Nótese que la Sabiduría invita a tres clases: a los simples, a los
burladores y a los insensatos (1.22). La sabiduría puede ver el juicio que se
avecina y quiere que los pecadores escapen del mismo. Qué maravillosa oferta
hace a quienes quieren oír: el don del Espíritu y la Palabra de Dios (v. 23).
¿Cómo responden los pecadores a
este llamado? Parece que lo rechazan totalmente. Los versículos 24–25 indican
sus respuestas: rehúsan prestar atención; no consideran la mano de Dios que se
extiende; incluso la tratan con ligereza. ¿Cuál será el resultado? Destrucción.
Y Dios se reirá de ellos, así como ellos se rieron de la Sabiduría. «Entonces
me llamarán, y no responderé» (v. 28). Cosecharán lo que sembraron (v. 31).
¿Por qué rechazan la oferta de la gracia de Dios? El versículo 32 indica que el
«desvío» (alejarse) de los simples y la prosperidad de los insensatos les da
una falsa seguridad; pensaban que nunca verían juicio.
Después del primer llamado de la
Sabiduría tenemos tres capítulos que presentan el camino de esta.
Las palabras «vereda», «camino» y
«senda» se usan veintiséis veces en estos capítulos. El mensaje del capítulo 2
es que la Sabiduría guarda nuestras
veredas (2.8); el del capítulo 3, que la Sabiduría dirige nuestros caminos (3.5–6); y el del capítulo 4, que la
Sabiduría perfecciona nuestras
sendas (4.18).
La Sabiduría ofrece salvación a
las personas, pero en el capítulo 5 vemos que la Insensatez les ofrece
condenación. En dondequiera que Dios extiende la invitación de su gracia,
Satanás está allí con una seductora oferta propia. Léase esta descripción de la
mujer perversa y se verá cómo Satanás trata de hacer que el pecado aparezca
atractivo. Pero nótese en 5.5: «Sus pies descienden a la muerte; sus pasos
conducen al Seol». Dios nos advierte a que ni siquiera nos acerquemos a su
puerta (5.7–8). El pecado siempre es costoso: usted puede perder su reputación
(5.9), sus posesiones (5.10), su salud (5.11) y hasta su vida (5.22–23). Las
«cuerdas del pecado» atan lentamente, pero no cabe duda de que atan, hasta que
un día el pecador descubre que el escape es imposible.
II. EL SEGUNDO LLAMADO DE LA SABIDURÍA: RIQUEZA (8)
La Sabiduría está de nuevo en las
calles, llama a los pecadores a seguir el camino de Dios. En el versículo 5
llama a los simples y a los necios, pero no al burlador. Este es el que se reía
y mofaba (1.25–26), así que Dios lo soslaya. Cuán solemne pensar que los
corazones sean tan duros que ya ni siquiera oyen la voz de Dios.
La invitación es a una verdadera
riqueza, la sabiduría que está por sobre la plata, el oro y las piedras preciosas
(vv. 10–11). Véanse en Proverbios 4.1–10 una exhortación similar. Es más,
conocer la sabiduría de Dios es reinar como un rey (vv. 15–16). Los versículos
18–19 afirman de nuevo que la sabiduría y la vida santa son de mayor valor que
toda la riqueza mundanal. Después de todo, conocer al Señor y obedecerle es
tener a la disposición toda la riqueza del cielo y de la tierra. En los
versículos 22–31 Salomón presenta un cuadro del AT de Jesucristo, la Sabiduría
de Dios (1 Co 1.24, 30). Al leer esta descripción ve a Cristo, el amado Hijo de
Dios, el Creador del universo. Conocerle es tener verdadera sabiduría. (Por
supuesto, Cristo no fue «engendrado» [vv. 24–25] en el sentido de ser creado por
el Padre, puesto que el Hijo existía desde la eternidad. Esto es lenguaje
simbólico.)
La Sabiduría nos invita a la
riqueza, pero en el capítulo 6 la Insensatez nos invita a la pobreza (6.20–35).
Aquí está de nuevo la «mujer extraña», toda maquillada, lisonjeando al joven,
tentándolo a pecar. En 6.26 vemos que el pecado lleva a la pobreza; Véanse
también 6.31. Es verdad que muchas personas malas hoy parecen prósperas, pero
su riqueza no durará.
III. EL TERCER LLAMADO DE LA SABIDURÍA: VIDA (9)
El primer llamado de la Sabiduría
era al necio, al burlador y al simple; su segundo llamado fue sólo al necio y
al simple (8.5); pero su tercera invitación es nada más que al simple (9.4). El
necio decidió seguir a la Insensatez y en 8.36 experimentó la muerte (Véanse
1.22). Es triste, pero el simple también rechazará el llamado de gracia de la
Sabiduría y acabará en las profundidades del infierno (9.1–18).
Aquí están los resultados de estas
invitaciones:
(1) El burlador rechazó a la
Sabiduría y encontró destrucción (1.24–27); atendió a la Insensatez y recibió destrucción
(6.32).
(2) El necio rechazó a la Sabiduría y
fue llevado a la muerte (8.36); atendió a la Insensatez y recibió muerte
(5.22–23).
(3) El simple rechazó a la Sabiduría
y fue al infierno (9.18), atendió a la Insensatez y acabó en el infierno
(7.27).
La lección es obvia: rechazar la
Sabiduría es aceptar la Insensatez. No hay terreno neutral. «El que no está
conmigo, contra mí es», dijo Jesús. «Nadie puede servir a dos señores» y nadie
puede vivir sin tener algún señor. O seguimos a la Sabiduría, o seguimos a la
Insensatez; Cristo o el pecado.
Los versículos 1–6 muestran a la
Sabiduría preparando un maravilloso banquete. Esto nos recuerda las varias
parábolas de Cristo referentes a un «banquete», especialmente Lucas 14.15–24.
La salvación no es un funeral; es una fiesta. «Dejad las simplezas, y vivid», es el llamado de la
Sabiduría, porque recibir a Cristo es la única manera de recibir vida (1 Jn
5.11–13). «Porque por mí se aumentarán tus días», promete la Sabiduría en el
versículo 11.
Pero la Insensatez está atareada
invitando a la gente a su banquete (cap. 7). Se requiere poca imaginación para
ver al joven insensato mientras juguetea con la tentación y finalmente presta
oídos a la Insensatez y acude a su fiesta. Pero va como un buey al matadero
(7.22). Cuando usted cede a esta tentación en particular, se convierte en un
animal torpe. La Sabiduría le ofrece vida, pero la Insensatez muerte (7.26–27).
La tentación se ve fascinante y agradable, y hay placer en el pecado «temporalmente»
(Heb 11.25), pero al final el pecado lleva a la muerte y al infierno. Véanse
Santiago 1.13–15.
Estas son entonces las
invitaciones que enfrentamos en esta vida. Podemos escuchar a la Sabiduría y
disfrutar de salvación, verdadera riqueza y vida; o podemos escuchar a la
Insensatez (la tentación y el pecado) y experimentar condenación, pobreza y
muerte. Hay varias lecciones prácticas que debemos notar antes de concluir este
estudio.
A. NO PODEMOS EVADIR LAS DECISIONES.
«La decisión determina el
destino». Podemos escoger, o bien la senda de la Sabiduría, o bien la senda de
la Insensatez; no podemos posponer esta decisión o evadirla. Escoger la una es
rechazar la otra; rechazar la una es escoger la otra. ¿Cuál decisión ha tomado usted?
B. EL PECADO SIEMPRE ES SEDUCTOR.
La Insensatez hace todo lo que puede
para hacer al pecado atractivo. Nunca revela su verdadera naturaleza; nunca le
dice a la gente que su casa es el camino al infierno. La única manera de
detectar a la Insensatez es andar con la Sabiduría; léase cuidadosamente
Proverbios 2.10–22. Los que andan con la Sabiduría, obedeciendo la Palabra de
Dios, no serán engatusados por la Insensatez con facilidad.
C. LLEVA TIEMPO PARA QUE EL JUICIO CAIGA.
El simple, el necio y el burlador
pensaron que «se habían salido con la suya» cuando rechazaron a la Sabiduría,
porque nada desastroso ocurrió de inmediato. Pero el juicio a la larga los
alcanzó. «Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gl 6.7).
D. SATANÁS APELA A LA CARNE.
Es claro que en estos capítulos la
«mujer perversa» (o «mujer extraña») apela a los apetitos del joven. Le dice
que puede usar su cuerpo como le plazca y no sufrir nada. Pero Proverbios
5.1–14 aclara que el pecado sexual lleva a resultados trágicos, tanto en el
cuerpo como en el alma. En estos días de inmoralidad flagrante (en películas,
televisión, música, publicidad, etc.), es importante que jóvenes y adultos
conserven puros sus corazones y mentes.
E. DIOS CONTINÚA LLAMANDO.
Mientras haya personas para oír,
el Espíritu de Dios continuará llamando. Pero cuando los pecadores rehúsan
obedecer, sus oídos son sordos a la Palabra de Dios ¡Cuidado! «Si oyereis hoy
su voz, no endurezcáis vuestros corazones» (Heb 3.7).
2–4
Cuando usted conoce a Cristo,
conoce la verdadera sabiduría (1 Co 1.24, 30), y mediante su Palabra recibirá
sabiduría para la vida diaria. En estos capítulos Salomón insta al joven («Mi
hijo» se repite cinco veces) a aferrarse a la sabiduría divina, debido a las
bendiciones que esto traerá a su vida. Por supuesto, estas instrucciones se
aplican a cualquiera que quiera oír y obedecer.
I. LA
SABIDURÍA PROTEGE NUESTROS CAMINOS (2)
La idea clave aquí es la de la
protección de Dios sobre los suyos (vv. 7–8, 11–12, 16). La senda de la vida no
es fácil, y mientras más años pasan, más peligros enfrentamos. El mundo, la
carne y el diablo están dispuestos a derrotarnos y necesitamos la sabiduría de
Dios para preservarnos fuera de su poder.
Los pecadores están dispuestos a
seducir al joven (Pr 1.10–19), y demasiado a menudo sus tentaciones son tan
seductoras que son difíciles de resistir. Pero el cristiano que conoce la
Biblia y procura obedecerla será preservado seguro fuera de su poder.
A. LOS MANDAMIENTOS DE DIOS PARA LOS SUYOS (VV. 1–9).
Nótese lo que tenemos que hacer
con la Palabra de Dios: recibirla, guardarla en el corazón, inclinar el corazón
a ella, aplicarla a nuestras vidas, clamar a Dios por sabiduría y estudiar la
Palabra para hallar la voluntad de Dios. Salomón no habla sólo de «leer un
capítulo diario» y dejarlo allí. Insiste que vivamos en la Palabra de Dios y le
permitamos a ella que viva en nosotros. El versículo 4 compara el estudio
bíblico con la extracción de metales preciosos.
Las verdades de la Palabra deben
«excavarse» y ponerlas en el horno de la experiencia personal. Deben «acuñarse»
en monedas espirituales que podamos conservar en nuestro tesoro para uso futuro
(Mt 13.52). Aún más, esta sabiduría llegará a ser un escudo en nuestras vidas
(v. 7) y así Dios protegerá nuestras sendas. Cuando los cristianos deliberadamente
se alejan de la sabiduría de Dios que se halla en la Biblia, se colocan (y
colocan a otros) en peligro.
B. EL CUIDADO DE DIOS SOBRE LOS SUYOS (VV. 10–22).
Salomón ve dos grandes peligros en
el mundo: el malo (vv. 10–15) y la mujer extraña (vv. 16–22).
Los malos se conocen porque «hablan
perversidades» (v. 12). Siempre tienen algún subterfugio para que el joven
considere. Pero anda en caminos de tinieblas y lo controla el Príncipe de las
Tinieblas, Satanás. En lugar de andar por la senda recta, el malo anda por una
torcida; no se le puede seguir el rastro. El malo quiere que usted crea que hay
«atajos» a la riqueza y al éxito, y que se aproveche de la desobediencia al
Señor.
La «mujer extraña» usa lisonjas y
apela a los apetitos de la carne. Se ha olvidado de su esposo y roto los votos
matrimoniales (v. 17). Lleva al joven insensato a la muerte y al infierno.
¡Cuánto necesitan los creyentes de hoy (especialmente los jóvenes) la sabiduría
de Dios en su Palabra para proteger sus caminos!
II. LA SABIDURÍA DIRIGE NUESTROS CAMINOS (3)
Proverbios 3.5–6 son promesas
preciosas para los cristianos que quieren saber y hacer la voluntad de Dios en
cada aspecto de su vida. Dios quiere que conozcamos y hagamos su voluntad; está
deseoso de revelárnosla (Ef 5.8–10; Jn 7.17). Hay ciertas condiciones que
debemos reunir antes de que Dios dirija nuestros caminos.
A. ESCUCHAR A LA PALABRA (VV. 1–4).
La voluntad de Dios se halla en la
Palabra de Dios (Col 1.9–10). No sólo es la mente, sino también el corazón, los
que deben recordar y considerar la Palabra. Debemos pedirle al Espíritu que
escriba la Biblia en nuestros corazones (2 Co 3.1–3). Debemos recibir la
Palabra en cada oportunidad que tengamos: en clase, en los cultos de la
iglesia, mediante la lectura. Mientras mejor conozca su Biblia, mejor conocerá la
voluntad de Dios para su vida.
B. OBEDECER LA PALABRA (VV. 5–10).
Si en verdad confiamos en Dios, le
obedeceremos. Podemos pensar que nuestra sabiduría es suficiente, pero no lo
es; necesitamos la sabiduría de Dios. El versículo 5 no enseña que los cristianos
deben dejar de pensar y considerar los hechos al tomar decisiones, porque Dios
espera que usemos nuestros cerebros. Más bien quiere decir que no debemos confiar en nuestras ideas y
sabiduría; debemos pedirle a Dios que nos dirija (Stg 1.5). Una disposición
para obedecer es el primer paso para conocer la voluntad de Dios (Jn 7.17).
Nótese que ofrendar fielmente es una parte de la obediencia.
C. SOMETERSE A LA PALABRA (VV. 11–12).
Algunas veces Dios tiene que
disciplinarnos para traernos a su perfecta voluntad; Véanse Hebreos 12.5–11. Si
nos sometemos, Dios lo convertirá en bendición.
D. ATESORAR LA PALABRA (VV. 13–26).
Mateo 6.33 resume esto
perfectamente. Ponga a Cristo primero. Salomón menciona en los versículos 21–26
las bendiciones que vienen a los creyentes que permiten que la Palabra dirija
sus sendas. Nótese cómo la Palabra debe controlar cada parte del cuerpo (Ro
12.1–2).
III. LA SABIDURÍA PERFECCIONA NUESTRAS SENDAS (4)
En los versículos 14–19 hay un
contraste entre el camino de los malos y la senda de los justos. El camino de
los malos es tinieblas y se oscurece cada vez más; pero la senda de los justos
es luz y aumenta cada vez más. La salvación empieza con la «aurora» en nuestros
corazones (Véanse Lc 1.77–79). Conforme andamos con el Señor, la luz se hace
más brillante hasta que un día entraremos en la eterna luz de Dios, en una
tierra donde no hay noche.
Dios quiere perfeccionar la senda
del creyente. Él tiene un plan para cada vida y quiere llevar ese plan hasta el
final (Ef 2.10; Flp 2.12–13; 1.6). Salomón nos da varias instrucciones a seguir
para que Dios perfeccione nuestras sendas:
A. BUSCAR LA SABIDURÍA (VV. 1–13).
Salomón parece decir: «¡Recuerdo
cuando era joven y mi padre trataba de enseñarme el camino correcto! Ahora que
soy adulto, y también padre, sé que tenía razón». No basta sólo con adquirir sabiduría; también debemos guardarla y no permitir que se nos
escape. «Retén el consejo». Aférrate a él. El versículo 12 promete que la senda
del sabio no se «estrechará» (no encontrará obstáculos). El creyente que
obedece a la Biblia evitará los obstáculos y trampas que otros encuentran al
desviarse de la voluntad de Dios.
B. EVITAR LA TENTACIÓN Y EL PECADO (VV. 14–19).
Aquí Salomón enseña la separación
del pecado y del mal. Como cristianos no podemos aislarnos del mundo, porque
debemos vivir con personas y procurar ganarlas para Cristo, pero no debemos dejarnos
infectar por sus pecados ni arrastrar a sus caminos. La vieja ilustración sirve
todavía: es correcto que el bote esté en el agua, pero no que el agua esté en
el bote. El cristiano debe estar en el mundo, pero el mundo no debe entrar en
el corazón del cristiano. Hay personas malas en este mundo que esperan
aprovecharse del joven insensato que ignoran las advertencias de la Biblia.
C. GUARDA TU VIDA (VV. 20–27).
Leemos en el versículo 23: «Sobre
toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida». El corazón
es el «control maestro» de la vida; un corazón malo siempre origina una vida
mala.
Permitir que el pecado entre en el
corazón es contaminar toda la vida. Salomón también nos advierte a guardar nuestros labios (v. 24)
porque pueden hacernos pecar. El corazón controla la lengua (Lc 6.45), de modo
que al guardar el corazón se guardarán los labios. Una boca «perversa» es la altanera,
que habla con burla y arrogancia. Las palabras del cristiano deben pronunciarse
siempre con amor (Ef 4.15, 31), sazonadas con sal (Col 4.6).
Debemos guardar nuestros ojos (v. 25) para asegurarnos de que los mantenemos
fijos en Jesucristo y en la meta que Él tiene para nosotros (Heb 12.1–2; Flp
3.12–16). Eva permitió que sus ojos vagaran y eso la llevó a pecar (Gn 3.6), y
Juan nos advierte acerca de «los deseos de los ojos» (1 Jn 2.15–17). Sansón no
miró hacia adelante, sino hacia la miel contaminada en el cadáver del león, y
esto lo llevó a contaminarse y a desobedecer (Jue 14.8). Por último, Salomón
nos insta a examinar nuestra senda (v.
26), a examinar nuestras vidas, para ver a dónde vamos. «La vida que no se
examina no vale la pena vivirse», dijo Sócrates. El Señor considera (examina)
nuestras vidas (5.21) y nosotros también debemos examinarlas.
Viva en la Palabra de Dios y Él
protegerá sus caminos, dirigirá sus sendas y las perfeccionará para la gloria
de Jesucristo.
12, 18
En Proverbios hay muchas
referencias a la lengua. Sugerimos
que se lean los capítulos 12 y 18 porque mencionan con frecuencia a la lengua,
pero si lo desea, lea también y siga las referencias cruzadas y examine otros
versículos. Muy a menudo damos el maravilloso don del habla por sentado y
abusamos de una capacidad que debería guardarse y usarse para la gloria de
Dios.
Antes de considerar algunos de los
pecados de la lengua, debemos notar las bendiciones de una lengua piadosa.
(Esto exige un corazón santo, porque la lengua sólo habla lo que atesora el
corazón.)
Cuando se usa para bien, la lengua
es como plata valiosa (10.20), un hermoso y fructífero árbol de vida (15.4,
véanse 12.14; 18.20), un pozo refrescante de agua (18.4; 10.11) y una saludable
dosis de medicina (12.18). Véanse también Santiago 3.
La lengua debe usarse para los
propósitos correctos: hacer la paz (15.1, 26), dar sabia reprensión al que
yerra (25.12; 28.23), librar a las almas de la muerte (11.9; 14.3–5, 25; 12.6),
enseñar a las personas las cosas del Señor (15.7; 16.21, 23; 20.15) y proclamar
las buenas nuevas del evangelio (25.25).
Pero Satanás y la carne quieren
controlar la lengua y los resultados son tristes. Quizás se haga más daño en
nuestras vidas, hogares e iglesias con la lengua que con cualquier otro medio.
Nos baja los humos percatarnos de que la lengua puede usarse para dañar
reputaciones y causar problemas cuando debería usarse para alabar a Dios, orar
y hablar a otros acerca de Cristo. La lengua es un «pequeño miembro» del cuerpo
(Stg 3.5), pero es uno que debemos sometérselo a Dios como instrumento de justicia
(Ro 6.12–13). Tal vez si consideramos algunos de los pecados de la lengua, nos
animemos a usar nuestro don del habla con más cuidado.
I. MENTIR (12.17–22)
Dios detesta la lengua mentirosa
(6.16–17). Algunas veces una lengua mentirosa es sólo una envoltura del pecado
que hay en el corazón (10.18), tal como el que vemos en Ananías y Safira (Hch
5) y Judas (Jn 12.1–8). En 12.18 Salomón sugiere que las mentiras son como
espadas afiladas, pero la verdad es como una medicina que cura. La verdad es
eterna, pero las mentiras un día se revelarán y los mentirosos se juzgarán (v.
19). Véanse el Salmo 52.4–5.
El versículo 20 explica que el
engaño que hay en el corazón es lo que transforma una declaración en una
mentira. Después de todo, los labios sólo pueden pronunciar palabras, pero si
la intención del corazón es mala, la declaración es falsa. Asimismo, si
pronunciamos por equivocación una afirmación falsa, la frase puede ser una
mentira, pero no se condena como mentiroso al que la dice. La Biblia prueba y
revela las intenciones del corazón (Heb 4.12), de modo que la mejor manera de
asegurarnos de decir la verdad es permitir que la Palabra y el Espíritu
controlen la lengua. La verdad libra las almas (14.25), pero las mentiras sólo
llevan a la esclavitud y a la vergüenza. Proverbios 17.4 indica que los
mentirosos disfrutan al escuchar a los mentirosos. Las personas que disfrutan
de oír chismes avanzarán a ser chismosas también. El corazón controla al oído y
a los labios. Pero todos los mentirosos serán castigados (19.5, 9); y cuando
tenga que «comerse sus propias palabras», será como cascajo (20.17). El
infierno está esperando a «todo aquel que ama y hace mentira» (Ap 22.15).
II. CHISMEAR (18.8)
Moisés advirtió respecto a este
pecado en Levítico 19.16. Un «chismoso» es la persona que va de uno a otro
diciendo cosas que deben mantenerse en reserva, ya sean verdaderas o falsas. Véanse
11.13.
«El amor cubrirá todas las
faltas», dice 10.12. Véanse también 17.9, 1 Pedro 4.8 y Santiago 5.20.
Cuando amamos a otros, trataremos
de ayudarlos en privado y de hacerlos volver al camino correcto (Mt 18.15–18).
Piense a cuántos ha herido el chismoso. Las palabras pueden ser tan mortales
como armas; en 25.18 Salomón compara las palabras engañosas con tres armas
diferentes: un martillo (mazo de guerra) que tritura de cerca, una espada que
corta y una flecha que perfora y puede dispararse a distancia. Aléjese del
chismoso (20.19). Lo que hace es provocar incendios (26.20) y destruir
amistades (17.9).
III. HABLAR DEMASIADO (12. 13; 18. 6–7)
La idea detrás de estos versículos
es que el necio habla demasiado y por ello se mete en problemas.
Su boca llega a ser una trampa y
él mismo cae en ella. Léase 6.1–5 para ver cómo este pecado mete a la gente en
problemas. «En las muchas palabras no falta pecado», advierte 10.19. Una lengua
controlada significa una vida segura (13.3); una lengua suelta significa
pobreza (14.23: muchos prefieren hablar antes que trabajar) y sandeces (15.2).
La persona de pocas palabras es de conocimiento (17.27–28). Es triste, pero a
veces hay «muchas palabras» incluso en la casa de Dios, y Eclesiastés 5.1–7
tiene algunos buenos consejos al respecto.
IV. HABLAR DEMASIADO PRONTO (18.13, 17)
«Todo hombre sea pronto para oír,
tardo para hablar», ordena Santiago 1.19. Demasiadas veces somos lentos para
oír, en realidad nunca lo escuchamos todo con paciencia, y prontos para hablar;
y esto nos mete en problemas. Es sabio «refrenar los labios» hasta tener
realmente algo que decir (10.19).
Una persona piadosa estudiará
antes de responder, pero el necio abrirá su boca y dejará salir su insensatez
(15.28). Potifar no oyó el lado de José de la historia y cometió un gran crimen
a causa de ello. A Jesús y a los apóstoles no se les permitió decir toda su
historia; sus enemigos dictaron los veredictos antes de que se juzgaran con
honestidad los casos. Dios quiere que investiguemos las cosas cuidadosamente
(25.2) y después que emitamos justos juicios. Proverbios 18.17 nos advierte a
no apoyar la «primera causa» que oigamos, sino que procuremos comprender ambos
lados de la cuestión.
Incluso si los involucrados son
cristianos consagrados, hay dos lados de la historia. Esto no se debe a que la
gente necesariamente miente, sino sólo porque no hay dos personas que vean y
oigan el mismo asunto de la misma manera. David llegó a conclusiones respecto
al inocente Mefi-boset debido a que no oyó el otro lado de la historia (2 S
16.1–4; 19.24–30). Todos necesitamos orar: «Pon guarda a mi boca, oh Jehová;
guarda la puerta de mis labios» (Sal 141.3). Véanse el Salmo 39.1.
V. LISONJEAR (26.28)
La lisonja es, por supuesto, una
forma de mentir, pero es tan peligrosa que merece atención distinta.
«La boca lisonjera hace resbalar»,
advierte 26.28; y 29.5 compara la lisonja con una red peligrosa escondida
delante de los pies de un hombre inocente. Lea en el Salmo 5.9 una radiografía
de la boca lisonjera. La lisonja es alabanza insincera que la da alguien con
motivos egoístas. Hasta cierto punto «lisonjear» y «revolotear» se asocian,
porque es fácil imaginarse al lisonjero «revoloteando» alrededor de su víctima,
tratando de impresionarle. Satanás usó una forma de lisonja para tentar a Eva:
«Seréis como Dios».
La mujer perversa usa la lisonja
para tentar al joven (5.3; 7.5, 21). «Muchos son los que aman al rico» (14.20;
19.4–6), principalmente porque quieren lisonjearle y obtener algo de él. Se nos
advierte a no entremeternos con los lisonjeros (20.19). Es triste, pero a veces
el justo lisonjeará al malo para obtener ventajas (25.26); y esto contaminará
el hogar, la iglesia o la nación como una fuente envenenada. La reprensión
sincera es mejor que la lisonja (28.23). «Fieles son las heridas del que ama»,
dice 27.6, «pero importunos los besos del que aborrece [como Judas]».
Por supuesto, hay lugar para la
alabanza sincera en la vida cristiana; Véanse 1 Tesalonicenses 5.12–13. La
alabanza sincera es como un horno (27.21); hace aflorar bien sea el oro puro o
la escoria.
Algunos cristianos son tan
carnales que no pueden recibir elogios; se les va a la cabeza. Peor aún, no pueden
soportar ver que se elogia a otro. Cuando los judíos alababan a David por sus
victorias, estos elogios hicieron humilde a David, pero revelaron la envidia y
altanería del corazón de Saúl (1 S 18).
VI. RENCILLAS (12.16, 18)
Hay una ira justa (Ef 4.26), pero
demasiado a menudo se convierte en ira injusta y provoca discusiones y a
arranques temperamentales. Véanse 29.22. Una persona iracunda continúa
añadiendo leña al fuego, sólo para empeorar las cosas (26.21) y las palabras
coléricas son la leña. La mejor manera de detener una discusión es usando
palabras suaves (15.1–2); eso es lo mejor para «quebrantar huesos» (25.15). Ser
capaz de controlar el temperamento de uno es lo mismo que gobernar un ejército
o un imperio (16.32). Véanse también 14.17, 29; 17.14.
23
Nuestro énfasis recaerá sobre los
versículos 15–35, en los cuales el padre piadoso advierte a su hijo contra el
pecado de la embriaguez. Estudiaremos también otros pasajes que muestran que la
Biblia magnifica la abstinencia total. Hay millones de alcohólicos en los
Estados Unidos y millones más de «bebedores problema». Al menos el setenta por
ciento de los bebedores problema empezaron durante su adolescencia. No
sorprende que los cerveceros y fabricantes de bebidas alcohólicas concentren
una gran parte de su presupuesto anual de publicidad para atraer a los jóvenes.
I. LA BIBLIA ADVIERTE EN CONTRA DEL LICOR
El padre preocupado le dice al
hijo los malos resultados que obtendrá en su vida si se da a la bebida:
A. POBREZA (VV. 20–21; 21.17).
Los anuncios de licor a menudo
muestran a «un hombre de distinción» y dan la impresión de que la bebida va
mano a mano con el éxito y la fortuna. Sin embargo, la bebida y la pobreza
siempre han marchado juntas. Los estadounidenses gastan millones de millones de
dólares al año en alcohol, y mucho de ese dinero debería comprar ropa, alimento
y educación para las familias de los ebrios. Los alcohólicos pierden muchos
días de trabajo cada año, costándole a la industria millones de dólares en horas
hombre, todo lo cual contribuye a elevar los precios para el consumidor, sea o
no bebedor.
B. MISERIA (VV. 29–32).
El alcohol es el gran engañador (Véanse
20.1); promete gozo, pero da tristeza; pretende dar vida, pero realmente
produce muerte. Jamás ha hecho un hogar más feliz ni a una persona más
saludable.
Véanse los resultados: ayes,
dolor, rencillas (esto significa «argumentaciones, peleas»), quejas, heridas en
balde, ojos amoratados. Más del cincuenta y cinco por ciento de los accidentes
automovilísticos fatales involucran conductores ebrios. Cualquiera que piensa
que beber da éxito, debe visitar una misión de rescate en alguna ciudad o
escuchar los testimonios en una reunión de Alcohólicos Anónimos. El alcoholismo
es el problema número tres de salud en Estados Unidos, después de las enfermedades
del corazón y el cáncer.
C. INMORALIDAD (VV. 26–28, 33).
Más de una mujer ha perdido su
virtud y carácter debido a la bebida; e igualmente muchos hombres. Por lo
general, beber y desobedecer el séptimo mandamiento van juntos. El alcohol no es un estimulante; es un narcótico
que afecta al cerebro y hace que la persona pierda el control. El alcohol no es alimento; es un veneno. Cuando
los jóvenes pierden el autocontrol, hay muchas tentaciones que se muestran
seductoras y conducen al pecado.
D. INESTABILIDAD (VV. 34–35).
¡Qué cuadro vívido de un ebrio que
tropieza! (Y no hay nada de simpático en un ebrio, sin que importe lo que los
comediantes de la televisión hagan.) La bebida le roba a una persona su
estabilidad; no puede andar derecho ni pensar adecuadamente. Por eso al rey se
le advierte que no beba (Pr 31.4–5).
E. ETERNIDAD EN EL INFIERNO (1 CO 6.9–10).
Los borrachos van al infierno. Por
supuesto, los borrachos pueden salvarse; Véanse el versículo 11.
Pero una vez que el alcohol atrapa
a la persona, la conversión a Cristo puede hacerse muy difícil.
Quizás el borracho tenga la
intención de confiar en Cristo algún día, pero a lo mejor se le quita la vida antes
que llegue ese día.
II. LA BIBLIA MAGNIFICA LA ABSTINENCIA TOTAL
Téngase presente que la palabra
«vino» en su Biblia puede referirse a muchas bebidas diferentes, inclusive el
simple «jugo de uva». «Vino nuevo» era el jugo de uva sin fermentar; Véanse
Mateo 9.14–17. Los judíos algunas veces mezclaban su vino con especias y otros
jugos de frutas (Is 5.22; 24.9). El vino y la sidra con frecuencia se mencionan
por separado (Dt 14.26; Pr 20.1). Nótese cómo la Biblia magnifica la
abstinencia total dando muchos ejemplos:
(1) Israel en el
desierto no bebió vino (Dt 29.6). En la Pascua no se usaba vino (Éx 12.8–10),
porque el vino fermentado contenía levadura; y la levadura estaba prohibida. El
vino se añadió a la ceremonia más adelante; pero Dios no lo ordenó.
(2) Los
sacerdotes tenían que abstenerse cuando servían en el templo (Lv 10.8–10). Como
sacerdotes del NT (1 P 2.5, 9), ¿deben los cristianos tener una norma inferior
de servicio diario al Señor?
(3) A los
nazareos se les prohibía beber vino (Nm 6.1–3). Juan el Bautista era tal
persona (Lc 1.15) y Jesús le llamó el más grande predicador nacido de mujer.
(4) Daniel rehusó
«seguir la corriente» (Dn 1.5, 8, 16; 10.3), y Dios le honró y le exaltó.
Contrástese esto con el borracho Belsasar en Daniel 5 y Herodes en Marcos 6.21.
(5) Pablo
advierte a los cristianos a no hacer nada que haría tropezar al hermano (Ro
14.19–21). Véanse también 1 Corintios 8.13.
Los «bebedores sociales» miembros
de nuestras iglesias respaldan una industria maléfica como cualquier borracho
consuetudinario, porque influyen en otros para que beban.
Es más, un «bebedor moral que
asiste a la iglesia» es mejor propaganda que el borracho en plena calle.
Pablo contrasta la plenitud del
Espíritu con estar borracho (Ef 5.18), y en Gálatas 5.21 menciona la embriaguez
como una de las obras pecaminosas de la carne. En 1 Timoteo 5.23 se hace
referencia al uso medicinal del jugo de la uva en una época en la cual los
médicos no tenían las medicinas modernas.
Decir que tenemos derecho a usar
el alcohol porque se usa en algunas medicinas es tan razonable como decir que
podemos usar morfina u otros narcóticos porque el dentista o el cirujano las
usan en sus pacientes.
(6) Pedro
advierte a los creyentes a abstenerse «de los deseos de la carne que batallan
contra el alma» (1 P 2.11); y puesto que la borrachera es un deseo carnal (Gl
5.21), la abstinencia total es la mejor manera de obedecer esta admonición.
¿Cómo empieza uno la vida de embriaguez? Con la primera copa.
(7) Los profetas
del AT prorrumpían en contra el licor. Habacuc 2.15 pronuncia una maldición
sobre quienes dan una copa a su prójimo; Véanse Isaías 5.11–22. Amós condenó a
los judíos ociosos que tenían que beber licor en tazones porque sus copas eran
demasiado chicas (6.3–6).
(8) Jesucristo es
nuestro mejor ejemplo: «Pero, ¿no convirtió Jesús el agua en vino?» sí, lo
hizo; a cualquier persona que puede hacer lo mismo hoy se le debería permitir
beber el vino.
Al final de su ministerio Jesús
dijo: «No beberé más de este fruto de la vid» (Mt 26.29). ¡Hoy Jesús es el
abstemio total! Rehusó la copa en la cruz (Mc 15.23). Casi siempre los que
quieren hacer de Cristo su «ejemplo» para beber señalan versículos como Mateo
11.18–19 y se olvidan de Mateo 26.29. ¿Qué tal en cuanto a la Cena del Señor? En
ninguna parte de la Biblia se usa la palabra «vino» asociada con la Cena del Señor;
o bien es «la copa» o «el fruto de la vid» (Mt 26.27–29).
Los japoneses tienen un proverbio:
«Primero el hombre toma un trago; luego el trago toma otro trago; luego el trago
toma al hombre». ¿Cuál es el curso correcto para tomar? Rehusar la primera copa
y continuar haciéndolo por el resto de su vida.
25
Debemos notar desde el principio
que hay una ira justa contra el pecado que en sí no es pecado. El versículo 23
enseña que una mirada airada silenciará el chisme. Jesús miró «alrededor con
enojo» (Mc 3.5) y Pablo nos aconseja: «Airaos, pero no pequéis» (Ef 4.26). Por
supuesto, debemos enojarnos contra el pecado
y no contra las personas. Proverbios 27.4 nos advierte que la ira es
cruel y ultrajante; puede llevar a herir físicamente e incluso al homicidio (Mt
5.22).
Los padres iracundos pueden
lesionar para siempre el cuerpo y las emociones de un niño. La ira pecaminosa
es de la carne (Gl 5.19–21) y no cumple la voluntad de Dios (Stg 1.19–20).
Satanás puede obrar mediante nuestras palabras y actitudes iracundas (Ef
4.26–27), de modo que Dios nos advierte a «dejar la ira» (Ef 4.31; Col 3.8). El
iracundo es un amigo peligroso (Pr 22.24; 29.22) y una mujer colérica es una
pobre esposa (Pr 21.9, 19; 25.24).
Este capítulo nos ilustra cómo
lidiar con la ira en nuestra vida y en las de otros.
I. PACIENCIA (25.8)
El momento en que oímos algo que
nos perturba, ¡cuán fácil es encolerizarnos y enredarnos en el asunto sin
pensar ni orar. Lo sabio es pensar bien el asunto y esperar en Dios. Esto no
significa que busquemos una excusa para soslayar el pecado, aun cuando el amor
en efecto cubre multitud de pecados (Pr 10.12; 12.16). Más bien quiere decir
que actuamos con prudencia, sabiendo primero lo que está involucrado. «Tardo
para airarse» es un don maravilloso de Dios. (Pr 15.18); quien se enoja fácilmente
hará locuras (Pr 14.17). «Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en
manera alguna a hacer lo malo», aconseja el Salmo 37.8. De modo que, antes de
precipitarnos, detengámonos a orar y pensar. Dedique tiempo para leer la
Palabra de Dios y permítale al Espíritu Santo que le dé paz interior.
II. EN PRIVADO (25.9–10)
Nuestro primer deseo es «decirle a
todo el mundo» y lograr que todos se pongan de nuestra parte.
Pero la Biblia aconseja
precisamente lo opuesto: hablar a solas con la persona y no permitir que otros interfieran.
Eso es lo que Jesús ordenó en Mateo 18.15–17 y si este método lo siguieran las
familias e iglesias, habría menos peleas y divisiones. Es triste cuando
cristianos profesantes divulgan las cosas a todo el mundo, excepto al
involucrado.
Sin duda requiere valentía y amor
cristianos hablar con un hermano respecto a alguna diferencia, pero esta es la
manera de crecer espiritualmente y glorificar a Cristo. Tal vez el asunto no se
pueda arreglar entre ambos; entonces pídales a dos o tres personas espirituales
que le ayuden. Si esto falla, debe intervenir la iglesia, y si el implicado
rehúsa oírla, debe disciplinársele. «En cuanto dependa de vosotros, estad en
paz con todos los hombres», dice Romanos 12.18. Es triste, pero habrá algunos
con los cuales no podemos vivir en paz porque no quieren obedecer la Palabra de
Dios.
III. SABIDURÍA (25.11–14)
Las palabras no son sólo sonidos
que oímos, sino realidades vivas, poderosas, que pueden ayudar o herir. En
Proverbios 25.18 Salomón compara las mentiras con tres armas: un mazo de
guerra, una espada y una flecha. Pero en los versículos 11–14 indica que las
palabras también pueden ser una fruta preciosa («manzanas de oro» son cítricos
o naranjas), hermosas joyas y agua fría refrescante de las nieves de las
montañas.
Al enfrentar algún asunto debemos
usar las palabras correctas y presentarlas de la manera correcta. Nuestras
palabras deben «decirse apropiadamente», arregladas como fruta hermosa en
bandeja de plata. Véanse Job 6.25. Proverbios 19.11 indica que la discreción
(prudencia) hará que la gente retenga su furor. Sólo un necio habla todo lo que
tiene en su mente (Pr 29.11); los sabios meditan lo que van a decir, cómo lo
van a decir y cuándo lo van a decir; Véanse Proverbios 15.23. Por supuesto, esta
sabiduría espiritual debe venir de Dios (Stg 1.5).
IV. DELICADEZA (25.15)
Qué contradicción: «La lengua
blanda quebranta los huesos». Esto es un paralelo de Proverbios 15.1: «La
blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor».
Nuestra primera reacción a la actitud furibunda de alguien es enfurecernos
nosotros también, pero esto sólo añade leña al fuego (Véanse 26.20–21). Véanse
también Santiago 3.5. Se nos ordena a no devolver mal por mal (Ro 12.21) y a no
maldecir cuando nos maldicen (1 P 2.20–23). Si lo que procuramos es restaurar
al creyente que está pecando, necesitamos un espíritu de mansedumbre (Gl 6.1) y
no una actitud de ira.
Así Pablo ministraba a sus
convertidos (1 Ts 2.7) y esto es lo que ordena a los creyentes que hagan (2 Ti
2.24). Elías tuvo que aprender que Dios algunas veces era un «un silbo apacible
y delicado» y no un tornado (léase 1 R 19.11–13). Muchos tienen la idea de que
delicadeza es debilidad, pero no es así; es poder bajo control. Es la
delicadeza del cirujano lo que le hace grande, y sólo el Espíritu Santo puede darnos
esta gracia preciosa (Gl 5.22–23).
V. BONDAD (25.21–22)
La delicadeza debe conducir a la
bondad; Véanse Romanos 12.19–21, donde el apóstol Pablo cita los mismos
versículos y los aplica a los cristianos del NT. En vez de añadir leña al fuego
de la ira (Pr 26.20–21), ayudamos a apagarlo al mostrar amor y bondad. Lea el mandamiento
de Cristo en Mateo 5.9–12. Si la persona necesita disciplina, Dios se encargará
del asunto: «Mía es la venganza, yo pagaré». Debemos ser cuidadosos, sin
embargo, de realizar esta clase de obras con el motivo justo. Si tratamos de
obligar a las personas en bien nuestro o si tratamos de «comprarlas», Dios no
nos bendecirá.
Pero si con sinceridad las amamos
y queremos ayudarlas, Dios nos honrará y nos recompensará. Por supuesto, estas
buenas obras no deben hacerse para impresionar a otros; Proverbios 21.14 dice
que deben ser en secreto. Salomón no sugiere aquí un soborno; más bien dice que
la bondad será como el aceite que aquieta las aguas agitadas.
VI. DOMINIO PROPIO (25.28)
Esto yace en el mismo corazón del
asunto: al cristiano que practica el dominio propio no lo destruirá la cólera,
ni destruirá a otros. Este versículo debe compararse con 16.32: «Mejor es el
que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que
el que toma una ciudad». Que las personas dominen su espíritu, su «reino
interior», es mejor que gobiernen el mundo. Alejandro Magno pudo conquistar
todo el mundo conocido, sin embargo, él mismo no se pudo conquistar. Por
supuesto, la única manera de tener este dominio propio es mediante el reinado
del Señor Jesucristo en nuestras vidas. «Reinamos en vida» por medio de Cristo
(Ro 5.17). El dominio propio (temperancia) es uno de los frutos del Espíritu
(Gl 5.22–23); la carne no puede producir dominio propio porque está en guerra con
Dios.
El dominio propio es lo que nos da
la paciencia necesaria, según se bosquejó al inicio de este estudio. Si
ejercemos dominio propio en el mismo comienzo del problema, nos ahorrará toda
clase de problemas más tarde. Proverbios 17.14 compara el principio de la
rencilla con una pequeña fuga en un dique; si no se tiene cuidado, la rotura
aumentará y provocará una inundación. Es más fácil detener la pequeña fuga al
principio, que tratar de controlar una rugiente inundación. Proverbios 30.33
presenta un cuadro diferente: batir mantequilla o sonarse las narices. La
lección es clara: forzar la ira y atizar los problemas sólo causan más
problemas. El dominio propio, producido por el Espíritu, capacitará al creyente
a resolver estos asuntos con paciencia y sabiduría.
La capacidad de enojarse respecto
a las cosas apropiadas y en la manera correcta ayuda a edificar el carácter.
Sin duda debemos reaccionar ante la injusticia y el pecado. Pero cuando la ira
nos hace estallar, se vuelve destructiva. La ira santa es como el poder del
vapor en la caldera: si se encamina a asuntos justos, logra mucho bien. La ira
pecaminosa, perder los estribos, es más como un incendio forestal que se sale
de control y destruye mucho bien. El Salmo 19.14 es una buena oración para
usar: «Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante
de ti, oh Jehová, roca mía y redentor mío».
31
Sólo en la eternidad veremos
completamente la bendición que la mujer virtuosa ha traído a este mundo.
Proverbios tiene mucho que decir
sobre la mujer perversa en los capítulos 1–9 y sobre las esposas rencillosas
(21.9 y 25.24); el libro concluye, sin embargo, con un glorioso tributo a la
mujer virtuosa y dedicada que honra a Dios y da gozo a su familia. Muchos
siervos de Dios agradecen a Él por las madres piadosas y esposas consagradas.
Aparte de la decisión de recibir a Cristo, la más importante que el cristiano
hace es la selección del compañero de su vida. «La mujer virtuosa es corona de
su marido» (Pr 12.4). «El que halla esposa halla el bien, y alcanza la
benevolencia de Jehová» (Pr 18.22). «De Jehová [es] la mujer prudente» (Pr
19.14). Los cristianos no deben unirse en yugo desigual con cónyuges incrédulos
(2 Co 6.14–18). Deben casarse «en el Señor» (1 Co 7.39). La mujer cristiana que
se casa con un inconverso puede arriesgar su vida en el alumbramiento; Véanse 1
Timoteo 2.12–15. Este capítulo de Proverbios describe a la «mujer virtuosa» y
hace una lista de sus preciadas cualidades.
I. ESPIRITUALIDAD (31.1–9)
La madre del rey le enseña a su
hijo a obedecer la Palabra de Dios. Algunos eruditos piensan que el «rey
Lemuel» es en realidad Salomón, pero no tenemos prueba de esto. El ministerio
más importante que los padres tienen es preparar espiritualmente a sus hijos.
Véanse 2 Timoteo 1.5; 3.15. La madre con valentía advierte a Lemuel sobre
algunos peligros que enfrentará en la vida: compañeros pecadores, licor y la
tentación a desobedecer la Palabra de Dios. Feliz es la persona que tiene una
madre que teme a Dios y que le advierte acerca del pecado, y más feliz aún es quien
presta atención a sus advertencias.
II. LEALTAD (31.10–12)
Las dos palabras clave aquí son
corazón y confianza, amor y fe. El matrimonio es asunto del corazón; debe haber
verdadero amor entre los esposos. ¿Qué amor debe mostrar el hombre a su esposa?
El mismo que Cristo le muestra a
la Iglesia (Ef 5.18): sacrificial, paciente, sufrido, tierno, constante.
Una esposa no tiene problemas en
someterse en obediencia a un marido que la ama y lo demuestra. Los esposos necesitan estar atentos a que sus
trabajos y quehaceres domésticos no les aparten de sus esposas y niños. Un
hogar feliz no «aparece por casualidad»; es el resultado de arduo trabajo,
oración y amor genuino. Cuando los cónyuges confían en el Señor y entre sí,
habrá felicidad y bendición. Los votos matrimoniales son promesas que deben
tomarse con seriedad. Romperlos es pecar contra Dios y el uno contra el otro.
III. LABORIOSIDAD (31.13–22)
Esta inapreciable mujer es
trabajadora. Ya sea que cosa, cocine, cuide a sus hijos o ayude a su marido en
el negocio de la familia, es fiel en hacer su parte. Nótese que ella trabaja
con diligencia (v. 13); no es asunto de compulsión sino de compasión. Ama a su
esposo y por consiguiente procura complacerlo. (Véanse en 1 Co 7.32–34 un
maravilloso principio del matrimonio: vivir para agradar al otro.) Esta mujer
ideal no pasa la mañana en la cama; se levanta temprano para hacer sus tareas
(v. 15) y, si es necesario, se queda hasta altas horas de la noche (v. 18).
Nótense las instrucciones de Pablo a las jóvenes en 1 Timoteo 5.14. Mientras
que hay algunas emergencias y situaciones que requieren que las mujeres
trabajen fuera de su casa, debe recordarse que incluso allí su primera
responsabilidad es hacia su familia.
Proverbios no tiene nada bueno
respecto a la pereza, ya sea en el hombre o en la mujer. Véanse 6.6–11; 10.4,
26; 13.4; 15.19; 18.9; 19.15, 24; 20.4, 13; 21.25; 22.13; 24.30–34; 26.13–16.
Incluso en estos días de «equipos que ahorran trabajo», no hay sustituto para
el trabajo duro y esmerado.
IV. MODESTIA (31.23–26)
A su esposo lo conocen en las
puertas; a ella por su fidelidad en el hogar. Hombre y mujer tienen lugar en la
economía de Dios y cada vez que alguno se sale de su lugar, hay confusión y
problemas. Por supuesto, el hecho de que el hombre sea cabeza no significa
dictador, sino más bien ejemplo y liderazgo en amor. El versículo 25 sugiere
que la mujer piadosa no depende de vestidos lujosos para tener éxito; viste
«fuerza y honor» en su ser interior.
Pedro escribe acerca de los
atavíos externos extravagantes y del atavío interno de «mansedumbre y espíritu
humilde» (1 P 3.3–4). Pablo ordena a las mujeres que vistan «con modestia» (1
Ti 2.9) y que dependan de la belleza espiritual, no de la artificial del mundo.
El versículo 26 nos dice que la mujer piadosa se cuida tanto por lo que habla
como por su vestido. Qué maravilloso es cuando «la ley de clemencia» gobierna
la lengua.
V. PIEDAD (31.27–31)
«La mujer que teme a Jehová, esa
será alabada». Este es el secreto de su vida: teme a Dios y procura obedecer su
Palabra. Sin duda debe levantarse muy de madrugada para meditar en la Palabra y
orar. Todo el día orará por su esposo y su familia. Su verdadera belleza es la
interna; con el correr de los años su cuerpo cambiará, su belleza en el Señor
sólo aumentará. Su alabanza procede de Dios.
«Siempre hago lo que le agrada». ¿Cómo
alaba Dios a esta mujer? Bendiciendo sus trabajos y su vida. El fruto de su
vida la alabará. Sin duda cosechará «vida eterna» porque ha sembrado para el
Espíritu, no para la carne (Gl 6.7–8).
Su esposo e hijos también se
levantan y la alaban. Cuánta necesidad hay en la actualidad de esposos e hijos
que muestren constantemente su aprecio por lo que la esposa y madre hace en el
hogar. Una de las más grandes debilidades en muchos hogares de hoy es que los
miembros de la familia suponen que eso es lo correcto. Los esposos necesitan
dar un buen ejemplo ante sus hijos alabando con franqueza al Señor y a la
esposa por las bendiciones del hogar. Con cuánta frecuencia una esposa dedicada
se sacrifica por la felicidad del hogar y nunca recibe ni siquiera un simple
«gracias». Qué pecado de falta de aprecio hay en nuestros hogares. Esta
distinción no debe reservarse sólo para el Día de las Madres o Navidad; más
bien, debe mostrarse todo el año. La gratitud es una virtud cristiana
maravillosa. Cada hogar necesita cultivarla.
Por supuesto, ¡las mismas
cualidades deben verse también en el hombre de la casa! Cuán a menudo vemos a
una mujer piadosa sufriendo pacientemente por un marido carnal y mundano. La Biblia
no conoce nada de un «estándar doble» para esposas y esposos. Es importante que
el esposo sea espiritual, leal, laborioso, etc. En el plan de gracia de Dios se
ha ordenado que tanto esposos como esposas sean necesarios en el
hogar, y que cada uno cumpla ciertos ministerios especiales. Uno no puede
reemplazar al otro, aun cuando en algunas emergencias (tales como la muerte de
uno de los cónyuges) Dios ha dado gracia a una persona para ser a la vez «padre
y madre» en el hogar.
Los cónyuges deben vigilar siempre
para que Satanás no se inmiscuya y destruya el hogar. Tienen responsabilidades
espirituales, materiales y físicas el uno para con el otro, y si estas no se
satisfacen, Satanás se pone a trabajar (1 Co 7.1–6; 1 Ti 5.8; Ef 5.21–33; 1 P
3.7). Es especialmente importante estar en guardia después que los hijos han
crecido y dejado el hogar paterno, porque entonces se prueba la verdadera
fortaleza del hogar. Un hombre y una mujer no debe decir nunca: «Nos quedaremos
juntos por causa de los hijos». Que Dios nos ayude a escoger los cónyuges
apropiados según su voluntad y a edificar la clase de hogares que glorifiquen
su Nombre.