(gr., Petros, roca)
Es
el mensaje de esperanza de Pedro para alentar a los creyentes que sufrían
persecución de parte de los de afuera. Pedro animó a sus lectores a comportarse
piadosamente, sabiendo que su salvación era cierta, y a esperar la gloria que
sería revelada.
Las mismas grandes
doctrinas de las epístolas de San Pablo son aquí aplicadas a los mismos
propósitos prácticos. Esta epístola es notable por la dulzura, la bondad y el
amor humilde con que está escrita.
Da un resumen,
breve aunque muy claro, de las consolaciones y de las instrucciones necesarias
para estimular y dirigir al cristiano en su viaje al cielo, elevando sus
pensamientos y sus deseos a esa felicidad, y fortaleciéndolo en su camino
contra toda oposición procedente de la corrupción interior y de las tentaciones
y aflicciones exteriores.
BOSQUEJO SUGERIDO DE 1
PEDRO SALUDO (1.1, 2)
I. La gracia de
Dios en la salvación (1.3–2.10)
A. Vivir en
esperanza (1.3–12)
B. Vivir en
santidad (1.13–21)
C. Vivir en
armonía (1.22–2.10)
II. La gracia de
Dios en la sumisión (2.11–3.12)
A. Sometimiento
a las autoridades (2.11–17)
B. Sometimiento
a los amos (2.18–25)
C. Sometimiento
en el hogar (3.1–7)
D. Sometimiento
en la iglesia (3.8–12)
III. La gracia de
Dios en el sufrimiento (3.13–5.11)
A. Haga de
Cristo el Señor de su vida (3.13–22)
B. Tenga la
actitud de Cristo (4.1–11)
C. Glorifique
el nombre de Cristo (4.12–19)
D. Espere la
venida de Cristo (5.1–6)
E. Dependa de
la gracia de Cristo (5.7–11)
Despedida
(5.12–14)
NOTAS
PRELIMINARES A 1 Y 2 PEDRO
I. AUTOR
El apóstol Pedro es el autor de
las dos cartas que llevan su nombre. Al escribir estas cartas Pedro continuaba
cumpliendo el mandamiento que Cristo le dio de «apacentar» sus corderos y
ovejas (Jn 21.15–17). La «Babilonia» de 1 Pedro 5.13 quizás sea Roma (Véanse Ap
17.5, 18), adonde Pedro fue poco antes de su muerte para ministrar a las
iglesias que sufrían (2 P 1.12–15). No hay evidencia bíblica ni histórica de
que Pedro fundó la iglesia de Roma y sirvió como su «obispo» por veinticinco años,
como afirma la tradición. Había varias congregaciones en Roma cuando Pablo
escribió Romanos (Véanse especialmente Ro 16, en la cual se mencionan varios
«grupos en casas»). Pablo mismo nunca hubiera ido a Roma a ministrar si Pedro
hubiera estado allí primero. La norma de Pablo era ir a lugares a donde ningún
otro apóstol había ido (Ro 15.20).
II. SITUACIÓN
Nerón empezó una terrible
persecución contra los cristianos en octubre del año 64 d.C. Fue más severa en
la misma Roma, en donde Nerón quemaba vivos a los cristianos para iluminar sus
jardines por la noche. Algunos estudiosos creen que Pablo fue puesto en
libertad en la primavera del año 64 y viajó a España (Ro 15.28) dejando a Pedro
para que ministrara a los creyentes en la ciudad. Se menciona a Silas y Marcos
junto con Pedro (1 P 5.12, 13), de modo que Pablo debe haberlos dejado y viajado
a España con otros compañeros. Nerón quemó a Roma en julio y empezó su
persecución en octubre.
Pedro sabía que el «fuego de
prueba» (4.12) se esparciría desde Roma a las provincias romanas y quería
animar a los santos allí. Pablo no estaba cerca para hacerlo, de modo que Pedro
escribió estas dos cartas, inspirado por el Espíritu Santo, a las iglesias que
Pablo había fundado en el Asia Menor (1 P 1.1; 2 P 3.1). Estos creyentes ya
habían enfrentado persecuciones locales y personales (1 P 1.6, 7; 3.13–17),
pero Pedro quería que se alistaran para las severas pruebas que se avecinaban
(4.12; 5.9, 10).
Una lectura cuidadosa de 1 Pedro y
Efesios (la cual también fue escrita a los santos del Asia Menor) muestra más
de cien similitudes en enseñanza y expresiones. Es como si el Espíritu nos estuviera
diciendo que Pedro y Pablo concordaban en las verdades espirituales; es más,
Pedro mismo señala los escritos de Pablo (2 P 3.15, 16, que tal vez se refiera
a Hebreos). Compárense las dos doxologías (Ef 1.3 y 1 P 1.3), por ejemplo. Las
siguientes son algunas de las similitudes: 1 Pedro 1.12 / Efesios 3.5, 10; 1
Pedro 2.2 / Efesios 4.13, 15; 1 Pedro 4.10 / Efesios 4.7, 11; 1 Pedro 4.11 /
Efesios 3.6, 21.
III. TEMA
El tema principal de 1 Pedro es la
gracia (5.12); es más, se usa la palabra «gracia» en cada capítulo: 1.2, 10,
13; 2.19, 20 (donde «aprobado» puede traducirse también como «gracia», del
original en griego); 3.7; 4.10; 5.5, 10, 12. El objetivo de Pedro es testificar
de la suficiencia de la gracia de Dios. A Pedro lo arrestaron y sometieron a
juicio después de escribir su primera carta; y la segunda la escribió mientras
esperaba la ejecución (2 P 1.13–21). El tema de la segunda carta es la seguridad
que viene del conocimiento. Pedro vio el peligro de la falsa doctrina en la
iglesia y advirtió a los creyentes a guardarse (3.17). En otras palabras, las
dos cartas juntas enfatizan los peligros que enfrentaba la iglesia: Satanás
podía venir como un león para devorar con persecución (1 P) o como una
serpiente para engañar con falsa doctrina (2 P). Satanás es un mentiroso y
homicida (Jn 8.44, 45).
El cristiano puede estar seguro de
que la gracia de Dios le sacará adelante en medio de las feroces pruebas; y su conocimiento
de la verdad vencerá a los falsos maestros que se levantarán en la iglesia (2 P
2). Estas palabras resumen las dos cartas: 1 Pedro, gracia; 2 Pedro,
conocimiento. Pedro nos insta a crecer tanto en la gracia como en el
conocimiento (2 P 3.18).
AUTOR
Y FECHA
Según 1 Pedro 1.1, el autor
de la epístola es Pedro, quien se identifica como «apóstol de Jesucristo». En
5.1, donde se dirige a los ancianos de las congregaciones cristianas, declara
que es «anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo».
Aparte de estas
indicaciones, no hay otros detalles explícitamente autobiográficos en la
epístola. Sin embargo, Pedro ha dejado muchas de sus huellas en este escrito.
Notablemente, la enseñanza
de Jesús empapa el pensamiento del apóstol y forma la base de mucho de su
instrucción. Por ejemplo, el eco de la enseñanza de Jesús en el Sermón del
Monte: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia»
(Mt 5.10), se oye en 1 P 3.14: «Mas también si alguna cosa padecéis por causa
de la justicia, bienaventurados sois».
En la iglesia antigua 1
Pedro se aceptaba como un escrito auténtico del apóstol Pedro.
Eusebio (270–340 d.C.)
dividía los libros existentes en tres grupos; los aceptados (genuinos), los
controvertidos y los falsos. Incluye 1 Pedro entre el primer grupo y dice que,
«los presbíteros antiguos la usaron frecuentemente en sus obras como
indudablemente genuino».
A pesar del argumento
fuerte que viene de la iglesia antigua a favor de la autenticidad de la
epístola, en la iglesia moderna varias voces se han levantado voces contra su
autenticidad. Los argumentos básicos contra la autenticidad son:
(1) el elevado estilo griego del escrito (no parece que Pedro, el
pescador galileo, pudiera producir un documento con este estilo),
(2) la naturaleza de las persecuciones que los destinatarios de la
epístola sufrían (parece que refleja la situación de la iglesia a fines del
siglo primero o a principios del segundo),
(3) la ausencia de referencias a la vida de Jesús (hecho extraño si
el autor fuera uno de sus principales apóstoles),
(4) la relación de la enseñanza del documento con las epístolas de
Pablo (parece que el autor no era uno de los discípulos originales sino que
tenía que depender del pensamiento teológico de otro) y:
(5) el uso de material tradicional en la composición (lo cual parece
indicar que «la carta no está en los orígenes de la tradición cristiana
primitiva, sino que presupone tales orígenes» (Lohse, Introducción al Nuevo
Testamento, p. 221).
SIN EMBARGO, EN RESPUESTA A
ESTAS OBJECIONES CONTRA LA AUTENTICIDAD DE LA EPÍSTOLA SE HA OBSERVADO QUE:
(1) Silvano era el amanuense de Pedro (5.12) y bien puede ser la
persona que dio a la epístola su distintivo estilo griego,
(2) la persecución que se refleja en 1 Pedro es el resultado del
rechazo social que los cristianos normalmente tenían que enfrentar y no parte
de un programa del estado contra ellos (2.12; 3.16; 4.4, 14),
(3) hay repetidas alusiones a la enseñanza del Señor en la epístola
(cf. por ejemplo, 3.14 y Mt 5.10; 4.13, 14 y Mt 5.11, 12; 2.12 y Mt 5.16),
(4) podemos explicar muchos de los paralelos entre la enseñanza de
Pedro y Pablo con referencia a la enseñanza básica común de la iglesia de aquel
entonces (cf. por ejemplo 1 P 2.13–17 y Ro 13.1–7; 1 P 2.18–20 y Ef. 6.5–8; 1 P
3.1–6 y Ef. 5.22–24) y.
(5) Pedro era uno de los apóstoles y bien puede ser que tuvo parte en
el desarrollo de esa enseñanza básica. Y aun si dependía de material
originalmente desarrollado por otros, esto en sí no es argumento contra el
origen apostólico del escrito. El apóstol Pablo también hizo uso de dicho
material.
Pedro escribió la carta
desde «la iglesia que está en Babilonia» (5.13). «Babilonia» es la ciudad de
Roma (Ap. 14.8; 16.19; 17.5, 9, 18; 18.2, 10, 21). La literatura judía hace la
misma identificación de Roma con Babilonia. La confirmación de esta posición
procede de Eusebio, quien además relata que Pedro sufrió martirio en Roma
durante la persecución de Nerón. De ser todo así, la fecha de composición de
esta carta sería entre los años 62 y 63 d.C.
NOMBRE COMO PRESENTA A JESÚS: 1ª Ped. 1: 19;
2: 21-24; 3: 22; 5: 4. Cordero Sin Mancha, Gran Ejemplo, pastor Principal,
Señor De Toda Gloria.
1
El saludo en los versículos 1–2
identifican al escritor como Pedro, un apóstol (alguien enviado con una comisión).
No afirma tener ningún otro título, ni aquí ni en 5.1. Sus lectores son
«expatriados», o sea, «extranjeros residentes» en una tierra foránea. Esto era
cierto políticamente, porque eran judíos lejos de su tierra natal; pero también
era cierto espiritualmente, porque su ciudadanía estaba en los cielos (Flp 3.20).
«Dispersión» es lo mismo que «esparcidos», como el agricultor esparce las
semillas. Los creyentes son la simiente de Dios (Mt 13.38) y Él los planta
donde quiere. Algunas veces usa la persecución para esparcir la semilla (Hch
8.1; 11.19). El versículo 2 bosqueja el plan de salvación: somos elegidos por
el Padre, separados para la fe por el Espíritu y limpiados por la sangre de
Cristo.
El Padre nos escogió en Cristo
antes de la fundación del mundo (Ef 1.4); el Hijo nos salvó cuando murió por
nosotros; pero fue necesario que nos estregáramos al Espíritu para sellar la
transacción. Pedro ahora describe cómo deben vivir los creyentes en este mundo
hostil:
I. VIVIR EN ESPERANZA (1.3–12)
La persona no salva vive «sin
esperanza» (Ef 2.12); el creyente, sin embargo, goza de una esperanza viva
porque tiene un Salvador que vive. Cristo es nuestra Esperanza (1 Ti 1.1) y
esperamos que regrese pronto. El cristiano no trabaja para lograr esta
esperanza; es una parte de sus derechos por nacimiento espiritual. Hemos
renacido (Jn 3.5) para esta esperanza viva.
Esta esperanza no sólo es viva; es
una esperanza duradera (vv. 4–5). Está reservada en los cielos, donde no se
puede podrir («incorruptible»), ni contaminar, ni perder su belleza y deleite.
Pero no sólo es la esperanza reservada; el creyente también es guardado (como
por un soldado) por el Señor. Somos guardados por el poder de Dios debido a la
fe que hemos depositado en Él. La seguridad eterna no se basa en la fe de los
hombres, sino en la fidelidad de Dios. El creyente es salvado; está siendo
salvado diariamente (mediante la santificación); y será salvado por completo
cuando Cristo vuelva (Ro 8.15–25). El fin (completar, perfección) de nuestra fe
será la salvación completa del creyente (v. 9), quien heredará un nuevo cuerpo.
Sin embargo, hasta que Cristo
regrese el creyente debe atravesar pruebas. Una fe que no se puede probar no es
confiable. Nuestro sufrimiento es nada más que «por un poco de tiempo», según
el Señor lo ve («si es necesario», v. 6); pero la gloria será para siempre. El
versículo 7 compara la prueba de nuestra fe con la del oro. La palabra «prueba»
significa «aprobación». La comparación que sugiere el Dr. Kenneth Wuest es que
el minero trae una muestra para que sea probada. El examinador le extiende un
certificado que indica que la muestra contiene oro. El certificado es la
aprobación de la muestra y ese papel vale mucho más que la pequeña muestra que
se analizó. Nuestra fe se prueba de la misma manera, con una «muestra»; y la
aprobación de nuestra fe significa que hay un sinfín de riquezas más adelante.
El sufrimiento que soportamos aquí resultará en más gloria cuando Cristo venga.
Sabiendo esto, le amamos más.
En los versículos 10–12 Pedro nos
recuerda que los profetas del AT hablaron de esta salvación que disfrutamos. No
comprendieron por completo, sin embargo, el tiempo o las circunstancias en las
cuales aparecerían. Vieron la cruz y el reino, pero no percibieron por
anticipado el «valle» entre los dos, esta presente edad de la Iglesia.
II. VIVIR EN SANTIDAD (1.13–21)
La bendita esperanza debe hacernos
vivir en santidad (1 Jn 3.1–3). Debemos «reunir nuestros pensamientos» y no
dejarlos que vuelen libres (Véanse Éx 12.11). Otro motivo para la vida santa es
el mandamiento de la Palabra (Lv 11.44; 19.2; 20.7). «Santo» no significa
perfección sin pecado, pues de todas maneras es una condición imposible en esta
vida (1 Jn 1.8–10). Significa separado, apartado para Dios. Si somos hijos de
Dios, debemos ser como nuestro Padre.
Un tercer motivo para una vida
santa es el juicio de Dios (v. 17). Dios castiga a sus hijos hoy y prueba sus
obras en el tribunal de Cristo (1 Co 3.1). Dios no tiene «favoritos», sino que
trata a todos sus hijos por igual.
Los versículos 18–21 nos dan un
cuarto motivo para la vida consagrada: el precio que Cristo pagó en la cruz.
Antes de ser salvos la vida era vacía y sin significado («vana», v. 18); pero a
través de Él ahora están completas y felices. Nuestra salvación no fue comprada
con dinero; requirió la sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios sin mancha (Jn
1.29). Dios planificó su muerte edades antes de que nosotros siquiera hayamos
nacido; sin embargo, ¡Dios, en su gracia, nos incluyó en ese plan! Cuán agradecidos
debiéramos estar y qué mejor manera de mostrar nuestra gratitud que rendirnos
por completo a Él (1 Co 6.15–20).
III. VIVIR EN ARMONÍA (1.22–25)
La salvación nos da una esperanza
viva, un deseo por una vida santa y una maravillosa comunión con el pueblo de
Dios. El Espíritu de Dios nos amó y nos trajo a Cristo; este mismo Espíritu ha derramado
en nosotros amor por el pueblo de Dios (Ro 5.5; Véanse 1 Jn 3.16). En el
versículo 22 Pedro usa dos palabras para referirse al «amor»: una que significa
amor fraternal y otra amor divino (ágape). El cristiano posee amor fraternal;
pero necesita ejercer energía espiritual y amar a otros de la manera que Dios
le amó. Incluso las personas no salvas pueden mostrar amor fraternal; es
necesario un cristiano, controlado por el Espíritu, para mostrar el amor ágape.
A Pedro le agrada la expresión
«renacer»; la usa en 1.3 y 1.23. Somos renacidos mediante la misericordia de
Dios para una esperanza viva y somos renacidos por la Palabra para un amor por
el pueblo de Dios. Compara a la Palabra con la semilla, así como Jesús lo hace
en la parábola del sembrador (Mt 13.1–9, 18–23). Como una semilla, la Palabra
es pequeña y al parecer insignificante, pero tiene en sí vida y poder. La
Palabra debe plantarse para que haga algún bien; pero cuando se planta en el
corazón, produce fruto. La Palabra de Dios es eterna y el fruto que produce es
eterno; pero las cosas de la carne no durarán. En los versículos 24–25 Pedro se
refiere a Isaías 40.6–8. ¡Cualquier cosa que hagamos en obediencia a la Palabra
de Dios durará para siempre! Pero cualquier cosa que hagamos con el poder de la
carne se verá hermoso por un tiempo, pero luego morirá.
La armonía cristiana es una
bendición para el Señor, la iglesia y los mismos creyentes (Sal 133). Si cada
creyente obedece la Palabra y practica el amor, habrá armonía.
2
El «pues» del versículo 1 conecta
esta sección con el tema de 1.23: «siendo renacidos». El pensamiento clave de
2.1–3.7 es la sumisión (2.13, 18; 3.1, 5).
I. NUESTROS PRIVILEGIOS CELESTIALES (2.1–10)
A. HIJOS DE LA FAMILIA DE DIOS (VV. 1–3).
La frase «niños recién nacidos» es
la misma que se usa para el niño Jesús en Lucas 2.16. El nuevo creyente es un
bebé que necesita leche (1 Co 3.1–3; Heb 5.13, 14). Es más, una de las
evidencias de la vida espiritual es el hambre de alimento espiritual, la
Palabra de Dios. No debemos seguir siendo niños en Cristo, sino que así como el
bebé tiene gran apetito, nosotros debemos tener similar deseo por la Palabra de
Dios. A medida que crecemos en el Señor debemos incluir carne y pan en nuestra
dieta espiritual (Mt 4.4). Nos convertimos en «jóvenes» y «padres» en la
familia (1 Jn 2.12–14). Nuestro alimento debe ser la Palabra no adulterada, no
una mezclada con filosofías y doctrinas humanas (2 Co 2.17). Una vez que hemos
saboreado las bendiciones del Señor (Sal 34.8), queremos abandonar los viejos
pecados de la carne: malicia, engaño, hipocresías, envidias, etc., y cultivar
un apetito por la Palabra de Dios.
B. PIEDRAS EN EL TEMPLO DE DIOS (VV. 4–8).
Pedro jamás dijo ser «la roca»
sobre la cual está edificada la Iglesia (Mt 16.18); claramente afirma que
Cristo es la Piedra (v. 4). Cristo fue rechazado por los hombres, pero escogido
por Dios. Lea con cuidado Mateo 21.33.46, Isaías 28.16, Hechos 4.11 y Salmo
118.22, 23. Los creyentes son piedras vivas edificadas sobre la Piedra Viva
(1.3), formando un templo espiritual para la gloria de Dios (Ef 2.19–22).
También somos sacerdotes en este templo, ofreciendo sacrificios espirituales a
través de Cristo (Véanse Heb 13.15, 16). Cristo, la Piedra, es rechazado por
los hombres; pero el que cree en Él no será avergonzado. Los incrédulos
tropiezan con esta Piedra y un día ella los destrozará; pero para nosotros, Él
es precioso.
C. CIUDADANOS DE UNA NUEVA NACIÓN (VV. 9–10).
La Iglesia es «el pueblo de Dios»,
su nación santa, su «Israel» (véanse Éx 19.6; Gl 6.16). Esto no quiere decir
que las promesas del AT no se cumplirán literalmente para los judíos en el
reino, sino más bien que la Iglesia hoy es para Dios lo que Israel fue para Él
en el antiguo pacto, en un sentido espiritual. Puesto que Cristo es nuestro
Rey-Sacerdote, somos un sacerdocio real. «Adquirido» (v. 9) significa «para la
posesión propia de uno» (Ef 1.14). Es un gran privilegio ser un hijo de Dios y
tener ciudadanía en el cielo (Flp 3.10).
II. NUESTRAS RESPONSABILIDADES TERRENALES (2.11–25)
A. SOMETIMIENTO A LAS ORDENANZAS (VV. 11–17).
Como peregrinos y extranjeros
(extraños y exiliados) podemos pensar que no tenemos ninguna responsabilidad
hacia el gobierno humano, pero Pedro nos dice que tenemos una obligación
incluso mayor para obedecer las leyes. El mundo no salvo observa al cristiano;
por consiguiente, mediante el poder del Espíritu debemos abstenernos de los
pecados. Nuestra conducta («manera de vivir», v. 12) debe ser honesta (decente,
apropiada), porque esta es la única manera de silenciar su charla malévola.
El versículo 12 enseña que
nuestras buenas obras pueden ayudar a conducir a los perdidos a Cristo y ellos
alabarán a Dios en el día que Él los visite y los salve. Aunque tal vez no les
tengamos respeto a los que están en posición de autoridad, debemos respetar el
oficio que representan y obedecer las leyes.
Sí, el cristiano es libre, pero su
libertad no es libertinaje (Gl 5.18). Léase en Romanos 13 el consejo que Pablo
da sobre este asunto.
B. SIERVOS Y AMOS (VV. 18–25).
Pedro habla aquí a los siervos que
eran salvos y miembros de las iglesias locales. Véanse Efesios 6.5–8 y
Colosenses 3.22. Es interesante notar que ni Pedro ni Pablo atacan la
esclavitud como institución. Más bien animan a los esclavos a ser cristianos
devotos y a obtener su libertad si podían.
Los siervos deben mostrar sumisión
y reverencia a sus amos, incluso si estos son irrazonables y difíciles de
tratar. Este mismo principio se aplica a los trabajadores de hoy. A menudo los
supervisores inconversos tratan de «señorear» sobre los empleados cristianos y
perseguirlos de diferentes maneras.
Lo más fácil de hacer es
desquitarse, pero esto es un método equivocado. Pedro explica que todo el mundo,
salvos o perdidos, puede y debe soportarlo si el castigo es por sus faltas.
Sólo un cristiano puede hacer bien y «soportarlo» si sufre injustamente. Nótese
esa importante palabra: «injustamente», porque Pedro no nos dice que busquemos
excusas para sufrir. Habla sobre el sufrimiento por el nombre de Cristo (Véanse
Mt 5.9–12), sufrimiento cuando no hemos hecho nada malo, sino que hemos dejado que
brille nuestra luz. La palabra griega para «aprobación» y «aprobado» en los
versículos 19–20 es la misma que se usa para «gracia». ¿Qué gracia se muestra
si soportamos sufrimiento por nuestras faltas?
Se necesita gracia verdadera para
soportar cuando uno hace bien pero de todas maneras se nos trata mal. Véanse
Lucas 6.32–36.
Pedro da la «conciencia delante de
Dios» (v. 19) como una razón por la cual los cristianos sufren injustamente. En
el versículo 21 da una segunda razón: los cristianos han sido llamados a
sufrir. No debemos esperar que nuestras vidas sean un lecho de rosas, ni
debemos sorprendernos cuando vengan las pruebas (4.12). Jesús prometió que sus
seguidores serían perseguidos por causa de su nombre.
Pedro entonces señala a Cristo
como nuestro ejemplo en el sufrimiento. No enseña que somos salvos por seguir a
Cristo. ¡El pecador está muerto y un muerto no puede seguir a nadie! En sus sufrimientos
sobre la tierra Cristo es nuestro ejemplo de cómo soportar y glorificar a Dios.
Pedro fue testigo de los sufrimientos de Cristo (5.1); sabía que su Señor no
había cometido pecado alguno y que lo condenaron injustamente. En palabra,
actitud y obra nuestro Señor sentó un ejemplo perfecto para que sigamos. No
discutió; no se desquitó; no insultó a sus acusadores después que le
insultaron.
Simplemente se encomendó a su
Padre y le dejó el resultado a Él. Puesto que Jesús vive en nosotros (Gl 2.20),
nos puede capacitar para actuar como Él actuó cuando el mundo nos persiga.
De nuevo Pedro nos lleva a la cruz
(vv. 24–25), recordándonos que Cristo murió por nosotros y que nosotros morimos
con Él (Ro 6). Nuestra identificación con Cristo en su muerte (2.24) y en su resurrección
(1.3) hace posible que vivamos en rectitud. Hemos sido sanados de la enfermedad
del pecado mediante su sacrificio en la cruz. El versículo 24 se refiere a la
sanidad del alma en el perdón de los pecados.
El cuadro del pastor y las ovejas
(v. 25) debe haber significado mucho para Pedro, puesto que había oído a Jesús
enseñar sobre el Buen Pastor (Jn 10) y puesto que Cristo le había ordenado que
apacentara sus ovejas (Jn 21). El pecador perdido es una oveja descarriada (Is
53.6; Lc 15.3–7); pero Cristo, el Pastor, le busca y le salva. La palabra
«obispo» (v. 25) significa «supervisor»; Cristo nos salva, luego nos vigila
para guardarnos del mal.
Pedro ha llenado este capítulo con
impactantes imágenes del creyente. Somos bebés alimentándonos de su Palabra;
piedras en el templo; sacerdotes en el altar; generación escogida; pueblo adquirido;
nación santa; el pueblo de Dios; extranjeros y peregrinos; discípulos siguiendo
el ejemplo del Señor; y ovejas que cuida el pastor. La vida cristiana es tan
rica y plena que se necesita de todas estas comparaciones y muchas más para
mostrar cuán maravillosa es.
3
Pedro continúa el tema de la
sumisión (3.1, 5, 22) y muestra que el cristiano debe estar sujeto en tres áreas
de la vida.
I. SUMISIÓN EN EL HOGAR (3.1–7)
A. EL ESPOSO NO SALVO.
Pedro se refiere a un hogar
dividido. Después de casada, la mujer llega a confiar en Cristo, pero el esposo
no es creyente. Pedro describe cómo la esposa puede ganar al marido para el
Señor.
B. LA ESPOSA CRISTIANA.
Debe estar sujeta a su marido y
mostrarle honor y respeto (Ef 5.22; Col 3.18). No debe hostigarlo ni predicarle,
sino vivir una vida tan devota que su esposo pueda ser ganado para Cristo «sin
palabra», o sea, sin predicación ni alegatos. Los seres queridos no salvos
observan nuestra vida; si reflejamos a Cristo, podemos ganarlos.
Su conducta debe ser pura (casta)
y su atención debe centrarse en la persona interior y no en la apariencia
externa. Pedro no prohíbe que las mujeres usen joyas; lo que prohíbe es ir a
extremos mundanos simplemente para «andar a la moda». Véanse 1 Timoteo 2.9–12.
«Peinados ostentosos» (v. 3) quiere decir los peinados exagerados,
entretejiendo decoraciones de oro y cosas por el estilo.
«Vestidos» (v. 3) se refiere a
ropas decorativas en particular, las «cosas adicionales extravagantes» que llaman
la atención. Las mujeres cristianas pueden ser atractivas sin ser mundanas. Es
más, las modas ostentosas que el mundo acostumbra mucho a vestir, abochornaría
a la mujer cristiana devota y haría difícil su testimonio.
La verdadera belleza viene desde
adentro (v. 4). Pedro usó a Sara, la esposa de Abraham, como ejemplo. Ella era
una mujer hermosa, por cuanto varios reyes trataron de quitársela a su marido;
sin embargo, fue devota al Señor y a su esposo. Génesis 18.12 indica que
incluso llamaba a Abraham mi «señor». No era esclava, por supuesto; más bien,
estaba expresando su sumisión basada en el amor.
Cuando una cristiana es fiel al
Señor y a su esposo nunca tendrá temor de lo que pudiera pasar, porque Dios
gobernará e invalidará las amenazas. La palabra «amenazas» en el versículo 6
significa «terror».)
Por supuesto, una mujer cristiana
nunca debe casarse con un hombre que no es digno de su amor y respeto.
C. VIVIR COMO UN ESPOSO CRISTIANO.
«Igualmente» (v. 7) indica una
actitud similar de amor y respeto de parte del esposo. El matrimonio es una
relación mutua. Los esposos no deben quedarse en la ignorancia, sino que deben
crecer en el conocimiento del Señor y de su cónyuge. El esposo debe honrar a su
esposa. Ellas son coherederas de la gracia de la vida, lo que sugiere que los
hijos son herencia del Señor. Si hay disparidades entre los cónyuges
cristianos, serán estorbadas sus oraciones; provocarán problemas en el hogar.
Pedro da por sentado que los cónyuges no sólo viven juntos; ¡también oran
juntos!
II. SUMISIÓN BAJO EL SUFRIMIENTO (3.8–14)
El versículo 8 describe el amor
entre cristianos en la iglesia; lo contrasta con el conflicto que se encuentra
en Santiago 4. En los versículos 9–14, Pedro se refiere a los cristianos que
sufren en el mundo. Este es el sufrimiento que día tras día soportamos, no la
«prueba de fuego» del sufrimiento especial que aparece más tarde (4.12). ¿Cómo
deben los cristianos actuar cuando el mundo los persigue?
A. DEBEN SER UNA BENDICIÓN (V. 9).
Lea Lucas 6.22–28. Vencemos el
odio al mostrar amor. La mejor manera de enfrentar al calumniador y al
perseguidor es con paciencia y gracia. ¡Deje que el Señor haga el resto!
B. DEBEN MANTENERSE LIMPIOS (VV. 10–11).
Se refiere al Salmo 34.12–16. «El
que quiere amar la vida» es una excelente traducción del versículo 10.
«Apartarse» significa «evadir» y «seguir» significa «procurar alcanzarla».
C. DEBEN RECORDAR QUE DIOS ESTÁ VIGILANDO (VV. 12–14).
Dios ve los problemas y oye
nuestros clamores. Sabe cómo enfrentarse a quienes nos persiguen por su causa.
En lugar de quejarnos debemos regocijarnos de que sufrimos por su causa (Mt
5.11, 12; Hch 5.41).
III. SUJECIÓN A CRISTO (3.15–22)
«Santificad a Dios como Señor» es
una traducción mejor del versículo 15. Póngalo en el trono de su corazón. Si Él
controla nuestras vidas, siempre tendremos una respuesta cuando nos pregunten
respecto a la esperanza que tenemos en Él (Mc 13.11). Un corazón rendido y una
buena conciencia, nos darán paz cuando nos acusen falsamente.
Los pecadores pueden acusarnos,
pero Dios conoce el corazón; y nosotros tememos a Dios, no a los hombres (Is
8.12, 13). De nuevo Pedro les recuerda los sufrimientos de Cristo, que fue
acusado falsamente y sin embargo dejó el asunto en las manos del Padre.
El misterio de los «espíritus
encarcelados» (vv. 19–20) ha dejado perplejos a los estudiosos por muchos años,
y no todos los intérpretes concuerdan sobre lo que significa. Sólo tenga
presente la lección principal de este pasaje: Cristo sufrió injustamente, pero
Dios le honró y le dio gloria (v. 22). El resto de este pasaje describe
principalmente la buena conciencia del creyente delante de Dios. En cuanto a
los problemas que surgen de las otras partes del pasaje, se han dado varias
explicaciones.
Algunos sugieren que Cristo dio a
los muertos en el infierno una segunda oportunidad de salvación, pero esto es
contrario a lo que enseña el resto de la Biblia. Otros sugieren que Pedro sólo
dice que el mismo Espíritu Santo que levantó a Cristo de los muertos (v. 18)
predicó mediante Noé y que Cristo, entre su muerte y su resurrección, visitó
los espíritus de estas personas perdidas en prisión (el mundo de los muertos) y
anunció su victoria. No se explica por qué Jesús visitó a estos hombres y no a
otros.
Una buena explicación, sin
embargo, es que los «espíritus encarcelados» son los ángeles caídos de Génesis
6, que convivieron con las hijas de los hombres yendo «en pos de vicios contra
naturaleza» como lo explica Judas 6–7. La palabra «encarcelados» en el
versículo 19 hace referencia al lugar de juicio mencionado en 2 Pedro 2.4:
«prisiones de oscuridad». Fue esta violación de la orden de Dios lo que
contribuyó a que viniera el diluvio, lo cual explica por qué Pedro menciona a
Noé. Nótese también que el tema de Pedro es la sujeción de los ángeles a Cristo
(v. 22). Estos ángeles caídos no estuvieron sujetos a Él y por consiguiente
fueron juzgados.
Entre su muerte y resurrección
Cristo visitó a estos ángeles en prisión y anunció su victoria sobre Satanás.
La palabra «predicó» en 3.19 significa «anunciar» y no «predicar el evangelio».
Jesús anunció la condenación de ellos y la victoria que tenía sobre todos los
ángeles y autoridades. Es muy probable que en este tiempo Cristo «llevó cautiva
la cautividad» (Ef 4.8), rescató las almas piadosas que moraban en el Hades (Véanse
Lc 16.19–31) y las llevó al cielo consigo. No hay ningún indicio aquí de que
alguien haya tenido una segunda oportunidad de ser salvo después de la muerte.
Pedro entonces liga a Noé al tema
del bautismo. El diluvio fue en realidad un bautismo global de agua; el mundo
está ahora reservado para un bautismo global de fuego (2 P 3.5–7). Pedro no
dice que el bautismo nos salva ni que el agua lave pecados. Es más, deja en
claro que el bautismo no puede quitar la inmundicia de la carne. La sumisión al
Señor en el bautismo es una cuestión interna, la respuesta de una buena
conciencia delante de Dios. El bautismo es un cuadro de muerte, sepultura y resurrección.
El bautismo de Cristo en agua que realizó Juan el Bautista fue un símbolo del
bautismo del Señor en su sufrimiento en la cruz (Lc 3.21, 22; 12.50). Cristo
mismo designó a Jonás como señal de su muerte, sepultura y resurrección. El
agua que sepultó al mundo perverso condujo a Noé a la seguridad. El agua no lo
salvó; lo hizo el arco iris. De esta manera Noé mostró de antemano la muerte, sepultura
y resurrección de Cristo. Nótese también que Noé envió una paloma; y cuando
Cristo fue bautizado, una paloma vino y se posó sobre Él.
Este es un pasaje complejo, de
modo que tenga presente las lecciones principales:
(1) Cristo es Señor de todos y
debemos someternos a Él;
(2) una buena conciencia nos
fortalece en la prueba;
(3) el bautismo cristiano, ilustrado
por el diluvio, es un cuadro de la muerte, sepultura y resurrección, pero no salva
el alma.
El bautismo es importante porque
indica nuestra sumisión al Señor.
4
Los capítulos 4 y 5 analizan la
gracia de Dios en el sufrimiento. Pedro ya se ha referido al sufrimiento cotidiano
que enfrenta el cristiano (por ejemplo: reproche, acusaciones); pero ahora les
dice a sus lectores que el «fuego de prueba» de la persecución oficial está a
punto de caerles encima. En este capítulo da tres maravillosos y benditos
beneficios que pueden venir a los cristianos cuando estos atraviesan
sufrimiento en la voluntad de Dios.
I. EL SUFRIMIENTO PURIFICA AL SANTO (4.1–6)
Cuando la vida es fácil nos
deslizamos y caemos en el descuido y el pecado; pero el sufrimiento cambia
nuestros valores y metas. El «fuego de prueba» es un horno que purifica el oro
y permite que Dios elimine la escoria (Sal 66.10). Esto es lo que hace el
sufrimiento por nosotros:
A. NOS IDENTIFICA CON CRISTO (V. 1).
Él sufrió por nosotros para poder
salvarnos del pecado. Cuando nosotros sufrimos por Él y con Él, aprendemos a
detestar el pecado y a amarle más. Pedro les anima a tener «el pensamiento de
Cristo» y a que se den cuenta de que su identificación con Cristo significa
victoria sobre el pecado. Esta es la versión de Pedro de Romanos 6.
B. NOS RECUERDA QUE LA VIDA ES CORTA (VV. 2–3).
Damos la vida por sentado hasta
que tenemos que sufrir, y entonces nuestros valores cambian. ¡Qué necio es que
el cristiano desperdicie «el tiempo que resta» corriendo con el mundo y
pecando! Hay una mejor manera. Antes que vivir en la voluntad de hombres
pecadores, debemos vivir en la voluntad de Dios.
C. ENFOCA EL JUICIO DIVINO (VV. 4–6).
El cristiano vive de acuerdo al
juicio de los hombres o por el juicio de Dios. El mundo piensa que es extraño
que ya no nos unamos a ellos en el pecado y hablan mal de nosotros. Pero su
ultraje no nos perturba; Dios los juzgará algún día. Ellos darán cuenta a Dios.
El versículo 6 pudiera parafrasearse de la siguiente manera: «Hay personas
muertas físicamente ahora, pero vivas con Dios en el espíritu con que fueron
juzgadas por el mundo. Pero oyeron el evangelio antes de morir y creyeron.
Sufrieron y murieron debido a su fe, ¡pero están vivos con Dios! Es mejor
sufrir por Cristo e ir a estar con Dios, que seguir al mundo y estar perdido».
No hay conexión entre 4.6 y 3.19–20, ni tampoco hay aquí ninguna sugerencia de
una segunda oportunidad para el perdido después de la muerte.
Para los cristianos es importante
«armarse» de la misma actitud hacia el mundo, el pecado y el sufrimiento que
Jesús tuvo mientras estaba en la tierra. Si enfrentamos el sufrimiento sin una
actitud espiritual, en lugar de purificarnos nos amargará.
II. EL SUFRIMIENTO UNIFICA A LA IGLESIA (4.7–11)
Pedro repite la exhortación: «Sed,
pues, sobrios» (véanse 1.13 y 5.8). Les recuerda que Cristo viene pronto (5.4)
y que, en medio del sufrimiento, los santos tienen responsabilidades el uno
hacia el otro.
Orar es una de ellas; lo mismo que
el ferviente amor; la palabra «ferviente» aquí significa «extendido».
El amor cristiano nunca llega al
punto de romperse. Ya es demasiado malo cuando el mundo acusa a los santos; así
que estos no deben acusarse los unos a los otros. El amor ayudará a cubrir los
pecados de los santos. El amor no limpia el pecado, pero sí cubre el pecado
siempre que no ande por todas partes hablando de los pecados de otros.
Pedro exhorta a estos cristianos
tanto a abrir sus hogares como sus corazones. La hospitalidad cristiana es una
bendición olvidada en la iglesia moderna y necesitamos restaurarla.
Por último, los cristianos
necesitan servir al Señor a pesar de la persecución, ministrando sus dones como
buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. La palabra que se
traduce «multiforme» también significa «multicolor, variada». La gracia de Dios
puede satisfacer cualquier necesidad o combinarse con cualquier «color» que
pudiera venir a la vida. Dios nos da los dones y la fuerza para usarlo todo
para su gloria.
III. EL SUFRIMIENTO GLORIFICA AL SEÑOR (4.12–19)
A. ESPEREN PRUEBAS (V. 12).
Las pruebas no son extrañas en la
vida cristiana; debe esperárselas. Las pruebas que son parte de la voluntad de
Dios no son advertencias de que estamos desobedeciéndole; son las herramientas
de Dios para perfeccionar a los suyos.
B. REGOCÍJENSE EN LAS PRUEBAS (VV. 13–14).
Cuando las pruebas vienen,
sufrimos por su causa y participamos del sufrimiento con Él. Véanse Filipenses
1.29 y 3.10. El sufrimiento que soportamos ahora no es sino un preludio de la
gloria que disfrutaremos en su venida. Todavía más, el Espíritu de Dios «reposa
con poder refrescante» (traducción literal del versículo 14) sobre el creyente
que sufre. Cuando echaron a los tres jóvenes hebreos en el horno ardiendo,
tenían fe de que Dios podía librarlos (Dn 3.19–30). No sólo los libró, sino que
anduvo con ellos.
C. NO SE AVERGÜENCEN EN LAS PRUEBAS (VV. 15–16).
La ley romana exigía que cada
ciudadano jurara su lealtad al emperador. Una vez al año el ciudadano echaba un
puñado de incienso en el altar apropiado y decía: «¡César es Señor!» Pero el cristiano
confesaba que «¡Jesucristo es Señor!» (Véanse 3.15). Los creyentes rehusaban
inclinarse ante César. Algunas veces el oficial romano escribía el nombre de
Cristo en la tierra o en la pared y le pedía al cristiano que escupiera sobre
este nombre. Si el cristiano se negaba, lo arrestaban, juzgaban y tal vez mataban.
Al llevar el nombre de Cristo (cristiano) eran puestos en vergüenza ante sus
amigos. ¡Pero qué glorioso nombre para llevar! Es el nombre sobre todo nombre.
D. TESTIGOS EN LAS PRUEBAS (VV. 17–18).
Si Dios envía pruebas a la iglesia
hoy, es evidencia de que un día juzgará a los perdidos. Nosotros tenemos
pruebas ahora y gloria más tarde; los perdidos tienen su gloria ahora y su
sufrimiento más tarde. ¡El único cielo que el pecador perdido conocerá está
aquí en la tierra ahora! Dios empieza su juicio en su casa (la Iglesia); Véanse
Ezequiel 9.6. Si la persecución por el nombre de Cristo no es sino el principio
de las pruebas, ¿qué ocurrirá cuando llegue el tiempo para que los perdidos
sean juzgados?
Los justos (creyentes) se salvan
«con dificultad» (v. 18); ¿qué esperanza hay para el incrédulo? Véanse Proverbios
11.31.
E. ENCOMIÉNDENSE A DIOS (V. 19).
La palabra «encomendarse» que se
usa aquí es un término bancario; se refiere al acto de dejar una cantidad en
depósito para que sea guardada con seguridad. Encaja hermosamente con la
ilustración del «oro» en 1.7. Dios envía el fuego de prueba para quemar la
escoria y nosotros nos encomendamos a Él para que nos guarde con seguridad,
sabiendo que no puede fallarnos. Podemos estar seguros de que Dios «pagará
interés» sobre nuestro depósito. Pero nótese que nos encomendamos a hacer el
bien; esto es, nos encomendamos a Dios según obedecemos su Palabra. Esta es una
rendición diaria y a toda hora, viviendo para complacer a Dios y servir a
otros.
Los cristianos atravesarán el
fuego de la prueba antes de que Cristo vuelva. La situación mundial no mejorará.
Las actitudes hacia los cristianos no mejorarán. El mundo siempre ha aborrecido
el nombre de Cristo y continuará detestándolo. Si nos identificamos con el
nombre de Cristo, el mundo nos aborrecerá (Jn 15.18–21). Si hacemos
componendas, escaparemos de la persecución, pero también nos perderemos la
bendición y la gloria de participar de los sufrimientos de Cristo.
5
Al concluir esta carta de
estímulo, Pedro da tres exhortaciones a los santos. Vemos en este capítulo varias
referencias a las experiencias de Pedro en los Evangelios mientras anduvo con
Cristo. Pedro presenció los sufrimientos de Cristo (v. 1); fue comisionado para
apacentar las ovejas (v. 2 y Véanse Jn 21.15–17); vio a Cristo vestirse como
siervo y humildemente lavar los pies de los discípulos (v. 5 y Véanse Jn 13); y
Pedro sabía lo que era estar desprevenido cuando Satanás andaba al acecho (v. 8
y Véanse Mc 14.37). Es como si el Espíritu de Dios hurgara en la memoria de
Pedro y usara estas experiencias pasadas para testificarles a los santos (Véanse
v. 12). Pedro descubrió que la gracia de Dios era adecuada para él y quería que
la iglesia supiera que la gracia de Dios los sostendría también a ellos.
I. SEAN FIELES (5.1–4)
La exhortación está dirigida
principalmente a los pastores. Las palabras «pastor», «obispo» (supervisor) y
«anciano» (líder maduro) se refieren al mismo oficio (Hch 20.17, 28; 1 Ti 3.2;
Tit 1.5–7). Pedro no se puso a sí mismo sobre los otros; más bien se llamó
«anciano también con ellos» y deliberadamente se incluyó entre los líderes de
la iglesia a los cuales exhortaba. Hubo un tiempo cuando Pedro se hubiera
preocupado por su posición en el reino, pero ese tiempo ya había pasado.
Pedro sabía que los pastores
atravesarían mayor sufrimiento como líderes del pueblo, de modo que los animó
de dos maneras:
(1) les recordó que Cristo había
sufrido por ellos y los sostendría; y:
(2) les recordó que la gloria siempre
sigue al sufrimiento si nos sometemos al Señor.
Los dos temas del sufrimiento y la
gloria están entretejidos en 1 Pedro.
A. SU MINISTERIO: «APACENTAR EL REBAÑO».
Los deberes de los pastores
incluyen alimentar, dirigir, estimular, discipular, guardar. El pastor debe
asumir la supervisión y ser el líder. ¿Dónde estaría el rebaño si las ovejas
dirigen al pastor, o si a cada oveja se le permitiera salirse con la suya?
B. SU MOTIVO: «NO POR FUERZA, SINO VOLUNTARIAMENTE».
El pastor debe servir al Señor con
un corazón dispuesto debido a que ama a Cristo y al rebaño, y no simplemente
porque tiene un trabajo que hacer. Nunca debe servir por «ganancia deshonesta»
(v. 2), sea esta dinero, prestigio, poder o promoción. Debe estar anhelando
trabajar (con ánimo pronto) y no ser ocioso ni perezoso.
C. SU MANERA: LIDERAZGO NO SIGNIFICA DICTADURA.
Los pastores son supervisores, no
capataces. «Los que están a vuestro cuidado» significa literalmente «la porción
que se les ha asignado». Todos los creyentes en una localidad dada son parte de
la Iglesia, pero hay pequeños rebaños aquí y allá, bajo la dirección de
diferentes ancianos. En ninguna parte del NT se sugiere que todas las iglesias
de una población se unan para formar una sola iglesia. Puede haber unidad
espiritual sin uniformidad denominacional. Los pastores deben ser ejemplo, puesto
que al fin y al cabo la mejor manera de lograr que la gente les siga es
mediante el ejemplo personal. El pastor no demanda respeto; lo consigue a
través de su vida piadosa y servicio sacrificial.
D. SU RECOMPENSA: EN EL FUTURO, NO HOY.
Habrá gloria en el cielo. Cada
pastor debe someterse al Pastor Principal, Jesucristo. Es más importante
agradarle y glorificarle a Él que a cualquier otro.
II. SEAN HUMILDES (5.5–7)
El versículo 5 se refiere
literalmente a los jóvenes en la iglesia, pero podemos aplicarlo a todos los miembros,
al seguir estos a sus líderes espirituales (Heb 13.17). Pedro se refiere aquí a
aquella noche del Aposento Alto cuando Jesús les lavó los pies a los
discípulos. «Revestíos de humildad» (v. 5) significa estar controlado por un
espíritu humilde, ser un siervo. Dios resiste a las personas arrogantes, egoístas,
pero da gracia a los humildes (Pr 3.34; Stg 4.6). «Humillaos, pues, bajo la
poderosa mano de Dios», exhorta. «Permitan que este tiempo de sufrimiento les
haga postrarse ante Él y entonces les exaltará cuando vea que están listos».
La maravillosa promesa «Él tiene
cuidado de vosotros» nos recuerda la noche en la barca cuando los discípulos le
preguntaron a Jesús: «¿No te preocupa que vamos a perecer?» (Véanse Mc 4.38).
¡Por supuesto que Jesús se preocupaba! Satanás hubiera querido que estos cristianos
creyeran que el «fuego de la prueba» era evidencia de la indiferencia de Dios;
pero Pedro les recuerda que pueden echar «toda vuestra ansiedad» (v. 7) sobre
Jesucristo de una vez y por todas.
III. ESTÉN VIGILANTES (5.8–11)
¡Quién mejor que Pedro para saber
respecto al merodear de Satanás! Varias veces Jesús le advirtió a Pedro que
Satanás andaba en pos de él, pero Pedro no prestó atención a la advertencia.
Demasiados cristianos se han «puesto a dormir», abriendo el camino para que
Satanás obre (Mt 13.25, 39).
Satanás es un «adversario», lo que
quiere decir «uno que acusa en una corte». La palabra «diablo» significa
«calumniador». Satanás nos acusa ante Dios (Job 1–2; Zac 3.1–5; Ap 12.10) y usa
los labios de los inconversos para acusarnos falsamente (1 P 2.12; 3.16; 4.4,
14). Satanás viene ya sea como una serpiente para engañar (Gn 3) o como león
para devorar. Es mentiroso y homicida (Jn 8.44).
¿Qué pueden hacer los cristianos
para derrotar a Satanás?
(1) ¡Estar alertas! Debemos tener nuestros
ojos abiertos y no bajar la guardia. Cuando David bajó la guardia y dejó la
batalla, cayó en pecado (2 S 11). Cuando Pedro se sintió muy confiado, se
durmió y cayó en la trampa de Satanás.
(2) ¡Resistir! Esta palabra trae a la
mente a un ejército, irguiéndose unido para oponerse al enemigo. Los cristianos
deben estar unidos contra Satanás (Flp 1.27–30). Si hay una ruptura en las
filas Satanás, tiene una oportunidad para atacar.
(3) ¡Creer! Le resistimos en la fe, o
sea, confiamos en la victoria de Cristo. Satanás usa mentiras como su principal
arma y el creyente debe contrarrestar las mentiras de Satanás con la verdad de
Dios. Jesús usó la espada del Espíritu en el desierto (Mt 4).
(4) ¡Recordar!
Acordarse de que otros cristianos atraviesan las mismas pruebas y que usted no
está solo. Si Satanás puede lograr hacernos sentir que estamos solos, que Dios
nos ha abandonado, nos desanimará y nos derrotará.
El tema de Pedro ha sido la gracia
(5.12), de modo que concluye recordándoles a los santos que su Dios es el Dios
de toda gracia. El cristiano tiene «gracia sobre gracia» (Jn 1.16). La vida
cristiana empieza con la gracia salvadora (Ef 2.8–10), continúa con la gracia
servidora (1 Co 15.9–10) y luego con la gracia santificadora (Ro 5.17; 6.17).
Dios también da gracia del sacrificio (2 Co 8.1–9), gracia que canta (Col
3.16), gracia que habla (Col 4.6), gracia que fortalece (2 Ti 2.1) y gracia que
sufre (2 Co 12.9). «Él da mayor gracia» (Stg 4.6).
El versículo 10 indica que la
gracia es provista mediante las disciplinas de la vida. Dios nos permite sufrir
para poder derramar su gracia sobre nosotros. Cuando sufrimos, llegamos a
nuestro final y aprendemos a descansar en Él. La gracia se suple sólo a quienes
sienten necesidad de Él. Primero sufrimos; luego, según sufrimos, Él nos
equipa, nos confirma y pone un fundamento bajo nosotros. Las palabras «os
perfeccione» (v. 10) se usan en Mateo 4.21 y llevan la imagen de remendar una
red. La palabra griega significa «equipar para el servicio». El sufrimiento no
sólo ayuda al cristiano a crecer, sino que también le prepara para el servicio
futuro. Algunas veces la mejor manera que Dios tiene para «remendar nuestras
redes» es ponernos a atravesar sufrimiento.
En su conclusión (5.12–14), Pedro
indica que Silas y Marcos están con él. Silas fue uno de los compañeros de
Pablo (Hch 15.22); pero si, tal como suponemos, Pablo no estaba en Roma, es de esperarse
que Pedro y Silas trabajaran juntos. La presencia de Juan Marcos indica que el
«antiguo desacuerdo» que involucró a Bernabé, Marcos y Silas, ya estaba
perdonado y olvidado. «Babilonia» (v. 13) tal vez sea un nombre en código para
Roma; aunque algunos eruditos piensan que Pedro escribió desde la antigua
Babilonia.
2ª DE PEDRO
(gr., Petros, roca)
Es
una carta más general que la primera. Advierte a los creyentes del peligro de
los falsos maestros dentro de la iglesia, les anima en su desarrollo cristiano
y les exhorta a permanecer alertas porque Cristo viene otra vez.
Esta epístola está
claramente conectada con la anterior de Pedro. Habiendo expresado las
bendiciones a que Dios llama a los cristianos, exhorta a quienes han recibido
estos dones preciosos a proponerse mejorar en gracia y virtud. Les insta a esto
por la maldad de los falsos maestros.
Les advierte
contra los impostores y los burladores, reprobando sus falsas afirmaciones,
capítulo 3: 1–7, y mostrando por qué se retarda el gran día de la venida de
Cristo, con la descripción de sus espantosas circunstancias y consecuencias;
dando exhortaciones apropiadas a la diligencia y la santidad.
BOSQUEJO SUGERIDO DE 2
PEDRO
I. Explicación:
El conocimiento de Cristo (1)
A. Este
conocimiento es dado (1.1–4)
B. El
crecimiento en conocimiento (1.5–11)
C. Las bases
para el conocimiento (1.12–21)
II. Examen: Los
falsos maestros (2)
A. Su
condenación (2.1–9)
B. Su carácter
(2.10–17)
C. Sus
declaraciones (2.18–22)
III. Exhortación:
El verdadero cristiano (3)
A. Amados, que
tengáis memoria (3.1–7)
B. Amados, no
ignoréis (3.8–10)
C. Amados,
procurad con diligencia (3.11–14)
D. Amados,
guardaos (3.15–18)
AUTOR Y FECHA
El autor de 2 Pedro se
presenta en 1.1 como Pedro, apóstol de Jesucristo: «Simón Pedro, siervo y
apóstol de Jesucristo». En diferentes puntos en la epístola refuerza esta
identificación por medio de alusiones a su vida. En 1.17, 18 recuerda su
experiencia de estar con el Señor Jesús en el monte de la transfiguración (Mt
17.1–5). Luego declara a sus lectores que morirá dentro de poco conforme a la
profecía que recibió del Señor (1.14; cf. Jn 21.18, 19).
La identificación con Pedro
se subraya en 3.1, donde el autor declara que esta es su «segunda carta». La
declaración clara del documento mismo es que esta es una obra auténtica del
principal de los apóstoles, Pedro.
Aunque no pocos en la
iglesia antigua y moderna han cuestionado la autenticidad de esta epístola (los
autores cristianos del siglo II hacían poco uso del libro) la evidencia
demuestra que se conocía y se aceptaba como autoritativo durante ese siglo, y
por eso se incluyó en el canon. En el tercer siglo, Orígenes (185–254 d.C.)
aceptó el libro como una obra genuina de Pedro, pero dijo que había dudas
respecto a su autenticidad. En el siglo IV, Eusebio nota que la mayoría de las
personas de sus días aceptaba el libro como auténtico, si bien es cierto que él
mismo tenía dudas.
En la iglesia moderna no
pocas voces se han levantado en contra de esta identificación tradicional de la
autoría de 2 Pedro.
Los argumentos contra su
autenticidad son los siguientes:
(1) la dependencia literaria de la Epístola de Judas, supuestamente
un documento tardío;
(2) las diferencias de estilo gramatical entre 2 Pedro y 1 Pedro;
(3) las afirmaciones en 3.4 («desde el día en que los padres
durmieron»), que sugieren un tiempo después de la muerte de la primera
generación de cristianos, y en 3.2 («vuestros apóstoles») que concibe a los
apóstoles como de un grupo del pasado lejano al que el autor no pertenece;
(4) la herejía que 2 Pedro combate parece ser el gnosticismo, que fue
principalmente un fenómeno del segundo siglo;
(5) la mención de la tardanza de la venida del Señor, situación que
implica una fecha tardía de composición, y:
(6) el hecho de que el autor de 2 Pedro presenta su carta como el
último testamento del apóstol Pedro (1.13–15).
SE PUEDE DEFENDER SU
APOSTOLICIDAD TOMANDO EN CUENTA LOS SIGUIENTES CRITERIOS:
(1) el hecho de que el autor usó Judas en la preparación de su
escrito no es argumento en contra de la autenticidad de la epístola;
(2) la diferencia de estilo entre 1 Pedro y 2 Pedro se explica si se
reconoce que Pedro utilizó los servicios de dos secretarios diferentes cuando
escribió estas cartas,
(3) «los padres» que durmieron no son los cristianos de la primera
generación, sino los antepasados gentiles de los lectores que ya habían muerto,
y «vuestros apóstoles» simplemente implica que no él sino otros eran los
fundadores de las congregaciones a las que escribía;
(4) el error que el autor combate no es el gnosticismo sino la
inserción de perspectivas epicúreas en las iglesias.
(5) la tardanza de la venida del Señor era una preocupación que
surgió durante el primer siglo (Mt 25.1–13; Lc. 12.35– 48; Heb 10.36, 37; Stg
5.7, 8) y:
(6) aunque es cierto que muchos de los testamentos son obras
seudónimas, hay que cuestionar la conclusión de que todos estos libros son
espúreos (Véase, por ejemplo, el testamento de Moisés en Dt., de Jesús en los
Evangelios y de Pablo en 2 Ti).
NOMBRE
COMO PRESENTA A JESÚS: 2ª Ped. 1: 17. El Hijo Amado.
1
La palabra clave en 2 Pedro es
«conocimiento», y el peligro respecto al cual Pedro escribe es la enseñanza
falsa. En 1 Pedro se describe a Satanás como un león rugiente, porque el tema
de la carta es la feroz persecución que estaba a punto de sobrevenirles a los
santos. Pero en 2 Pedro Satanás es una serpiente buscando engañar (Véanse Jn
8.44, 45). La enseñanza falsa dentro de la iglesia es mucho más peligrosa que
la persecución externa (Véanse Hch 20.28–32).
La persecución siempre ha limpiado
y fortalecido a la iglesia; la enseñanza falsa la debilita y arruina su
testimonio. La única arma para luchar contra la enseñanza falsa y las mentiras
del diablo es la Palabra de Dios, y por eso Pedro enfatiza el conocimiento
espiritual.
I. EL DON DE CONOCIMIENTO (1.1–4)
La salvación es una experiencia
personal; uno llega a conocer a Jesucristo mediante la fe. Nótese la definición
que Cristo da de la salvación en Juan 17.3. No es suficiente conocer acerca de
Cristo; debemos conocerle personalmente (Flp 3.10). Cuando ponemos nuestra fe
en Él, nos da su justicia (2 Co 5.21) y llega a ser nuestro Salvador. Es una
experiencia personal.
En esta carta Pedro enfatiza la
Palabra de Dios. Dios nos ha dado su Palabra, esta «fe preciosa» y las
«preciosas promesas» de Dios, para poder vivir en santidad. Al escribir estas
palabras Pedro debe haber pensado de su testimonio en Juan 6.68: «Señor, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna». En la Biblia tenemos todo lo
que necesitamos para la vida y la piedad. A pesar de que los escritos de los
maestros y predicadores pueden ayudarnos a comprender mejor la Biblia, sólo la
Biblia puede impartir vida a nuestras almas.
Nótese la definición de un
cristiano en el versículo 4: «participantes de la naturaleza divina». El cristiano
ha nacido en la familia de Dios y tiene Su naturaleza dentro de sí. Las
personas que tratan de vivir externamente «como Cristo», pero les falta en su
interior esta naturaleza divina, se engañan y salen derrotadas.
Contrástese 2 Pedro 2.20–22, donde
hallamos una descripción de los cristianos falsos:
(1) han escapado de las
contaminaciones del mundo, pero no de sus corrupciones; o sea, se han lavado por
fuera, pero su interior no ha cambiado.
(2) Tienen un «conocimiento mental»
de Cristo y no una fe de corazón.
(3) No son verdaderamente salvos,
porque vuelven a la vida vieja después de profesar la fe por un tiempo.
Estos falsos cristianos son
«perros» y «puercos» que han sido lavados (reformados), pero que nunca han
recibido la nueva naturaleza.
II. EL CRECIMIENTO EN EL CONOCIMIENTO (1.5–11)
«También» (v. 5) indica que hay
algo más allá del nuevo nacimiento; hay crecimiento. No es suficiente nacer en
la familia de Dios; también debemos crecer espiritualmente. Esto demanda diligencia
y fervor; un cristiano perezoso y descuidado no crece. Pedro entonces hace una
lista de las características espirituales que deben verse en la vida del
creyente. No sugiere que «añadamos» estas virtudes de la misma manera que
añadimos cuentas en una sarta. Más bien cada virtud nos ayuda a desarrollar la
siguiente. Son como las secciones de un telescopio: la una conduce a la otra.
Añadimos a la fe (la que salva)
virtud, o alabanza. Dios nos ha salvado para proclamar sus virtudes (1 P 2.9).
La única manera de demostrar nuestra fe es teniendo una vida virtuosa. Añadimos
a la virtud conocimiento, o discernimiento moral. Los cristianos deben ser
capaces de discernir el bien del mal.
Después del conocimiento viene el
dominio propio, o temperancia. El dominio propio conduce a la paciencia, o
capacidad de soportar. Este es el «poder de perseverar» que el cristiano tiene
en los tiempos de prueba. Añadimos a la paciencia piedad; Véanse el versículo
3. Esta palabra significa «adoración correcta» o dependencia de Dios que se
revela en una vida devota. Amor fraternal es la siguiente virtud, queriendo
significar un amor por el pueblo de Dios. La virtud final que Pedro señala es
el amor, que «envuelve» a todas las virtudes en una.
Por lo general, se puede reconocer
cuando los cristianos no crecen, porque reúnen estas tres características:
(1) «Ociosos»; o sea, no trabajan
para Cristo.
(2) «Sin fruto»; es decir, su escaso conocimiento
de Cristo no da fruto en sus vidas.
(3) Están ciegos, les falta la visión
y la perspectiva espiritual, los «miopes» espiritualmente.
Detrás de esta falta de desarrollo
espiritual hay una memoria pobre, se olvidan de lo que Dios ha hecho por ellos
mediante Cristo. Sin embargo, Pedro mismo había sido una vez olvidadizo; «Y
Pedro se acordó de la palabra del Señor» (Lc 22.61). De modo que, por segunda
vez, Pedro dice: ¡Sean diligentes! ¡Asegúrense de que son salvos! El cristiano
no se salva ni se mantiene salvo a sí mismo; pero es responsable de asegurarse
de que tiene las características de un verdadero creyente (1 Ts 1.4, 5). Esto
nos asegurará «amplia y generosa entrada» (v. 11) en el reino de Dios; esto es
mucho mejor que ser salvo «así como por fuego» (1 Co 3.15).
III. LA BASE EL CONOCIMIENTO (1.12–21)
«Pero, ¿cómo podemos estar seguros
de que este mensaje es la verdadera Palabra de Dios?» Pedro responde a esta
cuestión refiriéndose a su experiencia con Cristo en el Monte de la
Transfiguración (Mt 17.1–13; Lc 9.27–36). Pedro sabía que no estaría mucho más
tiempo en su cuerpo (su tabernáculo); Véanse Juan 21.18. La palabra «partida»
(v. 15) es realmente «éxodo»; es la misma palabra que se usa para la muerte de
Cristo (Lc 9.31). Cuando los cristianos mueren no es el fin; antes bien, es una
salida triunfante de este mundo al venidero.
El mensaje del evangelio no es una
fábula inventada por los hombres para engañar a otros. Se basa en la verdad
histórica de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Pedro se refiere a
la venida de Cristo en gloria, un acontecimiento que fue predicho en la
Transfiguración. En la montaña Cristo reveló su gloria, como lo hará cuando
regrese a la tierra. Moisés y Elías estaban allí, representando a los creyentes
que murieron (Moisés) y a los creyentes que serán arrebatados sin morir
(Elías). Véanse 1 Tesalonicenses 4.13–18. Los discípulos representan a los
creyentes judíos que verán la gloria de Cristo cuando Él vuelva.
Tenga presente que el ministerio
de Pedro había sido fundamentalmente a Israel (Gl 2.7, 8), mientras que el de
Pablo había sido a los gentiles. La pregunta se ha planteado: «¿Qué pasará con
las promesas de Dios a los judíos respecto a un reino glorioso en la tierra?»
La Palabra de la profecía no se ha abandonado; más bien se ha asegurado. Pedro
dice: «Tenemos la transfiguración de Cristo para asegurarnos de que el reino
vendrá; pero también tenemos la Palabra segura de la profecía que se ha verificado
en la transfiguración». Los cristianos no deben «espiritualizar» las profecías
del AT y aplicarlas a la Iglesia. Debemos interpretarlas literalmente, así como
lo hacemos con el NT, por cuanto Dios las cumplirá un día.
Pedro compara la palabra profética
a una luz que brilla en un lugar oscuro (vil). El mundo, para él, es una
mazmorra oscura y lóbrega. La Palabra de Dios es la única luz confiable que
tenemos en este mundo. Debemos prestar atención a esta Palabra y no apoyarnos
en las ideas de los hombres. Pronto llegará el día en que Cristo, la Estrella
de la Mañana, vendrá y llevará a su pueblo a su hogar. Para la Iglesia, Cristo
es la Estrella de la Mañana que aparece cuando las cosas se ponen más oscuras,
antes del amanecer. Para Israel Cristo es el Sol de Justicia que viene con
juicio y sanidad (Mal 4).
Los versículos 20–21 no enseñan
que sea incorrecto que los cristianos lean e interpreten la Biblia; se nos ha
dado la Palabra para que la leamos, la obedezcamos y se la demos a otros.
«Privada» (v. 20) significa «por sí mismo». Ningún pasaje de las Escrituras
debe interpretarse «por sí mismo», o sea, separado del resto de la Palabra de
Dios, o del Espíritu Santo que lo dio. La profecía no vino por voluntad de
hombres, de modo que la mente natural no la puede interpretar. El Espíritu dio
la Palabra y el Espíritu debe enseñarnos la Palabra (1 Co 2.9–16; Jn 14.26;
16.13, 14).
¡Damos gracias a Dios porque
nuestra Biblia es segura! Podemos confiar en ella porque Dios nos la dio.
2
Este es un capítulo complejo y
debemos compararlo con la epístola de Judas en donde se usan algunas frases
idénticas. El peligro de los falsos maestros es tan grande que el Espíritu
Santo usó tanto a Pedro como a Judas para advertirnos, de modo que es mejor que
prestemos atención.
Por favor, tenga presente que un
falso maestro no es una persona que enseña una doctrina falsa por ignorancia.
En Hechos 18.24–28 Apolos enseñaba erróneamente el mensaje y el bautismo de
Juan, pero no fue un maestro falso. Muchos de los grandes líderes de la Iglesia
en los siglos pasados han sostenido interpretaciones de cuestiones menores que
nosotros opinamos que no fueron bíblicas; sin embargo, no podemos llamarlos
falsos maestros. Los falsos maestros son creyentes profesantes que conocen la verdad,
pero que deliberadamente enseñan mentiras con la esperanza de obtener
prominencia y ganancia monetaria de sus seguidores (2.3, 14). Son capaces de
vivir en pecado para auto-complacerse (2.10, 13, 14, 18, 19). Usan medios
engañosos (2.1, 3) y tuercen la Palabra de Dios para acomodar sus caprichos.
I. SU CONDENACIÓN (2.1–9)
Pedro abre esta sección declarando
que los falsos maestros aparecerán, pero que al final Dios los condenará. El
versículo 1 resume los métodos de los falsos maestros:
(1) aparecen entre el pueblo como miembros
de la iglesia;
(2) trabajan en secreto, bajo el
manto de la hipocresía, pretendiendo ser lo que no son;
(3) traen sus falsas enseñanzas junto
con la doctrina verdadera y entonces reemplazan la verdad con sus mentiras;
(4) sus vidas niegan lo que sus
labios enseñan.
En otras palabras, una «herejía»
no es simplemente una doctrina falsa; es una vida falsa basada en una doctrina
falsa. «Lobos con pieles de ovejas» es la manera en que nuestro Señor los
describió (Mt 7.15; véanse 2 Co 4.1, 2; 11.13).
Desafortunadamente, la enseñanza
falsa será más popular que el camino verdadero (v. 2); pero además Jesús dice
que la levadura de la falsa doctrina afectará a toda la masa (Mt 13.33). La
gente decidirá seguir a los falsos maestros porque se auto-exaltan en lugar de
exaltar a Cristo, y a muchos les encanta adorar a la gente popular y de éxito.
También el camino falso hace más fácil vivir en el pecado mientras que se
pretende practicar una vida religiosa.
«Palabras fingidas» en 2.3 quiere
decir «palabras falsificadas» o «palabras manufacturadas, fabricadas». La
palabra griega es plastós, de donde derivamos la palabra castellana «plástico».
Estos falsos maestros se apartaban de las palabras bíblicas dadas por el
Espíritu (1 Co 2.9–16) y manufacturaban sus propias palabras para que encajaran
en sus doctrinas. Usaban palabras familiares de la Biblia y manufacturaban
nuevos significados para ellas. Empleaban nuestro vocabulario, pero vaciaban de
estas palabras su significado espiritual. Lo que cuenta no es lo que un maestro
dice, sino lo que quiere decir.
Estos falsos maestros serán
destruidos y Pedro cita tres ejemplos del AT para probarlo: los ángeles que
pecaron y que ahora están en el Tártaro o «prisiones de oscuridad» (que es como
se traduce la palabra en 2.4); el mundo antes del diluvio; y las ciudades de
Sodoma y Gomorra. En cada uno de estos casos las personas involucradas tenían
cierta forma de religión, pero no la verdadera fe que da poder a la vida (2 Ti
3.5). Antes de que Cristo regrese habrá mucha «religión» en el mundo, pero no
será la verdadera fe en Él. Pedro también destaca que Dios puede preservar y
librar a sus santos verdaderos, como lo hizo con Noé y su familia, y Lot. Noé
es un símbolo de los judíos creyentes que serán preservados a través de la
tribulación; Lot simboliza a los santos de la Iglesia que serán «arrebatados» antes
de que empiece la destrucción. Estos falsos maestros pueden tener éxito y estar
protegidos, pero uno de estos días Dios los destruirá.
II. SU CARÁCTER (2.10–16)
A. ORGULLO (VV. 10–11).
Detestan toda clase de dominio o
autoridad. Dios ha establecido los «dominios» en este mundo: el gobierno
humano, la cabeza del hogar, el liderazgo en la iglesia y así por el estilo.
Pero los falsos maestros quieren gobernar las cosas a su manera y rechazan el
orden de Dios. Incluso los ángeles no menosprecian a las autoridades que Dios
ha dado; Véanse Judas 8, 9.
B. IGNORANCIA (V. 12).
Los falsos maestros se ciegan
expresamente a lo que la Biblia enseña (Véanse 2 P 3.5). Llaman «sin educación»
a los cristianos evangélicos y «anticuados» a la teología bíblica.
C. LUJURIA (VV. 13–14).
La doctrina errada y la manera
errada de vivir van juntas. Los falsos maestros viven en lujo y «seducen»
(pescan con carnada) a las personas inestables que se dejan atraer por sus
enseñanzas. Es trágica la manera en que han blasfemado (v. 2) el nombre de
Cristo los «líderes religiosos» que viven en el pecado mientras intentan ayudar
a otros a hallar al Señor.
D. CODICIA (VV. 15–16).
El versículo 3 destaca que los
falsos maestros usan palabras fingidas para explotar a la gente; y el versículo
18 dice que usan «palabras infladas». Desafortunadamente hay mucha gente
inestable que se deleita en seguir a estos «charlatanes» religiosos, sin darse
cuenta de que estos hurgan en sus bolsillos mientras envenenan sus vidas. Pedro
cita a Balaam como ejemplo (Nm 22–25). Balaam fue un profeta que usó sus dones
para ganar dinero y condujo a Israel al pecado.
III. SUS
PRETENSIONES (2.17–22)
Prometen a sus seguidores
satisfacción, pero no sacian su sed espiritual. ¡Qué inútiles son los pozos sin
agua! Estos maestros, con sus grandiosas palabras infladas (propaganda
religiosa), dan la apariencia de ser veraces y de que ayudan, pero resultan ser
nubes llevadas por el viento: hermosas, pero de ninguna ayuda para los
sedientos. Millones hoy en día siguen religiones falsas que prometen ayuda, pero
que no pueden dar ninguna.
Los falsos maestros prometen
libertad, pero conducen a la gente a la esclavitud. Pedro usa un poco de
sarcasmo aquí; ¡cómo pueden quienes son esclavos del pecado libertar a alguien!
En el versículo 12 llama «animales irracionales» a estos falsos maestros; y
ahora claramente los llama puercos y perros.
Por favor, tenga presente que en
los versículos 20–21 no habla de alguien que «pierde su salvación», porque eso
contradeciría lo que escribió en 1 Pedro 1.3–5. En este pasaje (1 P 2.25) el
autor compara a los cristianos con ovejas, no con perros y puercos. El
cristiano ha recibido una nueva naturaleza (2 P 1.4) y ha sido libertado de la
corrupción del mundo. Usted no tiene que preocuparse de que una oveja se coma
su propio vómito o que se revuelque en el cieno, porque una oveja es un animal
limpio.
Pedro describe a los falsos
cristianos, gente que sólo se ha lavado de las contaminaciones externas (o sea
la reforma «religiosa»), pero que nunca ha recibido la nueva naturaleza en su
interior. Usted puede lavar a un perro o a una puerca, pero el animal no cambia
su naturaleza básica. Estas personas conocían el camino a la justicia y tenían
un conocimiento de la obra de Cristo, pero no le recibieron en sus corazones.
Lavaron su contaminación externa, pero la corrupción interna aún seguía allí.
Estos «profesantes, pero no poseedores» parecían haber experimentado la
salvación, pero a su tiempo se deslizaron regresando a la vida que encajaba a
su naturaleza. Los perros regresan a su vómito; los puercos regresan al fango. Véanse
Proverbios 26.11.
Vivimos en días de falsos
maestros. Podemos detectarlos porque se auto-exaltan en lugar de exaltar a
Cristo, por su charla fingida y sus «grandiosas palabras infladas», por su
énfasis en acumular dinero, por sus grandes pretensiones de que pueden cambiar
a las personas y por sus vidas ocultas de lujuria y pecado. No podemos
detenerlos por ahora, excepto mediante la enseñanza sincera de la Palabra, pero
un día Dios los dejará al descubierto y los juzgará.
3
Este capítulo revela a Pedro como
el pastor cariñoso, que cuida a sus ovejas y corderos. Cuatro veces usa la
palabra «amados» y cada vez da una solemne admonición.
I. AMADOS ¡QUE TENGÁIS MEMORIA! (3.1–7)
«Acordarse» ha sido un tema clave
en esta carta (Véanse 1.12–15). Pedro mismo había sido culpable de olvidarse
(Lc 22.61), de modo que su amonestación era significativa. Quería que tuvieran
una mente «sincera»; o sea, mentes no confundidas con las doctrinas falsas que
se mencionan en el capítulo 2. Les señala los profetas del AT y los apóstoles
del NT, o sea, la Palabra de Dios entera. Véanse 1.19–21.
La doctrina que Pedro defiende es
la venida de Cristo a la tierra para establecer su reino y entonces, después de
mil años, introducir los nuevos cielos y la nueva tierra. Pedro no se refiere
al Rapto de la Iglesia, o sea, al regreso secreto de Cristo en el aire (1 Ts
4.13–18). El mundo por supuesto se burla de la idea de la venida de Cristo (Jud
18) y no puede ver que toda la historia está avanzando en esa dirección. «Todas
las cosas permanecen así como desde el principio de la creación», es el
argumento que oímos de los pensadores del mundo. «¡Dios no va a irrumpir en la
historia e interrumpir el progreso del tiempo!»
Pero Pedro cita ejemplos del AT
para probar que Dios en efecto irrumpe en la historia. Empieza con el mundo
creado en Génesis 1 (v. 5), hecho por la Palabra de Dios. Luego presenta el
diluvio (Gn 6) y el mundo que Dios juzgó (v. 6). El versículo 7 indica que el
mundo ahora está guardado «para el fuego» y está ya preparado para el juicio.
Esto pudiera sugerir la liberación del poder atómico. Si relacionamos el
versículo 6 al diluvio, tenemos el mismo argumento: Dios juzga el pecado en el
tiempo en que los hombres están confiados de que nada va a pasar.
II. AMADOS, ¡NO IGNORÉIS! (3.8–11)
La gente ve la historia en
términos de días y años, pero para Dios el tiempo es siempre presente.
Mil años son para Él como un día
(Sal 90.4). Dios no se tarda (retarda); cuando llegue el tiempo apropiado
actuará y cumplirá su Palabra. ¿Por qué retarda su juicio, el terrible Día del
Señor? Porque quiere que los pecadores vengan a Cristo y sean salvos de la ira
venidera.
«El día del Señor» es aquel
período de juicio que se conoce también como la gran tribulación.
Vendrá sobre toda la tierra
después del Arrebatamiento de la Iglesia al cielo (Ap 3.10; 1 Ts 5.8, 9). Un ladrón
viene de pronto, cuando menos se lo espera (Mt 24.43; Lc 12.39; 1 Ts 5.2; Ap
3.3; 16.15).
Cuando el mundo dice: «Paz y
seguridad», el juicio vendrá (1 Ts 5.3). El pueblo de Dios no estará desprevenido
cuando Cristo venga para llevarlos al cielo, pero el mundo se sorprenderá por
los juicios que siguirán.
III. AMADOS[<%6>...<%0>] ¡PROCURAD CON
DILIGENCIA! (3.11–14)
Esta es la tercera vez que Pedro
menciona diligencia (1.5, 10). En estos días postreros los creyentes deben
estar en guardia. En vista de lo que Dios ha planeado para este mundo, ¿cómo
deben vivir los cristianos?
No debemos buscar paz ni esperanza
en este mundo. Esperamos los nuevos cielos y la nueva tierra que Dios crea y
sobre la cual Jesucristo reinará (Ap 21.1). Esta bendita seguridad nos ayuda a mantenernos
limpios y a ser fieles en hacer nuestro trabajo hasta que Jesús venga.
III. AMADOS ¡GUARDAOS! (3.15–18)
Pedro explica lo que parece ser
tardanza en el programa de Dios y nos remite a las cartas de Pablo para los
detalles. Nótese que Pedro llama «Escrituras» a las cartas de Pablo. ¿Por qué
Jesús no ha regresado para establecer su reino? Porque hoy está edificando su
Iglesia, algo que no se menciona en las profecías del AT. Esta tardanza
significa salvación para judíos y gentiles que creen. Los que no entienden el
programa de Dios tuercen las Escrituras y mezclan la profecía del AT con la
verdad de la Iglesia, acabando en confusión.
¿Cómo evitamos caer? Al crecer y
edificarnos en el Señor (Jud 24, 25). Los «niños recién nacidos», que no se
alimentan de la Palabra (1 P 2.2) y que no crecen en el Señor, son inestables.
En este mundo perverso los cristianos deben dedicar tiempo a alimentarse de la
Palabra, orar y ejercitar sus músculos espirituales.
El tema de 1 Pedro fue gracia, el
de 2 Pedro fue conocimiento; el autor resume ambas cartas amonestándonos a
crecer en la gracia y en el conocimiento. Este conocimiento no es sólo el de la
Biblia; es el de Cristo mediante la Biblia. Debemos llegar a conocerle mejor
(Flp 3.10). Es posible, desafortunadamente, crecer en el conocimiento (tener la
verdad bíblica en la cabeza) y jamás crecer en la gracia (mostrar la verdad
bíblica en nuestras vidas). Pedro quiere que tengamos vidas equilibradas: debemos
aprender y vivir la Palabra.