1ª Y 2ª DE PEDRO

(gr., Petros, roca)
Es el mensaje de esperanza de Pedro para alentar a los creyentes que sufrían persecución de parte de los de afuera. Pedro animó a sus lectores a comportarse piadosamente, sabiendo que su salvación era cierta, y a esperar la gloria que sería revelada.
Las mismas grandes doctrinas de las epístolas de San Pablo son aquí aplicadas a los mismos propósitos prácticos. Esta epístola es notable por la dulzura, la bondad y el amor humilde con que está escrita.
Da un resumen, breve aunque muy claro, de las consolaciones y de las instrucciones necesarias para estimular y dirigir al cristiano en su viaje al cielo, elevando sus pensamientos y sus deseos a esa felicidad, y fortaleciéndolo en su camino contra toda oposición procedente de la corrupción interior y de las tentaciones y aflicciones exteriores.
BOSQUEJO SUGERIDO DE 1 PEDRO SALUDO (1.1, 2)
I. La gracia de Dios en la salvación (1.3–2.10)
A. Vivir en esperanza (1.3–12)
B. Vivir en santidad (1.13–21)
C. Vivir en armonía (1.22–2.10)
II. La gracia de Dios en la sumisión (2.11–3.12)
A. Sometimiento a las autoridades (2.11–17)
B. Sometimiento a los amos (2.18–25)
C. Sometimiento en el hogar (3.1–7)
D. Sometimiento en la iglesia (3.8–12)
III. La gracia de Dios en el sufrimiento (3.13–5.11)
A. Haga de Cristo el Señor de su vida (3.13–22)
B. Tenga la actitud de Cristo (4.1–11)
C. Glorifique el nombre de Cristo (4.12–19)
D. Espere la venida de Cristo (5.1–6)
E. Dependa de la gracia de Cristo (5.7–11)
Despedida (5.12–14)
NOTAS PRELIMINARES A 1 Y 2 PEDRO
I. AUTOR
El apóstol Pedro es el autor de las dos cartas que llevan su nombre. Al escribir estas cartas Pedro continuaba cumpliendo el mandamiento que Cristo le dio de «apacentar» sus corderos y ovejas (Jn 21.15–17). La «Babilonia» de 1 Pedro 5.13 quizás sea Roma (Véanse Ap 17.5, 18), adonde Pedro fue poco antes de su muerte para ministrar a las iglesias que sufrían (2 P 1.12–15). No hay evidencia bíblica ni histórica de que Pedro fundó la iglesia de Roma y sirvió como su «obispo» por veinticinco años, como afirma la tradición. Había varias congregaciones en Roma cuando Pablo escribió Romanos (Véanse especialmente Ro 16, en la cual se mencionan varios «grupos en casas»). Pablo mismo nunca hubiera ido a Roma a ministrar si Pedro hubiera estado allí primero. La norma de Pablo era ir a lugares a donde ningún otro apóstol había ido (Ro 15.20).
II. SITUACIÓN
Nerón empezó una terrible persecución contra los cristianos en octubre del año 64 d.C. Fue más severa en la misma Roma, en donde Nerón quemaba vivos a los cristianos para iluminar sus jardines por la noche. Algunos estudiosos creen que Pablo fue puesto en libertad en la primavera del año 64 y viajó a España (Ro 15.28) dejando a Pedro para que ministrara a los creyentes en la ciudad. Se menciona a Silas y Marcos junto con Pedro (1 P 5.12, 13), de modo que Pablo debe haberlos dejado y viajado a España con otros compañeros. Nerón quemó a Roma en julio y empezó su persecución en octubre.
Pedro sabía que el «fuego de prueba» (4.12) se esparciría desde Roma a las provincias romanas y quería animar a los santos allí. Pablo no estaba cerca para hacerlo, de modo que Pedro escribió estas dos cartas, inspirado por el Espíritu Santo, a las iglesias que Pablo había fundado en el Asia Menor (1 P 1.1; 2 P 3.1). Estos creyentes ya habían enfrentado persecuciones locales y personales (1 P 1.6, 7; 3.13–17), pero Pedro quería que se alistaran para las severas pruebas que se avecinaban (4.12; 5.9, 10).
Una lectura cuidadosa de 1 Pedro y Efesios (la cual también fue escrita a los santos del Asia Menor) muestra más de cien similitudes en enseñanza y expresiones. Es como si el Espíritu nos estuviera diciendo que Pedro y Pablo concordaban en las verdades espirituales; es más, Pedro mismo señala los escritos de Pablo (2 P 3.15, 16, que tal vez se refiera a Hebreos). Compárense las dos doxologías (Ef 1.3 y 1 P 1.3), por ejemplo. Las siguientes son algunas de las similitudes: 1 Pedro 1.12 / Efesios 3.5, 10; 1 Pedro 2.2 / Efesios 4.13, 15; 1 Pedro 4.10 / Efesios 4.7, 11; 1 Pedro 4.11 / Efesios 3.6, 21.
III. TEMA
El tema principal de 1 Pedro es la gracia (5.12); es más, se usa la palabra «gracia» en cada capítulo: 1.2, 10, 13; 2.19, 20 (donde «aprobado» puede traducirse también como «gracia», del original en griego); 3.7; 4.10; 5.5, 10, 12. El objetivo de Pedro es testificar de la suficiencia de la gracia de Dios. A Pedro lo arrestaron y sometieron a juicio después de escribir su primera carta; y la segunda la escribió mientras esperaba la ejecución (2 P 1.13–21). El tema de la segunda carta es la seguridad que viene del conocimiento. Pedro vio el peligro de la falsa doctrina en la iglesia y advirtió a los creyentes a guardarse (3.17). En otras palabras, las dos cartas juntas enfatizan los peligros que enfrentaba la iglesia: Satanás podía venir como un león para devorar con persecución (1 P) o como una serpiente para engañar con falsa doctrina (2 P). Satanás es un mentiroso y homicida (Jn 8.44, 45).
El cristiano puede estar seguro de que la gracia de Dios le sacará adelante en medio de las feroces pruebas; y su conocimiento de la verdad vencerá a los falsos maestros que se levantarán en la iglesia (2 P 2). Estas palabras resumen las dos cartas: 1 Pedro, gracia; 2 Pedro, conocimiento. Pedro nos insta a crecer tanto en la gracia como en el conocimiento (2 P 3.18).
AUTOR Y FECHA
Según 1 Pedro 1.1, el autor de la epístola es Pedro, quien se identifica como «apóstol de Jesucristo». En 5.1, donde se dirige a los ancianos de las congregaciones cristianas, declara que es «anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo».
Aparte de estas indicaciones, no hay otros detalles explícitamente autobiográficos en la epístola. Sin embargo, Pedro ha dejado muchas de sus huellas en este escrito.
Notablemente, la enseñanza de Jesús empapa el pensamiento del apóstol y forma la base de mucho de su instrucción. Por ejemplo, el eco de la enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia» (Mt 5.10), se oye en 1 P 3.14: «Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois».
En la iglesia antigua 1 Pedro se aceptaba como un escrito auténtico del apóstol Pedro.
Eusebio (270–340 d.C.) dividía los libros existentes en tres grupos; los aceptados (genuinos), los controvertidos y los falsos. Incluye 1 Pedro entre el primer grupo y dice que, «los presbíteros antiguos la usaron frecuentemente en sus obras como indudablemente genuino».
A pesar del argumento fuerte que viene de la iglesia antigua a favor de la autenticidad de la epístola, en la iglesia moderna varias voces se han levantado voces contra su autenticidad. Los argumentos básicos contra la autenticidad son:
(1) el elevado estilo griego del escrito (no parece que Pedro, el pescador galileo, pudiera producir un documento con este estilo),
(2) la naturaleza de las persecuciones que los destinatarios de la epístola sufrían (parece que refleja la situación de la iglesia a fines del siglo primero o a principios del segundo),
(3) la ausencia de referencias a la vida de Jesús (hecho extraño si el autor fuera uno de sus principales apóstoles),
(4) la relación de la enseñanza del documento con las epístolas de Pablo (parece que el autor no era uno de los discípulos originales sino que tenía que depender del pensamiento teológico de otro) y:
(5) el uso de material tradicional en la composición (lo cual parece indicar que «la carta no está en los orígenes de la tradición cristiana primitiva, sino que presupone tales orígenes» (Lohse, Introducción al Nuevo Testamento, p. 221).
SIN EMBARGO, EN RESPUESTA A ESTAS OBJECIONES CONTRA LA AUTENTICIDAD DE LA EPÍSTOLA SE HA OBSERVADO QUE:
(1) Silvano era el amanuense de Pedro (5.12) y bien puede ser la persona que dio a la epístola su distintivo estilo griego,
(2) la persecución que se refleja en 1 Pedro es el resultado del rechazo social que los cristianos normalmente tenían que enfrentar y no parte de un programa del estado contra ellos (2.12; 3.16; 4.4, 14),
(3) hay repetidas alusiones a la enseñanza del Señor en la epístola (cf. por ejemplo, 3.14 y Mt 5.10; 4.13, 14 y Mt 5.11, 12; 2.12 y Mt 5.16),
(4) podemos explicar muchos de los paralelos entre la enseñanza de Pedro y Pablo con referencia a la enseñanza básica común de la iglesia de aquel entonces (cf. por ejemplo 1 P 2.13–17 y Ro 13.1–7; 1 P 2.18–20 y Ef. 6.5–8; 1 P 3.1–6 y Ef. 5.22–24) y.
(5) Pedro era uno de los apóstoles y bien puede ser que tuvo parte en el desarrollo de esa enseñanza básica. Y aun si dependía de material originalmente desarrollado por otros, esto en sí no es argumento contra el origen apostólico del escrito. El apóstol Pablo también hizo uso de dicho material.
Pedro escribió la carta desde «la iglesia que está en Babilonia» (5.13). «Babilonia» es la ciudad de Roma (Ap. 14.8; 16.19; 17.5, 9, 18; 18.2, 10, 21). La literatura judía hace la misma identificación de Roma con Babilonia. La confirmación de esta posición procede de Eusebio, quien además relata que Pedro sufrió martirio en Roma durante la persecución de Nerón. De ser todo así, la fecha de composición de esta carta sería entre los años 62 y 63 d.C.
NOMBRE COMO PRESENTA A JESÚS: 1ª Ped. 1: 19; 2: 21-24; 3: 22; 5: 4. Cordero Sin Mancha, Gran Ejemplo, pastor Principal, Señor De Toda Gloria.

1

El saludo en los versículos 1–2 identifican al escritor como Pedro, un apóstol (alguien enviado con una comisión). No afirma tener ningún otro título, ni aquí ni en 5.1. Sus lectores son «expatriados», o sea, «extranjeros residentes» en una tierra foránea. Esto era cierto políticamente, porque eran judíos lejos de su tierra natal; pero también era cierto espiritualmente, porque su ciudadanía estaba en los cielos (Flp 3.20). «Dispersión» es lo mismo que «esparcidos», como el agricultor esparce las semillas. Los creyentes son la simiente de Dios (Mt 13.38) y Él los planta donde quiere. Algunas veces usa la persecución para esparcir la semilla (Hch 8.1; 11.19). El versículo 2 bosqueja el plan de salvación: somos elegidos por el Padre, separados para la fe por el Espíritu y limpiados por la sangre de Cristo.
El Padre nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo (Ef 1.4); el Hijo nos salvó cuando murió por nosotros; pero fue necesario que nos estregáramos al Espíritu para sellar la transacción. Pedro ahora describe cómo deben vivir los creyentes en este mundo hostil:

I. VIVIR EN ESPERANZA (1.3–12)

La persona no salva vive «sin esperanza» (Ef 2.12); el creyente, sin embargo, goza de una esperanza viva porque tiene un Salvador que vive. Cristo es nuestra Esperanza (1 Ti 1.1) y esperamos que regrese pronto. El cristiano no trabaja para lograr esta esperanza; es una parte de sus derechos por nacimiento espiritual. Hemos renacido (Jn 3.5) para esta esperanza viva.
Esta esperanza no sólo es viva; es una esperanza duradera (vv. 4–5). Está reservada en los cielos, donde no se puede podrir («incorruptible»), ni contaminar, ni perder su belleza y deleite. Pero no sólo es la esperanza reservada; el creyente también es guardado (como por un soldado) por el Señor. Somos guardados por el poder de Dios debido a la fe que hemos depositado en Él. La seguridad eterna no se basa en la fe de los hombres, sino en la fidelidad de Dios. El creyente es salvado; está siendo salvado diariamente (mediante la santificación); y será salvado por completo cuando Cristo vuelva (Ro 8.15–25). El fin (completar, perfección) de nuestra fe será la salvación completa del creyente (v. 9), quien heredará un nuevo cuerpo.
Sin embargo, hasta que Cristo regrese el creyente debe atravesar pruebas. Una fe que no se puede probar no es confiable. Nuestro sufrimiento es nada más que «por un poco de tiempo», según el Señor lo ve («si es necesario», v. 6); pero la gloria será para siempre. El versículo 7 compara la prueba de nuestra fe con la del oro. La palabra «prueba» significa «aprobación». La comparación que sugiere el Dr. Kenneth Wuest es que el minero trae una muestra para que sea probada. El examinador le extiende un certificado que indica que la muestra contiene oro. El certificado es la aprobación de la muestra y ese papel vale mucho más que la pequeña muestra que se analizó. Nuestra fe se prueba de la misma manera, con una «muestra»; y la aprobación de nuestra fe significa que hay un sinfín de riquezas más adelante. El sufrimiento que soportamos aquí resultará en más gloria cuando Cristo venga. Sabiendo esto, le amamos más.
En los versículos 10–12 Pedro nos recuerda que los profetas del AT hablaron de esta salvación que disfrutamos. No comprendieron por completo, sin embargo, el tiempo o las circunstancias en las cuales aparecerían. Vieron la cruz y el reino, pero no percibieron por anticipado el «valle» entre los dos, esta presente edad de la Iglesia.

II. VIVIR EN SANTIDAD (1.13–21)

La bendita esperanza debe hacernos vivir en santidad (1 Jn 3.1–3). Debemos «reunir nuestros pensamientos» y no dejarlos que vuelen libres (Véanse Éx 12.11). Otro motivo para la vida santa es el mandamiento de la Palabra (Lv 11.44; 19.2; 20.7). «Santo» no significa perfección sin pecado, pues de todas maneras es una condición imposible en esta vida (1 Jn 1.8–10). Significa separado, apartado para Dios. Si somos hijos de Dios, debemos ser como nuestro Padre.
Un tercer motivo para una vida santa es el juicio de Dios (v. 17). Dios castiga a sus hijos hoy y prueba sus obras en el tribunal de Cristo (1 Co 3.1). Dios no tiene «favoritos», sino que trata a todos sus hijos por igual.
Los versículos 18–21 nos dan un cuarto motivo para la vida consagrada: el precio que Cristo pagó en la cruz. Antes de ser salvos la vida era vacía y sin significado («vana», v. 18); pero a través de Él ahora están completas y felices. Nuestra salvación no fue comprada con dinero; requirió la sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios sin mancha (Jn 1.29). Dios planificó su muerte edades antes de que nosotros siquiera hayamos nacido; sin embargo, ¡Dios, en su gracia, nos incluyó en ese plan! Cuán agradecidos debiéramos estar y qué mejor manera de mostrar nuestra gratitud que rendirnos por completo a Él (1 Co 6.15–20).

III. VIVIR EN ARMONÍA (1.22–25)

La salvación nos da una esperanza viva, un deseo por una vida santa y una maravillosa comunión con el pueblo de Dios. El Espíritu de Dios nos amó y nos trajo a Cristo; este mismo Espíritu ha derramado en nosotros amor por el pueblo de Dios (Ro 5.5; Véanse 1 Jn 3.16). En el versículo 22 Pedro usa dos palabras para referirse al «amor»: una que significa amor fraternal y otra amor divino (ágape). El cristiano posee amor fraternal; pero necesita ejercer energía espiritual y amar a otros de la manera que Dios le amó. Incluso las personas no salvas pueden mostrar amor fraternal; es necesario un cristiano, controlado por el Espíritu, para mostrar el amor ágape.
A Pedro le agrada la expresión «renacer»; la usa en 1.3 y 1.23. Somos renacidos mediante la misericordia de Dios para una esperanza viva y somos renacidos por la Palabra para un amor por el pueblo de Dios. Compara a la Palabra con la semilla, así como Jesús lo hace en la parábola del sembrador (Mt 13.1–9, 18–23). Como una semilla, la Palabra es pequeña y al parecer insignificante, pero tiene en sí vida y poder. La Palabra debe plantarse para que haga algún bien; pero cuando se planta en el corazón, produce fruto. La Palabra de Dios es eterna y el fruto que produce es eterno; pero las cosas de la carne no durarán. En los versículos 24–25 Pedro se refiere a Isaías 40.6–8. ¡Cualquier cosa que hagamos en obediencia a la Palabra de Dios durará para siempre! Pero cualquier cosa que hagamos con el poder de la carne se verá hermoso por un tiempo, pero luego morirá.
La armonía cristiana es una bendición para el Señor, la iglesia y los mismos creyentes (Sal 133). Si cada creyente obedece la Palabra y practica el amor, habrá armonía.

2

El «pues» del versículo 1 conecta esta sección con el tema de 1.23: «siendo renacidos». El pensamiento clave de 2.1–3.7 es la sumisión (2.13, 18; 3.1, 5).

I. NUESTROS PRIVILEGIOS CELESTIALES (2.1–10)

A. HIJOS DE LA FAMILIA DE DIOS (VV. 1–3).
La frase «niños recién nacidos» es la misma que se usa para el niño Jesús en Lucas 2.16. El nuevo creyente es un bebé que necesita leche (1 Co 3.1–3; Heb 5.13, 14). Es más, una de las evidencias de la vida espiritual es el hambre de alimento espiritual, la Palabra de Dios. No debemos seguir siendo niños en Cristo, sino que así como el bebé tiene gran apetito, nosotros debemos tener similar deseo por la Palabra de Dios. A medida que crecemos en el Señor debemos incluir carne y pan en nuestra dieta espiritual (Mt 4.4). Nos convertimos en «jóvenes» y «padres» en la familia (1 Jn 2.12–14). Nuestro alimento debe ser la Palabra no adulterada, no una mezclada con filosofías y doctrinas humanas (2 Co 2.17). Una vez que hemos saboreado las bendiciones del Señor (Sal 34.8), queremos abandonar los viejos pecados de la carne: malicia, engaño, hipocresías, envidias, etc., y cultivar un apetito por la Palabra de Dios.
B. PIEDRAS EN EL TEMPLO DE DIOS (VV. 4–8).
Pedro jamás dijo ser «la roca» sobre la cual está edificada la Iglesia (Mt 16.18); claramente afirma que Cristo es la Piedra (v. 4). Cristo fue rechazado por los hombres, pero escogido por Dios. Lea con cuidado Mateo 21.33.46, Isaías 28.16, Hechos 4.11 y Salmo 118.22, 23. Los creyentes son piedras vivas edificadas sobre la Piedra Viva (1.3), formando un templo espiritual para la gloria de Dios (Ef 2.19–22). También somos sacerdotes en este templo, ofreciendo sacrificios espirituales a través de Cristo (Véanse Heb 13.15, 16). Cristo, la Piedra, es rechazado por los hombres; pero el que cree en Él no será avergonzado. Los incrédulos tropiezan con esta Piedra y un día ella los destrozará; pero para nosotros, Él es precioso.
C. CIUDADANOS DE UNA NUEVA NACIÓN (VV. 9–10).
La Iglesia es «el pueblo de Dios», su nación santa, su «Israel» (véanse Éx 19.6; Gl 6.16). Esto no quiere decir que las promesas del AT no se cumplirán literalmente para los judíos en el reino, sino más bien que la Iglesia hoy es para Dios lo que Israel fue para Él en el antiguo pacto, en un sentido espiritual. Puesto que Cristo es nuestro Rey-Sacerdote, somos un sacerdocio real. «Adquirido» (v. 9) significa «para la posesión propia de uno» (Ef 1.14). Es un gran privilegio ser un hijo de Dios y tener ciudadanía en el cielo (Flp 3.10).

II. NUESTRAS RESPONSABILIDADES TERRENALES (2.11–25)

A. SOMETIMIENTO A LAS ORDENANZAS (VV. 11–17).
Como peregrinos y extranjeros (extraños y exiliados) podemos pensar que no tenemos ninguna responsabilidad hacia el gobierno humano, pero Pedro nos dice que tenemos una obligación incluso mayor para obedecer las leyes. El mundo no salvo observa al cristiano; por consiguiente, mediante el poder del Espíritu debemos abstenernos de los pecados. Nuestra conducta («manera de vivir», v. 12) debe ser honesta (decente, apropiada), porque esta es la única manera de silenciar su charla malévola.
El versículo 12 enseña que nuestras buenas obras pueden ayudar a conducir a los perdidos a Cristo y ellos alabarán a Dios en el día que Él los visite y los salve. Aunque tal vez no les tengamos respeto a los que están en posición de autoridad, debemos respetar el oficio que representan y obedecer las leyes.
Sí, el cristiano es libre, pero su libertad no es libertinaje (Gl 5.18). Léase en Romanos 13 el consejo que Pablo da sobre este asunto.
B. SIERVOS Y AMOS (VV. 18–25).
Pedro habla aquí a los siervos que eran salvos y miembros de las iglesias locales. Véanse Efesios 6.5–8 y Colosenses 3.22. Es interesante notar que ni Pedro ni Pablo atacan la esclavitud como institución. Más bien animan a los esclavos a ser cristianos devotos y a obtener su libertad si podían.
Los siervos deben mostrar sumisión y reverencia a sus amos, incluso si estos son irrazonables y difíciles de tratar. Este mismo principio se aplica a los trabajadores de hoy. A menudo los supervisores inconversos tratan de «señorear» sobre los empleados cristianos y perseguirlos de diferentes maneras.
Lo más fácil de hacer es desquitarse, pero esto es un método equivocado. Pedro explica que todo el mundo, salvos o perdidos, puede y debe soportarlo si el castigo es por sus faltas. Sólo un cristiano puede hacer bien y «soportarlo» si sufre injustamente. Nótese esa importante palabra: «injustamente», porque Pedro no nos dice que busquemos excusas para sufrir. Habla sobre el sufrimiento por el nombre de Cristo (Véanse Mt 5.9–12), sufrimiento cuando no hemos hecho nada malo, sino que hemos dejado que brille nuestra luz. La palabra griega para «aprobación» y «aprobado» en los versículos 19–20 es la misma que se usa para «gracia». ¿Qué gracia se muestra si soportamos sufrimiento por nuestras faltas?
Se necesita gracia verdadera para soportar cuando uno hace bien pero de todas maneras se nos trata mal. Véanse Lucas 6.32–36.
Pedro da la «conciencia delante de Dios» (v. 19) como una razón por la cual los cristianos sufren injustamente. En el versículo 21 da una segunda razón: los cristianos han sido llamados a sufrir. No debemos esperar que nuestras vidas sean un lecho de rosas, ni debemos sorprendernos cuando vengan las pruebas (4.12). Jesús prometió que sus seguidores serían perseguidos por causa de su nombre.
Pedro entonces señala a Cristo como nuestro ejemplo en el sufrimiento. No enseña que somos salvos por seguir a Cristo. ¡El pecador está muerto y un muerto no puede seguir a nadie! En sus sufrimientos sobre la tierra Cristo es nuestro ejemplo de cómo soportar y glorificar a Dios. Pedro fue testigo de los sufrimientos de Cristo (5.1); sabía que su Señor no había cometido pecado alguno y que lo condenaron injustamente. En palabra, actitud y obra nuestro Señor sentó un ejemplo perfecto para que sigamos. No discutió; no se desquitó; no insultó a sus acusadores después que le insultaron.
Simplemente se encomendó a su Padre y le dejó el resultado a Él. Puesto que Jesús vive en nosotros (Gl 2.20), nos puede capacitar para actuar como Él actuó cuando el mundo nos persiga.
De nuevo Pedro nos lleva a la cruz (vv. 24–25), recordándonos que Cristo murió por nosotros y que nosotros morimos con Él (Ro 6). Nuestra identificación con Cristo en su muerte (2.24) y en su resurrección (1.3) hace posible que vivamos en rectitud. Hemos sido sanados de la enfermedad del pecado mediante su sacrificio en la cruz. El versículo 24 se refiere a la sanidad del alma en el perdón de los pecados.
El cuadro del pastor y las ovejas (v. 25) debe haber significado mucho para Pedro, puesto que había oído a Jesús enseñar sobre el Buen Pastor (Jn 10) y puesto que Cristo le había ordenado que apacentara sus ovejas (Jn 21). El pecador perdido es una oveja descarriada (Is 53.6; Lc 15.3–7); pero Cristo, el Pastor, le busca y le salva. La palabra «obispo» (v. 25) significa «supervisor»; Cristo nos salva, luego nos vigila para guardarnos del mal.
Pedro ha llenado este capítulo con impactantes imágenes del creyente. Somos bebés alimentándonos de su Palabra; piedras en el templo; sacerdotes en el altar; generación escogida; pueblo adquirido; nación santa; el pueblo de Dios; extranjeros y peregrinos; discípulos siguiendo el ejemplo del Señor; y ovejas que cuida el pastor. La vida cristiana es tan rica y plena que se necesita de todas estas comparaciones y muchas más para mostrar cuán maravillosa es.

3

Pedro continúa el tema de la sumisión (3.1, 5, 22) y muestra que el cristiano debe estar sujeto en tres áreas de la vida.

I. SUMISIÓN EN EL HOGAR (3.1–7)

A. EL ESPOSO NO SALVO.
Pedro se refiere a un hogar dividido. Después de casada, la mujer llega a confiar en Cristo, pero el esposo no es creyente. Pedro describe cómo la esposa puede ganar al marido para el Señor.
B. LA ESPOSA CRISTIANA.
Debe estar sujeta a su marido y mostrarle honor y respeto (Ef 5.22; Col 3.18). No debe hostigarlo ni predicarle, sino vivir una vida tan devota que su esposo pueda ser ganado para Cristo «sin palabra», o sea, sin predicación ni alegatos. Los seres queridos no salvos observan nuestra vida; si reflejamos a Cristo, podemos ganarlos.
Su conducta debe ser pura (casta) y su atención debe centrarse en la persona interior y no en la apariencia externa. Pedro no prohíbe que las mujeres usen joyas; lo que prohíbe es ir a extremos mundanos simplemente para «andar a la moda». Véanse 1 Timoteo 2.9–12. «Peinados ostentosos» (v. 3) quiere decir los peinados exagerados, entretejiendo decoraciones de oro y cosas por el estilo.
«Vestidos» (v. 3) se refiere a ropas decorativas en particular, las «cosas adicionales extravagantes» que llaman la atención. Las mujeres cristianas pueden ser atractivas sin ser mundanas. Es más, las modas ostentosas que el mundo acostumbra mucho a vestir, abochornaría a la mujer cristiana devota y haría difícil su testimonio.
La verdadera belleza viene desde adentro (v. 4). Pedro usó a Sara, la esposa de Abraham, como ejemplo. Ella era una mujer hermosa, por cuanto varios reyes trataron de quitársela a su marido; sin embargo, fue devota al Señor y a su esposo. Génesis 18.12 indica que incluso llamaba a Abraham mi «señor». No era esclava, por supuesto; más bien, estaba expresando su sumisión basada en el amor.
Cuando una cristiana es fiel al Señor y a su esposo nunca tendrá temor de lo que pudiera pasar, porque Dios gobernará e invalidará las amenazas. La palabra «amenazas» en el versículo 6 significa «terror».)
Por supuesto, una mujer cristiana nunca debe casarse con un hombre que no es digno de su amor y respeto.
C. VIVIR COMO UN ESPOSO CRISTIANO.
«Igualmente» (v. 7) indica una actitud similar de amor y respeto de parte del esposo. El matrimonio es una relación mutua. Los esposos no deben quedarse en la ignorancia, sino que deben crecer en el conocimiento del Señor y de su cónyuge. El esposo debe honrar a su esposa. Ellas son coherederas de la gracia de la vida, lo que sugiere que los hijos son herencia del Señor. Si hay disparidades entre los cónyuges cristianos, serán estorbadas sus oraciones; provocarán problemas en el hogar. Pedro da por sentado que los cónyuges no sólo viven juntos; ¡también oran juntos!

II. SUMISIÓN BAJO EL SUFRIMIENTO (3.8–14)

El versículo 8 describe el amor entre cristianos en la iglesia; lo contrasta con el conflicto que se encuentra en Santiago 4. En los versículos 9–14, Pedro se refiere a los cristianos que sufren en el mundo. Este es el sufrimiento que día tras día soportamos, no la «prueba de fuego» del sufrimiento especial que aparece más tarde (4.12). ¿Cómo deben los cristianos actuar cuando el mundo los persigue?
A. DEBEN SER UNA BENDICIÓN (V. 9).
Lea Lucas 6.22–28. Vencemos el odio al mostrar amor. La mejor manera de enfrentar al calumniador y al perseguidor es con paciencia y gracia. ¡Deje que el Señor haga el resto!
B. DEBEN MANTENERSE LIMPIOS (VV. 10–11).
Se refiere al Salmo 34.12–16. «El que quiere amar la vida» es una excelente traducción del versículo 10. «Apartarse» significa «evadir» y «seguir» significa «procurar alcanzarla».
C. DEBEN RECORDAR QUE DIOS ESTÁ VIGILANDO (VV. 12–14).
Dios ve los problemas y oye nuestros clamores. Sabe cómo enfrentarse a quienes nos persiguen por su causa. En lugar de quejarnos debemos regocijarnos de que sufrimos por su causa (Mt 5.11, 12; Hch 5.41).

III. SUJECIÓN A CRISTO (3.15–22)

«Santificad a Dios como Señor» es una traducción mejor del versículo 15. Póngalo en el trono de su corazón. Si Él controla nuestras vidas, siempre tendremos una respuesta cuando nos pregunten respecto a la esperanza que tenemos en Él (Mc 13.11). Un corazón rendido y una buena conciencia, nos darán paz cuando nos acusen falsamente.
Los pecadores pueden acusarnos, pero Dios conoce el corazón; y nosotros tememos a Dios, no a los hombres (Is 8.12, 13). De nuevo Pedro les recuerda los sufrimientos de Cristo, que fue acusado falsamente y sin embargo dejó el asunto en las manos del Padre.
El misterio de los «espíritus encarcelados» (vv. 19–20) ha dejado perplejos a los estudiosos por muchos años, y no todos los intérpretes concuerdan sobre lo que significa. Sólo tenga presente la lección principal de este pasaje: Cristo sufrió injustamente, pero Dios le honró y le dio gloria (v. 22). El resto de este pasaje describe principalmente la buena conciencia del creyente delante de Dios. En cuanto a los problemas que surgen de las otras partes del pasaje, se han dado varias explicaciones.
Algunos sugieren que Cristo dio a los muertos en el infierno una segunda oportunidad de salvación, pero esto es contrario a lo que enseña el resto de la Biblia. Otros sugieren que Pedro sólo dice que el mismo Espíritu Santo que levantó a Cristo de los muertos (v. 18) predicó mediante Noé y que Cristo, entre su muerte y su resurrección, visitó los espíritus de estas personas perdidas en prisión (el mundo de los muertos) y anunció su victoria. No se explica por qué Jesús visitó a estos hombres y no a otros.
Una buena explicación, sin embargo, es que los «espíritus encarcelados» son los ángeles caídos de Génesis 6, que convivieron con las hijas de los hombres yendo «en pos de vicios contra naturaleza» como lo explica Judas 6–7. La palabra «encarcelados» en el versículo 19 hace referencia al lugar de juicio mencionado en 2 Pedro 2.4: «prisiones de oscuridad». Fue esta violación de la orden de Dios lo que contribuyó a que viniera el diluvio, lo cual explica por qué Pedro menciona a Noé. Nótese también que el tema de Pedro es la sujeción de los ángeles a Cristo (v. 22). Estos ángeles caídos no estuvieron sujetos a Él y por consiguiente fueron juzgados.
Entre su muerte y resurrección Cristo visitó a estos ángeles en prisión y anunció su victoria sobre Satanás. La palabra «predicó» en 3.19 significa «anunciar» y no «predicar el evangelio». Jesús anunció la condenación de ellos y la victoria que tenía sobre todos los ángeles y autoridades. Es muy probable que en este tiempo Cristo «llevó cautiva la cautividad» (Ef 4.8), rescató las almas piadosas que moraban en el Hades (Véanse Lc 16.19–31) y las llevó al cielo consigo. No hay ningún indicio aquí de que alguien haya tenido una segunda oportunidad de ser salvo después de la muerte.
Pedro entonces liga a Noé al tema del bautismo. El diluvio fue en realidad un bautismo global de agua; el mundo está ahora reservado para un bautismo global de fuego (2 P 3.5–7). Pedro no dice que el bautismo nos salva ni que el agua lave pecados. Es más, deja en claro que el bautismo no puede quitar la inmundicia de la carne. La sumisión al Señor en el bautismo es una cuestión interna, la respuesta de una buena conciencia delante de Dios. El bautismo es un cuadro de muerte, sepultura y resurrección. El bautismo de Cristo en agua que realizó Juan el Bautista fue un símbolo del bautismo del Señor en su sufrimiento en la cruz (Lc 3.21, 22; 12.50). Cristo mismo designó a Jonás como señal de su muerte, sepultura y resurrección. El agua que sepultó al mundo perverso condujo a Noé a la seguridad. El agua no lo salvó; lo hizo el arco iris. De esta manera Noé mostró de antemano la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Nótese también que Noé envió una paloma; y cuando Cristo fue bautizado, una paloma vino y se posó sobre Él.
Este es un pasaje complejo, de modo que tenga presente las lecciones principales:
(1) Cristo es Señor de todos y debemos someternos a Él;
(2) una buena conciencia nos fortalece en la prueba;
(3) el bautismo cristiano, ilustrado por el diluvio, es un cuadro de la muerte, sepultura y resurrección, pero no salva el alma.
El bautismo es importante porque indica nuestra sumisión al Señor.

4

Los capítulos 4 y 5 analizan la gracia de Dios en el sufrimiento. Pedro ya se ha referido al sufrimiento cotidiano que enfrenta el cristiano (por ejemplo: reproche, acusaciones); pero ahora les dice a sus lectores que el «fuego de prueba» de la persecución oficial está a punto de caerles encima. En este capítulo da tres maravillosos y benditos beneficios que pueden venir a los cristianos cuando estos atraviesan sufrimiento en la voluntad de Dios.

I. EL SUFRIMIENTO PURIFICA AL SANTO (4.1–6)

Cuando la vida es fácil nos deslizamos y caemos en el descuido y el pecado; pero el sufrimiento cambia nuestros valores y metas. El «fuego de prueba» es un horno que purifica el oro y permite que Dios elimine la escoria (Sal 66.10). Esto es lo que hace el sufrimiento por nosotros:
A. NOS IDENTIFICA CON CRISTO (V. 1).
Él sufrió por nosotros para poder salvarnos del pecado. Cuando nosotros sufrimos por Él y con Él, aprendemos a detestar el pecado y a amarle más. Pedro les anima a tener «el pensamiento de Cristo» y a que se den cuenta de que su identificación con Cristo significa victoria sobre el pecado. Esta es la versión de Pedro de Romanos 6.
B. NOS RECUERDA QUE LA VIDA ES CORTA (VV. 2–3).
Damos la vida por sentado hasta que tenemos que sufrir, y entonces nuestros valores cambian. ¡Qué necio es que el cristiano desperdicie «el tiempo que resta» corriendo con el mundo y pecando! Hay una mejor manera. Antes que vivir en la voluntad de hombres pecadores, debemos vivir en la voluntad de Dios.
C. ENFOCA EL JUICIO DIVINO (VV. 4–6).
El cristiano vive de acuerdo al juicio de los hombres o por el juicio de Dios. El mundo piensa que es extraño que ya no nos unamos a ellos en el pecado y hablan mal de nosotros. Pero su ultraje no nos perturba; Dios los juzgará algún día. Ellos darán cuenta a Dios. El versículo 6 pudiera parafrasearse de la siguiente manera: «Hay personas muertas físicamente ahora, pero vivas con Dios en el espíritu con que fueron juzgadas por el mundo. Pero oyeron el evangelio antes de morir y creyeron. Sufrieron y murieron debido a su fe, ¡pero están vivos con Dios! Es mejor sufrir por Cristo e ir a estar con Dios, que seguir al mundo y estar perdido». No hay conexión entre 4.6 y 3.19–20, ni tampoco hay aquí ninguna sugerencia de una segunda oportunidad para el perdido después de la muerte.
Para los cristianos es importante «armarse» de la misma actitud hacia el mundo, el pecado y el sufrimiento que Jesús tuvo mientras estaba en la tierra. Si enfrentamos el sufrimiento sin una actitud espiritual, en lugar de purificarnos nos amargará.

II. EL SUFRIMIENTO UNIFICA A LA IGLESIA (4.7–11)

Pedro repite la exhortación: «Sed, pues, sobrios» (véanse 1.13 y 5.8). Les recuerda que Cristo viene pronto (5.4) y que, en medio del sufrimiento, los santos tienen responsabilidades el uno hacia el otro.
Orar es una de ellas; lo mismo que el ferviente amor; la palabra «ferviente» aquí significa «extendido».
El amor cristiano nunca llega al punto de romperse. Ya es demasiado malo cuando el mundo acusa a los santos; así que estos no deben acusarse los unos a los otros. El amor ayudará a cubrir los pecados de los santos. El amor no limpia el pecado, pero sí cubre el pecado siempre que no ande por todas partes hablando de los pecados de otros.
Pedro exhorta a estos cristianos tanto a abrir sus hogares como sus corazones. La hospitalidad cristiana es una bendición olvidada en la iglesia moderna y necesitamos restaurarla.
Por último, los cristianos necesitan servir al Señor a pesar de la persecución, ministrando sus dones como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. La palabra que se traduce «multiforme» también significa «multicolor, variada». La gracia de Dios puede satisfacer cualquier necesidad o combinarse con cualquier «color» que pudiera venir a la vida. Dios nos da los dones y la fuerza para usarlo todo para su gloria.

III. EL SUFRIMIENTO GLORIFICA AL SEÑOR (4.12–19)

A. ESPEREN PRUEBAS (V. 12).
Las pruebas no son extrañas en la vida cristiana; debe esperárselas. Las pruebas que son parte de la voluntad de Dios no son advertencias de que estamos desobedeciéndole; son las herramientas de Dios para perfeccionar a los suyos.
B. REGOCÍJENSE EN LAS PRUEBAS (VV. 13–14).
Cuando las pruebas vienen, sufrimos por su causa y participamos del sufrimiento con Él. Véanse Filipenses 1.29 y 3.10. El sufrimiento que soportamos ahora no es sino un preludio de la gloria que disfrutaremos en su venida. Todavía más, el Espíritu de Dios «reposa con poder refrescante» (traducción literal del versículo 14) sobre el creyente que sufre. Cuando echaron a los tres jóvenes hebreos en el horno ardiendo, tenían fe de que Dios podía librarlos (Dn 3.19–30). No sólo los libró, sino que anduvo con ellos.
C. NO SE AVERGÜENCEN EN LAS PRUEBAS (VV. 15–16).
La ley romana exigía que cada ciudadano jurara su lealtad al emperador. Una vez al año el ciudadano echaba un puñado de incienso en el altar apropiado y decía: «¡César es Señor!» Pero el cristiano confesaba que «¡Jesucristo es Señor!» (Véanse 3.15). Los creyentes rehusaban inclinarse ante César. Algunas veces el oficial romano escribía el nombre de Cristo en la tierra o en la pared y le pedía al cristiano que escupiera sobre este nombre. Si el cristiano se negaba, lo arrestaban, juzgaban y tal vez mataban. Al llevar el nombre de Cristo (cristiano) eran puestos en vergüenza ante sus amigos. ¡Pero qué glorioso nombre para llevar! Es el nombre sobre todo nombre.
D. TESTIGOS EN LAS PRUEBAS (VV. 17–18).
Si Dios envía pruebas a la iglesia hoy, es evidencia de que un día juzgará a los perdidos. Nosotros tenemos pruebas ahora y gloria más tarde; los perdidos tienen su gloria ahora y su sufrimiento más tarde. ¡El único cielo que el pecador perdido conocerá está aquí en la tierra ahora! Dios empieza su juicio en su casa (la Iglesia); Véanse Ezequiel 9.6. Si la persecución por el nombre de Cristo no es sino el principio de las pruebas, ¿qué ocurrirá cuando llegue el tiempo para que los perdidos sean juzgados?
Los justos (creyentes) se salvan «con dificultad» (v. 18); ¿qué esperanza hay para el incrédulo? Véanse Proverbios 11.31.
E. ENCOMIÉNDENSE A DIOS (V. 19).
La palabra «encomendarse» que se usa aquí es un término bancario; se refiere al acto de dejar una cantidad en depósito para que sea guardada con seguridad. Encaja hermosamente con la ilustración del «oro» en 1.7. Dios envía el fuego de prueba para quemar la escoria y nosotros nos encomendamos a Él para que nos guarde con seguridad, sabiendo que no puede fallarnos. Podemos estar seguros de que Dios «pagará interés» sobre nuestro depósito. Pero nótese que nos encomendamos a hacer el bien; esto es, nos encomendamos a Dios según obedecemos su Palabra. Esta es una rendición diaria y a toda hora, viviendo para complacer a Dios y servir a otros.
Los cristianos atravesarán el fuego de la prueba antes de que Cristo vuelva. La situación mundial no mejorará. Las actitudes hacia los cristianos no mejorarán. El mundo siempre ha aborrecido el nombre de Cristo y continuará detestándolo. Si nos identificamos con el nombre de Cristo, el mundo nos aborrecerá (Jn 15.18–21). Si hacemos componendas, escaparemos de la persecución, pero también nos perderemos la bendición y la gloria de participar de los sufrimientos de Cristo.

5

Al concluir esta carta de estímulo, Pedro da tres exhortaciones a los santos. Vemos en este capítulo varias referencias a las experiencias de Pedro en los Evangelios mientras anduvo con Cristo. Pedro presenció los sufrimientos de Cristo (v. 1); fue comisionado para apacentar las ovejas (v. 2 y Véanse Jn 21.15–17); vio a Cristo vestirse como siervo y humildemente lavar los pies de los discípulos (v. 5 y Véanse Jn 13); y Pedro sabía lo que era estar desprevenido cuando Satanás andaba al acecho (v. 8 y Véanse Mc 14.37). Es como si el Espíritu de Dios hurgara en la memoria de Pedro y usara estas experiencias pasadas para testificarles a los santos (Véanse v. 12). Pedro descubrió que la gracia de Dios era adecuada para él y quería que la iglesia supiera que la gracia de Dios los sostendría también a ellos.

I. SEAN FIELES (5.1–4)

La exhortación está dirigida principalmente a los pastores. Las palabras «pastor», «obispo» (supervisor) y «anciano» (líder maduro) se refieren al mismo oficio (Hch 20.17, 28; 1 Ti 3.2; Tit 1.5–7). Pedro no se puso a sí mismo sobre los otros; más bien se llamó «anciano también con ellos» y deliberadamente se incluyó entre los líderes de la iglesia a los cuales exhortaba. Hubo un tiempo cuando Pedro se hubiera preocupado por su posición en el reino, pero ese tiempo ya había pasado.
Pedro sabía que los pastores atravesarían mayor sufrimiento como líderes del pueblo, de modo que los animó de dos maneras:
(1) les recordó que Cristo había sufrido por ellos y los sostendría; y:
(2) les recordó que la gloria siempre sigue al sufrimiento si nos sometemos al Señor.
Los dos temas del sufrimiento y la gloria están entretejidos en 1 Pedro.
A. SU MINISTERIO: «APACENTAR EL REBAÑO».
Los deberes de los pastores incluyen alimentar, dirigir, estimular, discipular, guardar. El pastor debe asumir la supervisión y ser el líder. ¿Dónde estaría el rebaño si las ovejas dirigen al pastor, o si a cada oveja se le permitiera salirse con la suya?
B. SU MOTIVO: «NO POR FUERZA, SINO VOLUNTARIAMENTE».
El pastor debe servir al Señor con un corazón dispuesto debido a que ama a Cristo y al rebaño, y no simplemente porque tiene un trabajo que hacer. Nunca debe servir por «ganancia deshonesta» (v. 2), sea esta dinero, prestigio, poder o promoción. Debe estar anhelando trabajar (con ánimo pronto) y no ser ocioso ni perezoso.
C. SU MANERA: LIDERAZGO NO SIGNIFICA DICTADURA.
Los pastores son supervisores, no capataces. «Los que están a vuestro cuidado» significa literalmente «la porción que se les ha asignado». Todos los creyentes en una localidad dada son parte de la Iglesia, pero hay pequeños rebaños aquí y allá, bajo la dirección de diferentes ancianos. En ninguna parte del NT se sugiere que todas las iglesias de una población se unan para formar una sola iglesia. Puede haber unidad espiritual sin uniformidad denominacional. Los pastores deben ser ejemplo, puesto que al fin y al cabo la mejor manera de lograr que la gente les siga es mediante el ejemplo personal. El pastor no demanda respeto; lo consigue a través de su vida piadosa y servicio sacrificial.
D. SU RECOMPENSA: EN EL FUTURO, NO HOY.
Habrá gloria en el cielo. Cada pastor debe someterse al Pastor Principal, Jesucristo. Es más importante agradarle y glorificarle a Él que a cualquier otro.

II. SEAN HUMILDES (5.5–7)

El versículo 5 se refiere literalmente a los jóvenes en la iglesia, pero podemos aplicarlo a todos los miembros, al seguir estos a sus líderes espirituales (Heb 13.17). Pedro se refiere aquí a aquella noche del Aposento Alto cuando Jesús les lavó los pies a los discípulos. «Revestíos de humildad» (v. 5) significa estar controlado por un espíritu humilde, ser un siervo. Dios resiste a las personas arrogantes, egoístas, pero da gracia a los humildes (Pr 3.34; Stg 4.6). «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios», exhorta. «Permitan que este tiempo de sufrimiento les haga postrarse ante Él y entonces les exaltará cuando vea que están listos».
La maravillosa promesa «Él tiene cuidado de vosotros» nos recuerda la noche en la barca cuando los discípulos le preguntaron a Jesús: «¿No te preocupa que vamos a perecer?» (Véanse Mc 4.38). ¡Por supuesto que Jesús se preocupaba! Satanás hubiera querido que estos cristianos creyeran que el «fuego de la prueba» era evidencia de la indiferencia de Dios; pero Pedro les recuerda que pueden echar «toda vuestra ansiedad» (v. 7) sobre Jesucristo de una vez y por todas.

III. ESTÉN VIGILANTES (5.8–11)

¡Quién mejor que Pedro para saber respecto al merodear de Satanás! Varias veces Jesús le advirtió a Pedro que Satanás andaba en pos de él, pero Pedro no prestó atención a la advertencia. Demasiados cristianos se han «puesto a dormir», abriendo el camino para que Satanás obre (Mt 13.25, 39).
Satanás es un «adversario», lo que quiere decir «uno que acusa en una corte». La palabra «diablo» significa «calumniador». Satanás nos acusa ante Dios (Job 1–2; Zac 3.1–5; Ap 12.10) y usa los labios de los inconversos para acusarnos falsamente (1 P 2.12; 3.16; 4.4, 14). Satanás viene ya sea como una serpiente para engañar (Gn 3) o como león para devorar. Es mentiroso y homicida (Jn 8.44).
¿Qué pueden hacer los cristianos para derrotar a Satanás?
(1) ¡Estar alertas! Debemos tener nuestros ojos abiertos y no bajar la guardia. Cuando David bajó la guardia y dejó la batalla, cayó en pecado (2 S 11). Cuando Pedro se sintió muy confiado, se durmió y cayó en la trampa de Satanás.
(2) ¡Resistir! Esta palabra trae a la mente a un ejército, irguiéndose unido para oponerse al enemigo. Los cristianos deben estar unidos contra Satanás (Flp 1.27–30). Si hay una ruptura en las filas Satanás, tiene una oportunidad para atacar.
(3) ¡Creer! Le resistimos en la fe, o sea, confiamos en la victoria de Cristo. Satanás usa mentiras como su principal arma y el creyente debe contrarrestar las mentiras de Satanás con la verdad de Dios. Jesús usó la espada del Espíritu en el desierto (Mt 4).
(4) ¡Recordar! Acordarse de que otros cristianos atraviesan las mismas pruebas y que usted no está solo. Si Satanás puede lograr hacernos sentir que estamos solos, que Dios nos ha abandonado, nos desanimará y nos derrotará.
El tema de Pedro ha sido la gracia (5.12), de modo que concluye recordándoles a los santos que su Dios es el Dios de toda gracia. El cristiano tiene «gracia sobre gracia» (Jn 1.16). La vida cristiana empieza con la gracia salvadora (Ef 2.8–10), continúa con la gracia servidora (1 Co 15.9–10) y luego con la gracia santificadora (Ro 5.17; 6.17). Dios también da gracia del sacrificio (2 Co 8.1–9), gracia que canta (Col 3.16), gracia que habla (Col 4.6), gracia que fortalece (2 Ti 2.1) y gracia que sufre (2 Co 12.9). «Él da mayor gracia» (Stg 4.6).
El versículo 10 indica que la gracia es provista mediante las disciplinas de la vida. Dios nos permite sufrir para poder derramar su gracia sobre nosotros. Cuando sufrimos, llegamos a nuestro final y aprendemos a descansar en Él. La gracia se suple sólo a quienes sienten necesidad de Él. Primero sufrimos; luego, según sufrimos, Él nos equipa, nos confirma y pone un fundamento bajo nosotros. Las palabras «os perfeccione» (v. 10) se usan en Mateo 4.21 y llevan la imagen de remendar una red. La palabra griega significa «equipar para el servicio». El sufrimiento no sólo ayuda al cristiano a crecer, sino que también le prepara para el servicio futuro. Algunas veces la mejor manera que Dios tiene para «remendar nuestras redes» es ponernos a atravesar sufrimiento.
En su conclusión (5.12–14), Pedro indica que Silas y Marcos están con él. Silas fue uno de los compañeros de Pablo (Hch 15.22); pero si, tal como suponemos, Pablo no estaba en Roma, es de esperarse que Pedro y Silas trabajaran juntos. La presencia de Juan Marcos indica que el «antiguo desacuerdo» que involucró a Bernabé, Marcos y Silas, ya estaba perdonado y olvidado. «Babilonia» (v. 13) tal vez sea un nombre en código para Roma; aunque algunos eruditos piensan que Pedro escribió desde la antigua Babilonia.

2ª DE PEDRO

(gr., Petros, roca)
Es una carta más general que la primera. Advierte a los creyentes del peligro de los falsos maestros dentro de la iglesia, les anima en su desarrollo cristiano y les exhorta a permanecer alertas porque Cristo viene otra vez.
Esta epístola está claramente conectada con la anterior de Pedro. Habiendo expresado las bendiciones a que Dios llama a los cristianos, exhorta a quienes han recibido estos dones preciosos a proponerse mejorar en gracia y virtud. Les insta a esto por la maldad de los falsos maestros.
Les advierte contra los impostores y los burladores, reprobando sus falsas afirmaciones, capítulo 3: 1–7, y mostrando por qué se retarda el gran día de la venida de Cristo, con la descripción de sus espantosas circunstancias y consecuencias; dando exhortaciones apropiadas a la diligencia y la santidad.
BOSQUEJO SUGERIDO DE 2 PEDRO
I. Explicación: El conocimiento de Cristo (1)
A. Este conocimiento es dado (1.1–4)
B. El crecimiento en conocimiento (1.5–11)
C. Las bases para el conocimiento (1.12–21)
II. Examen: Los falsos maestros (2)
A. Su condenación (2.1–9)
B. Su carácter (2.10–17)
C. Sus declaraciones (2.18–22)
III. Exhortación: El verdadero cristiano (3)
A. Amados, que tengáis memoria (3.1–7)
B. Amados, no ignoréis (3.8–10)
C. Amados, procurad con diligencia (3.11–14)
D. Amados, guardaos (3.15–18)
AUTOR Y FECHA
El autor de 2 Pedro se presenta en 1.1 como Pedro, apóstol de Jesucristo: «Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo». En diferentes puntos en la epístola refuerza esta identificación por medio de alusiones a su vida. En 1.17, 18 recuerda su experiencia de estar con el Señor Jesús en el monte de la transfiguración (Mt 17.1–5). Luego declara a sus lectores que morirá dentro de poco conforme a la profecía que recibió del Señor (1.14; cf. Jn 21.18, 19).
La identificación con Pedro se subraya en 3.1, donde el autor declara que esta es su «segunda carta». La declaración clara del documento mismo es que esta es una obra auténtica del principal de los apóstoles, Pedro.
Aunque no pocos en la iglesia antigua y moderna han cuestionado la autenticidad de esta epístola (los autores cristianos del siglo II hacían poco uso del libro) la evidencia demuestra que se conocía y se aceptaba como autoritativo durante ese siglo, y por eso se incluyó en el canon. En el tercer siglo, Orígenes (185–254 d.C.) aceptó el libro como una obra genuina de Pedro, pero dijo que había dudas respecto a su autenticidad. En el siglo IV, Eusebio nota que la mayoría de las personas de sus días aceptaba el libro como auténtico, si bien es cierto que él mismo tenía dudas.
En la iglesia moderna no pocas voces se han levantado en contra de esta identificación tradicional de la autoría de 2 Pedro.
Los argumentos contra su autenticidad son los siguientes:
(1) la dependencia literaria de la Epístola de Judas, supuestamente un documento tardío;
(2) las diferencias de estilo gramatical entre 2 Pedro y 1 Pedro;
(3) las afirmaciones en 3.4 («desde el día en que los padres durmieron»), que sugieren un tiempo después de la muerte de la primera generación de cristianos, y en 3.2 («vuestros apóstoles») que concibe a los apóstoles como de un grupo del pasado lejano al que el autor no pertenece;
(4) la herejía que 2 Pedro combate parece ser el gnosticismo, que fue principalmente un fenómeno del segundo siglo;
(5) la mención de la tardanza de la venida del Señor, situación que implica una fecha tardía de composición, y:
(6) el hecho de que el autor de 2 Pedro presenta su carta como el último testamento del apóstol Pedro (1.13–15).
SE PUEDE DEFENDER SU APOSTOLICIDAD TOMANDO EN CUENTA LOS SIGUIENTES CRITERIOS:
(1) el hecho de que el autor usó Judas en la preparación de su escrito no es argumento en contra de la autenticidad de la epístola;
(2) la diferencia de estilo entre 1 Pedro y 2 Pedro se explica si se reconoce que Pedro utilizó los servicios de dos secretarios diferentes cuando escribió estas cartas,
(3) «los padres» que durmieron no son los cristianos de la primera generación, sino los antepasados gentiles de los lectores que ya habían muerto, y «vuestros apóstoles» simplemente implica que no él sino otros eran los fundadores de las congregaciones a las que escribía;
(4) el error que el autor combate no es el gnosticismo sino la inserción de perspectivas epicúreas en las iglesias.
(5) la tardanza de la venida del Señor era una preocupación que surgió durante el primer siglo (Mt 25.1–13; Lc. 12.35– 48; Heb 10.36, 37; Stg 5.7, 8) y:
(6) aunque es cierto que muchos de los testamentos son obras seudónimas, hay que cuestionar la conclusión de que todos estos libros son espúreos (Véase, por ejemplo, el testamento de Moisés en Dt., de Jesús en los Evangelios y de Pablo en 2 Ti).
NOMBRE COMO PRESENTA A JESÚS: 2ª Ped. 1: 17. El Hijo Amado.

1

La palabra clave en 2 Pedro es «conocimiento», y el peligro respecto al cual Pedro escribe es la enseñanza falsa. En 1 Pedro se describe a Satanás como un león rugiente, porque el tema de la carta es la feroz persecución que estaba a punto de sobrevenirles a los santos. Pero en 2 Pedro Satanás es una serpiente buscando engañar (Véanse Jn 8.44, 45). La enseñanza falsa dentro de la iglesia es mucho más peligrosa que la persecución externa (Véanse Hch 20.28–32).
La persecución siempre ha limpiado y fortalecido a la iglesia; la enseñanza falsa la debilita y arruina su testimonio. La única arma para luchar contra la enseñanza falsa y las mentiras del diablo es la Palabra de Dios, y por eso Pedro enfatiza el conocimiento espiritual.

I. EL DON DE CONOCIMIENTO (1.1–4)

La salvación es una experiencia personal; uno llega a conocer a Jesucristo mediante la fe. Nótese la definición que Cristo da de la salvación en Juan 17.3. No es suficiente conocer acerca de Cristo; debemos conocerle personalmente (Flp 3.10). Cuando ponemos nuestra fe en Él, nos da su justicia (2 Co 5.21) y llega a ser nuestro Salvador. Es una experiencia personal.
En esta carta Pedro enfatiza la Palabra de Dios. Dios nos ha dado su Palabra, esta «fe preciosa» y las «preciosas promesas» de Dios, para poder vivir en santidad. Al escribir estas palabras Pedro debe haber pensado de su testimonio en Juan 6.68: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna». En la Biblia tenemos todo lo que necesitamos para la vida y la piedad. A pesar de que los escritos de los maestros y predicadores pueden ayudarnos a comprender mejor la Biblia, sólo la Biblia puede impartir vida a nuestras almas.
Nótese la definición de un cristiano en el versículo 4: «participantes de la naturaleza divina». El cristiano ha nacido en la familia de Dios y tiene Su naturaleza dentro de sí. Las personas que tratan de vivir externamente «como Cristo», pero les falta en su interior esta naturaleza divina, se engañan y salen derrotadas.
Contrástese 2 Pedro 2.20–22, donde hallamos una descripción de los cristianos falsos:
(1) han escapado de las contaminaciones del mundo, pero no de sus corrupciones; o sea, se han lavado por fuera, pero su interior no ha cambiado.
(2) Tienen un «conocimiento mental» de Cristo y no una fe de corazón.
(3) No son verdaderamente salvos, porque vuelven a la vida vieja después de profesar la fe por un tiempo.
Estos falsos cristianos son «perros» y «puercos» que han sido lavados (reformados), pero que nunca han recibido la nueva naturaleza.

II. EL CRECIMIENTO EN EL CONOCIMIENTO (1.5–11)

«También» (v. 5) indica que hay algo más allá del nuevo nacimiento; hay crecimiento. No es suficiente nacer en la familia de Dios; también debemos crecer espiritualmente. Esto demanda diligencia y fervor; un cristiano perezoso y descuidado no crece. Pedro entonces hace una lista de las características espirituales que deben verse en la vida del creyente. No sugiere que «añadamos» estas virtudes de la misma manera que añadimos cuentas en una sarta. Más bien cada virtud nos ayuda a desarrollar la siguiente. Son como las secciones de un telescopio: la una conduce a la otra.
Añadimos a la fe (la que salva) virtud, o alabanza. Dios nos ha salvado para proclamar sus virtudes (1 P 2.9). La única manera de demostrar nuestra fe es teniendo una vida virtuosa. Añadimos a la virtud conocimiento, o discernimiento moral. Los cristianos deben ser capaces de discernir el bien del mal.
Después del conocimiento viene el dominio propio, o temperancia. El dominio propio conduce a la paciencia, o capacidad de soportar. Este es el «poder de perseverar» que el cristiano tiene en los tiempos de prueba. Añadimos a la paciencia piedad; Véanse el versículo 3. Esta palabra significa «adoración correcta» o dependencia de Dios que se revela en una vida devota. Amor fraternal es la siguiente virtud, queriendo significar un amor por el pueblo de Dios. La virtud final que Pedro señala es el amor, que «envuelve» a todas las virtudes en una.
Por lo general, se puede reconocer cuando los cristianos no crecen, porque reúnen estas tres características:
(1) «Ociosos»; o sea, no trabajan para Cristo.
(2) «Sin fruto»; es decir, su escaso conocimiento de Cristo no da fruto en sus vidas.
(3) Están ciegos, les falta la visión y la perspectiva espiritual, los «miopes» espiritualmente.
Detrás de esta falta de desarrollo espiritual hay una memoria pobre, se olvidan de lo que Dios ha hecho por ellos mediante Cristo. Sin embargo, Pedro mismo había sido una vez olvidadizo; «Y Pedro se acordó de la palabra del Señor» (Lc 22.61). De modo que, por segunda vez, Pedro dice: ¡Sean diligentes! ¡Asegúrense de que son salvos! El cristiano no se salva ni se mantiene salvo a sí mismo; pero es responsable de asegurarse de que tiene las características de un verdadero creyente (1 Ts 1.4, 5). Esto nos asegurará «amplia y generosa entrada» (v. 11) en el reino de Dios; esto es mucho mejor que ser salvo «así como por fuego» (1 Co 3.15).

III. LA BASE EL CONOCIMIENTO (1.12–21)

«Pero, ¿cómo podemos estar seguros de que este mensaje es la verdadera Palabra de Dios?» Pedro responde a esta cuestión refiriéndose a su experiencia con Cristo en el Monte de la Transfiguración (Mt 17.1–13; Lc 9.27–36). Pedro sabía que no estaría mucho más tiempo en su cuerpo (su tabernáculo); Véanse Juan 21.18. La palabra «partida» (v. 15) es realmente «éxodo»; es la misma palabra que se usa para la muerte de Cristo (Lc 9.31). Cuando los cristianos mueren no es el fin; antes bien, es una salida triunfante de este mundo al venidero.
El mensaje del evangelio no es una fábula inventada por los hombres para engañar a otros. Se basa en la verdad histórica de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Pedro se refiere a la venida de Cristo en gloria, un acontecimiento que fue predicho en la Transfiguración. En la montaña Cristo reveló su gloria, como lo hará cuando regrese a la tierra. Moisés y Elías estaban allí, representando a los creyentes que murieron (Moisés) y a los creyentes que serán arrebatados sin morir (Elías). Véanse 1 Tesalonicenses 4.13–18. Los discípulos representan a los creyentes judíos que verán la gloria de Cristo cuando Él vuelva.
Tenga presente que el ministerio de Pedro había sido fundamentalmente a Israel (Gl 2.7, 8), mientras que el de Pablo había sido a los gentiles. La pregunta se ha planteado: «¿Qué pasará con las promesas de Dios a los judíos respecto a un reino glorioso en la tierra?» La Palabra de la profecía no se ha abandonado; más bien se ha asegurado. Pedro dice: «Tenemos la transfiguración de Cristo para asegurarnos de que el reino vendrá; pero también tenemos la Palabra segura de la profecía que se ha verificado en la transfiguración». Los cristianos no deben «espiritualizar» las profecías del AT y aplicarlas a la Iglesia. Debemos interpretarlas literalmente, así como lo hacemos con el NT, por cuanto Dios las cumplirá un día.
Pedro compara la palabra profética a una luz que brilla en un lugar oscuro (vil). El mundo, para él, es una mazmorra oscura y lóbrega. La Palabra de Dios es la única luz confiable que tenemos en este mundo. Debemos prestar atención a esta Palabra y no apoyarnos en las ideas de los hombres. Pronto llegará el día en que Cristo, la Estrella de la Mañana, vendrá y llevará a su pueblo a su hogar. Para la Iglesia, Cristo es la Estrella de la Mañana que aparece cuando las cosas se ponen más oscuras, antes del amanecer. Para Israel Cristo es el Sol de Justicia que viene con juicio y sanidad (Mal 4).
Los versículos 20–21 no enseñan que sea incorrecto que los cristianos lean e interpreten la Biblia; se nos ha dado la Palabra para que la leamos, la obedezcamos y se la demos a otros. «Privada» (v. 20) significa «por sí mismo». Ningún pasaje de las Escrituras debe interpretarse «por sí mismo», o sea, separado del resto de la Palabra de Dios, o del Espíritu Santo que lo dio. La profecía no vino por voluntad de hombres, de modo que la mente natural no la puede interpretar. El Espíritu dio la Palabra y el Espíritu debe enseñarnos la Palabra (1 Co 2.9–16; Jn 14.26; 16.13, 14).
¡Damos gracias a Dios porque nuestra Biblia es segura! Podemos confiar en ella porque Dios nos la dio.

2

Este es un capítulo complejo y debemos compararlo con la epístola de Judas en donde se usan algunas frases idénticas. El peligro de los falsos maestros es tan grande que el Espíritu Santo usó tanto a Pedro como a Judas para advertirnos, de modo que es mejor que prestemos atención.
Por favor, tenga presente que un falso maestro no es una persona que enseña una doctrina falsa por ignorancia. En Hechos 18.24–28 Apolos enseñaba erróneamente el mensaje y el bautismo de Juan, pero no fue un maestro falso. Muchos de los grandes líderes de la Iglesia en los siglos pasados han sostenido interpretaciones de cuestiones menores que nosotros opinamos que no fueron bíblicas; sin embargo, no podemos llamarlos falsos maestros. Los falsos maestros son creyentes profesantes que conocen la verdad, pero que deliberadamente enseñan mentiras con la esperanza de obtener prominencia y ganancia monetaria de sus seguidores (2.3, 14). Son capaces de vivir en pecado para auto-complacerse (2.10, 13, 14, 18, 19). Usan medios engañosos (2.1, 3) y tuercen la Palabra de Dios para acomodar sus caprichos.

I. SU CONDENACIÓN (2.1–9)

Pedro abre esta sección declarando que los falsos maestros aparecerán, pero que al final Dios los condenará. El versículo 1 resume los métodos de los falsos maestros:
(1) aparecen entre el pueblo como miembros de la iglesia;
(2) trabajan en secreto, bajo el manto de la hipocresía, pretendiendo ser lo que no son;
(3) traen sus falsas enseñanzas junto con la doctrina verdadera y entonces reemplazan la verdad con sus mentiras;
(4) sus vidas niegan lo que sus labios enseñan.
En otras palabras, una «herejía» no es simplemente una doctrina falsa; es una vida falsa basada en una doctrina falsa. «Lobos con pieles de ovejas» es la manera en que nuestro Señor los describió (Mt 7.15; véanse 2 Co 4.1, 2; 11.13).
Desafortunadamente, la enseñanza falsa será más popular que el camino verdadero (v. 2); pero además Jesús dice que la levadura de la falsa doctrina afectará a toda la masa (Mt 13.33). La gente decidirá seguir a los falsos maestros porque se auto-exaltan en lugar de exaltar a Cristo, y a muchos les encanta adorar a la gente popular y de éxito. También el camino falso hace más fácil vivir en el pecado mientras que se pretende practicar una vida religiosa.
«Palabras fingidas» en 2.3 quiere decir «palabras falsificadas» o «palabras manufacturadas, fabricadas». La palabra griega es plastós, de donde derivamos la palabra castellana «plástico». Estos falsos maestros se apartaban de las palabras bíblicas dadas por el Espíritu (1 Co 2.9–16) y manufacturaban sus propias palabras para que encajaran en sus doctrinas. Usaban palabras familiares de la Biblia y manufacturaban nuevos significados para ellas. Empleaban nuestro vocabulario, pero vaciaban de estas palabras su significado espiritual. Lo que cuenta no es lo que un maestro dice, sino lo que quiere decir.
Estos falsos maestros serán destruidos y Pedro cita tres ejemplos del AT para probarlo: los ángeles que pecaron y que ahora están en el Tártaro o «prisiones de oscuridad» (que es como se traduce la palabra en 2.4); el mundo antes del diluvio; y las ciudades de Sodoma y Gomorra. En cada uno de estos casos las personas involucradas tenían cierta forma de religión, pero no la verdadera fe que da poder a la vida (2 Ti 3.5). Antes de que Cristo regrese habrá mucha «religión» en el mundo, pero no será la verdadera fe en Él. Pedro también destaca que Dios puede preservar y librar a sus santos verdaderos, como lo hizo con Noé y su familia, y Lot. Noé es un símbolo de los judíos creyentes que serán preservados a través de la tribulación; Lot simboliza a los santos de la Iglesia que serán «arrebatados» antes de que empiece la destrucción. Estos falsos maestros pueden tener éxito y estar protegidos, pero uno de estos días Dios los destruirá.

II. SU CARÁCTER (2.10–16)

A. ORGULLO (VV. 10–11).
Detestan toda clase de dominio o autoridad. Dios ha establecido los «dominios» en este mundo: el gobierno humano, la cabeza del hogar, el liderazgo en la iglesia y así por el estilo. Pero los falsos maestros quieren gobernar las cosas a su manera y rechazan el orden de Dios. Incluso los ángeles no menosprecian a las autoridades que Dios ha dado; Véanse Judas 8, 9.
B. IGNORANCIA (V. 12).
Los falsos maestros se ciegan expresamente a lo que la Biblia enseña (Véanse 2 P 3.5). Llaman «sin educación» a los cristianos evangélicos y «anticuados» a la teología bíblica.
C. LUJURIA (VV. 13–14).
La doctrina errada y la manera errada de vivir van juntas. Los falsos maestros viven en lujo y «seducen» (pescan con carnada) a las personas inestables que se dejan atraer por sus enseñanzas. Es trágica la manera en que han blasfemado (v. 2) el nombre de Cristo los «líderes religiosos» que viven en el pecado mientras intentan ayudar a otros a hallar al Señor.
D. CODICIA (VV. 15–16).
El versículo 3 destaca que los falsos maestros usan palabras fingidas para explotar a la gente; y el versículo 18 dice que usan «palabras infladas». Desafortunadamente hay mucha gente inestable que se deleita en seguir a estos «charlatanes» religiosos, sin darse cuenta de que estos hurgan en sus bolsillos mientras envenenan sus vidas. Pedro cita a Balaam como ejemplo (Nm 22–25). Balaam fue un profeta que usó sus dones para ganar dinero y condujo a Israel al pecado.
III. SUS PRETENSIONES (2.17–22)
Prometen a sus seguidores satisfacción, pero no sacian su sed espiritual. ¡Qué inútiles son los pozos sin agua! Estos maestros, con sus grandiosas palabras infladas (propaganda religiosa), dan la apariencia de ser veraces y de que ayudan, pero resultan ser nubes llevadas por el viento: hermosas, pero de ninguna ayuda para los sedientos. Millones hoy en día siguen religiones falsas que prometen ayuda, pero que no pueden dar ninguna.
Los falsos maestros prometen libertad, pero conducen a la gente a la esclavitud. Pedro usa un poco de sarcasmo aquí; ¡cómo pueden quienes son esclavos del pecado libertar a alguien! En el versículo 12 llama «animales irracionales» a estos falsos maestros; y ahora claramente los llama puercos y perros.
Por favor, tenga presente que en los versículos 20–21 no habla de alguien que «pierde su salvación», porque eso contradeciría lo que escribió en 1 Pedro 1.3–5. En este pasaje (1 P 2.25) el autor compara a los cristianos con ovejas, no con perros y puercos. El cristiano ha recibido una nueva naturaleza (2 P 1.4) y ha sido libertado de la corrupción del mundo. Usted no tiene que preocuparse de que una oveja se coma su propio vómito o que se revuelque en el cieno, porque una oveja es un animal limpio.
Pedro describe a los falsos cristianos, gente que sólo se ha lavado de las contaminaciones externas (o sea la reforma «religiosa»), pero que nunca ha recibido la nueva naturaleza en su interior. Usted puede lavar a un perro o a una puerca, pero el animal no cambia su naturaleza básica. Estas personas conocían el camino a la justicia y tenían un conocimiento de la obra de Cristo, pero no le recibieron en sus corazones. Lavaron su contaminación externa, pero la corrupción interna aún seguía allí. Estos «profesantes, pero no poseedores» parecían haber experimentado la salvación, pero a su tiempo se deslizaron regresando a la vida que encajaba a su naturaleza. Los perros regresan a su vómito; los puercos regresan al fango. Véanse Proverbios 26.11.
Vivimos en días de falsos maestros. Podemos detectarlos porque se auto-exaltan en lugar de exaltar a Cristo, por su charla fingida y sus «grandiosas palabras infladas», por su énfasis en acumular dinero, por sus grandes pretensiones de que pueden cambiar a las personas y por sus vidas ocultas de lujuria y pecado. No podemos detenerlos por ahora, excepto mediante la enseñanza sincera de la Palabra, pero un día Dios los dejará al descubierto y los juzgará.

3

Este capítulo revela a Pedro como el pastor cariñoso, que cuida a sus ovejas y corderos. Cuatro veces usa la palabra «amados» y cada vez da una solemne admonición.

I. AMADOS ¡QUE TENGÁIS MEMORIA! (3.1–7)

«Acordarse» ha sido un tema clave en esta carta (Véanse 1.12–15). Pedro mismo había sido culpable de olvidarse (Lc 22.61), de modo que su amonestación era significativa. Quería que tuvieran una mente «sincera»; o sea, mentes no confundidas con las doctrinas falsas que se mencionan en el capítulo 2. Les señala los profetas del AT y los apóstoles del NT, o sea, la Palabra de Dios entera. Véanse 1.19–21.
La doctrina que Pedro defiende es la venida de Cristo a la tierra para establecer su reino y entonces, después de mil años, introducir los nuevos cielos y la nueva tierra. Pedro no se refiere al Rapto de la Iglesia, o sea, al regreso secreto de Cristo en el aire (1 Ts 4.13–18). El mundo por supuesto se burla de la idea de la venida de Cristo (Jud 18) y no puede ver que toda la historia está avanzando en esa dirección. «Todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación», es el argumento que oímos de los pensadores del mundo. «¡Dios no va a irrumpir en la historia e interrumpir el progreso del tiempo!»
Pero Pedro cita ejemplos del AT para probar que Dios en efecto irrumpe en la historia. Empieza con el mundo creado en Génesis 1 (v. 5), hecho por la Palabra de Dios. Luego presenta el diluvio (Gn 6) y el mundo que Dios juzgó (v. 6). El versículo 7 indica que el mundo ahora está guardado «para el fuego» y está ya preparado para el juicio. Esto pudiera sugerir la liberación del poder atómico. Si relacionamos el versículo 6 al diluvio, tenemos el mismo argumento: Dios juzga el pecado en el tiempo en que los hombres están confiados de que nada va a pasar.

II. AMADOS, ¡NO IGNORÉIS! (3.8–11)

La gente ve la historia en términos de días y años, pero para Dios el tiempo es siempre presente.
Mil años son para Él como un día (Sal 90.4). Dios no se tarda (retarda); cuando llegue el tiempo apropiado actuará y cumplirá su Palabra. ¿Por qué retarda su juicio, el terrible Día del Señor? Porque quiere que los pecadores vengan a Cristo y sean salvos de la ira venidera.
«El día del Señor» es aquel período de juicio que se conoce también como la gran tribulación.
Vendrá sobre toda la tierra después del Arrebatamiento de la Iglesia al cielo (Ap 3.10; 1 Ts 5.8, 9). Un ladrón viene de pronto, cuando menos se lo espera (Mt 24.43; Lc 12.39; 1 Ts 5.2; Ap 3.3; 16.15).
Cuando el mundo dice: «Paz y seguridad», el juicio vendrá (1 Ts 5.3). El pueblo de Dios no estará desprevenido cuando Cristo venga para llevarlos al cielo, pero el mundo se sorprenderá por los juicios que siguirán.

III. AMADOS[<%6>...<%0>] ¡PROCURAD CON DILIGENCIA! (3.11–14)

Esta es la tercera vez que Pedro menciona diligencia (1.5, 10). En estos días postreros los creyentes deben estar en guardia. En vista de lo que Dios ha planeado para este mundo, ¿cómo deben vivir los cristianos?
No debemos buscar paz ni esperanza en este mundo. Esperamos los nuevos cielos y la nueva tierra que Dios crea y sobre la cual Jesucristo reinará (Ap 21.1). Esta bendita seguridad nos ayuda a mantenernos limpios y a ser fieles en hacer nuestro trabajo hasta que Jesús venga.

III. AMADOS ¡GUARDAOS! (3.15–18)

Pedro explica lo que parece ser tardanza en el programa de Dios y nos remite a las cartas de Pablo para los detalles. Nótese que Pedro llama «Escrituras» a las cartas de Pablo. ¿Por qué Jesús no ha regresado para establecer su reino? Porque hoy está edificando su Iglesia, algo que no se menciona en las profecías del AT. Esta tardanza significa salvación para judíos y gentiles que creen. Los que no entienden el programa de Dios tuercen las Escrituras y mezclan la profecía del AT con la verdad de la Iglesia, acabando en confusión.
¿Cómo evitamos caer? Al crecer y edificarnos en el Señor (Jud 24, 25). Los «niños recién nacidos», que no se alimentan de la Palabra (1 P 2.2) y que no crecen en el Señor, son inestables. En este mundo perverso los cristianos deben dedicar tiempo a alimentarse de la Palabra, orar y ejercitar sus músculos espirituales.

El tema de 1 Pedro fue gracia, el de 2 Pedro fue conocimiento; el autor resume ambas cartas amonestándonos a crecer en la gracia y en el conocimiento. Este conocimiento no es sólo el de la Biblia; es el de Cristo mediante la Biblia. Debemos llegar a conocerle mejor (Flp 3.10). Es posible, desafortunadamente, crecer en el conocimiento (tener la verdad bíblica en la cabeza) y jamás crecer en la gracia (mostrar la verdad bíblica en nuestras vidas). Pedro quiere que tengamos vidas equilibradas: debemos aprender y vivir la Palabra.