(heb., ’ovadhyah, siervo de Jehovah).
Predijo
el juicio de Dios sobre la nación de *Edom, el pueblo descendiente de *Esaú. En
el pasado esta nación había perseguido a Israel, pero en el futuro Israel sería
libertado; el reino de Dios triunfaría.
La primera parte
anuncia la destrucción de Edom, deteniéndose en las injurias que les
infligieron a los judíos. La segunda predice la restauración de los judíos y
las glorias posteriores de la Iglesia.
El tema
del libro es la destrucción de Edom (Abdías 1:1). El libro no está fechado. Abdías
1:1-9 pronuncia juicio sobre Edom (cf. Jeremías 49:22). Es probable
que ya sea Jeremías o Abdías, uno haya hecho uso de los escritos del otro, o
que ambos hayan empleado una fuente común de la que ya no disponemos.
En
Abdías 1:10-14, Edom es acusada de tomar partido con los enemigos de Israel en
el tiempo en que Jerusalén y Judá estaban en grande aflicción. En los vv. 12-14
el profeta exhorta a Edom a terminar su maligna alianza con los enemigos de
Jerusalén. En los vv. 15 y 16, se anuncia el día de Jehovah, es decir un tiempo
de juicio espantoso, como cercano en el tiempo para todas las naciones, y se
predice la aniquilación de aquellos pueblos que hacen la guerra contra Jehovah:
quedarán como si nunca hubiesen existido. Israel extenderá en gran medida sus
fronteras (vv. 19-21). El principal mensaje de Abdías a las generaciones
actuales parece ser la advertencia, no solamente del peligro de luchar contra
Dios, sino también del riesgo de combatir contra su pueblo.
Año: 586 a.C.; lugar: Jerusalén;
suceso: la destrucción de Jerusalén por los ejércitos de Babilonia.
Vemos a los soldados iracundos
destruir las murallas, masacrar a la gente e incendiar la ciudad. Pero notamos
algo más. Vemos al otro lado a un grupo de vecinos, los edomitas, que animan a
los babilonios a arruinar la ciudad. «¡Destrúyanla! ¡Destrúyanla!», gritan.
«¡Estrellen sus niñitos contra las rocas y exterminen a los judíos!» (Sal
137.7–9). ¿Quiénes son esos que deseaban que cosas tan terribles les ocurrieran
a sus vecinos? Son hermanos de los judíos. Los edomitas eran descendientes de
Esaú, el hermano mayor de Jacob (Gn 25.21–26). Esaú era por fuera un hombre
mucho mejor que el tramposo Jacob, sin embargo, Dios rechazó a Esaú y escogió a
Jacob. Esaú se mudó a las montañas del sur y estableció el reino edomita
(Idumea), pero continuaron como enemigos.
Este pequeño libro de Abdías (el
más corto del AT) trata de estos dos hermanos, Jacob y Esaú: Edom e Israel. El
profeta presenta un mensaje doble:
AUTOR
Y FECHA
No se sabe con certeza la
fecha de esta profecía. Se ha sugerido que se escribió durante el reinado de
Joram (848–841 a.C.), cuando los filisteos y los árabes saquearon a Jerusalén
(2 Cr 21.16, 17; Jl. 3.3–6; Am 1.6).
En aquel tiempo los idumeos
eran enemigos acérrimos de Judá (2 R 8.20–22; 2 Cr 21.8–10; cf. Éx. 15.15; Nm.
20.14; Sal 83.6; Is 63.1–6; Jl. 3.19), lo que bien pudo deberse, como dicen los
vv. 10–14, a la rivalidad de Esaú y Jacob.
NOMBRE QUE LE DA A JESÚS: Abdías. 1: 8, 15. Destructor De Los Orgullosos.
I. LA VENGANZA DE DIOS
SOBRE ESAÚ (VV. 1–16)
En Jeremías 49.7–22, el profeta
anunció la caída de Edom; es más, hay aquí en Abdías algunas citas de esta
profecía. Este es el «rumor» o «pregón» que Abdías oyó: Dios vengaría a Israel
y destruiría a Edom. ¿Por qué? Por sus pecados. ¿Cuáles fueron estos pecados?
A. ORGULLO (VV. 3–4).
Edom era una nación pequeña, pero
se jactaba de grandes logros. En realidad, Edom estaba labrada en las rocas; el
pueblo literalmente «puso su nido» en ellas (v. 4). La principal ciudad de
Edom, Petra, estaba labrada en las laderas de las montañas y la fortaleza
parecía inexpugnable. Compárese Isaías 14.12–15.
B. ALIANZA (V. 7).
En lugar de compartir la carga de
sus hermanos en Israel, los edomitas se aliaron con las naciones circunvecinas
para oprimir a Jerusalén.
C.
Violencia (v. 10).
Los edomitas ayudaron a destruir a
Jerusalén. ¿Cómo? Al no hacer algo para impedirlo y al animar a los que
realmente hicieron el daño. Se pusieron «delante» (v. 11) y rehusaron ponerse
al lado de los judíos. Esto nos recuerda al sacerdote y al levita en la
parábola de Cristo del buen samaritano (Lc 10.31–33). Tal vez no levantemos la
mano para dañar a otro, pero al observar sin hacer algo, participamos del
crimen.
D. REGOCIJO (V. 12).
Edom debía llorar por la calamidad
de su hermano, pero en su lugar se regocijaba y mofaba. Véanse Proverbios
24.17–18.
E. SAQUEO (V. 13).
Se aprovecharon de la suerte de
los judíos y robaron la riqueza de la ciudad. Dios vio este saqueo a pesar de
que los ladrones escaparon.
F. FRENAN EL ESCAPE DE LOS JUDÍOS (V. 14).
Algunos judíos trataron de escapar
y proteger sus familias, pero los edomitas bloquearon el camino. Incluso
ayudaron a capturar a los que huyeron y los entregaron a los babilonios.
G. EMBRIAGUEZ DE CELEBRACIÓN (V. 16).
Los edomitas echaron mano a su
provisión de vino e hicieron gran celebración. Al final su enemigo fue
derrotado. Pero nótese el versículo 15: Dios los trataría de la misma manera
que trataron ellos a los judíos. Véanse también el Salmo 137.8–9. Traicionaron
a los judíos; por lo tanto, sus propios aliados los traicionarían (v. 7).
Saquearon y robaron, y del mismo modo les robaron a su nación (vv. 5–6). Edom fue
violento, así que sería exterminado por completo (vv. 9–10). Edom quería la
destrucción de los judíos, por eso Babilonia destruiría a Edom (vv. 10, 18).
Edom segaría lo que sembró. Véanse también Isaías 34.5–15; Ezequiel 25.12–14;
35.1–15; Amós 1.11–12.
II. LA VICTORIA DE DIOS
PARA JACOB (VV. 17–21)
Esa pequeña palabra «mas» en el
versículo 17 marca el punto decisivo. Dios promete liberación y purificación al
monte de Sion. Sí, Israel pecó y por sus pecados destruyeron el templo, pero
Dios limpiaría y restauraría a «la casa de Jacob» y no a la casa de Esaú (los
edomitas). Nótese en el versículo 18 que hay tanto reunión como restauración,
porque la casa de José (las tribus del sur) y la casa de Jacob serán como fuego
contra Edom. El día vendrá cuando los judíos «recuperarán sus posesiones»: su tierra,
su templo, su ciudad y su reino. La palabra clave en los versículos 17–20 es
«poseer».
Sin duda Israel posee la tierra
debido a la promesa de Dios a Abraham. La nación posee su ciudad también.
Pero no las posee por completo,
porque durante siglos las naciones gentiles la han pisoteado. Hay un día
venidero, sin embargo, cuando Jesucristo le dará de nuevo a Israel sus
posesiones para que las disfruten y usen para la gloria de Dios.
«Y el reino será de Jehová». ¡Qué
maravillosa manera de concluir este breve libro! Hoy el Rey ha sido rechazado y
el trono de David está vacío en Jerusalén. Los judíos están en la condición
triste que describe Oseas 3.4–5: sin rey, sin sacerdote, sin sacrificio ni
sacerdocio. Pero cuando Cristo vuelva, la nación mirará al que traspasaron,
serán limpiados y perdonados, y el Reino se establecerá. Daniel vio a Cristo,
la Piedra, descender y aplastar a todos los reinos del mundo (Dn 2.44–45). No
importa lo que ocurra en los asuntos de Israel mientras las naciones gentiles
tratan de controlarla o capturarla, puede estar seguro de que Dios cuidará a su
pueblo y un día les dará el Reino prometido.
Pero debemos mirar más
profundamente en este libro si queremos obtener todo el mensaje espiritual,
porque «Esaú» y «Jacob» representan más que dos hermanos o dos naciones.
Representan dos fuerzas opuestas: la carne y el Espíritu. Esaú era un hombre
atrayente, activo, saludable, extrovertido, atlético; Jacob era un hombre de
casa, lleno de engaño y planes egoístas. Si usted tendría que escoger a uno de
estos muchachos, sin duda habría seleccionado a Esaú; pero Dios escogió a
Jacob.
A través de toda la Biblia se
conoce a Dios como «el Dios de Jacob». Esta es la gracia de Dios. La salvación
no es por mérito; es por gracia y únicamente por gracia. Dios usó a Jacob para
ser el padre de las tribus de Israel. Dios le dio sus pactos y promesas a
Jacob, no a Esaú.
De modo que Jacob representa al
hijo de Dios, escogido por la gracia de Dios, a menudo pecando y fracasando,
pero a la larga obteniendo su herencia. Representa la lucha entre la carne y el
Espíritu (Gl 5.16–26). Esaú ilustra la carne: atractiva, poderosa, arrogante,
conquistadora, rebelde y siempre pareciendo estar del lado de la victoria. Sin
embargo, Dios ha pronunciado juicio contra la carne y un día ese juicio caerá.
Edom era arrogante y rebelde; Edom se rió cuando Jerusalén cayó. Cinco años más
tarde, no obstante, Edom también cayó ante Babilonia, ¿y dónde está Edom hoy?
Este mundo se jacta en la carne, en lo que esta ha conseguido, cuán fuerte es
la carne; pero un día toda carne caerá ante la victoria de Cristo. Léase
Apocalipsis 19.11–21 y nótense en especial los versículos 17–18, donde se menciona
continuamente a «la carne».
El conflicto entre Esaú y Jacob,
la carne y el Espíritu, corre a través de toda la Biblia. Los Herodes del NT
eran edomitas. Uno de ellos mató a los niños judíos en su intento de destruir a
Cristo (Mt 2.16–18). Otro Herodes asesinó a Juan el Bautista; otro mató a
Santiago, el hermano de Juan (Hch 12). El conflicto actual entre israelíes y
árabes no es sino una continuación de esta misma batalla que empezó en Génesis
25.21–26. La carne vs. el Espíritu, orgullo vs. sumisión, el camino del hombre
vs. el camino de Dios: el conflicto continuará hasta que Cristo vuelva y
establezca su Reino.
Hay una ley de retribución escrita
en la historia: las naciones reciben en retribución lo que les han dado a otros
(v. 15). Véanse Jeremías 50.29. Las naciones gentiles en particular se llamarán
a rendir cuentas por la manera en que han tratado a los judíos. Quizás falten
años, pero el juicio caerá sobre todos los que se han negado a hacer la
voluntad de Dios.