CANTAR DE LOS CANTARES

BOSQUEJO SUGERIDO DE CANTAR DE LOS CANTARES

I. El rey corteja a su novia (1.1–3.5)
A. El compañerismo en la sala del banquete (1.2–2.7)
B. La visita en la primavera (2.8–17)
C. La búsqueda nocturna (3.1–5)
II. El rey reclama a su novia (3.6–5.1)
A. La majestuosa procesión nupcial (3.6–11)
B. La belleza de la novia (4.1–5.1)
III. El rey y la comunión con su esposa (5.2–8.14)
A. La separación del esposo (5.2–9)
B. Su admiración por su esposo (5.10–16)
C. Su encuentro en el jardín (6.1–13)
D. Su admiración por su esposa (7.1–9)
E. Su comunión satisfactoria (7.10–8.14)
Nota: Este es un bosquejo «genérico» que se puede aplicar a cualquiera de las interpretaciones sugeridas. Algunos intérpretes ven tres personajes principales: Salomón, un pastor enamorado y su amada. Sin embargo, es posible ver sólo a Salomón y a su amada presentados en el libro.
CANTAR DE LOS CANTARES (heb. shir ha-shirim). Este es único entre los libros bíblicos, porque se centra en los goces y aflicciones de la relación amorosa entre un hombre y una mujer. El nombre heb. es tomado de 1:1 (El cantar de los cantares, el cual es de Salomón). Existe una considerable amplitud de opiniones en relación con la paternidad literaria y fecha del libro. El libro atribuye su autoría a Salomón y tiene afinidades con otros escritos atribuidos a él. La familiaridad del autor con las plantas y animales es sugestivo de ser de Salomón (1 Reyes 4:33).
Aunque el libro es difícil de analizar, las divisiones de Delitzsch son muchas veces seguidas:
(1) La admiración mutua de los amantes (1:2—2:7);
(2) el crecimiento en amor (2:8—3:5);
(3) el matrimonio (3:6—5:1);
(4) el anhelo de la esposa por su esposo ausente (5:2—6:9);
(5) la belleza de la novia Sulamita (6:10—8:4);
(6) la maravilla del amor (8:5-14).
Existe una gran diversidad y muchas, sobre posiciones entre las interpretaciones del Cantar de los Cantares. Varios de los pareceres son:
(1) El alegórico,
(2) el clásico,
(3) el literal,
(4) el dramático,
(5) el erótico-literario,
(6) el litúrgico y
(7) el didáctico-moral.
El título «Cantar de los cantares» (como el «Lugar Santísimo») quiere decir «el mejor de todos los cantos». Puesto que Salomón compuso más de 1.000 cantos (1 R 4.32), este debe clasificarse como el mejor de todos. Es un libro lleno de símbolos e imágenes, un libro que requiere madurez y discernimiento espiritual para apreciarlo y disfrutarlo. Sin duda, cualquier estudiante que abuse del lenguaje y del mensaje de este inapreciable libro revela carnalidad en su vida. No podemos examinar este libro en detalle, pero queremos tratar de comprender su mensaje desde un método cuádruple.
Es una poesía acerca de la hermosura del *amor entre un hombre y una mujer. El propósito de Dios es que tal amor sea una parte normal del *matrimonio en su buena creación.
Este libro es una alegoría divina que representa el amor entre Cristo y la Iglesia de los creyentes verdaderos, con figuras tomadas de la relación y afecto que existe entre un marido y su mujer; un emblema a menudo empleado en la Escritura para describir la relación más íntima, más firme y segura: Véase Salmo 45; Isaías 54, 5, 6.; 57, 5; Jeremías 2: 2; 3: 1; también en Ezequiel, Oseas y de nuestro mismo Señor, Mateo 9: 15; 25: 1: Véase también Apocalipsis 21: 2, 9; Efesios v, 27.
No hay carácter en la Iglesia de Cristo y ninguna situación en que el creyente sea puesto, que no se pueda buscar en este libro, como hallarán los escudriñadores humildes, al compararlo con otros pasajes, con la ayuda de Dios Espíritu Santo, y en respuesta a sus súplicas. Sin embargo, gran parte del lenguaje ha sido malentendido por los expositores y los traductores.
La diferencia entre los usos y costumbres de Europa y Oriente, debe tenerse especialmente en consideración. La poca familiaridad con las costumbres orientales de la gran mayoría de nuestros primeros expositores y traductores ha impedido, en muchos casos, la traducción correcta.
Además, los cambios ocurridos en nuestro propio idioma los últimos dos o tres siglos, afectan la manera en que se entienden algunas expresiones y no deben juzgarse por las nociones modernas. Pero el bosquejo en general, correctamente interpretado, concuerda plenamente con los afectos y experiencias del cristiano sincero.
AUTOR Y FECHA
Cantares es «de» Salomón según el título (1.1), y el nombre de este rey también aparece en 1.5; 3.7, 9, 11; 8.11, 12; 1 R 4.32. Pero la palabra hebrea traducida «de» también puede significar «para», «a», «en cuanto a», «según la tradición de», «dedicado a», etc. Pocas autoridades modernas sostienen que Salomón sea el autor. La mayoría fecha el libro después del cautiverio, o sea, en el siglo V o IV a.C.
Recientemente se ha sugerido una redacción ulterior de material salomónico ca. 600 a.C. Es difícil reconciliar la unidad de estilo que el mismo libro manifiesta con las diversas fechas que podría sugerir un examen lingüístico. Sin embargo, como ni el tema ni el mensaje se relacionan con ninguna época determinada, la interpretación del libro no exige una ubicación cronológica precisa.
NOMBRE QUE LE DA A JESÚS. Cant. 5: 10, 16. Señalado Entre Diez Mil, Y El Todo Codiciable.
I. EL SIGNIFICADO LITERAL
Aquí tenemos una preciosa historia de amor. Involucra tres personajes: una hermosa joven, obligada por su familia a trabajar (1.5–6; 2.15); su amado, indudablemente un joven vecino que se ha ganado su corazón y que también es pastor (1.7); y el rey Salomón, a quien se conoce porque le atraen las mujeres hermosas (1 R 11.3). Mientras se halla en uno de sus viajes para examinar sus tierras, Salomón conoce a la hermosa joven y la lleva a su palacio. Allí la joven sólo piensa en su amado que está en su pueblo (1.1–2.7). Les dice a las mujeres del harem («hijas de Jerusalén» en 2.7; 3.5; 8.4) que no traten de persuadirla a olvidarse de su verdadero amor. En 2.8–3.5 ella recuerda a su amado e incluso hasta sueña con él. Salomón la visita (3.6–4.16) para tratar de ganar su cariño, su amado la ve en un sueño (5.1–6.3). De nuevo, el rey trata de conquistarla (6.4–7.9) pero la joven rehúsa (7.10–8.3).
A ella no le impresiona la riqueza del rey, ni sus especias, tierras ni lisonjas. Por último, el verdadero amor gana y la joven es puesta en libertad. Vuela hacia su amado (8.4–14) y se restaura de nuevo a su familia.
Por supuesto, esta interpretación no pone a Salomón en una luz muy favorable. Pero él no fue fiel en cuanto a los asuntos maritales y sin duda no es erróneo verle como un tipo del mundo, que trata de seducir al creyente y alejarlo de su verdadero amor. Esto se verá con más claridad a medida que examinamos las diferentes interpretaciones y aplicaciones de la historia.
El Cantar de los cantares magnifica y santifica el amor matrimonial. Dios hizo al varón y a la hembra, y fue Él quien «inventó» el sexo. El amor del hombre y su esposa debe ser una experiencia hermosa, según se describe en este libro, pero el pecado puede destruir este hermoso don. En el libro de Proverbios, Salomón advierte en contra de los pecados sexuales; en el Cantar de los cantares, exalta la belleza y el gozo del amor matrimonial.
II. EL SIGNIFICADO HISTÓRICO
Desde los primeros días los judíos vieron en esta historia un cuadro de la relación entre Jehová e Israel. Israel se «casó» con el Señor en el monte Sinaí, cuando la nación aceptó la ley. Isaías 54 describe esta relación matrimonial; véanse también Jeremías 3 y el libro de Oseas. Es triste, pero Israel no fue fiel a su Esposo Divino y «actuó como ramera» con las naciones idólatras del mundo. Le dio la espalda a su Amado. Sin embargo, llegará el día cuando, como la joven en el Cantar de los cantares, Israel regresará a su hogar y se le restaurará a su Amado.
III. El significado típico
La relación matrimonial también se usa para describir la relación entre Cristo y la Iglesia. Véanse Efesios 5.23–33. Esto se aplica no sólo a toda la Iglesia (los creyentes de esta era de la Iglesia), sino también a la iglesia local (2 Co 11.2). Pablo veía a cada iglesia local como «casada con Cristo» y en peligro de que Satanás y el mundo la sedujera al pecado. Así como los esposos son «uno» y se pertenecen el uno al otro, Cristo y su Iglesia son uno. Somos «huesos de sus huesos, carne de su carne». Él está en nosotros, nosotros estamos en Él. Él nos amó (tiempo pasado) y mostró ese amor muriendo por nosotros en la cruz. Nos ama (tiempo presente) y demuestra este amor cuidando de nosotros, nutriéndonos mediante la Palabra y procurando embellecernos espiritualmente tanto como sea posible. En el futuro continuará amándonos y participaremos de su gloria en la eternidad. Las «bodas del Cordero» se avecinan (Ap 19.7–9). Cristo volverá en gloria y llevará a su Esposa al cielo.
IV. EL SIGNIFICADO PRÁCTICO
Este libro presenta un cuadro vívido del amor fiel y la comunión que se profundiza cada vez más. Los términos íntimos que se usan sólo ilustran el maravilloso amor entre Cristo y el cristiano. Notemos cómo el amor y el matrimonio ilustran la vida cristiana:
A. SALVACIÓN.
Estamos «casados con Cristo» (Ro 7.4). El matrimonio involucra a toda la persona: mente, corazón, voluntad, cuerpo. Un muchacho se encuentra con una muchacha y llega a conocerla con su mente. Tal vez esa amistad se profundice y capture su corazón. Pero aún no está casado con ella. No es sino hasta que él dice: «Sí, la acepto», que está casado. Muchos saben algo acerca de Cristo y hasta tienen sensaciones emocionantes, pero nunca han dicho: «Sí, acepto», ni confiado en el Señor.
B. DEDICACIÓN.
Cuando un hombre y una mujer se casan, todo lo que son y todo lo que tienen les pertenece mutuamente. Sus cuerpos no son suyos (1 Co 7.1–5); viven para complacer al otro. Así es con la vida cristiana: nuestros cuerpos le pertenecen a Cristo (Véanse Ro 12.1–2) y vivimos para agradarle a Él, no al mundo. Satanás y el mundo (como Salomón en nuestra historia) tal vez traten de tentarnos para alejarnos de nuestra devoción a Cristo (Stg 4.4), pero debemos perseverar siendo leales a Él. Cuando un hombre y una mujer se aman, ningún sacrificio es demasiado grande, ni ninguna carga demasiado pesada. Véanse en 2 Corintios 11.2 la advertencia de Pablo en cuanto al «adulterio espiritual».
C. COMUNIÓN.
Esta es tal vez la más grande lección del Cantar de los cantares: la profunda comunión que debe existir entre los que se aman. Sin importar a dónde Salomón llevó a la joven, el corazón de ella siempre estaba con su amado. Hablaba de él, soñaba con él y cuando quedó libre, corrió a él. ¿Tenemos esta clase de amor por Cristo? ¿Vemos su belleza? (Sal 45). ¿Nos damos cuenta de cuánto nos ama y anhela nuestra comunión?
En Cantares 5 tenemos un interesante cuadro de la comunión del creyente con el Señor. La joven duerme, pero la voz de su amado se oye fuera de la puerta. Quiere darle su amor, pero ella es demasiado perezosa para abrir. «Tengo que ponerme mi abrigo; tengo que lavarme los pies». Es como si dijera: «Por favor, no me molestes. Estoy demasiado cómoda». Luego ella ve su mano (v. 4) y se da cuenta de su pecado. Recuerde: Sus manos están horadadas. Ella entonces se levanta, pero, tristemente, su amado se ha ido. Dejó cierto perfume en la puerta, pero, ¿de qué sirve la bendición sin el que bendice? Al tratar de hallar a su amado la joven se mete en problemas y disciplina.
Cuán a menudo el Señor quiere tener comunión con nosotros durante el día, pero estamos demasiado atareados. Como Marta (Lc 10.38–42), estamos «afanados con muchas cosas». Cuánto más felices serían nuestras vidas si tan solo mantuviéramos nuestros corazones abiertos a los impulsos de su amor. Así como el esposo y la esposa que se aman piensan el uno en el otro cuando están separados durante el día, el cristiano fiel debe pensar en su Salvador y tener comunión con Él. En 1.1–7 la joven no ve belleza en sí misma, pero en 1.14–17 su amado describe con tiernas palabras la hermosura de ella. En 2.1 ella se ve como la rosa común, el lirio ordinario, pero su amado la ve como un hermoso manzano, como un lirio en medio de espina (2.2–3). (A pesar de que lo cantamos en un himno bien conocido, es la mujer la que habla en 2.1 y no el Señor.)
D. GLORIA.

El matrimonio aún no se ha efectuado. Estamos desposados con nuestro Señor y el Espíritu Santo es el «anillo divino de compromiso» (Ef 1.13–14). Todavía no le hemos visto, aunque le amamos (1 P 1.8). Pero un día la voz del Novio se oirá y Jesús volverá por su Iglesia. Entonces la maravillosa cena de bodas se celebrará (Ap 19.1–9) y estaremos para siempre con el Señor. No debe sorprendernos que al concluir Cantar de los cantares la joven dice: «Apresúrate, amado mío». Nosotros tan solo podemos añadir: «Sí, ven pronto, Señor Jesús».