Fue escrita a la
iglesia de Colosas para corregir dos tipos de enseñanzas falsas:
(1) un énfasis judío en la ley ceremonial y
sus días de fiesta, y
(2) una filosofía que incluía el presumir que
tenían conocimiento secreto y la adoración a los ángeles.
En contraste a lo vacío de la
filosofía humana, Pablo enfatizó la suficiencia absoluta de Cristo: únicamente
Jesús merece nuestra adoración y obediencia.
Esta epístola fue
enviada por ciertas dificultades que surgieron entre los colosenses, debido a
falsos maestros, a causa de lo cual recurrieron al apóstol. El alcance de la
epístola es demostrar que toda la esperanza de redención del hombre se funda
solo en Cristo, en el cual están toda la plenitud, las perfecciones y toda la
suficiencia. Se advierte a los colosenses contra las artimañas de los maestros
judaizantes y contra las nociones de sabiduría carnal e invenciones y
tradiciones humanas, que no armonizan con la confianza total en Cristo.
El apóstol usa los
dos primeros capítulos para decirles qué deben creer y en los dos últimos qué
deben hacer: la doctrina de la fe y los preceptos de la vida para salvación.
BOSQUEJO SUGERIDO DE
COLOSENSES
I. Doctrina:
Declaración de la preeminencia de Cristo (1)
A. En el
mensaje del evangelio (1.1–12)
B. En la cruz (1.13,
14)
C. En la
creación (1.15–17)
D. En la
Iglesia (1.18–23)
F. En el
ministerio de Pablo (1.24–29)
II. Peligro:
Defensa de la preeminencia de Cristo (2)
A. Cuidarse de
las filosofías huecas (2.1–10)
B. Cuidarse del
legalismo religioso (2.11–17)
C. Cuidarse de
la disciplina y el ascetismo que el hombre inventa (2.18–23)
III. Deber:
Mostrar la preeminencia de Cristo (3–4)
A. En la pureza
personal (3.1–11)
B. En el
compañerismo cristiano (3.12–17)
C. En el hogar
(3.18–21)
D. En el
trabajo diario (3.22–4.1)
E. En el
testimonio cristiano (4.2–6)
F. En el
servicio cristiano (4.7–18)
Colosenses hace hincapié en
Cristo, la cabeza del cuerpo, en tanto que Efesios lo hace en la Iglesia como
el cuerpo de Cristo. Estas dos cartas se complementan mutuamente; a decir
verdad, se puede encontrar muchos paralelos entre ellas. Al enfatizar en Cristo
como la Cabeza de la Iglesia, Pablo muestra que nuestro Señor es todo
suficiente para nuestras necesidades.
NOTAS
PRELIMINARES A COLOSENSES
I. LA CIUDAD
Colosas era una de tres ciudades
(Hierápolis y Laodicea eran las otras dos) localizadas a unos doscientos
kilómetros al sureste de Éfeso. Esta era un área rica tanto en riqueza mineral
como en comercio, con una numerosa población judía y gentil. Estas tres
ciudades estaban casi a la vista la una de la otra.
II. LA
IGLESIA
Pablo nunca visitó Colosas (Véanse
2.1). Durante sus tres años de ministerio en Éfeso «toda Asia» oyó el evangelio
(Hch 19.10, 26). Uno de los convertidos por Pablo en Éfeso fue un hombre
llamado Epafras, cuya residencia estaba en Colosas. Epafras llevó el mensaje
del evangelio a su regreso a su hogar y mediante su ministerio fundó la iglesia
(1.4–7; 4.12, 13). Este grupo tal vez se reunía en la casa de Filemón, el cual
vivía en Colosas (Col 4.9; Flm).
III. LA
CRISIS
Pablo estaba ahora preso en Roma.
Epafras fue a visitarle e informarle que una nueva enseñanza estaba invadiendo
la iglesia y causando problemas. Esta herejía hoy se le conoce generalmente
como el «gnosticismo», que procede de la palabra griega gnosis, la cual
significa «conocer». Los gnósticos insistían en «el saber», o sea, profesaban
tener un conocimiento superior de las cosas espirituales. Su doctrina era una
extraña mezcla de verdad cristiana, legalismo judío, filosofía griega y
misticismo oriental.
Por un lado, estos herejes
enseñaban que toda la materia es mala, incluyendo el cuerpo; y por consiguiente
Dios no podía entrar en contacto con la materia. ¿Cómo, entonces, fue creado el
mundo?
Por una serie de «emanaciones» de
Dios, aducían. Y, puesto que Cristo tuvo un cuerpo humano, fue sólo una de
estas «emanaciones» y no verdaderamente el Hijo de Dios. Los gnósticos
proponían una compleja serie de «emanaciones» (incluyendo a los ángeles) entre
el hombre y Dios, y de este modo negaban la preeminencia de Cristo.
Pretendían que su sistema le daba
al creyente un «conocimiento pleno» especial, que otros no poseían. A los
gnósticos les encantaba usar la palabra «plenitud» y por eso se encuentra que
Pablo la usa muchas veces en esta carta. Su doctrina exigía prácticas
legalistas (2.16) y estricta disciplina de la carne (ascetismo, 2.18–23). «¡No
toques, no gustes, no manejes!» Era parte de sus reglas. Enseñaban que ciertos
días eran santos y que ciertos alimentos eran pecaminosos. El sistema gnóstico
tenía una apariencia de espiritualidad, pero sin valor espiritual (Véanse Col
2.21–23).
IV. LA
CORRESPONDENCIA
Tal parece que Pablo envió de
regreso a Colosas a Onésimo y a Epafras, junto a Tíquico, con las cartas a los
cristianos colosenses, a los efesios (Ef 6.21, 22) y a su amigo Filemón.
Algunos eruditos piensan que la carta a los cristianos de Laodicea (Col 4.16)
es la que nosotros conocemos como Efesios.
Colosenses hace hincapié en la
preeminencia de Cristo. Al leerla, note cómo se repiten las palabras «todo»,
«plenitud» y «lleno» (véanse 1.9–11, 16–20, 28; 2.2, 3, 9, 10, 13, 19; 3.8, 11,
14, 16, 17, 20, 22; 4.9, 12). El tema de Pablo es «Cristo es todo y en todos»
(3.11) y que estamos «completos en Él» (2.10). Puesto que los creyentes están
completos en Cristo, ¡Él es todo lo que necesitan! El legalismo, las filosofías
de cosecha humana, dietas estrictas, observación obligatoria de días santos,
disciplina de la carne, todo esto debe desaparecer cuando se le da a Cristo su
lugar de preeminencia. Colosenses es un ruego por la madurez espiritual (nótese
la oración en 1.9–12). Las prácticas religiosas hechas en la carne pueden
aparentar espiritualidad, pero no tienen ningún valor para la vida interna de
la persona.
Qué fácil es incluso para los
cristianos evangélicos sustituir reglas de cosecha humana por la verdadera espiritualidad.
AUTOR
Y FECHA
Una carta escrita por el
apóstol Pablo cuando era prisionero (Colosenses 4:3, 10, 18), cerca del año 62
d. de J.C., probablemente durante su primera prisión en Roma (Hechos 28:30,
31), aunque también se han sugerido Cesarea (Hechos 23:35; 24:27) y Éfeso.
La evidencia externa e interna
de su autenticidad es todo lo que puede desearse. La iglesia en Colosas muy
probablemente fue fundada mientras que Pablo permanecía en Éfeso durante tres
años en su tercer viaje misionero. En Colosenses 2:1 se implica que Pablo mismo
nunca había predicado en Colosas. Epafras, un nativo de Colosas (Colosenses
4:12), probablemente fue convertido durante el ministerio de Pablo en Éfeso y
luego enviado por el Apóstol a predicar en su ciudad natal (Colosenses 1:7). El
informe perturbador de Epafras sobre la condición de la iglesia guió a Pablo a
escribir esta carta.
En los pocos años desde que
Pablo había estado en la provincia de Asia, un error insidioso se había
deslizado dentro de la iglesia en Colosas. La enseñanza atacada por Pablo
(Colosenses 2:8, 16-23) era, por lo menos en parte, judaizante, como se ve en
varios pasajes: su referencia a la circuncisión (Colosenses 2:11; 3:11), las
ordenanzas (Colosenses 2:14), las carnes y bebidas, días de fiesta, lunas
nuevas y sábados (Colosenses 2:16).
También contenía un fuerte
elemento ascético. Se daban reglas especiales de auto-negación (Colosenses
2:16, 20, 21) que tenían como propósito la mortificación del cuerpo (Colosenses
2:23). Se practicaba cierto tipo de adoración de ángeles, la cual continuó
durante varios siglos. Esto sabemos del hecho de que en el siglo IV d. de J.C.
el Concilio de Laodicea lo condenó en uno de sus cánones y en el quinto siglo
Teodoreto dijo que el arcángel Miguel era adorado en el área. Esta herejía
pretendía ser una filosofía y le daba mucha importancia a la sabiduría y al
conocimiento (Colosenses 2:8).
NOMBRE COMO PRESENTA A JESÚS: Col: 1: 19; 2:
9. Plenitud De La Deidad.
1
Mucha gente en el día de hoy, como
los falsos maestros en Colosas, le dan a Jesucristo un lugar de eminencia, pero
no le dan su lugar correcto de preeminencia. Él no es «un gran hombre entre los
grandes»; es el Hijo de Dios, ¡Él tiene la preeminencia en todas las cosas! En
este primer capítulo el apóstol declara la preeminencia de Cristo en varias
áreas de la vida.
I. PREEMINENCIA EN EL MENSAJE DEL EVANGELIO
(1.1–12)
Los falsos maestros tenían un
mensaje, pero su mensaje no tenía ningún poder. Enseñaban acerca de los
ángeles, «emanaciones» de Dios, reglas legalistas y disciplina corporal, pero
su mensaje no tenían ningún poder para transformar vidas. En estos versículos
Pablo repasa el efecto que el evangelio de Cristo tuvo en los colosenses. Él no
había visitado personalmente a esta iglesia, pero había oído de Epafras las
buenas nuevas de su salvación (vv. 4, 7).
A. CÓMO SE SALVARON.
Al parecer, Epafras oyó el
evangelio de Cristo por boca de Pablo en Éfeso y llevó consigo este mensaje que
cambia la vida al regresar a Colosas (v. 7). El testimonio debe empezar en casa
(Mc 5.19).
Epafras les dio «la palabra
verdadera del evangelio» (v. 5), en contraste con las mentiras de los falsos maestros.
La fe viene por el oír; estas personas oyeron el evangelio, creyeron y se
salvaron.
B. LAS EVIDENCIAS DE SU SALVACIÓN.
Estos creyentes demostraron fe,
esperanza y amor (vv. 4–5, 8). Solamente Jesucristo puede dar fe, cambiar un
corazón egoísta en uno de amor y dar una bendita esperanza para el futuro. La
Palabra dio fruto en sus vidas (v. 6); fruto es la evidencia de la verdadera
salvación (Mt 13.23).
C. PABLO ORA POR EL CRECIMIENTO (VV. 9–12).
Puesto que la salvación es una
experiencia personal con Jesucristo y no la sencilla aceptación de un conjunto
de doctrinas, un creyente puede experimentar crecimiento y desarrollo diario.
Los herejes enseñaban una «plenitud» mística que sus seguidores al parecer
podrían obtener; pero aquí Pablo afirma que cada creyente en Cristo puede ser
lleno. Hemos sido hechos «completos en Él» (2.9, 10); ahora ora para que puedan
disfrutar esta plenitud en sus vidas diarias.
Note las peticiones que hace:
(1) que puedan
conocer la voluntad de Dios ;
(2) que anden de
tal manera que agrade a Dios;
(3) que se esfuercen
por llevar fruto;
(4) que
comprendan mejor la Palabra; y:
(5) que conozcan
el glorioso poder de Dios.
Estas son cosas que los herejes
les prometían falsamente a sus seguidores, pero estas bendiciones pueden
hallarse sólo en Cristo. ¡Él es preeminente!
II. PREEMINENCIA EN LA CRUZ (1.13, 14)
Es su cruz la que hace que
Jesucristo sobresalga, de los hombros arriba, más que cualquier otra persona en
la historia. Los líderes religiosos han muerto, pero únicamente Cristo, el Hijo
de Dios, murió en la cruz por los pecados del mundo. El cuadro que se presenta
en estos versículos es el de un gran general que libera de la esclavitud a una
nación y lleva al pueblo a una nueva tierra de bendición.
¿Qué ángel alguna vez murió para
redimir a los pecadores (ponerlos en libertad)? ¿Qué reglas religiosas alguna
vez dieron perdón? Es la cruz lo que coloca a Jesucristo por sobre todas las
cosas.
III. PREEMINENCIA EN LA CREACIÓN (1.15–17)
Los maestros gnósticos aducían que
Dios hizo los mundos mediante una serie de «emanaciones» de sí mismo y que
Cristo era una de esas emanaciones. Pablo afirma que Cristo no es ninguna
emanación de Dios, sino ¡Dios mismo! «Imagen» aquí significa «reproducción
exacta». Cristo no sólo es una de las criaturas de Dios, sino lo más alto (primogénito)
de toda la creación. ¡El término «primogénito» aquí no se refiere a tiempo
(como si Cristo fuera lo que Dios creó en primer lugar), sino a posición!
Todas las cosas fueron creadas por
Él (Véanse Jn 1) y para Él: Él mantiene unidas todas las cosas («subsisten»
significa «mantener unidas».)
IV. PREEMINENCIA EN LA IGLESIA (1.18–23)
La Iglesia es su cuerpo y Él es la
Cabeza. La Iglesia es la nueva creación y Él es «el principio», o sea, el que
da origen a la nueva creación. Su resurrección le da el título al trono de la
preeminencia, porque es el «primogénito» de entre los muertos, es decir, el
primero que resucitó de entre los muertos para nunca morir otra vez. Note la
repetición de la palabra «todo» en este capítulo, mostrando el reinado
universal de Jesucristo sobre todo lo que existe.
Los detalles del significado de
«el cuerpo» se dan en Efesios 2.11; este pasaje describe cómo Cristo hizo la
paz entre los judíos y gentiles, y reconcilió a ambos en un solo cuerpo, la
Iglesia. Pero su cruz no sólo reconcilió a judíos y gentiles; también hizo
posible la reconciliación de «todas las cosas», ¡el universo entero! Pablo
aplica esto a los creyentes personalmente (vv. 21–23), recordándoles que Cristo
ha cambiado por completo sus vidas y les ha reconciliado con Dios. Los falsos
maestros pueden pregonar enmarañadas doctrinas acerca de los ángeles y de las
«emanaciones», pero Cristo todavía tiene la preeminencia como la Cabeza de la
Iglesia. Él es «el primogénito» de la creación (v. 15) y de los muertos (v.
18), lo que indica su prioridad y soberanía.
V. PREEMINENCIA EN EL MINISTERIO DE PABLO (1.24–29)
¡Qué necio hubiera sido que Pablo
sufriera por un Cristo que era sólo una «emanación»! ¡Por qué arriesgarse a la
muerte para decirle a la gente que Jesús no es preeminente! Las primeras
palabras de Pablo cuando vio al Salvador glorificado fueron: «¿Quién eres,
Señor?» El señorío de Cristo, su preeminencia sobre todas las cosas, era el
latido de la vida y ministerio de Pablo. Él veía sus sufrimientos personales
como sufrimiento por amor a Cristo. En el versículo 24 Pablo no dice que habían
sufrido como Cristo sufrió, ni que sus sufrimientos eran parte del sufrimiento
de Cristo en la cruz. Más bien lo que expresa es que así como Cristo sufrió por
otros, también él sufría por otros, y su sufrimiento era por amor al cuerpo, la
Iglesia. La palabra que se usa para «sufrimiento» aquí no es la misma que se
usa para los sufrimientos de Cristo en la cruz. Habla más bien de sus sufrimientos
durante su ministerio terrenal, sufrimientos que el pueblo de Dios experimenta
al procurar vivir por Cristo en un mundo hostil.
Luego Pablo describe «el
misterio»: esa verdad acerca de Cristo y de la Iglesia que había estado escondida
en tiempos pasados, pero que ahora se revelaba (Véanse Ef 3).
En realidad, Pablo habla de un misterio
triple:
(1) el misterio
de la Iglesia, vv. 24–26;
(2) el de cómo
Cristo mora en el creyente (v. 27), y:
(3) el de la
Persona de Cristo, la plenitud de Dios, 2.2–3.
Pablo tenía un ministerio
equilibrado: predicaba, enseñaba y advertía; procuraba llevar la verdad a todos,
no solamente a unos pocos; y su meta era presentar a cada creyente maduro
(perfecto) en Cristo.
La perfección cristiana no es una
ausencia absoluta del pecado, sino madurez, crecer en Cristo en todas las cosas
(Ef 4.15). El tema total de Colosenses es: «¡Cristo es todo lo que necesitan!»
Somos hechos completos en Él, y esto es todo lo que se necesita. ¡Qué trágico
cuando los cristianos sustituyen reglas, disciplinas y rituales de cosecha
humana por la plenitud que tenemos en Cristo!
Pero Pablo no desempeña su
ministerio por su propio poder; Dios obraba en él y entonces trabajaba para
Dios. Véanse Filipenses 1.12, 13 y Efesios 3.20, 21.
2
En este capítulo Pablo llega al
corazón del problema y denuncia a los falsos maestros. Asevera claramente la
suficiencia de Cristo para toda necesidad. Da tres advertencias y estas son tan
necesarias hoy como lo fueron en su día.
I. CUÍDENSE DE LAS FILOSOFÍAS HUECAS (2.1–10)
La preocupación de Pablo era tan
grande que sostenía gran conflicto espiritual, luchando en oración contra
Satanás, el cual trataba de descarriar a estos creyentes. Pablo sabía cómo
vencer a Satanás: la oración y la Palabra de Dios (Ef 6.17, 18). Anhelaba ver a
estos santos unidos en Cristo, disfrutando de las riquezas de bendiciones en
Él. Los falsos maestros tenían sus filosofías fascinantes, pero en Cristo tenemos
«todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (v. 3). Cualquier filosofía
de cosecha humana que no tiene lugar para Cristo, no es digna de nuestra
consideración. Somos ricos en Él; ¿por qué rebajarnos a seguir doctrinas
inventadas por los hombres? Que vengan esos maestros religiosos con sus
«doctrinas escondidas»; nosotros tenemos toda la sabiduría escondida en Cristo
y estamos escondidos «con Cristo en Dios» (3.3).
Las filosofías humanas son
atractivas. Alardean de sabiduría e inteligencia y demasiado a menudo los
cristianos jóvenes se dejan «seducir» por estas «palabras persuasivas» (v. 4).
Qué trágico es cuando los jóvenes acuden a escuelas seculares y caen presa de
las filosofías de cosecha humana que niegan a Jesucristo y la Biblia. «Miren
que nadie los atrape» («os engañe», v. 8), advierte el apóstol. ¿Cómo ha de
vencer el creyente estas filosofías?
A. ANDEN EN CRISTO (V. 6).
Así como son salvos por la fe,
deben andar por la fe. Así como son salvos por la Palabra, deben andar de
acuerdo a la Palabra. Así como son salvos por medio de la obra del Espíritu,
deben andar en el Espíritu. La vida cristiana continúa como empezó, por la fe
en Dios.
B. CREZCAN EN CRISTO (V. 7).
Tengan raíces que se adentren bien
en las riquezas de la Palabra. Tengan cimientos que sean fuertes, colocados
sobre Jesucristo. ¡Cuán importante es que la Palabra de Dios nos enseñe! Los creyentes
caen presa de las filosofías religiosas a menos que estén arraigados en Cristo,
cimentados en la Palabra y edificados en la verdad bíblica.
C. HAGAN LA PRUEBA CON CRISTO (V. 8).
Prueben todo sistema que suene
altamente religioso preguntando: «¿Le da a Cristo el lugar de preeminencia?»
Casi todo sistema religioso actual le da a Cristo un lugar de eminencia, pero
sólo el verdadero cristianismo bíblico le da el lugar de preeminencia.
D. ACÓJANSE A SU PLENITUD (VV. 9–10).
Dense cuenta de que no hay
sustituto para Cristo y que en Él tenemos todo lo que necesitamos.
Cuando los creyentes se alejan
para vivir mundanamente, o caen presa de sistemas inventados por los hombres,
por lo general se debe a que sienten que les falta algo que Jesucristo no puede
suplir. «Vosotros estáis completos en Él» ¡Qué maravillosa posición tenemos en
Cristo!
II. CUÍDENSE DEL LEGALISMO RELIGIOSO (2.11–17)
Estos falsos maestros habían
mezclado el misticismo oriental con la filosofía griega y el legalismo judío, ¡vaya
mezcla! Pero a la carne le encanta ser religiosa, siempre y cuando esa religión
no tenga una cruz para crucificar a la carne. Los creyentes colosenses estaban
involucrados en el legalismo judío: rituales, dietas, días de guardar y otras
cosas por el estilo. «¡Ustedes están saliendo de la luz del sol y entrando en
las sombras!», exclama Pablo (v. 17). «¡Se están olvidando de la realidad (el
cuerpo de Cristo) por el símbolo!» Como el niño que admira la fotografía de su
padre mientras que ignora su presencia, así estos cristianos se habían vuelto
de la plenitud de Cristo al ABC («rudimentos», 2.8, 20) del mundo.
Todo lo que necesitamos lo ha
logrado Cristo en la cruz. La circuncisión mencionada en el versículo 11 no es
la física del niño (Lc 2.21), sino más bien la muerte de Jesús en la cruz. Así
como el agua del bautismo de Cristo fue un símbolo de su bautismo de
sufrimiento en la cruz (Lc 12.50), su circuncisión como niño prefiguraba su
acción de «echar fuera el cuerpo» cuando llevó nuestros pecados en el Calvario.
«Su circuncisión espiritual en Cristo es mucho más maravillosa que los ritos
físicos», afirma Pablo. «¿Por qué reemplazar a Cristo con Moisés? ¿Por qué
tener un corte físico en lugar de una operación espiritual en el corazón? La
circuncisión quita un fragmento de carne del cuerpo, pero nuestra
identificación con Cristo echa fuera toda la naturaleza carnal».
Todo esto es posible mediante
nuestra unión con Cristo, cuando el Espíritu nos bautizó en su cuerpo. Morimos
con Él y resucitamos con Él. Las leyes del antiguo pacto ahora son puestas a un
lado; Satanás ha sido derrotado completamente (v. 15); por consiguiente,
disfruten de la libertad que tienen.
III. CUÍDENSE DE LAS DISCIPLINAS INVENTADAS POR LOS
HOMBRES (2.18–23)
Cuánto le encanta a la carne el
legalismo: ayunos, regulaciones en cuanto a alimentos, disciplinas corporales.
Las celebraciones religiosas especiales con sus regulaciones hacen que la gente
«se sienta espiritual». «Que nadie asuma el papel de árbitro en su vida» («privar»,
v. 18). Cuidado con la humildad afectada, una falsificación que trata de imitar
humildad espiritual genuina. No es malo ejercer disciplina en el Espíritu de
Dios, para la gloria de Dios; pero cuando se la hace en la carne y para nuestra
alabanza, se convierte en pecado. Mientras que de todo corazón creemos que los
creyentes no deben abusar de su libertad y convertirse en piedras de tropiezo
(1 Co 8.9, 10), ni por un minuto creemos que el simple hecho de abandonar
ciertos hábitos o placeres automáticamente hace espiritual al creyente.
Nuestra relación con Cristo es una
unión viva: Él es la Cabeza, nosotros somos miembros del cuerpo. Un cuerpo
funciona mediante la nutrición, no por la legislación. ¿Quién puede decirle al estómago:
«¡empieza a digerir!, ¡deja de doler!»? ¡Qué necedad! Sin embargo, la gente
piensa que la vida del cristiano, tanto en lo personal como colectivamente en
la iglesia, puede ser espiritual mediante regulaciones y disciplinas carnales.
Creemos en normas («no améis el mundo»), pero rechazamos la idea de que la
obediencia externa a las normas necesariamente produce espiritualidad interna.
Estamos muertos a los elementos del mundo; estamos vivos en Cristo y Él es todo
lo que necesitamos. Obedecer regulaciones hechas por los hombres (vv. 21–23)
puede dar a algunas personas la impresión de espiritualidad, pero Pablo afirma
sin rodeos que estas prácticas no pueden controlar o vencer a la carne.
Sí, estas regulaciones nos
resultan atractivas y pueden parecer que nos ayudan a desarrollar piedad y espiritualidad
superior, pero son inútiles en lo que respecta a Dios.
Este, entonces, es el tema
principal de Colosenses: todo lo que el creyente necesita es Cristo. Los sistemas
y regulaciones que los hombres hacen parecen muy espirituales, pero son sólo
principios elementales mundanos («rudimentos», v. 20). Esto es vivir en el
«jardín de infantes»; debemos graduarnos a un nivel más alto de cristianismo.
Las disciplinas que los hombres imponen (ascetismo) son atractivas, pero a la
carne le es imposible auto-controlarse, auto-mejorarse, ni auto-perfeccionarse.
«¿Habiendo comenzado por el
Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?», pregunta Gálatas 3.3.
Nuestra unión con Cristo es viva.
Esta vida no la puede controlar las leyes humanas, sino únicamente los
principios que Dios ha puesto en el cuerpo. Sólo otra vida puede controlar la
vida y tenemos su vida en nosotros.
3
No es suficiente que Cristo sea
preeminente en el evangelio, la cruz, la creación y la Iglesia; también deben
ser preeminente en nuestra vida. Pablo afirma muy específicamente cómo debemos
«practicar la preeminencia de Cristo».
I. EN PUREZA
PERSONAL (3.1–11)
«Sí, pues, habéis resucitado con
Cristo, buscad (fijad vuestra mente, vuestro afecto en) las cosas de arriba»
(v. 1). En otras palabras, que su práctica terrenal sea digna de su posición
celestial. Una vez estaban muertos en pecado (Ef 2.1–3), pero ahora han muerto
al pecado. Cristo está en ustedes, la esperanza de gloria (1.27), y algún día
pronto esa gloria se revelará (v. 4). En breve, dice Pablo, «¡vivan de acuerdo
a lo que Cristo ha hecho por ustedes!» Este simple principio de vida cristiana
es más poderoso que todas las reglas y regulaciones que los hombres pueden
inventar. «Ustedes están completos en Él» (2.10); ahora vivan esa plenitud en
la vida diaria.
Las religiones orientales, griegas
y romanas dicen muy poco, o casi nada, respecto a la santidad personal. Una
persona puede traer sacrificios, repetir rezos y oraciones, y después retirarse
del altar e irse a cometer terribles pecados, y nadie pensará que es
contradictorio. ¡Pero no es así en el cristianismo! La nueva vida interna exige
que vivamos una nueva vida externa. Puesto que hemos muerto con Cristo, debemos
hacer morir (v. 5) la conducta impura (Véanse Ro 6). «No vivan de la manera en
que solían vivir», advierte Pablo, «en la manera en que viven los millares de
inconversos.
Cristo es su vida y ustedes han
muerto con Él. Ahora, dejen que su vida se muestre a través de ustedes día tras
día».
En los versículos 8–11 Pablo
compara la nueva vida con cambiarse de vestidos: «Quítense los viejos pecados
como se quitarían un vestido sucio y pónganse la nueva vida de santidad». Pero
nótese que podemos hacer esto debido a que Cristo ya ha quitado el viejo hombre
(v. 9); esto es, en Cristo el cuerpo de carne (la naturaleza pecaminosa) ha
sido quitado mediante su verdadera circuncisión en la cruz (2.11). La
circuncisión física para el judío del AT significaba entrar en una relación de
pacto con Dios. Nuestra circuncisión espiritual en Cristo significa que la
vieja naturaleza ha sido quitada y que ahora andamos en vida nueva.
II. EN EL COMPAÑERISMO CRISTIANO (3.12–17)
En Cristo no hay barreras (v. 11);
somos uno en Él, y Él es Todo. Si Cristo es preeminente en nuestras vidas, podremos
llevarnos bien con otros para su gloria. Si hay diferencias, la paz de Dios
será el «árbitro» (que gobierne) en nuestros corazones según nos alimentamos en
la Palabra y adoramos a Cristo. El compañerismo cristiano en la iglesia local
no se puede legislar por una constitución, aun cuando las constituciones son
útiles; el verdadero compañerismo o comunión debe venir desde adentro, del
corazón de los creyentes. Si un creyente está fuera de la comunión con otro
creyente, es porque uno o ambos han abandonado la comunión con Dios. «Hacedlo
todo en el nombre del Señor Jesús», amonesta Pablo (v. 17). Lea Santiago 4 y
verá que las guerras y las rencillas vienen cuando los cristianos hacen cosas
por razones egoístas y no para la gloria de Dios. Compare 3.15–18 con Efesios 5.18–22
y verá que ser lleno de la Palabra produce las mismas bendiciones como ser
lleno con el Espíritu. Ser lleno con el Espíritu significa ser controlado por
la Palabra.
III. EN EL HOGAR (3.18–21)
El hogar debe ser el primer lugar
donde empiece a trabajar nuestra fe. «Aprendan estos primero a ser piadosos
para con su propia familia», ordena 1 Timoteo 5.4. Si la esposa toma su
nutrición espiritual de Cristo, la Cabeza (2.19), será sumisa y obediente por
causa de Él. Lea en Efesios 5.22 y 1 Pedro 3 información adicional sobre este
tema.
Por supuesto, el esposo también
mostrará amor y ternura hacia su esposa y familia. La condición de cabeza del
esposo en el hogar es un reflejo de la condición de Cabeza que es Cristo en la
Iglesia, conforme a Efesios 5.23.
Los hijos deben obedecer a sus
padres por causa de Cristo, para agradar al Señor. Es triste cuando los hijos
que profesan ser cristianos se rebelan contra sus padres y por lo tanto pecan
contra Cristo y contra la Iglesia. Los hijos cristianos deben vivir a la altura
de su elevada posición en Cristo como miembros de su cuerpo.
Qué bendiciones vendrían a
nuestros hogares si cada miembro de la familia dijera: «Viviré cada día para
agradar a Cristo y hacerle preeminente en todo». Habría menos egoísmo y más
amor; menos impaciencia y más ternura; menos desperdicio de dinero en cosas
necias y más vivir por las cosas que más importan.
IV. EN EL TRABAJO DIARIO (3.22–4.16)
En los días de Pablo los esclavos
eran parte de la familia, pero podemos aplicar las mismas verdades a los
cristianos de hoy, sean empleados o patrones. Pablo recuerda a los siervos que
tienen tanto amos según la carne como un Amo celestial, Cristo. El empleado
cristiano debe trabajar para honrar y agradar a Cristo. «Sirviendo al ojo» (v.
22) significa trabajar cuando el patrón está observando. ¡Pero el Amo celestial
siempre está vigilando! No debemos ser complacedores de hombres, sino
complacedores de Cristo.
«Con corazón sincero» implica un
corazón con una sola meta: honrar a Cristo. Qué bendición es saber que los
empleados cristianos son en realidad ministros de Cristo mientras operan sus maquinarias,
usan sus herramientas, conducen sus vehículos, o trabajan en cualquiera que sea
la vocación que tienen.
El trabajo debe venir del corazón:
«Hacedlo de corazón, como para el Señor». El trabajo a medias es un testimonio
pobre. Al obrero infiel y de corazón a medias Cristo lo juzgará cuando Él
vuelva, de modo que nos conviene hacer lo mejor que podamos por amor a Cristo.
Los patrones deben conducir sus
asuntos como cristianos. No es correcto que el patrón cristiano trate mal a sus
obreros cristianos porque todos están en Cristo. Debe darles lo que es justo y
equitativo.
En estos días de contratos
sindicales, las regulaciones del gobierno y las condiciones económicas competitivas,
para el empleador cristiano es un desafío darle a Cristo el primer lugar en sus
negocios, pero Dios promete honrar al creyente que así lo hace. Si el empleador
pone a Cristo primero y le da preeminencia, podrá presentarse ante su Amo con
un corazón limpio.
Demasiados cristianos se regocijan
en las grandes doctrinas de los capítulos 1–2, pero ignoran los deberes de los
capítulos 3–4. El creyente que vive una vida superficial y desobediente
realmente no cree en la toda suficiencia de Cristo. Cuando el cristiano depende
de la Cabeza (su Salvador resucitado y glorificado) para su nutrición,
dirección y sabiduría, descubrirá la vida cristiana madura en su plenitud.
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Pablo continúa con su aplicación
de la preeminencia de Cristo en nuestra vida.
I. EN EL TESTIMONIO CRISTIANO (4.2–6)
Pablo estaba preso en Roma, pero
esto no lo detuvo en su esfuerzo por testificar de Cristo. Les dice a los
creyentes cómo ser testigos eficaces de Cristo.
A. VELAR Y ORAR.
«Velar» lleva la idea de estar
alerta, orando con los ojos abiertos. Esta verdad aparece primero en Nehemías
4.9, cuando el enemigo amenazaba a los judíos mientras estos trataban de
reconstruir las murallas de Jerusalén. «Oramos, y pusimos guarda», fue la
solución de Nehemías; ¡y resultó! La oración nunca debe ser sustituto para
nuestra vigilancia. Cristo nos enseña que velar y orar es el camino a la
victoria sobre la tentación (Mc 14.38). Debemos velar y orar por oportunidades
para testificar y servir. Sin duda Pablo tenía sus ojos abiertos mientras oraba
por ese carcelero filipense; cuando el apóstol vio al hombre empuñar su espada
gritó con fuerza y lo detuvo (Hch 16.27, 28). Si cada creyente orara por los
perdidos y vigilara para ver las puertas de oportunidad que Dios abre para
testificar, ganaríamos más personas para el Salvador.
B. ANDAR EN SABIDURÍA.
«Los de afuera» se refiere, por
supuesto, a los perdidos que no pertenecen a la familia cristiana.
Qué triste es estar «afuera»: sin
Cristo, sin esperanza, sin paz, sin perdón. Es importante que nosotros, los
cristianos, vivamos sabiamente entre los perdidos, porque los inconversos miran
nuestras vidas y tratan de hallar cosas que criticar. Primera de Tesalonicenses
4.12 nos amonesta a andar honradamente con los de afuera. ¡Qué terrible
testimonio es que un cristiano sea deshonesto con un inconverso! Es mucho mejor
que los creyentes sufran la pérdida antes que arruinen su testimonio y traigan
reproche al nombre de Cristo. Nos preguntamos qué pensarán los inconversos de
Cristo y del evangelio cuando ven que los cristianos con quienes negocian no
pagan sus cuentas o no guardan sus promesas.
C. HABLAR SANTAMENTE.
La sal de la santidad siempre debe
sazonar nuestro hablar. Los judíos del Antiguo Testamento usaban sal en sus
sacrificios, simbolizando la pureza y la preservación de lo que es bueno. Los
griegos llamaban káritas (gracia) a la sal, porque le daba sabor a las cosas.
Nuestro hablar no debe ser corrompido (Ef 4.29); la sal (la gracia de Dios)
detiene la corrupción. Una palabra irreflexiva de crítica, un comentario
dudoso, una palabra colérica, puede destruir en un minuto todo el testimonio
cristiano que otros han tratado de edificar.
«Redimiendo el tiempo» (v. 5)
significa «aprovechando la oportunidad». Como cristianos debemos estar alertas
para aprovechar cada oportunidad para testificar por Cristo y ganar a otros.
II. EN EL SERVICIO CRISTIANO (4.7–18)
Aun cuando admiramos a Pablo como
el gran apóstol, no debemos olvidar a los muchos cristianos consagrados que le
ayudaron en su ministerio. Ningún pastor, evangelista o misionero puede hacer
solo la obra del Señor. «Somos colaboradores de Dios» (1 Co 3.9).
Tíquico (vv. 7–8) había estado con
Pablo por varios años. Lo acompañó desde Éfeso (Hch 20.4) cuando iba de regreso
a Jerusalén y quizás era ciudadano efesio. Había trabajado con Pablo allí por esos
tres años. Tíquico iba a llevar la carta a los colosenses y a los efesios (Ef
6.21, 22). Este hombre tenía delante de sí un viaje largo y peligroso. ¡Cuán
agradecidos estamos de que fue fiel para entregar la Palabra, de otra manera no
podríamos estudiarla ahora! Véanse también 2 Timoteo 4.12.
Onésimo (v. 9) era el esclavo
fugitivo de Filemón, a quien Pablo había ganado para Cristo. El apóstol enviaba
ahora a Onésimo de regreso a su hogar en Colosas. (Lea la carta de Filemón.) Él
y Tíquico viajaron juntos, con Onésimo, llevando la preciosa carta a su amo,
Filemón.
A Aristarco (v. 10) lo vemos
durante el tumulto en Éfeso (Hch 19.29), donde se le menciona como un cristiano
destacado. También acompañó a Pablo (Hch 20.4) y estuvo con él durante la
terrible tormenta en el viaje a Roma (Hch 27.2). ¡Qué fiel cristiano fue al
«quedarse» con Pablo en las buenas y en las malas!
Marcos (v. 10) es Juan Marcos,
primo de Bernabé. Años antes, Marcos había «caído en mal» ante Pablo (Hch
13.13; 15.36–41). Es posible que los colosenses sabían de su fracaso, pero
Pablo quería que recibieran a este joven y le mostraran amor. Cuando escribió
su última carta, Pablo admitió que Marcos era «útil» en el ministerio (2 Ti
4.11). Necesitamos perdonar los fracasos de otros y darles a los creyentes la
oportunidad de «hacer bien» en la obra del Señor.
Jesús, o Justo (v. 11), era un
creyente judío. Su nombre hebreo era Josué, que se traduce «Jesús» en el
griego. Su otro nombre significa uno que obedece la Ley (Justo). Trabajó con
Pablo y le animó (estimuló). ¡Qué ayuda fue para el apóstol durante esos días
en la prisión!
Epafras (vv. 12–13) era un gentil
y probablemente el pastor fundador de la iglesia de Colosas. Este hombre
piadoso creía en el ministerio de la Palabra de Dios y en la oración (1.7;
4.12). ¡Qué guerrero de oración era él! No simplemente «repetía oraciones»;
rogaba «encarecidamente [agonizando]». Es la misma palabra que se usa para el
esfuerzo de los atletas en las competencias. Si los cristianos oraran con tanto
ardor como ellos compiten, veríamos más de las bendiciones de Dios. Epafras
oraba para que los colosenses estuvieran firmes, «perfectos y completos» en la
voluntad de Dios (Véanse 1.28, 29). Quería que vivieran su «plenitud» en
Cristo. Sin embargo, sus oraciones no eran sólo por los colosenses; también
sentía celo por los santos en las ciudades circunvecinas. ¡Qué amor cristiano!
Lucas (v. 14) era el médico gentil
que se unió a Pablo en Troas (Hch 16.10) y posteriormente escribió los libros
de Lucas y Hechos. Lucas y Demas se mencionan de nuevo en 2 Timoteo 4.10, 11:
«Sólo Lucas está conmigo. Demas me ha desamparado». Se puede resumir la vida de
Demas en tres versículos: «Demás, mi colaborador» (Flm 24); «Os saluda, Demas»
(Col 4.14); «Demas me ha desamparado» (2 Ti 4.10). Puesto que Colosenses y
Filemón se escribieron en el mismo tiempo, la caída de Demas debe haber sido
rápida. ¡Qué tragedia!
En sus instrucciones para
concluir, Pablo envía saludos a algunos de los santos y les dice a los colosenses
y a los de Laodicea que intercambien sus respectivas cartas. Pudiera ser que la
epístola a los de Laodicea sea la que nosotros conocemos como Efesios. «Toda la
Escritura es útil» (2 Ti 3.16), de modo que no debemos descuidar nada de la
Palabra de Dios. Pablo concluye advirtiendo a Arquipo que no desmaye, sino que
cumpla su ministerio en el Señor. Tal vez Arquipo era el hijo de Filemón,
puesto que también se menciona en esa carta (Flm 2).
El saludo de gracia usual de Pablo
cierra la carta, señalándola como auténtica.