También recibió
instrucciones de Pablo sobre los requisitos de los líderes de la iglesia y
también advertencias sobre los falsos maestros que profesaban conocer a Dios,
pero lo negaban con sus hechos. Pablo enfatizó la necesidad de que los
creyentes vivieran vidas santas (santificación).
Esta epístola
contiene principalmente instrucciones para Tito acerca de los ancianos de la
Iglesia y la manera de instruir; la última parte le dice que exhorte que se
obedezca a los magistrados, que enfatice las buenas obras, evite las preguntas
necias y prohíba las herejías. Las instrucciones que da el apóstol son todas
evidentes y claras.
La religión
cristiana no fue formada para responder a puntos de vista egoístas o mundanos;
es sabiduría de Dios y poder de Dios.
BOSQUEJO SUGERIDO DE TITO
I. Saludo
personal (1.1–4)
II. Organización
de la iglesia (1.5–16)
A. Cualidades
de los ancianos (1.5–9)
B.
Características de los falsos maestros (1.10–16)
III. Obligación
cristiana (2–3.11)
A. Creyentes
ancianos (2.1–3)
B. Jóvenes,
hombres y mujeres (2.4–8)
C. Siervos
(2.9–15)
D. Ciudadanos
(3.1–11)
IV. Admoniciones
para concluir (3.12–15)
NOTAS PRELIMINARES
A TITO
I. EL HOMBRE
Tito era un creyente griego (Gl
2.3), ganado para Cristo a través del ministerio de Pablo (Tit 1.4).
Sabemos muy poco respecto a su
trasfondo; no se le menciona ni una sola vez en Hechos. Es probable que,
habiéndose convertido del paganismo, Pablo le reclutó para el servicio. Ayudó
al apóstol a recoger la ofrenda para los santos (2 Co 2.1–9; 7.8–12; 12.18); y
también encontró a Pablo en Troas y le informó respecto a la situación en
Corinto (véanse 2 Co 2.12, 13; 7.5–16).
Tito llevó la carta que nosotros
conocemos como 2 Corintios (2 Co 8.16–24). Era el ayudante de Pablo, quien le
dejó en Creta para que organizara la iglesia (Tit 1.5), hasta que Pablo pudiera
enviar a Tíquico o Artemas para que se hicieran cargo (Tit 3.12). Tito estuvo
en Roma durante la segunda prisión de Pablo, desde donde viajó a Dalmacia en
una misión del apóstol (2 Ti 4.10). La estimación de Pablo por Tito se menciona
en 2 Corintios 8.23.
II. LA CARTA
La prisa con que Pablo dejó a Tito
en Creta hizo necesario que le escribiera para animar e instruir a este
consagrado colaborador. Los cretenses no eran personas con las cuales era fácil
trabajar, como así lo destaca Tito 1.12, 13. No sabemos quién empezó la iglesia
en Creta, pero sí sabemos esto: tanto la organización de la iglesia como la
vida de sus miembros habían caído en descrédito.
Es muy probable que la iglesia
sufría debido a dos causas:
(1) visitantes
judaizantes que mezclaban la ley y la gracia, y
(2) cristianos ignorantes que
abusaban de la gracia de Dios y la convertían en libertinaje.
Pablo tenía varios propósitos en
mente cuando escribió esta carta:
(1) recordarle a
Tito que su tarea era organizar la iglesia y nombrar ancianos;
(2) advertirle
respecto a los falsos maestros;
(3) animarle a
pastorear diferentes clases de personas en la iglesia;
(4) recalcar el
verdadero significado de la gracia en la vida del cristiano;
(5) explicar cómo
tratar con los que causaban problemas en la iglesia.
III. EL
ÉNFASIS
Varias palabras se repiten en esta
breve carta y nos ayudan a comprender el peso que Pablo sentía en su corazón.
Nótese que hay un énfasis principal en las buenas obras (1.16; 2.7, 14; 3.1, 5,
8, 14).
Salvos por gracia quiere decir
salvos para buenas obras. La doctrina y la vida cristianas deben ser sólidas y
sanas (1.9, 13; 2.1, 2, 8). Debe haber una vida de piedad (1.1; 2.12), no de
mundanalidad. La gracia de Dios guía a una persona a vivir en piedad (1.4;
2.11; 3.7, 15). Si usted desea un versículo clave para este libro, quizás sea
3.8: «que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras».
AUTORÍA Y FECHA
LA EPÍSTOLA DE TITO: Fecha: Probablemente redactada en
el año 65, después de la primera cautividad de Pablo en Roma y de su puesta en
libertad. Tema de esta carta: instrucciones análogas a las de la primera
epístola a Timoteo, de carácter Escritura personal, con respecto a los
problemas de la iglesia en Creta.
NOMBRE COMO PRESENTA
A JESÚS: Tit. 1: 3; 2: 10, 13: 3: 4. Nuestro Gran Dios Y Salvador.
1
Pablo dio inicio a su carta con
varias amonestaciones a las cuales Tito debía prestar atención para cumplir su
ministerio.
I. DEBÍA PROCLAMAR LA PALABRA (1.1–4)
Este saludo formal es más que el
inicio de la carta. Es una declaración del lugar de la Palabra de Dios en la
vida de la iglesia local. Pablo era siervo y apóstol conforme a la fe de la
iglesia (los escogidos de Dios, los elegidos). Su ministerio no era algo aparte
de la iglesia, sino ligado directamente a ella. Esta «fe» es lo que Judas llama
«la fe que ha sido una vez dada a los santos» (Jud 3). Es el depósito de verdad
que Dios le encargó a Pablo (1 Ti 1.11) y que Pablo a su vez había dado a Tito
y a Timoteo.
Uno de los problemas en Creta era
el abuso de la gracia de Dios. «Dios nos salvó por gracia», afirmaban estas
personas, «por tanto somos libres para pecar». Pablo responde a esto desde el
mismo comienzo, definiendo la fe como «la verdad que es según la piedad».
Piedad es una palabra favorita de Pablo (1 Ti 2.2; 3.16; 4.7, 8; 6.3, 5, 6, 11;
2 Ti 3.5). Significa santidad práctica en la vida diaria de uno (Véanse en Tit
1.6 un contraste). Posteriormente, en Tito 2.11–15, Pablo explica que la gracia
nos salva y también nos disciplina para que tengamos vidas consagradas. La
persona que usa la doctrina de la gracia para excusar los pecados, o bien no es
salva o no comprende lo que realmente significa la gracia.
El mensaje de la gracia también
apunta hacia la bendita esperanza del regreso de Cristo; Véanse 2.13.
Por lo tanto, este es el mensaje
que Tito debe predicar: La gracia de Dios salva a los pecadores y santifica a
los creyentes; la vida santa que sigue a la verdadera fe en Cristo; y la
expectación diaria de la venida de Cristo. El maravilloso programa de Dios en
cuanto a la salvación estuvo marcado desde antes de la fundación del mundo,
pero ahora se ha revelado mediante la predicación (la proclamación del
evangelio). Nunca reste importancia al lugar de la predicación en la iglesia
local.
II. DEBÍA ORGANIZAR A LA IGLESIA (1.5–9)
No sabemos quién fundó la iglesia
en Creta, pero sí sabemos que Pablo dejó a Tito allí para que la organizara y
remediara las dificultades que existían. Había una oposición definida contra el
ministerio de Tito y hay la sugerencia de que quería renunciar. «Pero para esto
es que te dejé allí», escribe Pablo.
«Si no hubiera problemas que
resolver, ¡la iglesia no te necesitaría!» Mientras los cristianos estén en su cuerpo
de carne, habrá problemas en nuestras iglesias. Cuando surgen estos problemas,
la respuesta no es esconderlos, ni que los dirigentes renuncien y busquen una
nueva iglesia. La respuesta es encararlos honestamente y en oración, y
resolverlos según la Palabra de Dios. «Corrigieses» en el versículo 5 es un
término médico que significa «arreglar un hueso fracturado, o enderezar una
extremidad dislocada».
La iglesia es un cuerpo y a veces
el pastor debe ser el «cirujano espiritual» y arreglar huesos rotos.
Tito no debía seleccionar los
ancianos (o sea, obispos, v. 7: dos nombres para el mismo oficio); debía
ordenar a quienes las iglesias habían elegido. «En cada ciudad» en el versículo
5 indica que el evangelio se había esparcido de lugar en lugar, como debería
ser. Estas cualidades de los ancianos están en paralelo con las dadas en 1
Timoteo 3. Tener «hijos creyentes» era un requisito (v. 6). Para «disolución» Véanse
Lucas 15.13.
El obispo es un administrador de
las bendiciones de Dios, tanto materiales, como espirituales; Véanse 1
Corintios 4.1–2. Se le dice que retenga «la palabra fiel» y esto trae a la
mente las expresiones «palabra fiel» de Pablo en 1 Timoteo 1.15; 4.9; 2 Timoteo
2.11 y Tito 3.8. El pastor debe conocer la Palabra por dos razones: (1) para
ministrar a los santos, y (2) para refutar a los falsos maestros, a quienes
llama «los que contradicen» (v. 9).
III. DEBÍA REFUTAR A LOS FALSOS MAESTROS (1.10–16)
Dondequiera que Cristo siembra
buena semilla (creyentes), Satanás viene atrás con semilla y maestros falsos.
Había en Creta un grupo que contradecía las enseñanzas de Pablo y enseñaba en cambio
fábulas judías (legalismo) y mandamientos de hombres (tradicionalismo).
Constantemente debemos tener cuidado con las falsas enseñanzas. «Los de la
circuncisión» (v. 10) habían batallado contra Pablo desde Jerusalén hasta Roma,
y todavía seguían oponiéndose a la verdad. Cuando mezclamos la ley y la gracia
acabamos teniendo la falsa doctrina. Pablo describe a estos falsos maestros
como contumaces, habladores de vanidades y engañadores.
Pablo hasta cita a un famoso
poeta, Epiménides, quien describió a los cretenses como «mentirosos, malas
bestias y glotones ociosos»: ¡lo cual no es ninguna descripción hermosa! A
decir verdad, la gente de los días de Pablo llegó a usar el adjetivo «cretense»
para indicar «mentir, hablar como un cretense».
Por supuesto, Pablo no sugiere que
todos los cretenses eran glotones ociosos y mentirosos. Sin duda había muchas
personas, tanto dentro como fuera de las iglesias, que tenían vidas decentes.
Las leyes dietéticas y el
ascetismo eran doctrinas clave de los falsos maestros y Pablo los atacó en el versículo
15. Es desafortunado que cristianos mal informados hayan abusando tan
groseramente del versículo 15. Algunos lo usan para respaldar sus propias
prácticas pecaminosas, diciendo: «Para los puros todas las cosas son puras, por
lo tanto, no estoy haciendo nada malo». Pablo no tenía nada de esto en mente
cuando dictó estas palabras. Se refería al problema de los alimentos limpios y
los inmundos, como lo había hecho en 1 Timoteo 4.2–5. Enseña que el creyente
que conoce la Palabra de Dios recibe todos los alimentos como limpios; el
incrédulo (y el falso maestro) tiene una mente y conciencia inmundas y por lo
tanto no ve nada como puro. Es más, en lugar de que los alimentos impuros contaminen
al hereje, ¡es él quien contamina a los alimentos! La pureza moral no es
cuestión de dietas, es cuestión de un corazón limpio y una buena conciencia.
Jesús enseñó esto en Mateo 6.22–23; Véanse también Romanos 14.14.
¿Cómo debía Tito enfrentar a los
falsos maestros? ¿Debía unirse a ellos para analizar su punto de vista? ¡No!
Debía taparles la boca (v. 11) y reprenderlos duramente (v. 13). Después de
todo estas enseñanzas estaban perturbando (alterando) a familias enteras (v.
11). Y su motivo era sólo de ganancia monetaria («ganancias deshonestas»); no
deseaban honrar al Señor. El versículo 16 resume la situación: negaban a Cristo
con sus obras; eran abominables y desobedientes; nunca pasarían la prueba
(estaban reprobados).
Hoy también tenemos falsos
maestros atacando a la Iglesia. Una cosa es que la gente se aferre a una doctrina
falsa debido a la ignorancia y otra muy distinta que se aferre a tal doctrina y
la enseñe como si fuera la verdad de Dios. A los ignorantes se les debe tener
compasión y enseñar con paciencia la
verdad; a los que deliberadamente
son falsos maestros se les debe reprender y rechazar. Una vez que la iglesia
compromete la verdad, las mentiras se tragarán la verdad.
Nótese aquí el énfasis en la «sana
doctrina» (v. 9) y que sean «sanos en la fe» (v. 13). Esta es la doctrina
«sana» de la que leemos en las cartas de Pablo a Timoteo. Las doctrinas falsas
sólo conducen a la enfermedad espiritual en el cuerpo de Cristo.
2
Si Tito hubiera gastado todo su
tiempo refutando a los falsos maestros, hubiera descuidado otros asuntos que
son necesarios para una iglesia saludable. Es importante que el pastor tenga un
ministerio equilibrado, tanto enseñando y exhortando a los santos como
refutando a los enemigos de la verdad. En este capítulo Pablo analiza tres
grupos diferentes en la iglesia y exhorta a Tito a que les recuerde sus obligaciones
en el Señor.
I. LOS ANCIANOS (2.1–3)
Es probable que la iglesia en
Creta haya sido el resultado del ministerio de Pedro en Pentecostés (Hch 2.11),
en cuyo caso debe haber habido creyentes ancianos en la congregación. Es una
bendición cuando la familia de la iglesia local tiene entre sus miembros a esos
ancianos peregrinos que han caminado con el Señor por largo tiempo. Son en
verdad privilegiados por sus vidas largas y con este privilegio viene una seria
responsabilidad.
Los ancianos deben ser sobrios
(vigilantes), serios (fácil de respetar), prudentes (con dominio propio) y
sanos (saludables) en la fe. La salud espiritual es más importante que la
física. Su amor y paciencia debe ser un ejemplo para todos; ¡qué difícil es
para algunos «creyentes mayores» ser pacientes con la generación más joven!
Las ancianas deben ser reverentes
en su conducta, no chismosas ni borrachas. Tenían la maravillosa oportunidad de
enseñar a las mujeres más jóvenes de la iglesia, tanto por precepto como por ejemplo.
Es posible que Pablo haya tenido
en mente a algunas de las viudas que sostenían la iglesia y de quienes se
esperaba que ministraran a los miembros.
II. LOS JÓVENES, HOMBRES Y MUJERES (2.4–8)
Pablo habla de las mujeres jóvenes
primero, animándolas a que presten atención a las mayores y aprendan de ellas a
cómo ser buenas esposas y madres. Aquí tenemos una descripción de lo que Dios espera
de una esposa cristiana joven. Debe ser prudente, adoptando una actitud seria
respecto al matrimonio y al hogar. Ninguna joven que no quiere ser una esposa y
madre seria debería casarse. El hogar no es un patio de juego. El amor es vital
en un hogar feliz y por eso Pablo les recuerda a estas mujeres a amar a sus
maridos y a sus hijos. Para más detalles léase Efesios 5.22, 23.
La esposa cristiana debe ser
cuidadosa de su conducta, discreta y casta. «Cuidadosas de su casa» (v. 5)
significa literalmente «trabajadoras en el hogar» o «amas de casa». Debe ser
fiel al hogar y no poner intereses ajenos por encima de su esposo o hijos. ¿Por
qué? «Para que la palabra de Dios no sea blasfemada». Es trágico cuando un
hogar cristiano testifica pobremente de Cristo debido a esposas desobedientes y
negligentes, o esposos cuyos valores son confusos. El cónyuge que descuida su
hogar es peor que el incrédulo.
Puesto que Tito era joven, también
Pablo lo usa como ejemplo de lo que deben ser los jóvenes en la iglesia:
«Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras» (v. 7). Sé limpio,
sincero, serio; estas declaraciones resumen la admonición de Pablo. En el
versículo 8 le recuerda que debe tener cuidado de su hablar para que el enemigo
no halle nada que criticar.
III. LOS SIERVOS (2.9–15)
Anteriormente ya hallamos a este
grupo en 1 Timoteo, así como en Efesios y en Colosenses. Pablo sentía un
interés especial por los esclavos y anhelaba que sus vidas diarias honraran a
Cristo. Su primera responsabilidad era la obediencia; no debían ser
«respondones» (la misma palabra griega que se usa para «los que contradicen»,
en 1.9). Una voluntad sumisa y una lengua bajo control pueden ser un
maravilloso testimonio por Cristo. Los siervos deben procurar agradar a sus
amos y no hacer solamente lo que se les exige. Correr «la segunda milla» ayuda
a demostrar a la gente la realidad de la salvación.
«Defraudando» en el versículo 10
significa «robar». Puesto que no había salarios, con frecuencia los esclavos se
inclinaban a robarles a sus amos y tal robo les era fácil puesto que con
frecuencia los amos dejaban sus posesiones bajo la administración de sus
siervos. «Fieles» quiere decir «honrados, leales». En el versículo 10 Pablo les
da a los esclavos un motivo más alto para el servicio honrado: «Para que en
todo adornen la doctrina de Dios». Esto quiere decir que puedan, en sus vidas, «embellecer
la Biblia», haciéndola atractiva para los incrédulos.
La gracia de Dios era una doctrina
de la que se abusaba en Creta, de modo que Pablo hace una pausa para indicar el
fundamento doctrinal de sus amonestaciones. Hay algunos que convertirán la gracia
en libertinaje, enseñando que los cristianos pueden vivir en pecado puesto que
ya no está bajo la ley. Por supuesto, el creyente no está bajo la ley, sino
bajo la gracia; pero la gracia trae una responsabilidad aun mayor. ¿Cómo puede
el cristiano pecar deliberadamente contra la gracia y la bondad de Dios? Pablo
presenta los tres tiempos de la vida cristiana: Pasado: «La gracia de Dios se
ha manifestado para salvación a todos los hombres» (v. 11)
Presente: «enseñándonos» (v. 12)
Futuro: «aguardando la esperanza
bienaventurada» (v. 13)
En otras palabras, la gracia de
Dios no sólo nos redime, sino que también nos reforma y nos recompensa.
«Enseñándonos» en el v. 12 es la palabra griega que denota preparando o
disciplinando.
Se nos disciplina por gracia. Los
creyentes que sinceramente comprenden la gracia de Dios no querrán vivir en
pecado. Se alejarán de la inmundicia y de las pasiones mundanas; vivirán en
este mundo vidas serias, limpias, consagradas.
No hay mayor incentivo para la
vida cristiana que la Segunda Venida de Jesucristo. «Aguardando la esperanza
bienaventurada (feliz) y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios» es
una traducción más exacta del versículo 13. La gloria de Dios moraba aquí en la
tierra en la persona de Cristo (Jn 1.14), pero volvió a los cielos cuando
ascendió (Hch 1.9). Su gloria ahora mora en el creyente (1 Co 6.19–20). Cuando
Cristo vuelva, veremos su gloria y participaremos de ella (Jn 17.22– 24). Pablo
habla de «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria» (Col 1.27).
Jesús se dio a sí mismo por
nosotros; lo menos que podemos hacer es entregarnos a Él y vivir hasta que Él
venga de manera que le honremos. «Redimirnos» significa rescatar de la
esclavitud mediante compra. Somos «su pueblo propio», es decir, su especial
tesoro, su personal y amada posesión (véanse Éx 19.5; 1 Pedro 2.9). «Pueblo
propio» no significa «cualquiera» sino comprados por Cristo y de su posesión.
Somos un pueblo adquirido, purificado y profesante, «celoso de buenas obras».
Marque el tema de «buenas obras» en las cartas de Pablo a Tito y verá cuán
importante es.
Hay dos «polos» de la vida
cristiana: miramos hacia atrás, a la cruz (v. 14), y hacia adelante, a la venida
de Cristo (v. 13). Estos dos polos nos ayudan a mantenernos firmes en nuestro
andar cristiano.
Estos temas aparecen en la
descripción que Pablo hace de la Cena del Señor (1 Co 11), donde se nos instruye
recordar su muerte «hasta que Él venga».
3
Este capítulo continúa la
exhortación de Pablo a Tito concerniente a su ministerio en las iglesias locales.
Ha hablado respecto a los creyentes ancianos, los jóvenes y los siervos. Ahora
se refiere a dos clases adicionales de personas.
I. LOS GOBERNANTES CIVILES (3.1–7)
Los cristianos deben ser buenos
ciudadanos. Es cierto que «nuestra ciudadanía está en los cielos» (Flp 3.20),
pero mientras estemos aquí en la tierra, debemos aplicar nuestra fe cristiana a
la vida diaria práctica. La iglesia no debe inmiscuirse en partidos políticos,
pero es cierto que el pueblo cristiano debe procurar aplicar los principios
cristianos a los asuntos de la ciudad y la nación (Ro 13; 1 P 3.8–17).
Incluso en el caso de que el
creyente no pueda honrar la conducta personal de un gobernante, debe honrar el
oficio y las leyes de la nación. Por supuesto, si las leyes contradicen la
Palabra de Dios, la primera lealtad del cristiano es hacia Dios (Hch 4.19;
5.29). «Dispuestos a toda buena obra» (v. 1) sugiere que los cristianos deben
respaldar lo que es bueno en el programa del gobierno. No es menos cierto que
muchas reformas humanitarias del pasado las han promovido hombres de principios
cristianos y no debemos ser meros espectadores cuando es posible hacer el bien.
Los cristianos son la sal de la tierra y la luz del mundo; por consiguiente,
debemos involucrarnos en las buenas causas del gobierno, siempre y cuando no
comprometamos nuestras convicciones o estorbemos la obra del Señor.
Algunos cristianos piensan que
lograrán sus propósitos mediante discusiones y en el versículo 2 Pablo advierte
en contra de esparcir con malas intenciones mentiras y empezar peleas. «La ira
del hombre no obra la justicia de Dios» (Stg 1.20). La amabilidad y la
mansedumbre pueden ser más fuertes aun que el poder político. Los cristianos
dependen de diferentes armas al luchar contra el pecado (2 Co 10.1–6). El
creyente sabe cómo confiar en que Dios librará sus batallas después de que él (el
creyente) ha hecho todo lo que puede (Ro 12.17–21). La mansedumbre no es
debilidad; antes bien, poder bajo control. Jesús fue manso (Mt 11.29), sin
embargo, sabía cómo ejercer poder.
En los versículos 3–7 Pablo les
recuerda a estos creyentes el motivo para una vida honesta: la gracia de Dios.
El énfasis de esta carta es que la gracia de Dios no sólo nos salva, sino que
también controla nuestras vidas diarias y nos hace más semejantes a Cristo.
«Recuerden su vida vieja antes de ser salvos», escribió Pablo. «Esto les
ayudará a comprender mejor a sus amigos inconversos y a tener compasión de
ellos». Hemos sido salvados por la «bondad y amor de Dios». Dios detesta los
pecados mencionados en el versículo 3, pero ama a los pecadores. Mediante la
muerte de Cristo en la cruz Dios ha reconciliado consigo al mundo (2 Co
5.14–21) y así puede salvar a todo el que viene a Él por fe.
La palabra griega para «amor» en
el versículo 4 es similar a nuestra palabra «filantropía». Es la actitud de la
gracia de Dios, altruista y desprendida, a favor de pecadores que no la
merecen. Las nuevas del amor de Dios «se manifestaron» en Cristo, su Persona,
obra, sus enseñanzas y, sobre todo, su muerte y resurrección.
Pablo aclara que nuestra salvación
no es por obras, aun cuando resulta en buenas obras (v. 8; Véanse Ef 2.8–10).
El «lavamiento» (v. 5) no tiene nada que ver con el bautismo; en el griego esta
palabra significa un «lavatorio» y se refiere al artefacto que se usaba en el
tabernáculo en el AT. Pablo usa el mismo término en Efesios 5.26, donde el
lavamiento se recibe por la Palabra. A través de toda la Biblia esta se compara
al agua para lavarse (Jn 15.3; Sal 119.9; Ef 5.26). Dicho de otro modo, el
versículo 5 describe a los dos agentes de nuestro nuevo nacimiento
(regeneración): la Palabra y el Espíritu de Dios (Jn 3.5). Véanse también 1
Pedro 1.23 y Santiago 1.18.
El Espíritu ha sido «derramado»
sobre todos los creyentes y el tiempo del verbo aquí indica que la acción
ocurrió de una vez por todas, o sea, en el derramamiento del Espíritu al
bautizar a los creyentes en Pentecostés. El creyente es justificado por gracia
y es un heredero de Dios. Qué bendita posición tenemos en Cristo. Esta maravillosa
salvación debe motivarnos a ser mejores ciudadanos, que los perdidos que nos
rodean puedan ver a Cristo en nosotros y quieran conocerle.
II. HEREJES (3.8–11)
La palabra «hereje» proviene de
una palabra que significa «escoger» y sugiere una persona que causa divisiones
en la iglesia debido a que obliga a las personas a escoger: «¿Están conmigo o
con el pastor?» Gálatas 5.20 menciona a las «herejías» (formar partidos,
divisiones) como una de las obras de la carne; era algo que prevalecía en la
iglesia carnal en Corinto (1 Co 11.19). A estos buscapleitos de la iglesia les
encantaba discutir respecto a palabras y genealogías, lo cual sugiere que
tenían un trasfondo judaizante y trataban de construir doctrinas novelescas
basándose en las ideas del AT. Era preciso evitar tales discusiones inútiles y
vacías; nunca convencerían al enemigo y solamente dividirían a la iglesia.
¿Cómo debía Tito enfrentar a esta
gente problemática? Por un lado, debía evitar discutir con ellos.
Luego, si persistían en causar
divisiones incluso después de dos amonestaciones (y esto implica advertencias
públicas), debían separarse del compañerismo. A los miembros de la iglesia que
causaban divisiones y luego se llevaban miembros a otra iglesia se les debía
permitir que se fueran. Si regresaban, pero manifestaban un espíritu
arrepentido, se les debía amonestar y recibirlos de nuevo. Si causaban
problemas otra vez; se les podía dar el derecho a irse una segunda vez; pero si
intentaban regresar de nuevo, no se les debía recibir en la congregación.
Algunos creyentes que obran con simpatía, pero sin comprensión tal vez digan:
«Pero a lo mejor se han reformado esta vez». Pablo recalca en el versículo 11
que tales personas no se reformarán; se han «pervertido» y están en un estado constante
de pecado; o sea, ya no tienen remedio. Nuestras iglesias locales tendrían
menos divisiones si los pastores y dirigentes observaran este importante
principio.
Pablo cierra esta breve carta con
información respecto a los viajes de sus colegas en la obra del Señor. Informa
a Tito que «los refuerzos están en camino» para ayudarle en el difícil
ministerio en Creta. Bien sea Artemas o Tíquico le reemplazarían para que él
pudiera unirse a Pablo en Nicópolis; pero mientras tanto Tito debía quedarse en
el trabajo hasta que alguien llegara para continuar la obra.
Es bueno tener presente que Dios
no destruye un ministerio para edificar otro. Cuando Él mueve a un siervo tiene
ya listo a alguien que tome su lugar. Si no hay un sustituto listo, quizás sea
esto una indicación de que no es el tiempo para mudarse.
Parece que Zenas y Apolos eran los
que entregaron esta carta a Tito. Pablo le pide a Tito que les ayude a
continuar su viaje, lo cual quizás era una misión de Pablo. Los cristianos
deben ayudarse unos a otros mientras cumplen el servicio; véanse 1 Corintios
16.6, 11 y Romanos 15.24. No obstante, debemos tener cuidado de no brindar
ayuda a los que enseñan falsas doctrinas (2 Jn 9–11).
El versículo 14 es un recordatorio
de Pablo a los cristianos locales para que ayuden a Tito en su obra y en su
ministerio de ayudar a otros a continuar su camino. El pastor y el pueblo deben
realizar este ministerio de hospitalidad y aliento. «Llevando fruto en toda
buena obra» (Col 1.10) debe describir a todos los cristianos y no únicamente al
pastor y los líderes.
Finaliza con este saludo
apostólico, ligando el amor con la fe. «La gracia sea con todos vosotros» identifica
la carta como genuinamente de Pablo (2 Ts 3.17).