HISTORIA DEL TIEMPO DE ENTRE LOS TESTAMENTOS

I. HISTORIA

Ocurrieron grandes cambios en la nación de Israel después de ser conquistada y sometida a diferentes potencias mundiales. Muchos de estos cambios ocurrieron aprox. durante los 400 años que median entre Nehemías y el nacimiento de Cristo, época llamada comúnmente el período inter testamentario (c. 432 a 5 a. de J.C.).
Después de su regreso de Babilonia, los judíos disfrutaron de bastante libertad religiosa bajo el *reinado persa. Alejandro el Grande conquistó Palestina en 332 a. de J.C. y dio comienzo a un proceso llamado helenización. Alejandro quería unir su Imperio difundiendo el idioma y la cultura de *Grecia a todos los países que había conquistado.
Cuando murió Alejandro en 323 a. de J.C., su Imperio se dividió entre sus generales. Dos de ellos fundaron dinastías que controlaron a Palestina: los *ptolomeos de Egipto seguidos por los *seléucidas de Siria y Mesopotamia. Bajo los ptolomeos, los judíos podían practicar su propia religión. Aun cuando los seléucidas tomaron el poder en 198 a. de J.C. los judíos siguieron teniendo libertad religiosa.
*ANTÍOCO EPÍFANES (175-164 a. de J.C.) cambió drásticamente esta política. Decidió unificar a su reino en decadencia obligando a helenizar a los judíos. A fin de destruir la identidad y religión nacional de los judíos, Antíoco prohibió a los judíos circuncidar a sus hijos. Destruyó todas las copias que pudo encontrar del AT, levantó una estatua a Zeus en el templo de Jerusalén y sacrificó un cerdo sobre el altar.
Una familia judía conocida como *Macabeos encabezó la oposición a Antíoco. Un sacerdote llamado Matatías mató a un oficial de Antíoco y destruyó el altar griego. Esto dio comienzo a la rebelión macabea, una guerra que duró 24 años (166-142 a. de J.C.).
MATATÍAS y sus cinco hijos (Judas [Macabeo], Jonatán, Simón, Juan y Eleazar) encabezaron la rebelión desde los montes. Después de la muerte de Matatías y de la de sus hijos Eleazar y Juan en batalla, la rebelión fue encabezada por los hijos que quedaban: Judas, Jonatán y Simón.
Con el tiempo Simón pudo lograr la independencia de Judá en 142 a. de J.C., y ésta duró hasta 63 a. de J.C. Gobernó sobre Judá como sumo sacerdote y gobernador civil hasta su muerte. Después de la muerte de Simón, sus hijos, los nuevos líderes de Israel, adoptaron la cultura griega. Miraban mal a los judíos piadosos que antes habían apoyado la causa macabea.
Cuando se desató una guerra civil por la sucesión al trono, intervino Roma. En 63 a. de J.C. Pompeyo conquistó a Jerusalén, masacrando a los sacerdotes en el templo y entrando en el lugar santísimo. Los judíos no perdonarían ni olvidarían jamás este sacrilegio.

II. LITERATURA

Los Apócrifos son una colección de 15 libros, la mayoría de los cuales fueron escritos durante el período inter testamentario. Estos libros proveen valiosa información sobre la historia y creencias de este período e incluyen una historia de la rebelión macabea, agregados a libros bíblicos como Ester y Daniel, leyendas y literatura sapiencial.
Los escritos apócrifos contienen con frecuencia exageraciones en la narración de las historias y contradicen las enseñanzas de las Escrituras. Los judíos no aceptaban estas obras como canónicas, pero las consideraban escritos religiosos populares, distintivos e importantes. Jerónimo los colocó en una sección separada en su Vulgata latina, lo que demuestra que la iglesia de su tiempo no los aceptaba como canónicos, pero sí como de más importancia que otros escritos no canónicos. Aunque la iglesia estaba en desacuerdo en cuanto al valor y el lugar de estos escritos, los Apócrifos siguieron siendo usados hasta la Reforma.
Los protestantes reconocieron como canónicos únicamente los libros del AT que formaban parte del canon judío, y los del NT que por mucho tiempo habían sido aceptados por la iglesia. Por su parte, la Iglesia Católica Romana, en el concilio de Trento (1545-63), aceptó 12 libros apócrifos como canónicos.

III. CAMBIOS SOCIALES

Durante el período intertestamentario aparecieron una cantidad de cambios importantes en la manera en que los judíos adoraban. Estos cambios son importantes para nuestra comprensión de los tiempos de Jesús.
En Palestina, la cultura griega influenciaba a los *saduceos, grupo de sacerdotes ricos leales al gobierno romano. Se cree que aceptaban sólo el *Pentateuco como la Palabra de Dios. No creían en la resurrección de los muertos, en los *ángeles ni en los espíritus. Aunque pocos en número, los saduceos formaban el partido político judío más poderoso de Palestina.
Por lo general, el sumo sacerdote era elegido de entre los saduceos. Durante el exilio los judíos se reunían para adorar y estudiar la Palabra de Dios (Ezequiel 8:1; 14:1; 20:1).
Aunque no podían ofrecer sacrificios en el templo en Jerusalén, trataban de vivir vidas que agradaran a Dios, obedeciendo sus leyes y ofreciendo sus oraciones en lugar de sacrificios. En algún momento después del exilio, las asambleas judías llegaron a ser *sinagogas, institución que se extendió por todo el Imperio Romano dondequiera que había judíos.
Cada sinagoga contaba con un ejemplar de la Biblia hebrea en forma de rollos que se guardaba en una caja de madera. En la sinagoga el pueblo oraba, adoraba y escuchaba la lectura de la Palabra de Dios. Estos cultos enfatizaban una relación personal con Dios.
Los *fariseos formaban el grupo más estricto e importante de los judíos. Enfatizaban una obediencia rígida y total a la ley, que para ellos incluía la ley del AT y sus propias interpretaciones, tradiciones y leyes. Es así que en sus enseñanzas y requisitos, los fariseos agregaron leyes a las que ya se encontraban en el AT.
Eran separatistas; odiaban a los romanos y la influencia del pensamiento griego; enfatizaban la importancia de la nación de Israel; se sentían superiores a todos los que no seguían sus creencias y se mantenían separados de los gentiles y de los judíos que no eran fariseos.
Los escribas, como grupo bien definido, surgieron después del exilio cuando Esdras, el escriba, enseñaba la ley de Dios a los judíos que habían regresado a Palestina. Los escribas eran eruditos que dedicaban su tiempo al estudio de las leyes de Dios, copiando las Escrituras y enseñando al pueblo común.
Con el correr de los años, las interpretaciones y tradiciones de ellos alcanzaron una importancia igual que la misma Palabra de Dios. Dado que eran considerados expertos en la interpretación de la ley, servían como jueces.

ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS DE EL PERIODO DE SILENCIO

GRECIA, GRIEGOS.

Hogar de los helenos. Generalmente los griegos son aquellos de la raza helénica (p. ej., Hechos 16:1; 18:4 y probablemente Juan 12:20), pero la palabra puede ser utilizada para indicar no judíos, forasteros y extranjeros (Romanos 1:16).
Los griegos podían ser judíos que hablaban griego, personas de la dispersión, de zonas predominantemente griegas (Hechos 6:1).
Grecia y los grupos de islas asociadas forman el extremo sudeste del sistema montuoso del sur de Europa, una península y un archipiélago árido, escasos en tierra fértil o arable. El movimiento hacia el sur de las tribus de lengua indoeuropea, que se convirtieron en el pueblo griego, terminó aquí. Estas tribus, o sus predecesores, habían establecido una vida ordenada en la península y las islas para el siglo XII a. de J.C.
Su civilización desapareció antes del 1000 a. de J.C. en una época oscura de destrucción e invasión ocasionada por olas adicionales de tribus nómadas. El complejo de pueblos llamados griegos surgió en las islas y el continente de cuatro siglos de caos. Su propio nombre genérico era el de helenos pero Grecia era parte del territorio que, al estar en el noroeste, naturalmente primero llamó la atención de Roma.
De acuerdo con la costumbre de la nomenclatura popular el nombre de la parte que primero se conoció se extendió para incluir el resto. Mediado por Roma, el término Grecia se aplicó a toda Helas y la Europa occidental llamó griegos a todos los helenos.
Ya para el siglo VIII a. de J.C. había puertos y puestos comerciales griegos desparramados desde Crimea hasta Cádiz, y comenzó el primer florecimiento del pensamiento y la poesía griegos.
El siglo V de Atenas fue una de las grandes edades de oro del hombre, ofreciendo contribuciones inmortales a la literatura, el arte, la filosofía y el pensamiento político. El helenismo fue formado por Atenas en los cortos años de su supremacía espiritual. El idioma, pensamiento cultura griegos, siguiendo tras Alejandro Magno (muerto 323 a. de J.C.), proveyó un elemento unificador en todo el Medio Oriente. Sin la enorme corriente griega hacia el oriente, no podría haber nacido el NT.
Grecia proveyó su idioma y su modo de pensar. El helenismo fue un estímulo para la mente humana. Era costumbre griega razonar, indagar y especular. Pablo de Tarso (junto con Esteban y Felipe) fue heredero tanto del helenismo como del judaísmo.

PERSIA.

Como expresión geográfica, Persia puede referirse a la planicie de Irán, limitada por el valle del Tigris al oeste y al sur, el valle Indo al este y por la cadena de los montes de Armenia y el mar Caspio en el norte, con una superficie total aprox. de 2,5 millones de m2.
El Imperio Persa del AT se le ventaba sobre las ruinas de Babilonia y puede verse en la vida de Ester. También forma parte del escenario en que se producen los hechos descriptos en los libros de Esdras y Nehemías.
Ciro estableció a los persas como tribu dominante en el 549 a. de J.C. Luego avanzó hacia el oeste para conquistar al Imperio Lidio de Creso en el 545 y, hacia el sur, para derrotar a Nabonidus de Babilonia en el 538. La conquista de Lidia le permitió a Ciro ganar el Asia Menor; la derrota de Babilonia le dio el dominio de la llanura del Éufrates, Asiria, Siria y Palestina.
Fue la primera de las grandes organizaciones imperiales del mundo, en preparación de lo que sería Roma; fue bastante humanitaria, si se la compara con el Imperio Asirio. El conflicto entre Samaria y Jerusalén, descripto en la vida de Nehemías, es una muestra de los problemas que se producían en un imperio tan grande.
Nehemías trabajaba por decreto real, pero fue atacado por fuerzas armadas. El temor de Esdras (Esdras 8:22) sugiere la existencia de similares focos de anarquía. Los cuatro libros del AT en los que Persia sirve de escenario (Esdras, Ester, Ezequiel y Daniel) ilustran la tendencia real de delegar una autoridad especial en determinados individuos para tareas específicas. Será útil hacer una lista de los reyes persas cuyos reinados tuvieron influencia en la historia del AT:
1. Ciro, 538-529 a. de J.C. (2 Crónicas 36:22, 23; varias citas en Esdras 1—5; Isaías 44:28; 45:1; Daniel 1:21; 6:28; 10:1).
2. Cambices, 529-522 a. de J.C. Se ha sugerido que Cambices es el misterioso Darío el medo (Daniel 5:31; 6:9, 25; 9:1; 11:1). Otros creen que este oscuro personaje era Gobrias, gobernador de Media, que ejercía autoridad delegada por Ciro en Babilonia.
3. Gaumata, 522-521 a. de J.C. Un usurpador que reinó por un breve período, hasta que Darío lo destituyera.
4. Darío I (Histaspis), 521-486 a. de J.C. El gran imperialista cuyo ataque marítimo a Grecia fracasó en Maratón en el 490. Este es el Darío (que Esdras menciona) bajo cuya protección se otorgó el permiso para construir el templo.
5. Jerjes I (Asuero), 486-465 a. de J.C. (Ester 1:1, 2; 2:16). Este rey insano quiso vengar la derrota de Maratón en una poderosa operación combinada y fue vencido por los griegos en Salamis (480) y Plataea (479).
6. Artajerjes I (Longimano), 464-424 a. de J.C. Fue el monarca que permitió que Esdras fuera a Jerusalén a poner en orden los asuntos de la comunidad judía (Esdras 7—8) y que 13 años más tarde promovió la misión de su copero Nehemías. Darío el persa (Nehemías 12:22) es Codomano, el último rey de Persia, a quien Alejandro le arrebató el poder en el 330.

PTOLOMEO.

El nombre común de los 15 reyes macedonios de Egipto cuya dinastía se extendió desde la muerte de Alejandro el Grande en el 323 a. de J.C. hasta el asesinato del joven Cesarión, hijo de Julio César y Cleopatra, a las órdenes de Octavio en el 30.
El primer Ptolomeo, apellidado Sotero, del 367 al 282, era un distinguido oficial de Alejandro. Llegó a ser sátrapa de Egipto en el 323, mas convirtió su dominio en un reino en el 305. Como sucesor de los faraones, Ptolomeo I tomó posesión de la antigua administración de Egipto y especialmente la propiedad del país.
Su vasta y sumamente centralizada burocracia, que se convirtió en un rasgo permanente del gobierno ptolemaico, preparó la senda para la administración imperial romana de Egipto y contrastaba las políticas helenísticas del régimen rival seléucida en Siria.
En el reino de Ptolomeo II, primero estalló la larga rivalidad con los seléucidas de Siria sobre la frontera palestina. Ptolomeo II también instituyó el culto de los divinos gobernantes, una preparación para la adoración al César. La gran ciudad de Alejandría se desarrolló durante este reino.
Ptolomeo II erigió [en Faros, pequeña isla de Egipto] el maravilloso faro de Alejandría en las afueras de los puertos gemelos, y el museo, el centro más notable de cultura y literatura del mundo antiguo. Estableció la famosa biblioteca de Alejandría y abrió un canal comunicando el mar Rojo con el Nilo. Esta fue la era dorada del Egipto de los ptolomeos.
La esposa de Ptolomeo XIII fue Cleopatra VII, la portadora del famoso nombre. La contienda doméstica y consecuentemente política y dinástica entre los esposos condujo a la intervención del César, después que su rival Pompeyo halló la muerte en Egipto. Ptolomeo XIV fue un insignificante hermano de Cleopatra y Ptolomeo XV fue su malogrado hijo con el César.
El gran logro de los Ptolomeos fue Alejandría, con todo lo que significaban sus inmensas instituciones culturales en el mundo antiguo. Alejandría era creativa y conservadora. Preservó mucho de la literatura griega y hubiese preservado más si el islam no hubiese tragado la tierra. Produjo grandes escritores y científicos y engendró la LXX Creó el “alejandrinismo”, que significa mucho en la literatura de Roma. Alejandría siempre se mantuvo aparte de Egipto. Era una ciudad griega, y su contribución particular al helenismo fue el don para la historia y civilización de los primeros ptolomeos.

SELÉUCIDAS.

Los seléucidas toman su nombre de Seleuco, un oficial de caballería de Alejandro. Fue uno de los diadocos, o “sucesores”, nombre dado a las personalidades militares notables quienes dividieron con éxito el imperio de Alejandro después de su muerte.
Por el 312 a. de J.C., Seleuco se había establecido a sí mismo al mando de Babilonia, Susiana y Media, y desde esa fecha su dinastía y era pueden ser cómodamente contadas. Por el 301, era el señor de Siria, fundando a Antioquía y a Seléucida para apresurar la expansión de su reino hacia occidente y para equilibrar Seléucida en el Tigris, su bastión oriental.

LIBROS APÓCRIFOS.

Hay 15 libros y caps. Interpuestos entre los libros canónicos del AT en la antigua Biblia Vulgata lat. En las versiones actuales los libros apócrifos generalmente se presentan como nueve libros separados. En el Concilio de Trento (1546 d. de J. C.) la iglesia Católica Romana recibió como canónicos todos los materiales adicionales incluidos en la Vulgata con excepción de 1 y 2 de Esdras y la Oración de Manasés. Esa decisión se hizo en contradicción a la mejor tradición aun de la misma iglesia romana, en reacción a los reformadores, que reconocían sólo los libros que estaban en el canon de los judíos (cf. esp., Josefo, Contra Apionem 1:8), el canon aprobado por el Señor Jesucristo. Los siguientes libros se consideran Libros Apócrifos: 1 y 2 Esdras, Tobías, Judit, Adiciones a Ester, Sabiduría de Salomón, Eclesiástico, Baruc, Epístola de Aristeas, la Oración de Asarías y el Cántico de los Tres Niños, Susana, Bel y el Dragón, la Oración de Manasés, y 1 y 2 Macabeos.

LIBROS APÓCRIFOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO.

El término «apócrifos» significa «escondidos», y con él se designaron los libros no destinados al uso general, porque se consideraba que contenían verdades demasiado profundas para la mayoría, o porque se pensaba que contenían errores o herejías. El empleo evangélico (protestante) de este término, sin embargo, solo denota que estos libros no son canónicos, significado que se remonta a Jerónimo.

ORIGEN:

De acuerdo con la tradición atestiguada por Jerónimo, existen 14 ó 15 libros apócrifos. Todos se originaron en el período intertestamentario, que va del siglo II a.C. al siglo I d.C. Todos se escribieron originalmente en hebreo o en arameo, excepto Sabiduría, Oración de Manasés y 2 Macabeos, y gozaron de gran popularidad entre la numerosa colonia judía de Alejandría. Casi todos se incluyeron en la traducción griega del Antiguo Testamento llamada Septuaginta (LXX), que se hizo en esa ciudad. Ello implica que estos judíos, en cierta forma, los consideraron revestidos de la misma autoridad que los demás libros del Antiguo Testamento.

CANONICIDAD:

Sin embargo, los rabinos que se reunieron en el llamado Concilio de Jamnia en 90 d.C. asumieron la tarea de fijar el CANON de los libros sagrados hebreos. Los criterios empleados por los rabinos fueron los siguientes:
(1) Composición del libro en hebreo o Arameo.
(2) Antigüedad (por creerse que la profecía cesó con Esdras)
(3) Ortodoxia:
(4) Calidad literaria.
De acuerdo con estos criterios y otros factores, respecto a los cuales solo podemos conjeturar, los libros apócrifos quedaron excluidos del canon hebreo.
Sin embargo, la decisión de Jamnia no afectó a los cristianos de los primeros siglos de nuestra era, puesto que su Biblia era el Antiguo Testamento griego (LXX). Es cierto que ningún libro apócrifo se cita directamente en el Nuevo Testamento; no obstante, los apócrifos parecen haber influido directa o indirectamente en algunos escritos neotestamentarios: cf. Mt 11.28–30 con Ecl 24.25–31; Mt 9.17 con Ecl 9.15; Lc 12.6–20 con Ecl 11.14–20; Ro 1.19–20 con Sb 13.1–9; Ro 9.21 con Sb 15.7; Heb 1.3 con Sb 7.26; Heb 11.35 con 2 Mac 6.18–9.28.
Muchos padres de la iglesia antigua citaron estos libros sin reconocerlos como parte de la Biblia cristiana. Cirilo de Jerusalén (m. 381) y Jerónimo (m. 420) fueron más explícitos en distinguir los apócrifos de los libros canónicos del Antiguo Testamento. En su prólogo a los libros de Salomón, Jerónimo apunta que los apócrifos del Antiguo Testamento podían leerse para la edificación, pero «no para confirmar la autoridad de los dogmas de la iglesia». Los incluyó en el Antiguo Testamento de su versión latina de la Biblia (la Vulgata), pero señaló en los prólogos los libros que no se hallaban en el canon hebreo.

EVALUACIÓN PROTESTANTE.

En el siglo XVI, Lutero y otros reformadores emplearon el Antiguo Testamento hebreo, que no contenía los apócrifos. Conocían los puntos de vista de Jerónimo y se alejaron de ciertas doctrinas que la iglesia de Roma basó en los apócrifos. En su versión alemana del Antiguo Testamento (1534), Lutero juntó los apócrifos, dispersos a través de la Vulgata, en una sola sección. Los colocó después del Antiguo Testamento y los encabezó con las siguientes palabras: «Apócrifos. Libros que no son tenidos por iguales a la Sagrada Escritura, pero cuya lectura es útil y buena». Otras traducciones protestantes de la Biblia a las lenguas vernáculas siguieron el ejemplo de Lutero, incluyendo la Biblia del Oso, de Casiodoro de Reina (1569).
Frente a esta actitud, la iglesia de Roma decretó, en el Concilio de Trento (1546), que quienes no reconocieran como sagrados y canónicos todos los libros contenidos en la Vulgata estaban «anatematizados». Libros como 1 y 2 Esdras y la Oración de Manasés, no incluidos en la lista de doce escritos declarados como canónicos en Trento, se publicaron más tarde en letra pequeña, a modo de apéndice, en la edición clementina de la Vulgata (1592). Debe observarse que los católicos romanos se refieren a los apócrifos como libros «deuterocanónicos», sin que ello implique menoscabo de su inspiración y autoridad.
En el artículo sexto de los «Treinta y nueve artículos de la religión», la iglesia anglicana recomienda la lectura de los apócrifos «por motivo del ejemplo de vida y la instrucción en las costumbres, pero no los emplea para establecer doctrina alguna».
La Confesión de Westminster (1647), que ha sido autoritativa para las iglesias presbiterianas (calvinistas) de habla inglesa, rechaza categóricamente los apócrifos y los despoja de cualquier viso de autoridad. En 1827, la Sociedad Bíblica Británica, seguida por la Sociedad Bíblica Norteamericana, decidió excluir los apócrifos en los ejemplares de la Biblia publicados por ella.
Ningún evangélico, por cierto, equipara los apócrifos con los libros canónicos. Sin embargo, los apócrifos constituyen un eslabón entre los dos testamentos, sin el cual se dificulta notablemente la comprensión del Nuevo Testamento, y puesto que formaban parte de la Biblia cristiana más antigua, los apócrifos deben estudiarse.

EL ORDEN DE LOS LIBROS APÓCRIFOS:

Los libros individuales apócrifos del Antiguo Testamento se organizan en orden alfabético en la subsiguiente artículo. Pero aquí está el orden en el cual generalmente se organizan estos 15 libros en las Biblias que contienen los apócrifos.
1. Primer libro de Esdras.
2. Segundo libro de Esdras.
3. Tobías.
4. Judit.
5. Adiciones a Ester.
6. El libro de la Sabiduría.
7. Eclesiástico o Sabiduría de Jesús, el hijo de Sirac.
8. Baruc.
9. La carta de Jeremías.
10. La oración de Azarías y el cántico de los tres jóvenes.
11. Susana.
12. Bel y el dragón.
13. La oración de Manasés.
14. Primer libro de los Macabeos.
15. Segundo libro de los Macabeos.

DESCRIPCIÓN:

A continuación damos un resumen del carácter, el contenido y la fecha de composición de los apócrifos (de los cuales los números 1, 2 Esdras y La oración de Manasés no se imprimen en las Biblias católico-romanas).

1. PRIMER LIBRO DE ESDRAS

(3 Esdras en la Vulgata) Es una traducción y compilación de 2 Cr 35.1–36.21, aumentada por la adición de un pasaje largo (3.1–5.3). Relata cómo Zorobabel obtuvo de Darío la autoridad y los fondos para reanudar la reconstrucción de los muros de Jerusalén y del templo. Se supone que fue escrito después del 150 a.C.

2. SEGUNDO LIBRO DE ESDRAS

(4 Esdras en la Vulgata) Es un libro apocalíptico que contiene en los caps. 3–14 siete visiones al parecer otorgadas a Esdras en Babilonia durante el siglo VI a.C. El autor está obsesionado por la razón del mal y del sufrimiento humano y procura justificar ante los hombres los caminos de Dios. El autor de estos caps. Fue un judío desconocido que quizás escribió en arameo hacia fines del siglo I d.C. Los caps. 1, 2 y 15, 16 son adiciones posteriores de dos autores cristianos.

3. TOBÍAS:

Es un relato popular y edificante. El ángel Rafael soluciona los problemas de Tobit y de Sara, dos judíos piadosos, por mediación de Tobías, hijo de Tobit. El libro destaca los deberes con los muertos y el consejo de dar limosna. Apareció en el siglo II a.C.

4. JUDIT:

Relata cómo una bella viuda judía, Judit, le cortó la cabeza a Holofernes, comandante asirio que sitiaba la ciudad de Betulia, y así salvó a los israelitas. La historia está repleta de errores y dislates históricos y geográficos que tal vez introdujo adrede el autor para centrar la atención en el drama religioso que constituye el fondo del relato. Es probable que el libro se escribiera en hebreo, alrededor del 100 a.C.

5. ADICIONES A ESTER:

En el siglo I o II a.C. un tal Lisímaco (11.1) tradujo el texto hebreo de Ester al griego. En seis lugares distintos de la narración griega, él, u otro autor, introdujo pasajes que no se hallan en el texto hebreo y que suman 107 versículos. Todas estas adiciones, menos una, mencionan el nombre de Dios (recuérdese que el texto masorético no se refiere ni una sola vez a Dios). En la Vulgata estas adiciones se agregan al final del texto canónico, pero en la Biblia de Jerusalén están intercaladas en letra cursiva en los lugares correspondientes al texto canónico.

6. EL LIBRO DE LA SABIDURÍA:

Aunque insinúa que su autor fue Salomón, en realidad lo escribió en griego un judío helenizado, quizás de Alejandría, entre 100 y 50 a.C. El autor parece tomar en cuenta diferentes clases de lectores: judíos tibios y apóstatas (caps. 1–5) y judíos fieles pero desanimados por las persecuciones (caps. 10–12 y 16–19). A posibles lectores gentiles les ofrece una apología a favor de la verdad del judaísmo y señala la insensatez de la idolatría (caps. 6–9 y 13–15). Recalca la creencia en la inmortalidad del alma (rasgo típicamente helenista) y ensalza el papel de la sabiduría, que se identifica con Dios en el gobierno del mundo (7.22–8.1).

7. ECLESIÁSTICO:

Se escribió en hebreo en 190 ó 180 a.C. por un judío de Palestina llamado Jesús (en hebreo, Josué), hijo de Sirac (50.29). Unos cincuenta años después el nieto del autor llevó un ejemplar a Egipto, donde lo tradujo al griego (Véase el Prólogo). Este libro recalca que la sabiduría es la ley que Moisés proclamó (24.33, 34). Una recopilación muy variada de máximas la encontramos en 1.1–42.4. Aquí se ensalzan sobre todo la prudencia y la autodisciplina. Es muy conocido el «elogio de los hombres ilustres» (44.1–50.21), que empieza con Enoc y termina con el sacerdote Simón II (220–195 a.C.).

8. BARUC:

Se atribuye al escribano de Jeremías. El libro contiene una oración de confesión y de esperanza (1.15–3.8), un poema que alaba la sabiduría (3.9–4.4) y una pieza profética (4.5–5.9) donde el autor anima a los cautivos con la esperanza de su regreso del cautiverio. Es posible que en realidad el libro haya tenido dos o más autores; el más reciente de ellos tal vez vivió poco antes o después de la era cristiana.

9. LA CARTA DE JEREMÍAS:

Aparece en la Vulgata y demás traducciones católico-romanas como el cap. 6 de Baruc. Pero la LXX conserva aparte esta carta. Se trata de una diatriba que ridiculiza la idolatría crasa de Babilonia. Se desconocen la identidad y la fecha del autor.

10. LA ORACIÓN DE AZARÍAS Y EL CÁNTICO DE LOS TRES JÓVENES:

Es una adición hallada en la versión griega y latina de Daniel, colocada entre 3.23 y 3.24 del texto canónico (donde se halla también en las traducciones católico-romanas). Posiblemente se escribió en hebreo entre los siglos II y I a.C. El cántico de los tres jóvenes sigue usándose en varias liturgias modernas (p. ej., en la anglicana y en la luterana) con el título de Benedícite.

11. SUSANA:

Es una historia de tipo «detectivesco» en que Daniel pone al descubierto las falsas acusaciones que dos ancianos lascivos lanzaron contra Susana, mujer judía muy virtuosa y bella. En la Vulgata se agrega al último capítulo de Daniel (en las demás traducciones católico-romanas figura como el cap. 13 de Daniel). El autor es desconocido y el relato se compuso durante los dos siglos anteriores a la era cristiana.

12. BEL Y EL DRAGÓN:

Es otra historia de tipo «detectivesco» dirigida contra la idolatría. Daniel descubre los ardides de los sacerdotes del ídolo Bel y después mata a la serpiente adorada por los babilonios. Por segunda vez lo echan al foso de los leones y lo salvan. El autor, la fecha y el lugar de composición se desconocen. La Vulgata también anexa esta adición al libro canónico de Daniel y en las otras traducciones católico-romanas figura como el cap. 14 de Daniel.

13. LA ORACIÓN DE MANASÉS:

Es una plegaria en que Manasés confiesa con humildad sus muchas transgresiones y pide perdón a Dios. Probablemente se compuso para insertarse en 2 Cr 33.12, 13, 18. Se escribió en griego, tal vez ya comenzada la era cristiana. Aunque no forma parte del censo de los libros canónicos adoptados en Trento, se incluye casi siempre en un apéndice de la Vulgata. Que se sepa, no existe traducción castellana.

14. PRIMER LIBRO DE LOS MACABEOS.

Es de alto valor histórico. Destaca la resistencia a los esfuerzos de Antíoco Epífanes IV de Siria por erradicar la religión judía y por helenizar a los judíos, y relata las hazañas de los hermanos Judas Macabeo, Jonatán y Simón, durante las invasiones de los sirios y las peripecias históricas ocurridas entre 175 y 134 a.C.
El autor fue un judío de Palestina que escribió en hebreo alrededor de 100 a.C., pero el texto hebreo se ha perdido.

15. SEGUNDO LIBRO DE LOS MACABEOS.

Es un resumen de una obra de 5 tomos escrita por Jasón de Cirene (2.19–32). El libro trata de la historia de los judíos entre 175 y 160 a.C. El estilo es exhortatorio y el fin es agradar y edificar (2.25; 15.39).
El autor escribió para los judíos de Alejandría, con el fin de despertar en ellos un interés por el templo de Jerusalén. El libro da por sentado la fe en la resurrección de los justos y recomienda la oración y el sacrificio de expiación por los difuntos (12.41–46). Tiene mucho menos valor histórico que 1 Macabeos. Se escribió en griego entre 124 a.C. y 70 d.C.

Los primeros cuatro libros del NT cuentan la vida de Cristo: su ministerio, muerte y resurrección. Cada Evangelio presenta la vida y el ministerio de Jesús desde una perspectiva singular y con un propósito particular. Mateo, Marcos y Lucas son llamados Evangelios sinópticos (vistos juntos), porque muchos de los mismos sucesos y enseñanzas aparecen en los tres. Juan con frecuencia relata eventos y dichos de Jesús que no se encuentran en los otros tres.