BOSQUEJO SUGERIDO DE JOB
I. La aflicción
de Job (1–3)
A. Su
prosperidad (1.1–5)
B. Su
adversidad (1.6–2.13)
C. Su
perplejidad (3)
II. La defensa
de Job (4–37)
A. Primera
etapa (4–14)
1. Elifaz
(4–5); respuesta de Job (6–7)
2. Bildad (8);
respuesta de Job (9–10)
3. Zofar (11);
respuesta de Job (12–14)
B. Segunda
etapa (15–21)
1. Elifaz (15);
respuesta de Job (16–17)
2. Bildad (18);
respuesta de Job (19)
3. Zofar (20);
respuesta de Job (21)
C. Tercera
etapa (22–37)
1. Elifaz (22);
respuesta de Job (23–24)
2. Bildad
(25); respuesta de Job (26–31)
3. Eliú (32–37)
III. La
liberación de Job (38–42)
A. Dios humilla
a Job (38.1–42.6)
(véanse 40.3–5 y 42.1–6)
B. Dios honra a
Job (42.7–17)
1. Dios
reprende a sus críticos (42.7–10)
2. Dios
restaura su riqueza (42.11–17)
NOTAS
PRELIMINARES A JOB
Demasiados lectores de la Biblia
evitan estudiar el libro de Job, con la excepción tal vez de los dos primeros y
el último capítulo, que son realmente dramáticos. El resto del libro parece a
primera vista una colección de largos discursos poéticos y la conversación
nunca parece progresar mucho. Una lectura cuidadosa del libro de Job, sin
embargo, le revelará que su muy moderno mensaje trata con un problema que los
creyentes enfrentan continuamente.
I. EL LIBRO
Al estudiar el libro de Job tenga
presente estos hechos:
(1) Es un libro
oriental, lleno de pensamientos y expresiones de los orientales.
(2) Es un libro
poético (excepto los capítulos 1–2 y 42.7–17) y la poesía hebrea es muy
diferente a la poesía occidental.
(3) Este libro
lucha con un problema difícil, la presencia del sufrimiento en un mundo donde
Dios rige.
Estas tres características hacen
el libro de Job difícil de leer e interpretar, pero no debemos ignorarlo.
Este libro de sabiduría del AT aplica la revelación Mosaica fundamental
a los problemas de la existencia y conducta humanas. Aun una fecha aprox. para
el autor anónimo es incierta. Los eventos narrados pertenecen a la primera
parte del período patriarcal.
Job proclama las condiciones fundamentales del pacto, un llamado
a la consagración total para con el jefe de nuestro pacto: el Señor. Por medio
de probar, bajo fuertes tentaciones, lo genuino de su devoción a Dios, Job
vindica la veracidad de las promesas de Dios y comprueba la soberanía del Señor
quien decide poner enemistad entre su gente y Satanás. Aun postrado por un dolor
intenso, Job únicamente clama a Dios, a nadie más. Siendo obediente a las
estipulaciones del pacto, Job se muestra listo para que la gracia de Dios se manifieste
en él y, contrariamente a las insinuaciones de Satanás, para servir a su Señor
por nada.
Aunque no se ofrece ninguna respuesta definitiva al problema del
sufrimiento, sí se arroja considerable luz al respecto. Elihú traza este
misterio al principio de la gracia divina: los sufrimientos son un don
soberano, un llamado al arrepentimiento y a la vida. Además, se ofrece la
impresionante seguridad de que Dios, como el justo y Omnipotente Señor del
pacto, finalmente otorgará a sus súbditos ya sean las maldiciones o las
bendiciones del pacto; todo de acuerdo con su justicia. De especial significado
es el discernimiento que Job alcanza en cuanto al papel que Dios desempeñará
como su vindicador celestial, reivindicándolo de toda calumnia y redimiendo su
vida de toda clase de temores. Job proclama con una fe incipiente lo que más
tarde sería revelado en las doctrinas escatológicas y teofanías: la resurrección
de los muertos en el juicio final. Esta visión no revela el porqué de los
sufrimientos particulares de Job, ni los de cualquier otro creyente, pero sí
presenta un marco de esperanza para los siervos de Dios.
JOB
Trata
el conflicto entre la experiencia de sufrimiento y la fe en el amor y justicia
de Dios. Dios permitió que Satanás probara a Job haciéndole sufrir. Los tres
amigos de Job dieron varias razones para explicar su sufrimiento. Después que
Dios habló con Job, éste comprendió que debía confiar en el amor soberano de
Dios en medio de sus problemas.
Este libro se
llama así por Job, cuya prosperidad, aflicciones y restauración se registran
aquí. Él vivió poco después de Abraham o, quizá, antes de ese patriarca. Muy
probablemente haya sido escrito por el mismo Job, y es el libro más antiguo que
existe.
Las instrucciones
que se deben aprender de la paciencia de Job y de sus pruebas, son tan útiles
ahora, y tanto más necesarias, como siempre. Vivimos bajo la misma Providencia,
tenemos el mismo Padre que disciplina, y existe la misma necesidad de corrección
para justicia.
La fortaleza y la
paciencia de Job, aunque no pocas, cedieron en sus graves problemas pero su fe
estaba fijada en la venida de su Redentor, y esto le dio firmeza y constancia
aunque toda otra dependencia, en particular el orgullo y la jactancia de un
espíritu de justicia propia, fueron probados y consumidos.
Otra gran doctrina
de la fe, particularmente establecida en el libro de Job, es la de la
Providencia. De esta historia queda claro que el Señor cuidaba a su siervo Job
con el afecto de un padre sabio y amante.
II. AUTOR Y TEMA
El libro no da indicaciones ni del
autor ni de la fecha de su escritura. Por no mencionar la historia de Israel ni
sus ritos religiosos, algunos lo han fechado en el tiempo de Moisés o los
patriarcas. Sin embargo, aunque la base histórica de la narración pudiera ser
tan antigua, probablemente el libro fue escrito posteriormente.
Se han sugerido muchas fechas entre el
tiempo de Salomón (950 a.C.) y 250 a.C. Muchos prefieren la última parte de
este período, pero ciertos paralelos con la poesía de UGARIT sugieren una fecha entre 950 y
500 a.C.
Los hechos que se describen en Job
pueden haber ocurrido siglos antes de que se escribiera el libro. Job bien
puede haber vivido en tiempos de Abraham, allá por el 2000 a.C.
Como Abraham, la fortuna de Job se
medía en términos de rebaños y ganado. Conforme a la costumbre patriarcal, los
hijos casados de Job eran parte de su casa. Vivían en tiendas apartes, pero se
sometían a la autoridad del jefe de la familia.
NOMBRE QUE LE DA A JESÚS: Job: 19: 25:
Redentor Que Vive Y Volverá.
III. EL HOMBRE
Job no fue un personaje ficticio,
inventado para este poema dramático; fue un hombre real en la historia.
Ezequiel lo menciona (Ez 14.14–20) y también Santiago (Stg 5.11). Job fue un
hombre justo, rico y con una sincera preocupación por las necesidades de los
demás. No obstante, también fue un hombre confundido, porque no podía explicar
por qué Dios le permitía atravesar tanta aflicción.
IV. EL TEMA
La mayoría de las personas dice
que el tema de Job es la antigua pregunta: «¿Por qué un Dios amante y justo
permite que el justo sufra?» Pero si este es el tema del libro, ¡la pregunta
nunca recibe respuesta! El tema se expresa mejor: «¿Cómo sufre el justo?» En apenas pocos días Job perdió su negocio,
su riqueza, su familia (excepto su esposa) y su salud. ¿Por qué ocurrió esto?
Sus tres amigos llegaron a la conclusión de que Job en realidad era un
hipócrita, que había pecado oculto en su vida y que Dios lo estaba castigando.
Job insistía en que no sabía de
algún pecado oculto, de modo que ellos siguieron argumentando con él. Por
favor, note que en 2.3 Dios indica claramente que no tenía ninguna causa contra
Job. Y en 42.7 Dios reprende a los tres amigos por no decir la verdad en cuanto
a Él. Job no era ningún hipócrita, aun cuando (como cualquiera de nosotros)
había campo para mejoras en su vida; y esto lo admitió al final (42.1–6).
Es cierto que Dios castiga cuando
sus hijos persisten en pecar (Heb 12.1–13) y que este castigo es evidencia de
su amor. Es también cierto que el malo tiene su alegría hoy, pero que pronto
será cortado (Sal 37; 73). Mas ninguno de estos hechos suplió la necesidad en
la vida de Job. Sin embargo, Dios tenía propósitos divinos al permitirle a Job
que sufriera. Por un lado, le reveló por medio de Job a Satanás y a sus ángeles
el testimonio de un hombre de fe. (Sólo en la eternidad descubriremos cuánto han
aprendido los ángeles mediante la vida de los santos; véanse Ef 3.9–10 y 1 P
1.12.) La principal lección en Job es esta: Dios es completamente soberano al
tratar con su pueblo y nunca permitirá que le venga a la vida del cristiano
obediente nada que no sea para su bien y para la gloria de Dios. Él no tiene que
explicarnos sus caminos. Es suficiente que sepamos que Él se preocupa y que
nunca se equivoca.
No vivimos por explicaciones;
vivimos por promesas. El libro de Job nos muestra cómo debe sufrir el justo.
«Habéis oído de la paciencia de Job» (Stg 5.11).
V. LOS AMIGOS
DE JOB
Cuatro hombres intervienen en este
drama, todos amigos de Job. Téngase presente que los sucesos de este libro
abarcan varios meses (7.3) y que los amigos y vecinos hablaban respecto al caso
de Job (6.15; 12.4; 16.10; 17.1–9). Elifaz
de Temán fue el primero en hablar y basó sus ideas en una «experiencia
espiritual» que tuvo una noche (4.12–16). Bildad era un «tradicionalista» que conocía unos cuantos «dichos
sabios» y trataba de edificar su caso alrededor de ellos. Como Elifaz, estaba seguro
de que Job era un hipócrita. Zofar era
muy dogmático y estaba seguro de que sabía más acerca de Dios que ningún otro.
Cada uno de estos hombres discutió
con Job y él replicó. Al final (caps. 32–37), apareció una nueva voz, la del
joven Eliú, que esperó que los
ancianos terminaran de hablar antes de presentar sus ideas. En tanto que los
tres ancianos insistían en que Dios siempre bendice al justo y juzga al malo,
Eliú dijo que Dios algunas veces disciplina (no castiga) al justo por su
voluntad. Le pidió a Job que se sometiera a Dios y confiara en Él, pero su
actitud era todavía la del juez y crítico. Cuando Dios en efecto apareció, ¡no
hizo ninguna referencia a los grandes discursos de Eliú!
VI. LA
BENDICIÓN DE LA PACIENCIA
El libro de Job no nos da una
«respuesta de cajón» al problema de por qué sufre el justo. Sin duda Job fue un
mejor hombre después que sus aflicciones pasaron, porque el sufrimiento puede
tener un efecto purificador si nos sometemos al Señor. Santiago 5.11 elogia a
Job por su paciencia, que literalmente significa «fidelidad bajo prueba». (La
palabra «paciencia» puede ser mal entendida, ¡porque sin duda Job se impacientó
con sus amigos y sus circunstancias!) Job mantuvo su fe en Dios y creyó que al
final Él le vindicaría. Y lo hizo. Tal vez esta es la más grande lección del
libro: Dios es completamente soberano en nuestras vidas y no tiene que
explicarnos sus caminos. Dios realiza sus propósitos (Ro 8.28) y esto es todo
lo que importa. Cuando las pruebas vienen, no debemos preguntar: «¿Cómo me
libro de esto?», sino: «Señor, ¿qué puedo sacar de esto?»
1–3
La tierra de Uz estaba quizás en
lo que nosotros conoceríamos como el norte de Arabia. El hombre más grande de
todo el oriente vivía allí: se llamaba Job. Veamos cuán grande era.
I. LA PROSPERIDAD DE JOB (1.1–5)
En todo sentido Job era un hombre
rico. Era rico en carácter, porque era «perfecto y recto». No era sin pecado,
sino que era sincero y obediente ante el Señor. Temía a Dios, no con terror,
sino con confianza humilde y se apartaba del mal. También era rico en cuanto a
familia, tenía siete hijos y tres hijas. Las familias numerosas (en especial de
muchos hijos) eran grandemente deseadas en el Oriente.
Nótese en el versículo 5 que Job
tenía una preocupación espiritual por sus hijos e hijas, y que oraba por ellos
ante el altar. Qué afortunados eran estos hijos al tener un padre consagrado.
En cuanto a la esposa de Job, no parece tener la fe y la sabiduría que Job
poseía (Véanse 2.9–10), aun cuando podemos entender que ella prefería ver a su
esposo muerto antes que tener que soportar tal dolor. Al final, sin embargo,
Dios demostró que ella estaba equivocada. Véanse también 19.17.
Job era rico en posesiones y tenía
«muchísimos criados». Su ganado se contaba por miles. Es cierto que Dios lo
bendijo y Job alababa sin vacilación a Dios por todo lo que Él había hecho.
Pablo escribió: «Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia» (Flp 4.12). La
mayoría no tenemos problemas en acudir a Dios cuando estamos «abatidos» y las
cosas marchan mal, pero cuán difícil es servir a Dios y recordarle cuando las
cosas prosperan. Job no permitió que su dinero y posesiones ocuparan el lugar
de Dios.
II. LA ADVERSIDAD DE JOB (1.6–2.13)
A. LA PRIMERA ACUSACIÓN Y ATAQUE DE SATANÁS (1.6–22).
Satanás tiene acceso al cielo y
debe «reportarse» a Dios. Véanse Apocalipsis 12.7–12. En el cielo Satanás acusa
a los santos ante Dios; Véanse Zacarías 3. ¡Gracias a Dios por nuestro Abogado
en el cielo, Jesucristo el Salvador (1 Jn 2.1–2)! Sin que Job lo supiera, Dios
y Satanás discutían su caso. Si Job hubiera sabido de esta conversación no
hubiera habido campo para la duda ni la preocupación.
Hubiera sabido que Dios estaba
usándolo como arma para refutar las mentiras de Satanás. Pero no sabía lo que
ocurría en los concilios de los cielos; por consiguiente, tenía que tomar sus
pruebas por fe. Satanás admitió que había estado yendo y viniendo por la tierra
(Véanse 1 P 5.8–9), y Dios le mostró a Job como «evidencia A» de lo que un
hombre consagrado debería ser. Pero de inmediato Satanás, el cual jamás concuerda con la Palabra de
Dios, acusó a Job de ser un hipócrita.
«La única razón que Job tiene para
ser tan obediente es su riqueza. ¡Quítasela y te maldecirá en tu misma cara!»
Nótese que los creyentes están «cercados» por el Señor y que Satanás no puede
tocarles sin el permiso expreso de Dios. Véanse Lucas 22.31–34. Satanás no es
igual a Dios ni en sabiduría ni en poder. Satanás no es todo poderoso, porque
no es sino un ser creado limitado en poder. Satanás no está en todas partes;
está limitado a un lugar cada vez. Y Satanás no lo sabe todo; porque si hubiera
sabido cómo, acabaría esta competencia, nunca se hubiera embarcado en ella.
Satanás tiene a este mundo en sus manos (1 Jn 5.19), pero «mayor es aquel que
está en vosotros, que el que está en el mundo» (1 Jn 4.4). En el momento que recibió
el permiso divino Satanás salió para atacar las posesiones personales de Job y
en breve Job quedó en extrema pobreza.
Nótese que Satanás usó cosas
comunes para atacar a Job: ejércitos enemigos, fuego y un viento huracanado.
Los amigos de Job pensaron que estas fuerzas destructivas vinieron de Dios
cuando en realidad venían por acción de Satanás. Es más, un hombre llamó al
fuego (quizás rayos) «el fuego de Dios» (1.16). ¿Cómo respondió Job? Lamentó
sus muertos y adoró a Dios. «Jehová dio»
(esto es fácil decir) «y Jehová quitó» (esto es duro decir). «Sea el nombre de
Jehová bendito» (requiere fe real decirlo).
B. LA SEGUNDA ACUSACIÓN Y ATAQUE DE SATANÁS
(2.1–13).
Piense en cómo los ángeles del
cielo alabaron a Dios cuando vieron que Job permaneció fiel. ¡Qué reproche para
Satanás! «Todavía retiene su integridad», le recordó Dios a Satanás (2.3). Pero
Satanás tenía otra mentira en su lengua: «Déjame tocarle su cuerpo y darle dolor, y verán cuán
fiel es». Dios se lo permitió, pero limitó a Satanás de nuevo, porque este (que
tiene el poder de la muerte cuando Dios se lo permite) no puede ir más allá de
la voluntad de Dios. No sabemos en qué consistía la «sarna maligna» de Job; tal
vez alguna forma de lepra o elefantiasis.
En cualquier caso, era en extremo dolorosa
y su apariencia horrible (19.13–20), y parecía que no había esperanza. Su
esposa no podía verle sufrir y en un momento de incredulidad sugirió que
maldijera a Dios y se quitara la vida (vv. 9–10). La palabra «mal» en 2.10 no
significa «pecado», porque Dios no es el autor del pecado. Significa «calamidad,
aflicción». Dios en efecto permite calamidades en nuestras vidas.
Entonces tres amigos de Job se
pusieron de acuerdo para venir a consolarle y se sentaron en silencio de
simpatía durante una semana después de llorar con él y unirse en sus acciones
de contrición.
Es posible que Satanás tenía su
mano inclusive en las palabras y acciones de la esposa y los tres «amigos» de
Job. Satanás usó a Judas, Pedro y a Ananías y Safira. No cabe duda que pudo
usar a los bienintencionados amigos de Job.
III. LA PERPLEJIDAD DE JOB (3)
No se malentienda este capítulo;
Job no maldijo a Dios como Satanás predijo que lo haría (1.11; 2.5), o como su
esposa le sugirió que hiciera (2.9). Es bueno saber que Satanás no puede
predecir el futuro. Lo que Job maldijo fue su nacimiento; deseaba no haber
nacido. Sentía que hubiera sido mucho mejor haber muerto al nacer que vivir
para soportar tal aflicción. La descripción que Job da de la tumba en los
versículos 13–19 debe suplementarse con la revelación que tenemos en el NT. Job
no sugiere que todos los hombres, pecadores y santos por igual, van a un lugar
de descanso y bendición; porque sabemos que el perdido muere y va a un lugar de
castigo, en tanto que los creyentes van de inmediato a la presencia de Dios.
«¡De seguro que nací para algo mejor que esto!», es lo que Job dice. Estaba perplejo;
no sabía el propósito de Dios en este sufrimiento.
En los versículos 20–24 Job
pregunta: «¿Por qué miserables como yo viven después de todo?
¿Logra algo nuestra miseria?
Quisiera morirme, pero la muerte no viene». ¿Consigue algo el sufrimiento?
Cuando nos sometemos a Dios, sí; lo logra. El sufrimiento obra por nosotros, no
contra nosotros (léase 2 Co 3.7–5.9). Job no podía ver «el fin [propósito] del
Señor» (Stg 5.11); nosotros podemos verlo porque vislumbramos la corte
celestial.
Los versículos 25–26 indican que
Job había pensado con frecuencia respecto a las pruebas y temía que tendría que
enfrentarlas. Era un hombre próspero y se había preguntado lo que haría si
perdiera su riqueza y su salud. No vivía en una seguridad carnal de paz falsa,
porque su fe estaba en Dios y no en sus posesiones. «¡Sin embargo, los
problemas vinieron!» No seamos duros con Job a menos «que nos sentemos donde él
estuvo». En medio de la prosperidad es fácil confiar en Dios, pero cuando lo perdemos
todo y nuestro dolor es tan intenso que queremos morir, ejercer fe es otra
cosa. Por favor, recuerde que Job no maldijo a Dios; en ninguna parte del
libro, Job lo negó ni puso en tela de juicio su santidad o su poder. Es más, la
justicia de Dios era el problema real de Job: ¿Cómo podía un Dios santo permitir
tan terrible calamidad?
No debería sorprendernos que un
hombre consagrado desee morirse. Moisés le pidió a Dios que le quitara la vida
(Nm 11.10–15) debido a la persistente rebelión de la nación y Elías pidió morir
después de escapar de Jezabel (1 R 19). Jonás también quiso morirse (Jon 4.3).
Por favor, note en el capítulo 3 que Job pregunta cinco veces: «¿Por qué?» (vv.
11–12, 23). Job hubiera podido soportar el dolor y el sufrimiento si tan solo
hubiera comprendido por qué Dios lo permitía. «¿Por qué?» es una pregunta fácil
de hacer, pero no siempre es una pregunta a la que Dios contesta de inmediato.
Job debía haberse dado cuenta de que Dios tenía todo el control, que estos
hechos eran parte de un plan de amor y que un día Él le revelaría sus
propósitos.
Cuando usted se quede perplejo por
las pruebas de la vida, recuerde que Dios está aún en el trono.
Véanse en Job 23.10 una expresión
de la fe de Job: «Mas Él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro». Job
estaba atravesando el horno. Pero cuando uno de los hijos de Dios está en el
horno, Dios está allí con él (Is 43.1–2; Dn 3.25).
4–37
No podemos examinar cada capítulo
en detalle, porque estos capítulos son demasiado largos y entretejidos. Si los
lee en varias traducciones modernas, tal vez le sea posible seguir mejor los argumentos
de estos hombres.
I. LOS ACUSADORES DE JOB
Los tres amigos de Job vinieron a
consolarle, ¡pero acabaron criticándole! Cada uno usó el mismo argumento de una
manera u otra:
(1) Dios bendice
al justo y aflige al malo;
(2) Dios ha
afligido a Job;
(3) por
consiguiente, Job debe ser malo.
Por supuesto, tal pensamiento
parece lógico, pero no era espiritual. Los
seres humanos mortales somos demasiado ignorantes para comprender a plenitud
los caminos de Dios. Encerrar a Dios en nuestras pequeños «casilleros
teológicos» es limitarle y hacerle menos que Dios. Debemos tener presente que
estos amigos no tenían la revelación plena que tenemos en el NT, mostrando más
completamente que el sufrimiento no siempre es causa de pecado y que mediante
nuestra fe en Cristo podemos convertir el sufrimiento en gloria. Es peligroso
que los creyentes «expliquen los caminos de Dios» a otros creyentes si no
comprenden la Palabra y las sendas de Dios.
En su primer discurso Elifaz
argumenta que Job es un pecador (4.7–11). Basa su pensamiento en una visión
especial que una vez recibió (4.12–21), de modo que podemos decir que Elifaz
parte de una experiencia personal: los crudos «hechos de la vida». Bildad toma
el argumento en 8.1–7 y sin rodeos afirma que Dios no hace nada injusto. En
8.8–10 Bildad arguye a partir de la tradición y entonces cita una serie de
«dichos antiguos» para apoyar su argumento. Zofar reprende a Job en el capítulo 11, ¡y le dice que necesita
arrepentirse y arreglar las cuentas con Dios!
Los tres «amigos» cometieron las mismas
equivocaciones:
(1) no entraron
en la aflicción de Job ni mostraron simpatía hacia él;
(2) tenían un
concepto rígido de Dios y sus obras, concepto que no era completamente verdad;
y:
(3) eran demasiado
dogmáticos y arrogantes como para escuchar a Job y examinar con sinceridad sus
creencias.
El problema del sufrimiento humano
es demasiado hondo y completo para las respuestas simples que dieron los tres
amigos. Jesús jamás pecó y, sin embargo, ¡sufrió más que cualquiera otra
persona!
Ni Job ni sus amigos sabían de la
conferencia en el cielo, ni de que Dios usaba a Job como «evidencia A» ante
Satanás y los ángeles, para demostrar que las personas confiarán en Dios aun
cuando no comprendan lo que Él hace. Los amigos llamaron «hipócrita» a Job
(8.13; 15.34; 20.5; 34.30); Dios le llamó «perfecto y recto» (1.8; 2.3). Job no
regatearía con Dios tan solo para recuperar su prosperidad material, porque su
mayor capital era su integridad personal.
En 2.3 Dios aclara que no tenía
razón para afligir a Job, que este no era hipócrita ni pecador. Es por eso que
Dios rechazó el discurso de Eliú (38.1–2) y los discursos de los otros tres
(42.7).
Mientras que los tres amigos
argüían que los sufrimientos de Job era un castigo por el pecado, Eliú tenía
una idea diferente (caps. 32–37): Dios envía sufrimiento para castigarnos y
enseñarnos (33.9–20; 35.10–16). Eliú muestra una perspectiva más elevada de
Dios y en sus discursos recalca hermosamente el poder y la sabiduría de Dios;
léase en especial el capítulo 37. Pero fracasa al no ayudar a Job y Dios mismo
reprocha a Eliú por su «consejo oscuro» (38.1–2).
II. LOS ARGUMENTOS DE JOB
Después que cada hombre hablaba,
Job replicaba, excepto en el caso de Eliú, donde Dios mismo intervino para
responder. Los argumentos de Job eran más o menos como sigue:
(1) creo que Dios
es justo y poderoso, así como vosotros creéis;
(2) pero no soy ningún hipócrita; sé que no hay pecado entre
mí y Dios;
(3) argumentaría
mi caso ante Dios, pero no puedo hallarle;
(4) sin embargo, confiaré en Él, porque Él me vindicará
ya sea en esta vida o en la venidera.
Requirió gran cantidad de fe de parte
de Job argüir así a la luz de las circunstancias. No sorprende que Santiago
5.11 recalca la paciencia de Job.
Los tres amigos argüían que Dios
siempre aflige al malo, ¡pero Job les recalcó que los malos parecían prosperar!
En el capítulo 18 Bildad da un cuadro de una terrible destrucción del malo como
una luz que se apaga (vv. 5–6), un ave atrapada (vv. 7–10), un criminal
perseguido (vv. 11–13), una tienda derribada (vv. 14–15) y un árbol que se seca
(vv. 16–17). Entonces, en el capítulo 20 Zofar arguye que la aparente
prosperidad de los malos es sólo pasajera.
En el capítulo 21 Job rechaza sus argumentos
y destaca la obvia salud y riqueza de los malos. En el capítulo 24 Job
pregunta: «¿Por qué Dios no interviene y hace algo respecto al pecado?» Hace
una lista de pecados de los malos y en el capítulo 31 hace un recuento de su
vida consagrada. Los tres amigos quedan en silencio porque saben que los
argumentos de Job son razonables. El locuaz discurso de Eliú no añade nada a la
solución del problema.
III. LAS APELACIONES DE JOB
Los versículos más importantes son
lo que indican las apelaciones del corazón de Job a Dios y a sus amigos.
A. APELA POR SIMPATÍA.
Sus amigos no mostraron ni amor ni
comprensión; para ellos Job era un problema teológico, no un santo sufriente (Véanse
Jn 9.1–3). En el capítulo 6 Job indica que ha perdido su sabor por la vida (vv.
6–7) y quiere morir (vv. 8–13). Compara a sus amigos con un arroyo que se seca
cuando los sedientos viajeros necesitan agua (vv. 14–20). El capítulo 7 nos da
varios cuadros de la vida con sus pruebas y su brevedad: una guerra (v. 1,
donde «brega» significa «guerra»); esclavitud (vv. 1–5); una veloz lanzadera de
tejedor (v. 6); el viento (vv. 7–8); una nube (vv. 9–10; y Véanse Stg 4.13–17).
En 9.25 compara a la vida con un mensajero veloz («correo», Véanse Est 8.9–14)
y en 9.26 con una nave veloz.
B. APELA POR UNA OPORTUNIDAD DE CAREO CON DIOS.
En el capítulo 9 Job se queja de
que no tiene cómo presentar su caso ante Dios porque no puede hallarle. Nótese
en el versículo 33 su apelación por un «árbitro» entre él y Dios. «¿Y cómo se justificará
el hombre con Dios?» (v. 2) significa: «¿Cómo puede un hombre presentar su caso
ante Dios?» Gracias a Dios por el Mediador, Jesucristo, ¡quien nos representa
ante Dios! Véanse 1 Timoteo 2.5; 1 Juan 2.1–2; y Zacarías 3. Véanse Job
16.19–22; 23.3.
C. APELA A SU INTEGRIDAD BÁSICA.
En cada uno de sus discursos Job
niega que sea un pecador en secreto. Conoce su corazón y confiesa que sus
amigos cruelmente le han juzgado mal. Hacia el final del libro, cuando Dios se
revela a Job, el hombre se postra en polvo y ceniza y confiesa su indignidad
(40.3–5; 42.1–6); pero esto no fue una confesión de pecados. Más bien, era
humillación ante Dios al darse cuenta de su ignorancia e indignidad ante el
Todopoderoso. Dios nunca acusa a Job de pecado. La acusa de no percatarse de la
grandeza de Dios o tratar de encajar a Dios en los confines de su minúsculo
argumento, pero no lo juzga por los pecados de los cuales lo acusan los amigos.
Véanse en el capítulo 31 la defensa que Job hace de su vida consagrada.
D. APELA A SU FE EN DIOS.
Esto es lo que creó el problema:
Job confiaba en Dios y sin embargo parecía que le había abandonado. Si Job
hubiera negado alguna vez a Dios o maldecido a Dios, el problema hubiera quedado
resuelto, porque sus amigos hubieran sabido que Dios castigaba a Job por su
incredulidad.
Pero Job tenía fe. «Aunque Él me
matare, en Él esperaré» (13.15). «Sé que seré justificado [vindicado, demostrado
ser veraz]» (13.18). Tan grande era la fe de Job que afirma que Dios le
vindicará en la resurrección, en la vida venidera, si no lo hace en esta vida
(19.25–29; 14.1–14). Job sabía que Dios obraría con algún propósito, pero
pensaba que Él debía decirle lo que estaba haciendo (Véanse cap. 23).
Por supuesto, si Job hubiera
sabido acerca de la conferencia en el cielo entre Dios y Satanás, no hubiera necesitado
la fe.
E. APELA PARA MORIRSE.
Desde la primera queja en el
capítulo 3 hasta el final del argumento, Job pide morir. Léase 6.8–12 y 7.15–21.
No hay que criticar demasiado a Job por desear la muerte. Sufría gran aflicción
física; sus amigos y vecinos lo insultaban (cap. 30); y parecía que Dios lo
había abandonado. Moisés, Elías y Jonás cayeron en el mismo error.
Los caminos de Dios están por
encima y más allá del entendimiento de los mortales. Incluso Job admitió: «He
aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos»; literalmente: «Estas
cosas no son sino los bordes de sus caminos, el borde de su vestidura». Dios es
mucho más grande que la teología del hombre. Cuando no podemos entender,
podemos adorarle y confiar en Él.
38–42
¡Ahora llegamos al clímax del
libro y Dios mismo entra en escena! En 9.35, 13.22 y 31.35–37 Job desafió a
Dios que apareciera y hablara con él cara a cara, y ahora Dios hace
precisamente eso. Lo primero que Él hace es barrer con las ideas vanas de Eliú,
quien oscureció los propósitos de Dios y no arrojó ninguna luz adicional en la
situación. Ahora Dios procede a tratar con su siervo Job de una manera
personal.
I. DIOS HUMILLA A JOB (38.1–42.6)
Dios le hace a Job una serie de
preguntas sencillas respecto al universo y su operación. «Puesto que parece que
sabes tanto acerca de Dios, ¡déjame preguntarte si podrías o no manejar el
universo que hice!» Este parece ser el principal enfoque de estos capítulos.
«Me lanzaste un desafío; ¡ahora yo te voy a lanzar uno!»
Dios empieza con la creación
(38.4–11). Por supuesto, no hay «cimientos» para el globo; Dios usa un lenguaje
figurado, no términos científicos. Es más, Job 26.7 claramente indica que el
mundo cuelga sobre la nada y esto se escribió en un día cuando los eruditos
pensaban que gigantescas tortugas y otras criaturas sostenían el mundo. Y 26.10
enseña la esfericidad de la tierra: «Ha trazado un círculo sobre la superficie
de las aguas, en el límite de la luz y las tinieblas» (BLA). Este versículo
también enseña que una parte del globo está en luz mientras que la otra parte
está en oscuridad. Job 38.7 se refiere al regocijo de los ángeles cuando Dios
creó el universo.
En 38.12–15 Dios le pregunta a Job
respecto a la salida del sol y de la luz que se esparce; en 38.16–21 inquiere
respecto a las medidas de la tierra y del mar. ¡Cuán insensato pensar que un
simple ser humano pudiera medir la creación de Dios!
Entonces Dios se refiere a la
naturaleza inanimada: la nieve y el granizo, la lluvia y el hielo (38.22–30).
La frase del versículo 22: «los tesoros de la nieve» habla de las minas
escondidas donde Dios almacena la nieve y el granizo. Sin embargo, hay un
sentido real en el cual la nieve contiene tesoros, porque la nieve contribuye a
captar los nitratos del aire y depositarlos en la tierra. ¡Qué hombre querría la
responsabilidad de decidir cuándo debe llover o nevar! Sólo Dios puede gobernar
este universo y hacer que todo funcione en armonía. En 38.31–38 Dios pregunta
respecto a las estrellas y constelaciones, así como acerca de las nubes y la
lluvia.
Luego pregunta respecto a la vida
animal (38.39–39.30). ¿Caza el hombre una presa para alimentar a un león?
¿Dependen los cuervos del hombre para su alimento? Jesús responde a esto en
Lucas 12.24.
Las cabras monteses en las
montañas, los asnos salvajes en las llanuras y los bueyes salvajes («búfalos» en
39.9–10), todos miran a Dios para que les proteja y provea para ellos. Incluso
el tonto avestruz, que a menudo se olvida dónde está su nido, disfruta del
cuidado del Todopoderoso (39.13–18). El versículo 18 es un recordatorio de la
gran velocidad del avestruz. En 39.19–25 se muestra al caballo al enfrentarse
al enemigo en la guerra; y en 39.26–30 se mencionan al halcón y al águila. Por
dondequiera que Job mire a la creación animada, ve la mano de Dios obrando.
«Ahora», le dice Dios, «me has
reprochado y argüido conmigo. ¡Dame tu respuesta!» Hay sólo una respuesta que
Job puede dar (40.3–5): «Soy vil; he hablado demasiado acerca de cosas que no comprendo.
No diré nada más». Este es un paso más cerca a la bendición, pero Job todavía
no se ha arrepentido de la manera en que habló respecto a Dios. De modo que
Dios vuelve a preguntar y esta vez enfoca la atención sobre dos grandes
bestias: el hipopótamo («behemot», 40.15–24) y el cocodrilo («leviatán», cap.
41). Estas dos bestias se admiraban y temían en los días de Job, aun cuando
ninguna era nativa de Palestina.
La palabra hebrea para «behemot»
sencillamente significa «bestia grande», pero la mayoría de los estudiosos opinan
que se refiere al hipopótamo. Sin duda Job no podía enfrentarse a tal bestia,
¡mucho menos crearla! De la misma manera el cocodrilo; Job ni siquiera se atrevería
a pescarlo, atarlo ni tenerlo como mascota (41.1–8). «¿Quién, pues, podrá estar
delante de mí?», pregunta Jehová, «¡porque el Creador es por cierto más grande
que la criatura!» «Estornudos» en el versículo 18 se refiere al resoplido del
cocodrilo. Partiendo de los versículos 18–21 algunos eruditos sugieren el
chorro que lanza la ballena. En cualquier caso, todo el capítulo sirve para
revelar la grandeza de las criaturas de Dios y, por consiguiente, la grandeza
de Dios.
¿El resultado? Job se humilla y se
arrepiente (42.1–6). Dios no acusa a Job de los pecados que sus amigos lo
acusaban de haber cometido, pero Dios sí le acusa de no verse a sí mismo a la
luz de la grandeza y majestad de Dios. La experiencia religiosa de Job no es
más de segunda mano; se ha encontrado personalmente con Dios y esto hizo que
sus sufrimientos bien valieran la pena.
II. DIOS HONRA A JOB (42.7–14)
Ahora que Job se ha humillado,
Dios puede exaltarlo (1 P 5.6; Stg 4.10). Lo primero que Dios hace es reprender
a los amigos. Le habla a Elifaz porque evidentemente era el mayor de los amigos
y por lo tanto el más responsable. Dios aclara que sus muchos argumentos
estaban errados; no comprendían ni a Dios ni a Job. Les ordena a los amigos que
ofrezcan holocaustos e instruye a Job que ore por ellos.
Debe haber exigido gracia de parte
de Job orar por hombres que lo trataron con tanto rigor, pero era un hombre de
Dios y lo obedeció. Dios «convirtió la cautividad de Job» cuando oró no por sí
mismo, sino por sus amigos. Dios le curó su cuerpo.
Después de reprender a los amigos
de Job, Dios entonces restaura las riquezas de Job. Dios sabía que podía
confiarle a Job fortuna y prestigio porque era un siervo humilde. Nótese que en
los versículos 7–8 Dios lo llama cuatro veces «mi siervo Job». Dios le dio a
Job el doble de lo que tuvo antes.
Compárese 1.3 con 42.12. Dios no
le dio a Job otros catorce hijos y seis hijas (el doble de lo que tenía antes,
1.2), porque los diez hijos que murieron aún vivían en el cielo. Job no los
había perdido. Así, Dios le dio a Job siete hijos y tres hijas, y el gran total
era el doble del número de hijos que tuvo antes.
Una vez restaurada su fortuna, los
amigos y conocidos de Job regresaron a él para consolarle y animarle. Algunos
de ellos, sin duda, le criticaron y juzgaron en el pasado, pero ahora todo
había pasado. Le trajeron regalos, tal vez como evidencia de sincera
lamentación por las equivocaciones del pasado. Era costumbre en los países
orientales que las personas intercambiaran regalos en ocasiones festivas.
Los nombres de las hijas de Job
son interesantes: «Jemima» quiere decir «paloma»; «Cesia» quiere decir
«canela»; y «Keren-hapuc» quiere decir «pomito de pintura de ojos» o «pomito de
cosméticos».
Cada uno de estos nombres indican
que las muchachas eran atractivas y honorables. Job incluso les dio herencia
entre sus siete hermanos.
Job vivió 140 años, lo cual
sugiere (debido al doble de todo) que debe haber tenido setenta años cuando
ocurrieron estos sucesos.
Por supuesto, no cada santo que
sufre en la voluntad de Dios (1 P 3.17) va a ser honrado así en esta vida. La
principal lección del libro de Job no es que usted será rico y poderoso cuando
se acabe el sufrimiento, sino más bien que el Todopoderoso Dios tiene un
propósito con el sufrimiento y que nada puede desviar ese propósito. Incluso
Satanás debe someterse al control de Dios, porque Dios siempre escribe el
último capítulo. Job no sufrió por los pecados, sino que su sufrimiento le hizo
un mejor hombre.
Dios le dio gran honor después de
su sufrimiento, como testimonio en una edad cuando no había Biblia escrita para
enseñar a la gente la verdad divina. Los cristianos que sufren durante esta
edad presente tal vez no serán recompensados aquí, pero sí lo serán en el más
allá. Véanse Romanos 8.18–39; 2 Corintios 4–5; y 1 Pedro 4.12–19. El secreto de
la vida de Job fue la paciencia (Stg 5.11); confió en Dios a pesar de Satanás,
las circunstancias, los amigos y los seres queridos. Su fe en ocasiones fluctuó
y algunas veces acusó a Dios, pero sin embargo se sostuvo «como viendo al
invisible».