Probablemente
fue escrita a un grupo de iglesias en Asia Menor que incluía a Éfeso. Pablo
enfocó las doctrinas de la unión con Cristo, y de la iglesia como cuerpo de
Cristo. Instó a los creyentes a lograr unidad en asuntos doctrinales y
prácticos por medio de hablar la verdad en amor y haciéndole frente a Satanás,
el enemigo del creyente.
Esta epístola fue
escrita cuando San Pablo estaba preso en Roma. La intención parece ser
fortalecer a los efesios en la fe de Cristo, y dar elevados puntos de vista
acerca del amor de Dios y de la dignidad y excelencia de Cristo, fortaleciendo
sus mentes contra el escándalo de la cruz. Muestra que fueron salvados por
gracia, y que por miserables que hayan sido una vez, ahora tienen iguales
privilegios que los judíos.
Los exhorta a
perseverar en su vocación cristiana y les estimula a que anden de manera consecuente
a su confesión, desempeñando fielmente los deberes generales y comunes de la
religión, y los deberes especiales de las relaciones particulares.
BOSQUEJO SUGERIDO DE
EFESIOS
I. Doctrina:
Las bendiciones en Cristo del creyente (1–3)
A. Nuestras
posesiones en Cristo (1.1–14)
1. Del Padre
(1.1–6)
2. Del Hijo
(1.7–12)
3. Del Espíritu
(1.13, 14)
B. Oración por
entendimiento (1.15–23)
C. Nuestra
posición en Cristo (2)
1. Resucitados
y sentados en el trono (2.1–10)
2.
Reconciliados y colocados en el templo (2.11–22)
D. Oración por
capacitación (3)
II. Deberes: La
conducta en Cristo del creyente (4–6)
A. Andar en
unidad (4.1–16)
B. Andar en
pureza (4.17–32)
C. Andar en
amor (5.1–6)
D. Andar en la
luz (5.7–14)
E. Andar con
cuidado (5.15–17)
F. Andar en
armonía (5.18–6.9)
1. Esposos y
esposas (5.18–33)
2. Padres e
hijos (6.1–4)
3. Amos y
siervos (6.5–9)
G. Andar en
victoria (6.10–24)
Efesios equilibra la doctrina y el
deber. Primero Pablo nos recuerda de lo que Dios ha hecho por nosotros; luego nos
dice lo que debemos hacer por Él en respuesta a su misericordia. La vida
cristiana se basa en el aprendizaje cristiano. El creyente que no conoce mucho
de su riqueza en Cristo nunca podrá andar por Cristo. Nuestra conducta depende
de nuestro llamamiento. Demasiados cristianos viven en los capítulos 1–3 y
estudian las doctrinas, pero no avanzan a los capítulos 4–6 para poner en práctica
los deberes.
NOTAS
PRELIMINARES A EFESIOS
I. LA CIUDAD
Éfeso era una de las grandes
ciudades del Asia Menor: una capital romana, centro de adoración de la diosa
Diana y un rico centro comercial ubicado en una amplia bahía que invitaba al
comercio mundial. El templo de Diana era una de las siete maravillas del mundo
antiguo y se guardaba celosamente la adoración a esta diosa (Véanse Hch 19.23).
Éfeso era la principal ciudad de esa área, de modo que no sorprende que Pablo
se haya quedado allí tres años (Hch 20.31) y que desde esa ciudad el evangelio
se expandiera por «toda Asia» (Hch 19.10).
II. LA
IGLESIA
Pablo visitó brevemente a Éfeso en
su segundo viaje, dejando allí a sus ayudantes Priscila y Aquila (Hch
18.18–28). Regresó a Éfeso en su tercer viaje y permaneció allí tres años (Hch
20.31). Empezó su ministerio en la sinagoga judía; cuando sus compatriotas
rechazaron su mensaje, se fue a la escuela de un profesor llamado Tiranno (Hch
19.9) y predicó y enseñó durante dos años aproximadamente. Su ministerio tuvo
un tremendo efecto en la ciudad: los que practicaban la brujería se
convirtieron a Cristo y quemaron sus libros de conjuros mágicos; se ganaron
muchos para la adoración al Dios verdadero; y las ganancias de los plateros
(que vendían templecillos de Diana) menguaron grandemente. La clara enseñanza
de Pablo y su predicación de la Palabra de Dios enardeció de tal manera al
enemigo que se produjo un motín y obligaron a Pablo a salir de la ciudad. Más
tarde (Hch 20) se reunió con los ancianos de Éfeso mientras iba de regreso a
Jerusalén.
III. LA CARTA
Pablo era un prisionero de Roma
cuando escribió esta carta (Ef 3.1; 4.1). En Hechos 21.25 se registra cómo lo
apresaron. Mientras estaba en Jerusalén, Pablo fue al templo y lo arrestaron
bajo acusaciones falsas. Su «juicio» no llegó a ninguna conclusión y lo
mantuvieron dos años en prisión en Cesarea (Hch 21.27–26.32). Cuando Pablo
apeló por un juicio ante el emperador, fue enviado a Roma (Hch 27–28). Mientras
estaba preso en su casa de alquiler, Pablo tenía libertad para recibir
visitantes y fue en este tiempo que escribió Efesios. La carta quizás la llevó
Tíquico (Ef 6.21), quien tal vez también ayudó a entregarla a Colosas, junto
con Onésimo (Col 4.7–9).
A pesar de que la carta está
dirigida a la iglesia en Éfeso, hay razón para creer que esta debió haber circulado
entre las muchas iglesias del Asia Menor. Usted notará que la carta se refiere
a la verdad de la iglesia en general, no a la clase de problemas locales que se
analizan en las dos cartas a los Corintios o 1 Tesalonicenses. En todo sentido,
Efesios es la expresión más grande de Pablo sobre la Iglesia, enseñándonos lo
que es la iglesia para Dios y lo que debe ser en la práctica a los ojos de los
hombres.
El tema de Pablo es Cristo y la
Iglesia, el eterno plan de Dios para reunir todas las cosas en Cristo Jesús. La
carta empieza con la eternidad del pasado y nos lleva a la eternidad del
futuro. Vemos al creyente sentado en lugares celestiales, pero también andando
con Cristo en la tierra y luchando contra Satanás. Si bien Efesios no nos dice
todo lo que Dios quiere que sepamos en cuanto a la Iglesia, no hay otra parte
en la Biblia donde la doctrina de la Iglesia o la vida cristiana práctica sea
superior. Es interesante comparar la descripción en Hechos 20 del ministerio de
Pablo en Éfeso con las doctrinas enseñadas en la epístola a los Efesios.
IV.
LA IGLESIA EN EFESIOS
En las cartas de la prisión
(Efesios, Filipenses, Colosenses) Pablo se refiere a la Iglesia en general como
el cuerpo de Cristo, la esposa y el templo. En las epístolas pastorales (como
Timoteo y Tito), analiza a la iglesia sirviendo a Cristo como un cuerpo local.
Ambos énfasis son necesarios para un ministerio equilibrado. Sin duda, Dios ve
todo el cuerpo con Cristo como la Cabeza; pero en lo que se refiere al
ministerio Él obra mediante iglesias locales en diferentes lugares. La «iglesia
universal» (el cuerpo de Cristo), en el cual el creyente es bautizado por el
Espíritu, es un concepto válido; pero el concepto de «iglesia universal» no
sustituye a la acción de la iglesia local. La «iglesia universal» nunca envió
un misionero, ni construyó un hospital, ni observó la Cena del Señor, ni ayudó
a una familia necesitada. Es en la iglesia local donde más se enfatiza en el
NT, pero el ministerio de la iglesia local será más fuerte si los miembros se
dan cuenta de su posición en el cuerpo de Cristo.
AUTOR
Y FECHA
Desde
los primeros años del siglo II, la tradición concuerda en que esta carta la
escribió Pablo quizás entre 50–60 d.C. Sin embargo, durante los últimos años,
la alta CRÍTICA ha puesto en tela de duda tal tradición. Los argumentos en
contra de la paternidad paulina tienen carácter subjetivo y se relacionan con
el estilo, el vocabulario, la doctrina y los paralelos íntimos con otras cartas
de Pablo.
Según
Barth, Efesios contiene 80 palabras que no se encuentran en otras cartas
paulinas, además del aumento en el uso de verbos en proporción con los
sustantivos; además, contiene 231 verbos y 158 sustantivos, mientras que
GÁLATAS 139 verbos y 202 sustantivos.
También
ciertas palabras típicamente paulinas (misterio, servicio, herencia, plenitud,
por ejemplo) parecen tener un sentido diferente en Efesios. En ningún momento
estos han sido argumentos decisivos. Las diferencias internas, comparadas con
las otras cartas, pudieron deberse a que fueron distintas las circunstancias
que dieron motivo a la epístola.
NOMBRE
COMO PRESENTA A JESÚS: Ef. 1: 22, 2: 20; 5. 23, 4: 7,8. Cabeza De La Iglesia Y
Dador De Dones.
1
El pensamiento clave en este
capítulo es la riqueza de las bendiciones que tenemos como cristianos, bendiciones
espirituales que son nuestras debido a que estamos en Cristo (1.3). Pablo nos
informa que cada Persona de la deidad nos ha bendecido (vv. 1–14) y luego ora
para que entendamos esas bendiciones y el poder que pueden dar a nuestras vidas
(vv. 15–23).
I. BENDICIONES DEL PADRE (1.1–6)
A. ÉL NOS HA ESCOGIDO (VV. 3–4).
Esta es la maravillosa doctrina de
la elección, una doctrina que no podemos explicar por completo, pero que la
podemos disfrutar a plenitud. No trate de descartar con explicaciones el
misterio de la gracia. Dios no nos escogió por nosotros mismos; nos escogió en
Cristo, por gracia. Nótese 1 Corintios 1.26–29; 2 Tesalonicenses 2.13, 14; y
Juan 6.37.
B. NOS HA ADOPTADO (V. 5).
La «elección» se refiere a
personas; la predestinación a los propósitos para esas personas. Dios nos elige
para ser santos (los apartados), luego predestina a que ciertos propósitos en
nuestras vidas ocurran (Véanse Ro 8.28). La «adopción» en el NT se refiere al
acto oficial de un padre que otorga el status de adulto al hijo menor de edad.
No es recibir a un extraño; es colocar a un miembro de la familia en posición
de gozar de los privilegios y bendiciones del adulto. Esto significa que
incluso el cristiano más joven tiene todo lo que Cristo tiene y es rico en
gracia.
C. NOS HA ACEPTADO (V. 6).
En nosotros mismos no somos
aceptables a Dios, pero en Cristo «nos hizo aceptos». Lea en la epístola a
Filemón una hermosa ilustración de esta verdad. Pablo escribió: «Recibe a tu
esclavo Onésimo como me recibirías a mí» (Flm 17). Aun cuando hemos pecado
Cristo le dice al Padre: «Recibe a este santo como me recibirías a mí». Siga el
rastro de la maravillosa frase «en Cristo» por las cartas de Pablo; ¡quedará
encantado!
II. BENDICIONES DEL HIJO (1.7–12)
A. NOS HA REDIMIDO (V. 7A).
Al dar su vida en la cruz, Cristo
nos compró de la esclavitud del pecado. Tenemos una redención presente en que
Él nos ha librado de la pena y del poder del pecado; tendremos una redención
futura (v. 14) cuando Cristo nos liberte de la presencia del pecado en su
venida.
B. NOS HA PERDONADO (V. 7B).
La palabra «perdonar» literalmente
significa «enviar lejos». El pecado es una carga terrible que Cristo le quita
al pecador que se vuelve a Él. Cristo llevó la carga en la cruz (1 P 2.24). Se
ilustra como el macho cabrío expiatorio que se soltaba en el desierto en el Día
de la Expiación (Lv 16.20–22).
C. NOS HA REVELADO LA VOLUNTAD DE DIOS (VV. 8–10).
Un «misterio» es una verdad divina
que sólo conoce el pueblo de Dios mediante revelación. En Cristo somos parte
del eterno propósito de Dios «de reunir todas las cosas en Cristo» (v. 10).
Este mundo presente está destrozándose con guerras, contiendas y pecado. Pero
un día Dios introducirá una nueva creación, con todas las cosas unidas en
Cristo.
D. NOS HA HECHO UNA HERENCIA (VV. 11–12).
Dios no solamente nos ha dado una
herencia en Cristo (1 P 1.3, 4), sino que nos ha hecho herencia para Cristo. La
Iglesia es su cuerpo, templo y esposa; un día participaremos de su gloria.
III. BENDICIONES DEL ESPÍRITU (1.13, 14)
A. NOS HA SELLADO (V. 13).
Este importante versículo bosqueja
el camino de la salvación. El pecador oye la Palabra de Verdad, confía en
Cristo, recibe el Espíritu Santo y es sellado para siempre. «Habiendo creído en
Él» también se podría traducir como «cuando creísteis en Él», porque el
Espíritu entra en el corazón en el instante en que el pecador confía en Cristo.
Este sello quiere decir que Dios nos posee y nos guardará. ¡Nadie puede romper
el sello de Dios».
B. NOS HA DADO LA GARANTÍA (V. 14).
«Garantía» en los negocios
significa el dinero que se entrega como señal por la posesión que se compra.
Cristo ha adquirido nuestro futuro para nosotros, pero todavía no hemos entrado
en todas las bendiciones. Dios nos ha dado su Espíritu como la «garantía» que
nos asegura que experimentaremos la redención total y recibiremos en gloria las
bendiciones que Dios nos prometió.
Por favor, note que al final de
cada una de estas tres secciones Pablo nos dice por qué el Padre, el Hijo y el
Espíritu nos han dado estas bendiciones: «Para alabanza de su gloria» (vv. 6,
12, 14b). ¡La salvación es por la gracia de Dios y para la gloria de Dios! Dios
no tiene que salvar a nadie; cuando salva al pecador lo hace para su gloria.
IV. ORACIÓN POR ENTENDIMIENTO (1.15–23)
Hay dos oraciones en Efesios:
(1) «que ustedes
puedan conocer», 1.15–23; y:
(2) «que ustedes
puedan ser», 3.13–21.
La primera oración es por
entendimiento, la segunda por capacitación. Pablo ora primero para que
entendamos lo que Cristo ha hecho por nosotros; luego para que vivamos a la
altura de estas maravillosas bendiciones y las pongamos en obra cada día.
Nótese las peticiones de Pablo:
A. QUE DIOS LES DIERA ENTENDIMIENTO ESPIRITUAL (VV. 17–18A).
Las verdades espirituales deben
discernirse espiritualmente (1 Co 2.9–16), y este entendimiento viene sólo del
Espíritu. Él escribió la Palabra; Él es el único que puede enseñarnos lo que
ella dice.
B. QUE CONOCIERAN LA ESPERANZA DE SU LLAMAMIENTO (V. 18B).
Debido a que Dios nos escogió en
Cristo antes de la fundación del mundo tenemos una bendita esperanza por toda
la eternidad, que no depende de nuestra bondad, sino en su gracia. Repase los versículos
4–6, en donde se resume este llamamiento. El cristiano que no conoce su supremo
llamamiento (Flp 3.14), su llamamiento santo (2 Ti 1.9), y su llamamiento
celestial (Heb 3.1), nunca será capaz de andar como es digno de ese llamamiento
(Ef 4.1, en donde «vocación» es «llamamiento»).
C. QUE CONOCIERAN LAS RIQUEZAS DE SU HERENCIA (V. 18C).
No sólo tenemos una herencia en
Cristo, sino que somos una herencia para Cristo (Véanse v. 11). La palabra
«riquezas» aparece con frecuencia en Efesios, sugiriendo que nada falta, nada
más de lo que necesitamos. Los cristianos maduran en el Señor cuando aprenden
cuánto significan para Cristo y entonces empiezan a vivir para traer gozo a su
corazón.
D. QUE CONOCIERAN SU PODER (VV. 19–23).
El mismo poder que resucitó a
Jesús de los muertos está a nuestra disposición cada día. Cristo ya ha ganado
la victoria sobre el pecado, la muerte, el mundo y Satanás. El pueblo de Dios
no lucha por victoria, sino ¡desde la victoria! Estamos sentados con Él en
lugares celestiales, donde hay poder, paz y victoria.
Por supuesto, todas estas
bendiciones son únicamente para quienes reúnen las condiciones estipuladas en
los versículos 1–2. Nótese que Pablo escribe a santos vivos (no muertos), gente
que ha puesto su fe en Cristo. Estos santos (apartados) han experimentado la
gracia de Dios y ahora disfrutan de su paz. La Biblia en ninguna parte enseña
que la Iglesia hace santos a las personas; sólo Dios puede hacer al pecador un
santo. Y el pecador debe llegar a ser santo mientras esté vivo, porque después
de la muerte es el juicio (Heb 9.27).
2
El capítulo 1 enfatiza nuestras
posesiones en Cristo; el capítulo 2 enfatiza nuestra posición en Cristo.
Su posición determina sus
posesiones y autoridad. Sin importar dónde esté el presidente de Estados Unidos,
su posición como el hombre que se sienta a su escritorio en la Casa Blanca le
da poder y autoridad. Así es con el cristiano. Independientemente del lugar en
que estemos (Pablo estaba preso cuando escribió esta carta), tenemos poder y
autoridad en el campo espiritual debido a nuestra posición en Cristo.
I. NOS RESUCITÓ Y NOS HIZO SENTAR EN EL TRONO
(2.1–10)
A. LO QUE ÉRAMOS (VV. 1–3).
¡Qué cuadro del pecador perdido!
Para empezar, los pecadores están muertos espiritualmente; o sea, el hombre
interior está muerto a las cosas espirituales y no puede responder a ellas. Los
Evangelios describen cómo Jesús resucitó a tres personas:
(1) una muchacha
de doce años, Lucas 8.49–55;
(2) un joven,
Lucas 7.12–15; y:
(3) un hombre
adulto, Juan 11.
Cada uno estaba muerto; la única
diferencia era su estado de descomposición. ¡Lázaro hedía ya!, hacía cuatro
días que lo habían sepultado. Todo pecador está muerto, sin importar su edad;
la única diferencia entre el miembro de la iglesia inconverso y el vagabundo en
los tugurios es el estado de putrefacción. Los pecadores no sólo están muertos,
sino que son esclavos del mundo y viven para sus placeres y costumbres. Dígales
que este mundo está bajo condenación de Dios y desaparecerá, y se reirán de
usted. También son esclavos de Satanás, el cual obra en las vidas de los
inconversos. Esto no quiere decir que necesariamente los convierte en borrachos
u homicidas; su táctica usual es darles una falsa seguridad mediante la
justicia propia. Jesús llamó a los fariseos «hijos del diablo» (Jn 8.44), sin
embargo, eran muy religiosos, ciudadanos de mucha reputación.
Nacimos por naturaleza hijos de
ira; cuando rechazamos a Cristo a sabiendas después de llegar a la edad de
responsabilidad, nos convertimos en hijos de desobediencia por elección propia.
Cuando confiamos en Jesucristo, nos convertimos en hijos de Dios.
B. LO QUE HIZO DIOS (VV. 4–9).
«Pero Dios». Estas palabras están
entre las más grandiosas de la Biblia. Dios pudo dejarnos seguir en el pecado y
vivir eternamente con el diablo en el infierno, pero en lugar de eso Él decidió
salvarnos.
Nos dio vida (movimiento), nos
resucitó de la tumba del pecado y ¡nos sacó del cementerio! Más que eso, ¡nos
hizo miembros de Cristo! Nos dio vida, nos resucitó y nos hizo sentar
juntamente con Él en los lugares celestiales. Dios lo hizo debido a que es rico
en misericordia y grande en amor.
Misericordia significa que Dios no
me da lo que merezco; gracia significa que me da lo que no merezco.
C. LO QUE SOMOS AHORA (V. 10).
Somos hechura suya, su nueva
creación (2 Co 5.17). Lea Filipenses 2.12, 13 y ¡atrévase a creer que Dios obra
en usted! ¿Qué nos depara el futuro? No lo sabemos, pero sí sabemos quién tiene
el futuro en sus manos. El mismo Padre amante que me escogió, me llamó y me
salvó, ¡también ha trazado un plan maravilloso para mi vida! «¡Oh, qué deudor a
la gracia a diario debo ser!»
II. NOS RECONCILIÓ Y COLOCÓ EN EL TEMPLO (2.11–22)
En la primera parte de este
capítulo Pablo nos ha dicho lo que Dios ha hecho por los pecadores en general;
ahora habla de los judíos y gentiles en particular. Dios no ha hecho ningún
pacto mesiánico con los gentiles, sino que Dios les ha prometido a los judíos
un reino. ¿Cuál es la situación de judíos y gentiles en el programa actual de
Dios?
A. LO QUE ERAN LOS GENTILES (VV. 11–12).
Dios hace una distinción entre
judíos y gentiles (1 Co 10.32) como raza no así como individuos (Ro 10.11–13).
Los gentiles estaban sin Cristo; o sea, no tenían la promesa de un Mesías. No
eran parte de la nación de Israel; es más, las leyes del AT ponían un gran
abismo entre judíos y gentiles. En lugar de ser «el pueblo de Dios», los
gentiles eran extraños. Eran extranjeros, sin esperanza y sin el verdadero Dios
en el mundo. Contraste esta triste situación con la posición privilegiada de
Israel que se describe en Romanos 9.4, 5. El versículos 13 resume en dos
palabras la condición de los gentiles: «estaban lejos». En tanto que el problema
de los pecadores en general (vv. 1–10) era la muerte espiritual, el de los
gentiles en particular era su distancia espiritual de Dios y sus bendiciones.
Nótese en los Evangelios que siempre que Cristo ayudó a un gentil, lo hizo a
distancia (Mt 8.5–13; 15.22–28).
B. LO QUE HIZO DIOS (VV. 13–17).
«Pero ahora» en el versículo 13
traza un paralelo con el «pero Dios» del versículo 4. Cuando Cristo murió en la
cruz rompió toda barrera que se interponía entre judíos y gentiles. En el
templo judío había una muralla que separaba el «atrio de los gentiles» del
resto de la estructura; y sobre esta pared había un rótulo que advertía que
matarían a cualquier gentil que pasara más allá de ese punto. ¡Jesús derribó esa
pared! Derribó la pared física porque en Él todos son hechos uno (v. 15, y Véanse
Gl 3.28, 29).
Derribó también la pared
espiritual y acercó a los gentiles que estaban «lejos» (v. 13). Destruyó la pared
legal porque cumplió la Ley y dio término al reinado de la Ley Mosaica que
separaba a judíos y gentiles (vv. 14–15). Cristo no sólo hizo la paz entre los
pecadores y Dios (Ro 5.1), sino también entre judíos y gentiles. Tomó a los
judíos pecadores y a los gentiles pecadores y mediante su cruz hizo «un nuevo
hombre»: la Iglesia.
Tenga presente que el misterio de
la Iglesia se reveló a través de Pablo (como veremos en el capítulo 3) y que a
los judíos cristianos les llevó algún tiempo comprender el nuevo programa de
Dios.
Por siglos, Dios mantuvo a judíos
y gentiles separados, y los judíos enseñaban que la única manera en que un
gentil se podía acercar a Dios era convirtiéndose en judío. Ahora se revelaba
la verdad de que la cruz de Cristo condena como pecadores tanto a judíos como a
gentiles, pero que también reconcilia a Dios en un cuerpo a los que creen en
Jesús.
C. LO QUE SON AHORA LOS GENTILES Y LOS JUDÍOS (VV. 18–22).
Ambos tienen acceso al Padre en el
Espíritu. Bajo el sistema judío solamente el sumo sacerdote podía entrar a la
presencia de Dios y eso una vez al año. Pero en la nueva creación todo creyente
tiene el privilegio de entrar al Lugar Santísimo (Heb 10.19–25). Tanto judíos
como gentiles ahora pertenecen a la familia de Dios, y el judío no puede tener
privilegios mayores. Es mediante la fe en su sangre que judíos y gentiles son
justificados.
Pablo finaliza describiendo a la
iglesia como un templo. Esto sería una figura apropiada no sólo para judíos,
quienes reverenciaban al templo santo de Jerusalén, sino también para los
efesios, quienes tenían al gran templo de Diana en su ciudad (Hch 19.21–41).
Cada creyente es una piedra viva colocada en el templo (1 P 2.4–8). Los
apóstoles y profetas (profetas del NT, 4.11) no son el fundamento; colocaron el
fundamento puesto que fueron los primeros en proclamar el mensaje. Cristo es el
fundamento de la iglesia local (1 Co 3.11) y la piedra angular de todo el
edificio. La iglesia hoy es un templo vivo, creciente; cuando se complete,
Cristo vendrá y llevará el templo a su gloria. Dios moraba en el tabernáculo
judío (Éx 40.34), en el templo de Salomón (2 Cr 7.1) y en el templo del cuerpo
de Cristo (Jn 1.14; 2.18–22), y hoy en el creyente (1 Co 6.19–20) y en la
iglesia (Ef 2.21, 22).
¡Qué privilegio ser la misma
habitación de Dios a través del Espíritu!
3
Este capítulo cierra la primera
parte de Efesios donde Pablo ha descrito nuestra riqueza en Cristo. Pablo está
a punto de pasar a la sección práctica (nuestro andar con Cristo), pero primero
hace una pausa para orar. Empieza su oración en el versículo 1, ¡pero no sigue
sino hasta llegar al versículo 13! Los versículos entre esos dos forman un
largo paréntesis, pero son importantes, porque explican el ministerio especial
de Pablo a la Iglesia y a los gentiles.
I. PABLO EXPLICA SU MINISTERIO (3.1–12)
Lo primero que notamos es que
Pablo se llama a sí mismo prisionero y ¡que relaciona su prisión con los
gentiles! Regrese a Hechos 22 para buscar la explicación. Pablo fue arrestado
en Jerusalén e hizo su defensa ante el pueblo. Los del pueblo le escucharon
hasta que llegó a la palabra «gentiles» (Hch 22.21) y ¡entonces estalló el
motín! La relación de los gentiles y los judíos era un problema incluso entre
los primeros creyentes judíos, conforme lo revela Hechos 10 y 15.
Pablo explica que Dios le había
dado una revelación especial y una administración especial, que la califica
como «el misterio de Cristo». (Sería bueno que repase tanto las notas
introductorias a Hechos como las notas a Romanos 9–11.) En el AT Dios reveló a
través de los profetas su programa para el pueblo de Israel; que Él le
establecería en su reino cuando recibieran a su Mesías y después mediante Israel
convertiría a los gentiles. Dios les ofreció el reino por medio del ministerio
de Juan el Bautista (Mt 3.2), a quien los judíos permitieron que asesinaran
durante el ministerio de Cristo (Mt 4.12–17); y mediante los apóstoles y
Esteban (Hch 2–7), a quien los judíos en efecto mataron (Hch 7.54–60). A Israel
se le hicieron tres ofertas, pero la nación las rechazó. Rechazó al Padre,
quien envió a Juan; al Hijo; y al Espíritu, quien le daba poder al testimonio
de los apóstoles. Con la muerte de Esteban las ofertas del reino cesaron de
forma temporal; el mensaje salió y fue a los samaritanos y a los gentiles (Hch
8 y 10); y mientras tanto Pablo fue salvo milagrosamente en Hechos 9.
El ministerio de Pablo fue a los
gentiles y su mensaje fue uno de gracia. Su tarea especial fue anunciar la
verdad de un cuerpo, el misterio de la Iglesia. Nótense tanto Romanos 16.25,
26; Colosenses 1.26, 27; 4.3, 4; como Efesios 6.19. Aquí en el versículo 6
afirma claramente el misterio: que los gentiles y judíos creyentes son un
cuerpo en Cristo. Este misterio no se había dado a conocer antes de este
tiempo; pero ahora Dios lo revela mediante el Espíritu a sus apóstoles y a los
profetas del NT. Decir que los doce comprendieron desde el principio el
misterio de la Iglesia es negar las palabras inspiradas de Pablo aquí. Incluso
Pedro tuvo que tener una visión del cielo en Hechos 10 antes de poder ir a los
gentiles. Pablo recibió la verdad del cuerpo y su significación surgió poco a poco
en la iglesia primitiva.
«Las inescrutables riquezas» en el
versículo 8 quiere decir literalmente «riquezas que no se pueden rastrear».
Usted no puede detectar el misterio de un cuerpo en el AT; fue un misterio
escondido en Cristo. En los versículos 9–10 vemos un ministerio doble: Pablo
debía dar a conocer al pueblo en general la «dispensación» («administración»,
es la misma palabra que en el v. 2) del misterio; la iglesia debía revelar a
los seres angélicos («a los principados y potestades», Véanse 6.12) la
sabiduría de Dios.
¡Los ángeles aprenden a través de
la iglesia respecto a la gracia de Dios! (Véanse 1 P 1.10–12.) Satanás conoce
las Escrituras; al mantener oculto su programa para la Iglesia, Dios evitó que
Satanás estorbara el plan. Satanás llevó a Cristo a la cruz y ¡al hacerlo así
selló su condenación! Es trágico hoy cuando vemos a pastores e iglesias
deambular sin meta en sus ministerios porque no entienden el propósito de Dios
para la iglesia en esta edad. Si pasaran del mensaje de Hechos 1–6 hasta el de
Efesios y Colosenses, no desperdiciarían el tiempo, ni talentos, ni dinero
«edificando el reino», sino que en lugar de eso edificarían la iglesia.
II. LA INTERCESIÓN DE PABLO POR LOS SANTOS
(3.13–21)
Usted recordará que las dos
oraciones en Efesios (aquí y en 1.15–23) se complementan. La primera es una
oración por conocimiento; la segunda por capacitación. Pablo quiere que los
efesios aprendan todo lo que tienen en Cristo y después que vivan lo aprendido.
Pablo ora por la familia de Dios en el cielo y en la tierra, porque allí es
donde está su familia; no hay ninguna «debajo de la tierra» (Véanse Flp 2.10).
Esto quiere decir que no hay purgatorio donde se prepara a la gente para ir al
cielo. Ora para que la persona interior pueda conocer la fortaleza espiritual.
¡Con cuánto descuido algunos cristianos tratan a la persona interior! El
Espíritu Santo nos da poder desde el interior a través de la Palabra de Dios y
la oración. En los versículos 20–21 Pablo recalca que cuando oramos el Espíritu
de Dios obra en nosotros; y en 1 Tesalonicenses 2.13 (junto a Col 3.16) enseña
que Dios nos concede poder mediante su Palabra. Los santos primitivos se
entregaron «a la oración y a la Palabra de Dios» (Hch 6.4) y Dios obró con
poder en ellos y mediante ellos.
Él quiere que Cristo «se sienta en
casa» (habitar, v. 17) en sus corazones. Por supuesto, Cristo vive en el
corazón de cada creyente verdadero, pero no todo corazón es un hogar agradable
para Él. A Cristo le encantaba ir a Betania porque sus amigos le querían, se
alimentaban de su Palabra y le servían.
Cuando Cristo vino a esta tierra
para hablar con Abraham (Gn 18), envió delante a dos ángeles a que visitaran a
Lot (Gn 19) debido a que no se sentía a sus anchas en la casa de un creyente
mundano. ¿Se siente Él como en casa en nuestros corazones?
Cristo se siente así en nuestros
corazones cuando Él halla fe y amor. «Arraigados» (v. 17) sugiere una posición
firme, un hábito de fe y amor, como un árbol enraizado en la tierra. Demasiados
cristianos quieren los frutos del Espíritu sin estar enraizados en las cosas
espirituales.
«Comprender» en el versículo 18
significa «asir», «aprehender». Pablo ya ha orado para que ellos tengan
entendimiento; ahora ora para que se acojan a estas maravillosas bendiciones y
las capten y tomen por sí mismos. Por fe nos apropiamos de las promesas de
Dios. Pablo quiere especialmente que se aferren del inmensurable amor de Dios,
un amor que llena todas las cosas. Demasiados cristianos se imaginan a Dios
como un Juez colérico o un Capataz riguroso en lugar de un Padre amoroso.
«Llenos de toda la plenitud de
Dios» (v. 19): este es el propósito supremo de Dios para nuestras vidas. Lea
cuidadosamente Juan 1.16 y Colosenses 2.9–10. «Vosotros estáis completos en Él»
afirma Colosenses 2.10. ¿Por qué vivir como mendigos cuando Dios nos ha dado su
plenitud? Una vida vacía es decepcionante y peligrosa; si el Espíritu de Dios
no nos llena, el espíritu de desobediencia (2.2) se pone en acción y caemos en
pecado.
Los versículos 20–21 declaran una
bendición emocionante, cerrando la primera sección de la carta.
¡Dios obra en nosotros! ¡Dios obra
a través de nosotros! ¡Dios es glorificado en nosotros! ¡Qué maravillosa
salvación tenemos! Este poder obra en nosotros conforme abrimos nuestros
corazones a
Cristo, cultivamos este
compañerismo y comunión perseverante, oramos y nos sometemos a la Palabra.
No hay razón para que los
creyentes estemos «por los suelos» cuando estamos sentados con Cristo (2.6) y
llenos de la plenitud de Dios.
Al concluir esta primera sección
sería útil notar las «posturas espirituales» de Pablo, por cuanto nos dan el
secreto de la bendición de Dios. Pablo está sentado con Cristo (2.6), edificado
sobre Cristo (2.20) y dobla sus rodillas ante el Padre (3.14). Esto es lo que
hace posible que camine (4.1), crezca (4.15) y esté firme (6.14) contra
Satanás. Nuestra posición espiritual en Cristo hace posible nuestro andar
victorioso sobre la tierra.
4
Ahora empezamos la segunda mitad
de la carta, la cual hace hincapié en el andar del cristiano (4.1, 17; 5.2, 8,
15). A la vida cristiana se la compara con una caminata porque empieza con un
paso de fe, involucra progreso y exige equilibrio y fuerza. Si no aprendemos a
andar, nunca seremos capaces de correr (Heb 12.1, 2) ni de estar firmes en la
batalla (Ef 6.11).
I. ANDAR EN UNIDAD (4.1–16)
Hemos sido llamados a un cuerpo;
por consiguiente, en la medida en que procuramos andar en unidad, andamos como
es digno del llamamiento (vocación) que tenemos de Dios. En los capítulos 1–3 Pablo
ha descrito ese supremo llamamiento; ahora nos suplica que vivamos a la altura
de esas bendiciones. No vivimos por Cristo nada más que para conseguir algo;
¡vivimos por Cristo porque Él ya ha hecho mucho por nosotros! Nótese que Pablo
no nos dice que fabriquemos la unidad, sino que mantengamos la unidad que ya
existe en el cuerpo. Esta no es uniformidad denominacional, ni una «superiglesia»;
es una unión y unidad orgánica viva. Nótese Juan 17.20–23.
Las bases para esta unidad se
mencionan en los versículos 4–6. Notará que el asunto central en esta lista es
«un Señor». El hecho de que hay «un cuerpo» no minimiza la importancia de los
cuerpos locales de creyentes. Notará que Pablo habla aquí de las verdades
espirituales que se relacionan con el programa completo de Dios. Cuando leemos
sus otras epístolas (tales como Corintios y las cartas a
Timoteo y a Tito), vemos los
resultados prácticos de estas verdades. El principal énfasis del NT es sobre la
iglesia local; pero la administración de la misma se debe basar en lo que Pablo
enseña respecto a «un cuerpo».
En los versículos 7–11 se
mencionan los dones para la unidad en la iglesia. Cuando Cristo ascendió, dio
dones a su pueblo mediante la venida del Espíritu Santo. También puso a estas
personas dotadas en las iglesias locales. En tanto que los versículos 1–6 se
refieren a un cuerpo y su unidad, los versículos 7–11 lo hacen a los muchos
cuerpos locales y la diversidad de dones.
En los versículos 12–16 se
describe la meta de la iglesia. El pastor-maestro debe alimentar a los santos
con la Palabra de Dios y equiparlos para el servicio; los santos, a su vez,
desempeñan la obra del ministerio. A medida que cada santo crece y gana a
otros, el cuerpo entero crece en Cristo. El versículo 12 debe leerse: «para la
maduración de los santos en la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo
de Cristo». Cada santo participa en el crecimiento de la iglesia.
Desafortunadamente hay algunos cristianos que todavía son bebés (v. 14, Véanse
1 Co 3.1), inestables y se desvían con facilidad. Satanás y sus ministros (Véanse
2 Co 11.14, 15) esperan derribar a la iglesia con sus mentiras.
La iglesia se edifica mediante la
Palabra de Dios (Hch 20.32; 1 Co 14.4). No se edifican y fortalecen mediante
programas de hombres, ni por entretenimiento, diversión, recreación o
«empujes». La iglesia es un cuerpo y debe tener alimento espiritual; este
alimento es la Palabra de Dios. Cuando el cuerpo esté completo, Cristo volverá
y llevará a su cuerpo (del cual Él es la Cabeza, 1.22–23) a su hogar en gloria.
II. ANDAR EN PUREZA (4.17–32)
La primera parte de este capítulo
describe la relación del creyente con la iglesia; ahora Pablo analiza la
relación del creyente con el mundo. Ciertamente estamos «en Cristo» y somos una
parte del cuerpo; pero también estamos en el mundo, donde hay tentación y
contaminación. No podemos salir del mundo porque tenemos una responsabilidad de
testificarle; sino que debemos andar en pureza y no permitir que el mundo nos
contamine.
Pablo empieza con lo negativo: no
andar de la manera que lo hacen los inconversos. Explica las razones por las
cuales andan en impiedad:
(1) su entendimiento está
entenebrecido debido a que creen en mentiras y no han recibido la verdad;
(2) están muertos espiritualmente;
(3) se han entregado a cometer toda
clase de pecados. Compare esta descripción con 2.1–3 y 2 Corintios 4.
Pudiéramos resumir su condición
diciendo que andaban de la manera errada debido a que no conocían la verdad y nunca
habían recibido la vida. Sólo el Cristo de Juan 14.6 podía satisfacer sus
necesidades espirituales.
La vida cristiana debe ser
radicalmente diferente de la vida vieja. Pablo esperaba que los efesios experimentaran
cambios y les hace tres admoniciones: «despojarse» (vv. 22–23); «vestirse» (v.
24) y «desechar» (vv. 25). Romanos 6 nos enseña que el viejo hombre ha sido
crucificado y sepultado y que a medida que consideramos que esto es verdad, nos
«despojamos» de ese viejo hombre. Dios ha hecho su parte; ahora nos resta que
creamos lo que Él ha dicho y que «nos cambiemos de vestidos». La instrucción
que Jesús dio respecto a Lázaro se aplica a cada creyente: «Desatadle [quítenle
los vestuarios de sepultura], y dejadle ir». Pero no es suficiente morir a la
vida vieja; también debe haber la resurrección y la manifestación de la vida
nueva. Nos quitamos las «ropas de sepultura» de la vida vieja y nos vestimos de
los «vestidos de la gracia» de la nueva vida. Somos parte de la nueva creación
de Dios (v. 24 y 2.10) y por consiguiente andamos en vida nueva (Ro 6.4).
Debemos «desechar» (de una vez por
todas) ciertos pecados y Pablo los menciona en 25. Nótese cómo liga cada
mandamiento a una verdad espiritual: somos miembros los unos de los otros (v.
25); somos sellados para el día de la redención (v. 30); Dios nos ha perdonado
(v. 32). La doctrina y el deber son bendiciones gemelas en la Biblia, tanto la
riqueza del cristiano como su andar en Cristo.
Si pertenecemos a la verdad, ¿cómo
podemos darnos a las mentiras? Satanás es el padre de toda mentira (Jn 8.44);
sus espíritus hablan mentiras (1 Jn 2.21, 27); un día todo el mundo creerá en
«la mentira» (2 Ts 2.9–11).
Hay una ira que no es pecado (Mc
3.5). Si nos encolerizamos contra las personas, hay lugar para el pecado; si
nos enojamos contra el pecado y los principios pecaminosos, podemos mantener un
andar santo. ¡Qué fácil es que los cristianos llamen «indignación santa» a sus
arranques de cólera! La ira del hombre nunca produce la rectitud o justicia de
Dios (Stg 1.20).
Darle lugar al diablo (v. 27)
incluye tanto el mentir como la cólera; porque Satanás es mentiroso y homicida.
¿Nos damos cuenta de que las mentiras, la hipocresía y la cólera le dan a
Satanás una entrada en nuestras vidas? Las mentiras y la cólera de Caín le
llevó al homicidio (Gn 4).
El versículo 25 se liga con 1
Tesalonicenses 4.11 y 2 Tesalonicenses 3.6–12. El inconverso ladrón solía robar
para complacerse; ahora que ha sido salvado debe trabajar para poder dar a
otros. Este es el maravilloso cambio que genera la gracia en el corazón de una
persona.
Nuestros labios deben hablar lo
que edifica (Col 4.6; Sal 141.3). La corrupción de labios sólo denota
corrupción del corazón. El Espíritu nos ha sellado (1.13, 14); no debemos
entristecerlo al permitir que estos pecados de acción y actitud estén en
nuestras vidas. En las Escrituras al Espíritu se le describe como una paloma
(Jn 1.32) y esta es un ave limpia que ama la paz. Se debe eliminar la ira y la gritería
mediante el amor y el perdón cristianos.
5
Pablo continúa su descripción del
andar cristiano.
I. ANDAR EN AMOR (5.1–6)
«Imitadores» (v. 1) da la idea de
«mímica»; como hijos de Dios debemos imitar a nuestro Padre.
Dios es amor y nosotros debemos
andar en amor. El ejemplo del amor de Cristo debe inspirarnos.
Véanse Juan 15.9 y 12 y 1 Juan
3.16–18. Aquí Pablo describe a Cristo como la ofrenda a Dios de olor fragante,
que trae gozo al corazón de Dios al darse a sí mismo por los pecadores.
Por supuesto, la clase correcta de
amor implica que detestaremos ciertas cosas (Ro. 12.9). Hay algunos pecados que
ni siquiera deben nombrarse entre los santos. En el versículo 4 Pablo no hace objeciones
al humor, sino a las bromas inapropiadas y sucias. Por cierto que ningún
cristiano debe usar sus labios para esparcir cuentos cuestionables. Nunca
deberíamos decir: «Tómelo con la debida cautela», debido a que nuestro hablar
siempre debe estar sazonado con sal (Col 4.6). Los falsos maestros pueden
decirle que usted puede ser cristiano y vivir en pecado habitual y deliberado;
pero Pablo llama a estas enseñanzas «palabras deshonestas». Compárense los
versículos 5 y 6 con Gálatas 5.21 y 1 Corintios 6.9–10. Éramos «hijos de
desobediencia» (2.1–3); ahora somos hijos de Dios y debemos andar en amor.
II. ANDAR EN LA LUZ (5.7–14)
La palabra que se traduce
«partícipes» (v. 7) implica tener algo en común; y con frecuencia se traduce
«comunión» o «compañerismo». Los cristianos son partícipes de:
(1) la
naturaleza divina, 2 Pedro 1.4;
(2) las promesas
de Dios, Efesios 3.6;
(3) los
sufrimientos de Cristo, 1 Pedro 4.13;
(4) la santidad,
Hebreos 12.10;
(5) el llamamiento
celestial, Hebreos 3.1; y:
(6) la gloria de
Dios, 1 Pedro 5.1.
Puesto que tenemos este
maravilloso compañerismo con Dios, ¿cómo podríamos no llegar a asociarnos con
los que pertenecen al pecado y a las tinieblas? «¿Qué comunión tiene la luz con
las tinieblas?», pregunta 2 Corintios 6.14. Somos hijos de luz y debemos andar
en la luz. Las tinieblas engendran pecado y mentiras; el fruto de la luz (que
sería una mejor traducción del v. 9) es bondad, justicia y verdad. La luz no
puede entrar en componendas con las tinieblas; tan solo puede exponerla. Note
Juan 3.19–21 y 1 Juan 1.5–10.
III. ANDAR CUIDADOSAMENTE (5.15–17)
La palabra «con diligencia» (v.
15) lleva la idea de observar los alrededores con cuidado, como para no
tropezar. Significa andar con inteligencia y no en ignorancia. ¡Cuán necio es
andar a tropezones por la vida y nunca procurar conocer la voluntad del Señor!
En lugar de andar «con exactitud» (que es equivalente de «con diligencia»),
yerran el blanco, el camino, y acaban sufriendo en algún desvío. Dios quiere
que seamos sabios y comprendamos su voluntad para nuestras vidas. A medida que
obedecemos su voluntad, «aprovechamos las oportunidades» (aprovechando bien el
tiempo, v. 16) y no desperdiciamos el tiempo, ni la energía, ni el dinero, ni
el talento en lo que está fuera de su voluntad.
Las oportunidades perdidas nunca
se recuperan; han desaparecido para siempre.
IV. ANDAR EN ARMONÍA (5.18–6.9)
Esta sección concluye en el
capítulo 6 y trata sobre la armonía entre esposos y esposas, padres e hijos, y
trabajadores y sus patrones.
El secreto de la armonía en el
hogar y en el trabajo es ser llenos del Espíritu. Tanto la unidad de la iglesia
como la armonía en el hogar dependen del Espíritu (4.3; 5.18). Es el poder
desde adentro, no la presión de afuera, lo que mantiene unida a la iglesia y al
hogar. Note las señales de la vida llena del Espíritu: gozo (v. 19), gratitud
(v. 20), obediencia (v. 21). Compare Colosenses 3.15–17 y verá que cuando los
cristianos están llenos de la Palabra de Dios tendrán las mismas
características. En otras palabras, estar llenos del Espíritu de Dios quiere
decir ser controlados por la Palabra de Dios. Las marcas del cristiano lleno
del Espíritu no son experiencias emocionales desusadas, milagros o lenguas, sino
más bien carácter cristiano.
El principio de la cabeza es lo
que ayuda a traer armonía al hogar. «Como al Señor» es el motivo.
Las esposas deben someterse a sus
esposos como a Cristo; los esposos deben amar a sus esposas como Cristo ama a
la Iglesia; y los hijos deben obedecer como al Señor. Los miembros de la
familia que están bien con el Señor, estarán bien los unos con los otros.
A la Iglesia se le describe como
la esposa de Cristo. Es interesante comparar la Iglesia con la primera esposa
de la Biblia (Gn 2.18–25). Fue tomada del costado de Adán y a Cristo le
abrieron el costado por nosotros en la cruz. A Eva la formaron mientras Adán
dormía y Cristo experimentó el sueño de la muerte para crear a la Iglesia. Eva
participaba de la naturaleza de Adán y la Iglesia participa de la naturaleza de
Cristo (vv. 30–31). Eva fue el objeto del amor y cuidado de su cónyuge y Cristo
ama a la Iglesia y la cuida. Adán estuvo dispuesto a convertirse en un pecador
debido al amor que le tenía a su esposa (1 Ti 2.11–15) y Cristo voluntariamente
fue hecho pecado debido a su amor por la Iglesia. Eva fue formada y traída a
Adán antes que el pecado entrara en la familia humana; la Iglesia estaba en el
corazón de Dios antes de la fundación del mundo. Nótese Romanos 7.4 y 2
Corintios 11.2 para ver la aplicación de esta verdad del matrimonio a cada
creyente y a la iglesia local.
¿Cuál es el ministerio presente de
Cristo a la Iglesia? Está santificando y purificando a la Iglesia mediante la
Palabra de Dios y lo hace a través de la obra del Espíritu en sus siervos
escogidos (4.11–16). El agua que se menciona en el versículo 26 no es el
bautismo. Por un lado, Pablo está hablando de un proceso continuo y a ningún
cristiano se le bautiza continuamente. El agua para el lavamiento es un símbolo
de la Palabra de Dios (Jn 15.3; 13.1–12). Cuando Cristo lleve a su Iglesia a la
gloria será entonces perfecta, sin mancha ni arruga. Véanse Juan 17.22–24.
La Palabra no es sólo agua que
limpia a la Iglesia, sino que es también el alimento que la nutre (v. 29). Es
el alimento espiritual para la nueva naturaleza del creyente.
En 6.1–9 Pablo aplica la misma
verdad a los hijos y a los siervos.
Los hijos deben obedecer a sus padres
por varias razones:
(1) es lo
correcto;
(2) así se le
ordena;
(3) trae
bendiciones.
El padre que honra al Señor tendrá
pocos problemas para ganarse el amor y respeto de sus hijos o el sincero amor
de su esposa. En el versículo 4 Pablo también advierte a los padres a
abstenerse de provocar a ira a los hijos mediante exigencias indebidas. La
regla de oro se aplica al hogar y a los hijos se les debe tratar como a
personas, no como cosas. Los padres deben disciplinar (criarlos) a sus hijos y
aconsejarlos (amonestarlos) en el Señor.
Los siervos deben recordar que
antes que todo sirven a Cristo. Ser de dos caras o tratar de servir a dos amos
sólo creará problemas (Mt 6.24); la sencillez de corazón es aquel que su
objetivo es agradar a Cristo y no ganar al mundo. «Sirviendo al ojo» quiere
decir trabajar cuando el patrón está observando y darse a la ociosidad cuando
se va; ¡pero si servimos a Cristo en el trabajo, nos damos cuenta de que Él siempre
está observándonos!
6
Esta sección final (6.10–24) nos
dice cómo andar en victoria. Es triste cuando los creyentes no conocen las
provisiones que Dios ha hecho para la victoria sobre Satanás. Cristo ha vencido
por completo a Satanás y a sus huestes (Col 2.13–15; Ef 1.19–23) y su victoria
es nuestra por fe.
I. EL ENEMIGO CONTRA EL CUAL LUCHAMOS (6.10–12)
Satanás es un enemigo fuerte, de
modo que Pablo nos exhorta a que nos fortalezcamos. Pablo sabía que la carne es
débil (Mc 14.38) y que podemos vencer únicamente en el poder de Cristo. Nótese
que antes de que Pablo nos diga en el versículo 11 que estemos firmes, en el versículo
10 nos ordena a fortalecernos. ¿Cómo recibimos esa fortaleza para estar firmes?
Al darnos cuenta de que estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales
muy por encima de todos los principados y potestades de Satanás (1.19–23) y que
el mismo poder de Dios está a nuestra disposición mediante el Espíritu que mora
en nosotros (3.14–21). Debemos sentarnos antes de poder caminar y debemos andar
antes de poder estar firmes. Debemos entender nuestra posición espiritual antes
de que podamos tener poder espiritual.
Muchos eruditos bíblicos creen que
Satanás fue el querubín ungido al que Dios puso a cargo de la tierra
recientemente creada (Ez 28.11–19). Por su orgullo cayó (Is 14.9) y arrastró
consigo una multitud de seres angélicos que ahora forman su ejército de
principados y potestades. Satanás tiene acceso al cielo (Job 1–3), pero un día
lo echarán fuera (Ap 12.9). Es el engañador (2 Co 11.3) y el destructor (Ap
9.11, donde Abadón significa «destructor»), porque se presenta como serpiente y
como león (1 P 5.8–9). Los cristianos debemos darnos cuenta de que no luchamos
contra sangre y carne, sino contra «el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia» (Ef 2.2). Así como el Espíritu de Dios opera en los creyentes
para hacerlos santos, el espíritu de desobediencia (Satanás y sus demonios) opera
en los incrédulos. Qué necio es luchar contra sangre y carne cuando el enemigo
real está usando simplemente la carne y la sangre para obstruir la obra del
Señor. Esta fue la equivocación que Pedro cometió en el huerto del Getsemaní
cuando trató de vencer al diablo con la espada (Véanse Mt 26.51).
Moisés cometió la misma
equivocación cuando mató al egipcio (Hch 7.23–29). La única manera de luchar
contra los enemigos espirituales es con las armas espirituales: la Palabra de
Dios y la oración.
Debemos estar alertas contra las
asechanzas del diablo (Ef 6.11), lo cual significa su estrategia, sus maquinaciones
(2 Co 2.11) y artimañas (1 Ti 3.7). Es el gobernador de las tinieblas y usa a
las tinieblas (ignorancia y mentiras) para promover su causa (2 Co 4.1; Lc
22.53).
II. EL EQUIPO QUE USAMOS (6.13–17)
Es importante que el cristiano «no
le dé lugar al diablo» (4.27), o sea, que no deje ningún área desprotegida como
para que Satanás encuentre una rendija para meter el pie. La armadura que Pablo
describe es para protección; la espada (la Palabra de Dios) es para la batalla
real. Cada parte de la armadura espiritual nos dice lo que los creyentes deben
tener para estar protegidos contra Satanás:
Verdad: Satanás es un mentiroso,
pero el cristiano que conoce la verdad no será engañado. Justicia: Esto quiere
decir el andar diario consistente del cristiano. Satanás es el acusador (Ap 12.10),
pero el creyente que anda en la luz no le dará a Satanás oportunidad para
atacar. Estamos en la justicia imputada de Cristo y andamos en la justicia
impartida del Espíritu Santo.
Paz: Satanás divide y destruye.
Cuando el creyente anda en la senda de paz, el camino del evangelio, Satanás no
puede alcanzarlo. Los pies del cristiano deben estar limpios (Jn 13), ser
hermosos (Ro 10.15) y calzados con el apresto del evangelio. Los cristianos que
están listos para testificar de Cristo tendrán un tiempo más fácil para
derrotar al maligno.
Fe: Satanás es la fuente de la
incredulidad y la duda. «¿Conque Dios os ha dicho?», es su pregunta favorita
(Gn 3.1). La fe es lo que vence a cualquier enemigo (1 Jn 5.4). A medida que el
creyente usa el escudo de la fe, apaga los dardos de fuego de la incredulidad y
la duda. Salvación: Este versículo (17) quizás se refiera a nuestra suprema
salvación cuando Cristo vuelva (Véanse 1 Ts 5.8). El creyente cuya mente está
fija en la inminente venida de Cristo no caerá en las trampas de Satanás. La
esperanza bendita debe ser como un casco que protege la mente y el entendimiento.
A Satanás le encantaría hacernos creer que Cristo no va a regresar y que tal
vez no sea hoy en día. Lea Mateo 24.45–51 para ver lo que le sucede a la
persona que se quita el yelmo de la salvación.
Estos componentes de la armadura son
para la protección del creyente; la espada del Espíritu y la oración son las
armas para atacar las fortalezas de Satanás y derrotarlo. El cristiano debe
luchar contra los enemigos espirituales con armas espirituales (2 Co 10.4) y
¡la Palabra de Dios es la única espada que necesitamos! La espada de Dios tiene
vida y poder (Heb 4.12) y nunca pierde su filo. Los cristianos conquistan a
medida que comprenden, memorizan y obedecen la Palabra de Dios.
III. LA ENERGÍA QUE USAMOS (6.18–24)
La armadura y las armas no son
suficientes para ganar una batalla; tiene que haber energía para hacer el
trabajo. Nuestra energía viene de la oración. Usamos la espada del Espíritu y
oramos en el Espíritu: el Espíritu Santo nos fortalece para que ganemos la
batalla. Lea de nuevo Efesios 3.14–21 y atrévase a creerlo. La Palabra y la
oración son dos recursos que Dios le ha dado a la Iglesia para vencer al
enemigo y ganar territorio para la gloria de Dios. Note Hechos 20.32 y 6.4;
también 1 Samuel 12.23.
Los soldados cristianos deben orar
con sus ojos abiertos. «Velar y orar» es el secreto de Dios para vencer al
mundo (Mc 13.33), la carne (Mc 14.38) y al diablo (Ef 6.18). También debemos
«velar y orar» por oportunidades para servir a Cristo (Col 4.2, 3).
No debemos orar sólo por nosotros
mismos, sino también por los soldados hermanos (6.19).
Pablo nunca fue demasiado
orgulloso como para no pedir oración. Quería tener el poder para ser capaz de
dar a conocer el misterio (Véanse 3.1–12), el mismo mensaje que lo llevó a la
prisión. «Embajador en cadenas» es un título peculiar, sin embargo, eso es
exactamente lo que Pablo era. Encadenado a un soldado romano diferente cada
seis horas Pablo tenía una excelente oportunidad para testificar de Cristo.
Pablo concluye esta magnífica
epístola con varios asuntos personales, sabiendo que sus amigos desearían saber
su condición. Sin duda, podrían orar más inteligentemente por él si sabían sus necesidades.
Pero Pablo quiere darles consuelo también (v. 22). Pablo era un verdadero
santo, tomando de la provisión de Dios para todas sus necesidades.