EFESIOS

Probablemente fue escrita a un grupo de iglesias en Asia Menor que incluía a Éfeso. Pablo enfocó las doctrinas de la unión con Cristo, y de la iglesia como cuerpo de Cristo. Instó a los creyentes a lograr unidad en asuntos doctrinales y prácticos por medio de hablar la verdad en amor y haciéndole frente a Satanás, el enemigo del creyente.
Esta epístola fue escrita cuando San Pablo estaba preso en Roma. La intención parece ser fortalecer a los efesios en la fe de Cristo, y dar elevados puntos de vista acerca del amor de Dios y de la dignidad y excelencia de Cristo, fortaleciendo sus mentes contra el escándalo de la cruz. Muestra que fueron salvados por gracia, y que por miserables que hayan sido una vez, ahora tienen iguales privilegios que los judíos.
Los exhorta a perseverar en su vocación cristiana y les estimula a que anden de manera consecuente a su confesión, desempeñando fielmente los deberes generales y comunes de la religión, y los deberes especiales de las relaciones particulares.
BOSQUEJO SUGERIDO DE EFESIOS
I. Doctrina: Las bendiciones en Cristo del creyente (1–3)
A. Nuestras posesiones en Cristo (1.1–14)
1. Del Padre (1.1–6)
2. Del Hijo (1.7–12)
3. Del Espíritu (1.13, 14)
B. Oración por entendimiento (1.15–23)
C. Nuestra posición en Cristo (2)
1. Resucitados y sentados en el trono (2.1–10)
2. Reconciliados y colocados en el templo (2.11–22)
D. Oración por capacitación (3)
II. Deberes: La conducta en Cristo del creyente (4–6)
A. Andar en unidad (4.1–16)
B. Andar en pureza (4.17–32)
C. Andar en amor (5.1–6)
D. Andar en la luz (5.7–14)
E. Andar con cuidado (5.15–17)
F. Andar en armonía (5.18–6.9)
1. Esposos y esposas (5.18–33)
2. Padres e hijos (6.1–4)
3. Amos y siervos (6.5–9)
G. Andar en victoria (6.10–24)
Efesios equilibra la doctrina y el deber. Primero Pablo nos recuerda de lo que Dios ha hecho por nosotros; luego nos dice lo que debemos hacer por Él en respuesta a su misericordia. La vida cristiana se basa en el aprendizaje cristiano. El creyente que no conoce mucho de su riqueza en Cristo nunca podrá andar por Cristo. Nuestra conducta depende de nuestro llamamiento. Demasiados cristianos viven en los capítulos 1–3 y estudian las doctrinas, pero no avanzan a los capítulos 4–6 para poner en práctica los deberes.
NOTAS PRELIMINARES A EFESIOS
I. LA CIUDAD
Éfeso era una de las grandes ciudades del Asia Menor: una capital romana, centro de adoración de la diosa Diana y un rico centro comercial ubicado en una amplia bahía que invitaba al comercio mundial. El templo de Diana era una de las siete maravillas del mundo antiguo y se guardaba celosamente la adoración a esta diosa (Véanse Hch 19.23). Éfeso era la principal ciudad de esa área, de modo que no sorprende que Pablo se haya quedado allí tres años (Hch 20.31) y que desde esa ciudad el evangelio se expandiera por «toda Asia» (Hch 19.10).
II. LA IGLESIA
Pablo visitó brevemente a Éfeso en su segundo viaje, dejando allí a sus ayudantes Priscila y Aquila (Hch 18.18–28). Regresó a Éfeso en su tercer viaje y permaneció allí tres años (Hch 20.31). Empezó su ministerio en la sinagoga judía; cuando sus compatriotas rechazaron su mensaje, se fue a la escuela de un profesor llamado Tiranno (Hch 19.9) y predicó y enseñó durante dos años aproximadamente. Su ministerio tuvo un tremendo efecto en la ciudad: los que practicaban la brujería se convirtieron a Cristo y quemaron sus libros de conjuros mágicos; se ganaron muchos para la adoración al Dios verdadero; y las ganancias de los plateros (que vendían templecillos de Diana) menguaron grandemente. La clara enseñanza de Pablo y su predicación de la Palabra de Dios enardeció de tal manera al enemigo que se produjo un motín y obligaron a Pablo a salir de la ciudad. Más tarde (Hch 20) se reunió con los ancianos de Éfeso mientras iba de regreso a Jerusalén.
III. LA CARTA
Pablo era un prisionero de Roma cuando escribió esta carta (Ef 3.1; 4.1). En Hechos 21.25 se registra cómo lo apresaron. Mientras estaba en Jerusalén, Pablo fue al templo y lo arrestaron bajo acusaciones falsas. Su «juicio» no llegó a ninguna conclusión y lo mantuvieron dos años en prisión en Cesarea (Hch 21.27–26.32). Cuando Pablo apeló por un juicio ante el emperador, fue enviado a Roma (Hch 27–28). Mientras estaba preso en su casa de alquiler, Pablo tenía libertad para recibir visitantes y fue en este tiempo que escribió Efesios. La carta quizás la llevó Tíquico (Ef 6.21), quien tal vez también ayudó a entregarla a Colosas, junto con Onésimo (Col 4.7–9).
A pesar de que la carta está dirigida a la iglesia en Éfeso, hay razón para creer que esta debió haber circulado entre las muchas iglesias del Asia Menor. Usted notará que la carta se refiere a la verdad de la iglesia en general, no a la clase de problemas locales que se analizan en las dos cartas a los Corintios o 1 Tesalonicenses. En todo sentido, Efesios es la expresión más grande de Pablo sobre la Iglesia, enseñándonos lo que es la iglesia para Dios y lo que debe ser en la práctica a los ojos de los hombres.
El tema de Pablo es Cristo y la Iglesia, el eterno plan de Dios para reunir todas las cosas en Cristo Jesús. La carta empieza con la eternidad del pasado y nos lleva a la eternidad del futuro. Vemos al creyente sentado en lugares celestiales, pero también andando con Cristo en la tierra y luchando contra Satanás. Si bien Efesios no nos dice todo lo que Dios quiere que sepamos en cuanto a la Iglesia, no hay otra parte en la Biblia donde la doctrina de la Iglesia o la vida cristiana práctica sea superior. Es interesante comparar la descripción en Hechos 20 del ministerio de Pablo en Éfeso con las doctrinas enseñadas en la epístola a los Efesios.
IV. LA IGLESIA EN EFESIOS
En las cartas de la prisión (Efesios, Filipenses, Colosenses) Pablo se refiere a la Iglesia en general como el cuerpo de Cristo, la esposa y el templo. En las epístolas pastorales (como Timoteo y Tito), analiza a la iglesia sirviendo a Cristo como un cuerpo local. Ambos énfasis son necesarios para un ministerio equilibrado. Sin duda, Dios ve todo el cuerpo con Cristo como la Cabeza; pero en lo que se refiere al ministerio Él obra mediante iglesias locales en diferentes lugares. La «iglesia universal» (el cuerpo de Cristo), en el cual el creyente es bautizado por el Espíritu, es un concepto válido; pero el concepto de «iglesia universal» no sustituye a la acción de la iglesia local. La «iglesia universal» nunca envió un misionero, ni construyó un hospital, ni observó la Cena del Señor, ni ayudó a una familia necesitada. Es en la iglesia local donde más se enfatiza en el NT, pero el ministerio de la iglesia local será más fuerte si los miembros se dan cuenta de su posición en el cuerpo de Cristo.
AUTOR Y FECHA
Desde los primeros años del siglo II, la tradición concuerda en que esta carta la escribió Pablo quizás entre 50–60 d.C. Sin embargo, durante los últimos años, la alta CRÍTICA ha puesto en tela de duda tal tradición. Los argumentos en contra de la paternidad paulina tienen carácter subjetivo y se relacionan con el estilo, el vocabulario, la doctrina y los paralelos íntimos con otras cartas de Pablo.
Según Barth, Efesios contiene 80 palabras que no se encuentran en otras cartas paulinas, además del aumento en el uso de verbos en proporción con los sustantivos; además, contiene 231 verbos y 158 sustantivos, mientras que GÁLATAS 139 verbos y 202 sustantivos.
También ciertas palabras típicamente paulinas (misterio, servicio, herencia, plenitud, por ejemplo) parecen tener un sentido diferente en Efesios. En ningún momento estos han sido argumentos decisivos. Las diferencias internas, comparadas con las otras cartas, pudieron deberse a que fueron distintas las circunstancias que dieron motivo a la epístola.
NOMBRE COMO PRESENTA A JESÚS: Ef. 1: 22, 2: 20; 5. 23, 4: 7,8. Cabeza De La Iglesia Y Dador De Dones.

1

El pensamiento clave en este capítulo es la riqueza de las bendiciones que tenemos como cristianos, bendiciones espirituales que son nuestras debido a que estamos en Cristo (1.3). Pablo nos informa que cada Persona de la deidad nos ha bendecido (vv. 1–14) y luego ora para que entendamos esas bendiciones y el poder que pueden dar a nuestras vidas (vv. 15–23).

I. BENDICIONES DEL PADRE (1.1–6)

A. ÉL NOS HA ESCOGIDO (VV. 3–4).
Esta es la maravillosa doctrina de la elección, una doctrina que no podemos explicar por completo, pero que la podemos disfrutar a plenitud. No trate de descartar con explicaciones el misterio de la gracia. Dios no nos escogió por nosotros mismos; nos escogió en Cristo, por gracia. Nótese 1 Corintios 1.26–29; 2 Tesalonicenses 2.13, 14; y Juan 6.37.
B. NOS HA ADOPTADO (V. 5).
La «elección» se refiere a personas; la predestinación a los propósitos para esas personas. Dios nos elige para ser santos (los apartados), luego predestina a que ciertos propósitos en nuestras vidas ocurran (Véanse Ro 8.28). La «adopción» en el NT se refiere al acto oficial de un padre que otorga el status de adulto al hijo menor de edad. No es recibir a un extraño; es colocar a un miembro de la familia en posición de gozar de los privilegios y bendiciones del adulto. Esto significa que incluso el cristiano más joven tiene todo lo que Cristo tiene y es rico en gracia.
C. NOS HA ACEPTADO (V. 6).
En nosotros mismos no somos aceptables a Dios, pero en Cristo «nos hizo aceptos». Lea en la epístola a Filemón una hermosa ilustración de esta verdad. Pablo escribió: «Recibe a tu esclavo Onésimo como me recibirías a mí» (Flm 17). Aun cuando hemos pecado Cristo le dice al Padre: «Recibe a este santo como me recibirías a mí». Siga el rastro de la maravillosa frase «en Cristo» por las cartas de Pablo; ¡quedará encantado!

II. BENDICIONES DEL HIJO (1.7–12)

A. NOS HA REDIMIDO (V. 7A).
Al dar su vida en la cruz, Cristo nos compró de la esclavitud del pecado. Tenemos una redención presente en que Él nos ha librado de la pena y del poder del pecado; tendremos una redención futura (v. 14) cuando Cristo nos liberte de la presencia del pecado en su venida.
B. NOS HA PERDONADO (V. 7B).
La palabra «perdonar» literalmente significa «enviar lejos». El pecado es una carga terrible que Cristo le quita al pecador que se vuelve a Él. Cristo llevó la carga en la cruz (1 P 2.24). Se ilustra como el macho cabrío expiatorio que se soltaba en el desierto en el Día de la Expiación (Lv 16.20–22).
C. NOS HA REVELADO LA VOLUNTAD DE DIOS (VV. 8–10).
Un «misterio» es una verdad divina que sólo conoce el pueblo de Dios mediante revelación. En Cristo somos parte del eterno propósito de Dios «de reunir todas las cosas en Cristo» (v. 10). Este mundo presente está destrozándose con guerras, contiendas y pecado. Pero un día Dios introducirá una nueva creación, con todas las cosas unidas en Cristo.
D. NOS HA HECHO UNA HERENCIA (VV. 11–12).
Dios no solamente nos ha dado una herencia en Cristo (1 P 1.3, 4), sino que nos ha hecho herencia para Cristo. La Iglesia es su cuerpo, templo y esposa; un día participaremos de su gloria.

III. BENDICIONES DEL ESPÍRITU (1.13, 14)

A. NOS HA SELLADO (V. 13).
Este importante versículo bosqueja el camino de la salvación. El pecador oye la Palabra de Verdad, confía en Cristo, recibe el Espíritu Santo y es sellado para siempre. «Habiendo creído en Él» también se podría traducir como «cuando creísteis en Él», porque el Espíritu entra en el corazón en el instante en que el pecador confía en Cristo. Este sello quiere decir que Dios nos posee y nos guardará. ¡Nadie puede romper el sello de Dios».
B. NOS HA DADO LA GARANTÍA (V. 14).
«Garantía» en los negocios significa el dinero que se entrega como señal por la posesión que se compra. Cristo ha adquirido nuestro futuro para nosotros, pero todavía no hemos entrado en todas las bendiciones. Dios nos ha dado su Espíritu como la «garantía» que nos asegura que experimentaremos la redención total y recibiremos en gloria las bendiciones que Dios nos prometió.
Por favor, note que al final de cada una de estas tres secciones Pablo nos dice por qué el Padre, el Hijo y el Espíritu nos han dado estas bendiciones: «Para alabanza de su gloria» (vv. 6, 12, 14b). ¡La salvación es por la gracia de Dios y para la gloria de Dios! Dios no tiene que salvar a nadie; cuando salva al pecador lo hace para su gloria.

IV. ORACIÓN POR ENTENDIMIENTO (1.15–23)

Hay dos oraciones en Efesios:
(1) «que ustedes puedan conocer», 1.15–23; y:
(2) «que ustedes puedan ser», 3.13–21.
La primera oración es por entendimiento, la segunda por capacitación. Pablo ora primero para que entendamos lo que Cristo ha hecho por nosotros; luego para que vivamos a la altura de estas maravillosas bendiciones y las pongamos en obra cada día. Nótese las peticiones de Pablo:
A. QUE DIOS LES DIERA ENTENDIMIENTO ESPIRITUAL (VV. 17–18A).
Las verdades espirituales deben discernirse espiritualmente (1 Co 2.9–16), y este entendimiento viene sólo del Espíritu. Él escribió la Palabra; Él es el único que puede enseñarnos lo que ella dice.
B. QUE CONOCIERAN LA ESPERANZA DE SU LLAMAMIENTO (V. 18B).
Debido a que Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo tenemos una bendita esperanza por toda la eternidad, que no depende de nuestra bondad, sino en su gracia. Repase los versículos 4–6, en donde se resume este llamamiento. El cristiano que no conoce su supremo llamamiento (Flp 3.14), su llamamiento santo (2 Ti 1.9), y su llamamiento celestial (Heb 3.1), nunca será capaz de andar como es digno de ese llamamiento (Ef 4.1, en donde «vocación» es «llamamiento»).
C. QUE CONOCIERAN LAS RIQUEZAS DE SU HERENCIA (V. 18C).
No sólo tenemos una herencia en Cristo, sino que somos una herencia para Cristo (Véanse v. 11). La palabra «riquezas» aparece con frecuencia en Efesios, sugiriendo que nada falta, nada más de lo que necesitamos. Los cristianos maduran en el Señor cuando aprenden cuánto significan para Cristo y entonces empiezan a vivir para traer gozo a su corazón.
D. QUE CONOCIERAN SU PODER (VV. 19–23).
El mismo poder que resucitó a Jesús de los muertos está a nuestra disposición cada día. Cristo ya ha ganado la victoria sobre el pecado, la muerte, el mundo y Satanás. El pueblo de Dios no lucha por victoria, sino ¡desde la victoria! Estamos sentados con Él en lugares celestiales, donde hay poder, paz y victoria.
Por supuesto, todas estas bendiciones son únicamente para quienes reúnen las condiciones estipuladas en los versículos 1–2. Nótese que Pablo escribe a santos vivos (no muertos), gente que ha puesto su fe en Cristo. Estos santos (apartados) han experimentado la gracia de Dios y ahora disfrutan de su paz. La Biblia en ninguna parte enseña que la Iglesia hace santos a las personas; sólo Dios puede hacer al pecador un santo. Y el pecador debe llegar a ser santo mientras esté vivo, porque después de la muerte es el juicio (Heb 9.27).

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El capítulo 1 enfatiza nuestras posesiones en Cristo; el capítulo 2 enfatiza nuestra posición en Cristo.
Su posición determina sus posesiones y autoridad. Sin importar dónde esté el presidente de Estados Unidos, su posición como el hombre que se sienta a su escritorio en la Casa Blanca le da poder y autoridad. Así es con el cristiano. Independientemente del lugar en que estemos (Pablo estaba preso cuando escribió esta carta), tenemos poder y autoridad en el campo espiritual debido a nuestra posición en Cristo.

I. NOS RESUCITÓ Y NOS HIZO SENTAR EN EL TRONO (2.1–10)

A. LO QUE ÉRAMOS (VV. 1–3).
¡Qué cuadro del pecador perdido! Para empezar, los pecadores están muertos espiritualmente; o sea, el hombre interior está muerto a las cosas espirituales y no puede responder a ellas. Los Evangelios describen cómo Jesús resucitó a tres personas:
(1) una muchacha de doce años, Lucas 8.49–55;
(2) un joven, Lucas 7.12–15; y:
(3) un hombre adulto, Juan 11.
Cada uno estaba muerto; la única diferencia era su estado de descomposición. ¡Lázaro hedía ya!, hacía cuatro días que lo habían sepultado. Todo pecador está muerto, sin importar su edad; la única diferencia entre el miembro de la iglesia inconverso y el vagabundo en los tugurios es el estado de putrefacción. Los pecadores no sólo están muertos, sino que son esclavos del mundo y viven para sus placeres y costumbres. Dígales que este mundo está bajo condenación de Dios y desaparecerá, y se reirán de usted. También son esclavos de Satanás, el cual obra en las vidas de los inconversos. Esto no quiere decir que necesariamente los convierte en borrachos u homicidas; su táctica usual es darles una falsa seguridad mediante la justicia propia. Jesús llamó a los fariseos «hijos del diablo» (Jn 8.44), sin embargo, eran muy religiosos, ciudadanos de mucha reputación.
Nacimos por naturaleza hijos de ira; cuando rechazamos a Cristo a sabiendas después de llegar a la edad de responsabilidad, nos convertimos en hijos de desobediencia por elección propia. Cuando confiamos en Jesucristo, nos convertimos en hijos de Dios.
B. LO QUE HIZO DIOS (VV. 4–9).
«Pero Dios». Estas palabras están entre las más grandiosas de la Biblia. Dios pudo dejarnos seguir en el pecado y vivir eternamente con el diablo en el infierno, pero en lugar de eso Él decidió salvarnos.
Nos dio vida (movimiento), nos resucitó de la tumba del pecado y ¡nos sacó del cementerio! Más que eso, ¡nos hizo miembros de Cristo! Nos dio vida, nos resucitó y nos hizo sentar juntamente con Él en los lugares celestiales. Dios lo hizo debido a que es rico en misericordia y grande en amor.
Misericordia significa que Dios no me da lo que merezco; gracia significa que me da lo que no merezco.
C. LO QUE SOMOS AHORA (V. 10).
Somos hechura suya, su nueva creación (2 Co 5.17). Lea Filipenses 2.12, 13 y ¡atrévase a creer que Dios obra en usted! ¿Qué nos depara el futuro? No lo sabemos, pero sí sabemos quién tiene el futuro en sus manos. El mismo Padre amante que me escogió, me llamó y me salvó, ¡también ha trazado un plan maravilloso para mi vida! «¡Oh, qué deudor a la gracia a diario debo ser!»

II. NOS RECONCILIÓ Y COLOCÓ EN EL TEMPLO (2.11–22)

En la primera parte de este capítulo Pablo nos ha dicho lo que Dios ha hecho por los pecadores en general; ahora habla de los judíos y gentiles en particular. Dios no ha hecho ningún pacto mesiánico con los gentiles, sino que Dios les ha prometido a los judíos un reino. ¿Cuál es la situación de judíos y gentiles en el programa actual de Dios?
A. LO QUE ERAN LOS GENTILES (VV. 11–12).
Dios hace una distinción entre judíos y gentiles (1 Co 10.32) como raza no así como individuos (Ro 10.11–13). Los gentiles estaban sin Cristo; o sea, no tenían la promesa de un Mesías. No eran parte de la nación de Israel; es más, las leyes del AT ponían un gran abismo entre judíos y gentiles. En lugar de ser «el pueblo de Dios», los gentiles eran extraños. Eran extranjeros, sin esperanza y sin el verdadero Dios en el mundo. Contraste esta triste situación con la posición privilegiada de Israel que se describe en Romanos 9.4, 5. El versículos 13 resume en dos palabras la condición de los gentiles: «estaban lejos». En tanto que el problema de los pecadores en general (vv. 1–10) era la muerte espiritual, el de los gentiles en particular era su distancia espiritual de Dios y sus bendiciones. Nótese en los Evangelios que siempre que Cristo ayudó a un gentil, lo hizo a distancia (Mt 8.5–13; 15.22–28).
B. LO QUE HIZO DIOS (VV. 13–17).
«Pero ahora» en el versículo 13 traza un paralelo con el «pero Dios» del versículo 4. Cuando Cristo murió en la cruz rompió toda barrera que se interponía entre judíos y gentiles. En el templo judío había una muralla que separaba el «atrio de los gentiles» del resto de la estructura; y sobre esta pared había un rótulo que advertía que matarían a cualquier gentil que pasara más allá de ese punto. ¡Jesús derribó esa pared! Derribó la pared física porque en Él todos son hechos uno (v. 15, y Véanse Gl 3.28, 29).
Derribó también la pared espiritual y acercó a los gentiles que estaban «lejos» (v. 13). Destruyó la pared legal porque cumplió la Ley y dio término al reinado de la Ley Mosaica que separaba a judíos y gentiles (vv. 14–15). Cristo no sólo hizo la paz entre los pecadores y Dios (Ro 5.1), sino también entre judíos y gentiles. Tomó a los judíos pecadores y a los gentiles pecadores y mediante su cruz hizo «un nuevo hombre»: la Iglesia.
Tenga presente que el misterio de la Iglesia se reveló a través de Pablo (como veremos en el capítulo 3) y que a los judíos cristianos les llevó algún tiempo comprender el nuevo programa de Dios.
Por siglos, Dios mantuvo a judíos y gentiles separados, y los judíos enseñaban que la única manera en que un gentil se podía acercar a Dios era convirtiéndose en judío. Ahora se revelaba la verdad de que la cruz de Cristo condena como pecadores tanto a judíos como a gentiles, pero que también reconcilia a Dios en un cuerpo a los que creen en Jesús.
C. LO QUE SON AHORA LOS GENTILES Y LOS JUDÍOS (VV. 18–22).
Ambos tienen acceso al Padre en el Espíritu. Bajo el sistema judío solamente el sumo sacerdote podía entrar a la presencia de Dios y eso una vez al año. Pero en la nueva creación todo creyente tiene el privilegio de entrar al Lugar Santísimo (Heb 10.19–25). Tanto judíos como gentiles ahora pertenecen a la familia de Dios, y el judío no puede tener privilegios mayores. Es mediante la fe en su sangre que judíos y gentiles son justificados.
Pablo finaliza describiendo a la iglesia como un templo. Esto sería una figura apropiada no sólo para judíos, quienes reverenciaban al templo santo de Jerusalén, sino también para los efesios, quienes tenían al gran templo de Diana en su ciudad (Hch 19.21–41). Cada creyente es una piedra viva colocada en el templo (1 P 2.4–8). Los apóstoles y profetas (profetas del NT, 4.11) no son el fundamento; colocaron el fundamento puesto que fueron los primeros en proclamar el mensaje. Cristo es el fundamento de la iglesia local (1 Co 3.11) y la piedra angular de todo el edificio. La iglesia hoy es un templo vivo, creciente; cuando se complete, Cristo vendrá y llevará el templo a su gloria. Dios moraba en el tabernáculo judío (Éx 40.34), en el templo de Salomón (2 Cr 7.1) y en el templo del cuerpo de Cristo (Jn 1.14; 2.18–22), y hoy en el creyente (1 Co 6.19–20) y en la iglesia (Ef 2.21, 22).
¡Qué privilegio ser la misma habitación de Dios a través del Espíritu!

3

Este capítulo cierra la primera parte de Efesios donde Pablo ha descrito nuestra riqueza en Cristo. Pablo está a punto de pasar a la sección práctica (nuestro andar con Cristo), pero primero hace una pausa para orar. Empieza su oración en el versículo 1, ¡pero no sigue sino hasta llegar al versículo 13! Los versículos entre esos dos forman un largo paréntesis, pero son importantes, porque explican el ministerio especial de Pablo a la Iglesia y a los gentiles.

I. PABLO EXPLICA SU MINISTERIO (3.1–12)

Lo primero que notamos es que Pablo se llama a sí mismo prisionero y ¡que relaciona su prisión con los gentiles! Regrese a Hechos 22 para buscar la explicación. Pablo fue arrestado en Jerusalén e hizo su defensa ante el pueblo. Los del pueblo le escucharon hasta que llegó a la palabra «gentiles» (Hch 22.21) y ¡entonces estalló el motín! La relación de los gentiles y los judíos era un problema incluso entre los primeros creyentes judíos, conforme lo revela Hechos 10 y 15.
Pablo explica que Dios le había dado una revelación especial y una administración especial, que la califica como «el misterio de Cristo». (Sería bueno que repase tanto las notas introductorias a Hechos como las notas a Romanos 9–11.) En el AT Dios reveló a través de los profetas su programa para el pueblo de Israel; que Él le establecería en su reino cuando recibieran a su Mesías y después mediante Israel convertiría a los gentiles. Dios les ofreció el reino por medio del ministerio de Juan el Bautista (Mt 3.2), a quien los judíos permitieron que asesinaran durante el ministerio de Cristo (Mt 4.12–17); y mediante los apóstoles y Esteban (Hch 2–7), a quien los judíos en efecto mataron (Hch 7.54–60). A Israel se le hicieron tres ofertas, pero la nación las rechazó. Rechazó al Padre, quien envió a Juan; al Hijo; y al Espíritu, quien le daba poder al testimonio de los apóstoles. Con la muerte de Esteban las ofertas del reino cesaron de forma temporal; el mensaje salió y fue a los samaritanos y a los gentiles (Hch 8 y 10); y mientras tanto Pablo fue salvo milagrosamente en Hechos 9.
El ministerio de Pablo fue a los gentiles y su mensaje fue uno de gracia. Su tarea especial fue anunciar la verdad de un cuerpo, el misterio de la Iglesia. Nótense tanto Romanos 16.25, 26; Colosenses 1.26, 27; 4.3, 4; como Efesios 6.19. Aquí en el versículo 6 afirma claramente el misterio: que los gentiles y judíos creyentes son un cuerpo en Cristo. Este misterio no se había dado a conocer antes de este tiempo; pero ahora Dios lo revela mediante el Espíritu a sus apóstoles y a los profetas del NT. Decir que los doce comprendieron desde el principio el misterio de la Iglesia es negar las palabras inspiradas de Pablo aquí. Incluso Pedro tuvo que tener una visión del cielo en Hechos 10 antes de poder ir a los gentiles. Pablo recibió la verdad del cuerpo y su significación surgió poco a poco en la iglesia primitiva.
«Las inescrutables riquezas» en el versículo 8 quiere decir literalmente «riquezas que no se pueden rastrear». Usted no puede detectar el misterio de un cuerpo en el AT; fue un misterio escondido en Cristo. En los versículos 9–10 vemos un ministerio doble: Pablo debía dar a conocer al pueblo en general la «dispensación» («administración», es la misma palabra que en el v. 2) del misterio; la iglesia debía revelar a los seres angélicos («a los principados y potestades», Véanse 6.12) la sabiduría de Dios.
¡Los ángeles aprenden a través de la iglesia respecto a la gracia de Dios! (Véanse 1 P 1.10–12.) Satanás conoce las Escrituras; al mantener oculto su programa para la Iglesia, Dios evitó que Satanás estorbara el plan. Satanás llevó a Cristo a la cruz y ¡al hacerlo así selló su condenación! Es trágico hoy cuando vemos a pastores e iglesias deambular sin meta en sus ministerios porque no entienden el propósito de Dios para la iglesia en esta edad. Si pasaran del mensaje de Hechos 1–6 hasta el de Efesios y Colosenses, no desperdiciarían el tiempo, ni talentos, ni dinero «edificando el reino», sino que en lugar de eso edificarían la iglesia.

II. LA INTERCESIÓN DE PABLO POR LOS SANTOS (3.13–21)

Usted recordará que las dos oraciones en Efesios (aquí y en 1.15–23) se complementan. La primera es una oración por conocimiento; la segunda por capacitación. Pablo quiere que los efesios aprendan todo lo que tienen en Cristo y después que vivan lo aprendido. Pablo ora por la familia de Dios en el cielo y en la tierra, porque allí es donde está su familia; no hay ninguna «debajo de la tierra» (Véanse Flp 2.10). Esto quiere decir que no hay purgatorio donde se prepara a la gente para ir al cielo. Ora para que la persona interior pueda conocer la fortaleza espiritual. ¡Con cuánto descuido algunos cristianos tratan a la persona interior! El Espíritu Santo nos da poder desde el interior a través de la Palabra de Dios y la oración. En los versículos 20–21 Pablo recalca que cuando oramos el Espíritu de Dios obra en nosotros; y en 1 Tesalonicenses 2.13 (junto a Col 3.16) enseña que Dios nos concede poder mediante su Palabra. Los santos primitivos se entregaron «a la oración y a la Palabra de Dios» (Hch 6.4) y Dios obró con poder en ellos y mediante ellos.
Él quiere que Cristo «se sienta en casa» (habitar, v. 17) en sus corazones. Por supuesto, Cristo vive en el corazón de cada creyente verdadero, pero no todo corazón es un hogar agradable para Él. A Cristo le encantaba ir a Betania porque sus amigos le querían, se alimentaban de su Palabra y le servían.
Cuando Cristo vino a esta tierra para hablar con Abraham (Gn 18), envió delante a dos ángeles a que visitaran a Lot (Gn 19) debido a que no se sentía a sus anchas en la casa de un creyente mundano. ¿Se siente Él como en casa en nuestros corazones?
Cristo se siente así en nuestros corazones cuando Él halla fe y amor. «Arraigados» (v. 17) sugiere una posición firme, un hábito de fe y amor, como un árbol enraizado en la tierra. Demasiados cristianos quieren los frutos del Espíritu sin estar enraizados en las cosas espirituales.
«Comprender» en el versículo 18 significa «asir», «aprehender». Pablo ya ha orado para que ellos tengan entendimiento; ahora ora para que se acojan a estas maravillosas bendiciones y las capten y tomen por sí mismos. Por fe nos apropiamos de las promesas de Dios. Pablo quiere especialmente que se aferren del inmensurable amor de Dios, un amor que llena todas las cosas. Demasiados cristianos se imaginan a Dios como un Juez colérico o un Capataz riguroso en lugar de un Padre amoroso.
«Llenos de toda la plenitud de Dios» (v. 19): este es el propósito supremo de Dios para nuestras vidas. Lea cuidadosamente Juan 1.16 y Colosenses 2.9–10. «Vosotros estáis completos en Él» afirma Colosenses 2.10. ¿Por qué vivir como mendigos cuando Dios nos ha dado su plenitud? Una vida vacía es decepcionante y peligrosa; si el Espíritu de Dios no nos llena, el espíritu de desobediencia (2.2) se pone en acción y caemos en pecado.
Los versículos 20–21 declaran una bendición emocionante, cerrando la primera sección de la carta.
¡Dios obra en nosotros! ¡Dios obra a través de nosotros! ¡Dios es glorificado en nosotros! ¡Qué maravillosa salvación tenemos! Este poder obra en nosotros conforme abrimos nuestros corazones a
Cristo, cultivamos este compañerismo y comunión perseverante, oramos y nos sometemos a la Palabra.
No hay razón para que los creyentes estemos «por los suelos» cuando estamos sentados con Cristo (2.6) y llenos de la plenitud de Dios.
Al concluir esta primera sección sería útil notar las «posturas espirituales» de Pablo, por cuanto nos dan el secreto de la bendición de Dios. Pablo está sentado con Cristo (2.6), edificado sobre Cristo (2.20) y dobla sus rodillas ante el Padre (3.14). Esto es lo que hace posible que camine (4.1), crezca (4.15) y esté firme (6.14) contra Satanás. Nuestra posición espiritual en Cristo hace posible nuestro andar victorioso sobre la tierra.

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Ahora empezamos la segunda mitad de la carta, la cual hace hincapié en el andar del cristiano (4.1, 17; 5.2, 8, 15). A la vida cristiana se la compara con una caminata porque empieza con un paso de fe, involucra progreso y exige equilibrio y fuerza. Si no aprendemos a andar, nunca seremos capaces de correr (Heb 12.1, 2) ni de estar firmes en la batalla (Ef 6.11).

I. ANDAR EN UNIDAD (4.1–16)

Hemos sido llamados a un cuerpo; por consiguiente, en la medida en que procuramos andar en unidad, andamos como es digno del llamamiento (vocación) que tenemos de Dios. En los capítulos 1–3 Pablo ha descrito ese supremo llamamiento; ahora nos suplica que vivamos a la altura de esas bendiciones. No vivimos por Cristo nada más que para conseguir algo; ¡vivimos por Cristo porque Él ya ha hecho mucho por nosotros! Nótese que Pablo no nos dice que fabriquemos la unidad, sino que mantengamos la unidad que ya existe en el cuerpo. Esta no es uniformidad denominacional, ni una «superiglesia»; es una unión y unidad orgánica viva. Nótese Juan 17.20–23.
Las bases para esta unidad se mencionan en los versículos 4–6. Notará que el asunto central en esta lista es «un Señor». El hecho de que hay «un cuerpo» no minimiza la importancia de los cuerpos locales de creyentes. Notará que Pablo habla aquí de las verdades espirituales que se relacionan con el programa completo de Dios. Cuando leemos sus otras epístolas (tales como Corintios y las cartas a
Timoteo y a Tito), vemos los resultados prácticos de estas verdades. El principal énfasis del NT es sobre la iglesia local; pero la administración de la misma se debe basar en lo que Pablo enseña respecto a «un cuerpo».
En los versículos 7–11 se mencionan los dones para la unidad en la iglesia. Cuando Cristo ascendió, dio dones a su pueblo mediante la venida del Espíritu Santo. También puso a estas personas dotadas en las iglesias locales. En tanto que los versículos 1–6 se refieren a un cuerpo y su unidad, los versículos 7–11 lo hacen a los muchos cuerpos locales y la diversidad de dones.
En los versículos 12–16 se describe la meta de la iglesia. El pastor-maestro debe alimentar a los santos con la Palabra de Dios y equiparlos para el servicio; los santos, a su vez, desempeñan la obra del ministerio. A medida que cada santo crece y gana a otros, el cuerpo entero crece en Cristo. El versículo 12 debe leerse: «para la maduración de los santos en la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo». Cada santo participa en el crecimiento de la iglesia. Desafortunadamente hay algunos cristianos que todavía son bebés (v. 14, Véanse 1 Co 3.1), inestables y se desvían con facilidad. Satanás y sus ministros (Véanse 2 Co 11.14, 15) esperan derribar a la iglesia con sus mentiras.
La iglesia se edifica mediante la Palabra de Dios (Hch 20.32; 1 Co 14.4). No se edifican y fortalecen mediante programas de hombres, ni por entretenimiento, diversión, recreación o «empujes». La iglesia es un cuerpo y debe tener alimento espiritual; este alimento es la Palabra de Dios. Cuando el cuerpo esté completo, Cristo volverá y llevará a su cuerpo (del cual Él es la Cabeza, 1.22–23) a su hogar en gloria.

II. ANDAR EN PUREZA (4.17–32)

La primera parte de este capítulo describe la relación del creyente con la iglesia; ahora Pablo analiza la relación del creyente con el mundo. Ciertamente estamos «en Cristo» y somos una parte del cuerpo; pero también estamos en el mundo, donde hay tentación y contaminación. No podemos salir del mundo porque tenemos una responsabilidad de testificarle; sino que debemos andar en pureza y no permitir que el mundo nos contamine.
Pablo empieza con lo negativo: no andar de la manera que lo hacen los inconversos. Explica las razones por las cuales andan en impiedad:
(1) su entendimiento está entenebrecido debido a que creen en mentiras y no han recibido la verdad;
(2) están muertos espiritualmente;
(3) se han entregado a cometer toda clase de pecados. Compare esta descripción con 2.1–3 y 2 Corintios 4.
Pudiéramos resumir su condición diciendo que andaban de la manera errada debido a que no conocían la verdad y nunca habían recibido la vida. Sólo el Cristo de Juan 14.6 podía satisfacer sus necesidades espirituales.
La vida cristiana debe ser radicalmente diferente de la vida vieja. Pablo esperaba que los efesios experimentaran cambios y les hace tres admoniciones: «despojarse» (vv. 22–23); «vestirse» (v. 24) y «desechar» (vv. 25). Romanos 6 nos enseña que el viejo hombre ha sido crucificado y sepultado y que a medida que consideramos que esto es verdad, nos «despojamos» de ese viejo hombre. Dios ha hecho su parte; ahora nos resta que creamos lo que Él ha dicho y que «nos cambiemos de vestidos». La instrucción que Jesús dio respecto a Lázaro se aplica a cada creyente: «Desatadle [quítenle los vestuarios de sepultura], y dejadle ir». Pero no es suficiente morir a la vida vieja; también debe haber la resurrección y la manifestación de la vida nueva. Nos quitamos las «ropas de sepultura» de la vida vieja y nos vestimos de los «vestidos de la gracia» de la nueva vida. Somos parte de la nueva creación de Dios (v. 24 y 2.10) y por consiguiente andamos en vida nueva (Ro 6.4).
Debemos «desechar» (de una vez por todas) ciertos pecados y Pablo los menciona en 25. Nótese cómo liga cada mandamiento a una verdad espiritual: somos miembros los unos de los otros (v. 25); somos sellados para el día de la redención (v. 30); Dios nos ha perdonado (v. 32). La doctrina y el deber son bendiciones gemelas en la Biblia, tanto la riqueza del cristiano como su andar en Cristo.
Si pertenecemos a la verdad, ¿cómo podemos darnos a las mentiras? Satanás es el padre de toda mentira (Jn 8.44); sus espíritus hablan mentiras (1 Jn 2.21, 27); un día todo el mundo creerá en «la mentira» (2 Ts 2.9–11).
Hay una ira que no es pecado (Mc 3.5). Si nos encolerizamos contra las personas, hay lugar para el pecado; si nos enojamos contra el pecado y los principios pecaminosos, podemos mantener un andar santo. ¡Qué fácil es que los cristianos llamen «indignación santa» a sus arranques de cólera! La ira del hombre nunca produce la rectitud o justicia de Dios (Stg 1.20).
Darle lugar al diablo (v. 27) incluye tanto el mentir como la cólera; porque Satanás es mentiroso y homicida. ¿Nos damos cuenta de que las mentiras, la hipocresía y la cólera le dan a Satanás una entrada en nuestras vidas? Las mentiras y la cólera de Caín le llevó al homicidio (Gn 4).
El versículo 25 se liga con 1 Tesalonicenses 4.11 y 2 Tesalonicenses 3.6–12. El inconverso ladrón solía robar para complacerse; ahora que ha sido salvado debe trabajar para poder dar a otros. Este es el maravilloso cambio que genera la gracia en el corazón de una persona.
Nuestros labios deben hablar lo que edifica (Col 4.6; Sal 141.3). La corrupción de labios sólo denota corrupción del corazón. El Espíritu nos ha sellado (1.13, 14); no debemos entristecerlo al permitir que estos pecados de acción y actitud estén en nuestras vidas. En las Escrituras al Espíritu se le describe como una paloma (Jn 1.32) y esta es un ave limpia que ama la paz. Se debe eliminar la ira y la gritería mediante el amor y el perdón cristianos.

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Pablo continúa su descripción del andar cristiano.

I. ANDAR EN AMOR (5.1–6)

«Imitadores» (v. 1) da la idea de «mímica»; como hijos de Dios debemos imitar a nuestro Padre.
Dios es amor y nosotros debemos andar en amor. El ejemplo del amor de Cristo debe inspirarnos.
Véanse Juan 15.9 y 12 y 1 Juan 3.16–18. Aquí Pablo describe a Cristo como la ofrenda a Dios de olor fragante, que trae gozo al corazón de Dios al darse a sí mismo por los pecadores.
Por supuesto, la clase correcta de amor implica que detestaremos ciertas cosas (Ro. 12.9). Hay algunos pecados que ni siquiera deben nombrarse entre los santos. En el versículo 4 Pablo no hace objeciones al humor, sino a las bromas inapropiadas y sucias. Por cierto que ningún cristiano debe usar sus labios para esparcir cuentos cuestionables. Nunca deberíamos decir: «Tómelo con la debida cautela», debido a que nuestro hablar siempre debe estar sazonado con sal (Col 4.6). Los falsos maestros pueden decirle que usted puede ser cristiano y vivir en pecado habitual y deliberado; pero Pablo llama a estas enseñanzas «palabras deshonestas». Compárense los versículos 5 y 6 con Gálatas 5.21 y 1 Corintios 6.9–10. Éramos «hijos de desobediencia» (2.1–3); ahora somos hijos de Dios y debemos andar en amor.

II. ANDAR EN LA LUZ (5.7–14)

La palabra que se traduce «partícipes» (v. 7) implica tener algo en común; y con frecuencia se traduce «comunión» o «compañerismo». Los cristianos son partícipes de:
(1) la naturaleza divina, 2 Pedro 1.4;
(2) las promesas de Dios, Efesios 3.6;
(3) los sufrimientos de Cristo, 1 Pedro 4.13;
(4) la santidad, Hebreos 12.10;
(5) el llamamiento celestial, Hebreos 3.1; y:
(6) la gloria de Dios, 1 Pedro 5.1.
Puesto que tenemos este maravilloso compañerismo con Dios, ¿cómo podríamos no llegar a asociarnos con los que pertenecen al pecado y a las tinieblas? «¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas?», pregunta 2 Corintios 6.14. Somos hijos de luz y debemos andar en la luz. Las tinieblas engendran pecado y mentiras; el fruto de la luz (que sería una mejor traducción del v. 9) es bondad, justicia y verdad. La luz no puede entrar en componendas con las tinieblas; tan solo puede exponerla. Note Juan 3.19–21 y 1 Juan 1.5–10.

III. ANDAR CUIDADOSAMENTE (5.15–17)

La palabra «con diligencia» (v. 15) lleva la idea de observar los alrededores con cuidado, como para no tropezar. Significa andar con inteligencia y no en ignorancia. ¡Cuán necio es andar a tropezones por la vida y nunca procurar conocer la voluntad del Señor! En lugar de andar «con exactitud» (que es equivalente de «con diligencia»), yerran el blanco, el camino, y acaban sufriendo en algún desvío. Dios quiere que seamos sabios y comprendamos su voluntad para nuestras vidas. A medida que obedecemos su voluntad, «aprovechamos las oportunidades» (aprovechando bien el tiempo, v. 16) y no desperdiciamos el tiempo, ni la energía, ni el dinero, ni el talento en lo que está fuera de su voluntad.
Las oportunidades perdidas nunca se recuperan; han desaparecido para siempre.

IV. ANDAR EN ARMONÍA (5.18–6.9)

Esta sección concluye en el capítulo 6 y trata sobre la armonía entre esposos y esposas, padres e hijos, y trabajadores y sus patrones.
El secreto de la armonía en el hogar y en el trabajo es ser llenos del Espíritu. Tanto la unidad de la iglesia como la armonía en el hogar dependen del Espíritu (4.3; 5.18). Es el poder desde adentro, no la presión de afuera, lo que mantiene unida a la iglesia y al hogar. Note las señales de la vida llena del Espíritu: gozo (v. 19), gratitud (v. 20), obediencia (v. 21). Compare Colosenses 3.15–17 y verá que cuando los cristianos están llenos de la Palabra de Dios tendrán las mismas características. En otras palabras, estar llenos del Espíritu de Dios quiere decir ser controlados por la Palabra de Dios. Las marcas del cristiano lleno del Espíritu no son experiencias emocionales desusadas, milagros o lenguas, sino más bien carácter cristiano.
El principio de la cabeza es lo que ayuda a traer armonía al hogar. «Como al Señor» es el motivo.
Las esposas deben someterse a sus esposos como a Cristo; los esposos deben amar a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia; y los hijos deben obedecer como al Señor. Los miembros de la familia que están bien con el Señor, estarán bien los unos con los otros.
A la Iglesia se le describe como la esposa de Cristo. Es interesante comparar la Iglesia con la primera esposa de la Biblia (Gn 2.18–25). Fue tomada del costado de Adán y a Cristo le abrieron el costado por nosotros en la cruz. A Eva la formaron mientras Adán dormía y Cristo experimentó el sueño de la muerte para crear a la Iglesia. Eva participaba de la naturaleza de Adán y la Iglesia participa de la naturaleza de Cristo (vv. 30–31). Eva fue el objeto del amor y cuidado de su cónyuge y Cristo ama a la Iglesia y la cuida. Adán estuvo dispuesto a convertirse en un pecador debido al amor que le tenía a su esposa (1 Ti 2.11–15) y Cristo voluntariamente fue hecho pecado debido a su amor por la Iglesia. Eva fue formada y traída a Adán antes que el pecado entrara en la familia humana; la Iglesia estaba en el corazón de Dios antes de la fundación del mundo. Nótese Romanos 7.4 y 2 Corintios 11.2 para ver la aplicación de esta verdad del matrimonio a cada creyente y a la iglesia local.
¿Cuál es el ministerio presente de Cristo a la Iglesia? Está santificando y purificando a la Iglesia mediante la Palabra de Dios y lo hace a través de la obra del Espíritu en sus siervos escogidos (4.11–16). El agua que se menciona en el versículo 26 no es el bautismo. Por un lado, Pablo está hablando de un proceso continuo y a ningún cristiano se le bautiza continuamente. El agua para el lavamiento es un símbolo de la Palabra de Dios (Jn 15.3; 13.1–12). Cuando Cristo lleve a su Iglesia a la gloria será entonces perfecta, sin mancha ni arruga. Véanse Juan 17.22–24.
La Palabra no es sólo agua que limpia a la Iglesia, sino que es también el alimento que la nutre (v. 29). Es el alimento espiritual para la nueva naturaleza del creyente.
En 6.1–9 Pablo aplica la misma verdad a los hijos y a los siervos.
Los hijos deben obedecer a sus padres por varias razones:
(1) es lo correcto;
(2) así se le ordena;
(3) trae bendiciones.
El padre que honra al Señor tendrá pocos problemas para ganarse el amor y respeto de sus hijos o el sincero amor de su esposa. En el versículo 4 Pablo también advierte a los padres a abstenerse de provocar a ira a los hijos mediante exigencias indebidas. La regla de oro se aplica al hogar y a los hijos se les debe tratar como a personas, no como cosas. Los padres deben disciplinar (criarlos) a sus hijos y aconsejarlos (amonestarlos) en el Señor.
Los siervos deben recordar que antes que todo sirven a Cristo. Ser de dos caras o tratar de servir a dos amos sólo creará problemas (Mt 6.24); la sencillez de corazón es aquel que su objetivo es agradar a Cristo y no ganar al mundo. «Sirviendo al ojo» quiere decir trabajar cuando el patrón está observando y darse a la ociosidad cuando se va; ¡pero si servimos a Cristo en el trabajo, nos damos cuenta de que Él siempre está observándonos!

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Esta sección final (6.10–24) nos dice cómo andar en victoria. Es triste cuando los creyentes no conocen las provisiones que Dios ha hecho para la victoria sobre Satanás. Cristo ha vencido por completo a Satanás y a sus huestes (Col 2.13–15; Ef 1.19–23) y su victoria es nuestra por fe.

I. EL ENEMIGO CONTRA EL CUAL LUCHAMOS (6.10–12)

Satanás es un enemigo fuerte, de modo que Pablo nos exhorta a que nos fortalezcamos. Pablo sabía que la carne es débil (Mc 14.38) y que podemos vencer únicamente en el poder de Cristo. Nótese que antes de que Pablo nos diga en el versículo 11 que estemos firmes, en el versículo 10 nos ordena a fortalecernos. ¿Cómo recibimos esa fortaleza para estar firmes? Al darnos cuenta de que estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales muy por encima de todos los principados y potestades de Satanás (1.19–23) y que el mismo poder de Dios está a nuestra disposición mediante el Espíritu que mora en nosotros (3.14–21). Debemos sentarnos antes de poder caminar y debemos andar antes de poder estar firmes. Debemos entender nuestra posición espiritual antes de que podamos tener poder espiritual.
Muchos eruditos bíblicos creen que Satanás fue el querubín ungido al que Dios puso a cargo de la tierra recientemente creada (Ez 28.11–19). Por su orgullo cayó (Is 14.9) y arrastró consigo una multitud de seres angélicos que ahora forman su ejército de principados y potestades. Satanás tiene acceso al cielo (Job 1–3), pero un día lo echarán fuera (Ap 12.9). Es el engañador (2 Co 11.3) y el destructor (Ap 9.11, donde Abadón significa «destructor»), porque se presenta como serpiente y como león (1 P 5.8–9). Los cristianos debemos darnos cuenta de que no luchamos contra sangre y carne, sino contra «el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia» (Ef 2.2). Así como el Espíritu de Dios opera en los creyentes para hacerlos santos, el espíritu de desobediencia (Satanás y sus demonios) opera en los incrédulos. Qué necio es luchar contra sangre y carne cuando el enemigo real está usando simplemente la carne y la sangre para obstruir la obra del Señor. Esta fue la equivocación que Pedro cometió en el huerto del Getsemaní cuando trató de vencer al diablo con la espada (Véanse Mt 26.51).
Moisés cometió la misma equivocación cuando mató al egipcio (Hch 7.23–29). La única manera de luchar contra los enemigos espirituales es con las armas espirituales: la Palabra de Dios y la oración.
Debemos estar alertas contra las asechanzas del diablo (Ef 6.11), lo cual significa su estrategia, sus maquinaciones (2 Co 2.11) y artimañas (1 Ti 3.7). Es el gobernador de las tinieblas y usa a las tinieblas (ignorancia y mentiras) para promover su causa (2 Co 4.1; Lc 22.53).

II. EL EQUIPO QUE USAMOS (6.13–17)

Es importante que el cristiano «no le dé lugar al diablo» (4.27), o sea, que no deje ningún área desprotegida como para que Satanás encuentre una rendija para meter el pie. La armadura que Pablo describe es para protección; la espada (la Palabra de Dios) es para la batalla real. Cada parte de la armadura espiritual nos dice lo que los creyentes deben tener para estar protegidos contra Satanás:
Verdad: Satanás es un mentiroso, pero el cristiano que conoce la verdad no será engañado. Justicia: Esto quiere decir el andar diario consistente del cristiano. Satanás es el acusador (Ap 12.10), pero el creyente que anda en la luz no le dará a Satanás oportunidad para atacar. Estamos en la justicia imputada de Cristo y andamos en la justicia impartida del Espíritu Santo.
Paz: Satanás divide y destruye. Cuando el creyente anda en la senda de paz, el camino del evangelio, Satanás no puede alcanzarlo. Los pies del cristiano deben estar limpios (Jn 13), ser hermosos (Ro 10.15) y calzados con el apresto del evangelio. Los cristianos que están listos para testificar de Cristo tendrán un tiempo más fácil para derrotar al maligno.
Fe: Satanás es la fuente de la incredulidad y la duda. «¿Conque Dios os ha dicho?», es su pregunta favorita (Gn 3.1). La fe es lo que vence a cualquier enemigo (1 Jn 5.4). A medida que el creyente usa el escudo de la fe, apaga los dardos de fuego de la incredulidad y la duda. Salvación: Este versículo (17) quizás se refiera a nuestra suprema salvación cuando Cristo vuelva (Véanse 1 Ts 5.8). El creyente cuya mente está fija en la inminente venida de Cristo no caerá en las trampas de Satanás. La esperanza bendita debe ser como un casco que protege la mente y el entendimiento. A Satanás le encantaría hacernos creer que Cristo no va a regresar y que tal vez no sea hoy en día. Lea Mateo 24.45–51 para ver lo que le sucede a la persona que se quita el yelmo de la salvación.
Estos componentes de la armadura son para la protección del creyente; la espada del Espíritu y la oración son las armas para atacar las fortalezas de Satanás y derrotarlo. El cristiano debe luchar contra los enemigos espirituales con armas espirituales (2 Co 10.4) y ¡la Palabra de Dios es la única espada que necesitamos! La espada de Dios tiene vida y poder (Heb 4.12) y nunca pierde su filo. Los cristianos conquistan a medida que comprenden, memorizan y obedecen la Palabra de Dios.

III. LA ENERGÍA QUE USAMOS (6.18–24)

La armadura y las armas no son suficientes para ganar una batalla; tiene que haber energía para hacer el trabajo. Nuestra energía viene de la oración. Usamos la espada del Espíritu y oramos en el Espíritu: el Espíritu Santo nos fortalece para que ganemos la batalla. Lea de nuevo Efesios 3.14–21 y atrévase a creerlo. La Palabra y la oración son dos recursos que Dios le ha dado a la Iglesia para vencer al enemigo y ganar territorio para la gloria de Dios. Note Hechos 20.32 y 6.4; también 1 Samuel 12.23.
Los soldados cristianos deben orar con sus ojos abiertos. «Velar y orar» es el secreto de Dios para vencer al mundo (Mc 13.33), la carne (Mc 14.38) y al diablo (Ef 6.18). También debemos «velar y orar» por oportunidades para servir a Cristo (Col 4.2, 3).
No debemos orar sólo por nosotros mismos, sino también por los soldados hermanos (6.19).
Pablo nunca fue demasiado orgulloso como para no pedir oración. Quería tener el poder para ser capaz de dar a conocer el misterio (Véanse 3.1–12), el mismo mensaje que lo llevó a la prisión. «Embajador en cadenas» es un título peculiar, sin embargo, eso es exactamente lo que Pablo era. Encadenado a un soldado romano diferente cada seis horas Pablo tenía una excelente oportunidad para testificar de Cristo.

Pablo concluye esta magnífica epístola con varios asuntos personales, sabiendo que sus amigos desearían saber su condición. Sin duda, podrían orar más inteligentemente por él si sabían sus necesidades. Pero Pablo quiere darles consuelo también (v. 22). Pablo era un verdadero santo, tomando de la provisión de Dios para todas sus necesidades.