(heb., yehudah, alabado, gr. Ioudas).
Fue escrita
probablemente por uno de los medios hermanos de Jesús. Judas advirtió a sus
lectores que se cuidaran de los falsos maestros que enseñaban que ser salvos
por la gracia significaba que uno podía vivir de la manera que se le daba la
gana. Instó a los creyentes a permanecer en el amor de Dios hasta la venida de
Cristo.
Esta epístola está
dirigida a todos los creyentes del evangelio. Su intención es resguardar a los
creyentes contra los falsos maestros que habían empezado a infiltrarse en la
Iglesia cristiana, y a diseminar preceptos peligrosos para reducir todo el Cristianismo
a una fe sólo de nombre y a una profesión externa del evangelio. Habiendo
negado así las obligaciones de la santidad personal, enseñaban a sus discípulos
a vivir en sendas pecaminosas y, al mismo tiempo, los halagaban con la
esperanza de la vida eterna.
Se demuestra el
vil carácter de estos seductores y se pronuncia su sentencia, y la epístola
concluye con advertencias, amonestaciones y consejos para los creyentes.
El escritor era medio hermano de
Cristo, como se menciona en Marcos 6.3. Jacobo, otro medio hermano del Señor (1
Co 15.7), vio al Cristo resucitado, de modo que sin duda Jacobo [o Santiago (nota
del editor)] y Judas llegaron a ser creyentes más o menos al mismo tiempo. Los
hermanos de Cristo se mencionan en Hechos 1.13, 14 como participantes en una
reunión de oración antes del Pentecostés. Nótese que Judas no se jacta de su
relación humana a Cristo. Prefiere llamarse un esclavo, un «siervo de
Jesucristo» y hermano de Jacobo. Aunque en su carta Judas habla del juicio, se
cuida de destacar que el verdadero creyente es guardado en Cristo (vv. 1, 24).
No nos guardamos salvos nosotros mismos, sino que debemos guardarnos en el amor
de Dios obedeciendo su Palabra (v. 21).
AUTOR
Y FECHA
Judas
(una forma del nombre Judá) era un nombre muy común entre los judíos del tiempo
de Jesús. Por lo menos siete individuos diferentes aparecen con ese nombre en
el Nuevo Testamento (véanse Lc 3.30; Mt 13.55 y Mc 6.3; Mc 3.19, 14.10 y Hch
1.16, 25; Lc 6.16 y Hch 1.13; Hch 5.37; Hch 9.11; Hch 15.22–34). El libro afirma
haber sido escrito por Judas, el hermano de Jacobo. Pero esto no es de gran
ayuda, ya que Jacobo o Santiago era un nombre tan común como el de Judas.
Si el
autor se refiere a Jacobo, el hermano de Jesús y cabeza de la iglesia de
Jerusalén, esto significaría que se trata del hermano carnal de Jesús (Gl 1.19;
2.9; 1 Co 15.7). En tal caso, uno esperaría que el autor se titulara «hermano
de Jesús». Sin embargo, cabe recordar que Santiago en su epístola tampoco hace
explícita su condición de hermano de Jesús. De todos modos, Judas parece haber
pertenecido al círculo apostólico.
Puesto
que, según la tradición, Judas murió antes del año 81 d.C., el tiempo de la
redacción de su carta puede fijarse por conjeturas hacia el año 75 d.C.
NOMBRE
COMO PRESENTA JESÚS: Jud. Vr. 1, 25. Guardador Y Único Dios Sabio.
I. EL OBJETIVO DE LA CARTA (VV. 3–4)
Judas empezó a escribir un mensaje
sobre la «salvación», pero el Espíritu lo guió a abandonar su tema y a advertir
a los creyentes respecto a los falsos maestros que surgieron en la iglesia.
Usted notará que muchos versículos de Judas son semejantes a 2 Pedro 2. Pedro
profetizó que esos falsos maestros vendrían (2 P 2.1; 3.3), de ahí que Judas
escribiera posteriormente, pues dice que ya están allí y activos.
Nos recuerda que Pedro ya había
anunciado su condenación. Identifica a esos falsos maestros como las mismas
personas que Pedro describió: se introducen encubiertamente, traen falsa
doctrina y viven en pecado. «Que convierten en libertinaje la gracia de nuestro
Dios» (v. 4) quiere decir que les decían a la gente que la gracia les permitía
vivir como se les antojara. Véanse Romanos 6.1.
¿Cómo deben reaccionar los
cristianos ante este peligro? «Que contendáis ardientemente por la fe» (v. 3)
es lo que Judas ordena. Debemos defender la verdad de Dios y el cuerpo de
doctrina que el NT llama «la fe». Debemos ser soldados que defiendan la
fortaleza a cualquier costo.
II. EL ARGUMENTO (VV. 5–16)
El tema de Judas en esta sección
es la condenación de esos falsos maestros y de quienes les siguen. Cita siete
ejemplos del AT para probar su punto:
A. ISRAEL (V. 5).
Dios libró a Israel de Egipto y
sus plagas, pero después tuvo que destruir a los incrédulos. Judas deja en
claro que estos hombres no eran creyentes; el versículo 19 indica que no tenían
el Espíritu. La simple presencia «en la iglesia» no es evidencia de salvación.
Muchos judíos estaban «en la nación» y sin embargo fueron destruidos debido a
su pecado.
B. ANGELES CAÍDOS (V. 6).
Véanse 2 Pedro 2.4. Tal parece que
Judas se refiere a los ángeles que convivieron con las hijas de los hombres,
según Génesis 6. Esta fue la trama de Satanás para corromper la raza humana y
estorbar así el nacimiento de la Simiente prometida (Gn 3.15). Esos ángeles que
desafiaron a Dios fueron juzgados y encarcelados en el Tártaro, una parte
especial del infierno.
C. SODOMA Y GOMORRA (V. 7).
La frase «de la misma manera»
sugiere que los pecados de estas ciudades eran semejantes a la fornicación de
los ángeles mencionados en el versículo 6. Segunda de Pedro 2.6–8 se refiere a
estas ciudades perversas. Judas dice que el juicio de estas ciudades es una
ilustración del infierno.
D. MIGUEL Y MOISÉS (VV. 8–10).
El arcángel Miguel es el ángel
especial para Israel (Dn 12.1). La referencia aquí parece ser a la sepultura de
Moisés (Dt 34.6). Dios traerá de nuevo a Moisés como uno de los testigos a los
judíos durante el período de la tribulación (Ap 11), pero Satanás trató de
apoderarse del cuerpo. El punto de Judas es que el arcángel no reprendió a
Satanás, porque esto requiere más autoridad de la que Miguel realmente tenía.
El ángel permitió a Dios que pronunciara la reprimenda. Esos falsos maestros,
en su orgullo, menospreciaban la autoridad, y en su pecado e ignorancia
hablaban mal de las cosas santas.
E. CAÍN (V. 11).
Este ejemplo nos lleva de regreso
a Génesis 4, donde Caín aparece ante el altar sin sacrificio de sangre. La
manera de Caín es la misma de la religión hecha por el hombre, rechazando la
revelación de Dios y la sangre del Salvador. Véanse 1 Juan 3.11, 12; Hebreos
11.4.
F. BALAAM (V. 11).
Véanse 2 Pedro 2.15, 16. El error
de Balaam se trataba de conducir a otros al pecado para obtener ganancia
personal. Balaam sabía la verdad, pero deliberadamente guió a Israel al pecado
para ganar dinero, Véanse Números 22–25, especialmente 25.1–9.
G. CORÉ (V. 11).
Léase Números 16. Coré y sus
seguidores rechazaron la autoridad divina dada a Moisés y trataron de adueñarse
del poder. Los falsos maestros se auto-exaltan y pasan por alto la autoridad de
los siervos de Dios. Ellos serán juzgados, así como lo fueron Coré y sus
seguidores.
En los versículos 12–13 Judas
describe a estos falsos maestros en términos vívidos; léalos en una traducción
moderna para notar una descripción precisa. ¿De qué valen nubes sin agua,
árboles sin fruto y estrellas que deambulan y por eso no proveen de ninguna
ayuda al viajero? Judas cierra su argumento citando a Enoc que, al principio de
la historia, profetizó su condenación. Nótese en estos versículos la repetición
de la palabra «impíos».
III. LA ADMONICIÓN (VV. 17–25)
¿Cómo deben actuar los cristianos
a la luz de esta situación? Primero, deben recordar la Palabra (Véanse 2 P 3).
Cristo prometió que vendrían burladores y ahora ya han aparecido. El
crecimiento de la apostasía es evidencia adicional de la determinación de
Satanás a bloquear la verdad de la Palabra de Dios. Todavía más, los cristianos
deben crecer espiritualmente, edificándose en el Señor. Hacen esto orando en el
Espíritu (conforme el Espíritu guía, Véanse Ro 8.26, 27), obedeciendo la
Palabra, y de este modo permaneciendo en el amor de Dios y velando por el
regreso de Cristo. Qué combinación de una vida cristiana victoriosa: orando,
aprendiendo y viviendo la Biblia y esperando el regreso de Cristo.
¿Cómo deben actuar los cristianos
con los que siguen a esos falsos maestros? «Convencedlos» (v. 22) es su
admonición. En otras palabras, traten cada situación individualmente. Algunas
personas necesitan que se les muestre compasión; otras pueden ser salvadas y
arrebatadas del fuego. Algunas tal vez ya hayan ido demasiado lejos como para
ayudarles. Judas nos advierte que, al procurar ayudar a otros, debemos tener
cuidado de no contaminarnos nosotros mismos. El sacerdote del AT no debía contaminar
sus vestidos y los cristianos del NT (que también son sacerdotes) deben
conservarse sin mancha en el mundo (Stg 1.27).
Judas cierra con una maravillosa
bendición, enfatizando el poder de Cristo para guardar a los suyos.
Los cristianos no se guardan a sí
mismos salvos; Cristo los guarda hasta el mismo fin. El versículo 1 dice que
somos «guardados en Jesucristo», indicando que el Padre tiene un interés
personal en nuestra preservación. El versículo 24 también lo indica. ¿Qué más
seguridad podría desear el cristiano?
Hebreos 12.2 dice que Cristo
soportó la cruz «por el gozo puesto delante de Él». Judas nos dice cuál fue ese
gozo: el privilegio de presentar a su Iglesia ante el Padre en gloria. El Novio
presentará un día a su novia sin mancha en gloria. ¡Qué día será ese!
Al leer esta epístola uno no puede
sino darse cuenta de que los cristianos deben defender la fe y oponerse a los
falsos maestros. Cristo nos guarda, pero quiere que nosotros guardemos el
depósito que Él ha dejado en nuestras manos (2 Ti 1.13–14; 1 Ti 6.20). Hay una
condenación terrible esperando a quienes rechazan a Cristo y enseñan las
mentiras de Satanás. Salvaremos a algunos; a otros podremos solamente tenerles
compasión. ¡Que Dios nos ayude a ser fieles hasta que Él venga!