SALMOS

El libro más largo en la Biblia viene después de la ley y los profetas en el AT hebreo (Lucas 24:44) e inicia la última división del AT, llamado los escritos. La mayoría de sus caps., por otra parte, están precedidos en tiempo únicamente por Génesis, Rut. Mas la razón básica por la que Salmos es citado más veces en el NT y más reverenciado por los creyentes que cualquier otro libro del AT se encuentra en su tema inspirador. Tanto para la adoración pública, como el himnario del templo de Salomón, como para la guía devocional individual, sus 150 poemas constituyen lo sublime de la literatura dada por Dios.

La denominación heb. de Salmos es Tehillim, que significa “alabanzas”, un término que refleja mucho el contenido del libro (Salmo 145, título). Su nombre en lat. y en las Biblias castellanas, sin embargo, proviene del gr., Psalmoi, que significa sonidos [de cuerdas de arpa], y así, por consiguiente, cantos entonados con el acompañamiento de arpas. Su título alterno, Psalterion, significa salterio, una colección de cantos de arpa, del que proviene el término castellano salterio.
Muchos salmos prefijan títulos explicativos en prosa, indicando su paternidad literaria y ocasión de escribirse, muchas veces dando dirección poética y musical también. La frase, Salmo de Moisés (David, etc.), aparece más comúnmente. La preposición heb. Traducida por la palabra de expresa autoría (Habacuc 3:1) o dedicación (p. ej., Salmo 4, Al músico principal). El libro de Salmos atribuye 73 de sus caps. a David, dos a Salomón (Salmo 72, 127), uno a cada uno de los sabios Hemán y Eitán (Salmo 88, 89; 1 Reyes 4:31), uno a Moisés (Salmo 90), y 23 a los clanes cantores levíticos de Asaf (Salmo 50, 73—83) y Coré (Salmo 42—49; 84; 85; 87; 88). Hay 49 que permanecen anónimos.
El NT repetidamente autentifica los que se le han atribuido a David: Salmos 16 (Hechos 2:25), 32 (Romanos 4:6), 69 (Hechos 1:16; Romanos 11:9), 110 (Lucas 20:42; Hechos 2:34). Algunos de los salmos titulados anónimamente también son reconocidos como composición de David: Salmos 2 (Hechos 4:25), 95 (Hebreos 4:7), 96; 105; 106 (subrayando las palabras de David en 1 Crónicas 16:8-36). Mas es significativo que ningún salmo cuya autoría se concede a otro, o contiene alusiones históricas tardías (como Salmo 137, del exilio) jamás se le ha atribuido en la Escritura a él.
El libro de Salmos está organizado en cinco libros: 1—41, 42—72, 73—89, 90—106 y 107—150; y, en vista de que el mismo salmo aparece en más de una colección —p. ej., Salmo 14 y parte del 40 (Libro I) como 53 y 70 (Libro II), y la segunda mitad del 57 y 60 (Libro II) como el 108 (Libro V)— parece probable que cada compilación originalmente experimentó existencia independiente. Además, en vista de que el último salmo de cada colección fue compuesto con atribuciones finales que fueron diseñadas para el libro como un todo (Salmo 41:13; 72:18-20; 89:52; 106:48; y todo el Salmo 150 para el Libro V), parece que los orígenes de estos cinco salmos concluyentes proporcionan las claves para la compilación de sus respectivos libros.
Cada uno de los 150 salmos exhibe el carácter formal de la poesía hebrea. Este consiste, primordialmente no en la rima, ni aun en el balance rítmico, sino más bien en el paralelismo de pensamiento, por lo cual frases sucesivas o repiten o de alguna manera explican la línea previa. Los poemas varían en contenido.
Particularmente significativos son los 17 salmos específicamente mesiánicos, en la totalidad o en partes en los que a Cristo se le refiere en la tercera persona (Salmo 8:4-8; 72:6-17; 89:3, 4, 28, 29, 34-36; 109:6-19; 118:22; 132:11, 12), se le trata en segunda persona (Salmo 45:6, 7; 68:18; 102:25-27; 110), o habla de sí mismo en la primera persona (Salmo 2; 16:10; 22; 40:6-8; 41:9; 69:4, 21, 25; 78:2).
Los títulos de los salmos en los libros I—III contienen un número de términos musicales en heb. Algunos de éstos indican antiguas melodías, en las que los poemas pudiesen haber sido entonados: “La gacela de la mañana” (Salmo 22).
“No destruyas”, probablemente un canto clásico de antaño (Salmo 57—59; 75; Isaías 65:8). “Una paloma silenciosa de la lejanía” (Salmo 56). “La muerte del Hijo” (Salmo 9). “Lirios” (Salmo 45; 69) y “El lirio del pacto o testimonio” (Salmo 60; 80). Otros preservan instrucciones musicales, mucho de cuyo significado es ahora incierto: alamoth, doncellas, triple (?) (Salmo 46), tal vez contrastando con sheminith, octava [hacia abajo] (Salmo 6; 12); gittith, el instrumento de Gat (?) (Salmo 8; 81; 84); mahalath (leannoth), dolor (por aflicción) (Salmo 53; 88); neginoth, instrumentos de cuerda (siete veces, más Habacuc 3:19); nehiloth, para flautas (Salmo 5); y Selah (71 veces, no en los títulos, sino al final de las estrofas; Salmo 3:2, 4, 8), tal vez indicando una pausa dramática para efectos musicales (Higgaion, Selah, pausa de meditación en Salmo 9:16). Un número de salmos de Israel tenían un uso litúrgico específico. Los cantos de ascenso (Salmo 120—134) pudiesen haber sido entonados por peregrinos ascendiendo a Jerusalén (Salmo 121:1; 122:4). El Salmo 92 fue compuesto para el uso del sábado.
Los salmos de aleluya (alabanza) (113—118) acompañaban la Pascua Mateo 26:30), y los salmos que comienzan, El Señor reina (Salmo 93; 97; 99) constituyen una serie litúrgica magnificando la soberanía de Dios.
Mientras que ciertos poemas exhiben expresión de grupo (particularmente entre los cantos de peregrinos, 124 y 126, aun cuando usan yo, 129), otros manifiestan claramente una conciencia individualista (Salmo 1; 21; 112; 127).
La compilación abarca no solamente el himnario congregacional del templo de Salomón, sino también el latido del corazón devocional de hombres como David (1 Samuel 30:6). Las bendiciones más ricas de los salmos fluyen de sus afirmaciones de fe personal (Salmo 23:1).
Es el cancionero de Israel. Contiene cantos, poemas y oraciones sagrados, escritos por David, Salomón y otros. Los poemas describen lo que sentía el pueblo en momentos de gratitud, gozo, tristeza y tribulación.
David es el autor de la mayoría de los salmos, pero evidentemente, algunos fueron compuestos, por otros escritores, y aun se duda de quién fue el autor de algunos salmos. No obstante, todos fueron escritos por inspiración del Espíritu Santo. Ninguna otra parte del Antiguo Testamento es más frecuentemente citada o referida en el Nuevo Testamento que esta. Cada salmo apunta directamente a Cristo, sea a su Persona, y su carácter u oficios o puede dirigir hacia Él los pensamientos del creyente.
Los salmos son el lenguaje del corazón del creyente, sea para lamentarse por el pecado, para expresar la sed de Dios o regocijarse en Él. Sea que estén cargados de aflicción, luchen con la tentación o triunfen en la esperanza o gozo de la liberación; sea que admiren las perfecciones divinas, agradezcan a Dios sus misericordias, mediten en sus verdades o se deleiten en su servicio, forman una norma de vida divinamente establecida por la cual podemos juzgarnos a nosotros mismos.
El valor de ellos, desde este punto de vista, es muy grande, y su uso aumentará con el crecimiento del poder de la verdadera religión en el corazón. El Espíritu nos ayuda a orar usando las expresiones del salmista. Si nos familiarizamos con los salmos, en todo lo que pidamos ante el trono de la gracia, confesión, petición o acción de gracias, podemos ser asistidos por ellos.
Cualquiera sea la devota emoción que nos embarga, un deseo piadoso o una esperanza santa, tristeza o gozo, en los salmos podemos encontrar las palabras para revestirla, un hablar sano que no puede ser condenado. En el lenguaje de este libro divino se han elevado al trono de la gracia las oraciones y las alabanzas de la iglesia cada siglo.
AUTOR Y FECHA
Según los epígrafes del texto hebreo, setenta y tres salmos se atribuyen a David, dos a Salomón (72 y 127), doce a Asaf (ya se mencionó que en este nombre deben incluirse también sus descendientes), once a los hijos de Coré , y uno a cada uno de los siguientes: Moisés, Etán, Hemán Y Jedutún. De los restantes cuarenta y nueve salmos anónimos, la Septuaginta atribuye doce más a David y otros a Jeremías, Hageo y Zacarías. Según 1 Cr 16, también los salmos anónimos 96 y 105 son de David, y lo mismo considera el Nuevo Testamento (Hch 4.25 y Heb 4.7) respecto de los salmos anónimos 2 y 95.
La mayoría de los críticos tendían hasta hace poco a restar crédito a los títulos que se han conservado en los salmos y atribuían la mayoría de los salmos al tiempo de los Macabeos. Wellhausen dudaba que hubiera un solo salmo escrito antes del cautiverio.
Pero su tesis de que cada himno del salterio es posterior al cautiverio, porque Salmos fue el himnario de la congregación israelita posterior al cautiverio, ya es considerada insostenible. Se ha hecho general considerar que la mayoría de los salmos, especialmente los individuales, existían ya antes del cautiverio. Por lo menos, se admite la probabilidad de que ca. 300 a.C. el libro ya estaba terminado.
También el argumento de que los salmos con términos como «santuario», «casa de Jehová», «templo de Jehová» no podrían ser de David, porque el templo se construyó después de David, ha resultado inválido. Se sabe que los términos mencionados no solamente se refieren al templo sino también al tabernáculo, de modo que en estos salmos puede tratarse de tales referencias. Nada obstaculiza, entonces, la aceptación de los títulos que atribuyen estos salmos a David. Es innegable que este era poeta y músico (1 S 16.18; 2 S 1.17; 3.33; 6.15; 23.1s; Am 6.5) y que según la tradición histórica tuvo una destacada actuación en el arreglo musical del culto (1 Cr 13.8; 15.16–24; 16.4; 23.5; 25.2; 2 Cr 23.18; 29.15–30; Esd 3.10; Neh 12.24).
Una prueba más son los epígrafes mismos de muchos de los salmos. Algunos de ellos apuntan a la circunstancia histórica que motivó la escritura de algunos salmos y los detalles al respecto los confirman los libros de Samuel. En muchos casos la descripción corresponde a una circunstancia concreta en la vida de David, la cual armoniza ampliamente con el contenido de los respectivos salmos.
Algunos de los salmos que David escribió son fruto de experiencias reales. Por ejemplo, al Salmo 3 se le llama «Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo» (véanse también 51, 52, 54, 56, 57, 59).
Pero otros parecen ser salmos generales que no surgieron necesariamente de un hecho determinado (53, 55, 58). Conocer el marco histórico de un salmo puede ayudar al estudiante a interpretarlo correctamente y aplicarlo a la vida diaria.
NOMBRE QUE LE DA A JESÚS: Sal: 2: 1, 7, 12; 16: 10; 23: 1; 24: 7-10: El Hijo Ungido, El Santo, El Buen Pastor, Y El Rey De Gloria.
NOTAS PRELIMINARES A SALMOS
I. NOMBRE
La palabra salmo procede de una palabra griega que significa «poema cantado con acompañamiento musical». El nombre hebreo es tehilim, que significa «alabanzas». No todos los salmos son himnos de alabanza, pero muchos sí lo son. El libro de los Salmos es el himnario de la nación judía y algunos de los salmos han hallado su camino hasta el himnario cristiano. El Salmo 46 es la base para el himno de Lutero «Castillo fuerte es nuestro Dios», e Isaac Watts usó el Salmo 90 para escribir «Oh Dios, socorro en el ayer». La doxología familiar «Salmo 100» (música «Old Hundredth») está basada en el salmo que le da el nombre.
II. PROPÓSITO
El libro de los Salmos es una colección de cantos y poemas muy personales. Conforme el libro creció a través de los siglos, los judíos adaptaron su contenido para la adoración colectiva así como para sus devocionales personales. En esta colección hallará oraciones de sufrientes, himnos de alabanza, confesiones de pecado, confesiones de fe, himnos de la naturaleza, cantos que enseñan historia judía, y en cada uno el punto focal de la fe es el Señor. Sea que el escritor esté mirando hacia el pasado en la historia, o hacia arriba a los cielos, o a su alrededor a sus problemas, antes que todo mira por fe al Señor. Los salmos nos enseñan a tener una relación personal con Dios al decirle nuestras aflicciones y necesidades, y al meditar en su grandeza y gloria.
III. LA POESÍA HEBREA
La poesía occidental a menudo se basa en la rima, pero no así en la poesía oriental. Ella se basa fundamentalmente en lo que llamamos «paralelismo»; o sea, la relación de un verso con el siguiente.
En el sinónimo el segundo verso expresa una variación del primero, como en el Salmo 15.1: «Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?» El paralelismo antitético es precisamente lo opuesto: los versos están en contraste el uno con el otro. Un ejemplo es el Salmo 37.9: «Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra». El Salmo 19.8–9 es un ejemplo de paralelismo sintético, puesto que cada verso que sigue aumenta el significado: «Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad, todos justos».
IV. CRISTO EN LOS SALMOS
Jesús dijo que los salmos hablaban de Él (Lc 24.44) y vemos que así es. En el Salmo 22 es el Salvador crucificado; en el Salmo 23 es el Pastor (Véanse Jn 10); en el Salmo 40.6–8 es el sacrificio (Véanse Heb 10.1–10); en el Salmo 110 es el Sumo Sacerdote (Véanse Heb 7.17–21); en el Salmo 118.22–23 es la Piedra (Véanse Mt 21.42); y en el Salmo 2 es el Rey que viene (véanse Hch 4.25–26; 13.33).
V. SALMOS ESPECIALES
A siete de los salmos se les ha llamado «salmos penitenciales» porque son confesiones de pecado (6, 32, 38, 51, 102, 130 y 143). A los Salmos 120–134 se les llama «cantos graduales» y se piensa que son una colección de canciones que los peregrinos judíos cantaban camino a las festividades anuales en Jerusalén. Hay varios «salmos imprecatorios» en los cuales los escritores claman por la ira de Dios sobre sus enemigos (35, 37, 69, 79, 109, 139, 143). Estos no son tanto expresiones personales de venganza sino más bien peticiones nacionales para que se manifieste la justicia de Dios por su pueblo escogido. El Salmo 119 exalta las virtudes de la Palabra de Dios (Véanse también el Sal 19), y los Salmos 113–118 los usaban los judíos cuando celebraban la Pascua.
VI. AUTORES
Aunque casi siempre asociamos a David con el libro de Salmos (su nombre se halla en setenta y tres de ellos), algunos de los salmos son anónimos y otros mencionan a diferentes autores: Asaf (50, 73–83), Salomón (72, 127), los hijos de Coré (42–49, 84–85, 87–88), Etán (89) y Moisés (90). Algunos de los salmos de David reflejan las experiencias que atravesaba, tales como la rebelión de su hijo Absalón (3), su victoria sobre Saúl (18), su pecado con Betsabé (32, 51), su extraña conducta en Gat (34, 56) y sus años de exilio en el desierto (57, 63, 142).
VII. BOSQUEJO
Puesto que cada uno de los salmos es una unidad separada, no hace falta analizar la estructura del libro. Hay cinco divisiones, cada una concluye con una bendición: 1–41, 42–72, 73–89, 90–106, 107–150.

1

El tema de este salmo es la felicidad del justo y el juicio de los malos. El versículo 1 puede traducirse: «¡Qué felicidad la del hombre!» A cualquier parte de la Biblia que acudamos hallamos que Dios da gozo al obediente (aun en medio de la prueba) y a la larga aflicción al desobediente. Dios no ve sino a dos personas en el mundo: los justos, que están «en Cristo», y los malos, que están «en Adán». Véanse 1 Corintios 15.22, 49. Miremos a estas dos personas.

I. LA PERSONA QUE DIOS BENDICE (1.1–3)

Desde el principio de la creación Dios bendijo a la humanidad (Gn 1.28); fue sólo después que el pecado entró al mundo mediante la desobediencia de Adán que hallamos la palabra «maldición» (Gn 3.14–19). Dios siempre ha deseado que la humanidad disfrute de sus bendiciones. Efesios 1.3 nos dice que el creyente en Cristo ha sido «bendito con toda bendición espiritual». ¡Cuán ricos somos en Él! Es triste, pero muchos cristianos no toman posesión «de sus posesiones» (Abd 17) ni disfrutan de sus bendiciones en Cristo. En estos versículos tenemos una descripción de la clase de cristiano que Dios puede bendecir.
A. UNA PERSONA SEPARADA DEL MUNDO (V. 1).
La vida cristiana se compara al andar (véanse Ef 4.1, 17; 5.2, 8, 15). Empieza con un paso de fe al confiar en Cristo y crece a medida que damos pasos adicionales de fe en obediencia a su Palabra.
Andar involucra progreso y los cristianos deben progresar al aplicar las verdades bíblicas a la vida diaria. Pero es posible que el creyente ande «en tinieblas», fuera de la voluntad de Dios (1 Jn 1.5–7).
Las personas que Dios bendice se cuidan mucho en su andar: aun cuando están en el mundo, no son del mundo. En contraste, se requiere poca imaginación para ver a la persona andando cerca del pecado, luego deteniéndose para considerarlo y por último sentándose para disfrutar «los placeres temporales del pecado» (Heb 11.25). Vemos este triste desarrollo en la desobediencia de Pedro. Jesús le dijo que se fuera (Jn 18.8), pero en lugar de eso Pedro anduvo detrás de Jesús (18.15).
Luego lo vemos junto a la gente equivocada (18.18) y antes de mucho sentado cerca del fuego (Lc 22.55). Usted sabe lo que ocurrió: entró directo en la tentación y tres veces negó a su Señor. Si los cristianos empiezan a escuchar el consejo (planes) de los malos, pronto estarán de lleno en su manera de vivir y a la larga se sentarán y estarán de acuerdo con ellos.
B. UNA PERSONA SATURADA DE LA PALABRA (V. 2).
Las personas que Dios bendice no se deleitan con lo relacionado al pecado y al mundo; se deleitan en la Palabra de Dios. Es el amor y la obediencia a la Biblia lo que trae bendición a nuestras vidas.
Véanse Josué 1.8. Las personas que Dios bendice no sólo leen la Palabra diariamente, sino que la estudian, la memorizan y meditan en ella de día y de noche. La Palabra de Dios controla sus mentes.
Debido a esto, son guiados por el Espíritu y andan en el Espíritu. La meditación es para el alma lo que la «digestión» para el cuerpo. Significa comprender la Palabra, «masticarla» y aplicarla a nuestras vidas, haciéndola parte de nuestro ser interior. Véanse Jeremías 15.16, Ezequiel 3.3 y Apocalipsis 10.9.
C. UNA PERSONA JUNTO A LAS AGUAS (V. 3).
El agua de beber es un cuadro del Espíritu Santo de Dios (Jn 7.37–39). Aquí se compara al cristiano con un árbol que recibe su agua de las profundas fuentes ocultas bajo las secas arenas. Este mundo es un desierto que nunca satisfará al creyente consagrado. Debemos enviar nuestras «raíces espirituales» muy hondo en las cosas de Cristo y beber del agua espiritual de la vida.
Véanse Jeremías 17.7–8; Salmo 92.12–14. No puede haber fruto sin raíces. Demasiados cristianos se preocupan más por las hojas y el fruto que por las raíces, pero estas son la parte más importante. A menos que los cristianos pasen tiempo diariamente orando y leyendo la Palabra y le permitan al Espíritu que les alimente, se secarán y morirán. El creyente que bebe de la vida espiritual en Cristo será fructífero y tendrá éxito en la vida de fe. Cuando los cristianos cesan de llevar fruto es porque algo les ha ocurrido a las raíces (Mc 11.12–13, 20; y Véanse Lc 13.6–9). ¿Qué clase de fruto debemos llevar? Véanse Romanos 1.13; 6.22; Gálatas 5.22–23; Hebreos 13.15 y Colosenses 1.10.
Por supuesto, el ejemplo perfecto de esta persona justa de los versículos 1–3 es Jesucristo. Él es el Camino (v. 1), la Verdad (v. 2) y la Vida (v. 3); Véanse Juan 14.6.

II. LA PERSONA QUE DIOS JUZGA (1.4–6)

«¡No así!» Esto significa que todo lo que el justo disfruta y experimenta no es cierto en la vida del malo. Al justo se le compara con un árbol: fuerte, permanente, hermoso, útil, fructífero. A los malos se les compara con el tamo: no tienen raíces; el viento los arrastra; son inútiles para los planes de Dios; no son ni hermosos ni fructíferos. Juan el Bautista usó un cuadro similar en Mateo 3.10–12 cuando describió a Dios como el segador, visitando la era y separando el grano del tamo. «Quemará la paja».
Véanse también Salmo 35.5 y Job 21.18. Qué tragedia que una persona pase toda su vida en la tierra como paja y, en lo que toca a las cosas eternas, no sirve para nada.
¿Hay un juicio futuro? El versículo 5 nos informa que lo hay. Por supuesto, en el AT no hallamos la explicación completa de los juicios futuros como aparecen en el NT. Para el creyente en Cristo no hay juicio del pecado (Jn 5.24; Ro 8.1), pero para el incrédulo hay «una terrible expectación de juicio» (Heb 10.27).
Este juicio de los perdidos se describe en Apocalipsis 20.11–15. No habrá cristianos en tal escena, sólo inconversos. El verdadero carácter de los malos se revelará en ese juicio; se les verá como paja, como almas perdidas indignas. Cuando el versículo 5 dice que los malos «no se levantarán» en el juicio, no significa que estarán ausentes; más bien significa que no soportarán el juicio. Cuando se abran los libros, estos individuos caerán de rodillas en confesión de pecados, de la verdad de la Palabra de Dios y del Hijo de Dios (Flp 2.9–11). A estos malos nunca se les permitirá entrar en la congregación celestial de los buenos, aun cuando quizás en la tierra fueron miembros de grupos religiosos. Véanse Mateo 7.21–23.
La palabra «conocer» en la Biblia significa mucho más que la comprensión mental indicada cuando decimos: «Sé los nombres de los doce apóstoles». Lleva además la idea de escoger y cuidado. «Conoce el Señor a los que son suyos» (2 Ti 2.19). «Conozco mis ovejas, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre» (Jn 10.14–15). La declaración de Cristo a los perdidos es: «Nunca os conocí» (Mt 7.23). El Señor conoce el camino de los justos: Él lo ha planeado y lo ha marcado (Ef 2.10), y mantiene sus ojos sobre el justo mientras este recorre el camino. ¡La vida del justo es un plan eterno de Dios! Lo que dice, a dónde va, lo que hace, todo tiene consecuencias eternas. Pero los malos se han apartado «por su camino» (Is 53.6). La senda de los justos lleva a la gloria (Pr 4.18), pero el camino de los malos perecerá.
El versículo 6 nos presenta la enseñanza familiar de los «dos caminos». Jesús concluyó su Sermón del Monte con este cuadro (Mt 7.13) y lo vemos mencionado en todo el libro de Proverbios (Pr 2.20; 4.14; 4.24–27, etc.). ¿Por qué los malos están perdidos? Debido a que no quieren someterse a Cristo y a su Palabra. Prefieren el consejo de los malos antes que «todo el consejo de Dios» en la Palabra (Hch 20.27). Prefieren la amistad de la gente sin Dios a la congregación de los justos. Pasan sus días pensando en el pecado y no en la Palabra de Dios (Gn 6.5). Piensan que están seguros en la tierra, ¡pero son sólo tamo!
¿Cómo puede el creyente practicar el Salmo 1.1–3? Empieza con sumisión al Señor, una sumisión diaria de todo lo que somos y tenemos (Ro 12.1–2). Incluye pasar tiempo con la Palabra de Dios, leyéndola y meditando en ella. Quiere decir vivir separados del mundo (no aislados, por supuesto, sino separados de su contaminación). Exige una vida con raíces que beben de los recursos ocultos de Dios. Qué vida bendecida, una que satisface aquí y en el más allá.

2

Hay un contraste interesante entre los dos primeros salmos. El Salmo 1 es personal y se enfoca en la ley, en tanto que el Salmo 2 es nacional y se enfoca en la profecía. En el Salmo 1 vemos a Cristo el Hombre Perfecto; en el Salmo 2 Él es el Rey de reyes. El Salmo 1 se refiere a la bendición del judío (aunque sin duda se aplica al cristiano de hoy), mientras que el Salmo 2 presenta el juicio de las naciones gentiles.
Ambos salmos usan la palabra perecer (1.6 la aplica a cada pecador; 2.12 a las naciones rebeldes) y ambos salmos usan la palabra meditar (traducida «pensar» en 2.1). Tenemos la clase correcta de meditación en 1.2 y la incorrecta en 2.1. Los doce versículos del Salmo 2 pueden dividirse en cuatro secciones de cuatro versículos cada una y en cada sección podemos oír una voz diferente.

I. LA VOZ DE LAS NACIONES (2.1–3)

Esta es una voz de rebelión; la palabra «amotinarse» quiere decir «reunirse tumultuosamente». Son los gentiles lo que están en la mira («gentes» y «pueblos» en el versículo 1) y se rebelan contra Dios y su gobierno. Los reyes dirigen la rebelión de sus naciones y todos se resisten a Dios y a Cristo. Por supuesto, esta voz se ha oído a través de los siglos, pero se oye con más fuerza en estos últimos días.
Como nunca antes hay una voz unida de rebelión contra el gobierno de Dios y de Cristo. ¿Qué quieren las naciones? ¡Libertad del gobierno de Dios! «Rompamos sus ligaduras». De acuerdo a Génesis 10.5 Dios dividió a los pueblos gentiles en tierras y naciones; véanse también Hechos 17.26 y Deuteronomio 32.8.
La historia nos muestra que las naciones gentiles han rechazado al pueblo de Dios (Israel), la Palabra de Dios y al Cristo de Dios. Las naciones no quieren someterse al gobierno de Dios. Como el orgulloso Nabucodonosor, quieren salirse con la suya y rehúsan admitir que Dios rige los asuntos de los hombres. Véanse Daniel 4.28–37. Esta rebelión gentil se hizo más feroz con el establecimiento de la Iglesia (Hch 4.23–30). Pero en los últimos días tendrá su completo cumplimiento conforme los «reyes de la tierra» se unan para luchar contra Dios (véanse Ap 1.5; 6.15; 16.12–16; 17.2; 18; 19.11–21).

II. LA VOZ DEL PADRE (2.4–6)

¿Cómo responde Dios a las amenazas de los hombres? ¡Se ríe! Es la voz santa de burla, porque Dios es más grande que el hombre y no tiene por qué temer los arrogantes ataques de reyezuelos. Dios no habla hoy en juicio; habla en gracia desde la cruz. Pero viene el día cuando Dios será «el que ríe último» (Sal 37.1–15; 59.1–8). ¿Recuerda cómo el orgulloso Senaquerib desafió a Dios y a los judíos y de súbito fue eliminado? (2 R 19). Esto ocurrirá de nuevo cuando Dios decida tratar con juicio a las naciones del mundo.
Hay también la voz de ira (v. 5). Podemos decirlo de nuevo: hoy Dios no habla en ira; habla por medio de su Hijo en gracia (Heb 1.1–2); un día, no obstante, enviará su ira sobre las naciones del mundo. La palabra «furor» significa «ira feroz». Esta es la tribulación, descrita en detalle en Apocalipsis 6–19. Será un tiempo de terrible juicio sobre la tierra, el mar, los cielos, el mundo de la naturaleza, los pueblos y naciones. Millones de personas morirán debido a plagas y desastres enviados desde el cielo. Durante el período de la tribulación la nación de Israel será «purgada» para preparar un remanente de creyentes para el regreso de Cristo que establecerá su reino desde Jerusalén. Multitudes serán salvas durante este tiempo, pero muchos sellarán su decisión con sus vidas.
Finalmente, la voz de Dios es una voz de declaración (v. 6); Dios ha puesto («ungido») a su Rey sobre su monte santo. Este es Cristo (Is 9.6–7; Dn 7.14). Aun cuando no está todavía sentado en su trono de gloria, ni sobre el trono de David, está sentado a la diestra del Padre; ¡y su trono es tan cierto como la Palabra del Padre! Hoy Cristo es el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (Heb 6.20–7.17). Intercede por los suyos. Un día volverá en gloria y se sentará en el trono para juzgar y regir a las naciones (Mt 25.31–46).

III. LA VOZ DEL HIJO (2.7–9)

Cristo habla en estos versículos y nos dice lo que el Padre le dijo en su decreto eterno. Qué bueno saber que Dios ha decretado el cumplimiento de su plan y que el hombre no estorbará la obra de Dios.
«Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy». ¿Cuándo le dijo el Padre esto al Hijo? No al nacer en el mundo, sino al salir de la tumba. Léase con cuidado Hechos 13.28–33. Cristo fue «engendrado» a partir de la tumba virgen a una vida gloriosa del poder de la resurrección. (Este versículo se cita de nuevo en Heb 1.5 y 5.5.)
Debido a su victoria sobre el pecado y la muerte, a Cristo se le ha dado una herencia; Véanse Hebreos 1.4–5. Usted recordará lo que el Padre dijo en el bautismo del Hijo: «Este es mi Hijo amado» (Mt 3.17). Lo repitió en la transfiguración cuando Jesús iba a enfrentar su muerte en la cruz (Mt 17.5). Jesús tiene a todas las naciones como su herencia debido a su obra fiel en la cruz. Sin embargo, Satanás le ofreció estos mismos reinos sin la cruz; Véanse Mateo 4.8–10. Jesús pudo haber recibido las naciones sin sufrimiento si se hubiera sometido a la voluntad del diablo, pero entonces se hubiera colocado fuera de la voluntad del Padre. (Por supuesto, era imposible que Cristo pecara, pero la tentación era todavía igual de real.) Satanás le ofrecerá estos reinos al anticristo y este gobernará las naciones por un breve tiempo. Véanse Apocalipsis 13.1–10.
¿Cuándo recibirá Cristo «los confines de la tierra» como posesión suya? Cuando vuelva a la tierra en poder y gloria; Véanse Apocalipsis 19.11–21. Hay referencias al Salmo 2.9 en Apocalipsis 12.5 y 19.15; y en Apocalipsis 2.26–29 se nos dice que los cristianos reinarán con Él. Véanse también Daniel 2.42–44.

IV. LA VOZ DEL ESPÍRITU (2.10–12)

Los tres versículos finales son una apelación del Espíritu a los hijos de los hombres, para que se sometan ahora a Jesucristo. El Espíritu apela a cada aspecto de la personalidad:
A. LA MENTE (V. 10).
«Sed prudentes, Admitid amonestación». El «consejo de malos» (Sal 1.1) los ha descarriado.
La sabiduría del mundo es necedad para Dios (1 Co 1.18–31). Nuestro mundo se jacta de su conocimiento y parece que hay más conocimiento que nunca antes, pero también parece haber menos sabiduría. La sabiduría de Dios se halla en su Palabra, sin embargo los reyes y gobernantes no quieren la Palabra de Dios.
B. EL CORAZÓN (V. 11).
«Servid a Jehová». En lugar de rebelarse y resistirle, la gente debería postrarse ante Cristo y servirle. Al rendirse a Cristo, un gozo reverente vendrá como resultado.
C. LA VOLUNTAD (V. 12).
«Honrad al Hijo» implica rendirle honor, mostrar sumisión amorosa a Él. La honra habla de amor y reconciliación. Dios ha reconciliado al mundo por la cruz de Cristo (2 Co 5.14–21); la justicia y la paz se besaron en la cruz (Sal 85.10). Ahora Dios puede salvar a los pecadores perdidos y todavía afirmar su ley santa. Es trágico que la mayoría en el mundo diga: «¡No queremos que este reine sobre nosotros!» Cuando Jesús vuelva, los obligarán a postrarse ante Él (Flp 2.10–11), pero entonces será demasiado tarde. Todo lo que Dios tiene que hacer es inflamar su ira «de pronto», ¡y los pecadores perecen! ¿Qué pasará cuando su ira arda sobre esta tierra en gran juicio?
El Salmo 1 empieza con una bienaventuranza; el Salmo 2 concluye con: «Bienaventurados todos los que en Él confían». «Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Hch 2.21).

8

Escondido en esta hermosa descripción poética del lugar del hombre en la creación, yace mucha enseñanza práctica para la gente de hoy. Con la ayuda de las referencias al Salmo 8 del NT, descubriremos algunas de las lecciones que se hallan aquí.

I. EL ESCENARIO HISTÓRICO

Usted habrá notado que hay dos tipos de inscripciones en los salmos: históricas y musicales. Por ejemplo, al principio del Salmo 8 leemos: «Al músico principal; sobre Gitit. Salmo de David». Gitit significa «lagar» y quizás se refería al uso del salmo durante la temporada de la cosecha. Sin embargo, algunos estudiosos han concluido que las direcciones musicales pertenecen al final del salmo precedente, como se ve en Habacuc 3. Esto significa que Mut-labén al principio del Salmo 9 realmente pertenece al final del Salmo 8.
El término Mut-labén significa «la muerte del hijo» o «muerte del paladín», y podría referirse al episodio cuando David mató a Goliat (1 S 17). Es fácil ver al joven David solo con Dios aquella noche después de matar al gigante, mirando a los cielos y maravillándose de la preocupación de Dios por los suyos. David no era sino un «niño y de los que maman» comparado al gigante, sin embargo Dios lo usó para silenciar al enemigo. Nótese que en 1 Samuel 17.4 a Goliat se le llama «paladín» y que con arrogancia desafió a los temerosos judíos durante cuarenta días (17.16). Cuando David se ofreció a silenciar al enemigo, Saúl dijo: «Eres un muchacho» (17.33); un bebé, un niño de pecho. Nótese otro paralelo entre 1 Samuel 17 y el Salmo 8 en «las aves del cielo» y «las bestias del campo» (1 S 17.44 y Sal 8.7–8). También el Salmo 8 glorifica «el nombre de Jehová» (8.1, 9) y David derrotó a Goliat en «el nombre de Jehová» (17.45).
Aquí tenemos al joven David alabando al Señor por la gran victoria que le dio. «¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?» ¿Por qué le iba Dios a prestar atención a un muchacho pastor?
Qué maravilloso tipo de Jesucristo vemos en David:
(1) ambos nacieron en Belén;
(2) ambos eran pastores;
(3) a ambos los rechazaron temporalmente sus hermanos;
(4) ambos enfrentaron a un enemigo en el desierto y ganaron;
(5) ambos fueron al exilio antes de ser reyes;
(6) ambos tomaron una esposa en el exilio; y:
(7) a ambos los amaron, porque el nombre David significa «amado».

II. EL SIGNIFICADO DOCTRINAL

Cada vez que se cita un salmo en el NT y se aplica a Cristo, es uno mesiánico. El Salmo 8 se aplica a Cristo en varios lugares del NT: Mateo 21.16; Hebreos 2.6–8; 1 Corintios 15.27; y Efesios 1.22.
Léase estas referencias con cuidado, especialmente Hebreos 2.
La principal enseñanza del Salmo 8 en Hebreos 2 y 1 Corintios 15 es esta: Cristo ha recuperado todo lo que Adán perdió debido al pecado. Cristo ha sido exaltado por sobre los cielos y de este modo ha glorificado el nombre de Dios (Ef 1.19–23; Heb 1.1–3). La gloria de Dios no habita más en una tienda ni en un templo; está «por sobre los cielos» en Cristo y en los corazones de los creyentes.
Cuando Cristo ministraba en la tierra, ni reyes ni sacerdotes lo alabaron; los niños fueron los que lo alabaron en el templo.
Léase con cuidado Génesis 1.26–28 y nótese que Dios le dio al hombre dominio sobre los peces, las aves y el ganado. En realidad el hombre fue hecho «poco menor que Dios» y fue nombrado el delegado de Dios en la tierra. Pero cuando Adán pecó, perdió ese dominio. Romanos 5 destaca que hubo un cambio de «reyes»: la muerte reinó (5.14, 17) y el pecado reinó (5.21), pero Adán no reinó más. En lugar de ser un rey, ¡Adán se convirtió en esclavo!
Cuando Cristo vino a la tierra, ejerció el dominio que Adán había perdido. Cristo ejerció dominio sobre los peces (Lc 5.1–6; Mt 17.24–27; Jn 21.1–6), las aves (Lc 22.34) y las bestias (Mc 1.13; 11.17).
Hoy en día, nadie en la tierra puede controlar la naturaleza como Él la controlaba. Cuando Jesús vino a la tierra, era Dios «visitando» a los hombres (Sal 8.4 con Lc 1.68, 78). Nótese que David describe una escena nocturna (v. 3), porque sin duda era noche espiritual cuando Jesús vino a la tierra. Pero al humillarse a sí mismo y convertirse en siervo y morir en la cruz, Jesús glorificó a Dios y compró la salvación de las personas perdidas y de un mundo perdido. Hebreos 2.8 destaca que aún no vemos toda la naturaleza sujeta al hombre. Aún existen inundaciones, terremotos y plagas. Sí, ¡pero vemos a Jesús! (Heb 2.9). Y el hecho de que murió por nosotros es toda la seguridad que necesitamos de que un día, cuando Él regrese, su pueblo reinará sobre una tierra renovada.
Un pensamiento final: La obra de Cristo en la cruz no sólo deshizo el pecado de Adán y nos puso de nuevo donde estaba Adán. Más bien, nos dio mucho más: nos hizo semejantes a Cristo. Nótese la repetición de «mucho más» en Romanos 5.9–21.

III. LA VIDA PRÁCTICA

A. ALABANZA.
Si David tenía razón para alabar a Dios por su posición y su victoria, cuánto más nosotros debemos alabarle. ¿Quiénes somos nosotros para que Dios nos visite? ¿Quiénes somos para que Cristo muriera por nosotros y nos llevara con Él más allá de los cielos?
B. POSICIÓN.
Este salmo exalta la dignidad del hombre. El versículo 5 debería decir: «Le has hecho un poco menor que Dios». El hombre es sin duda la más grande de las creaciones de Dios, porque fue hecho «a imagen de Dios». Debido a que la enseñanza moderna ha rebajado al hombre al nivel de animal y ha rechazado la imagen de Dios, el mundo está en caos. Santiago 3.9 nos recuerda que trataremos mejor a los demás si recordamos que están hechos a imagen de Dios. No sorprende que haya tanto desorden civil, tanta brutalidad. Hemos destronado a Dios y degradado a la humanidad. Nunca olvidemos nuestra obligación como criaturas hechas a imagen de Dios, y nuestra más grande obligación como santos siendo renovados en esta imagen por medio de Cristo (Col 3.9–10; Ro 8.29).
C. PODER.
Cristo nos ha dado dominio; esto quiere decir que reinamos como reyes. Podemos reinar en la vida a través de Cristo (Ro 5.17), obteniendo victoria sobre el pecado y la tentación. Reinamos en la muerte (1 Co 15.54–57), porque la muerte ya no tiene dominio sobre nosotros. Reinaremos en su reino aquí en la tierra, nuestro lugar de servicio se determinará de acuerdo a nuestra vida y fidelidad aquí ahora (Mt 25.14–30; Lc 19.12–27). Finalmente, reinaremos con Él por siempre jamás.
D. PROMESA.
Este salmo aclara que Dios está interesado en la creación, y la interpretación de Hebreos 2.6–9 indica que Cristo un día libertará a la creación de la esclavitud del pecado. Véanse Romanos 8.18–24.
Esto incluirá «la redención de nuestro cuerpo» (Ro 8.23) cuando veremos a Cristo y seremos semejantes a Él (1 Jn 3.1–3; Flp 3.20–21). El hecho de que Jesucristo está hoy en el trono es prueba de que un día toda la creación será redimida. ¡Qué promesa gloriosa!
Por supuesto, el Salmo 8 se aplica sólo a los creyentes en Jesucristo. El inconverso puede admirar la creación de Dios, la obra de sus dedos (v. 3), pero los salvos han experimentado el poder de su brazo. «¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? (Is 53.1).
Qué maravilloso es que Dios visite esta tierra para salvación, pero un día la visitará en juicio. ¿Ha confiado en Cristo como su Salvador? ¿Permite que Él gobierne y reine en su vida?

19

La revelación de Dios al hombre es el tema de este salmo. Al fin y al cabo, es asombroso que Dios nos hable. Las personas son pecadoras y no desean escuchar a Dios y, sin embargo, Él en su gracia continúa hablando. Dios nos habla de tres maneras:

I. HABLA EN LOS CIELOS (19.1–6)

La sabiduría de Dios, su poder y gloria se ven en su creación. La ciencia moderna nos hace estudiar las «leyes naturales» y deja a Dios fuera, pero el salmista al mirar las maravillas de los cielos y la tierra veía a Dios. Véanse también los Salmos 8 y 29, así como Isaías 40.12–31. Jesús vio la obra de las manos del Padre en los lirios y en las aves (Mt 6.24–34). Tanto de día como de noche la creación de Dios habla (v. 2), pero su palabra no la escucha el oído humano.
El versículo 3 debería leerse: «No hay palabra ni lenguaje donde su voz no se oye». Oímos la voz de Dios en la creación al ver su sabiduría y poder. Es cierto que entidad tan compleja como nuestro universo (y los universos más allá del nuestro) exige un Creador y sustentador. Creer que el universo evolucionó de la nada y se arregló por sí mismo de esta manera ordenada es necedad.
La creación habla un lenguaje universal a todas las naciones (vv. 3–4). Es este hecho lo que Pablo usó en Romanos 1.18–32 para demostrar que todas las personas en todas partes están bajo la ira de Dios. «¿Están perdidos los paganos?», es una pregunta que se hace a menudo, y la respuesta es: «Sí». ¿En base a qué si nunca han oído el evangelio? En base a la revelación de Dios en la creación. El pagano ve el poder y sabiduría de Dios, su «deidad eterna», en la creación y sabe que tiene responsabilidad hacia Él. Pablo usa el Salmo 19.4 de nuevo en Romanos 10.18.
La naturaleza le predica mil sermones al día al corazón humano. Cada día empieza con luz y pasa a la oscuridad, de estar despierto a dormir, un cuadro de la vida sin Dios. Cada año pasa de la primavera al invierno, de la vida a la muerte. Vemos que se corta la hierba (Is 40.6–8), que se derriban los árboles (Lc 13.6–9; Mt 3.10), el fuego que destruye la cizaña (Mt 13.40–42). Las actividades de la naturaleza, bajo la mano de Dios, son lecciones objetivas para el corazón de los pecadores pero, tristemente, muchos no quieren ver ni oír. El pecador perdido, dondequiera que esté en este globo, está condenado delante del trono de Dios.

II. HABLA EN LAS ESCRITURAS (19.7–11)

Los cielos declaran la gloria de Dios y las Escrituras su gracia. Véanse Hebreos 1.1–3. Esta ley, testimonio, mandamiento, palabra, por supuesto, es una revelación personal de Dios, porque el nombre que se usa no es «Dios» sino «Jehová», o sea, el Señor. Este es el nombre personal de Dios, el nombre del pacto.
A. LO QUE ES LA BIBLIA.
(1) LA PERFECTA LEY. No hay error en la Biblia, ya sea en cuanto a hecho histórico o verdad espiritual. Por supuesto, la Biblia narra las mentiras de los hombres o de Satanás, pero el mensaje total de la Biblia es el de la verdad. Véanse Salmos 119.128 y 160.
(2) EL TESTIMONIO FIEL. La Palabra no cambia; es firme y permanente, Salmo 119.89. Es el testimonio de Dios al hombre, su testigo de lo que es verdadero y correcto. Véanse Mateo 5.18.
(3) EL PRECEPTO RECTO. «Precepto» significa «estatuto, reglas para la vida diaria». Algunas reglas son equivocadas; la Palabra de Dios es recta. Obedecer la Palabra trae bendiciones a la vida diaria.
(4) EL MANDAMIENTO PURO. Véanse Salmos 12.6; 119.140; Proverbios 30.5. Los «libros sagrados» de algunas religiones son cualquier cosa menos puros, pero la Palabra de Dios es pura, incluso cuando se refiere al pecado. Nada en la Biblia, bien entendida, puede conducir a la persona a pecar.
(5) EL LIMPIO TEMOR DE JEHOVÁ. La frase «el temor de Jehová» (v. 9) es otra referencia a «la ley», puesto que la Palabra de Dios produce reverencia hacia Dios. Véanse Deuteronomio 4.10; Salmo 110.10. Temer a Dios hace limpia a la persona; adorar ídolos paganos la ensucia.
(6) JUICIOS VERDADEROS, JUSTOS. Las evaluaciones de Dios respecto al hombre y las cosas son verdad; Él conoce todo completamente. Vale la pena que el cristiano crea lo que Dios dice y no dependa de su propia evaluación. Lot cometió esta equivocación y lo perdió todo.
(7) MEJOR QUE ORO. Qué tesoro es la Biblia (Sal 119.72; Pr 8.10; 16.16).
(8) MÁS DULCE QUE LA MIEL (SAL 119.103). El cristiano espiritual no necesita cosas artificiales de este mundo para su satisfacción; la Palabra sacia el apetito espiritual.
B. LO QUE LA BIBLIA HACE.
(1) CONVIERTE. Esto Es Lo Mismo Que «Restaura» O «Conforta» En El Salmo 23.3. La Palabra Convierte Al Pecador De Sus Caminos Y Restaura Al Santo Cuando Se Desvía. Refresca Y Sana.
(2) HACE SABIO. Léanse Salmo 119.97–104; Isaías 8.20; Jeremías 8.9; Colosenses 1.9; Santiago 1.5.
(3) REGOCIJA. El Creyente Espiritual Halla Gozo En La Palabra (Jer 15.16).
(4) ALUMBRA. «La Exposición [Manifestación] De Tus Palabras Alumbra» (Sal 119.130).
(5) PERMANECE. Otros Libros Desaparecen Y Los Olvidan, Pero La Palabra De Dios Permanece. ¡Muchos Martillos Se Han Gastado Contra El Yunque De La Palabra De Dios!
(6) ENRIQUECE. Es Mejor Que Oro O Plata (Pr 3.13–15).
(7) SATISFACE. La Miel Satisface Al Cuerpo; La Palabra Satisface El Alma.
(8) ADVIERTE. Es Mejor Prevenir El Pecado Y Evitar Los Problemas, Que Confesar El Pecado Y Tratar De Remediar Errores. Saber La Palabra Y Obedecerla Guía Al Creyente Por La Senda Segura. Véanse Proverbios 2.
(9) RECOMPENSA. El Dinero No Puede Comprar Las Recompensas De Una Vida Santa: Una Conciencia Limpia, Un corazón puro, gozo, paz y la oración contestada.
Nótese que el versículo 11 dice que hay recompensa en guardar la Palabra, no por guardarla. La recompensa viene al hacer: «Este será bienaventurado en lo que hace» (Stg 1.25).

III. HABLA EN EL ALMA (19.12–14)

Nadie puede comprender su corazón (Jer 17.9). Necesitamos el espejo de la Palabra para revelarnos nuestros pecados (Stg 1.22–25). El salmista concluye pidiéndole a Dios que le revele sus pecados secretos; Véanse el Salmo 119.23–24. La ley del AT proveía para los pecados de ignorancia (Lv 4–5; Nm 15.22). Pero no había sacrificio para los pecados de abierta rebelión y desacato; Véanse Números 15.30–31. David no sólo pide ser limpiado de las faltas secretas, sino que se le restrinja para no meterse de cabeza en el pecado abierto. «Velad y orad, para que no entréis en tentación». Esta clase de abandono impío al pecado conduce a la esclavitud y el pecado se convierte en el amo de la vida.
Romanos 6 nos dice que el pecado no debe dominarnos. Por supuesto, es al permitir que la Palabra de Dios controle nuestras vidas que obtenemos la victoria sobre el pecado. Por «gran rebelión» en el versículo 13 el salmista parece querer decir el «pecado de muerte» o la rebelión continua contra Dios que trae su ira. Es por una acumulación de pecaditos secretos del versículo 12 que la persona poco a poco se mete en gran pecado. Es importante que los cristianos confiesen sus pecados inmediatamente y le permitan a la Palabra de Dios y a la sangre de Cristo que limpien sus corazones.
La oración del versículo 14 debería estar en nuestros labios y corazones todo el día. La meditación del corazón controla las palabras de la boca (Mc 7.14–23). Aquí la palabra «meditación» representa un músico rasgando las cuerdas del arpa. ¿Quién controla la música de su corazón, Dios o Satanás? La meditación es al corazón lo que la digestión al cuerpo; es ingerir la Palabra de Dios y hacerla parte de nuestro ser interior. Conforme el corazón y la mente piensan en la Palabra de Dios todo el día, el Espíritu guía la vida. Esto es lo que significa andar en el Espíritu (Gl 5.16) y tener una mente espiritual (Ro 8.1–8).
¿Es su Biblia para usted todo lo que Dios quiere que sea? Lea este salmo de nuevo y pídale a Dios que le capacite para amar la Palabra, vivirla y obedecerla; y Él le bendecirá.

22, 23, 24

Estos tres salmos familiares y amados presentan a Cristo como el Pastor, cada uno enfatiza un aspecto diferente de su persona y obra. El Salmo 22 muestra a Cristo como el Buen Pastor que muere por las ovejas (Jn 10.11); el Salmo 23 como el Gran Pastor que cuida a las ovejas (Heb 13.20–21); y el Salmo 24 como el Príncipe de los pastores que viene por las ovejas (1 P 5.4). En otras palabras, Cristo murió por nosotros (pasado), Cristo vive por nosotros (presente) y Cristo vendrá por nosotros (futuro).

I. EL BUEN PASTOR (22)

Este salmo presenta la crucifixión de Cristo en los versículos 1–21 y su resurrección en los versículos 22–31. Puesto que los judíos no sabían de la crucifixión en tiempos de David, esta descripción vívida de la muerte de Cristo en la cruz sólo se pudo escribir mediante la inspiración del Espíritu. Es interesante contrastar las dos secciones de este salmo. En los versículos 1–21 vemos el sufrimiento y crucifixión de Cristo, mientras que en los versículos 22–31 vemos su gloria y resurrección. El primer pasaje muestra dolor y oración; el segundo alabanza y promesa. El primero muestra a Cristo en medio de sus enemigos; el segundo a Cristo en medio de su Iglesia.
No es difícil ver el cumplimiento de este capítulo en el relato de la cruz del NT:
v. 1: Mateo 27.46; Marcos 15.34. Cristo habló estas palabras.
v. 2: Luz y tinieblas alternadas; Mateo 27.45.
vv. 6–8: El oprobio del pueblo; Mateo 27.39–44
vv. 11–12: No se le ofreció ayuda; Mateo 27.56
v. 16: Manos y pies horadados; Mateo 27.35
v. 17: La gente le contemplaba; Lucas 23.35
v. 18: Echaron suerte sobre sus vestidos; Juan 19.23–24
En el versículo 22 la escena cambia y entramos a la resurrección. Véanse en Hebreos 2.11–12 la explicación del NT respecto a esto. Cristo no está en la cruz; está en medio de sus hermanos (la Iglesia) declarando la gloria de Dios. El versículo 24 debe leerse en conexión a Hebreos 5.7. Esta sección final está llena de alabanza: en la Iglesia (v. 22), en Israel (vv. 23–26) y entre los gentiles (vv. 27–31). El versículo 31 concluye: «Él hizo esto»; un paralelo con las palabras de Jesús: «Consumado es». Debido a la obra de Cristo en la cruz, se ha conseguido la salvación y todo el que viene a Él por fe será salvo.

II. EL GRAN PASTOR (23)

Hebreos 13.20–21 nos informa que hoy Jesús es el Gran Pastor que cuida sus ovejas. Nosotros somos sus ovejas y conforme le seguimos, Él nos ministra. Cristo no sólo murió por nosotros; resucitó y vive por nosotros. Es el Gran Pastor, el Gran Sumo Sacerdote. «Nada me faltará» es el tema del Salmo 23. No me faltará: descanso y refrigerio (v. 2), restauración y justicia (v. 3), protección en los problemas (v. 4), provisión en el desierto (v. 5) y un hogar a donde ir al final del día (v. 6).
Por supuesto, el cuadro que hay aquí es el de un pastor oriental y su rebaño. Tal pastor conocía a cada oveja por nombre. El pastor va delante de las ovejas y se asegura de que no se acerquen al peligro (Jn 10.27–28). Las ovejas nunca tienen que preocuparse cuando siguen al pastor, porque él las protegerá y proveerá para ellas. Incluso cuando atraviesen un valle peligroso (v. 4), el pastor está junto a ellas y más allá del valle está la casa del descanso. Al final del día el pastor conduce al rebaño de regreso al redil y se pone a la puerta para examinar a cada oveja mientras entra. Si ve a alguna lesionada o fatigada, derrama sobre ella aceite refrescante para calmarla y sanarla, y le da a beber agua fría. ¡Cuánta gracia tiene nuestro Pastor para cuidarnos!
Cada uno de los nombres de Dios en el AT se ven en este salmo: Jehová-Jireh, «el Señor proveerá»
(Gn 22.13–14); Jehová-Rafah, «el Señor sana» (Éx 15.26); Jehová-shalom, «el Señor es nuestra paz»
(Jue 6.24); Jehová-Sidkenu, «el Señor es nuestra justicia» (Jer 23.6); Jehová-sama, «Jehová allí» (Ez 48.35); Jehová-nisi, «el Señor es nuestra bandera» (Éx 17.8–15); y Jehová-rá-ah, «el Señor es mi pastor» (Sal 23.1). En otras palabras, Jesucristo es para sus ovejas todo lo que ellas necesitarán. Como el niño pequeño dijo equivocándose al repetir este salmo: «Jehová es mi pastor, ¿qué más puede faltarme?»

III. EL PRÍNCIPE DE LOS PASTORES (24)

La tradición judía dice que este salmo se escribió para conmemorar el regreso del arca a Jerusalén por órdenes de David (1 Cr 13–15). Quizás lo cantaban diferentes coros o solistas, cada uno respondiendo al otro. El coro cantaría los versículos 1–2, una voz respondería con el versículo 3 y luego otra voz respondería con el versículo 4. Entonces el coro cantaría los versículos 5–6. A medida que el pueblo entraba por las puertas de la ciudad, el coro cantaría los versículos 8–9 y entonces la voz preguntaría de nuevo: «¿Quién es este Rey de gloria?» Luego todo el grupo exclamaría: «¡Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria!» ¡Qué hermoso espectáculo debe haber sido!
Pero una maravilla incluso mayor espera a Jerusalén cuando el Príncipe de los pastores, Jesucristo, aparezca para reclamar el trono de David. Este salmo describe la venida del Rey a Sion; Véanse Apocalipsis 19.11–16. Esta tierra presente está bajo la influencia del pecado y de Satanás. A pesar de que es del Señor por creación y redención, aún no se ha libertado de la esclavitud. Pero gracias a Dios, un día Jesús regresará a la tierra para reclamar su herencia. Entonces la tierra será llena de la gloria del Señor.
La pregunta del versículo 3 es importante: ¿quién es digno de reinar sobre la tierra desde el monte de Sion? Esto nos recuerda Apocalipsis 5 donde se pregunta: «¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?» Sólo hay una respuesta: Jesucristo el Hijo de Dios. El Salmo 24.4 lo describe como el Hombre Perfecto, el Rey Perfecto. David no tenía limpias las manos, porque asesinó a un hombre; ni tampoco tenía un corazón puro, porque cedió a la lujuria y cometió adulterio. Elevó su alma a vanidad y orgullo cuando censó al pueblo. Salomón no calificaría, porque fue un idólatra. Incluso el gran rey Ezequías cayó debido a su orgullo. No, el único rey que califica es Jesucristo.
Cuando Jesucristo reclame a Jerusalén, vendrá como alguien listo para la batalla (v. 8), porque habrá derrotado a las naciones del mundo en el Armagedón (Ap 19.19–21). Antes que Jesús naciera se le prometió que se sentaría sobre el trono de David (Lc 1.30–33). Hoy está sentado en el trono de su Padre (Ap 3.21), pero cuando vuelva a esta tierra en juicio y gloria, reclamará el trono de David y reinará sobre la casa de Jacob. Por supuesto, primero regresará en el aire para llevar a la Iglesia al cielo (1 Ts 4.13–18). Luego seguirán siete años de terrible tribulación sobre la tierra, «el tiempo de la aflicción de Jacob». Cuando Satanás y sus diabólicos asociados hayan hecho lo peor que pueden, Jesucristo volverá para juzgar y librará al mundo del mal. Entonces habrá una tierra renovada, un Israel restaurado y un reino justo por mil años (Ap 20.1–5).
Si Cristo es su Buen Pastor debido a que le ha recibido como Salvador, permítale ser su Gran Pastor que guía y bendice su vida. Entonces cuando Él vuelva como el Príncipe de los pastores, estará listo para recibirle.

32 Y 51

El antecedente de estos salmos es 2 Samuel 11–12. David deseó la mujer de su prójimo, cometió adulterio, emborrachó al esposo, le mandó matar y luego escondió todo el asunto al menos por un año.
No era un jovencito cuando cayó en estos pecados; era un hombre maduro, gobernando un gran reino. «El que piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Co 10.12). El Salmo 51 fue la oración de confesión de David y el Salmo 32 su canto de perdón. Léase en 1 Juan 1.5–2.2 la provisión de Dios para la limpieza.

I. LA ORACIÓN DE CONFESIÓN DE DAVID (51)

Esta es una oración muy personal; nótese con cuánta frecuencia David usa «yo», «mí» y «mi pecado». Sus ojos no están sobre algún otro; están sobre él y en el Señor.
A. EL COSTO DE PECAR.
Caer en la lujuria y el adulterio parecen ser actos momentáneos, pero qué tremendo precio pagó David. (Es posible, sin embargo, que David «planeó pecar» cuando volvió de la batalla a la casa.)
Como lo veremos en el Salmo 32.3–4, David pagó físicamente por sus pecados y se enfermó. Pero el costo espiritual también fue grande. Perdió la pureza de corazón (vv. 1–2) y por consiguiente necesitaba que le lavaran y limpiaran (v. 7). Nótense las palabras que usó aquí para el pecado: transgresiones quiere decir actos de rebelión, desafiarlo cruzando la línea que Él ha trazado; iniquidad significa corazón torcido, perversidad; pecado significa errar el blanco, fracasar al no satisfacer la norma de Dios. El versículo 17 sugiere que el corazón de David no sólo se contaminó, sino que también se endureció.
Cuando albergamos el pecado, este endurece el corazón. Los ojos de David también quedaron afectados; todo lo que veía eran sus pecados (v. 3). Por lo general, los que tienen la conciencia sucia están a la defensiva, preguntándose cuánto sabrán los demás. El pecado también afectó sus oídos, porque perdió el sonido del gozo y la alegría (v. 8). Nada le suena bien a alguien que está fuera de la comunión con Dios. Incluso los labios de David se afectaron, porque ya no podían testificar ni siquiera cantar alabanzas a Dios (vv. 13–15). Nada cierra la boca del cristiano como el pecado sin confesar. Su mente quedó afectada, porque suplicaba sabiduría (v. 6). El ser interior (corazón y espíritu, v. 10) estaba fuera de la comunión con Dios (v. 11) y no había alegría. Dios no retira su Espíritu Santo cuando pecamos (Jn 14.16), pero sí entristecemos al Espíritu y por consiguiente perdemos su comunión y ayuda (Ef 4.30–32). ¡Nunca olvidemos el alto costo de pecar!
B. EL COSTO DE CONFESAR EL PECADO.
La verdadera confesión incluye el arrepentimiento, un sincero cambio de modo de pensar. Durante el año que David escondió sus pecados pensó que podría «salirse con la suya». Pero cuando Natán le enfrentó a sus pecados, el corazón de David le reprendió y se arrepintió. Hay una diferencia entre admitir los pecados y confesarlos. La confesión (1 Jn 1.9) literalmente significa decir lo mismo». Si decimos respecto a nuestros pecados lo mismo que Dios dice respecto a ellos y en relidad lo queremos decir, estamos confesando pecados. David incluso avanzó al admitir su naturaleza pecaminosa, nacido en pecado (v. 5).
Tenga cuidado con la «confesión barata». Orar sólo de labios para afuera: «Señor, he pecado, ¡perdóname!», no es confesión. La verdadera confesión cuesta algo: un espíritu quebrantado y un corazón contrito (v. 17). Esto no significa que debemos hacer penitencias y ganarnos el perdón, sino significa que estamos tan quebrantados por nuestros pecados que no podemos ocultarle nada a Dios.
C. EL COSTO DE LA LIMPIEZA DEL PECADO.
Las buenas obras no pueden limpiar el pecado, ni siquiera las religiosas ni los sacrificios (vv. 16–17). Sólo la sangre de Jesucristo puede limpiar los pecados (Heb 10.1–18; 1 Jn 1.7–2.2). El perdón no es algo barato; le costó a Jesucristo su vida. Recibimos el perdón debido a lo que Él ha hecho, no debido a nuestras oraciones o lágrimas. Dios está dispuesto a borrar nuestros pecados (vv. 1, 9; Véanse Is 43.25) y purgarnos completamente. Tan solo el alto costo de la limpieza debería hacernos detestar el pecado y querer alejarnos de él.

II. LA ALABANZA DE DAVID PORQUE DIOS LO LIMPIÓ (32)

Pablo cita los primeros dos versículos en Romanos 4.7–8, de modo que asegúrese de leer ese pasaje. Literalmente David cantó: «Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño». David fue culpable de todo esto: se rebeló contra la ley y no cumplió la norma de Dios; permitió que su naturaleza torcida le controlara; y escondió con engaño todo el asunto durante un año. Léase Proverbios 28.13 y aplíquelo al caso de David.
A. EL SILENCIO DE LA CONVICCIÓN (VV. 3–4).
¿Qué le ocurrió a David mientras rehusó confesar sus pecados? Sufrió. Sufrió espiritualmente (como lo vimos en el Salmo 51), pero también físicamente. Se envejeció. La mano de Dios al declararlo culpable pesaba sobre él día y noche. Se «secó» como un arroyo en una sequía. Algunas personas que acuden al médico para atender sus síntomas deberían acudir al Señor para que se haga cargo de sus pecados. Esto no significa que toda enfermedad se debe al pecado, pero sí significa que el pecado sin confesar puede causar aflicción física. Véanse 1 Corintios 11.29–32.
B. EL GEMIDO DE CONFESIÓN (V. 5).
Literalmente: «Mi pecado te declaré». Cuando Natán le habló (2 S 12.13), David inmediatamente confesó que había pecado, pero luego, en privado, le permitió al Espíritu de Dios que descubriera sus pecados uno por uno. La oración de David no fue una «confesión general»; mencionó cada uno de sus pecados. Debido a ello, Dios le perdonó. Un escritor ha dicho: «Mientras menos misericordia se tenga usted mismo, más misericordia tendrá Dios de usted». Pablo dijo: «Si nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados» (1 Co 11.31). Dios no nos perdona porque lo lamentemos ni porque oremos; nos perdona cuando confesamos nuestros pecados debido a que «Él es fiel y justo»: fiel a su promesa y justo en cuanto a la cruz. Dios no nos hará pagar por pecados que Cristo ya ha pagado. Léase Romanos 8.31–39.
C. EL CANTO DE LIMPIEZA (VV. 6–7).
El suspirar de David se ha reemplazado por cantar. Lo rodean «cantos de liberación»; y a dondequiera que se vuelve, descubre cosas acerca de las cuales cantar. Solía ser que a dondequiera que se volvía sólo veía sus pecados (51.3). Nos advierte que debemos orar a Dios por perdón «en el tiempo en que pueda ser hallado». Esto puede tener dos significados: en un tiempo cuando descubrimos nuestros pecados y en uno cuando Dios puede ser hallado (Is 55.6–7). Si el creyente permite que el pecado se acumule, Dios tendrá que intervenir y disciplinarle (Heb 12). David ya no teme más, porque Dios es su refugio. Que vengan los problemas; no tiene temor.
D. EL GRITO DE CONFIANZA (VV. 8–11).
Dios habla ahora a David y le asegura que dirigirá sus pasos. «Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su nombre» (Sal 23.3, BLA). Dios quiere guiarnos, no con vara de rigor, sino con sus ojos. Un hijo obediente observa los ojos de sus padres, para ver cuál es su voluntad.
El cristiano debe estar siempre bajo los ojos del Padre y vivir para agradarle. En el versículo 9 David habla de dos extremos: el caballo que arranca hacia adelante impulsivamente y el mulo que se retrasa con obstinación. Los cristianos deben evitar dichos patrones de conducta. Debemos andar con el Señor un paso tras otro en obediencia y amor. Los caballos y los mulos deben controlarse con frenos y cabestros «porque si no, no se acercan a ti». Es triste, pero algunos cristianos deben tener «frenos y cabestros» antes de que Dios pueda controlarlos. Pero la manera normal es que Dios nos guíe con sus ojos sobre nosotros. Los animales sin entendimiento no tienen comprensión, pero el pueblo de Dios puede comprender cuál es la voluntad de Dios (Ef 5.15–17).
Después de que como cristianos hemos pecado y sido restaurados, Satanás trata de socavar nuestra paz y confianza. Empezamos a preocuparnos por el pasado y las consecuencias de nuestra insensatez.
Sí, hay amargos frutos de la desobediencia (¡y cómo lo encontró David!), pero los versículos 10–11 nos aseguran que Dios protege y sostiene a los que le pertenecen. Los malos tendrán muchas aflicciones y estas vienen a las vidas de los santos desobedientes, pero el cristiano limpio experimenta la misericordia amorosa del Señor. No sorprende que David concluya con un clamor. El pasado está perdonado, el presente es gozoso y el futuro está seguro en las manos de Dios.

40

A este salmo se le ha llamado «el salmo cristiano», porque mira hacia adelante al nacimiento de Cristo.
En Hebreos 10.5–10 se citan los versículos 6–8 y se aplican a Jesucristo. Históricamente el salmo brotó de una crisis en la vida de David. Estaba en «el pozo de la desesperación» y clamó a Dios, y Él lo libró.
En la primera mitad (vv. 1–10) David testifica de la misericordia de Dios y muestra su gratitud al consagrarse de nuevo al Señor. En los versículos finales (vv. 11–17) David acude a Dios por más ayuda puesto que nuevos enemigos le acechan. Cuánta fortaleza hay en el versículo 17: «Jehová pensará en mí». Puesto que es un salmo mesiánico (un salmo que habla de Jesucristo), queremos estudiar especialmente ese aspecto.

I. EL NACIMIENTO DE CRISTO (40.6–7)

Si lo desea, lea con cuidado Hebreos 10.1–18. El capítulo empieza diciendo que Dios ha dejado a un lado todos los sacrificios hebreos, los cuales nunca quitarían los pecados. En los versículos 5–9 el escritor arguye que Cristo vino para hacer lo que dichos sacrificios jamás podrían hacer. Pero para que Jesús muriera, tenía que venir a la tierra como hombre en un cuerpo de carne (sin pecado, por supuesto). Al venir al mundo el Hijo le dijo al Padre: «En el rollo del libro [las profecías del AT] está escrito de mí».
Hebreos 10.5 cita al Salmo 40.6, como «me preparaste cuerpo» en lugar de: «Has abierto mis oídos». Por supuesto, el mismo Espíritu Santo que escribió la Palabra puede citarla, o ampliarla o explicarla como quiera. Jesucristo vino en un cuerpo preparado; nació de la virgen María, el Espíritu Santo lo concibió (Lc 1.26–38). Dios tiene cuatro maneras de hacer un cuerpo:
(1) a partir del barro, como en Adán;
(2) a partir del hombre, como con Eva, Génesis 2.21–25;
(3) a partir de una mujer casada con un hombre, como en todo nacimiento humano normal; y:
(4) a partir de una mujer sin la intervención de un hombre, como en el nacimiento de Cristo.
Jesucristo vino en un cuerpo preparado, un cuerpo que no estaba manchado por el pecado. Aun así sintió todas las debilidades no pecaminosas de la carne (hambre, dolor, cansancio, muerte), nunca participó de las debilidades pecaminosas de la carne. Si Jesús no hubiera tenido una naturaleza sin pecado, no pudiera haber sido el Salvador del mundo.
Acerca de la frase «has abierto mis oídos» véanse Éxodo 21.1–6 e Isaías 50.5. El judío del AT horadaba la oreja del siervo que quería permanecer con él para siempre. Es un hermoso cuadro de entrega. Nótese también que el nacimiento de Cristo estaba «escrito en el libro». La primera promesa se halla en Génesis 3.15, donde Dios anunció que «la simiente de la mujer» (no del hombre, por consiguiente, un nacimiento virginal) derrotaría a la simiente de Satanás. Más adelante, Dios le anunció a Abraham que el Salvador vendría mediante los judíos y luego reveló que vendría de la tribu de Judá. Isaías 7.14 anunció el nacimiento virginal y Miqueas 5.2 informó al pueblo que vendría de Belén.

II. LA VIDA DE CRISTO (40.8–10)

Estos versículos resumen hermosamente lo que Jesús hizo: Amó, vivió y predicó la Palabra al pueblo. Nadie pudo jamás acusar a Jesús de pecado; Véanse Juan 8.46. Los judíos tuvieron que contratar mentirosos para que dieran falso testimonio contra Él en su juicio. Incluso Judas (el cual hubiera tenido una buena excusa para acusar a Cristo) admitió que era inocente (Mt 27.1–5). Jesús se deleitaba en la Palabra y en la voluntad de Dios. En Juan 8.29 dijo: «Hago siempre lo que le agrada». Su vida y sus labios magnificaban la rectitud y misericordia del Señor.

III. LA MUERTE DE CRISTO (40.6)

Vino en un cuerpo perfecto para ser el sacrificio perfecto por los pecados. Para comprobar que en ninguna parte del AT se nos enseña que la sangre de animales podía quitar pecados, léanse 1 Samuel 15.22, Salmo 51.16–17, Oseas 6.6 y Miqueas 6.6–7. Muchos judíos confiaban en el sacrificio en lugar de mirar por fe al Señor. Cuán similar a tantos miembros de la iglesia de hoy que confían en el bautismo o en la membresía para ser salvos. El versículo 6 menciona cuatro clases de ofrendas:
(1) sacrificio, cualquier clase de ofrenda de sangre;
(2) ofrenda, las ofrendas sin sangre, como las de harina;
(3) holocausto, la ofrenda que es un cuadro de la total dedicación a Dios; y:
(4) la ofrenda por el pecado, ofrenda relacionada con el pecado de la persona.
Todas estas ofrendas del AT (delineadas en Lv 1–5) representan la obra expiatoria de Jesucristo.
El holocausto es un cuadro de su total rendición a Dios: «Me deleito en hacer tu voluntad».
La ofrenda de harina (Lv 2) ilustra su perfecta naturaleza y nos recuerda que nos alimentamos de Él para saciar el alma.
La ofrenda de paz (Lv 3) representa la paz con Dios, una paz entre el pecador y el Salvador que constituyó Jesús en la cruz (Col 1.20; 2 Co 5.18).
La ofrenda por el pecado (Lv 4) se refiere al pecado en nuestra naturaleza, en tanto que la ofrenda por las transgresiones (Lv 5) a los actos de desobediencia.
Cristo murió por nuestros pecados, pero también condenó en la cruz nuestra vieja naturaleza y por lo tanto puede darnos la victoria sobre el pecado (Ro 6–8).
Lo importante es esto: todas estas ofrendas se cumplieron en Jesucristo. Con una ofrenda resolvió completa y eternamente la cuestión del pecado. Lo que millones de ovejas y cabras jamás harían, Jesucristo lo hizo en sus horas de agonía en la cruz. ¡Aleluya, qué Salvador!

IV. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO (40.1–3)

Estos versículos describen la liberación de David de algún problema, pero también ilustran la resurrección de Cristo. Jesús descendió al pozo por nosotros; se hizo pecado por nosotros (1 P 2.24; 2 Co 5.21). Sin duda era un «pozo de la desesperación» cuando se considera que Jesús llevó sobre su cuerpo sin pecado los pecados de la humanidad de todas las épocas. Pero no se quedó en el abismo; Dios le levantó de entre los muertos. Hebreos 5.7 sugiere algo del horror de la experiencia del Getsemaní y del Calvario, y nos informa que Jesús oró a quien tenía poder para «librarlo [sacarlo] de la muerte» (no [eximirlo] de la muerte, porque vino para morir). El Padre le contestó y le levantó de los muertos.
Cristo hoy está resucitado para nunca más morir. Su obra ha concluido; sus pies están en la roca. El nuevo canto es una canción de victoria y alabanza a Dios; Véanse el Salmo 22.22–25 y compárense estos versículos con el Salmo 40.9–10. Él ha puesto a sus enemigos bajo sus pies.

90

Puesto que Moisés es el autor de este salmo, eso lo hace el más antiguo de los salmos. Quizás se escribió en conexión con el fracaso de Israel en Cades-barnea (Nm 13–14). El pueblo (excepto Josué y Caleb) rehusó seguir a Moisés y confiar en Dios. En vez de entrar en la tierra por fe, volvieron en incredulidad y Dios los juzgó. Hizo que la nación vagara cuarenta años por el desierto, hasta que murieran todos los que tenían más de veinte años en Cades-barnea. Téngalo presente al leer el Salmo 90, sobre todo los versículos 7–11, y cobrará un nuevo significado.
Este salmo es la reacción de Moisés a la crisis; acudió a Dios en oración y buscó un lugar eterno de refugio en Él. Años más tarde le diría a Israel: «El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos» (Dt 33.27). Fue este tipo de fe lo que sostuvo a Moisés durante esos años de prueba en el desierto. Isaac Watts usó el Salmo 90 como base para su majestuoso himno «Oh Dios, socorro en el ayer». Lea este himno con este salmo en mente.

I. LA ETERNIDAD DE DIOS Y LA FRAGILIDAD DEL HOMBRE (90.1–6)

Qué contraste vemos aquí. El Dios eterno existe mucho más allá de la historia. Generaciones vienen y van, pero Dios es siempre el mismo. «Porque yo Jehová no cambio» (Mal 3.6). «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Heb 13.8). Hay una diferencia entre ser inmortal y ser eterno. El hombre es inmortal; o sea, su alma nunca morirá; pero Dios es eterno: no tiene ni principio ni fin. Dios existió antes que las montañas (lo más durable que se conocía en los días de Moisés); a decir verdad, Él les dio a las montañas su existencia. Mediante la fe en Cristo llegamos a ser parte de la eternidad y a poseer vida eterna.
Las ilustraciones de la fragilidad del hombre son las siguientes: polvo (v. 3); una vigilia de la noche, alrededor de tres horas de duración (v. 4); un breve torrente después de un chubasco que pronto se seca (v. 5); un breve período de sueño que parece durar apenas unos minutos (v. 5); la hierba que brota de repente, pero antes de la noche es cortada (vv. 5–6). Véanse en Job 7–9 otros cuadros de la brevedad de la vida. El versículo 3 nos lleva de regreso a Génesis 3.19; Véanse también Eclesiastés 12.7.
Bien se ha dicho que los seres humanos son parte polvo y parte divinidad. Somos hechos a imagen de Dios; y sin embargo somos hechos del polvo. Si no fuera por el pecado, no habría muerte ni decadencia en nuestro mundo.
Estos versículos explican por qué los seres humanos necesitan un refugio eterno. Somos frágiles, polvo, criaturas del tiempo; a menos que nos relacionemos bien con el eterno Dios, no somos nada.
Sólo mediante la fe en Cristo podemos conocer a Dios y participar de su vida eterna.

II. LA SANTIDAD DE DIOS Y LOS PECADOS DEL HOMBRE (90.7–12)

La rebelión de Israel en Cades-barnea trajo la ira de Dios. Véanse Números 14.11–25. Dios ofreció afligir a la nación con enfermedades y desheredarlos, pero Moisés le suplicó en base a sus promesas y pactos. Moisés le pidió a Dios que perdonara sus pecados, pero Él juzgó a Israel haciendo que la generación adulta muriera en el desierto durante los próximos cuarenta años. Fue el funeral más largo del mundo. «La paga del pecado es muerte».
Los seres humanos pecadores viven bajo la ira de Dios. «El que no cree, ya ha sido condenado», anuncia Juan 3.18. Dios ve los pecados secretos (v. 8; Heb 4.13) y los que están al descubierto. Los días humanos «declinan» como el ocaso (v. 9), de luz a oscuridad. Nuestros días son «como un suspiro» (no «pensamiento»), son muy breves y vacíos y pasan con mucha rapidez. ¿Cuánto viven los humanos? Pues bien, esa generación en los días de Moisés (de veinte años para arriba, Nm 14.29) viviría cuarenta años más. Añádase veinte a cuarenta y se tiene sesenta. Moisés habla de setenta años como límite, a menos que Dios conceda diez años adicionales. Las personas mayores de Israel en aquel tiempo no vivirían para cumplir los ochenta años debido a sus pecados. Nótese que el creyente Caleb tenía cuarenta años en Cades-barnea y se le permitió entrar a Canaán a los ochenta y cinco años (Jos 14.6–15).
Los versículos 11–12 arriban a una conclusión práctica: cuente sus días y haga que su vida valga.
¿Quién entiende el poder de la ira de Dios? Si lo comprendiéramos, no desperdiciaríamos nuestras vidas como lo hacemos, en empresas inútiles. Debemos temer a Dios, honrarle y usar nuestras breves vidas para su gloria. El principio de la sabiduría es el temor de Jehová. Puesto que somos frágiles y pecadores, necesitamos un Salvador; y el único Salvador es Jesucristo.

III. LA BENDICIÓN DE DIOS Y LOS ANHELOS DEL HOMBRE (90.13–17)

Esta sección final contiene una serie de oraciones que Dios bendecirá a su pueblo y coronará sus vidas con gloria. El hombre no es un animal que vive y muere. Está hecho a imagen de Dios y anhela que su vida logre y signifique algo. Multitudes hoy están atrapadas en una existencia sin significado, sin propósito ni desafío. Cuánto necesitamos rendirnos a Jesucristo y decir como Pablo: «Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (Flp 1.21).
Moisés ora por el favor de Dios (v. 13). Por supuesto, Dios no se «arrepiente» como lo hace el hombre, pues Él jamás peca. Cuando Dios se arrepiente, cambia sus tratos con su pueblo. Véanse Éxodo 32.12 y Deuteronomio 32.36. Dios acababa de juzgar a Israel; ahora Moisés ora que perdone a Israel y los restaure al lugar de favor y bendición.
Ora por alegría (vv. 14–15). Imagínese enfrentándose a cuarenta años de constante peregrinaje y muerte. Suponga tener que sepultar cientos de personas día tras día. ¿Cómo habría algún gozo o alegría en tal situación? Sólo mediante el Señor. El versículo 14 puede significar: «Satisfácenos en la mañana con tu misericordia». ¿Qué debían hacer los judíos en la mañana? Salir temprano y recoger el maná celestial. Véanse Éxodo 16. Moisés dice: «Sal a nuestro encuentro cada mañana, Señor, al despertarnos a un nuevo día. Aliméntanos con tu Palabra. Danos gozo en tu presencia». Hoy en día, es igual de importante para el cristiano del NT empezar el día con Dios, leer la Palabra y orar. En el versículo 15 Moisés pide alegría en proporción a las aflicciones que habían atravesado. Como cristianos tenemos una promesa más grande en 2 Corintios 4.16–18. «Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria». Véanse también la declaración de Pablo en Romanos 8.18.
Moisés ora que se haga la obra de Dios (v. 16). Anhela con fervor ver el poder de Dios obrando a favor del pueblo. Históricamente, por supuesto, esto se refería a que Israel poseyera la tierra prometida; Véanse el argumento de Moisés ante Dios en Números 14.13–19. No era gloria para Dios que Israel deambulara por el desierto; sin embargo, fue para su gloria cuando Israel cruzó el Jordán y tomó posesión de su herencia en poder. Nótese que Moisés, en el versículo 16, se preocupa más por la gloria de Dios que por su propia alegría.
Ora por la bendición de Dios sobre el trabajo del hombre (v. 17). Hay una maravillosa conexión entre los versículos 16 y 17: «Tu obra, la obra de nuestras manos»; «Tu gloria, la luz [hermosura] de Jehová nuestro Dios sobre nosotros». En el Salmo 27.4 vemos la belleza de Dios, pero aquí participamos de ella. «Seremos como Él es, porque le veremos como Él es» (1 Jn 3.1–2). ¿Qué quiere decir Moisés cuando ora sobre la obra de nuestras manos? Sencillamente esto: que no desperdiciemos nuestras vidas, sino que Dios nos guíe y bendiga de modo que lo que hagamos sea eterno. «El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2.17). Como Moisés veía a los judíos vagar por el desierto, sus vidas parecían perdidas e inútiles. Siendo un hombre de Dios, no quería desperdiciar su vida; quería que contara para la gloria de Dios. Por consiguiente, ora que Dios establezca la obra en su pueblo y por medio de su pueblo. Jesús tuvo la misma idea en mente en la parábola de los dos constructores (Mt 7.21–29).
Sin Jesucristo la vida sería insoportable. ¿Por qué soportar las pruebas de la vida si no hay Dios ni gloria? Entonces seríamos como los pecadores que dicen: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos» (1 Co 15.32). Pero la vida no es una carga, ni un suspiro, ni sueño por la noche. Con Jesucristo en control, la vida es una aventura, un desafío, una inversión en la eternidad. «¡Enséñanos a contar nuestros días, Señor, y ayúdanos a vivir cada día por Jesucristo con tu sabiduría!

119

I. LO QUE ES LA BIBLIA

A. AGUA PARA LIMPIEZA (V. 9).
Toda esta sección (vv. 9–16) analiza la victoria sobre el pecado. Los jóvenes en particular necesitan aprender a guardar y a prestar atención a la Palabra para vencer la tentación. En la medida en que usted lee la Palabra y medita en ella, le limpia su ser interior, así como el agua limpia el cuerpo. Véanse Juan 15.3 y Efesios 5.25–27.
B. RIQUEZA Y TESORO (VV. 14, 72, 127, 162).
Muchos no conocen la diferencia entre precios y valores. Su Biblia tal vez le costó unos pocos dólares, pero qué gran tesoro es. ¿Cómo se sentiría si la perdiera y no pudiera reponerla?
C. UNA COMPAÑERA Y AMIGA (V. 24).
El escritor era un extraño (v. 19), rechazado por los arrogantes (v. 21) y por los príncipes (v. 23), pero siempre tenía la Palabra como consejera. Léase Proverbios 6.20–22.
D. UNA CANCIÓN PARA CANTAR (V. 54).
¡Imagínese haciendo un canto de los estatutos-leyes! La vida es un peregrinaje; somos «turistas», no residentes. Los cantos del mundo no significan nada para nosotros, pero la Palabra de Dios es canción a nuestros corazones.
E. MIEL (V. 103).
La dulzura de la Palabra es como miel al paladar. Es triste cuando los cristianos deben tener «miel» de este mundo para satisfacerse. Véanse Salmo 34.8 y Job 23.12.
F. LÁMPARA (VV. 105,130).
Este mundo es oscuro y la única luz confiable es la Palabra de Dios (2 P 1.19–21). Nos guía de paso en paso, conforme andamos en obediencia. En 1 Juan 1.5–10 se nos dice que andamos en la luz según obedecemos su Palabra.
G. GRAN BOTÍN (V. 162).
Los soldados pobres se enriquecían mediante los despojos que dejaban los enemigos derrotados. Las riquezas de la Palabra no vienen fácilmente; primero debe haber esa batalla espiritual contra Satanás y la carne. Pero vale la pena. Léase Lucas 11.14–23.
H. HERENCIA (V. 111).
¡Qué preciosa herencia es la Biblia! Y piense en quienes tuvieron que sufrir y morir para que podamos tener esta herencia.

II. LO QUE HACE LA BIBLIA

A. BENDICE (VV. 1–2).
Es el libro con bendición (Sal 1.1–3). Somos bendecidos al leer, comprender y obedecer la Palabra.
También somos bendecidos cuando hablamos de la Palabra a otros.
B. DA VIDA (VV. 25, 37, 40, 50, 88, 93).
«Vivificar» significa «dar vida». La Palabra nos da vida eterna cuando creemos (1 P 1.23). Es la Palabra viva (Heb 4.12). Pero también nos da vida cuando estamos débiles, desanimados y derrotados. El avivamiento viene cuando nos rendimos a la Palabra de Dios.
C. FORTALECE (V. 28).
Confiar en la Palabra de Dios nos anima (Mt 4.4). La Palabra tiene poder (Heb 4.12) y puede fortalecernos cuando creemos y obedecemos.
D. LIBERTA (V. 45).
Una ley que liberta: ¡qué paradoja! El pecado tendría dominio sobre nosotros (v. 133), pero la Palabra nos libera (Jn 8.32). La verdadera libertad viene al obedecer la voluntad de Dios. Su Palabra es «la perfecta ley de libertad» (Stg 1.25).
E. IMPARTE SABIDURÍA (VV. 66,97–104).
Podemos obtener conocimiento y datos en otros libros, pero la verdadera sabiduría se halla en la Biblia. Nótese en los versículos 97–104 que hay varias formas de descubrir la verdad: de sus enemigos, de sus maestros, de sus viejos amigos y todas estas son buenas. Pero por sobre todo está el conocimiento de la Biblia. Los maestros pueden saber a partir de libros y los ancianos pueden saber a partir de la experiencia (ambos merecen respeto), pero sin la Biblia estos no son suficientes.
F. CREA AMIGOS (V. 63).
Saber y obedecer la Biblia traerá a su vida los mejores amigos. Los que aman la Palabra de Dios son amigos de verdad. Hay falsos amigos que pueden deslumbrarlo con sabiduría y riqueza mundanas, pero su amistad le hará descarriarse. Apéguese a los que se «apegan» a la Biblia (v. 31).
G. CONSUELA (VV. 50, 76, 82, 92).
Más de sesenta versículos en este salmo mencionan la prueba y la persecución (vv. 22, 50–53, 95, 98, 115, etc.). El creyente que obedece la Palabra tendrá pruebas en este mundo, pero la Biblia le da consuelo duradero. El Consolador, el Espíritu de Dios, toma la Palabra de Dios y la aplica a nuestros corazones para consolarnos.
H. DIRIGE (V. 133).
La vida cristiana es un «andar», de día en día y de paso en paso (vv. 1, 3, 45). La Palabra dirige nuestros pasos para andar y correr (v. 32). Nótense las oraciones en los versículos 35,116–117. Conforme oramos pidiendo dirección, el Señor nos responde mediante su Palabra.

III. LO QUE DEBEMOS HACER CON LA BIBLIA

A. AMARLA (VV. 97,159).
De la manera que trata a su Biblia es como trata a Cristo. Amarle a Él es amar su Palabra. La Palabra es una delicia (vv. 16, 24, 35, 47, 70) y no una desilusión; nos regocijamos al leerla (vv. 14,162).
B. VALORARLA (VV. 72,128).
Tener la Biblia en alta estima es una característica del santo verdadero. Debe ser para nosotros más preciosa que cualquier tesoro terrenal.
C. ESTUDIARLA (VV. 7, 12, 18, 26–27).
Al menos doce veces el salmista dice: «enséñame». Dios bendecirá al cristiano que estudia diariamente su Biblia. Su estudio no siempre es fácil, porque requiere «todo el corazón» (vv. 2, 10, 34, 69, 145).
D. MEMORIZARLA (V. 11).
«¡El mejor Libro, en el mejor lugar y con el mejor propósito!», es la manera en que Campbell Morgan explicaba este versículo. Todas las personas necesitan memorizar la Palabra y no sólo los niños y jóvenes. Josué no fue ningún adolescente cuando Dios le ordenó que memorizara la ley (Jos 1.8). Jesús pudo citar las Escrituras cuando se enfrentó a Satanás en el desierto (Mt 4.1–11).
E. MEDITAR EN ELLA (VV. 15, 23, 48, 78, 97, 99, 148).
La meditación es al alma lo que la digestión al cuerpo. Meditar significa «darle la vuelta» a la Palabra de Dios en la mente y en el corazón para examinarla, comparar los pasajes, «alimentarse» de sus maravillosas verdades. En esta época de ruido y confusión tal meditación es rara pero muy necesaria. La meditación es imposible sin la memorización.
F. CONFIAR EN ELLA (V. 42).
Confiamos en todo lo de la Biblia debido a que siempre tiene la razón en todo (v. 128). Es veraz y se puede confiar en ella completamente. Argüir con la Biblia es hacerlo con Dios. Probamos cualquier otro libro por lo que dice Dios en su Palabra.
G. OBEDECERLA (VV. 1–8).
Guardar la Palabra es obedecerla, andar en sus mandamientos. Satanás sabe la Palabra, pero no puede obedecerla. Si conocemos la verdad de Dios y no la obedecemos, sólo nos engañamos a nosotros mismos.
H. DECLARARLA (VV. 13,26).
Al obedecerla, debemos también testificar a otros respecto a la Palabra y decirle lo que Dios ha hecho por nosotros.