El libro más largo en la Biblia viene después de la ley y los profetas en el AT hebreo (Lucas 24:44) e inicia la última división del AT, llamado los escritos. La mayoría de sus caps., por otra parte, están precedidos en tiempo únicamente por Génesis, Rut. Mas la razón básica por la que Salmos es citado más veces en el NT y más reverenciado por los creyentes que cualquier otro libro del AT se encuentra en su tema inspirador. Tanto para la adoración pública, como el himnario del templo de Salomón, como para la guía devocional individual, sus 150 poemas constituyen lo sublime de la literatura dada por Dios.
La denominación heb. de Salmos es Tehillim, que significa “alabanzas”, un término
que refleja mucho el contenido del libro (Salmo 145, título). Su nombre en lat.
y en las Biblias castellanas, sin embargo, proviene del gr., Psalmoi, que significa sonidos [de
cuerdas de arpa], y así, por consiguiente, cantos entonados con el
acompañamiento de arpas. Su título alterno, Psalterion, significa salterio, una colección de cantos de arpa, del que
proviene el término castellano salterio.
Muchos salmos prefijan títulos explicativos en
prosa, indicando su paternidad literaria y ocasión de escribirse, muchas veces
dando dirección poética y musical también. La frase, Salmo de Moisés (David, etc.), aparece más comúnmente. La
preposición heb. Traducida por la palabra de expresa autoría (Habacuc 3:1) o
dedicación (p. ej., Salmo 4, Al músico principal). El libro de Salmos atribuye 73 de sus caps. a David, dos a
Salomón (Salmo 72, 127), uno a cada uno de los sabios Hemán y Eitán (Salmo 88,
89; 1 Reyes 4:31), uno a Moisés (Salmo 90), y 23 a los clanes cantores
levíticos de Asaf (Salmo 50, 73—83) y Coré (Salmo 42—49; 84; 85; 87; 88). Hay
49 que permanecen anónimos.
El NT repetidamente autentifica los que se le han
atribuido a David: Salmos 16 (Hechos 2:25), 32 (Romanos 4:6), 69 (Hechos 1:16; Romanos
11:9), 110 (Lucas 20:42; Hechos 2:34). Algunos de los salmos titulados
anónimamente también son reconocidos como composición de David: Salmos 2
(Hechos 4:25), 95 (Hebreos 4:7), 96; 105; 106 (subrayando las palabras de David
en 1 Crónicas 16:8-36). Mas es significativo que ningún salmo cuya autoría se
concede a otro, o contiene alusiones históricas tardías (como Salmo
137, del exilio) jamás se le ha atribuido en la Escritura a él.
El libro de Salmos está organizado en cinco libros:
1—41, 42—72, 73—89, 90—106 y 107—150; y, en vista de que el mismo salmo aparece
en más de una colección —p. ej., Salmo 14 y parte del 40 (Libro I) como 53 y 70
(Libro II), y la segunda mitad del 57 y 60 (Libro II) como el 108 (Libro V)—
parece probable que cada compilación originalmente experimentó existencia independiente.
Además, en vista de que el último salmo de cada colección fue compuesto con
atribuciones finales que fueron diseñadas para el libro como un todo (Salmo
41:13; 72:18-20; 89:52; 106:48; y todo el Salmo 150 para el Libro V), parece
que los orígenes de estos cinco salmos concluyentes proporcionan las claves
para la compilación de sus respectivos libros.
Cada uno de los 150 salmos exhibe el carácter formal
de la poesía hebrea. Este consiste, primordialmente no en la rima, ni aun en el
balance rítmico, sino más bien en el paralelismo de pensamiento, por lo cual
frases sucesivas o repiten o de alguna manera explican la línea previa. Los
poemas varían en contenido.
Particularmente significativos son los 17 salmos
específicamente mesiánicos, en la totalidad o en partes en los que a Cristo se
le refiere en la tercera persona (Salmo 8:4-8; 72:6-17; 89:3, 4, 28, 29, 34-36;
109:6-19; 118:22; 132:11, 12), se le trata en segunda persona (Salmo 45:6, 7;
68:18; 102:25-27; 110), o habla de sí mismo en la primera persona (Salmo 2;
16:10; 22; 40:6-8; 41:9; 69:4, 21, 25; 78:2).
Los títulos de los salmos en los libros I—III contienen
un número de términos musicales en heb. Algunos de éstos indican antiguas
melodías, en las que los poemas pudiesen haber sido entonados: “La gacela de la
mañana” (Salmo 22).
“No destruyas”, probablemente un canto clásico de
antaño (Salmo 57—59; 75; Isaías 65:8). “Una paloma silenciosa de la lejanía”
(Salmo 56). “La muerte del Hijo” (Salmo 9). “Lirios” (Salmo 45; 69) y “El lirio
del pacto o testimonio” (Salmo 60; 80). Otros preservan instrucciones
musicales, mucho de cuyo significado es ahora incierto: alamoth, doncellas, triple (?) (Salmo
46), tal vez contrastando con sheminith, octava [hacia abajo] (Salmo 6; 12); gittith, el instrumento de Gat (?) (Salmo 8; 81; 84); mahalath (leannoth), dolor (por aflicción) (Salmo
53; 88); neginoth, instrumentos de cuerda (siete veces, más Habacuc 3:19); nehiloth, para flautas (Salmo 5); y Selah (71 veces, no en los títulos,
sino al final de las estrofas; Salmo 3:2, 4, 8), tal vez indicando una pausa
dramática para efectos musicales (Higgaion, Selah, pausa de meditación en Salmo 9:16). Un número de salmos de Israel
tenían un uso litúrgico específico. Los cantos de ascenso (Salmo 120—134) pudiesen
haber sido entonados por peregrinos ascendiendo a Jerusalén (Salmo 121:1; 122:4).
El Salmo 92 fue compuesto para el uso del sábado.
Los salmos de aleluya (alabanza) (113—118)
acompañaban la Pascua Mateo 26:30), y los salmos que comienzan, El Señor reina (Salmo 93; 97; 99) constituyen una serie
litúrgica magnificando la soberanía de Dios.
Mientras que ciertos poemas exhiben expresión de
grupo (particularmente entre los cantos de peregrinos, 124 y 126, aun cuando
usan yo, 129), otros manifiestan claramente una conciencia individualista
(Salmo 1; 21; 112; 127).
La compilación abarca no solamente el himnario
congregacional del templo de Salomón, sino también el latido del corazón
devocional de hombres como David (1 Samuel 30:6). Las bendiciones más ricas de
los salmos fluyen de sus afirmaciones de fe personal (Salmo 23:1).
Es
el cancionero de Israel. Contiene cantos, poemas y oraciones sagrados, escritos
por David, Salomón y otros. Los poemas describen lo que sentía el pueblo en
momentos de gratitud, gozo, tristeza y tribulación.
David es el autor
de la mayoría de los salmos, pero evidentemente, algunos fueron compuestos, por
otros escritores, y aun se duda de quién fue el autor de algunos salmos. No
obstante, todos fueron escritos por inspiración del Espíritu Santo. Ninguna
otra parte del Antiguo Testamento es más frecuentemente citada o referida en el
Nuevo Testamento que esta. Cada salmo apunta directamente a Cristo, sea a su
Persona, y su carácter u oficios o puede dirigir hacia Él los pensamientos del
creyente.
Los salmos son el
lenguaje del corazón del creyente, sea para lamentarse por el pecado, para
expresar la sed de Dios o regocijarse en Él. Sea que estén cargados de
aflicción, luchen con la tentación o triunfen en la esperanza o gozo de la
liberación; sea que admiren las perfecciones divinas, agradezcan a Dios sus misericordias,
mediten en sus verdades o se deleiten en su servicio, forman una norma de vida
divinamente establecida por la cual podemos juzgarnos a nosotros mismos.
El valor de ellos,
desde este punto de vista, es muy grande, y su uso aumentará con el crecimiento
del poder de la verdadera religión en el corazón. El Espíritu nos ayuda a orar
usando las expresiones del salmista. Si nos familiarizamos con los salmos, en
todo lo que pidamos ante el trono de la gracia, confesión, petición o acción de
gracias, podemos ser asistidos por ellos.
Cualquiera sea la
devota emoción que nos embarga, un deseo piadoso o una esperanza santa,
tristeza o gozo, en los salmos podemos encontrar las palabras para revestirla,
un hablar sano que no puede ser condenado. En el lenguaje de este libro divino
se han elevado al trono de la gracia las oraciones y las alabanzas de la
iglesia cada siglo.
AUTOR Y FECHA
Según los epígrafes del texto hebreo,
setenta y tres salmos se atribuyen a David, dos a Salomón (72 y 127), doce a
Asaf (ya se mencionó que en este nombre deben incluirse también sus
descendientes), once a los hijos de Coré , y uno a cada uno de los siguientes: Moisés, Etán, Hemán Y Jedutún. De los restantes cuarenta y nueve salmos anónimos,
la Septuaginta atribuye doce más a David y otros a Jeremías, Hageo y Zacarías.
Según 1 Cr 16, también los salmos anónimos 96 y 105 son de David, y lo mismo
considera el Nuevo Testamento (Hch 4.25 y Heb 4.7) respecto de los salmos
anónimos 2 y 95.
La mayoría de los críticos tendían
hasta hace poco a restar crédito a los títulos que se han conservado en los
salmos y atribuían la mayoría de los salmos al tiempo de los Macabeos.
Wellhausen dudaba que hubiera un solo salmo escrito antes del cautiverio.
Pero su tesis de que cada himno del
salterio es posterior al cautiverio, porque Salmos fue el himnario de la
congregación israelita posterior al cautiverio, ya es considerada insostenible.
Se ha hecho general considerar que la mayoría de los salmos, especialmente los
individuales, existían ya antes del cautiverio. Por lo menos, se admite la
probabilidad de que ca. 300 a.C. el libro ya estaba terminado.
También el argumento de que los salmos
con términos como «santuario», «casa de Jehová», «templo de Jehová» no podrían
ser de David, porque el templo se construyó después de David, ha resultado
inválido. Se sabe que los términos mencionados no solamente se refieren al
templo sino también al tabernáculo, de modo que en estos salmos puede tratarse
de tales referencias. Nada obstaculiza, entonces, la aceptación de los títulos
que atribuyen estos salmos a David. Es innegable que este era poeta y músico (1
S 16.18; 2 S 1.17; 3.33; 6.15; 23.1s; Am 6.5) y que según la tradición
histórica tuvo una destacada actuación en el arreglo musical del culto (1 Cr
13.8; 15.16–24; 16.4; 23.5; 25.2; 2 Cr 23.18; 29.15–30; Esd 3.10; Neh 12.24).
Una prueba más son los epígrafes mismos
de muchos de los salmos. Algunos de ellos apuntan a la circunstancia histórica
que motivó la escritura de algunos salmos y los detalles al respecto los
confirman los libros de Samuel. En muchos casos la descripción corresponde a
una circunstancia concreta en la vida de David, la cual armoniza ampliamente
con el contenido de los respectivos salmos.
Algunos de los salmos que David
escribió son fruto de experiencias reales. Por ejemplo, al Salmo 3 se le llama
«Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo» (véanse también 51,
52, 54, 56, 57, 59).
Pero otros parecen ser salmos generales
que no surgieron necesariamente de un hecho determinado (53, 55, 58). Conocer
el marco histórico de un salmo puede ayudar al estudiante a interpretarlo
correctamente y aplicarlo a la vida diaria.
NOMBRE QUE LE DA A JESÚS: Sal:
2: 1, 7, 12; 16: 10; 23: 1; 24: 7-10: El Hijo Ungido, El Santo, El Buen Pastor,
Y El Rey De Gloria.
NOTAS PRELIMINARES A
SALMOS
I. NOMBRE
La palabra salmo procede de una palabra griega que significa «poema cantado
con acompañamiento musical». El nombre hebreo es tehilim, que significa «alabanzas». No todos los salmos son
himnos de alabanza, pero muchos sí lo son. El libro de los Salmos es el
himnario de la nación judía y algunos de los salmos han hallado su camino hasta
el himnario cristiano. El Salmo 46 es la base para el himno de Lutero «Castillo
fuerte es nuestro Dios», e Isaac Watts usó el Salmo 90 para escribir «Oh Dios,
socorro en el ayer». La doxología familiar «Salmo 100» (música «Old Hundredth»)
está basada en el salmo que le da el nombre.
II. PROPÓSITO
El libro de los Salmos es una
colección de cantos y poemas muy personales. Conforme el libro creció a través
de los siglos, los judíos adaptaron su contenido para la adoración colectiva
así como para sus devocionales personales. En esta colección hallará oraciones
de sufrientes, himnos de alabanza, confesiones de pecado, confesiones de fe,
himnos de la naturaleza, cantos que enseñan historia judía, y en cada uno el
punto focal de la fe es el Señor. Sea que el escritor esté mirando hacia el pasado
en la historia, o hacia arriba a los cielos, o a su alrededor a sus problemas,
antes que todo mira por fe al Señor. Los salmos nos enseñan a tener una
relación personal con Dios al decirle nuestras aflicciones y necesidades, y al
meditar en su grandeza y gloria.
III. LA
POESÍA HEBREA
La poesía occidental a menudo se
basa en la rima, pero no así en la poesía oriental. Ella se basa fundamentalmente
en lo que llamamos «paralelismo»; o sea, la relación de un verso con el
siguiente.
En el sinónimo el segundo verso expresa una variación del primero,
como en el Salmo 15.1: «Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién
morará en tu monte santo?» El paralelismo antitético es precisamente lo opuesto: los versos están en
contraste el uno con el otro. Un ejemplo es el Salmo 37.9: «Porque los malignos
serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra».
El Salmo 19.8–9 es un ejemplo de paralelismo sintético, puesto que cada verso que sigue aumenta el significado:
«Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de
Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que
permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad, todos justos».
IV. CRISTO EN
LOS SALMOS
Jesús dijo que los salmos hablaban
de Él (Lc 24.44) y vemos que así es. En el Salmo 22 es el Salvador crucificado;
en el Salmo 23 es el Pastor (Véanse Jn 10); en el Salmo 40.6–8 es el sacrificio
(Véanse Heb 10.1–10); en el Salmo 110 es el Sumo Sacerdote (Véanse Heb
7.17–21); en el Salmo 118.22–23 es la Piedra (Véanse Mt 21.42); y en el Salmo 2
es el Rey que viene (véanse Hch 4.25–26; 13.33).
V. SALMOS
ESPECIALES
A siete de los salmos se les ha
llamado «salmos penitenciales» porque son confesiones de pecado (6, 32, 38, 51,
102, 130 y 143). A los Salmos 120–134 se les llama «cantos graduales» y se
piensa que son una colección de canciones que los peregrinos judíos cantaban
camino a las festividades anuales en Jerusalén. Hay varios «salmos
imprecatorios» en los cuales los escritores claman por la ira de Dios sobre sus
enemigos (35, 37, 69, 79, 109, 139, 143). Estos no son tanto expresiones
personales de venganza sino más bien peticiones nacionales para que se
manifieste la justicia de Dios por su pueblo escogido. El Salmo 119 exalta las
virtudes de la Palabra de Dios (Véanse también el Sal 19), y los Salmos 113–118
los usaban los judíos cuando celebraban la Pascua.
VI. AUTORES
Aunque casi siempre asociamos a
David con el libro de Salmos (su nombre se halla en setenta y tres de ellos),
algunos de los salmos son anónimos y otros mencionan a diferentes autores: Asaf
(50, 73–83), Salomón (72, 127), los hijos de Coré (42–49, 84–85, 87–88), Etán
(89) y Moisés (90). Algunos de los salmos de David reflejan las experiencias
que atravesaba, tales como la rebelión de su hijo Absalón (3), su victoria
sobre Saúl (18), su pecado con Betsabé (32, 51), su extraña conducta en Gat (34,
56) y sus años de exilio en el desierto (57, 63, 142).
VII. BOSQUEJO
Puesto que cada uno de los salmos
es una unidad separada, no hace falta analizar la estructura del libro. Hay
cinco divisiones, cada una concluye con una bendición: 1–41, 42–72, 73–89,
90–106, 107–150.
1
El tema de este salmo es la
felicidad del justo y el juicio de los malos. El versículo 1 puede traducirse: «¡Qué
felicidad la del hombre!» A cualquier parte de la Biblia que acudamos hallamos
que Dios da gozo al obediente (aun en medio de la prueba) y a la larga
aflicción al desobediente. Dios no ve sino a dos personas en el mundo: los
justos, que están «en Cristo», y los malos, que están «en Adán». Véanse 1 Corintios
15.22, 49. Miremos a estas dos personas.
I. LA PERSONA QUE DIOS BENDICE (1.1–3)
Desde el principio de la creación
Dios bendijo a la humanidad (Gn 1.28); fue sólo después que el pecado entró al
mundo mediante la desobediencia de Adán que hallamos la palabra «maldición» (Gn
3.14–19). Dios siempre ha deseado que la humanidad disfrute de sus bendiciones.
Efesios 1.3 nos dice que el creyente en Cristo ha sido «bendito con toda
bendición espiritual». ¡Cuán ricos somos en Él! Es triste, pero muchos
cristianos no toman posesión «de sus posesiones» (Abd 17) ni disfrutan de sus bendiciones
en Cristo. En estos versículos tenemos una descripción de la clase de cristiano
que Dios puede bendecir.
A. UNA PERSONA SEPARADA DEL MUNDO (V. 1).
La vida cristiana se compara al
andar (véanse Ef 4.1, 17; 5.2, 8, 15). Empieza con un paso de fe al confiar en
Cristo y crece a medida que damos pasos adicionales de fe en obediencia a su
Palabra.
Andar involucra progreso y los
cristianos deben progresar al aplicar las verdades bíblicas a la vida diaria.
Pero es posible que el creyente ande «en tinieblas», fuera de la voluntad de
Dios (1 Jn 1.5–7).
Las personas que Dios bendice se
cuidan mucho en su andar: aun cuando están en el mundo, no son del mundo. En
contraste, se requiere poca imaginación para ver a la persona andando cerca del
pecado, luego deteniéndose para considerarlo y por último sentándose para
disfrutar «los placeres temporales del pecado» (Heb 11.25). Vemos este triste
desarrollo en la desobediencia de Pedro. Jesús le dijo que se fuera (Jn 18.8),
pero en lugar de eso Pedro anduvo detrás de Jesús (18.15).
Luego lo vemos junto a la gente
equivocada (18.18) y antes de mucho sentado cerca del fuego (Lc 22.55). Usted
sabe lo que ocurrió: entró directo en la tentación y tres veces negó a su Señor.
Si los cristianos empiezan a escuchar el consejo (planes) de los malos, pronto
estarán de lleno en su manera de vivir y a la larga se sentarán y estarán de
acuerdo con ellos.
B. UNA PERSONA SATURADA DE LA PALABRA (V. 2).
Las personas que Dios bendice no
se deleitan con lo relacionado al pecado y al mundo; se deleitan en la Palabra
de Dios. Es el amor y la obediencia a la Biblia lo que trae bendición a
nuestras vidas.
Véanse Josué 1.8. Las personas que
Dios bendice no sólo leen la Palabra diariamente, sino que la estudian, la
memorizan y meditan en ella de día y de noche. La Palabra de Dios controla sus
mentes.
Debido a esto, son guiados por el
Espíritu y andan en el Espíritu. La meditación es para el alma lo que la
«digestión» para el cuerpo. Significa comprender la Palabra, «masticarla» y
aplicarla a nuestras vidas, haciéndola parte de nuestro ser interior. Véanse
Jeremías 15.16, Ezequiel 3.3 y Apocalipsis 10.9.
C. UNA PERSONA JUNTO A LAS AGUAS (V. 3).
El agua de beber es un cuadro del
Espíritu Santo de Dios (Jn 7.37–39). Aquí se compara al cristiano con un árbol
que recibe su agua de las profundas fuentes ocultas bajo las secas arenas. Este
mundo es un desierto que nunca satisfará al creyente consagrado. Debemos enviar
nuestras «raíces espirituales» muy hondo en las cosas de Cristo y beber del
agua espiritual de la vida.
Véanse Jeremías 17.7–8; Salmo
92.12–14. No puede haber fruto sin raíces. Demasiados cristianos se preocupan
más por las hojas y el fruto que por las raíces, pero estas son la parte más importante.
A menos que los cristianos pasen tiempo diariamente orando y leyendo la Palabra
y le permitan al Espíritu que les alimente, se secarán y morirán. El creyente
que bebe de la vida espiritual en Cristo será fructífero y tendrá éxito en la
vida de fe. Cuando los cristianos cesan de llevar fruto es porque algo les ha
ocurrido a las raíces (Mc 11.12–13, 20; y Véanse Lc 13.6–9). ¿Qué clase de
fruto debemos llevar? Véanse Romanos 1.13; 6.22; Gálatas 5.22–23; Hebreos 13.15
y Colosenses 1.10.
Por supuesto, el ejemplo perfecto
de esta persona justa de los versículos 1–3 es Jesucristo. Él es el Camino (v.
1), la Verdad (v. 2) y la Vida (v. 3); Véanse Juan 14.6.
II. LA PERSONA QUE DIOS JUZGA (1.4–6)
«¡No así!» Esto significa que todo
lo que el justo disfruta y experimenta no es cierto en la vida del malo. Al
justo se le compara con un árbol: fuerte, permanente, hermoso, útil,
fructífero. A los malos se les compara con el tamo: no tienen raíces; el viento
los arrastra; son inútiles para los planes de Dios; no son ni hermosos ni
fructíferos. Juan el Bautista usó un cuadro similar en Mateo 3.10–12 cuando describió
a Dios como el segador, visitando la era y separando el grano del tamo.
«Quemará la paja».
Véanse también Salmo 35.5 y Job
21.18. Qué tragedia que una persona pase toda su vida en la tierra como paja y,
en lo que toca a las cosas eternas, no sirve para nada.
¿Hay un juicio futuro? El
versículo 5 nos informa que lo hay. Por supuesto, en el AT no hallamos la explicación
completa de los juicios futuros como aparecen en el NT. Para el creyente en
Cristo no hay juicio del pecado (Jn 5.24; Ro 8.1), pero para el incrédulo hay
«una terrible expectación de juicio» (Heb 10.27).
Este juicio de los perdidos se
describe en Apocalipsis 20.11–15. No habrá cristianos en tal escena, sólo
inconversos. El verdadero carácter de los malos se revelará en ese juicio; se
les verá como paja, como almas perdidas indignas. Cuando el versículo 5 dice
que los malos «no se levantarán» en el juicio, no significa que estarán
ausentes; más bien significa que no soportarán el juicio. Cuando se abran los
libros, estos individuos caerán de rodillas en confesión de pecados, de la
verdad de la Palabra de Dios y del Hijo de Dios (Flp 2.9–11). A estos malos
nunca se les permitirá entrar en la congregación celestial de los buenos, aun
cuando quizás en la tierra fueron miembros de grupos religiosos. Véanse Mateo
7.21–23.
La palabra «conocer» en la Biblia
significa mucho más que la comprensión mental indicada cuando decimos: «Sé los
nombres de los doce apóstoles». Lleva además la idea de escoger y cuidado.
«Conoce el Señor a los que son suyos» (2 Ti 2.19). «Conozco mis ovejas, así
como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre» (Jn 10.14–15). La declaración
de Cristo a los perdidos es: «Nunca os conocí» (Mt 7.23). El Señor conoce el
camino de los justos: Él lo ha planeado y lo ha marcado (Ef 2.10), y mantiene sus
ojos sobre el justo mientras este recorre el camino. ¡La vida del justo es un
plan eterno de Dios! Lo que dice, a dónde va, lo que hace, todo tiene
consecuencias eternas. Pero los malos se han apartado «por su camino» (Is
53.6). La senda de los justos lleva a la gloria (Pr 4.18), pero el camino de
los malos perecerá.
El versículo 6 nos presenta la
enseñanza familiar de los «dos caminos». Jesús concluyó su Sermón del Monte con
este cuadro (Mt 7.13) y lo vemos mencionado en todo el libro de Proverbios (Pr
2.20; 4.14; 4.24–27, etc.). ¿Por qué los malos están perdidos? Debido a que no
quieren someterse a Cristo y a su Palabra. Prefieren el consejo de los malos
antes que «todo el consejo de Dios» en la Palabra (Hch 20.27). Prefieren la
amistad de la gente sin Dios a la congregación de los justos. Pasan sus días pensando
en el pecado y no en la Palabra de Dios (Gn 6.5). Piensan que están seguros en
la tierra, ¡pero son sólo tamo!
¿Cómo puede el creyente practicar
el Salmo 1.1–3? Empieza con sumisión al Señor, una sumisión diaria de todo lo
que somos y tenemos (Ro 12.1–2). Incluye pasar tiempo con la Palabra de Dios, leyéndola
y meditando en ella. Quiere decir vivir separados del mundo (no aislados, por
supuesto, sino separados de su contaminación). Exige una vida con raíces que
beben de los recursos ocultos de Dios. Qué vida bendecida, una que satisface
aquí y en el más allá.
2
Hay un contraste interesante entre
los dos primeros salmos. El Salmo 1 es personal y se enfoca en la ley, en tanto
que el Salmo 2 es nacional y se enfoca en la profecía. En el Salmo 1 vemos a
Cristo el Hombre Perfecto; en el Salmo 2 Él es el Rey de reyes. El Salmo 1 se
refiere a la bendición del judío (aunque sin duda se aplica al cristiano de
hoy), mientras que el Salmo 2 presenta el juicio de las naciones gentiles.
Ambos salmos usan la palabra perecer (1.6 la aplica a cada
pecador; 2.12 a las naciones rebeldes) y ambos salmos usan la palabra meditar (traducida «pensar» en 2.1).
Tenemos la clase correcta de meditación en 1.2 y la incorrecta en 2.1. Los doce
versículos del Salmo 2 pueden dividirse en cuatro secciones de cuatro
versículos cada una y en cada sección podemos oír una voz diferente.
I. LA VOZ DE LAS NACIONES (2.1–3)
Esta es una voz de rebelión; la
palabra «amotinarse» quiere decir «reunirse tumultuosamente». Son los gentiles
lo que están en la mira («gentes» y «pueblos» en el versículo 1) y se rebelan
contra Dios y su gobierno. Los reyes dirigen la rebelión de sus naciones y
todos se resisten a Dios y a Cristo. Por supuesto, esta voz se ha oído a través
de los siglos, pero se oye con más fuerza en estos últimos días.
Como nunca antes hay una voz unida
de rebelión contra el gobierno de Dios y de Cristo. ¿Qué quieren las naciones?
¡Libertad del gobierno de Dios! «Rompamos sus ligaduras». De acuerdo a Génesis
10.5 Dios dividió a los pueblos gentiles en tierras y naciones; véanse también
Hechos 17.26 y Deuteronomio 32.8.
La historia nos muestra que las
naciones gentiles han rechazado al pueblo de Dios (Israel), la Palabra de Dios
y al Cristo de Dios. Las naciones no quieren someterse al gobierno de Dios.
Como el orgulloso Nabucodonosor, quieren salirse con la suya y rehúsan admitir
que Dios rige los asuntos de los hombres. Véanse Daniel 4.28–37. Esta rebelión
gentil se hizo más feroz con el establecimiento de la Iglesia (Hch 4.23–30).
Pero en los últimos días tendrá su completo cumplimiento conforme los «reyes de
la tierra» se unan para luchar contra Dios (véanse Ap 1.5; 6.15; 16.12–16;
17.2; 18; 19.11–21).
II. LA VOZ DEL PADRE
(2.4–6)
¿Cómo responde Dios a las amenazas
de los hombres? ¡Se ríe! Es la voz santa de burla, porque Dios es más grande
que el hombre y no tiene por qué temer los arrogantes ataques de reyezuelos.
Dios no habla hoy en juicio; habla en gracia desde la cruz. Pero viene el día
cuando Dios será «el que ríe último» (Sal 37.1–15; 59.1–8). ¿Recuerda cómo el
orgulloso Senaquerib desafió a Dios y a los judíos y de súbito fue eliminado?
(2 R 19). Esto ocurrirá de nuevo cuando Dios decida tratar con juicio a las naciones
del mundo.
Hay también la voz de ira (v. 5).
Podemos decirlo de nuevo: hoy Dios no habla en ira; habla por medio de su Hijo
en gracia (Heb 1.1–2); un día, no obstante, enviará su ira sobre las naciones
del mundo. La palabra «furor» significa «ira feroz». Esta es la tribulación,
descrita en detalle en Apocalipsis 6–19. Será un tiempo de terrible juicio
sobre la tierra, el mar, los cielos, el mundo de la naturaleza, los pueblos y
naciones. Millones de personas morirán debido a plagas y desastres enviados desde
el cielo. Durante el período de la tribulación la nación de Israel será
«purgada» para preparar un remanente de creyentes para el regreso de Cristo que
establecerá su reino desde Jerusalén. Multitudes serán salvas durante este
tiempo, pero muchos sellarán su decisión con sus vidas.
Finalmente, la voz de Dios es una
voz de declaración (v. 6); Dios ha puesto («ungido») a su Rey sobre su monte
santo. Este es Cristo (Is 9.6–7; Dn 7.14). Aun cuando no está todavía sentado
en su trono de gloria, ni sobre el trono de David, está sentado a la diestra
del Padre; ¡y su trono es tan cierto como la Palabra del Padre! Hoy Cristo es
el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (Heb 6.20–7.17). Intercede por
los suyos. Un día volverá en gloria y se sentará en el trono para juzgar y
regir a las naciones (Mt 25.31–46).
III. LA VOZ DEL HIJO (2.7–9)
Cristo habla en estos versículos y
nos dice lo que el Padre le dijo en su decreto eterno. Qué bueno saber que Dios
ha decretado el cumplimiento de su plan y que el hombre no estorbará la obra de
Dios.
«Mi hijo eres tú; yo te engendré
hoy». ¿Cuándo le dijo el Padre esto al Hijo? No al nacer en el mundo, sino al
salir de la tumba. Léase con cuidado Hechos 13.28–33. Cristo fue «engendrado» a
partir de la tumba virgen a una vida gloriosa del poder de la resurrección.
(Este versículo se cita de nuevo en Heb 1.5 y 5.5.)
Debido a su victoria sobre el
pecado y la muerte, a Cristo se le ha dado una herencia; Véanse Hebreos 1.4–5.
Usted recordará lo que el Padre dijo en el bautismo del Hijo: «Este es mi Hijo
amado» (Mt 3.17). Lo repitió en la transfiguración cuando Jesús iba a enfrentar
su muerte en la cruz (Mt 17.5). Jesús tiene a todas las naciones como su
herencia debido a su obra fiel en la cruz. Sin embargo, Satanás le ofreció
estos mismos reinos sin la cruz; Véanse Mateo 4.8–10. Jesús pudo haber recibido
las naciones sin sufrimiento si se hubiera sometido a la voluntad del diablo,
pero entonces se hubiera colocado fuera de la voluntad del Padre. (Por
supuesto, era imposible que Cristo pecara, pero la tentación era todavía igual
de real.) Satanás le ofrecerá estos reinos al anticristo y este gobernará las
naciones por un breve tiempo. Véanse Apocalipsis 13.1–10.
¿Cuándo recibirá Cristo «los
confines de la tierra» como posesión suya? Cuando vuelva a la tierra en poder y
gloria; Véanse Apocalipsis 19.11–21. Hay referencias al Salmo 2.9 en
Apocalipsis 12.5 y 19.15; y en Apocalipsis 2.26–29 se nos dice que los
cristianos reinarán con Él. Véanse también Daniel 2.42–44.
IV. LA VOZ DEL ESPÍRITU (2.10–12)
Los tres versículos finales son
una apelación del Espíritu a los hijos de los hombres, para que se sometan
ahora a Jesucristo. El Espíritu apela a cada aspecto de la personalidad:
A. LA MENTE (V. 10).
«Sed prudentes, Admitid
amonestación». El «consejo de malos» (Sal 1.1) los ha descarriado.
La sabiduría del mundo es necedad
para Dios (1 Co 1.18–31). Nuestro mundo se jacta de su conocimiento y parece
que hay más conocimiento que nunca antes, pero también parece haber menos sabiduría.
La sabiduría de Dios se halla en su Palabra, sin embargo los reyes y
gobernantes no quieren la Palabra de Dios.
B. EL CORAZÓN (V. 11).
«Servid a Jehová». En lugar de
rebelarse y resistirle, la gente debería postrarse ante Cristo y servirle. Al
rendirse a Cristo, un gozo reverente vendrá como resultado.
C. LA VOLUNTAD (V. 12).
«Honrad al Hijo» implica rendirle
honor, mostrar sumisión amorosa a Él. La honra habla de amor y reconciliación.
Dios ha reconciliado al mundo por la cruz de Cristo (2 Co 5.14–21); la justicia
y la paz se besaron en la cruz (Sal 85.10). Ahora Dios puede salvar a los
pecadores perdidos y todavía afirmar su ley santa. Es trágico que la mayoría en
el mundo diga: «¡No queremos que este reine sobre nosotros!» Cuando Jesús
vuelva, los obligarán a postrarse ante Él (Flp 2.10–11), pero entonces será demasiado
tarde. Todo lo que Dios tiene que hacer es inflamar su ira «de pronto», ¡y los
pecadores perecen! ¿Qué pasará cuando su ira arda sobre esta tierra en gran
juicio?
El Salmo 1 empieza con una
bienaventuranza; el Salmo 2 concluye con: «Bienaventurados todos los que en Él
confían». «Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Hch 2.21).
8
Escondido en esta hermosa
descripción poética del lugar del hombre en la creación, yace mucha enseñanza
práctica para la gente de hoy. Con la ayuda de las referencias al Salmo 8 del
NT, descubriremos algunas de las lecciones que se hallan aquí.
I. EL ESCENARIO HISTÓRICO
Usted habrá notado que hay dos
tipos de inscripciones en los salmos: históricas y musicales. Por ejemplo, al
principio del Salmo 8 leemos: «Al músico principal; sobre Gitit. Salmo de
David». Gitit significa «lagar»
y quizás se refería al uso del salmo durante la temporada de la cosecha. Sin
embargo, algunos estudiosos han concluido que las direcciones musicales
pertenecen al final del salmo precedente, como se ve en Habacuc 3. Esto
significa que Mut-labén al
principio del Salmo 9 realmente pertenece al final del Salmo 8.
El término Mut-labén significa «la muerte del hijo» o «muerte del paladín»,
y podría referirse al episodio cuando David mató a Goliat (1 S 17). Es fácil
ver al joven David solo con Dios aquella noche después de matar al gigante,
mirando a los cielos y maravillándose de la preocupación de Dios por los suyos.
David no era sino un «niño y de los que maman» comparado al gigante, sin
embargo Dios lo usó para silenciar al enemigo. Nótese que en 1 Samuel 17.4 a
Goliat se le llama «paladín» y que con arrogancia desafió a los temerosos
judíos durante cuarenta días (17.16). Cuando David se ofreció a silenciar al
enemigo, Saúl dijo: «Eres un muchacho» (17.33); un bebé, un niño de pecho.
Nótese otro paralelo entre 1 Samuel 17 y el Salmo 8 en «las aves del cielo» y
«las bestias del campo» (1 S 17.44 y Sal 8.7–8). También el Salmo 8 glorifica
«el nombre de Jehová» (8.1, 9) y David derrotó a Goliat en «el nombre de
Jehová» (17.45).
Aquí tenemos al joven David
alabando al Señor por la gran victoria que le dio. «¿Qué es el hombre, para que
tengas de él memoria?» ¿Por qué le iba Dios a prestar atención a un muchacho
pastor?
Qué maravilloso tipo de Jesucristo
vemos en David:
(1) ambos
nacieron en Belén;
(2) ambos eran
pastores;
(3) a ambos los
rechazaron temporalmente sus hermanos;
(4) ambos
enfrentaron a un enemigo en el desierto y ganaron;
(5) ambos fueron
al exilio antes de ser reyes;
(6) ambos tomaron una esposa en el exilio; y:
(7) a ambos los
amaron, porque el nombre David significa «amado».
II. EL SIGNIFICADO DOCTRINAL
Cada vez que se cita un salmo en
el NT y se aplica a Cristo, es uno mesiánico. El Salmo 8 se aplica a Cristo en
varios lugares del NT: Mateo 21.16; Hebreos 2.6–8; 1 Corintios 15.27; y Efesios
1.22.
Léase estas referencias con
cuidado, especialmente Hebreos 2.
La principal enseñanza del Salmo 8
en Hebreos 2 y 1 Corintios 15 es esta: Cristo ha recuperado todo lo que Adán
perdió debido al pecado. Cristo ha sido exaltado por sobre los cielos y de este
modo ha glorificado el nombre de Dios (Ef 1.19–23; Heb 1.1–3). La gloria de
Dios no habita más en una tienda ni en un templo; está «por sobre los cielos»
en Cristo y en los corazones de los creyentes.
Cuando Cristo ministraba en la
tierra, ni reyes ni sacerdotes lo alabaron; los niños fueron los que lo alabaron
en el templo.
Léase con cuidado Génesis 1.26–28
y nótese que Dios le dio al hombre dominio sobre los peces, las aves y el
ganado. En realidad el hombre fue hecho «poco menor que Dios» y fue nombrado el
delegado de Dios en la tierra. Pero cuando Adán pecó, perdió ese dominio.
Romanos 5 destaca que hubo un cambio de «reyes»: la muerte reinó (5.14, 17) y
el pecado reinó (5.21), pero Adán no reinó más. En lugar de ser un rey, ¡Adán
se convirtió en esclavo!
Cuando Cristo vino a la tierra,
ejerció el dominio que Adán había perdido. Cristo ejerció dominio sobre los
peces (Lc 5.1–6; Mt 17.24–27; Jn 21.1–6), las aves (Lc 22.34) y las bestias (Mc
1.13; 11.17).
Hoy en día, nadie en la tierra
puede controlar la naturaleza como Él la controlaba. Cuando Jesús vino a la
tierra, era Dios «visitando» a los hombres (Sal 8.4 con Lc 1.68, 78). Nótese
que David describe una escena nocturna (v. 3), porque sin duda era noche espiritual
cuando Jesús vino a la tierra. Pero al humillarse a sí mismo y convertirse en
siervo y morir en la cruz, Jesús glorificó a Dios y compró la salvación de las
personas perdidas y de un mundo perdido. Hebreos 2.8 destaca que aún no vemos
toda la naturaleza sujeta al hombre. Aún existen inundaciones, terremotos y
plagas. Sí, ¡pero vemos a Jesús! (Heb 2.9). Y el hecho de que murió por
nosotros es toda la seguridad que necesitamos de que un día, cuando Él regrese,
su pueblo reinará sobre una tierra renovada.
Un pensamiento final: La obra de
Cristo en la cruz no sólo deshizo el pecado de Adán y nos puso de nuevo donde
estaba Adán. Más bien, nos dio mucho más: nos hizo semejantes a Cristo. Nótese
la repetición de «mucho más» en Romanos 5.9–21.
III. LA VIDA PRÁCTICA
A. ALABANZA.
Si David tenía razón para alabar a
Dios por su posición y su victoria, cuánto más nosotros debemos alabarle.
¿Quiénes somos nosotros para que Dios nos visite? ¿Quiénes somos para que
Cristo muriera por nosotros y nos llevara con Él más allá de los cielos?
B. POSICIÓN.
Este salmo exalta la dignidad del
hombre. El versículo 5 debería decir: «Le has hecho un poco menor que Dios». El
hombre es sin duda la más grande de las creaciones de Dios, porque fue hecho «a
imagen de Dios». Debido a que la enseñanza moderna ha rebajado al hombre al
nivel de animal y ha rechazado la imagen de Dios, el mundo está en caos.
Santiago 3.9 nos recuerda que trataremos mejor a los demás si recordamos que
están hechos a imagen de Dios. No sorprende que haya tanto desorden civil,
tanta brutalidad. Hemos destronado a Dios y degradado a la humanidad. Nunca
olvidemos nuestra obligación como criaturas hechas a imagen de Dios, y nuestra
más grande obligación como santos siendo renovados en esta imagen por medio de
Cristo (Col 3.9–10; Ro 8.29).
C. PODER.
Cristo nos ha dado dominio; esto
quiere decir que reinamos como reyes. Podemos reinar en la vida a través de
Cristo (Ro 5.17), obteniendo victoria sobre el pecado y la tentación. Reinamos
en la muerte (1 Co 15.54–57), porque la muerte ya no tiene dominio sobre
nosotros. Reinaremos en su reino aquí en la tierra, nuestro lugar de servicio
se determinará de acuerdo a nuestra vida y fidelidad aquí ahora (Mt 25.14–30;
Lc 19.12–27). Finalmente, reinaremos con Él por siempre jamás.
D. PROMESA.
Este salmo aclara que Dios está
interesado en la creación, y la interpretación de Hebreos 2.6–9 indica que
Cristo un día libertará a la creación de la esclavitud del pecado. Véanse
Romanos 8.18–24.
Esto incluirá «la redención de
nuestro cuerpo» (Ro 8.23) cuando veremos a Cristo y seremos semejantes a Él (1
Jn 3.1–3; Flp 3.20–21). El hecho de que Jesucristo está hoy en el trono es
prueba de que un día toda la creación será redimida. ¡Qué promesa gloriosa!
Por supuesto, el Salmo 8 se aplica
sólo a los creyentes en Jesucristo. El inconverso puede admirar la creación de
Dios, la obra de sus dedos (v. 3), pero los salvos han experimentado el poder
de su brazo. «¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha
manifestado el brazo de Jehová? (Is 53.1).
Qué maravilloso es que Dios visite
esta tierra para salvación, pero un día la visitará en juicio. ¿Ha confiado en
Cristo como su Salvador? ¿Permite que Él gobierne y reine en su vida?
19
La revelación de Dios al hombre es
el tema de este salmo. Al fin y al cabo, es asombroso que Dios nos hable. Las
personas son pecadoras y no desean escuchar a Dios y, sin embargo, Él en su
gracia continúa hablando. Dios nos habla de tres maneras:
I. HABLA EN LOS CIELOS (19.1–6)
La sabiduría de Dios, su poder y
gloria se ven en su creación. La ciencia moderna nos hace estudiar las «leyes
naturales» y deja a Dios fuera, pero el salmista al mirar las maravillas de los
cielos y la tierra veía a Dios. Véanse también los Salmos 8 y 29, así como
Isaías 40.12–31. Jesús vio la obra de las manos del Padre en los lirios y en
las aves (Mt 6.24–34). Tanto de día como de noche la creación de Dios habla (v.
2), pero su palabra no la escucha el oído humano.
El versículo 3 debería leerse: «No
hay palabra ni lenguaje donde su voz no se oye». Oímos la voz de Dios en la
creación al ver su sabiduría y poder. Es cierto que entidad tan compleja como
nuestro universo (y los universos más allá del nuestro) exige un Creador y
sustentador. Creer que el universo evolucionó de la nada y se arregló por sí
mismo de esta manera ordenada es necedad.
La creación habla un lenguaje
universal a todas las naciones (vv. 3–4). Es este hecho lo que Pablo usó en
Romanos 1.18–32 para demostrar que todas las personas en todas partes están
bajo la ira de Dios. «¿Están perdidos los paganos?», es una pregunta que se
hace a menudo, y la respuesta es: «Sí». ¿En base a qué si nunca han oído el
evangelio? En base a la revelación de Dios en la creación. El pagano ve el
poder y sabiduría de Dios, su «deidad eterna», en la creación y sabe que tiene responsabilidad
hacia Él. Pablo usa el Salmo 19.4 de nuevo en Romanos 10.18.
La naturaleza le predica mil
sermones al día al corazón humano. Cada día empieza con luz y pasa a la
oscuridad, de estar despierto a dormir, un cuadro de la vida sin Dios. Cada año
pasa de la primavera al invierno, de la vida a la muerte. Vemos que se corta la
hierba (Is 40.6–8), que se derriban los árboles (Lc 13.6–9; Mt 3.10), el fuego
que destruye la cizaña (Mt 13.40–42). Las actividades de la naturaleza, bajo la
mano de Dios, son lecciones objetivas para el corazón de los pecadores pero,
tristemente, muchos no quieren ver ni oír. El pecador perdido, dondequiera que
esté en este globo, está condenado delante del trono de Dios.
II. HABLA EN LAS ESCRITURAS (19.7–11)
Los cielos declaran la gloria de
Dios y las Escrituras su gracia. Véanse Hebreos 1.1–3. Esta ley, testimonio,
mandamiento, palabra, por supuesto, es una revelación personal de Dios, porque
el nombre que se usa no es «Dios» sino «Jehová», o sea, el Señor. Este es el
nombre personal de Dios, el nombre del pacto.
A. LO QUE ES LA BIBLIA.
(1) LA PERFECTA LEY. No hay error
en la Biblia, ya sea en cuanto a hecho histórico o verdad espiritual. Por
supuesto, la Biblia narra las mentiras de los hombres o de Satanás, pero el
mensaje total de la Biblia es el de la verdad. Véanse Salmos 119.128 y 160.
(2) EL TESTIMONIO FIEL. La Palabra no
cambia; es firme y permanente, Salmo 119.89. Es el testimonio de Dios al
hombre, su testigo de lo que es verdadero y correcto. Véanse Mateo 5.18.
(3) EL PRECEPTO RECTO. «Precepto»
significa «estatuto, reglas para la vida diaria». Algunas reglas son equivocadas;
la Palabra de Dios es recta. Obedecer la Palabra trae bendiciones a la vida
diaria.
(4) EL MANDAMIENTO PURO. Véanse Salmos
12.6; 119.140; Proverbios 30.5. Los «libros sagrados» de algunas religiones son
cualquier cosa menos puros, pero la Palabra de Dios es pura, incluso cuando se refiere
al pecado. Nada en la Biblia, bien entendida, puede conducir a la persona a
pecar.
(5) EL LIMPIO
TEMOR DE JEHOVÁ. La frase «el temor de Jehová» (v.
9) es otra referencia a «la ley», puesto que la Palabra de Dios produce
reverencia hacia Dios. Véanse Deuteronomio 4.10; Salmo 110.10. Temer a Dios
hace limpia a la persona; adorar ídolos paganos la ensucia.
(6) JUICIOS
VERDADEROS, JUSTOS. Las evaluaciones de Dios respecto
al hombre y las cosas son verdad; Él conoce todo completamente. Vale la pena
que el cristiano crea lo que Dios dice y no dependa de su propia evaluación. Lot
cometió esta equivocación y lo perdió todo.
(7) MEJOR QUE
ORO. Qué tesoro es la Biblia (Sal 119.72; Pr 8.10;
16.16).
(8) MÁS DULCE
QUE LA MIEL (SAL 119.103). El cristiano espiritual no
necesita cosas artificiales de este mundo para su satisfacción; la Palabra
sacia el apetito espiritual.
B. LO QUE LA BIBLIA HACE.
(1)
CONVIERTE. Esto Es Lo Mismo Que «Restaura» O «Conforta» En El
Salmo 23.3. La Palabra Convierte Al Pecador De Sus Caminos Y Restaura Al Santo
Cuando Se Desvía. Refresca Y Sana.
(2) HACE
SABIO. Léanse Salmo 119.97–104; Isaías 8.20; Jeremías 8.9;
Colosenses 1.9; Santiago 1.5.
(3) REGOCIJA. El Creyente
Espiritual Halla Gozo En La Palabra (Jer 15.16).
(4) ALUMBRA. «La
Exposición [Manifestación] De Tus Palabras Alumbra» (Sal 119.130).
(5)
PERMANECE. Otros Libros Desaparecen Y Los Olvidan, Pero La
Palabra De Dios Permanece. ¡Muchos Martillos Se Han Gastado Contra El Yunque De
La Palabra De Dios!
(6)
ENRIQUECE. Es Mejor Que Oro O Plata (Pr 3.13–15).
(7)
SATISFACE. La Miel Satisface Al Cuerpo; La Palabra Satisface El
Alma.
(8) ADVIERTE. Es Mejor
Prevenir El Pecado Y Evitar Los Problemas, Que Confesar El Pecado Y Tratar De Remediar
Errores. Saber La Palabra Y Obedecerla Guía Al Creyente Por La Senda Segura.
Véanse Proverbios 2.
(9)
RECOMPENSA. El Dinero No Puede Comprar Las Recompensas De Una
Vida Santa: Una Conciencia Limpia, Un corazón puro, gozo, paz y la oración
contestada.
Nótese que el versículo 11 dice
que hay recompensa en guardar
la Palabra, no por guardarla.
La recompensa viene al hacer: «Este será bienaventurado en lo que hace» (Stg 1.25).
III. HABLA EN EL ALMA (19.12–14)
Nadie puede comprender su corazón
(Jer 17.9). Necesitamos el espejo de la Palabra para revelarnos nuestros
pecados (Stg 1.22–25). El salmista concluye pidiéndole a Dios que le revele sus
pecados secretos; Véanse el Salmo 119.23–24. La ley del AT proveía para los
pecados de ignorancia (Lv 4–5; Nm 15.22). Pero no había sacrificio para los
pecados de abierta rebelión y desacato; Véanse Números 15.30–31. David no sólo
pide ser limpiado de las faltas secretas, sino que se le restrinja para no
meterse de cabeza en el pecado abierto. «Velad y orad, para que no entréis en
tentación». Esta clase de abandono impío al pecado conduce a la esclavitud y el
pecado se convierte en el amo de la vida.
Romanos 6 nos dice que el pecado
no debe dominarnos. Por supuesto, es al permitir que la Palabra de Dios
controle nuestras vidas que obtenemos la victoria sobre el pecado. Por «gran
rebelión» en el versículo 13 el salmista parece querer decir el «pecado de
muerte» o la rebelión continua contra Dios que trae su ira. Es por una
acumulación de pecaditos secretos del versículo 12 que la persona poco a poco
se mete en gran pecado. Es importante que los cristianos confiesen sus pecados
inmediatamente y le permitan a la Palabra de Dios y a la sangre de Cristo que
limpien sus corazones.
La oración del versículo 14
debería estar en nuestros labios y corazones todo el día. La meditación del
corazón controla las palabras de la boca (Mc 7.14–23). Aquí la palabra «meditación»
representa un músico rasgando las cuerdas del arpa. ¿Quién controla la música
de su corazón, Dios o Satanás? La meditación es al corazón lo que la digestión
al cuerpo; es ingerir la Palabra de Dios y hacerla parte de nuestro ser
interior. Conforme el corazón y la mente piensan en la Palabra de Dios todo el
día, el Espíritu guía la vida. Esto es lo que significa andar en el Espíritu
(Gl 5.16) y tener una mente espiritual (Ro 8.1–8).
¿Es su Biblia para usted todo lo
que Dios quiere que sea? Lea este salmo de nuevo y pídale a Dios que le
capacite para amar la Palabra, vivirla y obedecerla; y Él le bendecirá.
22, 23, 24
Estos tres salmos familiares y
amados presentan a Cristo como el Pastor, cada uno enfatiza un aspecto diferente
de su persona y obra. El Salmo 22 muestra a Cristo como el Buen Pastor que
muere por las ovejas (Jn 10.11); el Salmo 23 como el Gran Pastor que cuida a
las ovejas (Heb 13.20–21); y el Salmo 24 como el Príncipe de los pastores que
viene por las ovejas (1 P 5.4). En otras palabras, Cristo murió por nosotros
(pasado), Cristo vive por nosotros (presente) y Cristo vendrá por nosotros
(futuro).
I. EL BUEN PASTOR (22)
Este salmo presenta la crucifixión
de Cristo en los versículos 1–21 y su resurrección en los versículos 22–31. Puesto
que los judíos no sabían de la crucifixión en tiempos de David, esta descripción
vívida de la muerte de Cristo en la cruz sólo se pudo escribir mediante la
inspiración del Espíritu. Es interesante contrastar las dos secciones de este
salmo. En los versículos 1–21 vemos el sufrimiento y crucifixión de Cristo,
mientras que en los versículos 22–31 vemos su gloria y resurrección. El primer
pasaje muestra dolor y oración; el segundo alabanza y promesa. El primero muestra
a Cristo en medio de sus enemigos; el segundo a Cristo en medio de su Iglesia.
No es difícil ver el cumplimiento
de este capítulo en el relato de la cruz del NT:
v. 1: Mateo 27.46; Marcos 15.34.
Cristo habló estas palabras.
v. 2: Luz y tinieblas alternadas;
Mateo 27.45.
vv. 6–8: El oprobio del pueblo;
Mateo 27.39–44
vv. 11–12: No se le ofreció ayuda;
Mateo 27.56
v. 16: Manos y pies horadados;
Mateo 27.35
v. 17: La gente le contemplaba;
Lucas 23.35
v. 18: Echaron suerte sobre sus
vestidos; Juan 19.23–24
En el versículo 22 la escena
cambia y entramos a la resurrección. Véanse en Hebreos 2.11–12 la explicación
del NT respecto a esto. Cristo no está en la cruz; está en medio de sus
hermanos (la Iglesia) declarando la gloria de Dios. El versículo 24 debe leerse
en conexión a Hebreos 5.7. Esta sección final está llena de alabanza: en la
Iglesia (v. 22), en Israel (vv. 23–26) y entre los gentiles (vv. 27–31). El versículo
31 concluye: «Él hizo esto»; un paralelo con las palabras de Jesús: «Consumado
es». Debido a la obra de Cristo en la cruz, se ha conseguido la salvación y
todo el que viene a Él por fe será salvo.
II. EL GRAN PASTOR (23)
Hebreos 13.20–21 nos informa que
hoy Jesús es el Gran Pastor que cuida sus ovejas. Nosotros somos sus ovejas y
conforme le seguimos, Él nos ministra. Cristo no sólo murió por nosotros;
resucitó y vive por nosotros. Es el Gran Pastor, el Gran Sumo Sacerdote. «Nada
me faltará» es el tema del Salmo 23. No me faltará: descanso y refrigerio (v.
2), restauración y justicia (v. 3), protección en los problemas (v. 4),
provisión en el desierto (v. 5) y un hogar a donde ir al final del día (v. 6).
Por supuesto, el cuadro que hay
aquí es el de un pastor oriental y su rebaño. Tal pastor conocía a cada oveja
por nombre. El pastor va delante de las ovejas y se asegura de que no se
acerquen al peligro (Jn 10.27–28). Las ovejas nunca tienen que preocuparse
cuando siguen al pastor, porque él las protegerá y proveerá para ellas. Incluso
cuando atraviesen un valle peligroso (v. 4), el pastor está junto a ellas y más
allá del valle está la casa del descanso. Al final del día el pastor conduce al
rebaño de regreso al redil y se pone a la puerta para examinar a cada oveja
mientras entra. Si ve a alguna lesionada o fatigada, derrama sobre ella aceite
refrescante para calmarla y sanarla, y le da a beber agua fría. ¡Cuánta gracia
tiene nuestro Pastor para cuidarnos!
Cada uno de los nombres de Dios en
el AT se ven en este salmo: Jehová-Jireh,
«el Señor proveerá»
(Gn 22.13–14); Jehová-Rafah, «el Señor sana» (Éx
15.26); Jehová-shalom, «el
Señor es nuestra paz»
(Jue 6.24); Jehová-Sidkenu, «el Señor es nuestra
justicia» (Jer 23.6); Jehová-sama, «Jehová
allí» (Ez 48.35); Jehová-nisi, «el
Señor es nuestra bandera» (Éx 17.8–15); y Jehová-rá-ah, «el Señor es mi pastor» (Sal 23.1). En otras
palabras, Jesucristo es para sus ovejas todo lo que ellas necesitarán. Como el
niño pequeño dijo equivocándose al repetir este salmo: «Jehová es mi pastor,
¿qué más puede faltarme?»
III. EL PRÍNCIPE DE LOS PASTORES (24)
La tradición judía dice que este
salmo se escribió para conmemorar el regreso del arca a Jerusalén por órdenes
de David (1 Cr 13–15). Quizás lo cantaban diferentes coros o solistas, cada uno
respondiendo al otro. El coro cantaría los versículos 1–2, una voz respondería
con el versículo 3 y luego otra voz respondería con el versículo 4. Entonces el
coro cantaría los versículos 5–6. A medida que el pueblo entraba por las
puertas de la ciudad, el coro cantaría los versículos 8–9 y entonces la voz preguntaría
de nuevo: «¿Quién es este Rey de gloria?» Luego todo el grupo exclamaría:
«¡Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria!» ¡Qué hermoso espectáculo
debe haber sido!
Pero una maravilla incluso mayor
espera a Jerusalén cuando el Príncipe de los pastores, Jesucristo, aparezca
para reclamar el trono de David. Este salmo describe la venida del Rey a Sion; Véanse
Apocalipsis 19.11–16. Esta tierra presente está bajo la influencia del pecado y
de Satanás. A pesar de que es del Señor por creación y redención, aún no se ha
libertado de la esclavitud. Pero gracias a Dios, un día Jesús regresará a la
tierra para reclamar su herencia. Entonces la tierra será llena de la gloria
del Señor.
La pregunta del versículo 3 es
importante: ¿quién es digno de reinar sobre la tierra desde el monte de Sion?
Esto nos recuerda Apocalipsis 5 donde se pregunta: «¿Quién es digno de abrir el
libro y desatar sus sellos?» Sólo hay una respuesta: Jesucristo el Hijo de
Dios. El Salmo 24.4 lo describe como el Hombre Perfecto, el Rey Perfecto. David
no tenía limpias las manos, porque asesinó a un hombre; ni tampoco tenía un
corazón puro, porque cedió a la lujuria y cometió adulterio. Elevó su alma a
vanidad y orgullo cuando censó al pueblo. Salomón no calificaría, porque fue un
idólatra. Incluso el gran rey Ezequías cayó debido a su orgullo. No, el único
rey que califica es Jesucristo.
Cuando Jesucristo reclame a
Jerusalén, vendrá como alguien listo para la batalla (v. 8), porque habrá
derrotado a las naciones del mundo en el Armagedón (Ap 19.19–21). Antes que
Jesús naciera se le prometió que se sentaría sobre el trono de David (Lc
1.30–33). Hoy está sentado en el trono de su Padre (Ap 3.21), pero cuando
vuelva a esta tierra en juicio y gloria, reclamará el trono de David y reinará
sobre la casa de Jacob. Por supuesto, primero regresará en el aire para llevar
a la Iglesia al cielo (1 Ts 4.13–18). Luego seguirán siete años de terrible
tribulación sobre la tierra, «el tiempo de la aflicción de Jacob». Cuando
Satanás y sus diabólicos asociados hayan hecho lo peor que pueden, Jesucristo
volverá para juzgar y librará al mundo del mal. Entonces habrá una tierra
renovada, un Israel restaurado y un reino justo por mil años (Ap 20.1–5).
Si Cristo es su Buen Pastor debido a que le ha
recibido como Salvador, permítale ser su Gran
Pastor que guía y bendice su vida. Entonces cuando Él vuelva como el Príncipe de los pastores, estará listo para recibirle.
32 Y 51
El antecedente de estos salmos es
2 Samuel 11–12. David deseó la mujer de su prójimo, cometió adulterio,
emborrachó al esposo, le mandó matar y luego escondió todo el asunto al menos
por un año.
No era un jovencito cuando cayó en
estos pecados; era un hombre maduro, gobernando un gran reino. «El que piensa
estar firme, mire que no caiga» (1 Co 10.12). El Salmo 51 fue la oración de
confesión de David y el Salmo 32 su canto de perdón. Léase en 1 Juan 1.5–2.2 la
provisión de Dios para la limpieza.
I. LA ORACIÓN DE CONFESIÓN DE DAVID (51)
Esta es una oración muy personal;
nótese con cuánta frecuencia David usa «yo», «mí» y «mi pecado». Sus ojos no
están sobre algún otro; están sobre él y en el Señor.
A. EL COSTO DE PECAR.
Caer en la lujuria y el adulterio
parecen ser actos momentáneos, pero qué tremendo precio pagó David. (Es
posible, sin embargo, que David «planeó pecar» cuando volvió de la batalla a la
casa.)
Como lo veremos en el Salmo
32.3–4, David pagó físicamente por sus pecados y se enfermó. Pero el costo
espiritual también fue grande. Perdió la pureza de corazón (vv. 1–2) y por consiguiente
necesitaba que le lavaran y limpiaran (v. 7). Nótense las palabras que usó aquí
para el pecado: transgresiones quiere decir actos de rebelión, desafiarlo
cruzando la línea que Él ha trazado; iniquidad significa corazón torcido,
perversidad; pecado significa errar el blanco, fracasar al no satisfacer la norma
de Dios. El versículo 17 sugiere que el corazón de David no sólo se contaminó,
sino que también se endureció.
Cuando albergamos el pecado, este
endurece el corazón. Los ojos de David también quedaron afectados; todo lo que
veía eran sus pecados (v. 3). Por lo general, los que tienen la conciencia
sucia están a la defensiva, preguntándose cuánto sabrán los demás. El pecado
también afectó sus oídos, porque perdió el sonido del gozo y la alegría (v. 8).
Nada le suena bien a alguien que está fuera de la comunión con Dios. Incluso
los labios de David se afectaron, porque ya no podían testificar ni siquiera
cantar alabanzas a Dios (vv. 13–15). Nada cierra la boca del cristiano como el pecado
sin confesar. Su mente quedó afectada, porque suplicaba sabiduría (v. 6). El
ser interior (corazón y espíritu, v. 10) estaba fuera de la comunión con Dios
(v. 11) y no había alegría. Dios no retira su Espíritu Santo cuando pecamos (Jn
14.16), pero sí entristecemos al Espíritu y por consiguiente perdemos su
comunión y ayuda (Ef 4.30–32). ¡Nunca olvidemos el alto costo de pecar!
B. EL COSTO DE CONFESAR EL PECADO.
La verdadera confesión incluye el
arrepentimiento, un sincero cambio de modo de pensar. Durante el año que David
escondió sus pecados pensó que podría «salirse con la suya». Pero cuando Natán
le enfrentó a sus pecados, el corazón de David le reprendió y se arrepintió.
Hay una diferencia entre admitir los pecados y confesarlos. La confesión (1 Jn
1.9) literalmente significa decir lo mismo». Si decimos respecto a nuestros
pecados lo mismo que Dios dice respecto a ellos y en relidad lo queremos decir,
estamos confesando pecados. David incluso avanzó al admitir su naturaleza
pecaminosa, nacido en pecado (v. 5).
Tenga cuidado con la «confesión
barata». Orar sólo de labios para afuera: «Señor, he pecado, ¡perdóname!», no
es confesión. La verdadera confesión cuesta algo: un espíritu quebrantado y un
corazón contrito (v. 17). Esto no significa que debemos hacer penitencias y
ganarnos el perdón, sino significa que estamos tan quebrantados por nuestros
pecados que no podemos ocultarle nada a Dios.
C. EL COSTO DE LA LIMPIEZA DEL PECADO.
Las buenas obras no pueden limpiar
el pecado, ni siquiera las religiosas ni los sacrificios (vv. 16–17). Sólo la
sangre de Jesucristo puede limpiar los pecados (Heb 10.1–18; 1 Jn 1.7–2.2). El
perdón no es algo barato; le costó a Jesucristo su vida. Recibimos el perdón
debido a lo que Él ha hecho, no debido a nuestras oraciones o lágrimas. Dios
está dispuesto a borrar nuestros pecados (vv. 1, 9; Véanse Is 43.25) y
purgarnos completamente. Tan solo el alto costo de la limpieza debería hacernos
detestar el pecado y querer alejarnos de él.
II. LA ALABANZA DE DAVID PORQUE DIOS LO LIMPIÓ (32)
Pablo cita los primeros dos
versículos en Romanos 4.7–8, de modo que asegúrese de leer ese pasaje.
Literalmente David cantó: «Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido
perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa
de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño». David fue culpable de todo
esto: se rebeló contra la ley y no cumplió la norma de Dios; permitió que su
naturaleza torcida le controlara; y escondió con engaño todo el asunto durante
un año. Léase Proverbios 28.13 y aplíquelo al caso de David.
A. EL SILENCIO DE LA CONVICCIÓN (VV. 3–4).
¿Qué le ocurrió a David mientras
rehusó confesar sus pecados? Sufrió. Sufrió espiritualmente (como lo vimos en
el Salmo 51), pero también físicamente. Se envejeció. La mano de Dios al declararlo
culpable pesaba sobre él día y noche. Se «secó» como un arroyo en una sequía.
Algunas personas que acuden al médico para atender sus síntomas deberían acudir
al Señor para que se haga cargo de sus pecados. Esto no significa que toda
enfermedad se debe al pecado, pero sí significa que el pecado sin confesar
puede causar aflicción física. Véanse 1 Corintios 11.29–32.
B. EL GEMIDO DE CONFESIÓN (V. 5).
Literalmente: «Mi pecado te
declaré». Cuando Natán le habló (2 S 12.13), David inmediatamente confesó que
había pecado, pero luego, en privado, le permitió al Espíritu de Dios que
descubriera sus pecados uno por uno. La oración de David no fue una «confesión
general»; mencionó cada uno de sus pecados. Debido a ello, Dios le perdonó. Un
escritor ha dicho: «Mientras menos misericordia se tenga usted mismo, más
misericordia tendrá Dios de usted». Pablo dijo: «Si nos examinásemos a nosotros
mismos, no seríamos juzgados» (1 Co 11.31). Dios no nos perdona porque lo
lamentemos ni porque oremos; nos perdona cuando confesamos nuestros pecados
debido a que «Él es fiel y justo»: fiel a su promesa y justo en cuanto a la
cruz. Dios no nos hará pagar por pecados que Cristo ya ha pagado. Léase Romanos
8.31–39.
C. EL CANTO DE LIMPIEZA (VV. 6–7).
El suspirar de David se ha
reemplazado por cantar. Lo rodean «cantos de liberación»; y a dondequiera que
se vuelve, descubre cosas acerca de las cuales cantar. Solía ser que a
dondequiera que se volvía sólo veía sus pecados (51.3). Nos advierte que
debemos orar a Dios por perdón «en el tiempo en que pueda ser hallado». Esto
puede tener dos significados: en un tiempo cuando descubrimos nuestros pecados
y en uno cuando Dios puede ser hallado (Is 55.6–7). Si el creyente permite que
el pecado se acumule, Dios tendrá que intervenir y disciplinarle (Heb 12).
David ya no teme más, porque Dios es su refugio. Que vengan los problemas; no
tiene temor.
D. EL GRITO DE CONFIANZA (VV. 8–11).
Dios habla ahora a David y le
asegura que dirigirá sus pasos. «Él restaura mi alma; me guía por senderos de
justicia por amor de su nombre» (Sal 23.3, BLA). Dios quiere guiarnos, no con
vara de rigor, sino con sus ojos. Un hijo obediente observa los ojos de sus
padres, para ver cuál es su voluntad.
El cristiano debe estar siempre
bajo los ojos del Padre y vivir para agradarle. En el versículo 9 David habla
de dos extremos: el caballo que arranca hacia adelante impulsivamente y el mulo
que se retrasa con obstinación. Los cristianos deben evitar dichos patrones de
conducta. Debemos andar con el Señor un paso tras otro en obediencia y amor.
Los caballos y los mulos deben controlarse con frenos y cabestros «porque si
no, no se acercan a ti». Es triste, pero algunos cristianos deben tener «frenos
y cabestros» antes de que Dios pueda controlarlos. Pero la manera normal es que
Dios nos guíe con sus ojos sobre nosotros. Los animales sin entendimiento no
tienen comprensión, pero el pueblo de Dios puede comprender cuál es la voluntad
de Dios (Ef 5.15–17).
Después de que como cristianos
hemos pecado y sido restaurados, Satanás trata de socavar nuestra paz y
confianza. Empezamos a preocuparnos por el pasado y las consecuencias de
nuestra insensatez.
Sí, hay amargos frutos de la
desobediencia (¡y cómo lo encontró David!), pero los versículos 10–11 nos aseguran
que Dios protege y sostiene a los que le pertenecen. Los malos tendrán muchas
aflicciones y estas vienen a las vidas de los santos desobedientes, pero el
cristiano limpio experimenta la misericordia amorosa del Señor. No sorprende
que David concluya con un clamor. El pasado está perdonado, el presente es
gozoso y el futuro está seguro en las manos de Dios.
40
A este salmo se le ha llamado «el
salmo cristiano», porque mira hacia adelante al nacimiento de Cristo.
En Hebreos 10.5–10 se citan los
versículos 6–8 y se aplican a Jesucristo. Históricamente el salmo brotó de una
crisis en la vida de David. Estaba en «el pozo de la desesperación» y clamó a
Dios, y Él lo libró.
En la primera mitad (vv. 1–10)
David testifica de la misericordia de Dios y muestra su gratitud al consagrarse
de nuevo al Señor. En los versículos finales (vv. 11–17) David acude a Dios por
más ayuda puesto que nuevos enemigos le acechan. Cuánta fortaleza hay en el
versículo 17: «Jehová pensará en mí». Puesto que es un salmo mesiánico (un
salmo que habla de Jesucristo), queremos estudiar especialmente ese aspecto.
I. EL NACIMIENTO DE CRISTO (40.6–7)
Si lo desea, lea con cuidado
Hebreos 10.1–18. El capítulo empieza diciendo que Dios ha dejado a un lado
todos los sacrificios hebreos, los cuales nunca quitarían los pecados. En los
versículos 5–9 el escritor arguye que Cristo vino para hacer lo que dichos
sacrificios jamás podrían hacer. Pero para que Jesús muriera, tenía que venir a
la tierra como hombre en un cuerpo de carne (sin pecado, por supuesto). Al
venir al mundo el Hijo le dijo al Padre: «En el rollo del libro [las profecías
del AT] está escrito de mí».
Hebreos 10.5 cita al Salmo 40.6,
como «me preparaste cuerpo» en lugar de: «Has abierto mis oídos». Por supuesto,
el mismo Espíritu Santo que escribió la Palabra puede citarla, o ampliarla o explicarla
como quiera. Jesucristo vino en un cuerpo preparado; nació de la virgen María,
el Espíritu Santo lo concibió (Lc 1.26–38). Dios tiene cuatro maneras de hacer
un cuerpo:
(1) a partir del
barro, como en Adán;
(2) a partir del
hombre, como con Eva, Génesis 2.21–25;
(3) a partir de
una mujer casada con un hombre, como en todo nacimiento humano normal; y:
(4) a partir de
una mujer sin la intervención de un hombre, como en el nacimiento de Cristo.
Jesucristo vino en un cuerpo
preparado, un cuerpo que no estaba manchado por el pecado. Aun así sintió todas
las debilidades no pecaminosas de
la carne (hambre, dolor, cansancio, muerte), nunca participó de las debilidades
pecaminosas de la carne. Si
Jesús no hubiera tenido una naturaleza sin pecado, no pudiera haber sido el
Salvador del mundo.
Acerca de la frase «has abierto
mis oídos» véanse Éxodo 21.1–6 e Isaías 50.5. El judío del AT horadaba la oreja
del siervo que quería permanecer con él para siempre. Es un hermoso cuadro de entrega.
Nótese también que el nacimiento de Cristo estaba «escrito en el libro». La
primera promesa se halla en Génesis 3.15, donde Dios anunció que «la simiente
de la mujer» (no del hombre, por consiguiente, un nacimiento virginal)
derrotaría a la simiente de Satanás. Más adelante, Dios le anunció a Abraham
que el Salvador vendría mediante los judíos y luego reveló que vendría de la
tribu de Judá. Isaías 7.14 anunció el nacimiento virginal y Miqueas 5.2 informó
al pueblo que vendría de Belén.
II. LA VIDA DE CRISTO (40.8–10)
Estos versículos resumen
hermosamente lo que Jesús hizo: Amó, vivió y predicó la Palabra al pueblo.
Nadie pudo jamás acusar a Jesús de pecado; Véanse Juan 8.46. Los judíos
tuvieron que contratar mentirosos para que dieran falso testimonio contra Él en
su juicio. Incluso Judas (el cual hubiera tenido una buena excusa para acusar a
Cristo) admitió que era inocente (Mt 27.1–5). Jesús se deleitaba en la Palabra
y en la voluntad de Dios. En Juan 8.29 dijo: «Hago siempre lo que le agrada».
Su vida y sus labios magnificaban la rectitud y misericordia del Señor.
III. LA MUERTE DE CRISTO (40.6)
Vino en un cuerpo perfecto para
ser el sacrificio perfecto por los pecados. Para comprobar que en ninguna parte
del AT se nos enseña que la sangre de animales podía quitar pecados, léanse 1
Samuel 15.22, Salmo 51.16–17, Oseas 6.6 y Miqueas 6.6–7. Muchos judíos
confiaban en el sacrificio en lugar de mirar por fe al Señor. Cuán similar a
tantos miembros de la iglesia de hoy que confían en el bautismo o en la
membresía para ser salvos. El versículo 6 menciona cuatro clases de ofrendas:
(1) sacrificio, cualquier clase de ofrenda de sangre;
(2) ofrenda, las ofrendas sin sangre, como las de harina;
(3) holocausto, la ofrenda que es un cuadro de la total dedicación a
Dios; y:
(4) la ofrenda por el pecado, ofrenda
relacionada con el pecado de la persona.
Todas estas ofrendas del AT
(delineadas en Lv 1–5) representan la obra expiatoria de Jesucristo.
El holocausto es un cuadro de su
total rendición a Dios: «Me deleito en hacer tu voluntad».
La ofrenda de harina (Lv 2)
ilustra su perfecta naturaleza y nos recuerda que nos alimentamos de Él para
saciar el alma.
La ofrenda de paz (Lv 3)
representa la paz con Dios, una paz entre el pecador y el Salvador que constituyó
Jesús en la cruz (Col 1.20; 2 Co 5.18).
La ofrenda por el pecado (Lv 4) se
refiere al pecado en nuestra naturaleza, en tanto que la ofrenda por las
transgresiones (Lv 5) a los actos de desobediencia.
Cristo murió por nuestros pecados,
pero también condenó en la cruz nuestra vieja naturaleza y por lo tanto puede
darnos la victoria sobre el pecado (Ro 6–8).
Lo importante es esto: todas estas
ofrendas se cumplieron en Jesucristo. Con una ofrenda resolvió completa y
eternamente la cuestión del pecado. Lo que millones de ovejas y cabras jamás
harían, Jesucristo lo hizo en sus horas de agonía en la cruz. ¡Aleluya, qué
Salvador!
IV. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO (40.1–3)
Estos versículos describen la
liberación de David de algún problema, pero también ilustran la resurrección de
Cristo. Jesús descendió al pozo por nosotros; se hizo pecado por nosotros (1 P
2.24; 2 Co 5.21). Sin duda era un «pozo de la desesperación» cuando se
considera que Jesús llevó sobre su cuerpo sin pecado los pecados de la
humanidad de todas las épocas. Pero no se quedó en el abismo; Dios le levantó
de entre los muertos. Hebreos 5.7 sugiere algo del horror de la experiencia del
Getsemaní y del Calvario, y nos informa que Jesús oró a quien tenía poder para
«librarlo [sacarlo] de la muerte»
(no [eximirlo] de la muerte,
porque vino para morir). El Padre le contestó y le levantó de los muertos.
Cristo hoy está resucitado para nunca
más morir. Su obra ha concluido; sus pies están en la roca. El nuevo canto es
una canción de victoria y alabanza a Dios; Véanse el Salmo 22.22–25 y
compárense estos versículos con el Salmo 40.9–10. Él ha puesto a sus enemigos
bajo sus pies.
90
Puesto que Moisés es el autor de
este salmo, eso lo hace el más antiguo de los salmos. Quizás se escribió en
conexión con el fracaso de Israel en Cades-barnea (Nm 13–14). El pueblo
(excepto Josué y Caleb) rehusó seguir a Moisés y confiar en Dios. En vez de
entrar en la tierra por fe, volvieron en incredulidad y Dios los juzgó. Hizo
que la nación vagara cuarenta años por el desierto, hasta que murieran todos
los que tenían más de veinte años en Cades-barnea. Téngalo presente al leer el
Salmo 90, sobre todo los versículos 7–11, y cobrará un nuevo significado.
Este salmo es la reacción de
Moisés a la crisis; acudió a Dios en oración y buscó un lugar eterno de refugio
en Él. Años más tarde le diría a Israel: «El eterno Dios es tu refugio, y acá
abajo los brazos eternos» (Dt 33.27). Fue este tipo de fe lo que sostuvo a
Moisés durante esos años de prueba en el desierto. Isaac Watts usó el Salmo 90
como base para su majestuoso himno «Oh Dios, socorro en el ayer». Lea este
himno con este salmo en mente.
I. LA ETERNIDAD DE DIOS Y LA FRAGILIDAD DEL HOMBRE
(90.1–6)
Qué contraste vemos aquí. El Dios
eterno existe mucho más allá de la historia. Generaciones vienen y van, pero
Dios es siempre el mismo. «Porque yo Jehová no cambio» (Mal 3.6). «Jesucristo
es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Heb 13.8). Hay una diferencia entre
ser inmortal y ser eterno. El hombre es inmortal; o sea, su alma nunca morirá;
pero Dios es eterno: no tiene ni principio ni fin. Dios existió antes que las
montañas (lo más durable que se conocía en los días de Moisés); a decir verdad,
Él les dio a las montañas su existencia. Mediante la fe en Cristo llegamos a
ser parte de la eternidad y a poseer vida eterna.
Las ilustraciones de la fragilidad
del hombre son las siguientes: polvo (v. 3); una vigilia de la noche, alrededor
de tres horas de duración (v. 4); un breve torrente después de un chubasco que
pronto se seca (v. 5); un breve período de sueño que parece durar apenas unos
minutos (v. 5); la hierba que brota de repente, pero antes de la noche es cortada
(vv. 5–6). Véanse en Job 7–9 otros cuadros de la brevedad de la vida. El
versículo 3 nos lleva de regreso a Génesis 3.19; Véanse también Eclesiastés
12.7.
Bien se ha dicho que los seres
humanos son parte polvo y parte divinidad. Somos hechos a imagen de Dios; y sin
embargo somos hechos del polvo. Si no fuera por el pecado, no habría muerte ni
decadencia en nuestro mundo.
Estos versículos explican por qué
los seres humanos necesitan un refugio eterno. Somos frágiles, polvo, criaturas
del tiempo; a menos que nos relacionemos bien con el eterno Dios, no somos
nada.
Sólo mediante la fe en Cristo
podemos conocer a Dios y participar de su vida eterna.
II. LA SANTIDAD DE DIOS Y LOS PECADOS DEL HOMBRE
(90.7–12)
La rebelión de Israel en
Cades-barnea trajo la ira de Dios. Véanse Números 14.11–25. Dios ofreció afligir
a la nación con enfermedades y desheredarlos, pero Moisés le suplicó en base a
sus promesas y pactos. Moisés le pidió a Dios que perdonara sus pecados, pero
Él juzgó a Israel haciendo que la generación adulta muriera en el desierto
durante los próximos cuarenta años. Fue el funeral más largo del mundo. «La
paga del pecado es muerte».
Los seres humanos pecadores viven
bajo la ira de Dios. «El que no cree, ya ha sido condenado», anuncia Juan 3.18.
Dios ve los pecados secretos (v. 8; Heb 4.13) y los que están al descubierto.
Los días humanos «declinan» como el ocaso (v. 9), de luz a oscuridad. Nuestros
días son «como un suspiro» (no «pensamiento»), son muy breves y vacíos y pasan
con mucha rapidez. ¿Cuánto viven los humanos? Pues bien, esa generación en los
días de Moisés (de veinte años para arriba, Nm 14.29) viviría cuarenta años
más. Añádase veinte a cuarenta y se tiene sesenta. Moisés habla de setenta años
como límite, a menos que Dios conceda diez años adicionales. Las personas
mayores de Israel en aquel tiempo no vivirían para cumplir los ochenta años
debido a sus pecados. Nótese que el creyente Caleb tenía cuarenta años en
Cades-barnea y se le permitió entrar a Canaán a los ochenta y cinco años (Jos 14.6–15).
Los versículos 11–12 arriban a una
conclusión práctica: cuente sus días y haga que su vida valga.
¿Quién entiende el poder de la ira
de Dios? Si lo comprendiéramos, no desperdiciaríamos nuestras vidas como lo
hacemos, en empresas inútiles. Debemos temer a Dios, honrarle y usar nuestras
breves vidas para su gloria. El principio de la sabiduría es el temor de
Jehová. Puesto que somos frágiles y pecadores, necesitamos un Salvador; y el
único Salvador es Jesucristo.
III. LA BENDICIÓN DE DIOS Y LOS ANHELOS DEL HOMBRE
(90.13–17)
Esta sección final contiene una
serie de oraciones que Dios bendecirá a su pueblo y coronará sus vidas con
gloria. El hombre no es un animal que vive y muere. Está hecho a imagen de Dios
y anhela que su vida logre y signifique algo. Multitudes hoy están atrapadas en
una existencia sin significado, sin propósito ni desafío. Cuánto necesitamos
rendirnos a Jesucristo y decir como Pablo: «Para mí el vivir es Cristo, y el
morir es ganancia» (Flp 1.21).
Moisés ora por el favor de Dios (v.
13). Por supuesto, Dios no se «arrepiente» como lo hace el hombre, pues Él
jamás peca. Cuando Dios se arrepiente, cambia sus tratos con su pueblo. Véanse Éxodo
32.12 y Deuteronomio 32.36. Dios acababa de juzgar a Israel; ahora Moisés ora
que perdone a Israel y los restaure al lugar de favor y bendición.
Ora por alegría (vv. 14–15).
Imagínese enfrentándose a cuarenta años de constante peregrinaje y muerte.
Suponga tener que sepultar cientos de personas día tras día. ¿Cómo habría algún
gozo o alegría en tal situación? Sólo mediante el Señor. El versículo 14 puede
significar: «Satisfácenos en la mañana con tu misericordia». ¿Qué debían hacer
los judíos en la mañana? Salir temprano y recoger el maná celestial. Véanse
Éxodo 16. Moisés dice: «Sal a nuestro encuentro cada mañana, Señor, al
despertarnos a un nuevo día. Aliméntanos con tu Palabra. Danos gozo en tu
presencia». Hoy en día, es igual de importante para el cristiano del NT empezar
el día con Dios, leer la Palabra y orar. En el versículo 15 Moisés pide alegría
en proporción a las aflicciones que habían atravesado. Como cristianos tenemos una
promesa más grande en 2 Corintios 4.16–18. «Porque esta leve tribulación
momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de
gloria». Véanse también la declaración de Pablo en Romanos 8.18.
Moisés ora que se haga la obra de
Dios (v. 16). Anhela con fervor ver el poder de Dios obrando a favor del
pueblo. Históricamente, por supuesto, esto se refería a que Israel poseyera la
tierra prometida; Véanse el argumento de Moisés ante Dios en Números 14.13–19.
No era gloria para Dios que Israel deambulara por el desierto; sin embargo, fue
para su gloria cuando Israel cruzó el Jordán y tomó posesión de su herencia en
poder. Nótese que Moisés, en el versículo 16, se preocupa más por la gloria de
Dios que por su propia alegría.
Ora por la bendición de Dios sobre
el trabajo del hombre (v. 17). Hay una maravillosa conexión entre los versículos
16 y 17: «Tu obra, la obra de nuestras manos»; «Tu gloria, la luz [hermosura]
de Jehová nuestro Dios sobre nosotros». En el Salmo 27.4 vemos la belleza de
Dios, pero aquí participamos de ella. «Seremos como Él es, porque le veremos
como Él es» (1 Jn 3.1–2). ¿Qué quiere decir Moisés cuando ora sobre la obra de
nuestras manos? Sencillamente esto: que no desperdiciemos nuestras vidas, sino
que Dios nos guíe y bendiga de modo que lo que hagamos sea eterno. «El que hace
la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2.17). Como Moisés veía a los
judíos vagar por el desierto, sus vidas parecían perdidas e inútiles. Siendo un
hombre de Dios, no quería desperdiciar su vida; quería que contara para la
gloria de Dios. Por consiguiente, ora que Dios establezca la obra en su pueblo
y por medio de su pueblo. Jesús tuvo la misma idea en mente en la parábola de
los dos constructores (Mt 7.21–29).
Sin Jesucristo la vida sería
insoportable. ¿Por qué soportar las pruebas de la vida si no hay Dios ni gloria?
Entonces seríamos como los pecadores que dicen: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos»
(1 Co 15.32). Pero la vida no es una carga, ni un suspiro, ni sueño por la
noche. Con Jesucristo en control, la vida es una aventura, un desafío, una
inversión en la eternidad. «¡Enséñanos a contar nuestros días, Señor, y
ayúdanos a vivir cada día por Jesucristo con tu sabiduría!
119
I. LO QUE ES LA BIBLIA
A. AGUA PARA LIMPIEZA (V. 9).
Toda esta sección (vv. 9–16)
analiza la victoria sobre el pecado. Los jóvenes en particular necesitan aprender
a guardar y a prestar atención a la Palabra para
vencer la tentación. En la medida en que usted lee la Palabra y medita en ella,
le limpia su ser interior, así como el agua limpia el cuerpo. Véanse Juan 15.3
y Efesios 5.25–27.
B. RIQUEZA Y TESORO (VV. 14, 72, 127, 162).
Muchos no conocen la diferencia
entre precios y valores. Su Biblia tal vez le costó unos pocos dólares, pero
qué gran tesoro es. ¿Cómo se sentiría si la perdiera y no pudiera reponerla?
C. UNA COMPAÑERA Y AMIGA (V. 24).
El escritor era un extraño (v.
19), rechazado por los arrogantes (v. 21) y por los príncipes (v. 23), pero
siempre tenía la Palabra como consejera. Léase Proverbios 6.20–22.
D. UNA CANCIÓN PARA CANTAR (V. 54).
¡Imagínese haciendo un canto de
los estatutos-leyes! La vida es un peregrinaje; somos «turistas», no
residentes. Los cantos del mundo no significan nada para nosotros, pero la
Palabra de Dios es canción a nuestros corazones.
E. MIEL (V. 103).
La dulzura de la Palabra es como
miel al paladar. Es triste cuando los cristianos deben tener «miel» de este
mundo para satisfacerse. Véanse Salmo 34.8 y Job 23.12.
F. LÁMPARA (VV. 105,130).
Este mundo es oscuro y la única
luz confiable es la Palabra de Dios (2 P 1.19–21). Nos guía de paso en paso,
conforme andamos en obediencia. En 1 Juan 1.5–10 se nos dice que andamos en la
luz según obedecemos su Palabra.
G. GRAN BOTÍN (V. 162).
Los soldados pobres se enriquecían
mediante los despojos que dejaban los enemigos derrotados. Las riquezas de la
Palabra no vienen fácilmente; primero debe haber esa batalla espiritual contra Satanás
y la carne. Pero vale la pena. Léase Lucas 11.14–23.
H. HERENCIA (V. 111).
¡Qué preciosa herencia es la
Biblia! Y piense en quienes tuvieron que sufrir y morir para que podamos tener
esta herencia.
II. LO QUE HACE LA BIBLIA
A. BENDICE (VV. 1–2).
Es el libro con bendición (Sal
1.1–3). Somos bendecidos al leer, comprender y obedecer la Palabra.
También somos bendecidos cuando
hablamos de la Palabra a otros.
B. DA VIDA (VV. 25, 37, 40, 50, 88, 93).
«Vivificar» significa «dar vida».
La Palabra nos da vida eterna cuando creemos (1 P 1.23). Es la Palabra viva
(Heb 4.12). Pero también nos da vida cuando estamos débiles, desanimados y
derrotados. El avivamiento viene cuando nos rendimos a la Palabra de Dios.
C. FORTALECE (V. 28).
Confiar en la Palabra de Dios nos
anima (Mt 4.4). La Palabra tiene poder (Heb 4.12) y puede fortalecernos cuando
creemos y obedecemos.
D. LIBERTA (V. 45).
Una ley que liberta: ¡qué
paradoja! El pecado tendría dominio sobre nosotros (v. 133), pero la Palabra
nos libera (Jn 8.32). La verdadera libertad viene al obedecer la voluntad de
Dios. Su Palabra es «la perfecta ley de libertad» (Stg 1.25).
E. IMPARTE SABIDURÍA (VV. 66,97–104).
Podemos obtener conocimiento y
datos en otros libros, pero la verdadera sabiduría se halla en la Biblia.
Nótese en los versículos 97–104 que hay varias formas de descubrir la verdad:
de sus enemigos, de sus maestros, de sus viejos amigos y todas estas son
buenas. Pero por sobre todo está el conocimiento de la Biblia. Los maestros
pueden saber a partir de libros y los ancianos pueden saber a partir de la
experiencia (ambos merecen respeto), pero sin la Biblia estos no son
suficientes.
F.
CREA AMIGOS (V. 63).
Saber y obedecer la Biblia traerá
a su vida los mejores amigos. Los que aman la Palabra de Dios son amigos de
verdad. Hay falsos amigos que pueden deslumbrarlo con sabiduría y riqueza
mundanas, pero su amistad le hará descarriarse. Apéguese a los que se «apegan»
a la Biblia (v. 31).
G. CONSUELA (VV. 50, 76, 82, 92).
Más de sesenta versículos en este
salmo mencionan la prueba y la persecución (vv. 22, 50–53, 95, 98, 115, etc.).
El creyente que obedece la Palabra tendrá pruebas en este mundo, pero la Biblia
le da consuelo duradero. El Consolador, el Espíritu de Dios, toma la Palabra de
Dios y la aplica a nuestros corazones para consolarnos.
H. DIRIGE (V. 133).
La vida cristiana es un «andar»,
de día en día y de paso en paso (vv. 1, 3, 45). La Palabra dirige nuestros
pasos para andar y correr (v. 32). Nótense las oraciones en los versículos
35,116–117. Conforme oramos pidiendo dirección, el Señor nos responde mediante
su Palabra.
III. LO QUE DEBEMOS HACER CON LA BIBLIA
A. AMARLA (VV. 97,159).
De la manera que trata a su Biblia
es como trata a Cristo. Amarle a Él es amar su Palabra. La Palabra es una
delicia (vv. 16, 24, 35, 47, 70) y no una desilusión; nos regocijamos al leerla
(vv. 14,162).
B. VALORARLA (VV. 72,128).
Tener la Biblia en alta estima es
una característica del santo verdadero. Debe ser para nosotros más preciosa que
cualquier tesoro terrenal.
C. ESTUDIARLA (VV. 7, 12, 18, 26–27).
Al menos doce veces el salmista
dice: «enséñame». Dios bendecirá al cristiano que estudia diariamente su Biblia. Su estudio no
siempre es fácil, porque requiere «todo el corazón» (vv. 2, 10, 34, 69, 145).
D. MEMORIZARLA (V. 11).
«¡El mejor Libro, en el mejor
lugar y con el mejor propósito!», es la manera en que Campbell Morgan explicaba
este versículo. Todas las personas necesitan memorizar la Palabra y no sólo los
niños y jóvenes. Josué no fue ningún adolescente cuando Dios le ordenó que
memorizara la ley (Jos 1.8). Jesús pudo citar las Escrituras cuando se enfrentó
a Satanás en el desierto (Mt 4.1–11).
E. MEDITAR EN ELLA (VV. 15, 23, 48, 78, 97, 99, 148).
La meditación es al alma lo que la
digestión al cuerpo. Meditar significa «darle la vuelta» a la Palabra de Dios
en la mente y en el corazón para examinarla, comparar los pasajes,
«alimentarse» de sus maravillosas verdades. En esta época de ruido y confusión
tal meditación es rara pero muy necesaria. La meditación es imposible sin la
memorización.
F. CONFIAR EN ELLA (V. 42).
Confiamos en todo lo de la Biblia
debido a que siempre tiene la razón en todo (v. 128). Es veraz y se puede
confiar en ella completamente. Argüir con la Biblia es hacerlo con Dios. Probamos
cualquier otro libro por lo que dice Dios en su Palabra.
G. OBEDECERLA (VV. 1–8).
Guardar la Palabra es obedecerla,
andar en sus mandamientos. Satanás sabe la Palabra, pero no puede obedecerla.
Si conocemos la verdad de Dios y no la obedecemos, sólo nos engañamos a
nosotros mismos.
H. DECLARARLA (VV. 13,26).
Al obedecerla, debemos también
testificar a otros respecto a la Palabra y decirle lo que Dios ha hecho por
nosotros.