AMÓS

AMOS (heb., ’amós, el que carga peso). Una de las personalidades pintorescas en una era en que se levantaron varias grandes figuras proféticas.

Realizó su ministerio en la época del reinado de Jeroboam II (c. 786-746 a. de J.C.), de extenso poder político antes del apogeo de Asiria. La prosperidad era acompañada de un grado de corrupción social casi sin precedentes (Amós 2:6-8; 5:11, 12), causada principalmente por la influencia desmoralizadora del Baal cananeo.
Amós vivía en Tecoa, una pequeña aldea en las montañas, al sur de Jerusalén, al borde de los extensos campos de pasto en Judá. Siendo pastor de ovejas y cabras (Amós 7:14), se ocupaba también del cuidado de árboles sicómoros, de la familia de las higueras. Amós protestó vigorosamente contra la vida lujuriosa y descuidada característica de Samaria, condenó las sofisticadas ofrendas que se hacían en los santuarios de Beerseba en Gilgal, y afirmó categóricamente que el ritual nunca podría ser un sustituto aceptable de la justicia. Afirmó la jurisdicción moral de Dios sobre las naciones (Amós 1:3; 6, 9, 11, 13; 2:1, 4, 6) y advirtió a los israelitas que a menos que se arrepintieran de su idolatría y, después de una renovación en su relación espiritual con Dios, comenzaran a enmendar las injusticias sociales, caerían víctimas del invasor del oriente. Tan grande fue el impacto de su vigorosa personalidad que Amós fue acusado de sedición por Amasías, el sumo sacerdote idólatra de Betel (7:10ss.). Como respuesta, Amós hizo ver que él no tenía ninguna conexión con ninguna orden profética, ni estaba de ninguna manera asociado políticamente con la casa de David.
El estilo de su libro, aunque sencillo, es pintoresco, caracterizado por vívidas ilustraciones tomadas de su vida de campo. Su trabajo como pastor no era de ninguna manera incompatible con un conocimiento de la historia (Amós 9:7) ni con la capacidad de evaluar la significación de las tendencias políticas y religiosas contemporáneas. La integridad de su libro poco ha sufrido en manos de los eruditos críticos modernos.
ANÁLISIS DEL LIBRO:
(1) Acusación contra naciones extranjeras, incluyendo Judá e Israel (1—2).
(2) Condenación de Samaria (Amós 3:1—5:17).
(3) Denuncia de la falsa seguridad; predicción de juicio (Amós 5:18—6:14).
(4) Cinco visiones de paciencia y justicia divina (Amós 7:1—9:10).
(5) Epílogo: restauración y prosperidad (Amós 9:11-15).
Era un hombre de Judá a quien Dios envió a profetizar contra el reino del norte en la cumbre de su poder bajo *Jeroboam II. Amós acusó a los ricos de maltratar a los pobres, condenó su adoración que era sólo en apariencia y predijo el *juicio que enfrentarían en el futuro.
Amós era un pastor dedicado a la agricultura, pero el mismo Espíritu divino influyó a Isaías y Daniel en la corte, y a Amós en los rebaños de ovejas, dando a cada uno los poderes y elocuencia necesarios para ellos. Asegura a las doce tribus la destrucción de las naciones vecinas; como ellos, en aquel tiempo, se habían dado a la iniquidad e idolatría, reprende con severidad a la nación judía y describe la restauración de la Iglesia por el Mesías, extendiéndola a los últimos días.
Esto sucede casi veinticinco años antes de la caída de Israel. Estamos de visita en la ciudad de Bet-el, donde el rey Jeroboam II tiene su capilla privada y Amasías es su sacerdote. La nación disfruta de paz y prosperidad; es más, vive en lujo. El impresionante culto está a punto de empezar, con Amasías a cargo, cuando oímos una conmoción fuera de la capilla: «Ay de los que están cómodos en Sion», clama una voz. «Dios enviará juicio sobre esta perversa nación». Salimos corriendo y hallamos a un «predicador rural», un campesino de Tecoa, llamado Amós («carga»). No es un profeta en el sentido profesional, porque su padre no era profeta ni asistió a la escuela de profetas (7.10–17). Pero es el hombre de Dios con un mensaje de Dios, y está advirtiendo del juicio que se cierne sobre Israel. Usa la palabra «cautiverio» varias veces (5.5, 27; 6.7; 7.17). Hagamos una pausa y escuchemos a este campesino predicador y tratemos de entender el mensaje que trae.
AUTOR Y FECHA
No hay duda en cuanto a quién fue el autor, pues se identifica en 1.1. Quizás AMÓS predicó entre 760–750 a.C., durante el reinado de Jeroboam II. Este aprovechó la coyuntura político militar para ampliar su reino hacia el norte y hacia el sur, y fomentar así el comercio e incrementar la recaudación de tributos. Además, de esta forma se garantizaba y se ampliaba el control de las rutas comerciales entre las tierras del Nilo y las del Éufrates y el Tigris, de tanta importancia para Israel. Los comerciantes egipcios y mesopotámicos necesariamente debían pasar por la planicie de Jezreel.
Por esta visión política, el reinado de Jeroboam II generó un enorme crecimiento de la riqueza. Israel alcanzó una prosperidad que ningún israelita de la época podía recordar.
Los edificios espléndidos que se perciben en las ruinas, y el fino marfil incrustado de origen fenicio o damasceno desenterrado en Samaria, demuestran que no exagera Amós al referirse al lujo de que gozaban las clases altas de Israel. Sin embargo, el próspero desarrollo económico de esta época no fue igualitario, y la opresión y la pobreza contrastaban con la riqueza y el esplendor de los grupos gobernantes.
Esta descomposición social iba unida a la corrupción religiosa. Aunque los grandes santuarios estaban en plena actividad, repletos de adoradores y magníficamente provistos, la religión no se conservaba en su pureza. Muchos santuarios eran abiertamente de otras formas religiosas, y se fomentaban los cultos de la fertilidad y la prostitución sagrada.
Otros, la mayoría, aunque se presentasen como santuarios de Jehová, cumplían una función totalmente negativa: apaciguar a la divinidad con ritos y sacrificios que garantizaban la tranquilidad de conciencia y el bienestar del país.
Se informa quién fue Amós, cuándo predicó y cuál fue el origen de su autoridad. Juicio contra ocho naciones (1.3–2.16)
Amós inicia su mensaje señalando los pecados de las naciones vecinas de Israel (reino del norte) en un esquema envolvente que a uno le causa el efecto de sentirse inmerso en un mar de injusticia, crueldad y opresión. Esta sección se inicia con el oráculo contra Damasco (1.3–5); y continúa uno a uno con Gaza (1.6–8); Tiro (1. 10); Edom (1.11, 12); Amón (1.13–15), Moab (2.1–3) y Judá (2.4, 5, hasta llegar a Israel (2.6–16), quien, por haber sido receptora de los favores de Dios, merece mayor castigo.
NOMBRE QUE LE DA A JESÚS: Am. 4: 13; 7. 9. Jehová Dios De Los Ejércitos Y De La Plomada.

1-2

I. MIRA ALREDEDOR (1–2)

Amós inicia su mensaje mirando a las naciones circunvecinas y anunciando ocho juicios. El versículo 2 aclara que Dios ruge en ira, como un león que salta sobre su presa (Véanse 3.8). Amós empieza con Siria (1.3–5) y la acusa de terrible crueldad en la guerra. Luego señala a Filistea (Gaza, 1.6–8) y la condena por el pecado de la esclavitud. Los fenicios son los que siguen (Tiro, 1.9–10), y a estos también se les juzga por la cruel esclavitud. A Edom, el antiguo enemigo de Israel, se le acusa de no mostrar compasión sino mantener un odio constante (1.11–12). A Amón se le juzga por su amarga crueldad y codicia egoísta (1.13–15); a Moab por crueldad contra Edom (2.1–3); y a Judá por rechazar la ley de Dios (2.4–5).
A los israelitas de Bet-el les debe haber alegrado oír a Amós condenar a sus vecinos, pero Amós no se detuvo allí. El octavo juicio estaba reservado para Israel. En 2.6–16 el profeta menciona los pecados del pueblo: soborno, codicia, adulterio, inmoralidad, egoísmo, ingratitud, embriaguez (incluso forzando a los nazareos a emborracharse) y el rechazamiento de la revelación de Dios. Amós clama: «Estoy aplastado bajo la carga del pecado». (El nombre «Amós» significa «carga».) ¿Cómo Dios puede perdonar alguna vez a nación tan perversa? Antes de condenar a estas naciones del pasado, haremos bien en examinar nuestra propia nación y nuestros corazones, porque tal vez seamos culpables de los mismos pecados.

3-6

II. MIRA ADENTRO (3–6)

Después de anunciar juicio a las naciones, Amós mira dentro de los corazones del pueblo y explica por qué viene este juicio. Recuerde que Israel disfrutaba de un tiempo de paz, prosperidad y «avivamiento religioso». El pueblo asistía a los cultos religiosos y traía ofrendas generosas. Pero los verdaderos siervos de Dios no miran la apariencia externa; miran al corazón. En estos capítulos Amós da tres sermones, cada uno comienza con: «Oíd esta palabra» (3.1; 4.1; 5.1).
A. UN MENSAJE DE EXPLICACIÓN (3.1–15).
«¿Cómo puede Dios enviar juicio sobre nosotros?», se preguntaba el pueblo. «¿No somos su pueblo escogido?» Pero esa era precisamente la razón del juicio. Donde hay privilegio, debe haber responsabilidad. Los versículos 1–2 lo aclaran. Amós usa un argumento de causa y efecto. Si dos personas andan juntas, deben estar de acuerdo (v. 3). Si el león ruge, tiene presa (v. 4). Si un ave cae en una trampa, alguien armó la trampa (v. 5). Si se toca la trompeta, la calamidad se acerca (v. 6). Si el profeta predica, Dios debe haberlo enviado (v. 7). Entonces Amós anuncia que los asirios vienen para destruir la nación (vv. 9–15) y los hermosos cultos de Bet-el no los detendrán. Es triste, pero las casas de verano y de invierno (¡qué lujo!) serán destruidas.
B. UN MENSAJE DE ACUSACIÓN (4.1–13).
El intrépido profeta «empieza a inmiscuirse» ahora y comienza a mencionar pecados. Llama a las mujeres que viven en abandono y lujo «vacas gordas de Basán». Las ve diciéndoles a sus esposos que traigan más licor. A Amós no le impresiona la religión de Bet-el; para él no es sino otro pecado en su lista. Dios le ha enviado sus advertencias (vv. 6–11), pero no quieren escuchar. Él ha llevado sus mejores jóvenes para morir en la guerra (4.10), pero sin embargo la nación sigue sin arrepentirse. Dios no usará más estos desastres naturales. Ahora vendrá Él mismo (v. 12). «Prepárate para venir al encuentro de tu Dios».
C. UN MENSAJE DE LAMENTACIÓN (5.1–6.14).
Amós llora al contemplar los juicios que le vienen a su nación. El versículo 3 sugiere que el noventa por ciento de las personas morirán. Nótese la repetición de la palabra «buscar» (5.4, 6, 8, 14). «¡No busquen cultos religiosos; ¡busquen al Señor!» Había algunos en la nación que decían: «El Día de Jehová vendrá y entonces Dios nos librará» (5.18–20). No se percataban de que el Día de Jehová sería un tiempo de juicio para ellos y para sus enemigos. Eran como los cristianos de hoy que «anhelan» la venida de Cristo y sin embargo no están preparados para encontrarse con el Señor. En 5.24 tenemos el versículo clave del libro: léase «justicia» en lugar de «juicio». Amós anhelaba ver a la nación obedeciendo a Dios y ejecutando su justicia en la tierra. En el capítulo 6 Amós sigue lamentando los pecados del pueblo: indiferencia e indulgencia (vv. 1–6); injusticia, inmoralidad e idolatría (vv. 7–14). «Los reposados en Sion», ¡qué descripción de algunos creyentes hoy!

7-9

III. MIRA HACIA ADELANTE (7–9)

En la parte final de su mensaje Amós contempla cinco visiones y en ellas descubre lo que Dios hará a la nación.
(1) Visión de la langosta (7.1–3): La langosta está a punto de destruir la cosecha, pero Amós intercede y Dios la detiene.
(2) Visión del fuego (7.4–6): Una terrible sequía agosta la tierra; el profeta ora y Dios libra la tierra.
(3) Visión de la plomada (7.7–9): Dios está junto (no «sobre») a la pared y la prueba para ver si está derecha. Dios mide a Israel y esta no anda conforme a su Palabra; por consiguiente, el juicio viene. En este punto de su mensaje el «sacerdote oficial» Amasías ya no pudo soportar más e interrumpió. «No eres patriota. Llévate tu púlpito improvisado y vete a predicar a las montañas». Amós no temía. Le dijo al falso sacerdote: «Dios me llamó a predicar y debo obedecer. En cuanto a ti, Amasías, pagarás por tus compromisos y pecados, porque tu esposa se convertirá en una prostituta y tu familia morirá por la espada».
(4) Visión de la fruta de verano (8.1–14): Debemos tomar una breve lección de hebreo para comprender esta visión. La palabra hebrea para «fruta de verano» es jayitz y la palabra para «fin» en el versículo 2 es jatz.
Estas palabras se ven y suenan parecidas y Amós usa la una para llevar a la otra. «¡El fin viene! Israel, como fruta de verano, está madura para el juicio». De nuevo en los versículos 4–14 el profeta menciona los pecados del pueblo: roban a los pobres en sus casas (8.4); se quejan de que los días sagrados interfieren los negocios (8.5); fijan precios exorbitantes que dañan al pobre (8.6).
Dios advierte que enviará su ira sobre el pueblo, no sólo con desastres naturales, sino con hambre por la Palabra de Dios. No escucharon la Palabra cuando tuvieron la oportunidad; por consiguiente, Él se la quitará. En este día sus ídolos de Dan y Beerseba no les servirán de nada (8.14).
(5) Visión del altar (9.1–10): Ahora Amós ve al Señor mismo y no algún símbolo. ¿Por qué Dios está en el altar? Porque el juicio empieza por la casa de Dios (1 P 4.17). La religiosidad del pueblo era externa, pero no eran sinceros de corazón. Dios ordena que se derriben los capiteles y se derrumbe el techo. Los versículos 8–9 resumen lo que Dios planea hacer. Compara el juicio venidero con el acto de trillar el grano (Véanse Lc 22.31–34). La buena semilla (los verdaderos creyentes, el remanente creyente) será salva, pero el tamo será quemado.

Amós concluye con una nota de victoria, porque en 9.11–15 tenemos la promesa de restauración futura. Los versículos 11–12 se citan en Hechos 15.14–18 en el primer concilio de la Iglesia. Hoy Dios llama de las naciones a un pueblo para su nombre, la Iglesia; pero cuando esta quede completa, Él volverá y restaurará el tabernáculo (casa) de David y establecerá el reino judío. La tierra será fructífera de nuevo y el pueblo bendito para siempre.