Fue escrita por
Pablo a las iglesias de Asia Menor para recordar a los nuevos creyentes que la
salvación es únicamente por fe en Jesucristo, no por obedecer las leyes
ceremoniales judías, como equivocadamente estaban enseñando algunos. Pablo
instó a sus lectores a vivir vidas controladas por el Espíritu, vidas que
producen frutos de justicia.
Las iglesias de
Galacia estaban formadas en parte por judíos convertidos, y en parte por
convertidos gentiles, como era el caso en general. San Pablo afirma su carácter
apostólico y las doctrinas que enseñó para confirmar a las iglesias de Galacia
en la fe de Cristo, especialmente en lo que respecta al punto importante de la
justificación por la sola fe. De manera que, el tema es principalmente el mismo
discutido en la epístola a los Romanos, esto es, de la justificación sólo por
la fe.
Sin embargo, en
esta epístola se dirige la atención en particular al punto en que los hombres
son justificados por fe sin las obras de la ley de Moisés. Sobre la importancia
de las doctrinas establecidas con prominencia en esta epístola Lutero dice:
“Tenemos que temer como el peligro más grande y más cercano que Satanás nos
quite esta doctrina de la fe y vuelva a traer a la Iglesia la doctrina de las
obras y de las tradiciones de los hombres.
De ahí que sea muy
necesario que esta doctrina sea mantenida en práctica continua y ejercicio
público, tanto de lectura como de oír. Si esta doctrina se pierde, entonces
también se pierden la doctrina de la verdad, la vida, y la salvación”.
BOSQUEJO SUGERIDO DE GÁLATAS
I. Personal: La
gracia y el evangelio (1–2)
A. La gracia
declarada en el mensaje de Pablo (1.1–10)
B. La gracia
demostrada en la vida de Pablo (1.11–24)
C. La gracia
defendida en el ministerio de Pablo (2.1–21)
1. Ante el
colectivo de los líderes de la iglesia (2.1–10)
2. Ante Pedro
personalmente (2.11–21)
II. Doctrinal:
La gracia y la ley (3–4)
A. Argumento
personal de la experiencia (3.1–5)
B. Argumento
escriturario, la fe de Abraham (3.6–14)
C. Argumento
lógico (3.15–29)
D. Argumento
dispensacional (4.1–11)
E. Argumento
sentimental (4.12–18)
F. Argumento
alegórico (4.19–31)
III. Práctico: La
gracia y la vida cristiana (5–6)
A. Libertad,
no esclavitud (5.1–5)
B. El Espíritu,
no la carne (5.16–26)
C. Otros, no
uno mismo (6.1–10)
D. La gloria de
Dios, no la aprobación del hombre (6.11–18)
NOTAS
PRELIMINARES A GÁLATAS
I. TRASFONDO
La antigua Galia la poblaban
tribus guerreras que migraron a través de Europa al Asia Menor varios siglos
antes de Cristo. Fundaron una nación llamada «Galacia» que quiere decir «país
de los Galos».
Como un cuarto de siglo antes de
que Cristo naciera los romanos hicieron de Galacia una parte de una de sus
provincias más grandes y llamaron «Galacia» a toda el área. En otras palabras,
cuando se hablaba de Galacia en los días de Pablo había que especificar si la
referencia era a la pequeña nación de Galacia o a la provincia romana entera.
El problema es parecido al que uno enfrenta cuando alguien dice en nuestros
días: «Me voy a Nueva York». ¿Va al estado de Nueva York o a la ciudad de Nueva
York?
Este problema se presenta mientras
estudiamos la Epístola a los Gálatas. ¿Escribió Pablo esta poderosa carta a las
iglesias en la nación de Galacia o a las iglesias en la provincia romana de
Galacia? Vea el mapa correspondiente del mundo apostólico en la parte posterior
de su Biblia y sabrá a qué nos referimos. La mayoría de los eruditos bíblicos
de hoy creen que Pablo escribió a las iglesias de la provincia, las que fundó
durante su primer viaje (Véanse Hch 13.1–14.28). En otras palabras, estaba escribiendo
a los cristianos de Iconio, Listra y Derbe. Si esto es verdad, quiere decir que
Gálatas fue la primera de las epístolas de Pablo, probando que Pablo presentó
con claridad el evangelio de la gracia de Dios tanto al principio de su
ministerio como al final.
II. TEMA
Le será útil repasar el material
introductorio a Hechos y las notas sobre Hechos 15. Usted recordará que el
mensaje del reino lo presentaron Pedro y el resto de los doce en los primeros
capítulos de Hechos, ofreciendo a Cristo a los judíos que respondieron
apedreando a Esteban (Hch 7). Fue entonces que el mensaje se llevó a los
samaritanos (Hch 8) y a los gentiles (Hch 10–11). Pablo recibió la salvación
entre estos dos sucesos (Hch 9). Dios le reveló especialmente a Pablo que
estaba haciendo algo nuevo y que el mensaje de profecía del reino había sido
reemplazado (de forma temporal) por el misterio de la Iglesia. Sin embargo, las
masas de creyentes (algunos de los cuales seguían siendo fieles a la religión
judía) no se dieron cuenta que este maravilloso y nuevo programa de gracia,
tanto para el judío como para el gentil, había entrado en escena.
Por último, esta cuestión se
debatió en Jerusalén (Hch 15). Los creyentes concluyeron (guiados por el
Espíritu) que:
(1) el programa de Dios para hoy era
tomar de los gentiles un pueblo para su nombre;
(2) Pablo fue su apóstol a los
gentiles, con un ministerio especial al cuerpo, la Iglesia;
(3) el programa del reino se
reanudaría después que el cuerpo quedara completo.
Sin embargo, había judíos que no recibieron
el simple mensaje de la gracia y trataron de mezclarlo con la ley, amalgamando inapropiadamente
el mensaje del reino con el de la Iglesia. A estas personas las llamamos «judaizantes»,
puesto que su meta era seducir y atraer a todos los gentiles creyentes a que
entraran dentro del sistema judío. Enseñaban que una persona se salva por fe y
por guardar la ley, y que el creyente era santificado y capacitado para vivir
una vida santa de la misma manera.
Estos maestros habían visitado las
iglesias gentiles de Galacia y estaban perturbando a la gente (Gl 1.6–9; 3.1;
4.8–11; 5.7–9, 12; 6.12, 13). Querían que los creyentes siguieran las leyes y
costumbres judías respecto a las festividades religiosas, la circuncisión, etc.
Este era el «otro evangelio» que Pablo condenó en Gálatas 1.6–9. El único
evangelio que Dios aprueba y bendice es el de la gracia de Dios, la
justificación por la fe en Cristo Jesús únicamente. No somos salvos por hacerle
promesas a Dios, sino por creer en sus promesas.
III. SU VALOR
HOY
Gálatas es la palabra más fuerte
de Dios en contra del legalismo. A la carne le encanta hacer actividades
religiosas: celebrar días santos, practicar rituales, intentar hacer las buenas
obras de Dios.
Muchos sistemas religiosos de hoy
mezclan la ley y la gracia y presentan una manera tergiversada y confusa de
salvación, que en realidad es un camino a la esclavitud (Gl 2.4; 4.9; 5.1).
Guardar el sábado, leyes dietéticas, un sacerdocio terrenal, días santos,
obedecer reglas... ¡todo esto se barre en Gálatas y se reemplaza por la
gloriosa libertad que el creyente tiene por la fe en Cristo!
AUTOR
Y FECHA
Nadie
duda hoy que Pablo sea el autor, pero aún se debate quiénes sean los
destinatarios. (Para las dos hipótesis al respecto, Galacia.) También se discute con cuáles
viajes de Pablo a Jerusalén mencionados en Hechos se identifican las visitas
aludidas en Gálatas.
La
mayoría de los partidarios de la primera hipótesis (en el artículo Galacia), basándose en el supuesto silencio
respecto al Concilio De Jerusalén, fechan a Gálatas antes de 49 d.C.,
convirtiéndola en el primer escrito del Nuevo Testamento. Antioquía de
Siria
sería el lugar de origen en este caso. Los partidarios de la segunda hipótesis,
en cambio, suponen que Pablo estableció en la región de Galacia las iglesias en
cuestión (Gál. 1.2) al comienzo de su segundo viaje misionero (Hch 16.6) y que
volvió a visitarlas al iniciar su tercer viaje (Hch 18.23). Según esta tesis,
quizás más tarde desde Éfeso (Hch 19) o Macedonia (Hch 20.1s), en alguna
ocasión entre 53 y 55 d.C., al enterarse de que estaban a punto de abandonar el
evangelio, escribió esta carta con gran pasión y afecto.
Las
congregaciones estaban compuestas de gentiles (4.8).
NOMBRE
COMO PRESENTA A JESÚS: Gal. 4: 4, 5. Redentor De La Ley.
1
Los primeros dos capítulos son
personales y la palabra clave es «evangelio», que se halla diez veces en estos
cuarenta y cinco versículos. La meta de Pablo era mostrar que su mensaje y
ministerio vinieron directamente de Cristo y no de los hombres. Pablo no
predicaba un mensaje de segunda mano, aprendido de Pedro o de cualquier otro de
los apóstoles. Antes bien, Dios tuvo el cuidado de mantener el ministerio de
Pablo separado del de los doce, para que ninguno pensara que Pablo recibió ese ministerio
de los apóstoles.
I. EL ANUNCIO DE PABLO DE SU EVANGELIO (1.1–5)
Los judaizantes que «fascinaron» a
los gálatas (3.1) les decían que el apostolado y mensaje de Pablo no eran
fidedignos porque le faltaba el endoso oficial de Jerusalén. «¡Nosotros
recibimos nuestras credenciales de Pedro!», decían, como si la aprobación de
los hombres contara para saber si un predicador es enviado por Dios. Pablo
empieza su carta afirmando que su mensaje y ministerio vino directamente de
Jesucristo. (Nótese que Pablo usa el «ni lo» en los vv. 1, 12 y 17.) De
inmediato expone el evangelio que predicaba.
El evangelio de Pablo se centraba
en Cristo (su muerte, sepultura y resurrección) y no en Moisés o la ley. Era un
evangelio de gracia que traía paz. Era un evangelio de libertad; «para
librarnos» (v. 4).
Los judaizantes llevaban a las
iglesias a la esclavitud de la ley (véanse 2.4; 3.13; 4.9). La muerte de Cristo
nos ha librado de este presente siglo malo y nos ha dado una nueva posición en
libertad (5.1).
No es de sorprenderse que Pablo
añadiera: «A quien sea la gloria por los siglos de los siglos» (v. 5).
Ojalá que nunca confundamos el
contenido e intención del evangelio. El evangelio no es «seguir a Cristo e
imitar su vida» sino «recibir a Cristo por fe y permitirle que Él nos haga
libres». En el evangelio no da cabida a una salvación que se obtenga al guardar
la ley.
II. EL ASOMBRO DE PABLO POR SU ALEJAMIENTO (1.6–10)
Dos cosas maravillaban a Pablo:
(1) de que después de experimentar la bendición de la salvación (3.1–5) se
hayan alejado tan pronto hacia otro mensaje; (2) que se alejaran de él (Pablo)
que había sufrido para llevarles a Cristo. La palabra griega para «alejarse»
(v. 6) es un gerundio: literalmente «alejándose». Estaban en el proceso de
alejarse de la gracia sencilla hacia una mezcla de la ley y la gracia. En 5.4
Pablo dice: «De la gracia habéis caído [salido]». Esto no implicaba que
hubieran perdido su salvación, sino más bien que habían salido de la esfera de
la gracia y entrado a la esfera de la ley.
Gracia quiere decir: dependo de
Dios para suplir mis necesidades; mediante la ley trato de manejar yo mismo las
cosas, con mis propias fuerzas.
El apóstol habla con energía al
condenar cualquier otro evangelio, sin importar quién fuera el predicador,
¡incluso un ángel! Tenga presente que hay muchos «evangelios» (mensajes de
buenas nuevas), pero un solo evangelio de la gracia de Dios conforme Pablo lo
predicaba. Abraham creyó «al evangelio» (3.8), las «buenas nuevas» de que por
medio de su simiente serían benditas todas las naciones. En todas las épocas
los hombres se han salvado al creer en cualquier promesa que Dios les reveló.
Noé creyó a la Palabra de Dios respecto al diluvio y al arca; Abraham creyó la
Palabra de Dios respecto a su simiente prometida; hoy nosotros creemos la
Palabra de Dios respecto a la muerte y resurrección de su Hijo. Desde la
llegada de Pablo y la revelación de la justificación por fe, no hay otro evangelio.
El «evangelio del reino» que se enfatiza desde Mateo 3 hasta Hechos 7 no es
nuestro mensaje hoy.
III. EL ARGUMENTO DE PABLO PARA SU MINISTERIO
(1.11–24)
En estos versículos Pablo procura
mostrar su independencia de los doce y de la iglesia de Jerusalén.
A. RECIBIÓ SU EVANGELIO PERSONALMENTE DE CRISTO (VV. 11–14).
Pablo vio al Cristo resucitado
(Hch 9) y recibió su comisión y mensaje directamente de Él. Esta experiencia lo
capacitó para ser un apóstol. Nunca hubo la intención de que Pablo debía ser el
doceavo apóstol para reemplazar a Judas (Hch 1.16–26). Por un lado, Pablo no
podía llenar los requisitos; también Dios a propósito mantuvo a Pablo separado
de los doce para que ninguno pudiera acusarlo de haber tomado prestado su
mensaje. Nadie podría acusar a Pablo de inventar su mensaje, porque había sido
un perseguidor de la Iglesia, no su amigo. Su vida se transformó radicalmente
después de su encuentro con Cristo en el camino a Damasco. La única manera de
explicar tan asombroso cambio es aceptar el hecho de que Pablo se encontró con
Cristo.
B. RECIBIÓ SU EVANGELIO APARTE DE LOS APÓSTOLES (VV. 15–17).
Se debe decir de nuevo que Dios
nunca intentó que Pablo perteneciera a los doce. El ministerio de ellos fue
principalmente a los judíos y se relacionaba con el reino; el ministerio de
Pablo fue a los gentiles y se relacionaba al misterio de la Iglesia, el cuerpo.
Los doce recibieron su llamamiento de Cristo en la tierra porque su mensaje
presentaba la esperanza del reino terrenal de Israel. Pablo recibió su llamado
del cielo, porque su mensaje presentaba el «llamamiento celestial» de la
Iglesia en Cristo.
Hubo doce apóstoles, asociados con
las doce tribus. Pablo era un solo hombre (judío con ciudadanía gentil)
representando un cuerpo en Cristo.
Pablo no conferenció con hombres
después de recibir su llamamiento. Si se hubiera encontrado de inmediato con
los doce, la gente hubiera dicho que tomó prestado su mensaje y recibió de
ellos su autoridad. En lugar de eso, Dios envió a Pablo a Arabia para un tiempo
de meditación e investigación.
Alguien ha dicho: «Pablo fue a
Arabia con la ley y los profetas, y ¡regresó con Romanos y Gálatas!»
Como Moisés y Elías antes de él,
Pablo se fue al desierto para bregar con el programa y plan de Dios para su
vida. Luego regresó a Damasco, donde testificó de Cristo al principio.
C. LAS IGLESIAS RECONOCIERON SU EVANGELIO (VV.
18–24).
Los creyentes allí en realidad
temían a Pablo; y si no hubiera sido por Bernabé, nunca hubieran aceptado a
Pablo. Este hecho en sí mismo prueba que Pablo nunca se apoyó en la iglesia de
Jerusalén en busca de su aprobación. Después de esta visita se fue a Siria
(Antioquía). Su ministerio allí se registra en Hechos 11.22–30; pero él mismo
era personalmente desconocido para los creyentes de Judea. No obstante, las
iglesias de allí habían oído las maravillosas noticias de la conversión de
Pablo y glorificaban a Dios.
Qué trágico es que los hombres de
hoy rechacen la revelación de Pablo del evangelio y traten de mezclar la ley y
la gracia. Tratan de «encajar» a Pablo en los primeros capítulos de Hechos donde
todavía se recalca el programa del reino. ¡Desvisten a Pablo para vestir a
Pedro! Necesitamos regresar al sencillo mensaje de la gracia, el evangelio de
Jesucristo solamente. Mezclar a la Iglesia con el reino, la ley y la gracia,
Pedro y Pablo, es crear confusión y «pervertir» (1.7) el evangelio de
Jesucristo.
2
En el primer capítulo Pablo
demostró que su evangelio y apostolado vinieron de forma directa de Cristo,
independientemente de los doce. Es natural que los lectores pregunten:
«Entonces, ¿cuál fue la relación de Pablo con los doce y la iglesia de
Jerusalén?» En este capítulo Pablo responde ese interrogante.
I. SU EVANGELIO FUE APROBADO POR LOS APÓSTOLES
(2.1–10)
Pablo, catorce años después de su
visita a Jerusalén (Hch 9.26–29), regresa a la «ciudad santa» para asistir al
concilio sobre el problema de la ley y la gracia (Hch 15). Fue a esa
conferencia «por revelación»; es decir, Cristo personalmente le dijo que fuera,
así como también le había dado el evangelio años antes (1.11, 12). Pablo había estado
ministrando entre los gentiles; y Bernabé y él habían visto a muchos gentiles
salvados y establecido muchas iglesias locales; ahora <%-2>los líderes de
la iglesia <%-3>estaban debatiendo la suerte del ministerio gentil. Lea
de nuevo en Hechos 15 el relato de esta importante conferencia.
Algunos han sugerido que hubo en
realidad cuatro reuniones diferentes:
(1) una reunión pública en la cual
Pablo contó lo que Dios había hecho entre los gentiles, Hechos 15.4;
(2) una reunión privada entre Pablo y
los líderes, Gálatas 2.2;
(3) el debate público de Hechos 15.5
y de Gálatas 2.3–5; y:
(4) la sesión del concilio en la cual
finalmente se resolvió la cuestión, Hechos 15.6.
Pablo se reunió en privado con los
líderes, pero no porque sintiera temor de que su mensaje estuviera equivocado.
Sabía que su mensaje era el correcto porque había venido de Jesús. Más bien se reunió
de esa manera para dejar fuera a los «espías» (Gl 2.4) y evitar cualquier
desacuerdo abierto que sólo hubiera añadido leña al fuego.
Tito iba con Pablo y, siendo
gentil, no estaba circuncidado. De acuerdo a los judaizantes ¡Tito ni siquiera
era salvo! (Hch 15.1). Pero los líderes de la iglesia no exigieron que Tito se
circuncidara; de modo que, concluye Pablo, esto prueba que la circuncisión no
tiene nada que ver con la salvación.
Había falsos hermanos allí,
personas que querían privarles a los creyentes de la gloriosa libertad que tenían
en Cristo. Este partido debe haber exigido la circuncisión de Tito, pero Pablo
«los derrotó». El grupo se dividió: algunos estaban por el legalismo; otros por
la libertad; algunos más por un compromiso entre las dos cosas. La iglesia de
hoy todavía está dividida, con algunos que enseñan la salvación mediante los
ritos; y otros que insisten en una mezcla de la ley y la gracia. La minoría se aferra
al evangelio de la gracia de Dios que predicaba Pablo.
La conclusión del asunto fue que
los líderes de la iglesia acordaron que el mensaje y ministerio de Pablo venían
de Dios, y que él debía ministrar a los gentiles mientras que Pedro y los doce
ministraban a los judíos. En el versículo 8 Pablo cuidadosamente destaca que el
mismo Espíritu que obraba en Pablo obraba también en Pedro. Ambos tenían el
mismo mensaje y el mismo Espíritu, pero eran responsables de diferentes esferas
de ministerio. El concilio no añadió nada al mensaje de Pablo (v. 6) y lo
endosó como bueno. Pablo había preservado «la verdad del evangelio» (2.5) de
las mentiras del enemigo.
II. DEFENDIÓ SU EVANGELIO ANTE PEDRO (2.11–21)
Pablo hizo lo correcto al ignorar
las «posiciones espirituales» de la gente que se menciona en el versículo 6.
Incluso los mejores líderes pueden equivocarse, y Pablo cita a Bernabé y a
Pedro como ejemplos. Después de la reunión en Jerusalén, Pedro visitó la iglesia
gentil de Antioquía, donde Pablo y Bernabé todavía ministraban (Hch 15.35). En
Hechos 10 Dios le había revelado claramente a Pedro que ningún alimento y
ninguna persona era inmunda; pero el apóstol cayó de nuevo en el legalismo de todas
maneras. Cuando vino por primera vez a Antioquía, Pedro se reunía con los
gentiles y comía con ellos; pero después que algunos visitantes vinieron de
Jerusalén, se apartó y levantó de nuevo sus antiguas barreras judías. Incluso
Bernabé cayó en la trampa (v. 13), asombrando a su compañero misionero, Pablo.
La razón fue el temor (v. 12); porque «el temor del hombre pondrá lazo» (Pr
29.25).
Pedro y Bernabé no estaban andando
rectamente. Lo que creemos determina cómo nos comportamos. Debido a que Pedro y
Bernabé estaban confusos en cuanto a la verdad espiritual, no podían andar en
línea recta. La «verdad del evangelio» no es algo para que la defendamos (v.
5), sino algo para que lo practiquemos (v. 14). En los versículos 14–21
encontramos un resumen de la reprensión que Pablo le hizo a Pedro. Sin duda
Pablo dijo más que esto, pero el siguiente sumario define bien la cuestión:
«Tú eres judío», le dijo Pablo a
Pedro, «pero solías vivir como los gentiles, sin barreras entre ti y otros
cristianos. ¡Ahora quieres que los gentiles vivan como judíos, haciendo lo que
ni siquiera tú mismo haces!»
El «nosotros» en los versículos
15–17 se refiere, por supuesto, a los judíos. «Nosotros los judíos tenemos
privilegios especiales y tal vez no seamos culpables de los pecados de los
gentiles; pero ¡somos salvos de la misma manera que ellos lo son!» Esperaríamos
que Pablo dijera: «Ellos deben ser salvos de la manera que lo somos nosotros»,
pero invierte el orden. La salvación no quiere decir que los gentiles se han
convertido en judíos, sino ¡que los judíos tienen que descender al nivel de los
gentiles condenados! «Somos justificados (recibir una posición correcta ante
Dios) por fe en Jesucristo», arguye Pablo. «Las obras de la ley nunca
justificarán a ningún hombre. ¿Fue salvo algún judío alguna vez por guardar la
ley? ¡Por supuesto que no!»
En los versículos 17–18 Pablo
mostró la necedad de regresar a la ley. «Dices que has sido salvado por la fe
en Cristo. Pues bien, si regresas a la ley, estás confesando que todavía eres
un pecador que necesita la salvación y que Cristo no te ha salvado. Es más,
estás diciendo que tu fe en Cristo te ha hecho de nuevo un pecador y ¡eso hace
a Cristo el ministro de pecado!» Regresar a la ley es negar la obra de Cristo
en la cruz. «Predicaste la Palabra a los gentiles», Pablo prosiguió,
refiriéndose a Hechos 10, «pero no has cambiado de parecer. Predicaste
salvación por fe; ahora predicas salvación por la ley.
Edificas lo mismo que una vez
derribaste, lo cual te hace pecador, debido a que derribaste algo que Dios quería
que siguiera en pie». En otras palabras, Pablo le mostró a Pedro la
inconsistencia de sus acciones y creencias.
«La ley no es un camino de vida,
Pedro; es un camino de muerte. La ley nos mata (v. 19) para que el evangelio
pueda resucitarnos. Un cristiano no es alguien que intenta obedecer una ley
externa. Un cristiano es alguien que tiene dentro de sí al Cristo vivo. Por fe,
estoy unido a Cristo para siempre.
Cuando Él murió, yo morí; cuando
Él resucitó, yo resucité con Él. Cristo vive su vida por medio de mí conforme
ando por fe, ¡esta es la vida cristiana! No es un conjunto de reglas y
regulaciones. ¡Regresar a la ley es frustrar (vaciar) la gracia de Dios! ¡Si la
ley es el camino de Dios para la salvación, Cristo murió en vano!»
Ni Gálatas ni Hechos anotan la
respuesta de Pedro, pero sabemos que la reprensión de Pablo logró su propósito.
A decir verdad, una de las últimas admoniciones que Pedro escribió fue que los
creyentes deben leer las cartas de Pablo para hallar la verdad de Dios respecto
a esta edad presente (2 P 3.16–18).
3
Los capítulos 3–4 son doctrinales,
porque en ellos Pablo explica la relación entre la ley y la gracia. Tres palabras
que se repiten con frecuencia son fe (catorce veces), ley (diecinueve veces) y
promesa (once veces). Pablo presenta seis argumentos, tres en cada capítulo,
procurando probar que la salvación es por gracia, por medio de la fe, y aparte
de las obras de la ley.
I. EL ARGUMENTO PERSONAL (3.1–5)
Pablo empieza con la experiencia
personal de los gálatas con Cristo, porque esta es una de las mejores
evidencias de cómo obra Dios. Pablo había predicado a Cristo crucificado, no la
obediencia a la ley; ellos creyeron este mensaje y eso cambió sus vidas. Habían
recibido al Espíritu (la evidencia de la salvación, Ro 8.9) por el oír con fe y
al creer a la Palabra de Dios (Ef 1.13, 14), no por obedecer alguna ley. Sin
duda, el evangelio que Pablo predicaba, el evangelio que cambió su vida y la de
ellos, era el verdadero mensaje. ¡Regresar a la ley después de todo lo que el
Espíritu había hecho por ellos era actuar como necios!
Habían sufrido voluntariamente por
su fe. Los ministros en la iglesia de Galacia mediante los dones del Espíritu
estaban haciendo cosas maravillosas, obras que no serían posibles por medio de
la ley.
Todo en su experiencia personal
apuntaba hacia un hecho: la salvación es por gracia, no por la ley.
Los cristianos de hoy necesitan la
verdad del versículo 3, porque muchos piensan que el mismo Espíritu que les
salvó no puede guardarlos o ayudarles a vivir por Cristo. Tienen la idea de que
la salvación es por gracia por medio de la fe, pero que la vida cristiana
depende de sus fuerzas. ¡Qué equivocación! Romanos 7 enseña con claridad que
los creyentes no pueden hacer nada por sí mismos para agradar a Dios; Romanos 8
enseña que el Espíritu continúa la obra de gracia y cumple las exigencias de la
ley en nosotros.
II. EL ARGUMENTO ESCRITURARIO (3.6–14)
Por «escriturario» no sugerimos
que los otros argumentos de Pablo no sean fieles a la Palabra, sino más bien
que en esta sección se apela con fuerza al AT. Es más, tal vez quiera verificar
cuidadosamente cada una de estas referencias bíblicas.
A. LOS
VERSÍCULOS 6–7 CITAN GÉNESIS 15.6.
Los judaizantes apuntaban a
Abraham, el «padre de los judíos», como su ejemplo, y Pablo hace lo mismo.
¿Cómo fue salvo Abraham? ¡Por fe! Y todos los que confían en Cristo son hijos
de Abraham, el padre de los creyentes. Véanse en Romanos 4.1–8 una ampliación
de este argumento.
B. LOS VERSÍCULOS 8–9 CITAN GÉNESIS 12.3.
Dios prometió bendecir a los
gentiles a través de Abraham, lo que quiere decir que judíos y gentiles son
salvos exactamente de la misma manera. Desde luego, el «evangelio» que Abraham
creyó no fue el pleno evangelio de la gracia de Dios que predicamos hoy;
incluso los apóstoles no comprendieron a plenitud el significado de la muerte
de Cristo sino hasta que se les explicó. El evangelio que Abraham creyó fue las
buenas nuevas de que Dios le bendeciría y le haría una nación poderosa. Abraham
creyó a la promesa y esta fe le fue contada por justicia.
C. EL VERSÍCULO 10 CITA A DEUTERONOMIO 27.26.
«Ustedes quieren salvarse por las
obras de la ley? ¡Pero la ley no salva, maldice!»
D. EL VERSÍCULO 11 CITA A HABACUC 2.4.
Ya hemos encontrado este versículo
antes: «El justo por la fe vivirá» (Ro 1.17; Heb 10.38). Este pequeño versículo
de Habacuc es tan rico que Dios escribió tres comentarios de él en el NT.
E. EL VERSÍCULO 12 CITA A LEVÍTICO 18.5.
¡Hay una vasta diferencia entre
«hacer» y «creer»! Nadie jamás fue salvo por la ley, porque nadie nunca puede
obedecer completamente la ley.
F. LOS VERSÍCULOS 13–14 CITAN DEUTERONOMIO 21.23.
La ley nos pone bajo maldición,
pero Cristo murió para quitar la maldición. Murió en un madero (la cruz, 1 P
2.24) y cumplió la palabra dada en Deuteronomio. Debido a que ha llevado
nuestra maldición sobre sí mismo somos libres para vivir en Él. La bendición
que Dios prometió a Abraham está ahora al alcance de los gentiles por la fe.
Lea otra vez estas seis citas y
vea cómo prueban conclusivamente que aun la ley del AT enseñaba que la
salvación es por gracia, por medio de la fe.
III. EL ARGUMENTO LÓGICO (3.15–29)
Por supuesto, todos los argumentos
de Pablo son lógicos. Pero el argumento particular aquí depende del
razonamiento, al comparar la ley con un contrato humano. «Cuando dos personas
hacen un contrato, es ilegal que una tercera intervenga y lo cambie o lo
cancele. Ahora bien, Dios hizo un contrato (pacto) con Abraham cuatrocientos
años antes de que fuera dada la ley. La Ley de Moisés jamás podría cancelar la
promesa original de Dios a Abraham. Dios lo prometió igualmente a la simiente
de Abraham y el versículo 16 indica que esta Simiente es Cristo. La Ley Mosaica
no fue una nueva manera de salvación que cancelaba las promesas de Dios a
Abraham; esto no sería lógico. La promesa y la fe van juntas, pero no la
promesa y la ley.
«Pero, ¿por qué Dios les dio la
ley?», argüirían sus oponentes. Pablo les da tres respuestas:
A. LA LEY FUE TEMPORAL Y SÓLO PARA ISRAEL (VV. 19–20).
Romanos 2.14 y Hechos 15.24 dejan
en claro que Dios nunca dio la ley a los gentiles. La ley moral ya estaba
escrita en los corazones de los gentiles (Ro 2.15). Pero la ley ceremonial
(incluyendo las leyes del día de reposo) nunca fue dada a los gentiles. La ley
fue «añadida» y no era un sustituto en lugar de las promesas abrahámicas. Una
vez que la Simiente (Cristo) vino, la ley fue reemplazada.
«¡Pero la ley fue promulgada con
tanta gloria!», replicarían los judaizantes. «¿Cómo puedes decir que era sólo
temporal?» Pablo está listo con una respuesta: la ley fue dada por mediadores
angélicos, pero Dios le habló personalmente a Abraham. Dios es uno, y el
cumplimiento de su promesa a Abraham depende únicamente de Él.
B. LA LEY NOS CONVENCIÓ DE PECADO, PERO NUNCA NOS SALVÓ DEL PECADO (VV.
21–22).
Si hubiera una ley que salvara a
los pecadores, Dios hubiera librado a su Hijo y usado la ley en lugar de la
cruz. La ley no es contraria a las promesas de Dios; al revelar el pecado, la
ley obliga al pecador a confiar en las promesas de Dios. La ley nos muestra la
necesidad de la gracia; la gracia nos capacita para agradar a Dios mediante la
fe. La ley coloca a todos bajo pecado, lo que significa que todos podemos ser
salvos por gracia. Si Dios permitiera que aunque sea un solo pecador se salvara
por la ley, nadie se salvaría por la gracia. Todos debemos ser salvos de la
misma manera.
C. LA LEY PREPARÓ EL CAMINO PARA CRISTO (VV. 23–29).
«Antes que viniera la fe que ahora
conocemos la ley dejaba a todos los hombres con la boca cerrada, revelando su
necesidad de un Salvador». Como L.E. Maxwell lo dice: «¡Se nos empuja a Cristo!»
La ley fue el «ayo» (tutor) para los judíos en su infancia nacional. El tutor,
tanto romano como griego, solía cuidar y enseñar a los niños menores hasta que
alcanzaban la edad legal de adultos, después de lo cual los hijos quedaban bajo
su propia responsabilidad. La ley mantuvo a los judíos «en línea», por así
decirlo, hasta que Cristo vino y la revelación completa del evangelio fue dada
a judíos y gentiles.
4
Pablo continúa con tres argumentos
más para probar que la salvación es por la gracia y no por la ley.
I. EL ARGUMENTO DISPENSACIONAL (4.1–11)
Cualquiera que lee la Palabra con
cuidado debe admitir que en diferentes épocas Dios se relaciona de diferentes
maneras con diferentes personas. Cuando hablamos de la «verdad dispensacional»,
queremos decir la verdad de la Palabra según se relaciona al programa de Dios
en las edades de los judíos, gentiles y de la Iglesia (1 Co 10.32). En esta
sección Pablo explica que el período de la ley fue una dispensación, una manera
especial en la cual Dios se relacionó con Israel con un propósito especial.
Dios nunca dio la Ley Mosaica a los gentiles. Imponer regulaciones judías a los
gentiles (o incluso a los judíos de hoy) es totalmente contrario a las
Escrituras.
Los judíos fueron herederos, por
cuanto Dios les dio maravillosas promesas a través de Abraham, pero pasaron
muchos siglos antes de que recibieran esas promesas. Pablo sigue en su
comparación entre la situación de los judíos y el tutelaje del niño romano o
griego. El niño, razona Pablo, puede ser heredero de una fortuna, pero mientras
no haya llegado a la edad legal de heredar, no es diferente al esclavo. De la
misma manera, los judíos estaban en su «infancia espiritual» bajo la ley. Las
reglas y rituales de la ley eran el «ABC religioso» que tenían que aprender
antes de que pudieran graduarse a su herencia completa. Este legalismo era
esclavitud al sistema mosaico («rudimentos del mundo», Véanse Col 2.8, 20).
Pero esta dispensación de la ley llegó a su punto final, habiendo preparado el
camino para Cristo. El Señor nació en el momento preciso, de la manera precisa
(de una mujer, un nacimiento virginal) y para el propósito preciso: darnos
libertad. Fue puesto bajo la ley, la obedeció y cumplió en su vida y muerte. Su
muerte en la cruz hizo a los judíos libres de su esclavitud legalista y abrió
el camino para el cumplimiento de las promesas a Abraham.
Si Israel hubiera recibido a su
Mesías cuando Pedro lo presentó en Pentecostés (y de nuevo a través de Hch
2–7), la nación hubiera entrado en la edad adulta. Las bendiciones hubieran
fluido a los gentiles mediante Israel y las promesas abrahámicas se hubieran
cumplido. La nación en general rechazó a Cristo, pero Dios en su gracia abrió
las bendiciones a los judíos y a los gentiles igualmente en una base individual.
Los gentiles no fueron salvos a través del levantamiento de Israel, sino por
medio de su caída (léase Ro 11.1–12). Ahora bien, los judíos recibieron su
adopción de manera individual: Su «colocación como hijos», como hijos maduros,
crecidos, en la familia de Dios. Ya no son niños bajo la dirección de tutores;
los creyentes son hijos, no siervos, disfrutando de la completa herencia en
Cristo.
Pablo ahora aplica su argumento:
«¿Por qué quieren regresar a la esclavitud, a una segunda infancia? ¡Dejen el
ABC y disfruten de la herencia plena que tienen en Cristo!»
II. EL ARGUMENTO SENTIMENTAL (4.12–18)
«Os ruego, hermanos». Esta es la
apelación de un siervo espiritual cariñoso, un padre preocupado dirigiéndose a
sus hijos espirituales. «Yo me hice como uno de ustedes cuando les prediqué»,
escribe Pablo; «ahora háganse como yo y sean fieles a Cristo». Les recuerda que
debido a una aflicción física fue que llegó por primera vez a ellos y que le
habían tratado como si fuera un ángel. Ahora le trataban como a un enemigo
debido a que les estaba diciendo la verdad. «Sus falsos maestros hacen un gran espectáculo
del cariño por ustedes ("Tienen celo por vosotros", v. 17), pero sus
motivos no son puros.
¡Quieren usarlos para hacer alarde
de sus conquistas espirituales!» (Véanse 6.12–14.)
III. EL ARGUMENTO ALEGÓRICO (4.19–31)
Una alegoría es un suceso o
historia que tiene un significado oculto. Pablo usa la historia de los dos hijos
de Abraham (Gn 16 y 21) para mostrar que el nuevo pacto de la gracia ha
reemplazado al antiguo pacto de la ley. Podemos ilustrar los contrastes de la
siguiente manera:
EL ANTIGUO
PACTO DE LA LEY EL NUEVO PACTO DE LA GRACIA
1. Simbolizado
por Agar, la esclava
1. Simbolizado
por Sara, la mujer libre
2. Ismael,
hijo nacido de la carne 2. Isaac
3. Representa a
Jerusalén en los días de Pablo, en esclavitud espiritual (y política)
3. Representa
la Jerusalén celestial que es libre y gloriosa
Nosotros, los cristianos, somos
hijos de la promesa, como Isaac (v. 23) y por consiguiente hijos de libertad
(v. 31). Dios le prometió a Abraham un hijo mucho antes de que Ismael naciera.
Ismael «fue añadido» (como la ley, 3.19) y fue hijo según la carne, hijo de la
esclava. El antiguo pacto de la ley nunca fue el plan final de Dios para
Israel. Fue añadido, como Ismael, y trajo esclavitud y tristeza.
¡Dios le ordenó a Abraham que
echara fuera a Ismael y a Agar! La ley y la gracia, la fe y las obras, promesa
y mandamiento, nunca pueden habitar en la misma casa. ¡Los judaizantes de
Galacia querían invitar a Agar e Ismael a que volvieran a la familia!
Pablo se refiere a Isaías 54.1 y
aplica este versículo a la Iglesia. Así como Sara era estéril y tuvo que
esperar por muchos años por su hijo, los judíos tuvieron que esperar muchos
años antes de que las promesas de Dios a Abraham se cumplieran. Isaías
describió el gozo de Jerusalén después del regreso del exilio. Pablo ve un
significado mucho más profundo: gozo en la Iglesia a pesar de su persecución y sufrimiento.
El peligro que Pablo vio en
Galacia está con nosotros hoy. A la carne le encanta y anhela «la excitación
religiosa» y se siente gratificada cuando puede guardar alguna ley religiosa.
En tanto que no hay nada de malo con las tradiciones de la iglesia que están
ligadas a las Escrituras y magnifican a Cristo, debemos tener cuidado de
invitar a Agar y a Ismael de vuelta a la familia. No puede haber mezcla de la
ley y la gracia. Que Dios nos ayude a perseverar firmemente en su simple gracia.
5
Ahora avanzamos a la sección final
de la carta en la cual Pablo hace la aplicación práctica de la libertad cristiana
a la vida del creyente en una serie de cuatro contrastes.
I. LIBERTAD, NO ESCLAVITUD (5.1–15)
«¡Tu doctrina de gracia y libertad
es peligrosa!», argüían los enemigos de Pablo. «Porque si los cristianos están
libres de la ley, ¡vivirán en perversidad! ¡Necesitamos la ley para
controlarlos!» Así es como la gente ha argumentado a través de los siglos, sin
casi darse cuenta de que la gracia, no la ley, es la mejor del mundo para
enseñar y «controlar» (Tit 2.11, 12).
Pablo nos amonesta a estar firmes
en nuestra libertad cristiana. Si retrocedemos al legalismo, corremos el riesgo
a enredarnos y esclavizarnos. ¡Cuán bien conocían los judíos del día de Pablo
lo que era la esclavitud legal! (Hch 15.10). La circuncisión era el sello del
pacto y por eso Pablo les advierte a los gálatas que retroceder al antiguo
pacto es privarse de las bendiciones que Cristo compró para ellos.
Cristo no puede satisfacer al
pecador que rechaza la gracia y confía en la ley; Cristo no puede satisfacer al
santo que trata de vivir por la ley en lugar de por la gracia. «Circuncisión»
en los versículos 2–3 denota el sistema mosaico por entero. La gente que se
colocaba bajo la ley se convertía en deudores al sistema entero.
«Caer de la gracia» (v. 4) no
quiere decir «caer de la salvación». Pablo no escribe a personas que han
«perdido su salvación» debido a que tal cosa no es posible. Les escribe a
santos que han salido de la esfera de la gracia y entrado en la agobiante
esfera de la ley. Watchman Nee dice: «La ley significa que debo hacer algo por
Dios; la gracia significa que Dios hace algo por mí». ¡Qué maravilloso es para el
cristiano disfrutar de la libertad de la gracia! Esto quiere decir: ¡salir de
la esclavitud descrita en Romanos 7 y entrar en la gloriosa libertad de Romanos
8! En los versículos 5–6 Pablo describe el verdadero andar cristiano: nuestro
poder es el del Espíritu; recibimos este poder por fe; esta fe produce amor y
obras en nuestras vidas. En otras palabras, la doctrina de la libertad
cristiana no estimula una vida perversa; en lugar de eso, nos liga más de cerca
a Cristo y Él vive a través del creyente (2.20).
¿Cómo se introdujo tal falsa
enseñanza en los gálatas? De la misma forma que la levadura se introduce en la
masa buena. A la levadura siempre se le considera mala (cf. Mt 13.33; 1 Co
5.1–7). La falsa doctrina se plantó en la iglesia como un poquito de levadura,
pero luego creció e infectó a todo el cuerpo. Los gálatas corrieron bien hasta
ese punto; ahora les estaban estorbando en su andar cristiano.
Pablo entonces se señala como
ejemplo y les recuerda cómo había sufrido por predicar el evangelio.
Sus enemigos tal vez mentían
respecto a él y decían que en realidad predicaba la circuncisión (o sea, la obediencia
a la ley del AT). Pero, arguye Pablo, si estuviera predicando legalismo, ¡los
judíos nunca me hubieran perseguido! «El tropiezo de la cruz» (v. 11) significa
el tropezadero de la cruz para los judíos (1 Co 1.23–25), quienes no podían
aceptar a un Salvador crucificado. Usando la circuncisión como ejemplo Pablo
dice: «¡Quisiera que se mutilasen los que los perturban!»
Pablo cierra esta sección con el
recordatorio de que la libertad no es libertinaje. «Servíos por amor los unos a
los otros», dice. Cumplimos la ley cuando vivimos en amor (Ro 13.8–10). El
cristiano que dice: «¡Tengo libertad para pecar!», no comprende nada de la cruz
ni de la gracia de Dios.
II. EL ESPÍRITU, NO LA CARNE (5.16–26)
La primera admonición de Pablo
fue: «¡Estén firmes!» Ahora dice: «¡Anden en el Espíritu!»
Nuestro estar en Cristo determina
nuestro andar en Cristo. Las palabras «carne» y «Espíritu» se encuentran diez
veces cada una en los capítulos 5–6. Los que viven de acuerdo a la ley dependen
de la energía de la carne; los que viven por gracia dependen del poder del
Espíritu. «Andar en el Espíritu» significa tener nuestras vidas diarias bajo su
control, o sea, bajo la dirección de la Palabra de Dios. «Ser guiado por el
Espíritu» significa ser libre de una vida de esclavitud al legalismo. El
hermano mayor de la parábola del hijo pródigo (Lc 15) vivía en esclavitud y no
tenía gozo en su andar o servicio. ¡Cuántos cristianos son como él!
«La carne» se refiere a la naturaleza
caída que persiste en el creyente. El cuerpo en sí mismo no es pecaminoso; los
apetitos no son necesariamente pecaminosos, pero las tendencias de la vieja
naturaleza van en declive. En Romanos 6 Pablo nos dice que el viejo hombre ha
sido crucificado y que podemos vencer a la carne al considerarnos como muertos
al pecado y al presentarnos a Dios. Aquí en Gálatas, Pablo describe el
conflicto entre las dos naturalezas del creyente. Después de la conversión, los
nuevos cristianos disfrutan de inmediato de varios días o semanas de
maravillosa victoria; entonces viene la tentación y la derrota, y se desaniman.
Alguien debería haberles dicho que la vieja naturaleza volverá a surgir.
La última frase del versículo 17
no enseña que el creyente no puede obtener victoria. La frase se traduce bien
en español: «para que no hagáis lo que quisiereis». O sea, una simple
determinación del cristiano nunca controlará la carne o producirá el fruto del
Espíritu. Pablo amplía este tema en Romanos 7, donde muestra que determinados
intentos del creyente para agradar a Dios en su fuerza están destinados al
fracaso.
¡Qué contraste entre las obras y
el fruto! El fruto es el resultado de una unión viva; una máquina puede
producir obras, pero nunca fruto. Incluso la ley produce obras, pero Dios las
llama obras muertas (Heb 6.1). La ley nunca produciría el fruto de la gracia
que se describe aquí. Lea esta lista de «obras de la carne» en una versión
moderna para que obtenga la magnitud completa de su significado. ¡Qué terrible
catálogo de pecados! ¡Cuántos se hallan incluso entre cristianos!
El carácter cristiano viene de
adentro, por el poder del Espíritu. El Espíritu procura transformarnos a la
semejanza de Cristo (2 Co 3.18; Ro 8.29; 12.1, 2). Podríamos meditar por horas
en el fruto de nueve aspectos producido por el Espíritu. Nótese especialmente
que el amor encabeza la lista. Pablo aclara que ninguna ley jamás podría
desarrollar esta clase de carácter. ¡Cuándo aprenderá la gente que hacer
resoluciones jamás la santificará!
«Si vivimos por el Espíritu» (esto
es salvación, vivificados por el Espíritu), «andemos también por el Espíritu»
(esto es santificación, permitiendo que el Espíritu controle y dirija nuestras
vidas).
Compare Efesios 5.18–24 con
Colosenses 3.15–19 y verá que estar lleno del Espíritu es ser controlado por la
Palabra de Dios, porque los resultados son idénticos. «Andar en el Espíritu» no
es alguna experiencia emocional, ajena a la vida diaria. Es una experiencia
diaria del creyente que se alimenta en la Palabra, que ora y obedece lo que
dice la Biblia.
Para concluir note los tres ruegos
que Pablo hace a los cristianos para que vivan en santidad por la gracia de
Dios: Dios el Padre les ha llamado (v. 13); Dios el Hijo ha muerto por ellos
(v. 24); y Dios el Espíritu Santo mora en ellos (vv. 16–23). Cada Persona de la
Trinidad nos ayuda en nuestra batalla contra la carne.
6
En este capítulo final Pablo
presenta dos contrastes más de la vida cristiana. Tenga presente que está describiendo
la vida espiritual del creyente que está bajo la gracia y no bajo la ley. Es
una vida de libertad, no de esclavitud (5.1–15) y que se vive en el Espíritu,
no en la carne (5.16–26).
I. OTROS, NO UNO MISMO (6.1–10)
Hay una ley que el creyente
obedece; la ley del amor en Cristo. «Un mandamiento nuevo os doy:
Que os améis unos a otros» (Jn
13.34). El Espíritu de Dios es el Espíritu de amor, porque Dios es amor.
Si andamos en el Espíritu no
usaremos nuestra libertad en Cristo con propósitos egoístas; le permitiremos al
Espíritu que obre por medio nuestro para ayudar a otros. «Otros» es la gran
palabra del evangelio. Jesús vivió por otros y debemos seguir su ejemplo. Ser
libres de la ley no quiere decir que somos independientes los unos de los
otros, porque somos miembros de la misma familia y nos ministramos unos a
otros.
A. AYUDA ESPIRITUAL (VV. 1–5).
Imagínese a un creyente que de
súbito el enemigo lo atrapa y cae en pecado. (O pudiera ser que la palabra
«sorprendido» sugiere que cayó en pecado y otros creyentes se enteraron del
asunto.) ¿Debería ser nuestra actitud de juicio y condenación? ¡No! Si somos
espirituales (andando en el Espíritu, guiados por el Espíritu, produciendo el
fruto mediante el Espíritu), procuraremos restaurar al caído. La palabra griega
para «restaurar» es un término médico que significa la reparación de un hueso
roto. Los cristianos son miembros del cuerpo de Cristo y un cristiano en pecado
debilita el cuerpo. Por supuesto, si la persona no se somete a la restauración,
se deben considerar las medidas de disciplina delineadas en Mateo 18 y 1
Corintios 5.
Debemos sobrellevar los unos las
cargas de los otros, pero también debemos llevar nuestras propias cargas.
Véanse las palabras de Pablo a los gálatas en Gálatas 6.1–5. Hay algunas cargas
que podemos compartir con otros, pero hay otras que sólo nosotros podemos
llevar. Evadir mi responsabilidad so pretexto de ayudar a otro es pecar. Debe
haber un espíritu de humildad al procurar ayudar a otros, sin pensar que somos
mejores. Dejemos que Dios juzgue y dé la recompensa; Él jamás se equivoca.
B. AYUDA MATERIAL (VV. 6–10).
El creyente que presta atención a
la Palabra compartirá las bendiciones materiales con los que enseñan; esta es
la lección de los versículos 6–8. A menudo aplicamos estos versículos al hecho
de cosechar lo que sembramos en términos de pecado y desde luego que este
principio es cierto. Pero la lección básica aquí es la de dar y ofrendar; «haga
partícipe» en el versículo 6 indica «compartir». Este principio se ha indicado
en Romanos 15.27; donde recibimos bendiciones espirituales tenemos el privilegio
y la obligación de compartir las bendiciones materiales. «Sembrar para la
carne» significa vivir para la carne, invirtiendo tiempo y dinero en cosas que
no duran; «sembrar para el Espíritu» significa invertir tiempo y dinero en
cosas eternas. Cuántos cristianos usan carnalmente su tiempo y dinero (y el
dinero es sólo tiempo acuñado como para que podamos volver a invertirlo) en
cosas de la carne, y ¡se preguntan por qué nunca crecen en la gracia o cosechan
frutos espirituales! Por cierto que sembrar para el Espíritu exige fe y
paciencia, pero Dios promete la cosecha a su debido tiempo.
Demanda tiempo crecer
espiritualmente. Debemos ser fieles sembradores en nuestras actividades.
II. LA GLORIA DE DIOS, NO LA APROBACIÓN DEL HOMBRE
(6.11–18)
Hasta el mismo final de la carta
Pablo tiene la gracia en mente. El cristiano que depende de la gracia, a través
del Espíritu, dará siempre la gloria a Dios; el legalista que «practica
religión» se ganará la aprobación de los hombres. ¡Cómo honra el mundo a la
«gente religiosa» y detesta al cristiano consagrado!
Pablo solía usar un secretario
cuando escribía, dictando la carta, y luego añadía al final su «rúbrica de
gracia» personal (1 Co 16.21–24; Col 4.18; 2 Ts 3.17, 18). Pero al parecer escribió
Gálatas personalmente y debido a su deficiencia visual (nótese Gl 4.15) tuvo
que escribir con letras grandes.
«Cuán grandes letras» no quiere
indicar un gran número de palabras, porque la carta es relativamente corta; se
refiere al tamaño de las letras. Pablo no permitió que su deficiencia física le
impidiera obedecer a Dios y advertir a sus amigos cristianos sobre los males
del legalismo.
«Estos judaizantes quieren usarlos
a ustedes para su gloria», afirma Pablo (v. 12). «No están ministrándolos para
bien de ustedes, sino para su propia alabanza. Quieren evitar la persecución
que viene a los que predican la cruz. ¡Pero ni siquiera ellos mismos obedecen
la ley!» ¡Qué reprensión tan incisiva! Estos judaizantes, como los fariseos del
día de Cristo, recorrían mar y tierra para hacer un convertido (Mt 23.15), no
para ayudarlo, sino para añadir más gloria a sus propios nombres. Pero Pablo no
era de este tipo: se gloriaba en la cruz y voluntariamente llevó toda la
vergüenza y persecución que ella traía. Pablo podía gloriarse en la cruz porque
conocía a la Persona que estuvo en la cruz, el propósito de la cruz y el poder
de la cruz.
De nuevo Pablo menciona su propia
crucifixión (6.14; Véanse 2.20). La salvación quiere decir que Cristo murió por
mí: Sustitución; santificación quiere decir que yo muero con Cristo:
identificación.
«Estos falsos maestros pertenecen
al mundo y viven para el mundo», afirma el apóstol. «El mundo no tiene
atracción para mí; he sido crucificado al mundo y el mundo ha sido crucificado a
mí». Hoy a menudo la cruz es un objeto pulido; en los días de Pablo era un
vergonzoso instrumento de dolor y muerte. La «religión» ha hecho de la cruz un
símbolo; el Espíritu hace de la cruz una realidad en la vida del cristiano que
vive por gracia.
El cristiano pertenece a una
«nueva creación» (2 Co 5.17), al verdadero «Israel de Dios» (v. 16).
Esto no quiere decir que la
iglesia del NT ha tomado el lugar del Israel del AT, porque en Cristo no hay distinciones
raciales (3.28). Más bien lo que Pablo está diciendo es que estos judaizantes
no son parte del verdadero Israel, el pueblo real de Dios. Los gentiles que
reciben a Cristo como Salvador no son hijos de Abraham genéticamente, sino en
sentido espiritual (3.7). La iglesia de hoy es el verdadero Israel de Dios,
porque por un tiempo el pueblo antiguo de Dios se ha desechado en incredulidad
y calificado como «no pueblo mío» (Os 1.9, 10; 2.23; Ro 9.25, 26). Un día
Israel se convertirá en el pueblo de Dios y heredará sus promesas nacionales.
La «regla» por la cual debemos
vivir es la gracia y la nueva creación en Cristo. Cuántos cristianos bien
intencionados, pero ignorantes, andan con una regla diferente, tratando de
«traer el reino» o reformar al mundo.
Con un solo golpe de su pluma
Pablo barre con todos esos buscapleitos legalistas. «Ustedes falsos maestros
están marcados por la circuncisión», escribe, «pero yo tengo en mi cuerpo las
marcas de Jesucristo». Esto no significa que Pablo tenía cinco heridas en su
cuerpo similares a las de Cristo; lo que significa más bien es que tenía en su
cuerpo las cicatrices que probaban que llevó el reproche de la cruz de Cristo.
En los días de Pablo se solía marcar a los soldados, esclavos y gente que se auto-consagraba
a algún dios. Pablo era el soldado de Cristo, esclavo de Cristo y su devoto
seguidor.
¡Qué maravillosa bendición: «La
gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu»! (v. 18).