(heb., tsephanyah,
oculto del Señor).
El
libro Fechado en el reinado de Josías (Sofonías 1:1), este libro fue escrito
probablemente a principios de su reinado, antes de la confrontación religiosa
que comenzó hacia el período de 640 a 622 a. de J.C.
El
libro se ocupa totalmente del día del Señor. Este concepto profético hace referencia
a cualquier intervención de Dios en la historia. La expresión final del día del
Señor tendrá lugar en los tiempos del fin.
En
Sofonías 1:2-6 se ve el día del Señor en sus efectos sobre Judá y Jerusalén.
Viene como un castigo por la idolatría del pueblo (Sofonías 1:4- 6). En
Sofonías 1:7-13 presenta al pueblo como si estuviera acudiendo a un sacrificio
comunal, pero cuando llega es repentinamente sujeto al devastador castigo de
Dios (Sofonías 1:8, 9). El castigo viene por crímenes sociales tanto como por
idolatría.
En
Sofonías 1:14-18 se describe el escatológico día del Señor. En el cap. 2 el
profeta apela a los humildes a volverse a Dios, porque el día del Señor implicará
destrucción universal. El cap. 3 continúa con el mismo mensaje, pero allí el
profeta incluye un mensaje de esperanza centrado en un remanente del pueblo de
Dios que será guardado seguro a través del disturbio predicho por el profeta
(Sofonías 3:12-18).
Era un profeta en
Jerusalén durante el reinado de Josías. Anunció la venida del día del Señor,
cuando Dios castigaría a Judá y a las naciones, y profetizó una futura
restauración de Israel.
Sofonías insta al
arrepentimiento, predice la destrucción de los enemigos de los judíos, y
consuela al justo que hay entre ellos con promesas de bendiciones futuras, la
restauración de su nación, y la prosperidad de la Iglesia en los postreros
tiempos.
Este hombre no era ningún
predicador ordinario. Era el tataranieto del rey Ezequías, uno de los más famosos
gobernantes de Judá. Tenía sangre real en sus venas, pero más importante aún,
tenía el mensaje de Dios en sus labios. Extraño como parece, Sofonías predicó
durante el reinado del buen rey Josías y era un tiempo de «avivamiento»
religioso (Véanse 2 R 22–23). Josías subió al trono a los ocho años y a los
dieciséis se consagró al Señor. Cuando tenía veinte años empezó una gran
reforma en la tierra, derribó los ídolos y juzgó a los falsos sacerdotes y
profetas. Luego empezó a reedificar el templo y dirigió a la nación a celebrar
la Pascua. Por todas las apariencias, era un tiempo de interés religioso y consagración.
Pero Sofonías veía más adentro;
vio los corazones de las personas y sabía que el celo religioso no era sincero.
Las reformas eran sólo superficiales; la gente se deshizo de sus ídolos en sus
casas, pero no de los ídolos de sus corazones. Los gobernantes de la tierra aún
eran avaros y desobedientes, y la ciudad de Jerusalén era la fuente de toda
clase de iniquidad en la tierra. Incluso hoy muchos creyentes carecen de
discernimiento y piensan que todo «movimiento religioso» es una obra genuina
del Señor.
Algunas veces la reforma
simplemente externa sólo prepara el camino para la obra del diablo (Mt 12.43–45).
Podemos dividir el mensaje de
Sofonías en tres partes; dos que tratan del juicio y una de la misericordia.
AUTOR
Y FECHA
Los
eruditos están de acuerdo en que el profeta Sofonías escribió este libro. Todo
lo que se sabe de este Sofonías se halla en su profecía. Era bisnieto de un
Ezequías (Sof 1.1), tal vez del que fue rey de Judá (2 R 18–20; 2 Cr 29–32).
Profetizó
en Judá durante el tiempo del rey JOSÍAS (2 R 22–23; 2 Cr 34–35) ca. 630
a.C., cuando ya había caído el reino del norte (2 R 18.11, 12).
Era
contemporáneo de Jeremías, quien también profetizó durante el reinado de Josías
(Jer 1.2; 3.6, etc.). La mayoría de los eruditos creen que el libro se escribió
ca. 627 a.C.
NOMBRE QUE LE DA A JESÚS: Sof:
3: 15. El Rey De Israel.
I. DIOS JUZGARÁ A JUDÁ (1.1–2.3)
¡Qué declaración!: «Destruiré por
completo todas las cosas de sobre la faz de la tierra». El juicio viene y nada
escapará. Incluirá las aves, las bestias y los peces; especialmente afectará a
los ídolos («tropezaderos») de los impíos; y exterminará a la población de la
tierra. En el versículo 4 Dios menciona los puntos críticos: Judá y Jerusalén.
¿Qué? ¿El pueblo de Dios atravesará juicio? ¡Sí! ¿Cómo puede Dios destruir su
pueblo santo y su ciudad santa? Lo hace por sus pecados y en particular los
pecados de idolatría (vv. 4–6). El profeta describe tres clases de pecadores en
estos versículos: los que se olvidan de Jehová y adoran sólo ídolos, vv. 4–5a;
los que adoran tanto a Jehová
como a los ídolos, v. 5b; y los que se olvidan abiertamente del Señor y no
quieren tener nada que ver con Él, v. 6.
Estas mismas actitudes están con
nosotros hoy.
El juicio que viene se describe en
los versículos 7–18. Lo llama «el Día de Jehová», una frase que usan muchos
escritores del AT, Joel en especial. «El Día de Jehová» tiene un doble
significado:
(1) localmente, los juicios de
Dios sobre Israel y Judá en el pasado;
(2) proféticamente, ese tiempo
futuro de juicio cuando Dios derrame su ira (Ap 6–19).
En este caso, «el Día de Jehová»
sería la invasión babilónica del 606 a.C., y la destrucción de la ciudad y del
templo en el 586 a.C. Sofonías ve esta invasión como un gran «sacrificio»; Véanse
también Apocalipsis 19.17–18. El ruido de la invasión empezará en la puerta del
Pescado, la puerta más distante de la ciudad, y luego avanzará hasta la misma cima
del monte Sion. Pero no serán los soldados extranjeros los que harán el
trabajo; será Dios el que buscará en la ciudad, como con una lámpara,
desenmascarando el pecado y castigando la iniquidad.
Los versículos 14–16 usan once
palabras diferentes para describir el Día de Jehová que vendrá. Ricos y pobres
sufrirán por igual; ni plata ni oro les salvará.
En 2.1–3 el profeta se vuelve a
Jerusalén y a Judá y suplica al pueblo que se vuelva a Jehová y se arrepientan
de sus pecados. «Antes de que tenga efecto el decreto de Dios, mientras que aún
hay tiempo, volveos a Dios y pedid misericordia». Es triste, pero la nación se
contentaba con ser «religiosa»; no se volverían de sus pecados.
II. DIOS JUZGARÁ A LAS
NACIONES (2.4–3.7)
El profeta menciona a varias
naciones gentiles alrededor de Judá y anuncia que Dios las juzgará también por
sus pecados. Empieza con Filistea (vv. 4–7) y predice que sus populosas costas
serán potreros para el ganado. Luego menciona a Moab y a Amón (vv. 8–11),
descendientes del rebelde Lot (Gn 19.33–38). Maltrataron al pueblo de Dios y
con arrogancia «se engrandecieron»; por lo tanto, Dios los humillará. Sus
tierras quedarán en ruinas. Se demostrará que sus ídolos son impotentes.
Egipto es el siguiente en la lista
(v. 12) y le promete guerra que matará a sus jóvenes. Asiria y su capital
Nínive serán destruidas de tal manera que su tierra será un desierto (vv.
13–15). Las aves salvajes morarán allí con los animales. Sus hermosos edificios
quedarán sepultados bajo la arena. Nahum también profetizó la caída de Nínive y
su completa destrucción.
De nuevo Sofonías termina su
mensaje con una apelación a su pueblo (3.1–7). Si Dios juzga los pecados de los
paganos, ¿cuánto más juzgará los pecados de Judá, la «nación santa de Dios»?
Llama a Jerusalén rebelde y contaminada; a pesar de que Josías quitó todos los
ídolos. Dios podía ver sus corazones y en ellos vio rebelión. No tenían fe
verdadera en el Señor. Los príncipes y jueces eran como animales al acecho,
buscando a quien devorar. Los profetas eran «livianos»; les faltaba seriedad de
pensamiento y de interés. También eran «traicioneros», porque hacían descarriar
al pueblo. Los sacerdotes contaminaban todo lo que tocaban, aun el santuario
sagrado. Podían ver el juicio de Dios día tras días, pero no le daban cabida en
su corazón. Veían que Dios castigaba a otras naciones, pero decían: «Esto nunca
ocurrirá aquí».
Pues bien, allí ocurrió. En el 606
a.C. los babilonios vinieron y destruyeron a la nación, la ciudad y el templo.
«El pecado es oprobio de cualquier pueblo», especialmente del pueblo de Dios.
III. DIOS RESTAURARÁ A SU
PUEBLO (3.8–20)
Sofonías concluye su mensaje con
una gran promesa: Dios un día volverá a reunir a su pueblo, castigará a las
naciones gentiles y restaurará a Israel y a Judá a su tierra. El versículo 8 es
sin duda una predicción de la batalla del Armagedón, cuando todas las naciones
se congregarán contra Jerusalén en los últimos días (Ap 19.11–21). Pero Cristo
volverá y juzgará a estas naciones, y entonces establecerá su Reino. Volverá a
reunir a los judíos esparcidos, los limpiará de sus pecados y establecerá su
Reino justo, sentándose sobre el trono de David en Jerusalén. Véanse Zacarías
12–13.
¿Ha notado el énfasis de Sofonías
en «el remanente»? (2.7, 9; 3.13). En su día había un remanente creyente, un
pequeño grupo de personas fieles a Dios, así como hay un remanente creyente
hoy. No todos los judíos seguirán al Señor en los últimos días, pero el
remanente sí lo hará.
¿Qué debían hacer los judíos
creyentes debido al mensaje de Sofonías? Por un lado, debían esperar (3.8) y
dejar que Dios realice sus propósitos. Entonces debían cantar (3.14) y
regocijarse por la bondad del Señor. La nación tendría que atravesar un tiempo
de aflicción y prueba, pero Dios estaría en medio de ella (3.17) y no debía
temer aun en el tiempo del juicio. Dios los amaría y los cuidaría.
Luego, cuando su ira haya
terminado, restaurará a la nación y se regocijará por ella. Afligirá a los que afligieron
a los judíos (3.19) y traerá a los judíos de regreso a su tierra. Esto ocurrió
después de cumplidos los setenta años del cautiverio.
Pero hay una futura reunión y
restauración para Israel cuando, de acuerdo al versículo 20, serán alabanza
para toda la tierra. Eso no ha sucedido. Hoy son una fuente de contención
internacional. Pero cuando Jesús vuelva, serán una fuente de gozo y gloria en
la tierra, y el mundo tendrá paz.